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RESUMEN


La creciente preocupación sobre los efectos potencialmente desastrosos del calentamiento global en varias regiones del mundo se está enfrentando con la incapacidad de muchos países de reducir sus emisiones netas de gases de invernadero en la medida y en la extensión requeridas por el Protocolo de Kyoto. Las negociaciones dentro del protocolo de Kyoto han mostrado una tendencia a la ampliación de las varias opciones reconocidas para la compensación de las emisiones de gases de invernadero. Las ruedas de negociaciones en 2000 y 2001 han aumentado la posibilidad de que la captura de carbono en los suelos usados para la agricultura -dentro de los territorios nacionales o en ciertos grupos de países- puedan ser incluidos como un elemento en las existencias nacionales de carbono.

En el pasado había opiniones variadas respecto a si la captura de carbono en los suelos sería realista, práctica y una opción a largo plazo. En los últimos años, se ha acumulado evidencia en favor de esos aspectos. La mayoría de los suelos del mundo usados para la agricultura han sido esquilmados de su materia orgánica después de muchos años de aplicación de sistemas convencionales de labranza manual o mecánica antes de cada siembra, en comparación con su situación bajo la cubierta vegetal natural. Sin embargo, se ha constatado que este proceso de degradación es reversible. En muchos de los predios de agricultores, en climas húmedos y subhúmedos y en cultivos bajo riego, el contenido de materia orgánica se ha incrementado rápidamente después de cambiar las prácticas de manejo de suelos hacia la agricultura de conservación, incluyendo la labranza cero, la labranza mínima y la retención de residuos sobre la superficie del suelo. Incluso en condiciones semiáridas como en el sur de Texas, el sistema es eficiente, si bien con menores tasas de captura de carbono. La medida del progreso de la captura de carbono en los suelos agrícolas es técnicamente posible, pero hasta el momento, raramente ha sido hecha más allá de niveles experimentales. Esto podría ser aplicado regional o globalmente sólo si las organizaciones regionales de suelos llevaran a cabo una supervisión sistemática del suelo por medio de una combinación de lugares permanentes de supervisión, lugares de muestreo bien distribuidos, combinados con la descripción del manejo de la tierra por parte de los agricultores y la teledetección de la cobertura del suelo.

Una vez que los nuevos procedimientos de manejo de la tierra han sido bien comprendidos, que se han aplicado por unos pocos años y que se dispone de las herramientas adecuadas, el sistema de uso de la tierra ha demostrado ser competitivo tal como se aprecia por su difusión en los países en los que ha sido introducido. Además de la captura de carbono, los beneficios incluyen mejores rendimientos y mayor seguridad alimentaria, especialmente en los años de sequías, menores costos y mejor distribución de las necesidades de mano de obra a lo largo del año. El sistema hasta ahora ha encontrado gran aceptación en más de 50 millones de hectáreas de tierras agrícolas, en países como Brasil, Paraguay, Argentina, Estados Unidos de América y Australia y ha sido validado en menor escala en Europa, África y en países como India y Nepal.

La captura de carbono en los suelos agrícolas por medio de la agricultura de conservación y otros métodos de mejor manejo de la tierra puede ser permanente siempre que los agricultores continúen usando esas prácticas. La agricultura de conservación se ha difundido donde los agricultores han apreciado sus beneficios a través de la experiencia.

Sin embargo, la transición hacia la agricultura de conservación no es espontánea ni gratuita. Los conocimientos convencionales de los beneficios de la labranza y la falta de conocimientos de los daños que esta causa al sistema tienden a mantener la agricultura basada en la labranza. Durante los dos o tres años necesarios para la transición a la agricultura de conservación puede haber costos adicionales para la adquisición de algunas herramientas y equipos. La incidencia de las malezas, si bien disminuye rápidamente con el tiempo, puede hacer necesaria la aplicación de herbicidas en los primeros años y los rendimientos y la capacidad para recobrarse de la sequía mejorarán gradualmente y en forma evidente después del primer o segundo año.

Los agricultores deberán comprender el nuevo sistema y las razones para las distintas prácticas y adaptarlas a sus necesidades y condiciones específicas. Los fondos para la captura de carbono que puedan obtenerse bajo alguno de los mecanismos del Protocolo de Kyoto serán fundamentales para difundir la aplicación de la agricultura de conservación en otras áreas y países. Esto puede ser hecho informando a los agricultores sobre el sistema, permitiendo a agricultores líderes experimentar con el mismo y adaptarlo y aplicarlo a sus condiciones específicas, proporcionando apoyo técnico y, cuando sea necesario, créditos o pequeñas donaciones para apoyar a los pioneros en esa actividad. Una vez que el sistema haya sido adaptado, demostrado y económicamente validado en los predios de los agricultores en una determinada área, podrá ser posible hacer contratos con los agricultores para la captura de carbono como una forma de estimular la rápida adopción de las prácticas recomendadas por la mayoría de los agricultores.

Las praderas también tienen un gran potencial de captura de carbono. Especialmente las tierras degradadas o sobrepastoreadas pueden ser restauradas a un nivel de mayor productividad aplicando algunas medidas como la siembra en fajas de leguminosas que cubran una pequeña parte del total de la superficie, fertilizando con fosfatos en las fajas y alternando el pastoreo con períodos de reposo de la tierra. El incremento de la productividad primaria inicia así un ciclo con una mejor cobertura y una mayor masa de raíces en el suelo, más bioporosidad y una tasa mayor de inflitración, reducción de la escorrentía y la erosión y más humedad disponible para la vegetación. Este proceso da lugar a un incremento importante de la materia orgánica estable en el suelo, incluso en las capas más profundas.

Como en el caso de la agricultura de conservación, el cambio de un uso que favorece la degradación de las tierras de pastoreo a un sistema sostenible y más productivo que captura carbono y ayuda a mejorar la seguridad alimentaria, no es automático ni gratuito. Los cambios duraderos y exitosos necesitan el apoyo de los usuarios de la tierra reunidos en asociaciones, un proceso de aprendizaje y algunas inversiones iniciales que, consideradas por unidad de superficie, son limitadas.

Una vez que la productividad de las tierras arables y de las tierras de pastoreo se ha incrementado y demuestra una mayor capacidad de recuperación de las sequías, se reduce la presión sobre las tierras forestales y mejora las posibilidades de su conservación o del manejo conservacionista de estos recursos. Estos últimos, incluyendo la cosecha para la producción de energía o de productos madereros durables, con la inmediata resiembra o rebrote, mantendrán esencialmente la materia orgánica del suelo del sistema forestal. En el caso de la reforestación o de la plantación de cultivos permanentes tales como la palma aceitera o el caucho sobre tierras previamente deforestadas, el contenido de materia orgánica, esquilmado durante y después de la deforestación, se elevará gradualmente hasta alcanzar niveles similares a los que hay bajo el bosque.

El mejoramiento del manejo de la tierra y el control de la degradación y la deforestación son opciones triunfantes: son deseables para el alivio de la pobreza y para la sostenibilidad y, además, tales medidas también aumentan la captura de carbono en los suelos, haciendo de este modo que las inversiones en el sector agrícola y rural sean más beneficiosas para los agricultores.


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