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9. Conclusiones: satisfacer las necesidades de los sectores pobres de la población

Uno de los principales mensajes que cabe extraer del informe de este año sobre el estado de la agricultura y la alimentación es que la biotecnología puede beneficiar a los pequeños agricultores que poseen escasos recursos. La pregunta fundamental estriba en saber cómo se puede aplicar este potencial científico a los problemas agrícolas de los productores de los países en desarrollo. La biotecnología hace concebir grandes esperanzas como un nuevo instrumento en el conjunto de instrumentos científicos para crear tecnologías agrícolas aplicadas, pero no es una panacea.

Aunque la biotecnología está relacionada con todas las esferas de la agricultura, las investigaciones y las aplicaciones a nivel de la explotación -con algunas excepciones sobre todo en el sector fitogenético- se están efectuando principalmente en los países desarrollados. Actualmente la dificultad estriba en concebir un sistema innovador que concentre su potencial en los problemas de los países en desarrollo.

Los sistemas de producción agrícola de los países en desarrollo son complejos y diversos. Hay muchos productores en pequeña escala y con escasos recursos, para los cuales algunas innovaciones biotecnológicas pueden resultar inadecuadas. Por ejemplo, las tecnologías de reproducción de los animales como la inseminación artificial o la transferencia de embriones, que son bastante comunes en América del Norte y Europa, requieren una infraestructura de capital que queda fuera del alcance de la escala y dimensión de sus explotaciones. Los cultivos transgénicos, en cambio, pueden ser relativamente fáciles de adoptar por los agricultores porque la tecnología está incorporada a la semilla, y esta es la forma transferible más fácil e independiente de la escala de las tecnologías agrícolas. La biotecnología moderna se puede incorporar a los programas de investigación y desarrollo agrícolas que comienzan con la selección y gestión mejorada y no como tecnologías autónomas.

Algunos cultivos transgénicos, especialmente el algodón resistente a los insectos, están produciendo importantes ganancias económicas a los pequeños agricultores así como importantes beneficios sociales y ambientales gracias al cambio de utilización de productos químicos agrícolas. Las pruebas obtenidas hasta la fecha indican que los pequeños agricultores así como los grandes agricultores se pueden beneficiar de la adopción de cultivos transgénicos que tienen por finalidad oponer resistencia a los insectos.

Aunque los cultivos transgénicos se han proporcionado por conducto del sector privado en la mayoría de los casos, los beneficios se han distribuido ampliamente entre la industria, los agricultores y los consumidores. Esto hace pensar que la posición monopolista creada por la protección de la propiedad intelectual no desemboca automáticamente en beneficios excesivos para la industria. Los resultados del algodón Bt en Argentina demuestran que el equilibrio entre los derechos de propiedad intelectual de los proveedores de tecnología y los medios financieros de los agricultores tiene una fuerte repercusión en la adopción de los productos y, en consecuencia, en el nivel y distribución de los beneficios. El caso de China ilustra claramente que la participación del sector público en la investigación y el desarrollo y el suministro de algodón transgénico pueden contribuir a dar acceso a los agricultores pobres a las nuevas tecnologías y que su participación en los beneficios económicos es adecuada.

En general, son los productores y los consumidores los que están obteniendo el grueso de los beneficios económicos de los cultivos transgénicos, no las compañías que los ponen a punto y comercializan. Las pruebas de las investigaciones de China, Argentina, México y Sudáfrica indican que los pequeños agricultores no han tenido más dificultades que los grandes agricultores en adoptar las nuevas tecnologías. En algunos casos los cultivos transgénicos parecen simplificar el proceso de gestión en formas que favorecen a los pequeños agricultores. Hacen falta más investigaciones para concentrarse en las políticas y las estructuras de incentivos que garanticen que esas remuneraciones se mantienen a medida que un número mayor de agricultores adoptan las tecnologías. Se requiere tiempo y estudios diseñados más meticulosamente para determinar cuál será el nivel y la distribución de los beneficios de los cultivos transgénicos.

El cambio del lugar donde se efectúan las investigaciones agrícolas del sector público al sector transnacional privado tiene importantes repercusiones en los tipos de productos que se están desarrollando, la manera como se comercializan esos productos y quién recibe los beneficios. Las investigaciones del sector privado se concentran naturalmente en los cultivos y cualidades de interés comercial para los agricultores en los países de más altos ingresos donde los mercados de insumos agrícolas son vigorosos y rentables.

A pesar de que los gastos en investigaciones agrícolas del sector privado puedan parecer sumamente elevados, la realidad es que tales gastos se concentran mucho en el desarrollo de variedades de plantas relacionadas con la biotecnología, e incluso sólo para un número muy reducido de cultivos. Una gran parte de la inversión del sector privado se destina a sólo cuatro cultivos: el algodón, el maíz, la nabina y la soja. Las inversiones del sector privado en los dos cultivos alimentarios más importantes del mundo, el arroz y el trigo, es insignificante en comparación.

Además, todas las inversiones del sector privado están destinadas a la producción comercial en el mundo desarrollado, con algunos beneficios que pasan indirectamente al sector comercial del mundo en desarrollo. El sector público, con su presupuesto cada vez más menguado, es el que atiende a las necesidades de investigación y tecnología del sector de la agricultura de subsistencia, así como la única fuente de suministro de semillas convencionalmente seleccionadas, de cultivos y tecnologías de gestión de los recursos.

Los bienes públicos agrícolas, como los cultivos y aspectos importantes para los agricultores de subsistencia en entornos de producción marginales, tienen escaso interés para las grandes compañías transnacionales. Los datos relativos al estudio de cultivos transgénicos muestran que las necesidades de los pequeños propietarios con escasos recursos no se tienen en cuenta y que los datos sobre la comercialización son aún más negativos. Una de las lecciones de la Revolución Verde es que la tecnología agrícola se puede transferir internacionalmente, especialmente a países que tienen una capacidad de investigación agrícola nacional suficiente para adaptar las variedades de gran rendimiento obtenidas por selección creadas por el sector público internacional para entornos de producción local.

¿Cómo podrán los agricultores de los países en desarrollo obtener beneficios económicos externos de los cultivos transgénicos puestos a punto y comercializados por el sector privado? Las inversiones del sector privado en genómica e ingeniería genética podrían resultar útiles para abordar los problemas a que hacen frente los agricultores pobres, particularmente los que viven en entornos marginales. Los conocimientos adquiridos gracias a la genómica, por ejemplo, podrían tener enormes posibilidades de impulsar la búsqueda de cultivos resistentes a la sequía en los trópicos.

Es preciso averiguar si se pueden crear incentivos para promover asociaciones de los sectores público y privado que permitan al sector público utilizar y adaptar tecnologías desarrolladas por el sector privado con respecto a los problemas que afrontan los pobres. ¿Cómo pueden concebirse acuerdos de concesión de licencias de tecnologías del sector privado al sector público para resolver los problemas de los pobres? Las investigaciones presentadas en este informe muestran que el sector público puede tener que comprar el derecho a utilizar la tecnología del sector privado por cuenta de los pobres.

La biotecnología no es una panacea, sino más bien un recurso que puede resultar útil cuando se combina con una capacidad de investigación adaptativa. Los códigos de reglamentación son importantes. Es menester disponer de procedimientos de inocuidad biológica. Los países que carecen de protocolos sobre la inocuidad biológica o de la capacidad para aplicarlos de una manera transparente, previsible e inocua no tienen acceso a las nuevas tecnologías. Cuando los cultivos no han sido objeto de evaluaciones del riesgo con respecto a la inocuidad biológica que tengan en consideración las condiciones agroecológicas locales, existe un mayor peligro de que se produzcan consecuencias ambientales nocivas. Por añadidura, las variedades no autorizadas no pueden aportar a los agricultores el nivel esperado de lucha contra las plagas, lo que entraña una necesidad constante de plaguicidas químicos y un mayor riesgo de que se produzca una resistencia a las plagas.

Los efectos ambientales de la reducción de los plaguicidas pueden ser positivos, como en el caso del algodón Bt. En prácticamente todos los casos, la utilización de insecticidas en el algodón Bt es considerablemente menor que en las variedades convencionales. Además, para la soja resistente a los herbicidas, el glifosato ha sido sustituido por herbicidas más tóxicos y persistentes, y la reducción del trabajo del suelo ha acompañado a la soja y al algodón resistentes a los herbicidas en muchos casos. Hasta la fecha, las consecuencias ambientales negativas, aunque merecen ser objeto de una vigilancia constante, no se han documentado en ningún entorno en que se han cultivado cultivos transgénicos.

¿Cómo puede, en consecuencia, llegar la Revolución Genética a los que se han quedado atrás? Superando las restricciones de la producción que son insolubles con la selección convencional, la biotecnología puede acelerar los programas de selección convencional y proporcionar a los agricultores materiales de plantación libres de enfermedades. La biotecnología puede producir cultivos resistentes a las plagas y las enfermedades, sustituyendo las sustancias químicas tóxicas que dañan el medio ambiente y la salud humana. La biotecnología puede elaborar instrumentos de diagnóstico y vacunas que ayudan a luchar contra las enfermedades de los animales más graves. Por último, la biotecnología puede mejorar la calidad nutricional de los alimentos básicos como el arroz y la mandioca y crear nuevos productos para usos sanitarios e industriales.

La biotecnología no puede superar las lagunas en la infraestructura, la reglamentación, los mercados, los sistemas de semillas y los servicios de extensión que obstaculizan la aportación de tecnologías agrícolas a los agricultores pobres en zonas remotas. Tampoco puede superar las fallas institucionales, las deficiencias del mercado y las insuficiencias de las políticas que obstaculizan todo esfuerzo destinado a promover el desarrollo agrícola y rural en muchos países. Queda mucho por hacer para que los productores de los países en desarrollo puedan adoptar sus propias decisiones con respecto a esas tecnologías en su propio beneficio.

Dado que las tecnologías que se están elaborando en la actualidad (creadas por métodos de investigación convencionales) no han llegado aún a los campos de los agricultores más pobres, no existe ninguna garantía de que las nuevas biotecnologías resultarán más favorables. La determinación de las restricciones de los pequeños agricultores al acceso a la tecnología y a su uso sigue constituyendo un problema que la comunidad en desarrollo debe abordar. Las inversiones en capacidad de investigación en biotecnología para el sector público sólo valdrán la pena si las dificultades actuales para aportar tecnologías convencionales a los agricultores de subsistencia se pueden superar.

Las seis principales lecciones para lograr que los beneficios potenciales de la biotecnología agrícola alcancen a los pobres son:


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