Previous PageTable Of ContentsNext Page

La biodiversidad forestal, la nutrición y
la salud de la población en los sistemas alimentarios orientados al mercado

T. Johns y P. Maundu

Timothy Johns desempeña su labor en la Escuela de Dietética y Nutrición Humana, Macdonald Campus, Universidad de McGill, Ste Anne de Bellevue, Quebec (Canadá) y en la Oficina Regional del Instituto Internacional de Recursos Fitogenéticos (IPGRI) para África Subsahariana, Nairobi (Kenya).
Patrick Maundu trabaja también en la Oficina Regional del IPGRI para África Subsahariana,
en Nairobi.

La diversidad de los sistemas de producción y de los ecosistemas
naturales fortalece las oportunidades para la diversidad en los regímenes
alimentarios y la perspectiva de un futuro sostenible.

Los ecosistemas forestales contribuyen al régimen alimentario y a la consecución de los medios de subsistencia de los habitantes de los bosques y, en economías cada vez más orientadas al mercado, proveen una parte importante de los alimentos y medicamentos consumidos por las poblaciones urbanas. El reconocimiento de que la ordenación sostenible de los recursos forestales es fundamental para los medios de vida locales y el bienestar de las poblaciones nacionales proporciona la base para invertir en la conservación de la biodiversidad forestal y su integración con los objetivos de mitigación de la pobreza, consecución de la seguridad alimentaria y reducción de las enfermedades en las políticas de desarrollo. Sin embargo, es necesario, en primer término, demostrar de manera más exhaustiva que la biodiversidad es indispensable para combatir la malnutrición y las enfermedades de las poblaciones vulnerables en un contexto mundial de crecimiento de la población y de demanda de recursos sin precedentes. Este artículo resume los elementos fundamentales del vínculo entre la biodiversidad forestal y la viabilidad de los sistemas alimentarios contemporáneos.

Algunos frutos neotropicales que son excelentes fuentes de provitamina A

Fruto

Parte analizada

α-caroteno
(µg/g)

β-caroteno
(µg/g)

β-criptoxantina
(µg/g)

Otros carotenoides
(µg/g)

Actividad de la vitamina A en
varios alimentos
(Actividad del retinol equivalente/100 g)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mauritia vinifera

Pulpa

80,5

 

360

 

 

γ-caroteno, 37

3 050

Astrocaryum vulgare

Pulpa

 

 

107

3,6

 

 

930

Eugenia uniflora

Pulpa

 

 

       9,5

 

 

b-zeacaroteno, 5.9

830

Acrocomia makayayba

Pulpa

 

 

  55

 

 

 

490

Bactris gasipaes

Pulpa hervida

3,2

 

  22

 

 

γ-caroteno, 18

270

Malpighia glabra

 

 

 

  26

3,6

 

 

230

Mammea americana

Pulpa

 

 

  14

 

 

β-apo-10’-carotenal, 5
β-apo-8’-carotenal, 11

195

Spondias lutea

Pulpa y cáscara

 

 

       1,4

17,0

 

 

93

Cariocar villosum

Pulpa

 

 

       1,2

4,4

 

 

30

Fuente: Adaptado de Rodriguez-Amaya, 1996.
Nota: Por comparación, mango (Mangifera spp.) y papaya (Carica papaya) proporcionan 38-257 y 25-150 equivalentes de actividad del retinol por 100 g, respectivamente (USDA-ARS, 2004).

BIODIVERSIDAD Y LOS REGÍMENES ALIMENTARIOS Y LA SALUD DE LOS HABITANTES DE LOS BOSQUES

La mayor parte de las sociedades reconoce que la alimentación, los medicamentos y la salud están estrechamente relacionados. La alimentación se asocia, en general, con la identidad cultural y el bienestar social. La alimentación de las poblaciones nativas forma parte de ricos sistemas de conocimiento. Los sistemas alimentarios tradicionales se valen de la biodiversidad local y se basan en la producción y ordenación local de la tierra y del medio ambiente específico (Johns, 2006)

La literatura etnobiológica documenta la importancia histórica y actual de un conjunto de recursos consumidos por las comunidades que habitan en los bosques y sus alrededores en todo el mundo. Asimismo, demuestra la riqueza del conocimiento tradicional de las comunidades locales y nativas relacionada con la recolección de alimentos vegetales y la caza de animales y con el valor medicinal de las especies forestales. Se han documentado, a partir de una amplia variedad de ecosistemas, que se recolectan o cultivan en la Tierra aproximadamente 7 000 especies de plantas para alimentación (Wood et al.,2005) y miles más con propiedades medicinales (Napralert, 2006).

Desde una perspectiva nutricional, el medio ambiente forestal ofrece amplios recursos de animales (vertebrados e invertebrados), proteínas y grasa, complementados con carbohidratos derivados de plantas obtenidos de frutos y tubérculos y diferentes posibilidades de obtener un equilibrio de las vitaminas y minerales básicos provenientes de las hortalizas de hoja, los frutos, las nueces y otras partes de las plantas. Si bien muchos tipos de bosques poseen fuentes silvestres escasas de carbohidratos, esta carencia se puede superar por medio de la producción agrícola de base forestal de cereales (p. ej., maíz), raíces y tubérculos (p. ej., la yuca y el ñame) o bananas. De igual modo, los sistemas de cultivos tradicionales que se valen de la biodiversidad pueden brindar alimentos adecuados a pesar de la potencial escasez estacional intermitente de muchos alimentos forestales. De este modo, los recursos alimentarios del bosque pueden proporcionar una valiosa red de seguridad en caso de mengua de los cultivos alimentarios. Sin duda, entonces, la biodiversidad forestal es la base de la alimentación para algunas poblaciones. Algunos productos, como la fruta de la Mauritia vinifera y otras palmeras brasileñas que poseen gran cantidad de provitamina A (beta-caroteno y otros carotenoides), se reconocen como fuentes de nutrición excepcionales (Rodriguez-Amaya, 1996, 1999) (véase el cuadro). Sin embargo, la composición de nutrientes de la mayor parte de las especies silvestres y cultivos menores ha sido poco estudiada (Burlingame, 2000).

Los vínculos entre los alimentos y la salud son cada vez más comprendidos en cuanto a beneficios funcionales provistos por las sustancias fotoquímicas, incluyendo numerosos carotenoides y fenoles aparte de su valor como nutrientes esenciales (Johns y Sthapit, 2004). Los estimulantes de la inmunidad, los antioxidantes, los agentes glicémicos y lípidos pueden moderar las enfermedades transmisibles y no transmisibles como la diabetes, el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. La guayaba, p. ej., contiene gran cantidad de licopeno que tiene reconocidas propiedades anticancerígenas. Muchas nueces tienen un alto contenido de aceites específicos como ácidos grasos omega-3 (nuez) y de ácidos grasos mono-insaturados (almendra macadamia, pistacho, avellana) que reducen el riesgo de las enfermedades cardiovasculares, entre otras. La nuez argán (Argania spinosa) de la región sudoeste de Marruecos ofrece beneficios similares, pero muchas especies forestales con potencial comercial no han sido caracterizadas por su composición de ácidos grasos específica (Leaky, 1999). Las hojas de muchas especies forestales son ricas fuentes de xantofila que contribuye a optimizar la vista. Los ejemplos comprenden las hojas de Gnetum spp. y Andansonia digitata (baobab), que sirven ampliamente de alimento en el África subsahariana, y Cnidoscolus acontifolius, que es importante a nivel local como vegetal en América Central (Serrano, Goñi y Saura-Calixto, 2005).

Mientras que estas clases de propiedades funcionales de los alimentos son escasamente reconocidas por las comunidades locales sin el beneficio de análisis científicos, la población, a menudo, les atribuye valor para el tratamiento o la prevención de enfermedades. Por cierto, la distinción entre alimento y medicamento que caracteriza las perspectivas científicas se presenta en contraste con los conceptos tradicionales de salud que reconocen la terapéutica y los valores sostenibles del alimento de manera totalizadora.

El uso difundido de raíces, cortezas y otras partes de plantas de los bosques como medicamentos parece ofrecer beneficios a la salud pública, pero éstos son difíciles de validar científicamente. Los estudios etnobotánicos en las zonas de bosques tropicales, en general, documentan el conocimiento de cientos de especies dentro de las comunidades locales y el uso extendido de plantas para los primeros cuidados de la salud. Gran parte de los datos registrados sobre el uso de las plantas medicinales es anecdótica e idiosincrásica, y su contribución específica a la salud de las personas no puede evaluarse efectivamente sin investigaciones controladas. La investigación etnofarmacológica, incluyendo los estudios clínicos, demuestra la eficacia de muchos medicamentos tradicionales a la vez que no logra fundamentar el valor farmacológico de otros. Se necesitarían estudios epidemiológicos de largo plazo para confirmar la contribución de remedios específicos, fitomedicamentos o alimentos para la salud de las poblaciones. Estos aún siguen siendo inadecuados para comprobar la eficacia y las contribuciones de las prácticas de curas tradicionales en beneficio de la salud física y mental.

Sin embargo, para las sociedades radicadas en los bosques que se valen de su conocimiento tradicional para la mayoría de sus necesidades de subsistencia, se puede esperar que el uso de la diversidad de recursos contribuya a la esfera sanitaria. Aunque muchos sistemas tradicionales de subsistencia dependen de una o más fibras extracortas como la yuca, el sagú, el arroz o el maíz, esos regímenes alimentarios se mantienen diversos y equilibrados por medio de pequeñas pero complementarias cantidades de alimentos de origen animal, entre ellos, pájaros, peces, insectos y moluscos así como también salsas, condimentos, comidas rápidas y bebidas obtenidas de las plantas.

Las hojas de Cnidoscolus acontifolius, una excelente fuente de beta-caroteno (provitamina A) y luteína, son una importante contribución a la alimentación de los habitantes de bosques en el sur de México, Guatemala y los países vecinos
T. Johns

Aun pequeñas cantidades de alimentos de origen animal, entre ellos, insectos, complementan los alimentos fibrosos y mantienen la diversidad y el equilibrio de los regímenes alimentarios tradicionales (termitas asadas en un mercado de Limbe, Malawi)
P. Maundu

LA BIODIVERSIDAD FORESTAL EN LA EVOLUCIÓN DE LOS SISTEMAS ALIMENTARIOS

La evolución en los sistemas alimentarios en los países en desarrollo repercute tanto en la salud humana como en la salud de los ecosistemas. Cuando las poblaciones rurales pierden acceso a los importantes recursos naturales por la degradación del medio ambiente, los cambios económicos (entre ellos, las alteraciones del uso de la tierra), la erosión cultural o la pobreza, y su régimen alimentario reducido, determinan la inseguridad alimentaria, la malnutrición y las enfermedades. De igual modo, cuando se trasladan a las ciudades, las poblaciones pierden acceso rápido a los productos beneficiosos de la biodiversidad local, ya sea porque no se hallan disponibles o por sus costos.

La urbanización, junto con la comercialización del suministro de alimentos y otros productos de subsistencia, ocasiona variaciones significativas en los modelos de consumo y de uso de los recursos. En América Latina, el 78 por ciento de la población habita en las ciudades.
El 40 por ciento de asiáticos y africanos vive en zonas urbanas y se prevé que en ambas regiones esta cifra aumentará al 50 por ciento hacia el año 2025 (Naciones Unidas, 2004). Considerando el aumento de la población mundial que se espera que crezca a 8,3 mil millones hacia 2030, el elevado ritmo de urbanización representa un gran aumento del número de personas que dependerá de los alimentos adquiridos y producidos por otros fuera de las ciudades. Satisfacer simplemente las necesidades de seguridad alimentaria en la actualidad y en el futuro requiere la intensificación de los sistemas de producción de cereales, azúcar, oleaginosas, otros cultivos básicos y alimentos de fuentes de origen animal. Los aumentos de producción se basarán en la tecnología y en una mayor explotación de la tierra y los ecosistemas naturales, entre otros, los bosques.

Sólo tres cultivos –arroz, trigo y maíz– ya proporcionan más del 50 por ciento del suministro mundial alimentario humano (Wood et al.,2005). Junto con el arroz y el trigo, un par de otros productos de la agricultura de elevado consumo y elevada producción, el azúcar y el aceite comestible (soja y otros), son productos básicos importantes en el mercado mundial. En conjunto, estos productos básicos forman la mayor parte del régimen alimentario de los habitantes de las zonas urbanas en África, América Latina y Asia. La agricultura comercial de gran escala responde a la demanda de estos cultivos para la exportación y los mercados locales. Por otra parte, el suministro de alimentos de los habitantes de las ciudades en muchos países en desarrollo depende cada vez más de la importación.

La disponibilidad de alimentos ricos en calorías a precios asequibles contribuye a la seguridad alimentaria y ha reducido el número de las poblaciones subnutridas. Sin embargo, para la población de escasos recursos, cuya elección de alimentos se determina principalmente por sus medios económicos, las opciones de su régimen alimentario son limitadas. Al mismo tiempo, los productores locales, en particular, los pequeños agricultores, hallan difícil la competencia con las importaciones (a menudo subvencionadas) de productos de bajo precio. Las deficiencias en la infraestructura y en el apoyo a la producción en pequeña escala contribuyen a mantener los productos forestales locales inasequibles o caros en los mercados locales. Como los supermercados toman una amplia participación en el mercado en los países en desarrollo, pueden reducirse las oportunidades para que los productores locales vendan sus diferentes productos, especialmente los alimentos provenientes de las especies silvestres de los bosques (Reardon et al., 2003). Sin embargo, aunque sea difícil competir, los productores locales no tienen que ser excluidos, especialmente si pueden destacar el carácter único de sus productos y satisfacer nichos especiales.

En muchas zonas, en tanto decrece el uso de la diversidad local, una alimen­tación reducida en variedad pero elevada en calorías contribuye a aumentar los problemas de obesidad y de enfermedades no transmisibles (Popkin, 2002). La dimensión mundial de la cultura y el comercio fomentan la occidentalización de los regímenes y sistemas alimentarios de los países en desarrollo. Donde aún se hallan altas tasas de enfermedades infecciosas y coexisten la desnutrición y la sobrealimentación, las enfermedades transmisibles y no transmisibles crean una doble carga. Las enfermedades crónicas generan un costo desconcertante, en particular para los países en desarrollo y las economías en transición. Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2005) estimó que la pérdida de ingreso nacional como consecuencia de las enfermedades cardíacas, la apoplejía y la diabetes en los próximos diez años para países con alta densidad de población como China, India y la Federación de Rusia estará en los cientos de millones de dólares estadounidenses cada uno, mientras que las economías en desarrollo como Brasil, Nigeria, Pakistán y la República Unida de Tanzanía perderán 49,2 mil millones, 7,6 mil millones, 30,7 mil millones y 2,5 mil millones de dólares estadounidenses, respectivamente. El desafío es abordar un problema cuyas causas y consecuencias abarca la salud, la agricultura, la cultura, los mercados y el medio ambiente.

Mientras que los efectos de los rápidos cambios socioculturales se pueden observar en todo el mundo, aquellos países que mantienen sólidos sistemas alimentarios tradicionales en los cuales la alimentación tiene funciones sanitarias, culturales y ecológicas reconocidas, están mejor capacitados para evitar los aumentos concomitantes de enfermedades. Los regímenes alimentarios de Asia y el Mediterráneo son claros ejemplos (Kim, Moon y Popkin, 2000;
Trichopoulou y Vasilopoulou, 2000).

Se están extrayendo importantes enseñanzas acerca de la vinculación de las fuentes tradicionales de alimentos y la diversidad alimentaria para la salud de las zonas urbanas y rurales a partir de las investigaciones y las actividades promocionales conducidas por el Instituto Internacional de Recursos Filogenéticos (IPGRI) en África subsahariana y otras regiones (Frison et al.,2005). En África oriental, p. ej., el vínculo entre la cultura alimentaria tradicional y la salud se relaciona con una fuerte afición a los orígenes rurales y étnicos acompañados de valores sociales y espirituales. En una reciente investigación transversal en Nairobi (Kenya), se halló que la identidad étnica era el principal determinante de los modelos de consumo tradicional de alimentos –más importante que la situación económica (Johns et al.,2005). En otras regiones, las conexiones entre los factores socioculturales, sanitarios y medioambientales toman otras formas. En la República de Corea, las técnicas de la comercialización social se nutren de las tradiciones culturales para vincular la cocina sana con el interés por los productores rurales y los sistemas de producción (Kim, Moon y Popokin, 2000). Brasil ha desarrollado una iniciativa multisectorial para movilizar los recursos biológicos de sus bosques amazónicos y otros con el objeto de afrontar las necesidades sanitarias nacionales. El movimiento «Slow Food», con orígenes en Italia y con creciente influencia en Europa, América del Norte y otros lugares, tiene como objetivo vincular productores y consumidores de alimentos de excelente calidad para proteger los alimentos tradicionales a riesgo de extinción y para conservar la biodiversidad en el suministro de alimentos, ilustrando más la conexión entre los valores socioculturales con la salud del ecosistema (Petrini, 2004).

Los conceptos tradicionales de salud tienden a considerar los valores terapéuticos y de mantenimiento de los alimentos de manera totalizadora; p. ej., las raíces nutritivas de Mondia whitei (jengibre blanco), una trepadora leñosa de África, proporcionan sabor a los alimentos y al té, a la vez que se utilizan con propósitos medicinales múltiples (vendedor callejero en Kenya)
P. Maundu

Si bien la difusión de los supermercados pueda reducir las oportunidades de los productores locales, la demanda de los consumidores de alimentos y medicamentos derivados del bosque garantiza su continua presencia en los mercados (venta de frutos de Upaca kirkiana en un mercado del pueblo de Mutare, en Zimbabwe oriental)
P. Maundu

SINERGIAS A NIVEL DE LA POBLACIÓN: LA VINCULACIÓN ENTRE LOS MERCADOS, LA SALUD Y EL COMPORTAMIENTO HUMANO

La mayoría de los hogares más pobres del mundo están en países que cuentan con una abundante biodiversidad; gran parte de ésta se halla en los bosques tropicales y asociada a ellos. Por ese motivo, no podemos ocuparnos de la conservación y de la pobreza por separado. Dado que la mayor parte de la población mundial actualmente depende, por lo menos en parte, de los alimentos comprados, la mejora del acceso a una variedad de productos forestales elaborados y sin elaborar ofrece beneficios nutricionales a las poblaciones rurales y urbanas de escasos recursos. Esto puede lograrse de mejor manera mediante un modelo que vincule a los productores y consumidores locales en el cual la biodiversidad contribuya a la reducción de la pobreza y a economías viables con apoyo del contexto sociocultural. El modelo se nutre de sinergias potenciales y reconocidas entre la conservación de la biodiversidad, la mejora de los ingresos, los valores socioculturales y los resultados sanitarios (véase la figura). Por ejemplo, si el uso directo de recursos animales y de vegetales, unido a la generación de ingresos y la integración de tradiciones socioculturales, puede contribuir a un mayor nivel de nutrición y de salud, será más probable que una población sana tenga el aliciente y los recursos para gestionar mejor su medio ambiente natural. Las comunidades locales pueden ordenar y utilizar las especies recogidas y cultivadas para mejorar sus medios de subsistencia mediante el desarrollo de productos que puedan comercializarse para satisfacer las demandas de las culturas alimentarias locales y ofrecer beneficios nutritivos y culturales a los consumidores (cada vez más en las zonas urbanas). De tal modo, la vinculación entre la biodiversidad y la salud es tanto una respuesta a las consecuencias del crecimiento económico como al modo de dirigir el crecimiento de un modo positivo.

La promoción de la diversidad de la alimentación a los niveles local, nacional y regional es una prioridad y puede incluir la transferencia y participación en la información y en las experiencias exitosas con respecto a la defensa y mejora del uso dietético de la diversidad de vegetales y animales.

El consumo de alimentos más diversos por los habitantes de las zonas urbanas depende de sus precios y del acceso a una variedad de productos provenientes de las especies silvestres. Sin embargo, la experiencia indica que los consumidores urbanos pagarán altos precios por alimentos consistentes en especialidades si los consideran de buena calidad y/o deseables desde una perspectiva cultural. Los mercados viables dependen de la demanda de los consumidores, que puede ser impulsada por medio de la disponibilidad, la educación y la promoción y por el refuerzo de la cultura alimentaria tradicional (Kim, Moon y Popkin, 2000). La demanda se traduce en oportunidades para la generación de ingresos y en medios de subsistencia mejorados cuando los productores rurales se vinculan con los consumidores. La reducción de la pobreza tiene una repercusión crucial sobre la salud. La mayor diversidad dentro de los sistemas de producción y los ecosistemas naturales fortalece las oportunidades para el sostenimiento de los recursos y para la diversidad en todos los regímenes alimentarios.

En la práctica, los sistemas alimentarios contemporáneos existen dentro de un contexto cada vez más comercial. En los países en desarrollo, los supermercados y otras organizaciones comerciales son socios deseables en cualquier esfuerzo para combinar los fundamentos económicos y sociales en apoyo del uso tradicional de la biodiversidad en la alimentación. Por ejemplo, en Nairobi (Kenya), una organización no gubernamental local llamada “Family Concerns” promovió con éxito las hortalizas de hoja africanas vinculando a los pequeños productores con una cadena de supermercados (Johns et al., 2005).

Las políticas y normas internacionales relacionadas con el mercado y los derechos humanos, entre ellos, los derechos a la cultura y a la alimentación, deben asegurar la viabilidad de los sistemas alimentarios que garanticen la sostenibilidad de los ecosistemas locales y el respeto a las tradiciones culturales. Las directrices voluntarias internacionales sobre el derecho a la alimentación (FAO, 2005), por ejemplo, reconocen explícitamente la importancia de las costumbres y las tradiciones en los asuntos relacionados con la alimentación. El fundamento de la Iniciativa Transectorial sobre Biodiversidad para la Alimentación y la Nutrición del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB, 2006) reconoce que «los sistemas alimentarios tradicionales proporcionan sinergias positivas entre la salud del hombre y la del ecosistema, y la cultura ofrece un contexto esencial para transmitir las elecciones de alimentación positivas».

Las sinergias a nivel de la población vinculan la conservación de la biodiversidad y la nutrición humana en los países en desarrollo

INVESTIGACIÓN Y PRIORIDAES PARA LA ACCIÓN

Mientras que se puede hacer un buen caso de la importancia de la biodiversidad para el suministro de elementos nutrientes y agentes medicamentosos que puedan mejorar la salud, una estrategia que integre la investigación, la comercialización mejorada, la educación del consumidor, la política y el fortalecimiento de las asociaciones reforzará la utilidad de la biodiversidad. Las contribuciones de los alimentos y medicamentos tradicionales a la salud y el bienestar son suficientemente comprendidos para asegurar una nueva priorización de la comercialización de los alimentos forestales dentro del contexto de estrategias para apoyar los medios de subsistencia de base forestal y los métodos de base alimenticia para la salud.

La investigación básica para apoyar estas actividades debería incluir:

Los científicos de los países en desarrollo con conocimiento de los recursos locales, las costumbres y los valores culturales deberían desempeñar una función fundamental en la identificación de los métodos sostenibles para mejorar las dietas y la salud. Un creciente conjunto de datos confiables recopilados en los países en desarrollo se refiere a las propiedades sanitarias de los alimentos y medicamentos nativos. Si bien pocos países en desarrollo pueden fomentar una investigación intensa o programas de desarrollo, en general, el progreso dependerá de la mejora en los recursos científicos, las oportunidades y la infraestructura disponibles.

CONCLUSIONES

Es posible que las intervenciones exitosas para propiciar la utilización de la biodiversidad forestal con el propósito de lograr un mejor nivel de salud sean multisectoriales, multidisciplinarias y centradas en el problema. Reconocerán la diversidad de la alimentación como un modo sostenible y rentable de resolver los problemas de salud relacionados con la malnutrición, y que los métodos basados en la diversidad para mejorar la nutrición y la salud dependen de la conservación y el uso sostenible del bosque y de otras especies silvestres y de la biodiversidad.

La formulación e implementación de estrategias eficaces implican la participación e integración de la experiencia de las múltiples partes interesadas de los sectores científicos y sanitarios gubernamentales y privados. Mientras que pocos cuestionarían la importancia de la salud y de la sostenibilidad medioambiental, diversos sectores de desarrollo presentan prioridades diferentes. Los sistemas alimentarios y la nutrición ofrecen un terreno común al diálogo, por ejemplo, entre los expertos en medio ambiente que se preocupan de los procesos fundamentales y los profesionales de la salud centrados en proporcionar los cuidados esenciales de la salud.

A nivel nacional, los ministerios responsables del medio ambiente, la salud y la nutrición, la agricultura, la silvicultura, el desarrollo económico, la cultura y la educación podrían promover los productos forestales dentro de las iniciativas en colaboración, a favor de la salud humana y del ecosistema, junto con la infraestructura y el apoyo del programa para los productores y comerciantes de los alimentos prioritarios. Mientras que los instrumentos de la política internacional como el CDB pueden ofrecer indicaciones a las iniciativas nacionales, dichos instrumentos también fundamentan la necesidad de políticas coherentes que unan las prioridades sanitarias, agrícolas y de desarrollo económico dentro del marco de los objetivos de desarrollo del Milenio.

Bibliografía

Burlingame, B. 2000. Wild nutrition. Journal of Food Composition and Analysis, 13: 99-100.
Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). 2006. Decision VIII/23: Agricultural biodiversity. Eighth Conference of the Parties (COP-8), Curitiba, Brasil, 20-31 de marzo de 2006. Disponible en: www.biodiv.org/decisions/default.aspx?m=COP-08yid=11037ylg=0

FAO.
2005. Directrices voluntarias en apoyo de la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada en el contexto de la seguridad alimentaria nacional. Roma. Disponible en: www.fao.org/docrep/009/y7937s/Y7937S00.HTM

Frison, E., Smith, I.F., Johns, T., Cherfas, J. y Eyzaguirre, P.
2005. Using biodiversity for food, dietary diversity, better nutrition and health. South African Journal of Clinical Nutrition, 18: 112-114.

Johns, T.
2006. Agrobiodiversity, diet and human health. En D.I. Jarvis, C. Padoch y D. Cooper, eds. Managing biodiversity in agricultural ecosystems. Nueva York, EE.UU., Columbia University Press.

Johns, T., Kimiywe, J., Waudo, J., Mutemi, E. y Maundu, P.
2005. Traditional dietary diversity against the nutrition transition: an East African case study. En H.H. Vorster, ed. Proceedings, 18th International Congress of Nutrition, Durban, Sudáfrica, 20-23 de septiembre de 2005.

Johns, T. y Sthapit, B.R.
2004. Biocultural diversity in the sustainability of developing country food systems. Food and Nutrition Bulletin, 25: 143-155.

Kim, S., Moon, S. y Popkin, B.M.
2000. The nutrition transition in South Korea. American Journal of Clinical Nutrition, 71: 44-53.

Leakey, R.R.B.
1999. Potential for novel food products from agroforestry trees: a review. Food Chemistry,66: 1-14.

Naciones Unidas.
2004. World urbanization prospectsthe 2003 revision. Nueva York, EE.UU. Disponible en: esa.un.org/unup

Napralert.
2006. Natural products alert data­base. Disponible en: www.napralert.org

Organización Mundial de la Salud (OMS).
2005. Preventing chronic disease: a vital investment. Ginebra, Suiza.

Petrini, C.
2004. Slow Food: the case for taste. Nueva York, EE.UU., Columbia University Press.

Popkin, B.M.
2002. An overview of the nutrition transition and its health implications: the Bellagio meeting. Public Health and Nutrition, 5: 93-103.

Reardon, T., Timmer, C.P., Barrett, C.B. y Berdegué, J.
2003. The rise of supermarkets in Africa, Asia and Latin America. American Journal of Agricultural Economics, 85: 1140-1146.

Rodriguez-Amaya, D.B.
1996. Assessment of the provitamin A contents of foods – the Brazilian experience. Journal of Food Composition and Analysis, 9: 196-230.

Rodriguez-Amaya, D.B.
1999. Latin American food sources of carotenoids. Archivos Latinamericanos de Nutrición, 49: 74S-84S.

Serrano, J., Goñi, I. y Saura-Calixto, F.
2005. Determination of b-carotene and lutein available from green leafy vegetables by an in vitro digestion and colonic fermentation method. Journal of Agricultural and Food Chemistry, 53: 2936-2940.

Trichopoulou, A. y Vasilopoulou. E.
2000. Mediterranean diet and longevity. British Journal of Nutrition, 84: S205-209.

United States Department of Agriculture, Agricultural Research Service (USDA-ARS).
2004. USDA National Nutrient Database for Standard Reference, Release 16-1. Disponible en: www.nal.usda.gov/fnic/foodcomp

Wood, S., Ehui, S., Alder, J.,
Benin, S., Cassman, K.G., Cooper, H.D., Johns, T., Gaskell, J., Grainger, R., Kadungure, S., Otte, J., Rola, A., Watson, R., Wijkstrom, U. y Devendra, C. 2005. Food. En Ecosystems and human well-being, Vol. 1, Current state and trends, pp. 209-241. Millennium Ecosystem Assessment. Washington, DC, EE.UU., Island Press. Disponible en: www.millenniumassessment.org/en/products.aspx

Previous PageTable Of ContentsNext Page