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Situaciones críticas

EN JULIO DE 2003, 36 países del mundo se enfrentaban con graves emergencias alimentarias que exigieron asistencia alimentaria internacional. Las causas de esa escasez de alimentos son variadas y complejas. Los afectados, como se indica en el mapa, son por desgracia los habituales. Todos los países afectados en 2003 habían experimentado emergencias alimentarias por dos años consecutivos al menos. Muchos habían sido afligidos por graves penurias alimentarias durante un decenio o más.

En el África meridional, la producción alimentaria ha comenzado a recuperarse de la grave sequía que redujo las cosechas hasta en un 50 por ciento en 2001/2002. Sin embargo, varios países de la región se enfrentan aún con graves penurias y todos tienen que luchar con los efectos a largo plazo de la pandemia de VIH/SIDA.

Más al norte, se ha informado sobre condiciones previas a la hambruna en Eritrea y partes de Etiopía, en donde los cultivos se han marchitado, el ganado muere por falta de agua y de pastos y millones de personas necesitan ayuda alimentaria de emergencia.

Varios países asiáticos se han enfrentado también con los efectos de unas condiciones meteorológicas duras, entre ellas la sequía y unos inviernos insólitamente fríos y nevosos en Mongolia.

Aunque la sequía y otros desastres naturales siguen siendo las causas más comunes de las emergencias alimentarias, un porcentaje cada vez mayor son hoy provocadas por el hombre. En varios países del África central y occidental, las contiendas civiles han trastornado tanto la producción alimentaria como el acceso a los alimentos.

Incluso los acontecimientos en los mercados internacionales de productos básicos pueden desencadenar crisis alimentarias en países que dependen grandemente de las exportaciones agrícolas o de las importaciones alimentarias. El hundimiento de los precios del café ha sido una de las causas principales de la inseguridad alimentaria en América Central.

En conjunto, los conflictos y los problemas económicos son considerados la causa principal de más del 35 por ciento de las emergencias alimentarias que se han producido entre 1992 y 2003 (véase el gráfico).

La repetición y persistencia de las emergencias caracteriza a una serie de países que podrían considerarse como «puntos críticos de emergencia alimentaria». Treinta y tres países experimentaron emergencias alimentarias durante más de la mitad de los años del período comprendido entre 1986 y 2003. Muchas emergencias complejas provocadas por conflictos son persistentes y se convierten en crisis a largo plazo. Ocho países padecieron emergencias durante 15 años o más a lo largo del mencionado período. La guerra o las contiendas civiles fueron un factor importante en los ocho.

Las sequías se cobran un alto precio en las comunidades de pastores de ganado

Dos años consecutivos de grave sequía han diezmado la producción tanto agrícola como pecuaria en Mauritania, desencadenando una emergencia alimentaria. En un país donde menos del 1 por ciento de la tierra es cultivable, el ganado representa el 70 por ciento de la producción agrícola y el 15 por ciento del PIB. Sin embargo, la falta de agua ha obligado a los pastores a vender o sacrificar muchos de sus animales. Las ventas desesperadas hicieron bajar en picado los precios, en más de un 50 por ciento en un solo año.

En el otro lado del mundo, varios años de sequía e inviernos duros han devastado la producción pecuaria en Mongolia. Las nevadas insólitamente intensas de 2003 han matado hasta 2,5 millones de animales, perjudicando a los medios de vida de casi una cuarta parte de la población del país. Se estima que el 80 por ciento de los mongoles, muchos de ellos pastores nómadas, crían ganado, lo que representa casi el 90 por ciento de la producción agrícola.

Las crisis alimentarias de Mauritania y Mongolia subrayan la vulnerabilidad de los sistemas de producción pastoral tradicionales, especialmente de los sistemas nómadas que son la principal fuente de alimentos y de ingresos en los pastizales semiáridos, poco apropiados para los cultivos.

Mundialmente, se estima que, de la población rural pobre, unos 675 millones de personas dependen del ganado para su subsistencia o parte de ella. Otras estimaciones sugieren que hasta el 70 por cierto de los pobres de las zonas rurales son propietarios de ganado. Ese número incluye casi 200 millones de pastores nómadas y más de 100 millones de ganaderos sin tierras de regiones de agricultura mixta que dependen casi exclusivamente del ganado.

Sus animales y medios de vida son sumamente vulnerables a las sequías e inundaciones, la degradación de los recursos y los brotes de enfermedades. Y cada vez están bajo mayor presión, a medida que aumentan las poblaciones humanas y disminuyen las zonas de pastos.

En el Afganistán, tres años consecutivos de grave sequía (1999-2001) provocaron ventas masivas en condiciones desfavorables y la muerte de numerosos animales que han reducido la población pecuaria en casi el 60 por ciento. La mayoría de los kuchis nómadas han perdido casi la totalidad de sus rebaños.

En Eritrea, la peor sequía en decenios causó en 2002 pérdidas de ganado hasta del 10 al 20 por ciento en algunas zonas.

La misma sequía afectó también a la vecina Etiopía, que tiene una de las cabañas más grandes de África. Las zonas pastorales de Afar y Somali, en el este, fueron las más duramente afectadas. La grave escasez de agua y forraje causó pérdidas de hasta el 40 por ciento del ganado vacuno y del 10 al 15 por ciento del ganado caprino y ovino. Los precios del ganado disminuyeron hasta en un 50 por ciento.

Esas emergencias subrayan el hecho de que los sistemas tradicionales de producción pecuaria mantienen a algunas de las comunidades más vulnerables del mundo en algunos de los entornos naturales más duros. Subrayan también la necesidad de programas de prevención de emergencias y rehabilitación para atender a las necesidades particulares de los propietarios de ganado.

Los sistemas de alerta temprana han tenido dificultades para detectar los efectos de la sequía en los pastores nómadas y proporcionar la información necesaria para ayudarlos a hacer frente a esos efectos y recuperarse. Las comunidades pastorales necesitan diferentes tipos de ayuda durante períodos más largos que los campesinos, que dependen principalmente de los cultivos. Cuando vuelven las lluvias después de una sequía, por ejemplo, es posible que los agricultores no necesiten más que simientes, fertilizante y una campaña agrícola satisfactoria para recuperarse. Sin embargo, los pastores nómadas pueden necesitar varios años de asistencia para superar la crisis, reponer su ganado reproductor y reconstituir los rebaños que representan tanto su medio de subsistencia como los ahorros de toda una vida. A la larga, hay que buscar alternativas para aquellos que ya no pueden seguir ganándose la vida mediante el pastoreo nómada.

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