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5. OBSERVACIONES Y RECOMENDACIONES

En América Latina, la pesquería de aguas frías se basa en gran medida en los salmónidos introducidos, más que en las especies autóctonas. Las excepciones son el género Orestias en el lago Titicaca y el pejerrey Basilichthys bonariensis en aguas templado frías de la Argentina.

Es difícil realizar pronósticos acerca de la producción potencial en las aguas frías. Se estima que en los lagos bolivianos existe el potencial para aumentar la producción de pejerrey. En la mayor parte de los países hay posibilidades todavía para incrementar la producción acuícola de salmónidos exóticos, principalmente la trucha arco iris. Por ejemplo, en Venezuela, el potencial de producción truchícola de la región andina se calcula en unas 6 800 t, mientras que en 1991 la producción fue de 198 t aproximadamente (FAO, 1993). En Chile, la producción de trucha arco iris fue de 15 515 t en 1992, y se estima que puede llegar a 65 000 t (Mendez, 1993).

Se considera que en la mayoría de los países restantes, con la excepción de Argentina, México, Perú, Chile y Venezuela, el principal obstáculo económico para la cría de salmónidos es la dependencia de las costosas importanciones de harina de pescado o de ingredientes de piensos de gran calidad para la alimentación de la trucha. En el momento presente, la producción de especies ícticas carnívoras depende casi completamente de la provisión externa de una alimentación compuesta artificial. Una alternativa podría ser alimentar a las truchas con ingredientes que pueden encontrarse localmente (pejerrey e intestinos cocidos, harina de maíz, etc.), lo cual da como resultado una tasa de conversión del pienso más elevada que aquélla a la que se ha hecho referencia en el caso del lago Titicaca. Tacon (1993) prevé que, por lo que respecta a las especies ícticas carnívoras de aguas cálidas, al finalizar el decenio los sustitutivos de la harina de pescado de gran calidad, como las proteínas unicelulares de bacterias/hongos y los concentrados de proteína vegetal (cuyo precio es algo menor que el de la harina de pescado de gran calidad) irán adquiriendo mayor importancia y llegarán a reducir hasta un 25–30 por ciento los niveles de harina de pescado en la alimentación.

Las granjas truchícolas, por ejemplo en Venezuela y Chile, deben depender mucho menos de la arriesgada importación de huevos de trucha arco iris, que en este momento es necesaria debido a la falta de reproductores y de tecnologías apropiadas.

Asimismo, existe la preocupación de que los vertidos y materiales lixiviados de las minas puedan afectar a los recursos ícticos, causando mutilaciones y mortalidades en el pejerrey, como las que se observaron a causa de los residuos de las minas de estaño en el lago Poopó y el río Desaguadero en Bolivia, y también de que la acumulación de metales pesados en los peces pueda afectar a la salud de la población.

En Chile, floraciones de algas causaron una gran mortalidad de peces en algunas granjas piscícolas de aguas frías en 1988. En 1989, una enfermedad desconocida hasta entonces, el “síndrome del salmón plateado”, atacó al salmón plateado en emplazamientos marinos de la región de Calbuco. Esto pudo ser consecuencia de los efectos de las jaulas de red sobre el medio ambiente. En la actualidad, una nueva normativa exige que exista una distancia mínima de 1,5 millas (aproximadamente 2 780 m) entre las granjas para reducir la trasmisión de enfermedades y el impacto ambiental de la piscicultura (Gonzalo 1990; Boeuf y Medina, 1990). En Chile, el cultivo de la trucha arco iris en jaulas de red se ve afectado también por la acción de los cormoranes (Wetzlar, 1979).

Es necesario, asimismo, revisar la taxonomía de las especies ícticas autóctonas de aguas frías de los géneros Odontesthes y Basilichthys. Esto ayudaría a separar claramente las especies endémicas de peces y a evitar el uso de sinónimos.

Aunque la República del Paraguay no cuenta con zonas geográficas templadas, salvo en el período invernal (de Mayo a Agosto), con temperaturas de 18° a 21°C (con rasgos de 0° a 30°C), sería interesante efectuar proyectos pilotos en las serranías del Ybyturuzu (Dpto.del Guairá) y del Mbaracayú (Dpto.de Canendiyú) con temperaturas bajas con relación al promedio normal (Vera com.pers.)

En los últimos años, la presión para incrementar la producción pesquera, la necesidad de luchar contra los organismos perjudiciales y contra los vectores de enfermedades, así como la demanda de una actividad pesquera deportiva y de esparcimiento y de peces ornamentales para interiores han impulsado la introducción de especies a un ritmo acelerado. La introducción de especies ícticas en la América tropical ha producido numerosos efectos, que sin embargo no pueden atribuirse únicamente a la acción de los peces, ya que la intervención humana ha provocado cambios importantes en la naturaleza, extensión y tipo del hábitat de agua dulce (Fernando, 1991). Desde el punto de vista de la conservación de la naturaleza, la introducción de especies constituye un peligro incluso en los casos en que se señala que se ha realizado de forma satisfactoria, ya que puede ser perjudicial para las poblaciones autóctonas de peces, al destruir la diversidad de ecosistemas naturales.

En ocasiones es difícil determinar si la reducción de especies locales se ha producido como consecuencia de la competencia por los recursos comunes, de la actividad depredadora o por cambios ambientales y a veces varios factores actúan conjuntamente. Por ejemplo, la trucha arco iris es un importante depredador de especies autóctonas. En la quinta reunión de la Comisión de Pesca Continental para América Latina, que se celebró en Panamá en 1988, se advirtió que aunque la introducción de nuevas especies en zonas en las que antes no existían es un instrumento valioso para la ordenación de las aguas continentales con vistas a la pesca y a la piscicultura, constituye un riesgo importante para la salud y la integridad ecológica de las poblaciones existentes de especies acuáticas, a causa de problemas tales como la trasmisión de enfermedades, la degradación del ecosistema y la formación de híbridos no deseables. Por consiguiente, es necesario examinar con la máxima atención las propuestas de introducción de nuevas especies, a fin de reducir al mínimo los riesgos de que se produzcan efectos negativos (FAO, 1988).

La Comisión manifestó su intención de impulsar la aprobación del Código de Prácticas para reducir los efectos negativos que pueden derivarse de la introducción o transferencia de organismos acuáticos (FAO, 1988). El Código fue aprobado en la Sexta reunión, que se celebró en Lima (Perú), en 1991 (FAO, 1991), y se recomendó su aplicación a los gobiernos de América Latina.

Es necesario, también, mejorar la comercialización e impartir capacitación en lo que respecta a la administración y la tecnología acuícola en materia de pesca en aguas frías.

Agradecimientos

Agradezco las valiosas contribuciónes recibidas de R. Quiros (Argentina), F.A. Hayashida (Bolivia), M. Petrere (Brasil), R. Mendez (Chile), M.V. Barcos (Colombia), H. Nanne (Costa Rica) y R.E. Garza (Mexico), F.G. Vera (Paraguay).


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