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Los bosques franceses

J. Gadant

Jean Gadant es Secretario General del Comité de Organización del Décimo Congreso Forestal Mundial.

El Comité de Organización del Décimo Congreso Forestal Mundial expone la situación de los bosques en Francia.

Se estima que la Francia metropolitana tiene 14 millones de hectáreas pobladas de árboles y otros ocho millones de hectáreas en los territorios de ultramar, en su mayoría en la Guayana Francesa. Por consiguiente, una cuarta parte del territorio está cubierto de bosque. La gran variedad de climas (templado húmedo junto al océano, continental extremo en el interior, árido en el Mediterráneo, riguroso en la montaña) y la diversidad de la geología (viejas formaciones graníticas, calcáreas secas, fértiles de aluvión) explican la heterogeneidad de este patrimonio forestal distribuido muy desigualmente sobre todo el territorio.

Pero en mucha mayor medida que la ecología, la fisionomía actual de nuestros bosques fue modelada por el tiempo y generaciones enteras de guardabosques y de moradores. ¿Cómo se originaron?, ¿Cómo evolucionaron? En materia forestal, el presente exige conocer el pasado.

RESEÑA DEL PASADO

Una selva continua y poco hospitalaria cubría la vieja Francia de hace 2 000 años. Los hombres del neolítico subsistían en simbiosis con la naturaleza, cazando y recogiendo frutos silvestres. Por mucho tiempo, la selva conservó su carácter hostil y misterioso, al margen del utilitarismo y de la civilización que prosperaban a sus expensas. No es extraño que se le aplicara el adjetivo «forestal», que viene del latín foris, fuera.

La cubierta arbolada de Francia ha aumentado gracias a las políticas que favorecen la plantación y a la regeneración espontánea en campos abandonados

Cuando aparece la agricultura, extendiéndose a la par que la población, sus productos reemplazan a los modestos productos comestibles del bosque. Así empezó la eterna lucha de los agricultores con la selva, para hacerla retroceder ante los arados y los rebaños. Las grandes extensiones desmontadas en la Edad Media fueron una conquista para la civilización y una victoria en la lucha contra el hambre pero relegaron el árbol a las tierras menos fértiles.

Lo que se salvó del desmonte se aprovechó para apacentar ganado, para satisfacer las crecientes necesidades de leña de uso doméstico y para surtir de energía a las primeras fábricas. Hace no más de dos siglos - la edad de muchas encinas - el bosque, depauperado, expoliado e incendiado no cubría ya más que ocho millones de hectáreas, más o menos la mitad de la superficie hoy arbolada.

No deja de tener interés la evocación de ese desastre, ya que las mismas declaraciones alarmistas, hechas en los mismos términos, aparecen ahora en los numerosos informes que denuncian el inquietante retroceso de los bosques tropicales. Y las causas esenciales son las mismas: crecimiento demográfico, pobreza, falta de tierra para cultivar.

La lenta reconquista del bosque

La reconquista del bosque empieza, en medio de un gran desorden, con la promulgación del código forestal de 1827, necesariamente represivo, y la creación de una administración forestal encargada de su protección y gobernada por los conservadores de aguas y bosques. Esta reconquista se materializa con las extensas repoblaciones del siglo pasado (macizo de Aquitania, Sologne) y con la obra ejemplar de la restauración de los terrenos de montaña. Los objetivos eran puramente ecológicos y de protección; la cuestión no era producir madera, sino repoblar laderas denudadas por la erosión y corregir las torrenteras causantes de desbordamientos en la zona baja del país.

La actividad forestal iniciada el siglo pasado se reanudó después de la última guerra, con la iniciativa de los propietarios de bosques, y la ayuda económica del Fondo Forestal Nacional creado en 1946. Sostenido por un impuesto sobre los productos forestales y madereros, y reservado al fomento de la producción forestal, ese Fondo ha autofinanciado la restauración del bosque. En efecto, en 40 años ha ganado en extensión dos millones de hectáreas y su situación ha mejorado considerablemente.

Dado el creciente déficit del comercio exterior de productos madereros, esas plantaciones tuvieron una finalidad esencialmente económica: valorizar los campos abandonados por el éxodo rural, producir madera y vivificar la economía de zonas empobrecidas. Hoy día, en una Europa en que es grande el déficit de madera y considerables los excedentes de productos agrícolas, inevitablemente quedarán incultos aún más campos; seductora oportunidad para seguir extendiendo el bosque.

Esta ambiciosa política de reforestación y la repoblación espontánea de las tierras abandonadas, han elevado a 25 por ciento el porcentaje de superficie arbolada que, en 1880, era sólo 15 por ciento y en 1900, 18 por ciento. En la actualidad, constituyen ese patrimonio 14 millones de hectáreas macizos forestales de valor muy desigual.

De las frondosas, la especie dominante es el roble

No hay más que 10 millones de hectáreas cubiertas de bosque productivo y accesible, pero las importantes extensiones de maleza, matorral, monte bajo y bosquecillos inexplotados son también útiles desde los puntos de vista ecológico y paisajístico.

LOS BOSQUES FRANCESES EN LA ACTUALIDAD

Los bosques franceses tienen cuatro características primordiales: están desigualmente distribuidos por todo el territorio; son heterogéneos en cuanto a especies y a tipos de población; deben desempeñar distintas funciones; pertenecen a un gran número de propietarios de distintas condiciones.

Diversidad de los bosques

Los bosques están distribuidos en forma desigual portado el territorio. El porcentaje arbolado alcanza, e incluso supera, el 40 por ciento en cuatro regiones: el arco montañoso del Jura y de los Vosgos, los Alpes de Provenza, el Macizo Central y Aquitania (el porcentaje más elevado de superficie forestal es el de las Landas, donde alcanza el 60 por ciento). En cambio es inferior al 10 por ciento en los departamentos bretón y normando (no pasa del cinco por ciento en la Vendée).

El incremento del arbolado fue grande sobre todo en Bretaña (que sigue estando escasamente poblada) Auvernia, Limousin y los Alpes del sur. La repoblación se inició en virtud de iniciativas individuales en terrenos muy dispersos, en las fincas disponibles. Después, se hizo evidente la necesidad de planificar el avance o retroceso del bosque, en el marco de los reglamentos de ordenación rural y de reestructuración agraria.

En efecto, en algunas zonas abandonadas, la repoblación avanzó de modo a veces anárquico y excesivo; fue necesario idear una manera de evitar que la plantación invadiera tierras agrícolas; se reglamentó la actividad de repoblación, con prohibiciones de plantar.

Por el contrario, en la cercanía de las ciudades y en las zonas de mayor interés turístico, hubo que imaginar formas de contener su retroceso; reglamentación del desbroce, clasificación protectora en un plan de urbanismo, etc.

Los bosques franceses presentan diferentes características que varían de una región a otra: generosos abetales en el macizo de los Vosgos, pinares rojizos de Aquitania; matorral y monte bajo en Provenza, seco y fragante, pero muy propenso a incendiarse; prestigiosos oquedales de roble y de haya, de renombre mundial; mediocres bosquecillos y malezas leñosas impenetrables que la naturaleza instala en las tierras abandonadas por el hombre.

Diversidad del arbolado

La diversidad de los tipos de bosque se debe en su mayor parte a lo variados que son los climas y los suelos, pero también a la ordenación silvícola: bosquecillos y arboledas para satisfacer la antes enorme demanda de leña y de madera de carpintería; arbolado frondoso que se ha extendido mucho gracias a las políticas de conversión y repoblación; plantaciones de resinosas y de álamos para abastecer la industria y reducir el considerable déficit de madera.

Todas estas intervenciones silvícolas han modificado el panorama forestal. De todos modos, aunque la intervención del hombre haya marcado la fisionomía de los bosques, éstos tienen poco de artificial y en ellos, siguen predominando las viejas especies frondosas del bosque céltico.

De acuerdo con su función principal, se distinguen tres tipos de bosque: los bosques productores de madera (Vosgos, Aquitania); los bosques de protección (montaña), los bosques que circundan ciudades (Île-de-France)

El inventario forestal nacional ha cartografiado esa diversidad dividiendo toda Francia en 30 regiones forestales homogéneas, la más pequeña de las cuales tiene 12 000 ha y se encuentra en los Pirineos, mientras que la mayor comprende las 1 000 000 ha que constituyen el inmenso macizo forestal de Aquitania.

El álamo ha adquirido mucha importancia en el curso de los últimos 30 años

Variedad de las especies

Aunque sin alcanzar la riqueza de los ecosistemas forestales tropicales, la diversidad de la flora de los bosques franceses es muy grande. El inventario forestal cuenta 66 especies leñosas autóctonas, pero sólo ocho (cuatro frondosas y cuatro resinosas) constituyen cerca del 90 por ciento de los bosques.

Además, hay otras 16 especies aclimatadas en épocas más o menos lejanas, con éxito desigual, que enriquecen la flora forestal francesa: pino douglas, cedro del Atlas, robinia, pino negro de Austria, pino del Japón, abeto de Vancouver, etc. En la actualidad, en las repoblaciones resinosas predomina el pino douglas, más bien que la picea.

Las más abundantes son las especies frondosas. El roble ante todo; después la haya, la jara, el castaño y toda una cohorte de variadas frondosas. En los últimos 30 años se han plantado muchos álamos para satisfacer las crecientes necesidades de la industria.

Entre las resinosas, abundan sobre todo el pino marítimo y el selvático, seguidos del abeto y la picea.

Diversidad de funciones

El inventario forestal define como espacios arbolados los que están cubiertos por lo menos en un 10 por ciento de su superficie, o bien los que tienen 500 troncos por hectárea; los bosquecillos se incluyen a partir de los cinco años. La medida en que la política forestal abarca todas las funciones del bosque queda probada por el hecho de que suma hectáreas altamente productivas con hectáreas de espacios naturales de interés más que nada ecológico y social.

Se suelen enunciar tres funciones del bosque; económica, ecológica y social. El bosque es a la vez cubierta protectora del suelo, esponja que regula el caudal de las corrientes, decoración del paisaje, coto de caza, fábrica de madera, lugar de descanso y esparcimiento, reserva de genes preciosos que es indispensable conservar, pulmón oxigenante, enorme acondicionador de aire, filtro del polvo, decontaminante y bactericida. Todo lo cual justifica plenamente lo exigente que la sociedad se ha vuelto para con sus bosques.

Los amantes de la naturaleza piden que se consideren privilegiadas las funciones ecológicas y sociales; los economistas lamentan que semejante patrimonio no contribuya mejor a la actividad económica y a la creación de puestos de trabajo. La tarea del guardabosques es conciliar esos conflictos; un buen bosque tiene que ser sometido a clareos que lo mejoren y regeneren.

Tres regímenes de propiedad forestal

Tres categorías de propietarios comparten el patrimonio forestal: el Estado (Ministerio de Agricultura y Bosques) posee 2 500 bosques nacionales de una extensión total de 1 700 000 ha, o sea el 12 por ciento; once mil comunas (de un total de 36 000) poseen 2 500 000 ha de bosques, es decir un 18 por ciento; diez millones de ha están cubiertas de bosques de propiedad privada; esta categoría aumenta y se fragmenta sin cesar desde la revolución de 1789.

El origen del patrimonio forestal nacional es muy variado; viejos bosques de la corona, bienes de la Iglesia Católica, extensas repoblaciones del siglo pasado en terrenos expropiados; adquisición de bosques privados. La mayor parte de los bosques comunales tiene su origen en los derechos al usufructo de que gozaban las comunidades rurales en los bosques de la corona, señoriales y clericales.

Una encuesta publicada en 1980 enumeró tres millones de propietarios que se dividen aproximadamente 10 millones de hectáreas. Eso significa que la propiedad de los bosques privados está muy fragmentada, lo cual es perjudicial para su ordenación. La valoración de esos bosques es muy desigual, estando comprendida entre la producción muy intensiva de la lignicultura y el abandono total. Es preciso, sin embargo, especificar que, si bien es cierto que dos tercios de los propietarios poseen menos de una hectárea (un ocho por ciento del total), una considerable extensión (cerca de la mitad de los bosques) está bien administrada por propietarios que se esfuerzan por mantenerlos bien ordenados y productivos.

La ordenación

Los 4 200 000 de ha de bosques públicos (es decir una tercera parte del patrimonio nacional) están sometidos a un régimen forestal de acentuada protección; su gestión está a cargo de la Oficina Nacional de Bosques, entidad pública creada en 1965.

La función social de los bosques es imponente en Francia

La ordenación de los bosques privados se deja a sus propietarios, con ayuda ocasional de expertos, o de alguna cooperativa especializada, a condición de que apliquen algunas normas reglamentarias de protección (prohibición de algunas cortas rasas, autorización para roturar, autorización para talar, etc.) y respeten la obligación de formular un simple plan de ordenación para los bosques de más de 25 ha de un solo propietario.

Los propietarios de bosques benefician de la intervención de 17 centros regionales de la propiedad forestal; estas entidades públicas fueron creadas en 1963 para extender el conocimiento de las técnicas silvícolas, favorecer la cooperación entre propietarios, elaborar orientaciones regionales de la producción y aprobar los planes de ordenación. Además, los propietarios se agrupan en sindicatos profesionales que han creado organismos de desarrollo y capacitación.

La explotación maderera con frecuencia escandaliza a los amantes de la naturaleza. Sin embargo, cabe decir que en la realidad forestal no es posible mantener en buen estado un bosque sin clareos que lo mejoren y sin explotaciones regeneradoras. Estas cortas se programan en el tiempo y en el espacio por medio de planes vigentes durante 15 a 20 años: planes de ordenación para los bosques públicos y planes simples para la administración de los bosques privados sujetos a la ley de 1963.

Basándose en inventarios de los diferentes macizos, dichos planes tienen por objeto cuantificar el volumen de la madera que se extraiga y equilibrar la extracción con el incremento, con el fin de conservar un volumen constante de madera en pie y asegurar de ese modo un rendimiento sostenido. En efecto, hay dos tipos de ordenación que son causa de despilfarro: la extracción excesiva porque consume capital, y la subexplotación porque lleva a un lamentable envejecimiento y puede incluso afectar la regeneración natural.

Productos del bosque

La extracción anual de madera es del orden de 40 millones de m³: 20 millones de m³ de madera rolliza, volumen que ha aumentado constantemente en el curso de los últimos decenios; 10 millones de m³ de madera industrial, destinada esencialmente a la producción de pasta, papel y tableros; alrededor de 10 millones de m³ (mal contabilizados por las estadísticas) de leña y madera para carbón.

Como Francia consume unos 50 millones de m³ anuales de madera, tiene que importar 10 millones de m³ de trozas (frondosas tropicales), de madera aserrada (de especies tropicales y resinosas) o de productos a base de madera (muebles, pasta y papel).

Entre la explotación forestal y la industria maderera, el aserrado ocupa una posición intermedia y estratégica en la primera transformación de los troncos, que representan un 90 por ciento del valor de la madera comercializada. Además, el aserradero transforma el 90 por ciento de las trozas en madera aserrada, estando destinado el resto a ser laminado o desenrollado. Los residuos del aserradero (50 por ciento de cada troza) constituyen una proporción considerable de la materia prima para trituración.

Algunos usos que tradicionalmente consumían mucha madera, están en franca decadencia: traviesas de ferrocarril, postes para líneas telefónicas y eléctricas, puntales para minas, etc. Otros usos de la madera están estancados, especialmente la madera para construcción, a pesar de las ventajas que presenta. Pero están apareciendo productos particularmente eficaces: tableros de fibras y de partículas, maderas encoladas, tableros aglomerados, moldeados, contrachapados. La técnica de la madera laminada y encolada permite construir estructuras de arco largo, curvas armoniosas y elegantes ensamblajes.

La industria maderera francesa, es decir todas las actividades que gravitan sobre el bosque y la madera, constituye un sector extraordinariamente complejo. Contando desde la producción de plantitas en viveros a la transformación industrial de la madera, este ramo emplea 550 000 personas que pertenecen a unos 50 oficios distintos, en 50 000 empresas de todas dimensiones.

Cierto que nuestros bosques sufren desgracias que la prensa no deja de hacer resaltar: una depauperación que se atribuye a la contaminación atmosférica, incendios en la zona mediterránea, accidentes climáticos que se han multiplicado recientemente (sequía de 1976, temporales devastadores en 1982 en el Macizo Central, en 1984 en los Vosgos, en 1987 en Bretaña, frío en 1985), ataques de insectos (orugas desfloradoras), enfermedades criptogámicas (del olmo), etc.

Pero detrás de todos esos problemas, evidentes y conocidos, el bosque francés conoce indudables éxitos. En dos siglos el bosque francés ha duplicado su extensión y cuadruplicado el volumen de madera en pie. El inventario forestal nacional que mide su superficie, su composición y su producción, revela que nunca fue tan extenso y tan productivo y que sigue creciendo y enriqueciéndose, y que sigue estando subexplotado.


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