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La certificación de la madera: una posición crítica


J.-P. Kiekens

Jean-Pierre Kiekens es el director de la compañía de consultoría Environmental Strategies Europe (ESE) y es profesor de economía del desarrollo en la Universidad Libre de Bruselas.

Todo empezó con la madera tropical, cuando diversos grupos ecologistas sugirieron en 1989 utilizar el "poder del mercado" para conseguir incentivos con miras a la ordenación sostenible, etiquetando la madera tropical procedente de bosques ordenados de manera sostenible. Al alcanzar los debates internacionales sobre las actividades forestales una dimensión mundial, la sugerencia se ha extendido rápidamente para aplicarse a la madera procedente de todos los tipos de bosques.

Sin embargo, la adopción de medidas comerciales para mejorar la ordenación forestal no es una cuestión sencilla. Recientemente, han fracasado diversas iniciativas que implicaban el recurso a instrumentos como los derechos de importación, el marcado obligatorio de la madera y la certificación voluntaria, ya sea porque eran contrarias a los acuerdos comerciales internacionales, como el GATT, o porque se demostraron imposibles de aplicar (Kiekens, 1995).

De cualquier forma, lo cierto es que la certificación de la madera es objeto de una atención creciente en diversos foros, como la Unión Europea (UE), el grupo de países ACP, la FAO, la Organización Internacional de las Maderas Tropicales (OIMT) y la Comisión para el Desarrollo Sostenible (CDS) de las Naciones Unidas. De hecho, parece que la comunidad internacional reconocerá "la importancia de la certificación de la madera como medio de fomentar la ordenación sostenible de todos los tipos de bosques" (CE, 1995).

Pero al tiempo que se considera prácticamente inevitable la certificación de la madera, no preocupa demasiado si puede suponer realmente el incentivo deseado para mejorar la ordenación forestal.

UNA FUNCION LIMITADA EN EL COMERCIO MUNDIAL DE LA MADERA

La estructura de la oferta y la demanda indica que el comercio de madera certificada tendría solamente una importancia marginal en el comercio mundial de la madera. Desde el punto de vista de la demanda, sólo algunos segmentos del mercado de determinados países (por ejemplo, Alemania, el Reino Unido y los Países Bajos) mostrarían ahora, previsiblemente, una actitud receptiva a la madera certificada, pero ni siquiera en ellos es seguro que los principales representantes del sector del comercio y la industria de la madera vayan a implantar la certificación de la madera. A escala mundial, la demanda de madera certificada, expresada como porcentaje de la producción total de madera, es insignificante.

Por lo que respecta a la oferta, el progreso más evidente corresponde a los países industrializados, siendo mucho más lento el progreso en los países tropicales, aunque en algunos de ellos, como Côte d'Ivoire, Indonesia y el Brasil, se están estudiando diversos sistemas de certificación. En definitiva, cabe pensar que el suministro de madera certificada procederá en su mayor parte de los países industrializados. En muchos casos, la madera tropical puede ser sustituida por madera procedente de bosques de la zona templada y boreal. Por consiguiente, la certificación de la madera podría traducirse en una modificación del comercio y de sus costos económicos asociados y podría también considerarse como un proteccionismo enmascarado de carácter ecológico.

INCERTIDUMBRE SOBRE LAS REPERCUSIONES INCIERTAS EN LA ORDENACION FORESTAL

Es poco probable que la influencia de la certificación sobre la ordenación forestal sea mayor que la que ejerce sobre el comercio mundial de madera. En muchos países las actividades forestales no se verán afectadas por la certificación voluntaria de la madera. Aun allí donde se implantara, bastarían unas pocas concesiones forestales para atender la demanda de madera certificada, procedente de algunos segmentos del mercado. El consumo interno de madera, que está aumentando fuertemente en muchos países en desarrollo, particularmente en Asia, no se vería afectado por la certificación.

Lo que aún es peor, la certificación de la madera podría tener efectos negativos sobre la política forestal nacional e internacional. En el plano nacional, se plantea el dilema de la obligatoriedad o la voluntariedad de la certificación. La decisión de que la certificación de la madera tuviera carácter voluntario se tomó atendiendo a las circunstancias del comercio internacional. Sin embargo, cabe plantearse el problema si es conveniente adoptar en muchos países, particularmente en países industrializados, instrumentos voluntarios, especialmente si eso lleva a los gobiernos a postergar, o incluso olvidar por completo, la reglamentación del sector forestal, que es totalmente necesaria.

En el plano internacional, la certificación podría tener repercusiones sobre la ayuda al sector forestal. Por ejemplo, el "Protocolo sobre la ordenación sostenible de los bosques", que se ha añadido recientemente a la Cuarta Convención de Lomé, principal instrumento de la UE en el ámbito de la cooperación para el desarrollo, no incluye nuevos recursos financieros para el sector forestal (a pesar de los compromisos adquiridos en Rio). Sin embargo, estipula que los países ACP "contribuyan a definir y elaborar sistemas de certificación... como parte de los sistemas de certificación, armonizados internacionalmente, que se prevén para todos los tipos de madera y productos derivados de la madera". De esta manera, a los países en desarrollo, incluidos los más pobres, se les pide que den más cuando son los que menos tienen (Zolty, 1995).

CONCLUSION

La certificación de la madera no es indispensable para la ordenación forestal sostenible. Por otra parte, no se aprecia con claridad en qué medida la certificación de la madera puede contribuir a la mejora de la ordenación forestal, mientras que su coste económico puede ser muy elevado. Es necesario abandonar el espejismo de que la certificación de la madera puede promover, sin costo alguno, la ordenación forestal sostenible, aun en una escala moderada. Esto es particularmente cierto en lo que se refiere a los países tropicales, en los que sigue siendo de la mayor importancia implantar un sistema de ordenación adecuado en los bosques destinados a la producción de madera.

En lugar de considerar "inevitable" la certificación, tal vez las instancias decisorias podrían considerar seriamente otras posibilidades, incluso si tienen repercusiones presupuestarias. Como instrumentos alternativos posibles pueden citarse un acuerdo internacional compensatorio concerniente a la producción (Bach y Gram, 1993), un plan de registro internacional de bosques, similar al registro de humedales adoptado en virtud del Convenio de Ramsar (Kiekens et. al., 1995) y el fortalecimiento del apoyo internacional -tantas veces pospuesto- para el desarrollo y ejecución de planes nacionales de acción forestal.

Bibliografía

Bach, C.F. y Gram, S. 1993. The tropical timber triangle - a production-related agreement on tropical timber. Copenhagen, Dinamarca, Department of Economics and Natural Resources, Royal Veterinary and Agricultural University.

CE. 1995. Draft terms of reference. European Working Group on Timber Certification. Bruselas, Comisión Europea.

Kiekens, J.-P. 1995. Europe and tropical timber. Ecodecision (en prensa).

Kiekens, J.-P., Faure, J.-J. y Gabus, A. 1995. Aménagement forestier durable, enregistrement international des forêts et éco-certification du bois. Informe presentado al Ministerio Francés de Cooperación y a la Comisión Europea. Bruselas, Environmental Strategies Europe.

Zolty, A. 1995. Le compromis ACP/UE: un petit joyau d'inconsistance. Afrique Agriculture, Junio.


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