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Las mujeres, los niños y el bienestar en las montañas del Hindu Kush, en el Himalaya

Jeannette Gurung es forestal y especialista en desarrollo y en los problemas de la desigualdad entre el hombre y la mujer en el Centro internacional para la ordenación integrada de las montañas (ICIMOD) en Kathmandú.

Investigaciones sobre la condición de la mujer en las regiones montañosas más altas, realizadas por las mujeres mismas.

Huerto familiar en Nepal (M. LAMA)

Los habitantes de las zonas de montaña figuran entre los segmentos de población más desfavorecidos del mundo y sin embargo su gestión de los recursos naturales de montaña está vinculada estrechamente a la sostenibilidad de la vida en las tierras bajas. No obstante, lo que ha merecido menos atención es el papel dominante de la mujer en esas zonas montañosas en lo que respecta a la ordenación de los recursos naturales, la producción agrícola y el bienestar y la supervivencia de las familias, incluso los niños. En las regiones montañosas, al igual que en el mundo entero, las mujeres, como clase, están más des nutridas, peor remuneradas por su trabajo y menos representadas que los hombres en los órganos formales de adopción de decisiones. El único aspecto en el que la mujer está en mejor situación es en el de la longevidad (aunque en Nepal la mujer vive menos tiempo que el hombre).

Es muy escasa la información disponible sobre la situación de la mujer y sobre las relaciones entre el hombre y la mujer en la región del Hindu Kush, en el Himalaya. En general, la información existente en esos países no se ha desglosado por regiones agroecológicas, para ofrecer datos sobre la población de las zonas de montaña, y menos aún por géneros. La etnografía antropológica aporta algunos datos, pero por lo demás los estudios sobre la situación de la mujer en la región se centran casi totalmente en las tierras llanas y en los núcleos urbanos. Lo que falta por completo es una exposición de su situación hecha por las propias mujeres.

Para solucionar esta laguna de información, 16 investigadoras procedentes de ocho países de la región del Hindú Kush (Afganistán, Bangladesh, Bhután, China, India, Myanmar, Nepal y Pakistán) se ocuparon, durante 1996 y 1997, de recoger información sobre la situación de la mujer en las zonas montañosas, completar las bases de datos nacionales y examinar políticas encaminadas específicamente al desarrollo de la mujer. En las capitales de ocho países y en 13 aldeas de montaña, las investigadoras examinaron las políticas y programas estatales, de distrito y provinciales referentes a las mujeres de las zonas de montaña y luego estudiaron el problema de la desigualdad entre el hombre y la mujer, para obtener información detallada de las propias mujeres rurales sobre sus limitaciones, necesidades y prioridades en materia de desarrollo. Los informes nacionales, que se están publicando como un documento del ICIMOD, proyectan una imagen de la vida de la mujer de las tierras montañosas en diferentes localidades desde Afganistán hasta Myanmar.

LA SITUACIÓN DE LAS MUJERES DE LAS ZONAS DE MONTAÑA

Diversidad de las relaciones entre el hombre y la mujer

La relativa inaccesibilidad de las tierras remotas y abruptas hace que el aislamiento sea uno de los rasgos principales de las sociedades de montaña. Tradicionalmente, ha servido para proteger la integridad ecológica y cultural de los sistemas biofísicos y sociales, permitiendo a las sociedades de montaña un nivel más elevado de autonomía frente a las instituciones políticas y religiosas de las tierras bajas. En general, las sociedades de montaña tenían estructuras y jerarquías sociales menos rígidas que las sociedades de las tierras bajas, donde las ideologías religiosas dominantes ejercían una mayor influencia en la determinación de las normas y costumbres sociales. Como consecuencia de las creencias indígenas y de la función dominante de la mujer en los sistemas de subsistencia, las mujeres de las zonas de montaña poseían en general más libertad de movimientos, una mayor independencia en la toma de decisiones y una posición social más elevada que las mujeres de las tierras bajas. Sin embargo, el comercio y las migraciones han hecho que durante largo tiempo las poblaciones de las zonas de montaña estuvieran expuestas a las culturas extranjeras. Debido a ello, las culturas de las tierras de montaña han evolucionado, conforme a un proceso histórico de negociación y transacción, reflejando una multiplicidad de influencias externas, incluidos el budismo tibetano, el hinduismo, el islam, el confucionismo y el cristianismo, que se han mezclado con las creencias indígenas. A lo largo del siglo pasado, a medida que las sociedades de montaña superaron en parte el aislamiento y se vieron más sometidas a las relaciones de poder, ya fuera de las autoridades estatales o religiosas, se transformaron las concepciones indígenas de la relación entre el hombre y la mujer (Ortner, 1996).

Características comunes

Hay una serie de características comunes a toda la región del Hindú Kush. Históricamente, la población de las zonas de montaña ha sufrido la marginación política, social y económica a manos de los poderes dominantes de las tierras bajas y su participación y control de las decisiones de alcance nacional han sido escasos. En general, en las sociedades de montaña de toda la región existen pautas comunes en lo que respecta a la utilización de la tierra, la ordenación de los recursos y la organización social. Debido a la deficiente infraestructura, los campesinos carecen de muchos de los servicios e insumos agrícolas de los que disponen los agricultores de las tierras bajas y dependen para su supervivencia de los modelos estacionales naturales y de sus propios conocimientos y aptitudes. Uno de los rasgos comunes es el papel importante, o incluso dominante, de la mujer en la producción y en el ámbito doméstico, más convencional. Otras características compartidas son el patriarcado, las repercusiones de la degradación ambiental, la imposición de nuevos valores y la reducida representación de los intereses de la mujer en todos los niveles políticos.

El patriarcado

El patriarcado, o dominio del hombre en la sociedad, está extendido por toda la región. Es más acusado en las sociedades musulmanas, hinduistas y confucianas, pero también existe en las sociedades budistas y cristianas. En Humla, una zona remota de Nepal, la investigadora se sorprendió al observar que los mismos proverbios sánscritos que describen la posición inferior de la mujer existían también en la lengua tibetana de la comunidad budista que coexistía con la comunidad budista desde hacía muchas generaciones (Thapa, 1996). En algunas partes de Bhután, el Tibet y zonas del nordeste de la India existen todavía comunidades matriarcales, aunque se hallan sometidas a una influencia cada vez mayor de fuerzas externas poderosas de las sociedades de las tierras bajas, incluso el hinduismo y el cristianismo (Kikhi, 1997; Gurung, 1998).

Debido a la extrema diversidad cultural, el grado de patriarcado es variable, pero este término puede ser utilizado para describir la relación entre hombres y mujeres en la mayor parte de la región, incluso en sociedades budistas y animistas en las que tradicionalmente la mujer ha gozado de una posición de mayor igualdad con el hombre.

Una condición femenina débil

Uno de los rasgos distintivos de la sociedad patriarcal es la condición inferior atribuida a la mujer. Desde el momento del nacimiento, se recuerda a las mujeres su inferioridad, de maneras más o menos sutiles. Se considera que la mujer es una forma inferior de reencarnación y una especie de fuerza negativa que puede embrujar y causar daño a otros (Ortner, 1996). En todos los estudios de casos, con la excepción de los grupos tribales de Chittagon Hill Tracts, las mujeres manifestaron poseer un nivel más bajo de autoestima que los hombres y peor imagen en la sociedad. Una vez más, no cabía esperar esto en las comunidades budistas y animistas, pero las ideologías predominantes en sociedades ajenas a estas comunidades parecen estar ejerciendo una profunda influencia sobre los mensajes que recibe la mujer respecto a su lugar en la sociedad. No obstante, el concepto de que el hombre goza de una posición más elevada que la mujer en el momento del nacimiento se expresa habitualmente en sociedades budistas «puras» como la de Bhután (Roder, 1997).

La residencia «patrilocal»

El sistema patriarcal está configurado por la residencia patrilocal y las relaciones de parentesco que obligan a las mujeres a abandonar su lugar de nacimiento cuando contraen matrimonio y a vivir en lugares que les son ajenos bajo el control de las familias de sus maridos. Por lo general, los matrimonios todavía los arreglan los padres, de forma que una mujer se ve abocada a vivir entre extraños, sin el apoyo familiar del que gozaba en el hogar. En Nepal y en la India son bien conocidas las dificultades y penurias alas que someten las suegras a las recién casadas (NPC y UNICEF, 1996; CESPAP, 1997).

Desigualdades en el derecho sucesorio

Las leyes consuetudinarias que rigen en una gran parte de la región montañosa establecen que los hijos varones hereden la tierra y los rebaños de sus padres, mientras que las mujeres sólo heredan bienes muebles, como las joyas o enseres del hogar. Por consiguiente, los hombres son dueños de los medios de producción y las mujeres carecen de propiedades, lo que las hace vulnerables y dependientes de la buena voluntad y del sentido de responsabilidad de los hombres. Este sistema, además de entrañar una desigualdad intrínseca, coarta aún más la capacidad de la mujer para ampliar sus medios de subsistencia, al impedirles acceder al crédito de instituciones financieras por carecer de las garantías necesarias para los préstamos (Ortner, 1996).

LA ORDENACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE

Los conocimientos indígenas

En el entorno de las zonas de montaña, siempre expuesto a riesgos a causa de las incertidumbres y de la diversidad de condiciones agroecológicas, los agricultores están obligados a efectuar una cuidadosa selección de variedades de los cultivos, las plantas y el ganado, que se adapten bien a la dureza del medio ambiente, que exijan pocos recursos y proporcionen seguridad frente a los riesgos. Las estrategias de subsistencia dependen en gran medida del manejo y utilización adecuados de diversos recursos genéticos.

En su condición dominante como campesinas y administradoras del hogar, las mujeres intervienen en todas las fases del desarrollo de los cultivos, desde la plantación de las semillas hasta el consumo, y han adquirido, por tanto, un conocimiento exhaustivo de los usos y utilidad de determinadas especies vegetales. Esto se aplica también a la selección, cultivo y elaboración de otras plantas y animales. Tradicionalmente, la mujer se ha encargado, a lo largo de las generaciones, del manejo del germoplasma vegetal y su diversidad, mediante el ensayo, conservación e intercambio de semillas a través de redes informales. Su conocimiento especial del valor y los diversos usos de las plantas en los ámbitos de la nutrición, la seguridad alimentaria, la salud y la obtención de ingresos supone un contrapeso de las presiones encaminadas a orientar la economía al mercado, que propician los altos rendimientos y la uniformidad (Eyzaguirre y Raymond, 1995).

Menor acceso a los recursos forestales e hídricos

La reducción de los recursos forestales e hídricos a causa de la degradación del medio ambiente tiene consecuencias para las mujeres encargadas de la provisión y ordenación de esos recursos, pues muchas veces les obliga a recorrer mayores distancias para atender las necesidades cotidianas de sus hogares. También los proyectos forestales sociales y comunitarios han tenido casi siempre efectos negativos en la vida de las mujeres, al limitar su acceso a los bosques circundantes para la recolección de esos productos y obligarles a buscar leña y forraje en bosques y pastizales más alejados. La privatización de tierras comunales también ha limitado la obtención de gramíneas y otros productos necesarios para la subsistencia que antes se conseguían libremente, y ha situado a las mujeres en conflicto con los hombres llegados de otras partes que protegen los recursos forestales que necesitan las mujeres para su supervivencia (Mehta, 1995). Hasta la fecha, hay muy pocos lugares donde existan tecnologías alternativas para conseguir combustible para cocinar o nuevos métodos para transportar agua.

Una pesada carga de trabajo

Las cargas que soportan las mujeres rurales del Hindú Kush están bien documentadas y son conocidas por quienes trabajan en el ámbito del desarrollo, tanto en la región como en el resto del mundo. Ellas soportan una parte de las responsabilidades domésticas y agrícolas mucho mayor que los hombres o que las mujeres de las tierras llanas. Cada día han de realizar las pesadas tareas de transportar agua, forraje y leña por las empinadas laderas de las montañas, dedicando a ello una parte importante de su tiempo y su energía. En algunas zonas de las montañas de Uttar Pradesh, el trabajo que llevan a cabo parece haber alcanzado un nivel inhumano y cabe preguntarse durante cuánto tiempo podrán seguir soportando esa carga mujeres muchas veces lactantes o gestantes, y con una ingesta calórica reducida.

Sin la perspectiva de poder aliviar ese excesivo volumen de trabajo, a la mujer no le queda otra opción que sacar a sus hijos de la escuela para que ayuden en las tareas domésticas. En la práctica, esto supone negar a la familia los beneficios de la instrucción. Generalmente, las niñas son las primeras que dejan de ir a la escuela, pues se les da la responsabilidad de ocuparse de sus hermanos más pequeños y de ayudar en los quehaceres de la casa.

Las mujeres se ocupan de recoger y administrar el agua (M. LAMA)

Las ausencias de los hombres

La migración de los hombres, ya sea durante períodos cortos o de mayor duración, es un fenómeno creciente en toda la región, pues la población trata de encontrar formas para sostener a sus familias y sus explotaciones durante los momentos de rendimientos decrecientes y en los periodos de escasez. Aunque los hombres de mayor edad permanezcan en el hogar, los más jóvenes y más capaces se ausentan a menudo durante meses, o incluso años, de manera que cada vez es mayor el volumen de trabajo que recae sobre la mujer. Es cuestionable que este hecho dé a la mujer mayor protagonismo en la adopción de decisiones, porque la presencia de hombres mayores en el hogar les niega esa oportunidad. En muchos casos se demoran decisiones importantes hasta que regresa el cabeza de familia en su visita anual. La ausencia de hombres da a las mujeres más oportunidades de participar en la vida pública, por ejemplo de representar a sus familias en las reuniones del grupo de usuarios de los bosques de las montañas de Nepal, pero no hay signos de que esa experiencia pueda dar lugar a una nueva configuración de las relaciones entre el hombre y la mujer.

Por ejemplo, en el Afganistán, muchos hombres han quedado mutilados, lisiados o mentalmente incapacitados por efectos de la guerra o los conflictos armados, lo que ha hecho que recaiga sobre la mujer toda la responsabilidad de la administración del hogar en unos momentos de gran dificultad. En esta situación, la decisión adoptada recientemente por el gobierno talibán de limitar los movimientos de la mujer fuera del hogar hace extremadamente difícil la supervivencia de la familia (Zewari, 1996).

La malnutrición

La disminución del nivel de seguridad alimentaria familiar, la aplicación de prácticas de cultivo inadecuadas y la pérdida de fertilidad del suelo son factores que desembocan en la malnutrición. En las zonas de montaña, ecológicamente frágiles, la degradación del medio ambiente afecta directamente a la cantidad y calidad de los recursos alimenticios. Por efecto de las normas socioculturales, las mujeres y los niños son muy vulnerables a ese tipo de problemas, ya que su alimentación es escasa y de mala calidad, soportan un volumen de trabajo excesivo y sólo tienen un acceso limitado a los servicios de salud. En Nepal, el 80 por ciento de las mujeres en edad de procrear sufren de anemia y diversos estudios indican que existe una carencia generalizada de proteínas, vitamina A, hierro y yodo (NPC y UNICEF, 1996). El elevado riesgo de contraer enfermedades se debe también al abastecimiento insuficiente de agua potable y a las prácticas antihigiénicas de saneamiento en los hogares.

LA MODIFICACIÓN DE LOS VALORES

La monetización

En casi todas las comunidades de montaña, las formas tradicionales de trueque han dejado paso al intercambio monetario. En gran parte, la contribución económica de una persona al hogar se mide cada vez más por la cantidad de efectivo que puede aportar. Dado que la actividad principal de la mujer sigue siendo la agricultura de subsistencia en la explotación familiar, ésta no obtiene una compensación monetaria suficiente por la dura labor que realiza. Y cuando la construcción de carreteras facilita la venta de los productos agrícolas, las mujeres quedan al margen de las transacciones monetarias, protagonizadas por los hombres. Anteriormente, la mujer tenía un control mucho mayor sobre los productos agrícolas, que intercambiaba por otros productos para atender las necesidades del hogar, pero debido a su limitada movilidad, a la dificultad para negociar con comerciantes masculinos y a su baja autoestima, generalmente se ve excluida de las transacciones monetarias. Sin embargo, en las zonas de alta montaña hay comunidades en las que las mujeres intervienen en el comercio desde hace largo tiempo, incluso con países del Asia sudoriental. Las mujeres de Manang y las comunidades sherpa de Nepal son bien conocidas por su aptitud para las actividades comerciales y turísticas.

La irrupción de nuevos valores

Incluso los modelos relativamente igualitarios de relaciones entre el hombre y la mujer existentes en algunas sociedades tradicionales de montaña con creencias budistas o animistas se están transforman do bajo la influencia de los paradigmas religiosos, nacionalistas y culturales predominantes en las tierras bajas. Una parte de esos valores procede de la influencia occidental, otra de las influencias de la región del Asia oriental y otra, por fin, de los propios paradigmas del desarrollo. La condición marginal de la mayor parte de las sociedades de las zonas montañosas hace que resulte difícil oponer resistencia a unas fuerzas más poderosas y el proceso de integración de las culturas de montaña en las identidades nacionales puede socavar la posición de mayor fuerza que ocupa la mujer en esas comunidades tradicionales. Los cambios que se están registrando en unas zonas montañosas en otro tiempo remotas están influyendo en las relaciones entre el hombre y la mujer de una forma que aún no se comprenden plenamente, pero parece que el valor de la mujer en su hogar, comunidad y sociedad está disminuyendo, a medida que el dinero y la apariencia externa están pasando a ser los nuevos indicadores de la posición social (Gurung, 1998).

La irrupción de nuevos valores no siempre influye de forma negativa sobre la mujer. Son muchas las mujeres que trabajan para conseguir un medio de vida y sostener a sus familias y algunas de ellas desempeñan cargos como profesionales. Los nuevos valores llevan consigo nuevas aspiraciones; por ejemplo, en Bhután los padres envían a sus hijas a la escuela porque creen que la educación puede evitar que queden atrapadas en el hogar y, por otra parte, las comunidades de montaña piden el desarrollo de infraestructuras que les pongan en contacto con los mercados y les permitan obtener mayores beneficios por sus productos (Tshering, 1998).

LA INVISIBILIDAD DE LAS MUJERES

Aunque las mujeres desempeñan una función dominante en las tareas agrícolas de las zonas de montaña, sus amplios conocimientos, su capacidad de gestión e incluso su trabajo en los campos y en los bosques son ignorados por el personal de investigación y de extensión, que orientan hacia el hombre la mayor parte de su labor. Es muy reducido el número de forestales y técnicos agrícolas de sexo femenino que pueden superarlos estereotipos existentes (el 8 por ciento en Nepal) y estas mujeres precursoras tropiezan con muy graves obstáculos en su intento de hacer llegar a las campesinas los servicios de extensión (Nepali, 1998).

Habida cuenta de que la contribución de la mujera la agricultura es poco visible y que los profesionales de la agricultura no la consideran importante, su función en el manejo de la agrobiodiversidad en la región ha pasado desapercibida durante mucho tiempo. Muchos de esos profesionales creen que los cultivos tradicionales son variedades inferiores y atrasadas y, en consecuencia, las mujeres que atesoran los conocimientos de esas especies marginales también sufren la marginación social. Los conocimientos tradicionales de las mujeres están siendo devaluados y su posición se está viendo rápidamente erosionada en las sociedades que sólo valoran a quienes pueden generar ingresos monetarios y mostrar características que indican que poseen cualidades propias del mundo moderno.

En la mayor parte de los países del Hindú Kush la mujer está muy escasamente representada en los órganos políticos nacionales, incluso en países como Bhután, donde tiene una posición de mayor igualdad con el hombre en el hogar. Es muy reducido el número de mujeres procedentes de las zonas montañosas que puedan representar los intereses de otras mujeres en los órganos políticos. Aunque hay muchos programas destinados a abordar las necesidades prácticas de las mujeres rurales, desafortunadamente pocos efectos positivos han tenido para las mujeres o incluso éstas desconocen su existencia. Esto es así porque las políticas diseñadas en la capital no tienen en cuenta la enorme carga de trabajo y la limitada movilidad de las mujeres, las cuales no han podido aprovechar los bienes y servicios supuestamente proporcionados por organismos gubernamentales y, por ONG, por ejemplo en materia de salud. Muchas veces, las directrices de política han ido acompañadas de muy pocos recursos, de manera que no han pasado de ser otra cosa que meras declaraciones de intenciones expresadas en documentos oficiales.

Una mujer con su hijo en Bhután (H. RANA)

LA RELACIÓN ENTRE LA POSICIÓN DE LA MUJER Y LOS NIÑOS

En las zonas remotas, donde escasean los servicios de salud, la mujer está expuesta a graves riesgos asociados con la procreación. Obligada a trabajar de 14 a 16 horas al día y sin una ingesta adecuada de proteínas, hierro y calorías, la mujer no gana el peso previsto durante la gestación, lo que se traduce en un desarrollo inadecuado del feto y en bajo peso al nacer. Las tasas de mortalidad materna e infantil de las zonas de montaña figuran entre las más elevadas del mundo. Esto es una consecuencia directa de la mala salud de la madre y de una maternidad inadecuada, debidas a la falta de tiempo de la mujer para cuidar adecuadamente de sí mismas y de sus hijos, a la escasez de los recursos necesarios, especialmente el agua, y a la ausencia total de educación y servicios en materia de sanidad en las zonas remotas. En una carta publicada recientemente en el Kathmandu Post (1998) se afirmaba que de los 14 centros médicos de Nepal capacitados para afrontar partos complicados, sólo dos estaban situados en regiones montañosas y únicamente podían acceder a ellos un pequeño porcentaje de las mujeres que necesitaban ese tipo de asistencia. La mayor parte de las familias no disponen siquiera de los servicios de una partera bien preparada.

La prevalencia de la malnutrición es una de las causas de las elevadas tasas de enfermedad y mortalidad infantil, así como del retraso de su desarrollo físico y mental. En algunas culturas, las niñas reciben menos alimentos y atención médica que sus hermanos varones, debido a la discriminación por razón del sexo. En las sociedades patriarcales, la necesidad de tener hijos varones en la familia obliga a las mujeres a afrontar continuos embarazos hasta que se cumple ese objetivo.

Cuando se da a la mujer la posibilidad de decidir el número de hijos y el intervalo entre ellos, puede asegurar mejor su supervivencia y su cuidado. Cuando la mujer ha sido instruida puede garantizar mejor la educación y la crianza sana de sus hijos, y cuando no se ve obligada a soportar un volumen excesivo de trabajo tiene más tiempo para cuidarlos en la forma adecuada. La mujer que tiene autoconfianza y que goza de los mismos derechos y recursos que el hombre puede enriquecer a la familia y, en especial, a los niños, porque es capaz de reconocer y fomentar lo que es más conveniente para ellos en todos los aspectos, en la supervivencia, el desarrollo, la protección y la participación (NPC y UNICEF, 1996).

ESPERANZAS PARA EL FUTURO

Las oportunidades educativas

Uno de los cambios más profundos registrados en el medio rural es el que guarda relación con la educación de las niñas. Gracias, tal vez, a las campañas desarrolladas por algunos organismos internacionales, cada vez es mayor el número de niñas que se matriculan en la escuela. Esto no se traduce necesariamente en su asistencia a las clases, porque tienen que atender a los niños, cuidar el ganado y ocuparse de otros quehaceres, pero el hecho de que se las inscriba en la escuela supone una nueva inversión en la vida de las niñas.

Un niño transporta leña en Bhután (H. RANA)

El otro aspecto de la educación que está cobrando importancia en las zonas de montaña es la educación no académica de las mujeres. Estos programas, que han alcanzado una extraordinaria popularidad, imparten a las mujeres los conocimientos básicos de la lectura, escritura y cálculo y les ponen en contacto con nuevas tecnologías e información en materia de salud y otros aspectos. Sin embargo, es posible que su efecto más importante consista en que propicia su autoconfianza y su firme decisión de introducir cambios que mejoren la situación, en cooperación con otras mujeres de la comunidad.

La participación política

Aunque es muy reducido el número de mujeres que desempeñan cargos políticos en los parlamentos nacionales, cada vez es más frecuente que dispongan del derecho de voto y ocupen cargos en los órganos locales, como los panchayats de la India. En algunos países, esta tendencia se refuerza reservando puestos alas mujeres. En otros, las mujeres se sienten más seguras para tomar la palabra en reuniones públicas y para ser miembros activos, e incluso dirigentes, de asociaciones de usuarios que se ocupan de la ordenación de los recursos hídricos y forestales. A medida que los órganos de gobierno de los países del Hindú Kush sean más democráticos y descentralizados, será mayor el número de mujeres con aptitudes de liderazgo que desempeñarán cargos en los órganos nacionales.

Tomar la iniciativa

En algunas comunidades de montaña, las mujeres se han agrupado para afrontar los problemas de la degradación del medio ambiente, las dificultades económicas y la violencia en el hogar. Aparte del ejemplo bien conocido del movimiento chipko de las colinas de Uttar Pradesh, recientemente ha suscitado interés otra forma de organización social autóctona de la sociedad gurung, el grupo de las madres. Estos grupos han comenzado a ocuparse del desarrollo comunitario en las montañas de Nepal y han conseguido apoyo de los proyectos y turistas para construir senderos, establecer plantaciones para leña y forraje, poner en marcha guarderías, iniciar planes de ahorro y construir plantas de biogás. En las montañas de la India y Nepal, estos grupos libran conjuntamente una guerra contra el alcoholismo y la violencia en el hogar.

CONCLUSIÓN

La situación de la mujer en las zonas de montaña del Hindú Kush presenta rasgos contradictorios. En todas esas comunidades, las mujeres aparecen como personas competentes, bien informadas e independientes que cargan sobre sus hombros la principal responsabilidad de la supervivencia y sostenibilidad de las familias y las comunidades de montaña. Y, sin embargo, se ven oprimidas por problemas derivados de las rivalidades entre los sexos, afectadas por ideologías negativas, sin poder económico e incapacitadas para imponer sus decisiones ni siquiera sobre su propio trabajo, sus cuerpos y los episodios principales de sus vidas.

Es indudable también que la imagen estereotipada que existe en el mundo sobre las mujeres de subcontinente del Asia oriental no refleja la situación real de muchas familias y comunidades de montaña de la región del Hindú Kush. Personas llegadas de otras partes que trabajan con hombres y mujeres de las montañas creen muchas veces que sufren el mismo tipo de desigualdad que las mujeres de las tierras llanas e imponen sus propias ideas sobre la forma en que deben comportarse. Esta actitud, sumada a una multiplicidad de fuerzas externas, es la causa de que esas mujeres vean erosionada su posición y su importancia en sus propias comunidades.

Las estrategias de desarrollo que se han aplicado en la región no parten todavía de la base de que la posición de inferioridad de la mujer es una causa fundamental de la pobreza, porque impide a la mujer obtener educación, capacitación, servicios de salud, reconocimiento legal y otras capacidades y oportunidades para combatirla. Sólo cuando se reduzca y, en su momento, se elimine, la discriminación que sufre la mujer será posible resolver los problemas económicos y medioambientales de las montañas del Hindú Kush.

Bibliografía

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