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Estudios post-universitarios en materias forestales de tipo mundial

por SVEND O. HEIBERG
Director de Estudios Universitarios en el Colegio Universitario Estatal de Montes de la Universidad de Siracusa, Nueva York¹

(¹ Documento presentado al Quinto Congreso Forestal Mundial.)

SÓLO a pocas horas de camino de este recinto universitario, en Fort Vancouver sobre el río Columbia, desembarcó en 1825 el botánico escocés David Douglas. Poco podía imaginarse que el magnífico abeto Douglas, al cual había de ir unido su nombre, se habría de convertir en la especie forestal exótica más preciada entre los forestales europeos. Ni tampoco pudo darse cuenta de que el ecotipo particular que llevó a su vuelta a Kew Gardens en Inglaterra, habría de llegar a ser la mejor de todas las fuentes de semillas que posteriormente se importaron a Europa para propagación.

Esto ocurría sólo nueve años después de haberse creado la primera escuela académica forestal en el mundo. Efectivamente, fue en Tharandt (Alemania) en 1816, donde la escuela de Heinrich Cotta fue elevada a la categoría de Academia Real Forestal de Sajonia. Con ello comenzó su vida en 1816 la primera escuela que ofrecía enseñanza forestal al nivel universitario.

En aquel tiempo poco podía presumir Cotta que hoy día, o sea, sólo a una distancia de uno o dos turnos más tarde, figurarían inscritos en las escuelas forestales de todo el mundo 10.000 estudiantes.

En los tiempos de Douglas y de Cotta, este recinto universitario, y en realidad toda la vasta metrópoli de la moderna Seattle estaba cubierta por un bosque virgen de altos vuelos que con toda verosimilitud no había sido nunca contemplado por un hombre blanco.

Como Douglas y Cotta, precursores ambos de la ciencia forestal, aunque en diferentes campos, la generación actual tiene que preparar hombres cuya labor y visión tengan una importancia trascendental y perdurable.

A pesar del escaso lapso-en sentido forestal, sólo uno o dos turnos desde la época de Douglas y de Cotta- hoy día vivimos en un mundo muy diferente. Quizás en nuestros tiempos la cosa más difícil sea predecir y aun diría incluso creer en el futuro. Por el contrario, Douglas, Cotta y las generaciones siguientes a las guerras napoleónicas y al Congreso de Viena podían mirar hacia adelante con confianza pensando en un período de progreso de las ciencias, la enseñanza, la tecnología, el comercio y el aumento de la población mundial. Y, lo que todavía es más importante, en un período de mayor libertad humana y de reconocimiento de la dignidad y derechos del hombre.

La juventud de hoy día, por el contrario, mira con inquietud y temor a la era atómica con su amenaza de destrucción de la humanidad y de nuestra herencia cultural.

Desde hace años son muchos los que han comprendido que la necesidad de la cooperación mundial y de nuestra responsabilidad frente a la humanidad están a la par de nuestras obligaciones con la raza, la nación o la tribu. Hoy día esta necesidad de cooperación no constituye solamente un medio para construir un mundo mejor en el que vivir. Resulta evidente en grado sumo que el entendimiento y la cooperación constituyen una necesidad para nuestra propia existencia.

En todas las fases de la vida necesitamos dirigentes que puedan ver más allá de las necesidades de la tribu, de la nación o de la raza, y que consideren como nuestro objetivo el bienestar de la humanidad. ¿En qué forma podemos crear estos tipos de hombres en cuanto a la educación y, en lo que respecta especialmente a nosotros, en el campo de la enseñanza forestal i

Una tendencia impetuosa en casi todas las ramas de la educación en todo el mundo durante la mayor parte de este siglo ha sido la importancia considerable atribuida a la enseñanza de masas en todos los niveles. Tal ha sido también la tendencia en cuanto a la educación forestal. Los pocos elegidos que se inscribieron en la Academia de Cotta no cuentan apenas, comparados con los 10.000 estudiantes que hoy día figuran inscritos en cursos académicos forestales en todo el mundo.

Esta cifra no solamente constituye una expresión del enorme incremento de nuestra profesión durante los 150 últimos años, sino que es también una indicación del hecho de que nuestra profesión toma parte en la expansión general de toda la enseñanza. Creo que el recurso más valioso de que disponemos son los conocimientos. Cuanto más procedamos a difundir éstos, tanto mejor será el mundo.

Esta tesis democrática es aceptada en casi todos los países. Pero, al ajustar nuestro mecanismo educativo para que satisfaga las demandas que tal concepto determina, nos exponemos a estorbar el desarrollo intelectual de los mejores estudiantes. La libertad de enseñanza que es un tesoro tan apreciado en muchas universidades europeas es probable que padezca con esta enseñanza en masa. Además, el sistema de tutela que se practica con tanto éxito en varios colegios superiores de Gran Bretaña y de América, no se presta fácilmente a la educación de grandes grupos de escolares.

Si importante para la sociedad es la educación para todos, igualmente importante es que ello no sea en detrimento de la educación de los individuos mejor dotados. Existe una importante necesidad de dirigentes en casi todos los campos de actividad del hombre, incluido el forestal. En nuestro intento de abrir de par en par las puertas de la enseñanza a los más, no debemos descuidar el desarrollar los talentos de los mejor dotados.

Escapa al alcance de este trabajo el discutir cómo puede satisfacerse en parte este objetivo en los primeros estudios escolares y en la enseñanza básica superior. Por tal razón, me limitaré a las oportunidades que ofrece la instrucción de los post-universitarios, llamados también con frecuencia licenciados o graduados.

Los programas de estudios que ofrecen en todo el mundo las escuelas académicas forestales se caracterizan, en mi opinión, por un cúmulo de cursos técnicos que tienen por objeto preparar a los estudiantes para determinados puestos dentro del país a que pertenece la escuela. En tal programa queda poco espacio para una enseñanza general que ensanche la visión de los estudiantes y les ofrezca una perspectiva mejor de los bosques y de la ciencia forestal en relación con nuestra cultura.

Esta necesidad de cursos de instrucción general puede no ser tan aguda si el programa de estudios precedente a la enseñanza forestal incluye una base cultural completa o cuando la escuela de montes forma parte de una universidad capaz de proporcionar las grandes ventajas culturales que están en condiciones de ofrecer las universidades. Esta última idea presupone que a los estudiantes de montes se les da la oportunidad y se les estimula a participar en la vida intelectual y cultural de la comunidad academice.

Otra cuestión que suele ser característica de los programas de estudios forestales para no titulados es la falta de conocimiento del valor de la investigación. La actividad forestal es un arte y a la forma de practicarla se da a veces más importancia que al porqué de la misma. En ocasiones, se ha acusado a la enseñanza forestal superior de buscar más la formación profesional que la educación académica.

Finalmente, puede decirse que gran parte de la educación forestal da la impresión de tener un carácter « provinciano ». A los estudiantes se les proporciona una instrucción que está estrechamente encaminada a satisfacer las necesidades de sus respectivos países o, lo que ocurre con mucha frecuencia, las de la parte del país en la cual está emplazada la escuela.

Esta acusación de tender hacia la formación profesional puede relacionarse más bien con las bases empíricas de varias de las más importantes disciplinas de la ciencia forestal que con fundamentos experimentales, tales como los que estamos comenzando a crear ahora.

Sorprende el ver en qué forma tan diferente se realizan en las distintas partes del mundo las prácticas forestales. Esto ofrece un contraste neto con lo que sucede en otras profesiones, como la ingeniería, la medicina y la arquitectura. Tomemos como ejemplo la construcción de un puente moderno. Hoy día, un puente moderno se construye casi idénticamente, lo mismo si es en Africa como en Europa o América. Los tratamientos médicos son esencialmente los mismos dondequiera que se practique una medicina moderna. Sin embargo, no hace mucho, cuando prevalecía la costumbre de los médicos locales o de los curanderos populares, el tratamiento de las dolencias humanas variaba mucho de un punto a otro del mundo. Incluso la arquitectura moderna está adoptando principios básicos comunes. Las casas modernas del Japón, Alemania y Escandinavia presentan una notable uniformidad en los conceptos del proyecto, aunque se deje gran margen para satisfacer los gustos y la tradición locales.

Estoy seguro de que ustedes convendrán en que la ciencia forestal no ha llegado tan lejos. Muchos conceptos básicos de ella son interpretados en forma diferente bajo condiciones similares. Las masas forestales situadas en idénticas condiciones climáticas, biológicas y económicas son tratadas a menudo en formas que presentan grandes variaciones. Conceptos tales como la densidad de masa o vuelo óptimo para situaciones dadas se aplican muy diversamente en igualdad de circunstancias. Desde luego, no deja de ser natural que los conceptos y la aplicación de la responsabilidad pública hacia los recursos forestales varíen grandemente según los distintos sistemas políticos y las distintas tradiciones de ordenación de aquellos. Pero, cuando únicamente entran en juego factores técnicos, cabe esperar que se acepte y aplique el concepto más lógico.

El hecho de que no se encuentre una aceptación generalizada de los conceptos en silvicultura responde, en mi opinión, en parte, a la falta de intercambio internacional en nuestra profesión y, en parte, a la falta de suficientes estudios superiores para nuestros alumnos forestales mejor dotados, es decir, aquellos que están capacitados para beneficiarse de tales estudios post-universitarios sobre una base internacional.

Existe hoy día la exigencia de tal enseñanza internacional en materia forestal. Para demostrarlo quiero solamente referirme a una institución, la escuela de montes de Nueva York, en la cual trabajo. En ella, en el pasado curso académico teníamos 45 alumnos extranjeros. Esto representaba el 33 por ciento del número total de nuestros estudiantes post-universitarios. Es más que probable que en otras escuelas la situación sea semejante. Esto nos lleva a formular una pregunta básica: ¿cómo deben proyectarse y organizarse tales estudios post-universitarios de la ciencia forestal mundial ?

A diferencia del estudiante no titulado, el post-universitario debe contar con la máxima libertad para elegir los cursos que satisfagan sus necesidades individuales. Esta flexibilidad para formular un programa destinado a estudiantes titulados puede ser difícil de lograr cuando el estudiante procede de un país extranjero y no está familiarizado con el que le ofrece la nueva institución ni con las costumbres locales. En estas condiciones, resulta difícil para el encargado de asesorarle, el ayudar a elaborar el mejor programa posible para él. Incluso la evaluación de su anterior historial académico presenta muchos obstáculos.

Tenemos que reconocer también que los programas de estudios de los institutos de segunda enseñanza que son los que le proporcionan el material básico para los ulteriores estudios varían grandemente de un país a otro. No solamente varían en cuanto a contenido y calidad, sino que, incluso en la duración de los estudios, puede haber diferencias que lleguen a ser hasta de un 25 por ciento.

Ya sabemos que los programas de las escuelas especiales de montes de los distintos países presentan grandes diferencias - diferencias mucho mayores que las que encontramos en los estudios profesionales de ingeniería y de medicina en todo el mundo. Parte de tales diferencias puede ser explicada por los tipos de montes y de terrenos que caracterizan a un determinado país. En Suiza, la ingeniería forestal constituye una parte importante necesaria del programa de las escuelas forestales. En Finlandia la ordenación de montes pantanosos es un tema optativo. Los países en los que el objetivo primordial de sus actividades forestales es la regeneración, dedican gran importancia a la silvicultura. Los países que se encuentran en la fase transitoria entre la extracción y la reproducción forestal, dedican relativamente más importancia al aprovechamiento y menos proporcionalmente a la silvicultura y a las ciencias que le sirven de base.

Hasta cierto punto, estas diferencias pueden ser atribuidas al espíritu profesional ya mencionado que puede encontrarse en la enseñanza forestal. Sin embargo, cuanto más ahondamos en los principios básicos, tanto más descubrimos todo lo que éstos tienen en común.

A mi entender, el momento es oportuno para organizar conferencias especiales internacionales sobre los programas de estudios forestales. Esto sería una gran ventaja para nuestra profesión.

En el momento actual, la preparación de programas de estudios post-universitarios para los alumnos internacionales de montes es difícil y requiere un gran conocimiento por parte del que actúa de asesor. Este, no solamente debe saber cuáles son los cursos y posibilidades de investigación de que se dispone, sino que debe ser también capaz de apreciar las diferencias de formación básica que se encuentran, tratándose de un grupo cosmopolita de alumnos.

Por suerte, los estudiantes en materia forestal mundial disponen ya, por lo general, de una madurez relativa y tienen objetivos concretos a la vista. Pertenecen a lo más selecto de su escuela o grupo profesional. En situaciones ideales, tales estudiantes pueden incluso formular su propio programa, esbozar su problema de investigación e incluso elegir sus propios asesores. Esto representa el ideal para el trabajo post-universitario: la mínima orientación posible por parte del asesor y la máxima iniciativa posible por parte del estudiante. Esta es como debería ser.

Idealmente, el estudiante debería comportarse y ser considerado como un colega joven del profesor en su búsqueda común por la verdad. Nosotros sabemos que en la práctica este ideal no es lo corriente. Los estudiantes buscan orientación y, en realidad, la prefieren en muchos casos, a tomar iniciativas y responsabilidades por su propia cuenta. Los profesores descubren pronto que es más cómodo dirigir que aconsejar. Efectivamente, los estudiantes titulados son considerados y tratados a veces solamente como ayudantes. En tales circunstancias, es muy posible que el estudiante compruebe que su propia investigación, capacitación y desarrollo educativo resultan muy retardados.

Independientemente de los niveles de instrucción y de exigencias que requiere el lograr un determinado título, al estudiante titulado en materias forestales mundiales deberá dársele tanta libertad de oportunidad de estudios como sea posible a fin de que pueda satisfacer debidamente sus necesidades particulares. Esta libertad no solamente deberá incluir la elección de los cursos forestales reconocidos, sino también la elección de cursos en materias muy alejadas de las que generalmente se consideran como parte integrante del programa de estudios de un técnico forestal.

Muchos estudiantes llegan a los estudios superiores para profundizar sus conocimientos sobre una limitada especialidad concreta y para investigar un problema elegido por ellos. Dichos estudiantes buscarán fundamentalmente aquellos cursos que estén estrechamente relacionados con su especialización y, como regla general, la mayoría de su tiempo lo emplearán en la investigación, dedicando sólo poca parte de aquél a los estudios regulares. El objetivo final que se proponen dichos estudiantes en sus estudios suele ser el de conseguir un título superior como, por ejemplo, Doctor.

Pero, existe un segundo grupo de estudiantes que tienen unos intereses más vastos. Se preparan para ocupar puestos de responsabilidad en un campo profesional más extenso. Confían en tener que tratar con gentes pertenecientes tanto a su profesión como ajenas a ellas. En último término, pueden llegar a tener que ser los intérpretes y asesores en materia forestal de los dirigentes de su colectividad o país. Incluso pueden tener que asesorar sobre la legislación referente a materias forestales.

Tales estudiantes es posible que estén interesados en los cursos sobre sociología, relaciones humanas, historia, derecho natural o político, además de estarlo en los cursos superiores en materia forestal. Su deseo será el de perfeccionarse no sólo como técnicos forestales, sino también como personalidades humanas de amplios conocimientos que saben apreciar profundamente las necesidades de nuestra civilización. Dentro de nuestra propia profesión debemos tener dirigentes capaces de desarrollar, presentar y, a voces, defender el lugar de la silvicultura en la sociedad.

Un tercer grupo de alumnos entre aquellos a quienes se destina un programa para post-universitarios en materia forestal mundial comprende especialmente estudiantes que desean prepararse para participar en la labor de asistencia forestal que actualmente patrocinan las Naciones Unidas y determinados países. Tales estudiantes desearán, además de sus propias especialidades, estudiar la economía de la silvicultura mundial y la geografía agrícola en escala mundial. Es posible que deseen participar en algunos de los varios programas sobre la vida internacional. Quizá se inscriban en cursos como el de « Cuestiones ultramarinas » desarrollado por la Maxwell Graduate School of Citizenship and Public Affairs en la Universidad de Siracusa, para mencionar solamente uno de los precursores en este terreno.

Es dudoso que los cursos técnicos para estudiantes en materia forestal mundial tengan como mira las actividades aplicadas, al menos en medida importante. El objetivo principal de ellos deberá ser los principios fundamentales. La parte aplicativa es, sin embargo, grandemente útil para ilustrar los principios. Pero los fundamentos de la ecología forestal, la silvicultura, la economía forestal, la ordenación de montes, la tecnología de la madera, la ordenación de la vida silvestre, los aspectos recreativos del monte, la ordenación de cuencas hidrográficas, etc., son universales. Las aplicaciones son innumerables y deben estudiarse en el propio lugar.

Uno de los métodos más provechosos de enseñar a grupos tan heterogéneos como los que pueden encontrarse en un programa forestal mundial está constituido por el seminario. En su forma ortodoxa-un profesor que actúa con un grupo de estudiantes que realizan investigaciones - se pueden obtener excelentes resultados. Los seminarios se prestan por sí mismos mejor que cualquier otra forma de enseñanza a estimular la participación activa de los estudiantes. Cada uno de los participantes en el seminario realiza investigaciones e informa sobre una fase de un problema común, y el grupo, en su totalidad, discute el informe de cada estudiante y examina el problema en su conjunto. Los seminarios proporcionan también una oportunidad para que los profesores externos, los participantes del extranjero, los forestales del país, así como los científicos forestales, que son especialistas en ciertas fases de esta ciencia, presenten una serie de temas de interés actual. Tales estimulaciones añaden vitalidad y variedad al programa del seminario y son muy adecuadas en tal programa. Las diferencias de opinión y de impresiones incitan a los estudiantes a discurrir.

Independientemente del tipo de programa de enseñanza, el factor más importante en toda empresa docente es el profesor. Una institución de enseñanza es buena si la calidad de su profesorado lo es. La biblioteca, los laboratorios, el material y, en el caso de la enseñanza forestal, los bosques del centro docente, constituyen importantes elementos educativos. Pero ninguno de estos elementos puede compararse en importancia educacional con la capacidad del profesorado para inspirar y guiar a los estudiantes a lo largo de las sendas del saber.

En un programa forestal mundial, es indudablemente necesario que el profesorado tenga criterios e intereses de amplitud mundial. Sería preferible que algunos de ellos se hayan formado profesionalmente y preparado culturalmente, total o parcialmente, en otros países, y que todos ellos hayan realizado trabajos o viajes profesionales en el extranjero. En Siracusa, quince de los miembros del claustro de profesores han cursado total o parcialmente sus estudios oficiales en doce países distintos. Es cierto que, en una facultad heterogénea, se pueden plantear problemas, tanto profesionales como personales, pero, lo mismo que ocurre con los estudiantes, la diversidad de formación y de criterio constituye una base para estimular y lograr una meditación fértil en cualquier profesión.

Los profesores externos que den cursos regulares o dirijan seminarios en su especialidad, pueden aportar contribuciones valiosas a un grupo de estudiantes titulados y al profesorado de plantilla. Los primeros pueden participar en un programa de intercambio y encargarse de cursos que correspondan al programa de estudios ordinarios. Esto no siempre puede ser fácil para el profesor externo, o beneficioso para la institución, si aquél tiene que enseñar materias fundamentales del programa y no dispone de conocimiento previo del contenido y métodos aplicados en los cursos que tienen relación con el suyo. Es mucho mejor para todas las partes interesadas que el profesor visitante ofrezca cursos y lecciones sobre su propia especialidad. Tal procedimiento le dará a él también más oportunidades para llevar a cabo investigaciones y estudios personales que constituyen, por lo general, uno de los principales objetivos de tales visitas. Actualmente, son ya muchas las universidades que destinan fondos para el empleo de tales profesores externos. Constituiría una gran ventaja para nuestra profesión si se pudiera disponer de tales profesores en las escuelas forestales de todo el mundo en número mayor que en la actualidad.

Probablemente la mayoría de los estudiantes post-universitarios preferirían inscribirse en una sola escuela durante el período completo de estudios para titulados. A veces, el colegio en donde se obtuvo la enseñanza preuniversitaria puede ser el mejor sitio para realizar la investigación concreta que interesa al estudiante. Puede ser éste el lugar mejor para seguir los cursos superiores que completen su educación profesional. Sin embargo, en muchos casos es aconsejable un cambio de enseñanza. El pasar a una nueva escuela le hará encontrarse con nuevos profesores, nuevo ambiente y nuevos impulsos que estimularán su desarrollo educativo. En las universidades alemanas es una norma corriente el incitar a que, incluso los estudiantes no titulados, se inscriban durante uno o más semestres en una escuela distinta de aquella en la que realizan la mayor parte de sus estudios. En toda Europa, y aun más en América, se aconseja a los estudiantes post-universitarios a que realicen su trabajo en nuevos ambientes docentes.

Por lo que se refiere a la labor para post-universitarios en materia forestal mundial, tal sistema puede ser ampliado todavía más. En mi opinión, podrían establecerse acuerdos cooperativos entre las diversas escuelas forestales o escuelas situadas en distintos países. Estos acuerdos de colaboración referentes a la enseñanza post-universitaria deberían facilitar la labor posterior a la universidad de los estudiantes que asistan a dos o más escuelas en las cuales puedan adquirir méritos por una labor satisfactoria. En los comienzos, indudablemente, el título debe concederlo solamente una de las instituciones. Esta habría de ser la facultad ante la que se defendiera la tesis. En último término, sería aconsejable el pensar en que las escuelas participantes concedieran un título conjunto. Tal medida exigiría un alto grado de entendimiento y colaboración internacionales. En caso de que pudiera lograrse, contribuiría a reforzar considerablemente aquel programa.

La concesión de un título, sin embargo, no es, o no debe ser, el factor dominante. El objetivo fundamental de tales programas cooperativos habría de ser el de ayudar a los estudiantes forestales titulados a obtener las oportunidades educativas que desarrollen su capacidad intelectual al máximo y que, en cuanto sea posible, satisfagan los objetivos de aquellos, a la vez que proporcionen una auténtica oportunidad de instrucción en materia forestal mundial.

Debiera ser posible que los estudiantes no solamente siguieran cursos y seminarios regulares en la institución participante, sino también que recogieran datos investigativos en los distintos lugares en donde estudian. Esto no tendría que hacerse naturalmente en todos los casos, pero hay muchos estudios en las distintas disciplinas de la cuestión forestal y sus ciencias básicas que se prestan a tratamiento distinto en diferentes condiciones climáticas, biológicas y económicas. La investigación por tales procedimientos internacionales podría contribuir considerablemente a una mayor inteligencia entre los forestales de todo el mundo y a reforzar la ciencia forestal mundial.

Las personas que disponen de esta preparación-enseñanza preuniversitaria en su propio país, estudios post-universitarios en dos o más escuelas forestales del extranjero-dispondrían de una base de formación excelente para sus carreras profesionales.

A su propio país, aportarían nuevos impulsos, nuevas técnicas y nuevos conceptos que podrían dar por resultado el mejoramiento de la investigación, de la enseñanza y de las prácticas aplicadas.

En caso de que prefirieran trabajar en el extranjero, llevarían consigo una buena preparación, tanto por lo que se refiere a la educación general de carácter internacional, como a la enseñanza específica en materia forestal.

La civilización que estamos creando y que tenemos que crear es de carácter internacional. Tenemos que adoptar los mejores criterios y prácticas posibles independiéntemente de su procedencia. Es justo que queramos conservar las tradiciones nacionales atrayentes. Pero, en lo que se refiere a la mayor parte de nuestra cultura, tenemos que pensar, ensayar, rechazar y adoptar continuamente teorías y prácticas que puedan contribuir a dar forma a un mundo mejor para la humanidad.

La cooperación entre las escuelas forestales de todo el mundo, en el sentido indicado en este trabajo, forzosamente tendrá que ser más costosa. Ello se deberá a los gastos de viaje para asistir a las reuniones, a los gastos del intercambio de profesores, a los gastos administrativos, a la posible publicación de trabajos incluyendo la formulación y catalogación de los objetivos, y el alcance y medios del programa. Los viajes y gastos de estudio e investigación de los estudiantes representarán una de las partes más importantes de estos mayores gastos.

Por suerte, existen fundaciones privadas entre cuyos objetivos figura el apoyar tales propósitos de enseñanza internacional. Cuando se pueda lograr un acuerdo entre grupos de escuelas forestales que estén dispuestas a cooperar en la ampliación de la enseñanza post-universitaria, se podría solicitar ayuda económica de tales instituciones filantrópicas.

Parece también posible que algunas de las grandes compañías que emplean técnicos forestales en varias partes del mundo tengan interés en otorgar becas de estudio, tanto para la investigación como para la enseñanza. Tales compañías, de las cuales existen muchas en el mundo, precisan de hombres con una preparación amplia e internacional. Además, pueden comprobar con mucha claridad los beneficios de establecer contactos y enlaces con las instituciones de enseñanza para la investigación.

Debiera ser posible el establecer una cooperación mucho más íntima entre las escuelas forestales del mundo de la que existe actualmente en 1960. Nosotros no estamos haciéndonos competencia. Tenemos una enorme tarea ante nosotros, como todos sabemos, si pensamos en los recursos forestales del mundo, las condiciones en que se encuentran, la forma en que se utilizan y la enorme necesidad que el mundo tiene de nuestros montes.


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