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1. INTRODUCCION

1.1 Objetivos generales

El elaborar una estrategia para asegurar la utilización sostenible de los recursos marinos vivos y su medio ambiente constituyó sólo un de los aspectos de las relaciones del hombre con la biosfera abordados en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Río de Janeiro, junio de 1992). Ahora bien, este aspecto plantea problemas peculiares para una ordenación internacional colaborativa que no son aplicables a la mayoría de los entornos terrestres, donde desde hace ya tiempo está establecida normalmente la propiedad de los recursos y de su medio ambiente, así como la responsabilidad correlativa de su ordenación. Lo que es urgentemente necesario ahora es resolver el problema de cómo fijar las condiciones para un desarrollo sostenible de los recursos marinos vivos dentro del marco actual de derechos y responsabilidades para las distintas áreas marítimas y sus recursos. Los inicios de un consenso sobre este tema datan realmente de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, de 1982 (Naciones Unidas, 1983)1, que a la mayoría de los Estados signatarios sirve de base para la legislación nacional e internacional pertinente y la práctica estatal. La Convención entró oficialmente en vigor en noviembre de 1994.

Ello no obstante, muchos de los Estados ribereños signatarios de la Convención todavía no han evaluado suficientemente el potencial de los recursos de que disponen, ni han desarrollado estrategias para asignar a sus ciudadanos los derechos y las responsabilidades en materia de recursos marinos dentro de las zonas marítimas bajo sus respectivas jurisdicciones o soberanía (sobre todo, en las zonas económicas exclusivas). Tampoco han decidido todos ellos las condiciones de acceso a los buques de pesca abanderados en el extranjero. Son todavía menos los que han elaborado unos marcos para la colaboración necesaria con países vecinos que comparten los mismos recursos unitarios y están interesados en proteger su medio ambiente marino común.

En el plano técnico, el hecho de que los recursos vivos de siete décimas partes de la superficie del orbe (es decir, los océanos y los mares) estén integradas por comunidades de animales silvestres, diferencia el empleo de estos recursos y su medio ambiente de los sistemas artificiales de mono o policultivo de plantas y animales domesticados que son característicos de gran parte de la superficie terrestre productiva y de la acuicultura marina. Por lo tanto, el desarrollo sostenible de los recursos vivos de los mares del mundo tiene más en común con la ordenación de la vida silvestre que con la mayoría de los usos de los sistemas terrestres. Simplemente se afirma el contraste entre sistemas de cría de animales domésticos y cultivo de plantas y el aprovechamiento de recursos silvestres: en el primer caso, el recurso se suele cosechar cuando llega a una edad óptima; en este último caso, la captura es la mezcla de grupos de edad, que a menudo contienen ejemplares maduros e inmaduros, y que va acompañada muchas veces de otros componentes del ecosistema, de valor comercial o no, que, cuando no se queda con quien los captura, suelen ser objeto de una mortalidad por descarte al ser devueltos al mar.

1 Citada en este documento como “la Convención de 1982”.

La experiencia demuestra que la extracción de una proporción excesivamente elevada de un recurso no renovable capturado de forma tan continua comprometerá su sostenibilidad y por lo tanto la oferta de alimentos para las generaciones futuras de seres humanos. Por este motivo, los conceptos de conservación, desarrollo y acceso tienen que conciliarse antes de poder conseguir avances importantes en la ordenación de los recursos marinos.

1.2 Desarrollo sostenible y pesquerías naturales

Cualquier debate sobre el desarrollo sostenible (véanse definiciones más abajo) del medio ambiente marino y de sus recursos lleva forzosamente a tener que familiarizarse con toda una serie de aspectos técnicos, especialmente, en lo que respecta a los recursos marinos vivos, su biología y su entorno. Para evitar un largo vocabulario y unas explicaciones técnicas extensas en el cuerpo principal de este documento, se remite al lector al Anexo I, donde se da un breve glosario de algunos de los principales términos y conceptos utilizados en este capítulo. Ello no obstante, hay que definir y analizar inmediatamente algunos términos y conceptos fundamentales.

Dada la estrecha relación existente entre recursos y su medio ambiente, y para mayor comodidad, el término recursos en adelante se utilizará en general para referirse a las especies marinas vivas que son potencial o efectivamente objeto de explotación por el hombre para obtener alimento, piensos, fertilizantes o para la producción de otros productos valiosos o de uso, quedando bien entendido que un recurso marino vivo no puede disociarse de su entorno. Además, el término pez se empleará en general para comprender no sólo el pez propiamente dicho, sino también los mariscos y los otros grupos de organismos vivos que se aprovechan para uso o consumo humanos.

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la definición de conservación que aparece en la “Estrategia Mundial para la Conservación” (UICN, PNUMA y WWF, 1980), reza así: “la gestión de la utilización de la biosfera para el ser humano, de tal suerte que produzca el mayor beneficio sostenible para las generaciones actuales, pero manteniendo su potencialidad para satisfacer las necesidades y las aspiraciones de las generaciones futuras.”

En el mismo documento se define el desarrollo como “la modificación de la biosfera y la aplicación de los recursos humanos, financieros, vivos e inanimados en aras de la satisfacción de las necesidades humanas y para mejorar la calidad de la vida del hombre”. La incompatibilidad manifiesta de estos dos procesos ha dado lugar a la idea de desarrollo sostenible, que se analiza a continuación.

La noción de desarrollo sostenible ocupó el centro del debate en la Conferencia de las Naciones Unidas de 1992 sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, de Río de Janeiro. La necesidad de sostener mejoras en el bienestar humano, y al propio tiempo aplicar políticas compatibles con la capacidad del entorno mundial para sostenerlas a largo plazo, ha llevado en estos últimos años al ideal del desarrollo sostenible. Este concepto encierra la idea de “progreso”, que es la fuerza motriz de los cambios impulsados por la tecnología desde mediados del último siglo junto con la idea de “estabilidad”, que es la capacidad de la humanidad de recabar unos beneficios constantes de un ecosistema a lo largo de un período indefinido. La noción más limitada de desarrollo comprende, por lo tanto, la noción de explotación o recolección de los recursos naturales; sin embargo, esta explotación debe estar limitada por la capacidad del recurso explotado y su medio ambiente natural de resistir a los efectos de la explotación, para que ese desarrollo pueda ser sostenible. El pretender conseguir un “progreso” sin restricciones ha repercutido negativamente en el medio marino y terrestre; en este documento se exponen brevemente esas repercusiones negativas para el medio ambiente marino pero sin entrar en detalles.

Se han dado varias definiciones de este nuevo enfoque, ecológicamente más idóneo del desarrollo. La definición de desarrollo sostenible adoptada por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en 1987 (Anon, 1987) es tal vez la más sencilla:

“El desarrollo que cubre las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas propias”.

En esta definición se reconoce que los sistemas axiomáticos de la sociedad están en constante cambio,al igual que el respectivo valor que se asigna en cada momento a un recurso vivo concreto.

Una definición más explícita de los sistemas acuáticos y terrestres, aprobada por el 94° período de sesiones del Consejo de la FAO, es la siguiente:

“El desarrollo sostenible es el manejo y conservación de la base de recursos naturales y la orientación del cambio tecnológico e institucional de tal manera que se asegure la continua satisfacción de las necesidades humanas para las generaciones presentes y futuras. Este desarrollo viable conserva la tierra, el agua y los recursos genéticos vegetales y animales, no degrada el medio ambiente y es técnicamente apropiado, económicamente viable y socialmente aceptable”.

Evidentemente, esta definición coloca la satisfacción de las necesidades humanas en el centro, y reconoce, como lo hace el concepto de la equidad intergeneracional mencionado en la CNUMAD, que los pescadores tienen el derecho a buscar su sustentamiento, pero también la responsabilidad de procurar que sus descendientes, y las generaciones posteriores tengan perspectivas análogas. Claramente, para satisfacer esta declaración de equidad será necesario que los pescadores dejen el recurso “en el mismo estado en que lo han encontrado o casi”. Para conseguir este resultado, la FAO está elaborando un Código de Conducta para la Pesca Responsable a solicitud de sus Estados Miembros, que la expresaron por primera vez en la Conferencia de Cancún de 1993 (FAO, 1992c).

La definición del Consejo de la FAO sobre el desarrollo sostenible se refería fundamentalmente a la captura de recursos, pero también podía aplicarse a fines de esparcimiento y recreación de otro tipo, que no conducen primariamente al agotamiento de los recursos. La definición se propone claramente abarcar tres tipos principales de actividad:

  1. las actividades que están comprendidas en el concepto clásico de desarrollo, a saber: el crecimiento económico que deriva de recursos recientemente explotados, sin comprometer la capacidad de la base de recursos y su medio ambiente para sostener la explotación;

  2. cualquier modificación del nivel de aprovechamiento de los recursos que ya están siendo explotados, al propio tiempo que se diversifica su empleo para hacer la explotación más productiva y rentable, y se atenúan los efectos del aprovechamiento de los recursos en otros elementos del ecosistema y en otras empresas humanas;

  3. la rehabilitación de los ecosistemas degradados por una explotación destructiva anterior de suerte que se restablezcan para su utilización productiva.

Es evidente que la sostenibilidad se refiere a los recursos y también a la pesquería que los explota (Christie, 1993). Sin embargo, en el contexto marino hay que tener presente que sostener un recurso y sostener una pesquería basada en ese recurso, bajo muchos aspectos, objetivos independientes.

¿En qué medida y bajo qué condiciones, los criterios antes mencionados son objetivos viables para el aprovechamiento de la vida marina por el hombre, y hasta qué punto y siguiendo qué estrategias ese desarrollo sostenible es un objetivo factible para la ordenación de los recursos marinos? En este documento se trata de responder a estas preguntas y de plantear algunos temas afines que serían objeto de debate en el futuro. Con todo, es evidente que la conseccución de un desarrollo sostenible entrañará una larga lucha, en que cada país irá aprendiendo muchas lecciones difíciles al tratar de aplicar los principios generales a su situación concreta.

Aparte de la pesca, existen otras actividades humanas, así como cambios naturales, que repercuten en el medio ambiente marino y, por lo tanto, en los recursos marinos vivos que contiene. Ciertos recursos marinos vivos y ecosistemas marinos resisten bien a los efectos de algunas de estas actividades sobre el medio ambiente marino, en cuyo caso se suelen describir como “robustos”. Otros ecosistemas y recursos marinos poseen escasa resistencia y se suelen denominar “frágiles”. Como hay que espeifier el sistema y la fuente o cause de tales efectos, estos términos suelen resultar fútiles o vagos, pues los ecosistemas llamados “frágiles” han tenido casi tanto éxito en sobrevivir hasta ahora, como los “robustos”. Se prefiere el término “susceptibles” dado que habrá que especificar los factores concretos que influyen en el recurso.

Sherman y Solow (1992) han definido la susceptibilidad de un recurso marino o de un ecosistema a los cambios inducidos por fuerzas exteriores, como insumos contaminantes o cambios climáticos. Partêndo del concepto de “salud” del ecosistema,consideran que dicho término describe la resistencia, estabilidad y productividad del ecosistema en relación con su estado cambiante. Constanza (1992) estimaba que, para que un ecosistema fuera saludable y sostenible, había de mantener su actividad metabólica, su estructura interna y su organización, y resistir al estrés externo a lo largo de unas escalas considerables de tiempo y espacio. Estas condiciones de salud y sostenibilidad pueden apreciarse en función de cinco variables: diversidad, estabilidad, resistencia, producción y rendimiento. Rapport et al., (1985) y Berkes et al. (1993), entre otros, han considerado con algún detalle el comportamiento de los ecosistemas sometidos a tensión.

Explotar los componentes de un ecosistema significa aprovechar el flujo constante de energía y materiales producido por la fuente primordial de la mayor parte del material orgánico, utilizando la energía solar por fotosíntesis, según se avanza en la trama o red alimentaria hasta llegar a los depredadores apicales. Esta cadena alimentaria puded considerarse como una “estructura de disipación” termodinámicamente hablando (Caddy y Sharp, 1984): el aprovechar un eslabón de la cadena alimentaria de forma demasiado intensiva puede hacer que la energía se desvíe hacia otros componentes de la misma que tal vez no sean tan idóneos para satisfacer las necesidades humanas.

Los índices de diversidad son medidas de riqueza (en número de especies de un sistema), y en cierto grado, de regularidad (varianzas de la abundancia local de las especies) (Pielou, 1975). Por lo tanto, son indiferentes a las sustituciones de especies, que pueden,sin embargo, reflejar tensiones del ecosistema (como las debidas a una elevada intensidad de pesca) (Pielou, op.cit.; Rapport et al., 1985).

La estabilidad encierra la capacidad de todas las variables características de una población/ecosistema de volver a unos valores iniciales de equilibrio después de una perturbación que desplaza ese equilibrio. (El sistema es localmente estable si la vuelta de esos valores responde a perturbaciones locales, y globalmente estable si lo es cuando todas las perturbaciones locales desaparecen al agregarse en toda el área de la especie). Conviene observar que la idea que se ha tenido hasta ahora de un estado de equilibrio o “estado de reposo” al que las poblaciones vuelven después de interferencias, no es tan bien aceptado por los oceanógrafos y científicos marinos. Las fluctuaciones a largo plazo son más típicas, muchas veces a lo largo de décadas (Lluch-Belda et al., 1992), a las que puedan agregarse ahora los efectos del cambio climático en los sistemas marinos (Ramanathan, 1988; Bakun, 1990).

La resistencia es el índice de retorno de una población/ecosistema estable a su equilibrio no perturbado (Pimm, 1984), O, dicho en términos más generales, la capacidad de un sistema de mantener su estructura y pautas de comportamiento ante una perturbación (Holling, 1986).

La Producción en sentido es la biomasa generada por la población o ecosistema por tiempo unitario, independientemente de que se explote o sea consumida dentro de la red alimentaria por otras especies (Allen, 1971). Nos referimos a menudo sin embargo a “producción pesquera”, que se entenderá normalmente en el sentido de incluir la biomasa recolectada.

El rendimiento es la cantidad de biomasa que puede recolectarse sin comprometer la capacidad de la población/ecosistema para regenerarlo. La expresión rendimiento sostenible se emplea de la veces en ese mismo sentido, como el rendimiento que puede recogerse sin comprometer la continuidad de la producción pesquera (Gulland, 1977); aunque hay que señalar al mismo tiempo que la experiencia moderna demuestra que no se trata de un valor constante, pues varía constantemente con arreglo a los cambios del régimen climático.

Además del glosario que aparece en el Anexo I y en el que se trata de definir algunos otros términos útiles, en el Anexo II se da una lista de siglas, y en la sección 8 se ofrece una lista de bibliografía escogida para más información sobre los temas aquí examinados.

Los tipos de respuestas que probablemente se producirán en la población de una especie, y por consiguiente en un ecosistema en su conjunto, son, por ejemplo, la redistribución (para evitar una situación medioambiental desfavorable), variaciones de la tasa de crecimiento, índice de mortalidad, fecundidad, reclutamiento y en términos de desarrollo sostenible; es evidente que un conocimiento mejor de la susceptibilidad ecológica de un recurso a las fuerzas que determinan los cambio medioambientales constituye una piedra angular de una buena ordenación pesquera (Caddy y Sharp, 1986). Se ha puesto en tela de juicio la consecución de un estado constante de desarrollo de cualquier tipo (p. ej., véase Simon, 1989) y por lo que respecta a las pesquerías marinas es evidente que son pocas las pesquerías cuyas tendencias de desembarques registran alguna forma de estabilidad (Caddy y Gulland, 1983; Hilborn y Walters, 1992), de forma que el paradigma actual de los recursos muestra amplias fluctuaciones al unísono con los cambios del medio ambiente y los ciclos económicos, lo que da lugar a planes de inversiones en flota que divergen considerablemente de una situación constante (Caddy, 1993b).

Figura 1

Figura 1. Primera vista global de la distribución geográfica de la producción vegetal (el fitoplancton) de los océanos, base de las cadenas alimentarias que dan lugar a las pesquerías marinas. Es la adaptación de una imagen compuesta de la producción oceánica de clorofila, basadas en las imágenes de telepercepción que se preparaon en 1978–81 para el Estudio Mundial del Flujo Oceánico realizado por los Estados Unidos, con el patrocinio de la NSF/NASA (tomada de la FAO, 1994b)

La distribución de la producción biológica en los mares del mundo, así como por lo que se refiere a la distribución de los recursos vivos, dista mucho de ser uniforme (Fig. 1): la mayor parte de la producción pesquera se da dentro de las 200 millas de la tierra; por consiguiente, los recursos pesqueros marinos son muy susceptibles a los efectos de las actividades humanas.

Los efectos del desarrollo de las actividades humanas en los ecosistemas marinos tampoco han sido uniformes; algunos sistemas han mostrado una gran adaptabilidad a efectos intensos de las actividades humanas, mientras que otros han quedado ya gravemente damnificados. Por ese motivo, en este documento se tratan por separado los siguientes sectores ecológicos dentro del medio ambiente marino global,por lo que respecta al estado de los recursos y a su entorno, a sus posibilidades de desarrollo, y a las medidas clave que se consideran necesarias para fomentar un desarrollo sostenible.

Aunque algunos problemas se presentan en más de un sector ecológico, conviene distinguir los siguientes sectores:

  1. aguas costeras y estuarios: que comprenden fundamentalmente la interfaz tierra-mar y el elemento marino de la zona costera;

  2. mares costeros y de la plataforma: las márgenes de los océanos y mares abiertos entre la zona ribereña y el extremo de la plataforma continental hasta las 200 millas y/o la isó bata de 200 m (que por encima se corresponde en muchas zonas a los límites de la Zona Económica Exclusiva con arreglo a la Convención de las Naciones Unidas de 1982 sobre el Derecho del Mar);

  3. mares cerrados y semicerrados: que combinan muchas de las consideraciones aplicables a 1) y 2) supra, pero con los problemas propios de estos mares;

  4. alta mar y océano abierto: los mares más allá de la plataforma continente y/o ZEE no sujetos a jurisdicción nacional alguna;

  5. el Antártico: los mares que bordean la Antártica, a veces denominados colectivamente Mares del Sur; no están sujetos tampoco a ninguna jurisdicción nacional, pero presentan características ecológicas específicas que no son fácilmente asimilables a cualquiera de los sectores ecológicos precedentes.

Una sección aparte (la 2.6) se dedica a los problemas especiales de los depredadores apicales, aquellas especies que se hallan en la cúspide de la cadena alimentaria marina, en el ecosistema marino, y a las especies que corren peligro, muchas de las cuales son también depredadores apicales.

De los problemas especiales de cada sector se trata en las secciones correspondientes, mientras que los problemas principales comunes a todos o a la mayoría de esos sectores se abordan más adelante en este mismo documento.

Aunque el enfoque inicial se basa en cinco sectores ecológicos principales (secciones 2.1 a 2.5), tal vez sea útil también estudiar subdivisiones geográficas/ecológicas alternativas del medio ambiente marino y de sus recursos que puedan aplicarse a un análisis del desarrollo sostenible de los recursos (Fig. 2).

Figura 2

Figure 2. Tres marcos alternativos de referencia para estudios de ecosistemas marinos ilustrados para un mar semicerrado.
A: Concepto de Gran Ecosistema Marino (GEM)
B: Ordenación Integrada de Zonas Costeras (OIZC)
C: Enfoque de Cuencas de Captación Marinas (según Caddy, 1993a)

El concepto de ordenación integrada de zonas costeras (OIZC) (véase, p. ej., FAO, 1991c; Clark, 1992; Chua y Fallon Scura, 1992; Pernetta y Elder, 1993) constituye evidentemente el marco para debatir las múltiples interacciones en la interfaz tierra-mar; en la práctica, esto significa esencialmente dentro de unos 5 km de esa interfaz, aunque algunas actividades como la pesca y la minería marina tienen lugar más mar adentro, u otras, como la construcción en el litoral, las instalaciones industriales y otras actividades afectan a los intercambios en la interfaz tierra-mar, pero se dan más tierra adentro, y pueden también ser de gran importancia para el medio ambiente marino, pero no entran en el contexto clásico de la OIZC. El objetivo principal de ésta es armonizar las actividades humanas que requieren para su consecución estar próximas a la interfaz tierra-mar de suerte que se reduzca al mínimo su repercusión en el entorno de las zonas costeras y en los recursos naturales. Esta ordenación exige algunas opciones difíciles, por lo que en la sección 5.11 se trata de este tema con algo más de detalle.

El concepto de cuenca de captación marina (CCM) (Caddy, 1993a; Caddy y Bakun, 1995) tiene por objeto integrar los acontecimientos que tienen lugar dentro de las cuencas fluviales que van a parar al mar con la ecología del propio mar que recibe sus aguas. Este enfoque (que es efectivamente el adoptado para el Plan Azul del Mediterráneo y que está a la base del Convenio de Helsinki para la protección de la zona del Mar Báltico (Anon (1986); Ambio (1990), es desde luego interesante para los estuarios, lagunas del litoral y mares costeros y semicerrados donde han de integrarse las actividades en los sistemas acuáticos de aguas marinas y dulces, y donde las transferencias de materiales a un sistema marino cerrado o semicerrado tienen una influencia preponderante.

El concepto de gran ecosistema marino (GEM) (Sherman y Alexander, 1986; Sherman et al., 1990; Sherman y solow, 1992) puede muy fácilmente aplicarse a sistemas diferenciados de plataformas y mares, donde las aportaciones terrestres pueden considerarse extrínsecas al sistema marino en su conjunto. Sherman y Alexander (1986) han definido los GEM como “áreas extensas de espacio marítimo de unos 200 000 km2 o mayores que se caracterizan por una batimetría, hidrografía y productividad distintas y poblaciones con dependencia trófica”. Los GEM pueden comprender áreas de afloramiento de aguas de fondo ricas en nutrientes o consistir en grandes áreas de retención de sistemas estratificados de aguas de plataforma, corrientes de margen y otros sistemas oceánicos comparables.

Todos los marcos precedentes requieren el desarrollo de una investigación científica marina adecuada, y el seguimiento del entorno marino, sus recursos, el esfuerzo de pesca, las capturas y los desembarques. Por lo tanto, hay que prestar especial atención a estos temas.

Pocas pesquerías pueden desarrollarse de forma sostenible en un contexto aislado, incluso en los planos local y nacional, debido a las relaciones internas del medio ambiente marino. Los mercados de pescado y productos pesqueros también se han convertido cada vez más en regionales o mundiales. Por lo tanto, hace falta un marco institucional y jurídico internacional. Se trata aquí de un marco que en la práctica es definido por grandes conferencias regionales o mundiales y por las convenciones o declaraciones oficiales que derivan de ellas. En la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar se insiste especialmente en el cometido de las comisiones pesqueras regionales y de las organizaciones internacionales que se ocupan directamente de los recursos marinos. En el Programa 21 se subraya también la práctica de unas capturas óptimas y de las necesarias investigaciones que ello conlleva (véanse sección 7.3 y Anexo VII), que constituyó el resultado principal de la Conferencia sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, para la consecución de un desarrollo sostenible de esos recursos. En la sección 7.5 también se estudia la eficacia de las diversas comisiones de pesca y convenciones pesqueras.

Se dedica un capítulo importante (4) a la captura óptima de recursos; es decir, su desarrollo sostenible, que ha sido desde hace largo tiempo el objetivo principal de la ordenación pesquera. Como ya se ha señalado, se piensa que la consecución de ese desarrollo ha de lograrse a través de una pesca responsable, por la que se entiende, principalmente, la consecución de los objetivos de una ordenación pesquera racional en sentido amplio, que abarca desde el estudio del recurso y de su entorno a la elaboración y comercialización del pescado, habida cuenta para ello de factores de orden socioeconómico, jurídico y administrativo.

En oposición a la consecución de unos objetivos de ordenación pesquera racional están los efectos perjudiciales de una pesca no controlada, a lo que ahora está respondiendo la FAO mediante la elaboración de un Código para la Pesca Responsable(véase sección 4.4).

En primer lugar, los efectos perjudiciales de una pesca y crecimiento de la flota limitados, que dan lugar a una capitalización excesiva de la industria pesquera, han producido unas capturas menos que óptimas en muchas pesquerías. Hay un número relativamente pequeño de ejemplos muy conocidos como el cese de la pesca en el Mar del Norte y la recuperación de las poblaciones de platija en dicho mar después de un período de “descanso biológico” durante la segunda guerra mundial (señalado por Beverton y Holt, 1957) que no obstante se citan a menudo para demostrar que es posible que una población se recupere cuando afloja la presión pesquera. Algunas poblaciones de foca también han registrado recuperaciones análogas una vez que se ha puesto bajo control su cacería. Hay otros efectos de la pesca como los del arrastre en la flora y fauna marina del fondo del mar (p. ej., véase Van Dolah et al., 1991) que son mucho más difíciles de documentar, y que sólo actualmente están siendo objeto de más atención por parte de los investigadores.

En segundo término, subsisten grandes dificultades a la hora de pronosticar las repercusiones de las variaciones a corto plazo (estacionales) y a largo plazo (interanuales-decenales) del medio ambiente marino en los recursos. Puede que también sea necesario evaluar las relaciones entre esas variaciones y los cambios mundiales a largo plazo que se piensa están produciéndose, sobre todo, como consecuencia del llamado efecto “invernadero” (véase sección 5.10).

En tercer lugar, los efectos perjudiciales de otras actividades distintas de la pesca en los recursos constituyen una limitación para un aprovechamiento óptimo, al impedir en general que una población íctica llegue al máximo de su producción o al limitar el espacio vital que puede ocupar esa población. Estas actividades suelen ser humanas, p. ej.: construcción en la costa y minería; evacuación de los desechos urbanos e industriales de la costa y acuicultura costera; y escurrimiento natural de las tierras, directamente o a través de los ríos, y mediante la deposición atmosférica de nutrientes, efluentes industriales y plaguicidas (GESAMP, 1982; 1983; 1986; 1990; 1991) (Fig. 3).

Cada vez es más frecuente que la introducción accidental o intencional de especies exóticas, en particular especies de mareas rojas (White et al., 1984) y de organismos mayores (Hallegraff y Maclean, 1989; Granelli et al., 1990; Carlton, 1989 y Carlton y Geller, 1993), tengan notables efectos en los sistemas marinos. Un interesante ejemplo que se ha descrito recientemente es el que deriva de la introducción de una ctenofora, la Mnemiopsis leydei, a través del agua de lastre de los barcos en el Mar Negro, donde ha tenido unos efectos catastróficos en las poblaciones de peces pelágicos (GFCM, 1993).

Por último, la adopción de una ordenación integrada de las zonas costeras (p. ej., véase Chou et al., 1991) puede ayudar a servir de marco para limitar la pesca en las aguas costeras (marismas, lagunas, estuarios, mares ribereños a unos niveles sostenibles). En ese caso, las limitaciones en las capturas pueden dar lugar a un aprovechamiento óptimo, y por tanto a un desarrollo sostenible. Deberían estudiarse nuevas opciones para un aprovechamiento sostenible de los recursos en el marco de una pesca responsable y de una ordenación racional, con carácter científico sólido (p. ej., véase Chou et al., 1991).

Las relaciones internas del medio ambiente marino y la indiferencia de los organismos marinos a los límites políticos trazados por el hombre (como las Zonas Económicas Exclusivas: ZEE) exigen un marco internacional y/o intergubernamental para muchos aspectos de la investigación, la vigilancia y la ordenación pesqueras y para un desarrollo sostenible de los recursos marinos en general. En el Anexo III se da información sobre las organizaciones internacionales, las comisiones regionales de pesca y las convenciones que se ocupan de los recursos marinos y de su medio ambiente, indicando sus principales líneas de acción, las dificultades con que se enfrentan y sus exigencias para conseguir el logro de un desarrollo sostenible de los recursos marinos.

La FAO propuso en la CNUMAD un gran número de prioridades de acción para su examen por las organizaciones internacionales, las comisiones regionales de pesca y, sobre todo, los Estados Miembros de estas varias organizaciones y comisiones que son los signatarios de las convenciones correspondientes. Se resumen brevemente después de cada capítulo.


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