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Ética y globalización económica en la alimentación y la agricultura

Globalización era un término que se utilizaba con frecuencia en el lenguaje moderno, pero era difícil establecer su significado exacto. Tal vez no fuera posible, y sin duda era inútil, tratar de encontrar una definición precisa de ese término. En la reunión, la atención del Cuadro de Expertos se centró en los procesos de globalización económica en la alimentación y la agricultura. Las características principales de la globalización eran la expansión de la inversión privada extranjera en la agricultura; la elaboración y comercialización de alimentos, en gran medida, aunque no exclusivamente, a través de empresas transnacionales; y un creciente intercambio internacional de alimentos favorecido por la reducción de los obstáculos al comercio. Era necesario examinar las consecuencias de esos procesos para el medio ambiente y la subsistencia de quienes padecían hambre y malnutrición. La gran mayoría de los afectados vivían en las zonas rurales de los países en desarrollo; casi todos ellos eran pequeños agricultores y muchos de ellos eran mujeres.

Detrás de los inversores estaban las nuevas y poderosas tecnologías en las esferas de la informática, la biotecnología y la ingeniería genética. La base de la tecnología moderna era la investigación que requería mucho capital, pero la distribución de la capacidad de investigación y desarrollo tecnológico era sumamente desigual y las corrientes de inversión se concentraban en las zonas donde se obtenían mayores beneficios.

En su primera reunión, el Cuadro de Expertos había observado que el poder económico se estaba concentrando cada vez más: las 200 mayores empresas transnacionales del mundo representaban una cuarta parte de la actividad económica mundial, y a menudo quedaban fuera del control de los gobiernos en los territorios en que operaban. Eran demasiadas las personas marginadas en el mundo, y la diferencia entre los grupos más pobres y los más ricos seguía creciendo. El Cuadro de Expertos observó con preocupación los graves desequilibrios de poder derivados de la concentración de la economía en manos de unos pocos. Esta enorme disparidad de poder económico repercutía negativamente en el financiamiento para actividades de desarrollo. Los recursos se estaban orientando cada vez más hacia los intereses privados, en detrimento de las instituciones públicas.

Las oportunidades que ofrecían las formas actuales de globalización económica, consistentes en la reducción de los obstáculos al comercio, la privatización, el fomento de la inversión privada tanto extranjera como interna y la disminución de la reglamentación estaban por lo general estrechamente relacionadas con los avances en las comunicaciones y el transporte y las nuevas oportunidades técnicas. Todos estos factores permitían mejorar la eficiencia del mercado, pero sólo para quienes estaban en condiciones de aprovechar esas nuevas circunstancias. La creciente ubicuidad de las inversiones y el comercio estaba reforzando y aumentando en diversas formas la desigualdad intrínseca, que era el resultado de siglos de desarrollo desigual. La mayoría de los países en desarrollo estaban muy rezagados con respecto a los países desarrollados en cuanto al poder económico, las telecomunicaciones y el transporte. Las reglas del juego no eran las mismas para todos; los países en desarrollo se encontraban en una posición mucho más débil que los países desarrollados en los mercados mundiales. Esta debilidad tenía efectos especialmente devastadores para su población, caracterizada por grupos de agricultores hambrientos y marginados y personas sin tierras en las zonas rurales cuya influencia en las decisiones económicas adoptadas al nivel de gobierno central solía ser escasa.

Por otra parte, quienes padecían hambre y malnutrición estaban atrapados en un círculo vicioso. Un consumo de alimentos insuficiente e inadecuado daba lugar a un estado nutricional deficiente y aumentaba la propensión a contraer enfermedades y la baja productividad. La alta incidencia de enfermedades graves, como el paludismo y el VIH/SIDA, empeoraba esta situación. Al tratar de salir de una modalidad de cultivo de subsistencia, los agricultores locales tropezaban con el obstáculo de los altos costos de transacción para enviar sus productos a mercados más remunerativos. Como consecuencia de unas prácticas comerciales más liberalizadas, corrían el riesgo de encontrarse en desventaja cuando sus productos competían con los que producían y comercializaban productores no locales de manera más eficaz en función de los costos. Esta situación podía ser beneficiosa para los consumidores urbanos pobres, pero creaba problemas para los productores rurales locales. Teniendo en cuenta que la gran mayoría de las personas que padecían hambre eran agricultores, aparceros y trabajadores agrícolas de los países en desarrollo, este problema constituía una realidad que era necesario afrontar.

Un aspecto destacado de los actuales procesos de globalización era la privatización y desreglamentación de que estaban siendo objeto los servicios públicos. Este hecho tenía diversas consecuencias, algunas de las cuales planteaban cuestiones éticas difíciles de resolver. Una de esas consecuencias, que se había examinado durante la primera reunión del Cuadro de Expertos celebrada en 2000, era la disminución de los fondos públicos para la investigación agrícola. Ciertos aspectos de la investigación agrícola estaban cada vez más a cargo de empresas privadas, cuyo interés en abordar las necesidades de los pequeños agricultores de los países en desarrollo era limitado.

Otra consecuencia de la globalización del mercado de bienes y servicios era la reducción del margen para un sistema de gobierno nacional democrático. Mientras que los efectos de las decisiones que adoptaban los Estados más poderosos y las instituciones internacionales que éstos dominaban se dejaban sentir en todo el mundo, las personas que vivían en otros países tenían escasa o nula influencia –a través de votaciones o de cualquier otra forma de participación– sobre muchas de las medidas y reglamentos que les afectaban.

Lo que de hecho se observaba y se denominaba globalización era un fenómeno constituido por una serie de procesos distintos que afectaban de diferentes modos a diferentes grupos de personas. Para algunos, estos procesos tendrían efectos generalmente positivos, mientras que otros padecían tal vez sólo sus consecuencias negativas. Desde la perspectiva ética del Cuadro de Expertos, era necesario saber no sólo adónde se iba sino también adónde se quería ir. Lo ideal sería tratar de conseguir una sociedad mundial en consonancia con el Artículo 28 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que rezaba lo siguiente: «Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos.»

Las preocupaciones éticas en que se sustentaba el enfoque adoptado por el Cuadro de Expertos obligaban a esforzarse por alcanzar un equilibrio entre una libertad de acción económica acompañada de una solidaridad ética, tal como exigían los derechos humanos, y una utilización ecológicamente sostenible de los recursos naturales basada en el respeto del medio ambiente. Era necesario estudiar los efectos de las tendencias de la globalización en curso, pero más importante aún era reflexionar sobre adónde se quería ir y cómo se podía influir positivamente en la evolución actual, desde una perspectiva ética.

El mercado no podía ser el único elemento rector de los procesos sociales y económicos. Había que tratar de encaminarse hacia una sociedad mundial que ofreciera a todos igualdad de oportunidades, en lugar de centrarse en la globalización económica, que beneficiaba sobre todo a quienes desempeñaban ya los papeles más importantes en el sistema económico mundial. Era necesario un régimen de gobierno mundial que promoviera una distribución equitativa de los beneficios, especialmente para las personas actualmente desfavorecidas, y que contrarrestara los riesgos y las consecuencias negativas. Este régimen de gobierno mundial debía ser administrado de manera descentralizad por los Estados, que habían de cooperar en el seno de las instituciones multilaterales para armonizar sus intereses y garantizar una participación amplia y general, evitando la hegemonía de unos pocos Estados.

Los Estados tenían la responsabilidad primordial dentro de su territorio y debían reconocer su responsabilidad ética respecto de la prevención del hambre y la sostenibilidad ecológica. La orientación actual de la globalización tendía a reducir la capacidad de las instituciones públicas para garantizar una redistribución razonable que permitiera proteger a quienes de otro modo sufrirían las consecuencias de la transformación y darles nuevas oportunidades. En la actualidad, se observaba también una tendencia a que los bienes públicos pasasen a ser propiedad privada. Eran necesarios unos marcos legislativos apropiados para llevar a cabo una reforma que permitiera a los gobiernos cumplir con sus responsabilidades.

La globalización de los mercados debía ir acompañada de un sistema de gobierno mundial que fuera responsable y respondiera a las necesidades, a través de unas instituciones capaces de asegurar a todos el ejercicio de los derechos humanos, incluido el derecho a recibir alimentos adecuados y a estar protegidos contra el hambre. La comunidad internacional, por conducto de sus instituciones y organizaciones, debía reconocer su deber de contrarrestar las consecuencias de una globalización con reglas de juego muy desiguales, y propiciar condiciones que generasen igualdad de oportunidades para todos.

No sería posible realizar progresos importantes en la reducción del hambre en un mundo cada vez más global si los Estados y la comunidad internacional organizada no reconociesen su obligación de adoptar y aplicar unas normas adecuadas. A nivel internacional, era imprescindible reforzar la función de las instituciones multinacionales como la FAO para tener debidamente en cuenta las preocupaciones de quienes actualmente no se beneficiaban de los procesos de globalización o a quienes esos procesos pudieran incluso haber perjudicado.

Desde una perspectiva ética, debía concederse prioridad a los grupos más expuestos a la inseguridad alimentaria, asegurando al mismo tiempo que todas las medidas adoptadas con ese fin respetasen la dignidad de la persona y fuesen ecoló-gicamente sostenibles. Era necesario replantearse las cuestiones relacionadas con la globalización en función de un compromiso ético mundial que sirviera de guía a las políticas de inversión, ayuda y comercio, con objeto de conseguir el ejercicio universal de los derechos humanos, y en particular el derecho de toda persona a la alimentación y la protección contra el hambre, y que respetase la diversidad de las culturas humanas. Tal vez fuera aconsejable elaborar un código de conducta para la globalización económica con miras a evitar determinadas consecuencias negativas y a garantizar una distribución mejor y más equitativa de los beneficios para todos.

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