ARC/02/5


 

22ª CONFERENCIA REGIONAL PARA ÁFRICA

EL CAIRO, EGIPTO, 4-8 DE FEBRERO DE 2002

EL VIH/SIDA, LA AGRICULTURA Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA EN EL CONTINENTE Y EN PEQUEÑOS ESTADOS INSULARES DE ÁFRICA

Índice


I. INTRODUCCIÓN

II. DIMENSIONES DE LA EPIDEMIA

III. EL VIH/SIDA PERJUDICA A LAS FAMILIAS Y A LAS COMUNIDADES RURALES

IV. ASUNTOS INTERSECTORIALES: POBREZA, GÉNERO Y DERECHOS HUMANOS

V. EFECTOS EN EL SECTOR AGRÍCOLA Y EN LA ECONOMÍA RURAL

VI. EFECTOS A NIVEL NACIONAL

VII. ELABORAR RESPUESTAS EFICACES A LA EPIDEMIA DEL VIH/SIDA EN APOYO DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA

A. Principios rectores para responder a la crisis del VIH/SIDA
B. Limitaciones comunes para una acción eficaz

C. Elementos de un marco para combatir el VIH/SIDA mediante intervenciones de política agrícola

D. Función de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)

 


 

EFECTOS DEL VIH/SIDA EN LA SEGURIDAD ALIMENTARIA DE ÁFRICA

I. INTRODUCCIÓN

En toda la historia de África, pocas crisis han representado una amenaza tan importante para la salud humana y el progreso económico y social como la epidemia del VIH/SIDA. Este hecho resulta aún más preocupante si se tiene en cuenta que gran parte de los sufrimientos y privaciones causadas por la enfermedad podría haberse evitado. Cabe esperar que, con una acción concertada, sea todavía posible salvar vidas humanas, aliviar los sufrimientos y reducir al mínimo el empobrecimiento que frecuentemente acompaña a esta enfermedad. Con todo, es probable que la epidemia mundial de VIH/SIDA siga teniendo efectos nocivos en el desarrollo económico y social durante los años venideros.

El VIH/SIDA ya no puede considerarse exclusivamente como un problema de salud. En África se han perdido decenios de desarrollo a causa del SIDA, que ha minado de forma considerable las actividades de los países para reducir la pobreza y mejorar los niveles de vida. Es preciso desplegar esfuerzos vigorosos para afrontar las consecuencias sociales, económicas e institucionales de la epidemia del VIH/SIDA, cuyo efecto es cada vez más determinante en la nutrición, la seguridad alimentaria, la producción agrícola y las sociedades rurales del continente africano. Todas las dimensiones de la seguridad alimentaria -disponibilidad, estabilidad del suministro, acceso y consumo, respecto de los alimentos- resultan afectadas donde hay una gran prevalencia del VIH/SIDA, lo que representa una amenaza para naciones enteras.

En este documento se presentan los principales desafíos a los que se enfrentan los países africanos. Se examinan las estimaciones de la prevalencia de la enfermedad y las pautas de la propagación de la infección, y se describe la forma en que el VIH/SIDA afecta a los mecanismos comunes de subsistencia de los hogares y trastorna las comunidades. Se destaca la repercusión de esta situación en la producción agrícola y en la economía de los países. Este análisis va seguido de un examen de las medidas y las limitaciones que cabe imponer para mejorar la situación. Se sugieren enfoques para afrontar este urgente problema.

II. DIMENSIONES DE LA EPIDEMIA

Actualmente se estima que en todo el mundo hay unos 36 millones de personas infectadas por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH); más de 25 millones (aproximadamente el 70 por ciento) viven en el África subsahariana, que es por tanto la región más gravemente afectada del mundo. Como la enfermedad suele atacar a las personas con edades comprendidas entre los 15 y los 49 años, que son los miembros económicamente más productivos de la sociedad, el VIH/SIDA es un problema de importancia decisiva para el desarrollo agrícola, económico y social. Debido a que la población de los países más afectados es predominantemente rural, los efectos de la epidemia se sienten en especial en el sector agrícola.

El alcance de la epidemia del VIH/SIDA varía considerablemente en función de los países. Las estimaciones disponibles para el año 1999 indican unos índices de prevalencia que van de menos del uno por ciento, en algunas partes del norte de África y algunos estados insulares del Océano Índico, a más del 25 por ciento en Zimbabwe, Swazilandia y Botswana (véase figura 1). En general, puede decirse que el azote de la epidemia ha sido más grave en los países de África oriental y meridional. No obstante, la prevalencia está aumentado en algunos países de África occidental

Figura 1: Propagación del VIH en toda África, 1984-1999

Porcentaje estimado de 
adultos (15-49 años) 
infectados con el VIH

20,0% - 36,0%
10,0% - 20,0%
5,0% - 10,0%
1,0% - 5,0%
0,0% - 1,0%

No se dispone de

datos sobre las
 tendencias
Fuera de la región

Fuente: ONUSIDA

El SIDA afecta a diferentes sectores de la población con diferente intensidad. Por ejemplo, los estudios realizados en el África subsahariana han revelado que debido a una combinación de factores biológicos, económicos y culturales, las mujeres contraen la enfermedad a una edad más temprana que los hombres. En consecuencia, el número de mujeres portadoras del VIH supera en unos dos millones al de los hombres en el África subsahariana. La epidemia afecta de forma desproporcionada a los niños, estimándose en 13,2 millones los huérfanos a causa del SIDA. Según las previsiones, este número se duplicará en 2010.

Las diferencias geográficas dentro de los países también son importantes. La epidemia del SIDA se extiende por canales, como las carreteras y que facilitan los desplazamientos de la población y aumentan de este modo los riesgos de infección del SIDA en los pueblos que se encuentran junto a ellas. La emigración agudiza los problemas relacionados con el SIDA en las comunidades rurales, ya que los habitantes de las ciudades infectados por el VIH tienden a regresar a sus hogares rurales cuando enferman. Como el acceso a la información y a los servicios sanitarios es mucho más escaso en las zonas rurales que en las ciudades, los campesinos tienen menos posibilidades de conocer los métodos de protección contra el VIH y, cuando enferman, también tienen menos probabilidades de recibir una atención adecuada. Debido a estos factores, la amenaza del SIDA es mayor en las zonas rurales que en las ciudades.

Desgraciadamente, la prevalencia de la enfermedad está aumentando todavía en gran parte del continente africano. En algunos países, la rápida propagación de la epidemia es un trágico elemento que dificulta considerablemente los esfuerzos encaminados a paliar sus efectos. Por ejemplo, en 1984 el número de adultos infectados en Botswana no llegaba al uno por ciento, mientras que en 1999 la tasa de prevalencia nacional había alcanzado el 35 por ciento. Incluso en las regiones donde se considera que el SIDA ha tenido un efecto menor, como en África occidental, la epidemia se propaga rápidamente; por ejemplo, en Camerún la tasa de prevalencia del VIH se multiplicó por veinte en el último decenio. El África septentrional es la única parte del continente donde el alcance del SIDA sigue siendo relativamente bajo.

III. EL VIH/SIDA PERJUDICA A LAS FAMILIAS Y A LAS COMUNIDADES RURALES

El VIH/SIDA tiene efectos devastadores en las familias y comunidades rurales. Concretamente, la enfermedad supone una grave amenaza para la seguridad alimentaria de los millones de personas infectadas y de sus familias, y afecta su capacidad de producir y de comprar alimentos. Las consecuencias del VIH/SIDA se sienten en particular en los sistemas de subsistencia de los hogares afectados y varían en función de sus actividades productivas (agrícolas y no agrícolas) y del contexto económico y sociocultural en el que viven.

Efectos en la seguridad alimentaria de los hogares: el VIH/SIDA reduce la capacidad de la familia para conseguir alimentos, ya que suele cobrarse vidas sobre todo entre la población de adultos en edad productiva. De hecho, sus efectos en la mano de obra agrícola, que representa la mayoría de la mano de obra de los países afectados, han sido enormes. El VIH/SIDA también repercute en seguridad alimentaria mediante el empobrecimiento de las familias afectadas y, por ende, la reducción de su capacidad para producir y comprar alimentos. Un estudio realizado en Etiopía ha revelado que el costo de la atención prestada a un paciente de SIDA, y de las subsiguiente honras fúnebres, es superior a los ingresos agrícolas medios anuales. Por consiguiente, las familias rurales pobres venden sus bienes, incluso su ganado, para poder cuidar de los enfermos o pagar sus honras fúnebres, y gastan sus escasos ahorros, comprometiendo de este modo sus futuros medios de subsistencia. Un estudio realizado en Uganda demostró que el 65 por ciento de los hogares afectados por el SIDA se vieron obligados a vender bienes para pagar la atención médica. Las redes de seguridad tradicionales, que contribuyen a la seguridad alimentaria en tiempos de necesidad, se están desintegrando en las comunidades más gravemente afectadas donde las familias y los vecinos están demasiado abrumados por sus propios problemas para poder ayudarse mutuamente con alimentos, préstamos, trabajo en el campo, o cuidado de los huérfanos.

Efectos directos en los hogares: los estudios han demostrado que los sistemas agrícolas de mano de obra intensiva con mecanización e insumos agrícolas escasos son especialmente vulnerables al VIH/SIDA. Esta pandemia crea una carencia considerable de oferta de mano de obra entre la población en edad laboral, reduce la productividad, aumenta los costos de producción y provoca nuevos desplazamientos migratorios. La morbilidad y la mortalidad causadas por el VIH/SIDA generan un aumento considerable de los gastos de las familias rurales, como los costes de la atención médica y las honras fúnebres. Además perjudican indirectamente a la vida rural debido a la pérdida de conocimientos y experiencia valiosos. Las víctimas del SIDA no pueden llevar a cabo sus tareas agrícolas cotidianas. Los miembros sanos de la familia tienen que atender a los enfermos y dedicar menos tiempo a los cultivos. Se abandonan importantes aspectos de la labor agrícola y los campos se vuelven improductivos. A menudo, los niños se ven obligados a faltar a la escuela para ayudar a la supervivencia de sus familias, lo que también impide que este grupo vulnerable tenga acceso a una información útil y pone en peligro su futuro. Las familias campesinas perciben cada vez menos ingresos precisamente en el momento en el que más los necesitan. Cuando ha gastado los ahorros, la familia pide ayuda a los parientes, contrae préstamos o vende sus bienes de producción. La reducción de ingresos puede obligar a los miembros de los hogares agrícolas a buscar trabajo en las ciudades y esta migración del campo a la ciudad contribuye a mantener la epidemia. La pobreza también puede favorecer la adopción de pautas de conducta que aumentan el riesgo de infección, como el recurso al comercio sexual. A largo plazo, la familia puede verse reducida a los ancianos y los niños empobrecidos. Especialmente estos últimos pueden tener un limitado poder de decisión y de acceso a los recursos, así como menos conocimientos y experiencia; además, ambos grupos de edad suelen carecer de la fuerza física necesaria para mantener un hogar. Puede ocurrir que los parientes no estén en condiciones de ocuparse de los niños cuyos padres han muerto, por lo que muchos quedan abandonados a su suerte. En algunas zonas, el porcentaje de huérfanos oscila entre el 7 y el 11 por ciento. No es de extrañar que en las zonas más afectadas se haya registrado ya una grave inseguridad alimentaria aguda entre los huérfanos.

Efectos en la nutrición: En los hogares que se enfrentan al VIH/SIDA en general disminuye el consumo de alimentos. La familia puede carecer de alimentos y de tiempo o medios para preparar las comidas, especialmente cuando muere la madre. Unas investigaciones hechas en Tanzanía demostraron que el consumo de alimentos per cápita disminuía un 15 por ciento en los hogares más pobres tras la muerte de un adulto. Un estudio realizado en Uganda reveló que la inseguridad alimentaria y la malnutrición figuraban entre los principales problemas inmediatos con que se enfrentaban los hogares afectados por el SIDA dirigidos por mujeres.

Para el enfermo, la malnutrición y el VIH/SIDA pueden formar un círculo vicioso en el que la subnutrición incrementa la vulnerabilidad respecto de las infecciones y, por consiguiente, la gravedad de la enfermedad del VIH/SIDA, lo que a su vez provoca un empeoramiento del estado nutricional. Incluso cuando una persona no muestra todavía los síntomas de la enfermedad, la infección con el VIH puede deteriorar su estado nutricional. La persona puede perder el apetito, ser incapaz de absorber los nutrientes y debilitarse gravemente.

Una buena nutrición es importante para la resistencia a la enfermedad y puede mejorar la calidad de vida de los enfermos de SIDA. La aparición del SIDA, de las enfermedades secundarias y la muerte, pueden retrasarse en las personas con un buen estado nutricional. La asistencia y el apoyo a este respecto pueden contribuir a prevenir las carencias nutricionales, la pérdida de peso y la disminución de la masa corporal, y mantener el vigor, el bienestar y el nivel de autonomía del paciente, así como su autoestima.

En la mayoría de los países los medicamentos contra el SIDA y los suplementos nutricionales especiales que se necesitan o son poco asequibles o su precio no es razonable. Aunque el asesoramiento nutricional desempeña una importante función en la asistencia a los enfermos de VIH/SIDA, también es imprescindible tener un mejor acceso a los medicamentos y a la asistencia médica. La mejora del estado nutricional de los enfermos de VIH/SIDA puede contribuir asimismo a incrementar la eficacia del tratamiento, de estar disponible.

IV. ASUNTOS INTERSECTORIALES: POBREZA, GÉNERO Y DERECHOS HUMANOS

La pobreza y la epidemia del SIDA. Las víctimas del SIDA provienen de todos los estratos sociales y culturales. No obstante, los pobres son más vulnerables a sus consecuencias, ya que tienen más dificultades para recuperarse de la pérdida de un adulto productivo y de la pérdida de los recursos que su cuidado causa a la familia. La pobreza genera un entorno de riesgo que contribuye a la transmisión del VIH, vinculada a unos niveles bajos de capital humano, a una limitación de los bienes de producción y a la desigualdad de género en cuanto al acceso a los recursos. Esta situación fomenta al comercio sexual para satisfacer las necesidades alimentarias o de otro tipo. A su vez, la epidemia agudiza la pobreza rural. Este círculo vicioso es especialmente preocupante en las zonas rurales, donde vive la mayoría de los pobres de África. De este modo, la inseguridad alimentaria y la pobreza invaden comunidades enteras. La epidemia puede tener un efecto considerable en las instituciones oficiales y en su capacidad para llevar a cabo políticas y programas de asistencia a las familias campesinas. Estas instituciones pueden sufrir pérdidas considerables de recursos humanos cuando el VIH infecta a los funcionarios y a sus familias. La perturbación de los servicios hace que resulte más difícil atender las necesidades de la población afectada por el VIH/SIDA.

El VIH/SIDA y el género: la desigualdad de género es una de las fuerzas motrices que impulsan la propagación del VIH. El género determina el acceso a los recursos de producción como la tierra, el crédito, los conocimientos, la capacitación y la tecnología, que suelen obtener con más facilidad los hombres que las mujeres. Las mujeres que enviudan pueden perder el acceso que habían obtenido sus maridos o su familia, quedando así inmediatamente amenazada su subsistencia y la de sus hijos. Así pues, el SIDA agrava el desequilibrio de género existente. Las mujeres son más vulnerables al VIH, especialmente durante su juventud y adolescencia, debido a factores biológicos y sociales. Frecuentemente, las tasas de infección de VIH de las mujeres jóvenes son de tres a cinco veces más altas que las de los hombres jóvenes. Por consiguiente, para que sean eficaces, las intervenciones para reducir la propagación de la epidemia deben dirigirse tanto a hombres como a mujeres, sobre la base de perspectiva de género que permita comprender la compleja trama de funciones sociales asignadas y las relaciones entre ellas.

El VIH/SIDA y los derechos humanos: las familias y las comunidades afectadas por el VIH/SIDA suelen enfrentarse a grandes problemas para adaptarse a los efectos devastadores de la epidemia. Las familias ampliadas están en general más preparadas para hacer frente a la morbilidad y la mortalidad relacionadas con el SIDA, porque cuentan con un mayor número de adultos productivos para compensar la pérdida de mano de obra adulta. En cualquier caso, las estrategias de resistencia vienen determinadas en gran medida por la disponibilidad y el acceso respecto de bienes fundamentales como tierra, ingresos, tecnología, conocimientos especializados, etc. y, en segundo lugar, por la disponibilidad de recursos como la familia ampliada o de una red de seguridad comunitaria. El acceso a estos bienes y recursos depende en parte de factores como el género, el nivel socioeconómico, la edad, el estado civil, y la etapa del ciclo vital, entre otros. Por ejemplo, en las sociedades africanas rurales patriarcales, las viudas de víctimas del SIDA (muchas de las cuales han contraído el VIH) suelen perder sus derechos jurídicos sobre la tierra y la propiedad tras la muerte de sus maridos debido a la aplicación del derecho consuetudinario e incluso de leyes vigentes sobre la sucesión. El empobrecimiento puede obligarlas a enviar fuera del hogar a alguno de sus hijos (quienes también podrían estar infectados por el VIH), a mantener relaciones sexuales ocasionalmente a cambio de dinero, o a recurrir al comercio sexual como medio de subsistencia. Además, el estigma asociado al VIH/SIDA puede impedir que la persona infectada revele esta información por miedo a la exclusión social, entorpeciendo de este modo las actividades de lucha contra los efectos de la enfermedad. Así pues, los factores acceso-disponibilidad que afectan la capacidad de las familias rurales para hacer frente al VIH/SIDA están intrínsecamente vinculados a la cuestión de los derechos humanos. Por consiguiente, hay que reconocer y abordar el aspecto relacionado con los derechos humanos de la epidemia a fin de promover la adaptación de los medios de producción de las familias y las comunidades afectadas a las consecuencias del VIH/SIDA.

V. EFECTOS EN EL SECTOR AGRÍCOLA Y EN LA ECONOMÍA RURAL

En la mayoría de los países con elevada incidencia de la enfermedad, la agricultura suele ser el medio de vida de la mayor parte de la población y representa una contribución importante al producto nacional bruto. La actividad agrícola, especialmente la producción de alimentos, resulta afectada por el VIH/SIDA de diversas maneras. Los efectos del SIDA se observan en distintos niveles de la organización social (individual, familiar, comunitario, etc.), y son perceptibles en distintas etapas cronológicas (corto, medio y largo plazo).

En primer lugar, reduce la mano de obra agrícola. La FAO ha estimado que en los 25 países más afectados de África, siete millones de trabajadores agrícolas han muerto a causa del SIDA desde 1985, y es probable que en los dos próximos decenios mueran otros 16 millones. En los 10 países africanos más afectados, se prevén reducciones de la mano de obra del orden del 10 al 26 por ciento (véase el cuadro 1).


Cuadro 1: Efectos del VIH/SIDA en la mano de obra agrícola en los países africanos más afectados: pérdidas estimadas entre 1985 y 2000, y pérdidas previstas para el período 1985-2020 (en porcentajes)

País

1985-2000

1985-2020


Namibia

3,0

26,0

Botswana

6,6

23,2

Zimbabwe

9,6

22,7

Mozambique

2,3

20,0

Sudáfrica

3,9

19,9

Kenya

3,9

16,8

Malawi

5,8

13,8

Uganda

12,8

13,7

Tanzanía

5,8

12,7

Rep. Centroafricana

6,3

12,6

Côte d'Ivoire

5,6

11,4

Camerún

2,9

10,7


Fuente: FAO/SDWP

Un estudio realizado en Etiopía reveló que el tiempo dedicado a la agricultura era entre un 50 y un 60 por ciento menor en el caso de los hogares afectados por el SIDA. En Tanzanía, los investigadores comprobaron que el tiempo dedicado por las mujeres a las actividades agrícolas había disminuido en un 60 por ciento, debido a que sus maridos estaban enfermos. Según un estudio, el debilitamiento de un enfermo de SIDA y sus cuidados, desde que enferma hasta que muere, genera una pérdida de aproximadamente dos años de trabajo de dos personas.

En segundo lugar, las enfermedades y las muertes causadas por el SIDA afectan a la producción alimentaria de distintas formas:

Reducción de la superficie cultivada. A causa de la enfermedad y la muerte de un adulto la familia no está en condiciones de cultivar toda la tierra de que dispone. El cuidado del enfermo acapara un tiempo considerable, que no puede dedicarse a la agricultura. Se tiende a dejar en barbecho los campos más alejados, lo que redunda en una disminución de la producción total de cada unidad agrícola.

Disminución de la productividad. El retraso o la realización a destiempo de las operaciones agrícolas esenciales dan lugar a una reducción del rendimiento. El retraso se produce debido a la enfermedad o a la dependencia de mano de obra externa, que no siempre está disponible cuando se la necesita. También disminuye la fertilidad de los suelos porque se da prioridad a las actividades de supervivencia inmediata respecto de las medidas de conservación de los suelos a largo plazo.

Reducción de la variedad de cultivos y cambios en los tipos de cultivo. Se abandonan los cultivos comerciales al no disponer de suficiente mano de obra para atender tanto a los cultivos comerciales como a los de subsistencia. Se observa un cambio en el que reemplazan unos cultivos de mano de obra intensiva, por otros que requieren menos mano de obra pero que suelen tener menos valores nutritivos. Esto repercute directamente en la calidad nutritiva de la dieta y en la pobreza.

Disminución de la producción ganadera . El ganado realiza múltiples funciones y a menudo representa también una forma de ahorro. Las prácticas ganaderas se deterioran a consecuencia de los efectos del SIDA en la mano de obra, especialmente en la disponibilidad de mano de obra infantil, ya que los niños suelen encargarse en particular del cuidado de los animales. A menudo, para hacer frente a los costos médicos ocasionados por las víctimas del VIH/SIDA, hay que vender, regalar o sacrificar ganado para pagar formas tradicionales de medicina y celebrar ritos fúnebres que pueden requerir el sacrificio de animales.

Empeoramiento de las operaciones posteriores a la producción. Al descuidar el almacenamiento y la elaboración de los alimentos aumenta la inseguridad alimentaria en los períodos entre cosechas y disminuye la disponibilidad de materias primas como las semillas para cultivos posteriores.

Pérdida de los conocimientos agropecuarios. En muchos lugares, los niños suelen aprender las técnicas agrícolas necesarias trabajando con sus padres. Esto ya no es posible con la epidemia del SIDA. Un estudio realizado en Kenya demostró que sólo el siete por ciento de las familias de agricultores dirigidas por huérfanos disponían de los conocimientos necesarios para las tareas agrícolas más básicas. Esta situación se ve agravada por la división de trabajo y conocimientos en función del género, ya que el cónyuge superviviente no siempre puede transmitir a los hijos los conocimientos del que ha fallecido.

Cambios en la estructura de gastos domésticos. Los préstamos para la producción agrícola se destinan a los cuidados médicos de los parientes enfermos, gastos de honras fúnebres y alimentos, lo que redunda en una disminución de la productividad de los cultivos y en una pérdida de ingresos que impide a las familias devolver los préstamos o las obliga a vender bienes.

Interrupción de los servicios de apoyo. A medida que el personal enferma, se interrumpen los servicios de ordenación, transporte y extensión agravando todavía más los problemas de los hogares rurales.

En tercer lugar, el VIH/SIDA puede tener un efecto perjudicial en la producción comercial. Las pequeñas explotaciones agrícolas abandonan los cultivos comerciales por los de subsistencia, al no disponer de mano de obra suficiente para atender a ambos. Como los pequeños agricultores dejan de producir cultivos comerciales o que requieren mucha mano de obra, disminuye también la disponibilidad de alimentos a nivel nacional. En otros efectos cabe citar:

Los efectos del VIH/SIDA en la producción agrícola y la disponibilidad de alimentos se manifestarán en términos de cantidad y calidad de los alimentos. En Zimbabwe, la producción agrícola comunal ha disminuido un 50 por ciento en cinco años, debido principalmente al VIH/SIDA. Han resultado especialmente afectadas las producciones de maíz, algodón, semillas de girasol y maní.

VI. EFECTOS A NIVEL NACIONAL

El efecto de la enfermedad es sistemático: el VIH/SIDA, no sólo afecta a determinados componentes subsectoriales del desarrollo agrícola y rural, dejando indemnes a otros. Si resulta afectado un componente del sistema, el probable que también otros lo estén directa o indirectamente.

Crecimiento económico: Los efectos negativos del VIH/SIDA se extienden desde el hogar hasta la comunidad y a distintas partes del país. El deterioro de la economía tendrá ulteriormente un efecto importante a nivel nacional. La epidemia perjudica a tres de los principales factores de crecimiento económico: el capital físico, humano y social, y por lo tanto tiene un efecto determinante en el desarrollo. Por ejemplo, según estimaciones del PNUD relativas a Sudáfrica, el índice de desarrollo humano podría ser un 15 por ciento más bajo en 2010 debido a la epidemia del VIH/SIDA. El Banco Mundial ha estimado que el VIH/SIDA ha reducido en un 0,7 por ciento la tasa anual de crecimiento del PIB per cápita de África.

Salud y educación: el costo social de la epidemia es abrumador. El suministro de medicamentos a las personas infectadas por el VIH entraña costos enormes, que se hallan fuera del alcance de muchos gobiernos y de la mayoría de los habitantes. La carga adicional que representan estos gastos para los gobiernos puede hacer que se desvíen fondos destinados a inversiones productivas. Se prevé que los costos del tratamiento del SIDA y de las infecciones conexas superarán el 30 por ciento del presupuesto del Ministerio de Sanidad de Etiopía en 2014, y el 50 y 60 por ciento respectivamente, en Kenya y Zimbabwe, en 2005. A esto hay que añadir el costo de la asistencia a los huérfanos y a los hogares empobrecidos. Para hacer frente a la epidemia los gobiernos se ven obligados a reducir cada vez más la calidad de los servicios públicos. Las reducciones en el sector de la educación pueden poner en peligro la capacidad de la mano de obra en el futuro. En los primeros 10 meses de 1998, Zambia perdió 1 300 maestros a causa del SIDA, es decir, el equivalente a dos tercios de una promoción anual. El período de formación de los maestros de escuelas primarias se ha reducido de dos años a uno para poder compensar la pérdida de personal.

Recursos humanos: el VIH/SIDA está causando numerosas bajas en el personal de ministerios y departamentos, lo que provoca retrasos y trastornos en la aplicación de sus políticas y planes. Se estima que el SIDA ha causado el 58 por ciento de los fallecimientos en el personal del Ministerio de Agricultura de Kenya, mientras que aproximadamente el 16 por ciento del personal Ministerio de Agricultura y Riego de Malawi padece la enfermedad. Al carecer del apoyo institucional necesario, los sectores del desarrollo agrícola y rural no consiguen alcanzar las tasas de crecimiento y los objetivos de producción previstos.

La seguridad alimentaria: la disminución de la mano de obra agrícola, de la productividad por trabajador, de la producción total, y del crecimiento económico en general puede causar la reducción del suministro de alimentos nacional y el aumento de los precios de los alimentos, incluso en las zonas urbanas. El derrumbamiento de las empresas comerciales puede minar la capacidad del país para exportar y generar divisas a fin de importar alimentos cuando sea necesario. Muchos de los países más afectados son países de bajos ingresos y con déficit de alimentos (PBIDA), que con frecuencia son también países pobres muy endeudados (PPME). El VIH/SIDA agudiza el problema del suministro de alimentos a su población.

Desarrollo rural: El VIH/SIDA se está propagando rápidamente a las zonas rurales donde vive más de dos tercios de la población de los 25 países más afectados de África. En las comunidades rurales se sienten los peores efectos del VIH/SIDA, ya que muchos habitantes de las ciudades y trabajadores emigrantes suelen regresar a sus pueblos natales cuando enferman. De este modo, al mismo tiempo que dejan de recibir las remesas enviadas por los ex-emigrantes miembros de las familias, aumentan los gastos para pagar las facturas médicas y las honras fúnebres. La reducción del número de familiares productivos es inversamente proporcional a la del número de personas a cargo. Debido a la pobreza existente de las zonas rurales la alimentación y la salud son precarias y esas circunstancias facilitan la infección. Asimismo una alimentación insuficiente puede reducir el período de incubación del virus y acelerar la aparición de los síntomas. La situación es especialmente grave para el campesino pobre, cuyo acceso a la atención médica es mínimo. Los conflictos armados, que suelen tener lugar en las zonas rurales, también aumentan la vulnerabilidad al VIH/SIDA debido a la violencia sexual, los desplazamientos de población y a la pobreza.

Trastornos en las instituciones no oficiales y en la cultura: el VIH/SIDA afecta a las instituciones no oficiales, las prácticas consuetudinarias y la tradición. Cuando resultan afectados muchos de los hogares, se ven desbordados los mecanismos tradicionales de seguridad para cuidar de los huérfanos, los ancianos, los enfermos y los pobres. Se carece del tiempo necesario para dedicarlo a organizaciones comunitarias. La consecuencia en las instituciones rurales y no oficiales es la aparición de una crisis, especialmente en los sistemas de familias ampliadas y comunitarios. Esto repercute no sólo en la propagación del VIH, sino también en la viabilidad de las instituciones rurales. La pérdida generalizada de adultos activos reduce la capacidad de toda la sociedad para mantenerse y reproducirse. Se trastornan los mecanismos de transferencia de conocimientos, valores y creencias de una generación a otra, y se mina la organización social. El SIDA puede desgarrar el entramado de una sociedad y, de hecho, en muchas partes del África rural ha provocado ya una destrucción irreversible de la base de valores sociales.

VII. ELABORAR RESPUESTAS EFICACES A LA EPIDEMIA DEL VIH/SIDA EN APOYO DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA

El VIH/SIDA supone un enorme desafío en el plano humanitario y del desarrollo. Sin embargo, la experiencia de varios países indica que es posible hacer frente a este desafío y reducir la epidemia. Por ejemplo, en Uganda, la infección alcanzó su cota máxima a comienzos de los años noventa, cuando se estimaba que afectaba a un 15 por ciento de la población. Diez años más tarde, los niveles de infección se han reducido a la mitad gracias a la adopción de métodos apropiados de prevención y programas de mitigación, que exigieron un alto grado de compromiso político y la participación de las partes interesadas. El programa nacional de lucha contra el SIDA en Uganda incluyó la capacitación de dirigentes comunitarios y la movilización de la comunidad; la aplicación de técnicas innovadoras de comunicación para cambiar actitudes; la reducción de las prácticas discriminatorias y la participación de los afectados por el SIDA en las actividades de cuidado y prevención.

A. Principios rectores para responder a la crisis del VIH/SIDA

Aunque las medidas para responder al VIH/SIDA pueden variar de un país a otro en función de las circunstancias locales, la experiencia indica que las iniciativas aplicadas con éxito para combatir la epidemia se basan en varios principios generales:

Un liderazgo dinámico y un compromiso político a todos los niveles para aplicar medidas eficaces de prevención del VIH/SIDA y reducir sus efectos. La prevención de la propagación de la infección tiene una importancia primordial. La prevención del VIH/SIDA en comunidades pobres sólo puede lograrse si se llevan a cabo también iniciativas de asistencia inmediata y de desarrollo.

Un enfoque centrado en la población, multisectorial y basado en la comunidad es fundamental para crear y mantener las condiciones necesarias para prevenir el VIH/SIDA y afrontar de forma más eficaz sus efectos.

La coordinación entre las iniciativas contra el VIH/SIDA y las relativas a la seguridad alimentaria puede lograrse más eficazmente mediante la incorporación recíproca de consideraciones del VIH/SIDA en las iniciativas de seguridad alimentaria y la incorporación de objetivos de seguridad alimentaria en los programas de lucha contra el VIH/SIDA.

Dado que la agricultura absorbe hasta el 80 por ciento de la mano de obra en muchos países de África, los Ministerios de Agricultura, y otros organismos dedicados a la agricultura y al desarrollo rural tanto a escala nacional como internacional, pueden desempeñar una función especialmente importante convirtiendo estos principios generales en intervenciones de política concretas

B. Limitaciones comunes para una acción eficaz

Las respuestas a la epidemia de VIH/SIDA han mostrado los mejores y los peores aspectos de los países africanos y de la comunidad internacional. Entre los obstáculos más comunes que impiden la aplicación de medidas eficaces contra los efectos del SIDA en la agricultura y el desarrollo rural cabe destacar los siguientes:

Negación de los problemas provocados por el SIDA, y renuencia a reconocer y afrontar las situaciones que contribuyen a la propagación del virus.

Identificación de las víctimas como culpables, y estigmatización y marginalización de las personas y familias afectadas por el VIH/SIDA.

Falta de recursos, atención sanitaria y servicios sociales adecuados en las zonas rurales.

Falta de información sobre los efectos del SIDA en el sector agrícola, lo que suele inducir a la conclusión errónea de que el sector no tiene ninguna función que desempeñar en la lucha contra la epidemia.

C. Elementos de un marco para combatir el VIH/SIDA mediante intervenciones de política agrícola

Aunque el VIH/SIDA no suele tomarse en consideración al elaborar las políticas agrícolas, éstas pueden tener una influencia indirecta en la propagación de la epidemia y mitigar sus efectos en los hogares campesinos y en los sistemas agrícolas. Mediante la inclusión explícita del factor VIH/SIDA en las políticas agrícolas, no sólo es posible conseguir los objetivos habituales (aumentar la productividad, la producción de cultivos comerciales, etc.), sino también reducir la vulnerabilidad al VIH modificando los factores socioeconómicos, demográficos y culturales vinculados a un comportamiento de riesgo (pobreza, pérdida de empleo, inseguridad alimentaria, emigración, etc.). Aunque las políticas encaminadas a reducir la vulnerabilidad no pueden sustituir a las destinadas a reducir el riesgo, sí pueden crear sinergias positivas.

Muchas instituciones de desarrollo agrícola/rural pueden estimar que carecen de la tecnología o de los recursos necesarios para aplicar las estrategias de reducción de vulnerabilidad al VIH. No obstante, algunas medidas de su ámbito de competencia normal podrían utilizarse para contribuir al esfuerzo nacional de lucha contra la pandemia. Concretamente, el sector agrícola puede ayudar a cambiar el entorno y el contexto de la vulnerabilidad donde se desarrolla la pandemia, y modificar de este modo alguno de los factores que determinan su curso y sus consecuencias.

¿Qué instrumentos de política pueden ser eficaces en el ámbito de la agricultura? Cabe observar que el sector agrícola cuenta ya con varios tipos de instrumentos macroeconómicos, que pueden tener un efecto general en la vulnerabilidad respecto del VIH/SIDA:

Los instrumentos vinculados al mercado, como salarios mínimos, tipos de interés, precios mínimos y máximos, entre otros, pueden resultar útiles. Por ejemplo, el establecimiento de un salario mínimo, o de un precio mínimo para un producto, puede garantizar unos ingresos mínimos a un hogar y a su vez, puede hacer que sea menos necesario recurrir a las migraciones estacionales por motivos económicos, o puede mejorar las condiciones en las que éstas tienen lugar y reducir así la propagación del VIH/SIDA de una región a otra. Una estrategia de política complementaria podría consistir en reducir los impuestos a fin de promover actividades agrícolas lucrativas y conseguir un aumento de los ingresos, especialmente en los sectores sociales vulnerables (por ejemplo, en los hogares donde el cabeza de familia es una mujer o un huérfano).

Los instrumentos, relacionados con los recursos como las instalaciones de infraestructura para el almacenamiento o el desarrollo del capital humano mediante la capacitación, también pueden reducir la vulnerabilidad. Si el almacenamiento de las cosechas permite programar las ventas en función de los cambios del mercado se conseguirá un efecto positivo en la disponibilidad cotidiana de ingresos y reducirá la vulnerabilidad estacional, entre las cosechas. La capacitación y la enseñanza de técnicas que permitan la supervivencia son fundamentales para proteger a los huérfanos y otros grupos vulnerables de la explotación y los malos tratos. También es necesario que las políticas nacionales prevean la protección de las instituciones rurales ante la pérdida de personal y de sus conocimientos especializados. Al mismo tiempo, cabría introducir cambios positivos en las técnicas agrícolas y fomentar una tecnología más adaptada a la evolución de las necesidades de los hogares rurales.

Los instrumentos vinculados a las instituciones, como el fomento de la participación de las partes interesadas en el proceso de decisión, o la mejora de la legislación sobre los derechos de la propiedad, pueden fortalecer las iniciativas en curso mediante mecanismos de habilitación, que a su vez tendrán efectos indirectos positivos en la lucha contra la pandemia. La formación de asociaciones con los países donantes y el sector privado, ya sea con fines comerciales o no lucrativos, sería un factor fundamental. Este tipo de asociaciones podría prestar asistencia, incluso ayuda alimentaria, para ofrecer alimentos suplementarios a los huérfanos o a los hogares afectados.

La determinación de los instrumentos de política que cabe utilizar para reducir los efectos negativos del VIH/SIDA es sólo uno de los elementos de la lucha contra la epidemia. Para formular políticas eficaces se requiere una mayor comprensión de la dinámica de la epidemia del VIH/SIDA en las zonas rurales. Aunque la enfermedad puede afectar a la totalidad del sector rural, hasta el momento se observan dos tipos de zonas rurales especialmente vulnerables: las situadas junto a las carreteras, y los lugares de origen de trabajadores que emigran tanto durante largos períodos como de forma temporal cuando terminan las actividades agrícolas. Se observa que las regiones tradicionales de subsistencia con escasa movilidad son menos vulnerables al VIH. Por regla general, las poblaciones que, para subsistir deben abandonar su familia o su comunidad durante largos períodos (como los pastores o los pescadores nómadas) están más expuestas a contraer el VIH debido a su relativa marginación y a que tienen un acceso limitado a los servicios sociales y pueden transmitir la enfermedad a su regreso. Las esposas de los emigrantes estacionales que permanecen en las granjas también son muy vulnerables a la infección del VIH, si sus maridos regresan con la enfermedad. Estos subgrupos de población deben ser el objetivo prioritario de las estrategias para mitigar los efectos negativos del SIDA. En cualquier caso, los efectos del VIH/SIDA están supeditadas a un conjunto de factores socioculturales y económicos que pueden variar en función de los casos y, por consiguiente, las políticas deben basarse en una buena comprensión del entorno local y adaptarse en consecuencia.

D. Función de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)

La FAO tiene una importante función que desempeñar en la lucha mundial contra el VIH/SIDA. Los objetivos fundamentales de la Organización a este respecto son: fomentar al más alto nivel el reconocimiento del problema del VIH/SIDA y conseguir el compromiso político necesario para afrontar sus consecuencias en la seguridad alimentaria, el desarrollo y la pobreza del medio rural; reducir los efectos de la creciente inseguridad alimentaria y de la malnutrición; promover la reconstrucción, el mantenimiento y el fortalecimiento de los medios de subsistencia rurales así como de las redes de seguridad social, y movilizar una respuesta multisectorial, que tenga en cuenta las cuestiones de género, y sea participativa y eficaz, para satisfacer las necesidades de seguridad alimentaria de la población y de los países afectados por el VIH/SIDA, en el marco de los derechos humanos. Durante los últimos años, la función de la FAO para combatir el SIDA ha sido cada vez más necesaria porque la epidemia crea un vacío considerable en la capacidad institucional de los países afectados, especialmente respecto de las organizaciones encargadas de la extensión y los servicios agrícolas, las organizaciones de investigación agrícola nacionales y las instituciones dedicadas a la enseñanza superior y la capacitación.

Desde 1988, la FAO ha evaluado los efectos del VIH/SIDA en la agricultura, la seguridad alimentaria y el desarrollo rural, y ha prestado asistencia a los países para la elaboración de sus programas. Por ejemplo, en determinados países del África Austral se estudió el efecto del VIH/SIDA en las organizaciones de extensión agraria y en las actividades de las explotaciones agrícolas. Asimismo, tanto en el África oriental como en la occidental, se han llevado a cabo actividades de investigación orientadas a la formulación de políticas sobre los efectos de la epidemia en los sistemas agropecuarios. La Organización ha ayudado al Ministerio de la Agricultura de Uganda a tomar en cuenta cuestiones relacionadas con el VIH/SIDA en sus servicios de extensión agraria. En Namibia, se evaluó el impacto del SIDA en la ganadería. Con respecto a la nutrición, se están elaborando directrices para la asistencia nutricional basada en el hogar con vistas a su utilización en las comunidades. La FAO ayudará a los países del África Austral a formular políticas agrarias que sean sensibles al problema del SIDA.

En 1999, la FAO firmó un acuerdo con ONUSIDA para colaborar en la elaboración de respuestas de amplia base ante los efectos del VIH/SIDA en el desarrollo agrícola y la seguridad alimentaria. Se va a dar carácter oficial a un Grupo de trabajo interdepartamental oficioso sobre el VIH/SIDA, que elaborará un programa de trabajo normativo de la FAO sobre el VIH/SIDA, la seguridad alimentaria y el desarrollo rural. Se están preparando directrices para tener sistemáticamente en cuenta la cuestión del VIH/SIDA en todas las actividades de campo y las operaciones de emergencia pertinentes que realiza la FAO en zonas de elevada prevalencia. La FAO está introduciendo un nuevo enfoque del SIDA en todos sus proyectos del Centro del Inversiones y está elaborando un programa de campo para reducir los efectos de la epidemia en el sector agrícola y en la seguridad alimentaria de los países más afectados.