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La mujer y la domesticación de plantas

El inicio de la agricultura en los Andes - al igual que en el resto del mundo - ocurrió cuando familias errantes, y con mayor probabilidad las mujeres observaron que podían brotar plantas nuevas a partir de granos desparramados de las plantas silvestres. Esto se daba con mayor frecuencia en la cercanía de los refugios, por la abundancia de materia orgánica. Se puede suponer que los incipientes agricultores se darían cuenta que al introducir algunos granos, tubérculos, raíces o cormos en la tierra en vez de comerlos, las plantas podían reproducirse.

Desde la antigüedad se han relacionado las semillas con lo femenino y con la reproducción. María Rostworowski (1988) narra un mito recogido de la región de Cajatambo (departamento de Lima), pero también conocido en Cerro de Pasto, y lo comenta así:

Aunque no se encuentran referencias en las obras de los cronistas sobre el manejo de las semillas en época prehispánica, es de suponer que éste era obligación de la mujer. Prueba de ello podrían ser los grabados de Guamán Poma de Ayala que muestran a la mujer siempre relacionada con la semilla: es ella la que deposita la papa y los granos de maíz en la tierra, con ocasión de la siembra.

Con la llegada de los europeos, la mujer campesina es relegada a un nivel de importancia secundaria y por ello llega a ser la base de la resistencia. Los dominios del hombre estaban más expuestos y, por consiguiente, más combatidos. La mujer del Ande siguió conservando silenciosamente lo que era de su dominio: su arte, las habilidades y, entre éstas en especial, la selección y el mantenimiento de las semillas, a la vez que aseguró la transmisión de estas habilidades y conocimientos a las nuevas generaciones.

Mujeres campesinas en la siembra y el tapado de las semillas de papa, según Guamán Poma de Ayala


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