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Hacia el 2030 y después, estableciendo los estándares para un comercio responsable

El Convenio de Rotterdam aumenta la protección social y ambiental

Setiembre de 2016, Roma – De acuerdo a los últimos estimados, cerca de 2 millones de preparados químicos liberados en 2013 están en venta en el mundo, lo cual convierte a la industria química en el fabricante mundial más grande, segundo sólo del sector automovilístico.  Las ventas anuales ascienden a EE.UU. $ 1.6 trillones.  

Pero la pobre información y supervisión a escala global se traduce en la dificultad de de establecer cuanto de este mercado es peligroso para los humanos y el ambiente.

El Convenio de Rotterdam, inicialmente inspirado en el dilema de Norte-Sur, en el cual los países más opulentos con prohibiciones de algunos químicos peligrosos exportan los mismos fuera de sus territorios, entró en vigor en 2004. Desde su comienzo, en años recientes el mercado Sur-Sur ha aumentado entre las nuevas economías emergentes, y la producción de químicos continua a aumentar, afectando los países más pobres en particular.

Los países menos aventajados en la importación usualmente carecen de medios para manejar los químicos peligrosos durante su ciclo de vida, o sea de la importación hasta su eliminación segura.

El trabajo del convenio, el cual es un tratado multilateral, apunta a establecer una protección social más fuerte mediante la generación del conocimiento e incentivando a los países a compartir sus responsabilidades en el comercio y uso de de químicos peligrosos.  Su secretariado, radicado no solo en Roma sino también en el Programa de las Naciones Unidas para la Protección del Medio Ambiente (PNUMA) en Ginebra, proporciona asistencia técnica para ayudar a las partes a fin de establecer las capacidades necesarias en la implementación de las principales disposiciones del Convenio con el objetivo de manejar los químicos con seguridad a nivel nacional.

Mientras algunos químicos son prohibidos o fuertemente restringidos en muchos países, sobre todo en aquellos de regiones industrializadas, éstos son todavía exportados a otros países, principalmente de regiones en desarrollo.

Con decenas de miles de químicos en el Mercado mundial, los gobiernos tienen sus manos llenas, especialmente cuando el comercio global se extiende cada año. El uso,   almacenamiento y control inadecuado puede conllevar a enfermar a los trabajadores de las granjas, provocar serias enfermedades y hasta la muerte, daños al ambiente y a operaciones caras de eliminación de productos químicos acumulados.

Para promover la responsabilidad compartida, el Convenio de Rotterdam sirve como un sistema de advertencia temprana que empodera a los gobiernos a tomar decisiones informadas sobre la importación de tales químicos de peligrosidad.

Todo esto será abordado en la siguiente reunión del Comité de Revisión Química (CRC siglas en ingles) del Convenio de Rotterdam, que tendrá lugar del 14 al 16 de setiembre de 2016 en FAO, Roma.  

En el evento unos 70 expertos y observadores revisarán por lo menos cinco químicos peligrosos como adiciones potenciales de la “lista de observación” de sustancias consideradas inapropiadas para la exportación.

Dos de los químicos a debatir serán carbofuran y carbosulfan, cada uno usado para el control de plagas que afectan a diferentes cultivos. Ellos han sido usados en un número de países de la Unión Europea (EU) para controlar insectos del suelo en áreas de maíz, remolacha azucarera y girasol. Carbofuran es también regularmente usado en Canadá así como en un número de países del Sáhel en áreas de frutales y hortalizas. Aquellos países que usan el químico en cuestión han informado que el plaguicida ha resultado peligroso a la salud humana y al ambiente, por lo que su uso ha sido detenido.

El Convenio de Rotterdam trabaja en colaboración con los Convenios de Basilea y de Estocolmo, y juntos ellos tratan de ayudar a los países a manejar los químicos peligrosos durante su ciclo de vida, con el objetivo máximo de establecer hábitos sólidos y sostenibles en todo el mundo.