Antecedentes de la Conferencia

El mundo en desarrollo está haciendo frente actualmente a una situación de creciente inseguridad alimentaria, agravada por el cambio climático que empeorará las condiciones de vida de los agricultores, pescadores y personas dependientes de los bosques que ya son vulnerables y afectados de inseguridad alimentaria. Los desafíos que plantean el hambre y la pobreza son particularmente difíciles para las personas pobres de las zonas rurales, que constituyen el 75 por ciento de los 963 millones de personas malnutridas del mundo. Ningún sector de la humanidad depende más directamente de los recursos y servicios ambientales que los pobres de las zonas rurales. Sus vidas están tan entretejidas con el ambiente que los rodea que por eso mismo son valiosos custodios de los recursos ambientales pero también particularmente vulnerables a la degradación ambiental. En los últimos años, la superficie agrícola ha disminuido lo mismo que la tasa de crecimiento de la productividad agrícola, a la vez que sigue subiendo la demanda de alimentos. Según un informe reciente del Secretario General de las Naciones Unidas sobre las  tendencias demográficas mundiales, la población mundial se cifra ahora en 6 800 millones de habitantes, más de dos veces y medio del nivel de 1950, y, según la proyección de variante media, debería alcanzar los 8 mil millones en 2025 y los 9 mil millones en 2045.

No existen soluciones fáciles para estos problemas. Sin embargo, dado que la agricultura ejerce un impacto directo en la economía rural, la inversión en los alimentos y la agricultura reviste una importancia fundamental y ha de estar en el centro de cualquier estrategia destinada a la mitigación del hambre y la pobreza. Aunque las medidas necesarias van mucho más allá del hecho de producir más productos alimenticios y agrícolas, impulsar la productividad de las explotaciones de los pequeños agricultores a través de una aplicación adecuada de buenas prácticas y de tecnologías mejoradas ha de ser un elemento fundamental de las políticas de desarrollo de los países en desarrollo para eliminar la inseguridad alimentaria y llegar a ser económicamente competitivos.

La biotecnología abarca una amplia gama de tecnologías que pueden aplicarse a una serie de finalidades diferentes, tales como el mejoramiento genético de variedades vegetales y poblaciones animales, para aumentar sus rendimientos o eficacia; la caracterización genética y la conservación de los recursos genéticos; el diagnóstico de las enfermedades vegetales y animales; la preparación de vacunas y la mejora de piensos. Algunas de las tecnologías pueden aplicarse a todos los sectores alimentarios y agrícolas, por ejemplo el uso de marcadores moleculares de ADN o la modificación genética, mientras otros se aplican a determinados sectores, tales como el cultivo de tejidos (en cultivos y árboles forestales), la transferencia de embriones (ganado) o la triploidización e inversión de sexo (pescado). Cuando se integra adecuadamente con otras tecnologías para la producción de alimentos, productos agrícolas y servicios, la biotecnología puede aportar una ayuda importante para satisfacer las necesidades  de una población en expansión y cada vez más urbanizada.

Hay grandes diferencias entre los países desarrollados y los países en desarrollo con respecto a la capacidad biotecnológica y las inversiones financieras. En algunos países y regiones en desarrollo, la aplicación de las biotecnologías es muy limitada, como consta claramente en FAO-BioDeC, una base de datos preparada por la FAO que contiene información sobre la elaboración, adopción y aplicación de biotecnologías en África, Asia, Europa oriental, América Latina y el Cercano Oriente. Debido a que la investigación sobre la biotecnología agrícola se lleva a cabo primordialmente en los países desarrollados y por el sector privado de esos países, los productos obtenidos se dirigen ante todo a las necesidades de los agricultores de los países desarrollados (y no de los países en desarrollo) y a los agricultores ricos (y no a los pobres) que pueden permitirse tales productos.

Consiguientemente, en los países en desarrollo la investigación debería estar íntimamente vinculada a los problemas y necesidades de las comunidades locales. Se impone la necesidad de realizar una investigación a partir de las bases, que tenga en cuenta, gracias a métodos participativos, las necesidades, aspiraciones y circunstancias de los pequeños agricultores, pescadores y silvicultores. Esta idea puede prosperar sólo si existen canales de comunicación que hagan presentes a los investigadores las necesidades de los productores y si se produce una interacción provechosa entre ambos.