FAO en Colombia

12 razones para seguirle la pista a la transformación del campo colombiano

21/05/2018

El desarrollo del campo es una de las deudas históricas que Colombia tiene por saldar después de cinco décadas de conflicto armado. Aunque no será fácil ni barato, con el cese de la confrontación entre las FARC y el Gobierno se abre una oportunidad para resolver los problemas estructurales de la Colombia rural. 

En este desafío convergen tareas tan diversas como darle tierra a los campesinos que no tienen, garantizar la equidad de la mujer rural, impulsar la participación de los jóvenes o llevar la institucionalidad al campo. Todo lo que ocurra con estos temas debería convocar a los tomadores de decisiones, la academia y la ciudadanía que en el 2018 escogerá a sus próximos gobernantes. 

A continuación presentamos 12 motivos que ha identificado la FAO - Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en Colombia como una oportunidad para que Colombia supere la pobreza y desigualdad, y cierre, de una vez y para siempre, la brecha existente entre campo y ciudad, asegurando no dejar a nadie atrás. 

1.      Colombia debe eliminar el hambre y la malnutrición de 3,4 millones de personas. 

Paradójicamente, la mayoría de quienes pasan hambre en Colombia viven en el campo, donde se producen los alimentos, bajo condiciones que les impiden superar sus causas: falta de acceso a la tierra, exclusión étnica, desigualdad de género, carencia de servicios sociales, entre otros. 

El país tiene el desafío de garantizar una alimentación suficiente, estable y adecuada a sus habitantes. Para hacerlo debe aprovechar que es uno de los pocos países con gran potencial de expandir su área agrícola sin afectar el área de bosques naturales.

2.      Superar la pobreza y cerrar las brechas entre el campo y la ciudad es un reto nacional. 

El 47% de la población rural en Colombia vive en condiciones de pobreza según el Censo Agropecuario de 2014. La Misión para la Transformación del Campo encontró ese mismo año que los pobres rurales triplican a los urbanos. El país tiene el reto de brindar una calidad de vida digna a los habitantes del campo a través de estrategias como el acceso a tierras, mejoras de infraestructura y políticas para mejorar la producción y los mercados.

3.      Colombia acumula décadas de esfuerzos y políticas públicas para transformar y desarrollar el campo. 

El desarrollo del campo colombiano no es un tema nuevo. El país ha explorado insistentemente rutas para el desarrollo rural, como se puede constatar con tres grandes ejercicios: la Misión de Estudios Agropecuarios (1989), la Misión Rural (1998) y la Misión para la Transformación del Campo (2014). Igualmente, la Constitución de 1991 abrió espacios a reformas normativas en temas de desarrollo rural, reforma agraria, adecuación de tierras o medio ambiente en los años 1993 y 1994. 

4.      Implica anteponer el interés de las comunidades rurales por encima de intereses particulares o corruptos. 

Para lograr este propósito, la transformación del campo implica asegurar una verdadera ciudadanía rural. Los habitantes de las zonas rurales deben acceder a los derechos que históricamente se les han negado, desde los más básicos como el acceso a servicios públicos, hasta los de participación ciudadana en las decisiones que afectan a su territorio, para asegurar una gestión del Estado cercana y afín a las necesidades de la gente. Otro aspecto clave es la seguridad en las zonas rurales, especialmente para líderes. 

5.      Conlleva abordar el problema de la tierra y los conflictos por el uso de los recursos naturales. 

El 82% de la tierra productiva de Colombia está en manos del 10% de los propietarios, mientras que los campesinos solo acceden al 4,8% de la tierra. Estas cifras convierten a Colombia en uno de los países más inequitativos en la distribución de la tierra en América Latina, la región más desigual del mundo en este ámbito. 

A los problemas relacionados con la tenencia de la tierra se suman los conflictos por su uso, que en ocasiones sacrifican la sostenibilidad de los recursos naturales o la adaptación a los retos del cambio climático. 

6.      El país debe impulsar la Agricultura Familiar, que produce el 70% de los de los alimentos que compramos en plazas y supermercados. 

Aunque la contribución de la Agricultura Familiar Campesina a la seguridad alimentaria de Colombia es incuestionable, el país aún está en mora de diseñar políticas públicas y programas específicos para impulsarla de manera que pueda ejercerse con sostenibilidad económica. Asistencia técnica, créditos y asociaciones son herramientas necesarias. 

7.      Implica mejorar las condiciones para la mujer rural, quien produce el 37% de los alimentos en Colombia. 

La inequidad que viven las mujeres del campo se refleja en todos los aspectos posibles: solo el 32% de ellas trabaja, la mitad frente a los hombres rurales; el embarazo adolescente en zonas rurales llega al 25%, 10 puntos porcentuales más que en las ciudades. Algo similar ocurre con el acceso a la tierra, los proyectos productivos, el financiamiento, la infraestructura, los servicios técnicos y la formación. 

8.      En 15 años, los niños y niñas rurales podrán tener mejores oportunidades que sus padres y abuelos. 

Los menores rurales que empezaron en la escuela en 2017 iniciarán su vida laboral en 15 años. Por eso, uno de los retos a largo plazo es ofrecerle a esta generación las oportunidades que le permitan vencer la pobreza (39% en jóvenes de 14 y 28 años), el analfabetismo (11%) y la falta de educación universitaria (solo llega al 6%). 

9.      Se deben implementar programas adecuados a cada territorio, en lugar de soluciones uniformes que no han servido. 

La transformación del campo no puede depender de decisiones tomadas de manera unánime desde Bogotá. Es necesario un enfoque territorial que planee, con los actores regionales, las estrategias necesarias para llevar el desarrollo a sus territorios, a través, por ejemplo, de la construcción de planes de ordenamiento territorial participativos. 

10.   El desarrollo de Colombia depende de la inversión comprometida para lograr transformar las zonas rurales. 

A $195,5 billones (un 1,2% del PIB) asciende el valor necesario para garantizar el desarrollo adecuado del campo en 15 años, según cálculos de la Misión para la Transformación del Campo. Una parte de estos recursos ya han sido asignados en 2017 y 2018 del Presupuesto General de la Nación; sin embargo, todavía queda el reto de gestionar lo que falta a través de diversas fuentes como regalías, inversión privada y aportes de la cooperación internacional. 

11.   Es necesario llevar institucionalidad que devuelva la presencia del Estado al campo colombiano. 

Colombia ha sufrido un debilitamiento de su institucionalidad rural en los últimos 20 años. La desaparición de programas y entidades que velaban por el desarrollo del campo llevaron a que se desatendieran varios sectores clave. 

Recientemente el Gobierno ha intentado reformar esta institucionalidad para recuperar su presencia en el campo. Esta puesta en marcha, que sin duda demandará ajustes y mejoras en los próximos gobiernos, es fundamental para garantizar la sostenibilidad del esfuerzo de transformación y desarrollo del campo. 

12.   Es un esfuerzo que requiere la convergencia de todos los sectores. 

Para garantizar que se creen e implementen estrategias sostenibles es precisa la convergencia de actores estratégicos diversos que representen al Estado, la sociedad civil, la academia y la comunidad internacional; y contribuyan a la estabilidad y continuidad de los procesos en la agenda de transformación rural del país.

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