FAO en Cuba

Cuba en una mirada

Geografía

Cuba está considerada como un Archipiélago, constituido por la isla mayor, del mismo nombre, junto a la Isla de la Juventud y 4 195 cayos e islotes. Está ubicada en el Mar Caribe. Por su posición geográfica, a la entrada del golfo de México, desde la época colonial se le conoce como “La llave del Golfo”. Queda al oeste del Atlántico Norte y los países más cercanos son Haití, Bahamas, Estados Unidos, Jamaica y México.

En Cuba predomina el relieve de llanura en un 75 por ciento del territorio, seguido por las alturas bajas y montañas, que se concentran sobre todo en el centro y al oriente. Posee una gran diversidad de rocas y suelos: desde las calizas de Viñales, en el occidente, hasta el suelo laterítico de Moa, al este. El 4 por ciento del archipiélago está ocupado por humedales. El clima es cálido tropical estacionalmente húmedo y altos valores de radiación solar.

El elemento de mayor variabilidad del clima en Cuba son las precipitaciones. La humedad relativa es alta, con valores por encima del 60%. Es común el azote de los huracanes, sobre todo a la región occidental. La temperatura media anual es de 25 °C. El ecosistema cubano posee un 42,7 por ciento de endemismo terrestre. La vegetación presenta diferentes tipos de bosques, matorrales, herbáceas, complejos de vegetación y manglares.

La capital de Cuba es La Habana, donde habitan alrededor de dos millones 130 mil personas.

Contexto del sector agropecuario

La superficie agrícola del país es de poco más de 6,6 millones de hectáreas, de las cuales solo alrededor de 3 millones se encuentran cultivadas.

A partir de 1959, con la promulgación de la Primera y Segunda Ley de Reforma Agraria, se entregaron grandes cantidades de tierras a los campesinos y el 70 % de las tierras pasó a manos del Estado. Aunque en ese momento se trazó como estrategia la diversificación de la agricultura, con el objetivo de reducir la dependencia del azúcar, sustituir importaciones de productos alimenticios y diversificar las exportaciones, se adoptaron los conceptos de la llamada “revolución verde”, y la línea del monocultivo, basada en una gran disponibilidad y uso de recursos foráneos.

Frente a la pérdida de relaciones comerciales a principio de los años 90, inicialmente la producción alimentaria colapsó, debido a la carencia de importaciones de fertilizantes, pesticidas, tractores, piezas y petróleo.

A partir de ese momento la Isla reorientó su agricultura y unas 78 mil granjas fueron entregadas en usufructo a individuos y entidades legales. Fuerte impulso recibieron también la agricultura orgánica y la agricultura urbana y suburbana. Esta modalidad incluye organopónicos (huertos con camas anchas rellenas de tierra con compost), granjas y patios familiares, que cubren unas 50 mil hectáreas de tierra que de otro modo estarían sin uso.

El Programa de Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar alcanza hoy en el país un área total de dos millones de hectáreas, incluyendo 147 mil fincas proyectadas, lo que contribuye a elevar los niveles productivos basados en la soberanía alimentaria. Para la producción permanente de hortalizas y condimentos frescos el balance abarca 11 mil 280 hectáreas (una hectárea por cada mil habitantes, lo cual con los rendimientos actuales permite ofertar 300 gramos diarios de hortalizas por persona, a toda la población de Cuba. Para el autoabastecimiento de la demanda en semillas, el Programa cuenta con una red de 147 fincas municipales en todo el territorio nacional. De cuyo total 26 tienen la categoría de especiales, pues además de producir semillas certificadas constituyen una base para los centros de investigaciones en las pruebas y generalización de variedades de cultivos.

 Asimismo, el programa aporta semillas a nivel local, con productores debidamente capacitados y con un seguimiento y alto rigor en el empleo de la disciplina técnica para cada caso.

La estructura de tenencia de la tierra en el país incluye a empresas estatales, Unidades Básicas de Producción Agropecuaria (UBPC), Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) y productores privados. 

Cuba dedica alrededor de 2 mil millones de dólares anuales a la importación de alimentos. 

En ese contexto, tres temas centrales son prioridades para el país: la necesidad de poner el conocimiento y la ciencia al servicio de la producción de alimentos, de promover la intersectorialidad como condición esencial para lograr soberanía alimentaria y la educación nutricional; así como la importancia de fortalecer la estrategia de desarrollo territorial, descentralizando y dando mayor autonomía a los municipios, como eslabón indispensable para el avance de la nación.

Actualidad del sector agropecuario

En los últimos años el país se adentró en un proceso de transformación de su sistemas agroalimentarios. 

El 22 de julio del año 2021 fue aprobado por el Consejo de Ministros el Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional, el cual tiene entre sus pilares fundamentales: disminuir la dependencia de las importaciones de alimentos e insumos, consolidar los sistemas alimentarios locales, y movilizar los sistemas educacionales, de la cultura y de la comunicación, para fortalecer la educación alimentaria y nutricional. Asimismo, considera como transversales los enfoques de género y generacional, ante fenómenos globales como la escasa atracción de la agricultura para la juventud y la existencia de brechas que limitan la incorporación de las mujeres y jóvenes al campo.

Asimismo, en mayo de 2022 fue aprobada por la Asamblea Nacional del Poder Popular la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, la cual busca perfeccionar los procesos de producción, transformación, comercialización y consumo de los alimentos, a partir de las capacidades endógenas de cada territorio.

En Cuba existe una poderosa red de centros científicos dedicados a las investigaciones agrícolas, sobre todo relacionadas con la obtención de nuevas variedades, medios cultivos, protección de suelos, y adaptación al cambio climático, entre otras. La alta capacidad de los recursos humanos, ya sean investigadores o técnicos, formados en el país es una de las fortalezas con que cuenta el sector de la agricultura.