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4.  IMPORTANCIA DE LAS PESQUERIAS FLUVIALES

Las pesquerías continentales, tanto fluviales como lacustres, ofrecen una importante fuente de alimentos y empleo a millones de personas que viven en las zonas del mundo en desarrollo. En 1980, el pescado capturado de aguas continentales, en contraposición con los ambientes marinos, suponía más del 10 % del total del rendimiento mundial nominal de 72 millones de toneladas métricas de pescado. En varias regiones del mundo en desarrollo, sobre todo en Africa occidental y central, Asia meridional, el Amazonas, y partes de Asia sudoriental, el pescado capturado de aguas continentales representa hasta el 35 % de la recolección total nacional de pescado (FAO, 1980).

En Africa, una proporción importante de las pesquerías continentales se hallan situadas a lo largo de las orillas de lagos, pero también el vasto sistema fluvial del continente sostiene muchas pesquerías, produciendo según estimaciones 0,7 millones de toneladas de pescado en 1975, casi la mitad de la captura total procedente de aguas continentales (Welcomme, 1979, pág. 219). En algunos de los países africanos sin litoral, las pesquerías lacustres y fluviales puede que aporten más del 50 % de toda la proteína animal consumida por la gente. Zambia constituye un ejemplo. Durante los últimos años setenta, los rendimientos anuales ascendieron a un total aproximado de 50 000 toneladas métricas frente a 21 000 toneladas métricas de aves de corral, 16 000 toneladas métricas de carne de vacuno, y 3 000 de carne de cerdo (Armstrong, 1978, citado por Hayward, 1981a). El pescado, el capturado sobre todo por pequeños pescadores, era la fuente preferida de proteínas de mucha gente de bajos ingresos, para quienes el pescado seco tenía la ventaja de no necesitar refrigeración.

En otras partes del mundo en desarrollo, especialmente en Brasil e India, es también importante la aportación de las pesquerías fluviales a la captura nacional total procedentes de aguas continentales. En India, de la producción anual total de principios de los años setenta, por importe de 2,0 millones de toneladas de pescado, 0,75 t procedían de fuentes continentales, y aproximadamente la mitad de la acuicultura, mientras que el resto provenía del amplio sistema fluvial del país (Jhingran y Tripathi, 1977).

Debido a que las pesquerías continentales abastecen a menudo sólo al mercado nacional y aportan poco a la economía de exportación de la mayoría de los países en desarrollo, y dado que la cantidad de pescado capturado queda a menudo muy por debajo de la de las pesquerías marinas, a las pesquerías fluviales les suelen dar escasa prioridad los gobiernos nacionales. Asimismo, mientras abundan el material sobre pescadores que viven en ambientes marinos, son relativamente pocos los sociólogos que se han ocupado de los problemas de las pesquerías fluviales y de su potencial de desarrollo.

La falta de materiales de investigación sobre pesquerías continentales es lamentable dado el carácter crítico del recurso. Las pesquerías fluviales aportan una fuente importante de proteínas de alta calidad en zonas que, de lo contrario, sufrirían graves deficiencias nutricionales. Según Henderson, “la pesca de subsistencia juega por lo visto una función especialmente importante a la hora de suministrar proteínas animales a las poblaciones rurales del Afríca occidental (de forma más local en Africa oriental) y en la cuenca del Amazonas. Es especialmente ilustrativa la encuesta de hogares del 1976 realizada por Mefit Babtie en el Sudán meridional. Resultaba que unas 40 000 t de pescado por año eran capturadas por pesquerías de subsistencia, de dedicación parcial y que todas se consumían en el lugar o por lo menos dentro de esa región del Sudán” (comunicación escrita de 1984). Según Sundstrom (1972, pág. 156), la condición material de la población ribereña en el delta interior del Níger “se considera buena, por lo menos en comparación con la de las poblaciones interiores. No hay referencias a las enfermedades por lo demás frecuentes de malnutrición como el kwashiorkor”. En Brasil, Goulding señala que, aunque la pobreza es elevada en Manaus (pronto llegará a afectar a un millón de personas), “la ingesta diaria de proteínas por personas es más que satisfactoria, sobre todo debido a un suministro relativamente barato de pescado procedente de la región” (1980, pág. 253). Estos casos dan a entender que la cantidad total de pescado capturado por las comunidades pesqueras fluviales puede ser objeto de una fuerte infraestimación, junto con la aportación de ese pescado a las dietas locales.

También es probable que el número de personas que pescan con dedicación completa y a tiempo parcial y los efectos extensivos de sus actividades están también gravemente infraestimados, especialmente al irse comercializando cada vez más las pesquerías tradicionales. Tampoco se estima lo suficiente la importancia económica de la pesca como mecanismo de sostén de la gente muy pobre y como medio de que una minoría de pescadores se dediquen a actividades más lucrativas.

Cuando se hacen análisis de quiénes son los campesinos pobres muchas veces entran los pescadores. Van Heck (1979), refiriéndose a un estudio de 1973, por ejemplo, señala que la mayoría de los pescadores en Egipto “viven en condiciones inhumanas”, mientras que Jhingran y Tripathi observan que los pescadores continentales de la India son pobrísimos y tienen una condición socioeconómica muy baja (1977, págs. 48–50). Su número aumenta durante las recesiones, en que muchos de los que quedan recién desempleados abandonan las zonas rurales y urbanas por igual para dedicarse a las pesquerías fluviales y lacustres, donde al menos pueden sobrevivir. Las capacidades de las pesquerías fluviales de absorber a los desempleados, como sucede actualmente en Zambia, o en Malí, tan damnificado por la sequía sirve de importante “válvula de seguridad”, aunque el número de personas afectadas y el mayor empleo que se hace de técnicas ilegales como la dinamita (en partes de Nepal, el uso frecuente de ésta ha acabado prácticamente con todos los peces de algunos tramos de los ríos) y redes de malla pequeñísima plantean una amenaza potencial a la base de recursos.

Sobre todo durante los primeros años de comercialización, cuando la captura por unidad de esfuerzo es elevada a lo largo de toda la pesquería, los ahorros de ésta pueden también desencadenar un proceso de un desarrollo de una zona más vasta. Aunque eso es lo que sucede especialmente en los embalses artificiales de pesca inmediatamente después de su construcción (como acaeció con los lagos Kariba y Volta en Africa), existen otros ejemplos tomados de habitats fluviales y lacustres (Kapetsky, 1981, pág. 31). Después de “los diecisiete años” de guerra civil en Sudán, por ejemplo, los pobres Nuers se convirtieron en pescadores no sólo para sobrevivir sino también para conseguir capital con el cual restablecer sus rebaños. Cuando el autor principal de esta monografía viajó en 1979, a lo largo de la ruta propuesta para el Canal de Jonglei, la fuente más importante de capital para los pequeños establecimientos comunitarios y otros negocios, era la pesca. En mayor escala, los beneficios que se obtuvieron de las pesquerías del lago Kariba entre 1959 y 1964, fueron la fuente más importante de capital para el desarrollo de la agricultura y del comercio durante los 10 años siguientes.

Los “años de prosperidad” de las pesquerías del Kariba tuvieron también el efecto principal de incorporar a la población de las aldeas vecinas, sobre todo a las mujeres, en una economía de mercado. Ese fue un importante efecto expansivo de la pesquería, pues las mujeres iban a los campamentos de pesca para vender e intercambiar productos agrícolas y para fermentar cerveza. Algunas de estas luego se convirtieron en tratantes y minoristas de pescado, siendo el comercio íctico una fuente importante de empleo para gente de bajos ingresos en toda Africa, Asia y el Medio Oriente, donde prácticamente millares de comerciantes prestan un servicio razonablemente eficiente y esencial. Aunque no conocemos estudios sobre la proporción entre pequeños comerciantes y pescadores en varias pesquerías continentales, en algunos casos parece llegar hasta un comerciante por cada dos pescadores que desembarcan su pesca. Podría ser ese el caso de los comerciantes dotados de bicicletas que sirven a las pequeñas pesquerías interiores de Sri Lanka, aunque la proporción sería mucho menos cuando los comerciantes cuentan con camionetas de recogida y camiones. Otros efectos expansivos comprenden el empleo en la fabricación y reparación de embarcaciones y demás equipo, y como funcionarios del Gobierno que se ocupan de este sector.


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