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4. OBSERVACIONES CONCLUSIVAS

A lo largo de este informe se ha distinguido entre dos tipos de interacciones, llamadas, respectivamente, “operacionales” y “biológicas”. Ambas se definen y examinan en el informe del Seminario de la UICN sobre interacciones entre los mamíferos marinos y la pesca (UICN, 1981). Esa distinción, aunque en ciertos casos algo confusa, constituye una plataforma útil para proceder al análisis de las interacciones entre los mamíferos marinos y la pesca. En las páginas que siguen se harán algunas observaciones generales a propósito de ambas.

Interacciones operacionales

Las distintas interacciones operacionales citadas en este informe sugieren que todas las especies de mamíferos marinos pueden ser causa de conflictos con los pescadores. Examinando el cuadro que aparece en las páginas 204–7 puede verse que la mayoría de las especies, con excepción de las focas de los hielos del Artico y del Antártico y la mayoría de los picudos (zófidos), han estado implicadas, de algún modo, en interacciones operacionales. Por otro lado, en el caso de las especies mencionadas, la ausencia de noticias sobre interacciones puede deberse a la escasez o inexistencia de pesquerías en alta mar y en aguas polares.

Aunque en el caso de algunas especies parecen producirse interacciones regularmente con determinados tipos de pesquerías en toda su zona de distribución, el hecho de que a veces se produzcan interacciones muy poco probables impide toda generalización. Baste citar como ejemplos las molestias causadas por la ballena jorobada a los pescadores de salmón en el extremo oriente de la Unión Soviética y la presencia de picudos y mesoplodones en palangres atuneros del Japón.

La falta de datos suficientes sobre la mayoría de las interacciones registrada limita además las posibilidades de análisis o categorización. En general, pues, es imposible establecer en qué medida una especie o pesquería particular está implicada en interacciones operacionales. Como era de esperar, sin embargo, las especies más citadas en los informes de conflictos son las costeras, y una buena proporción de todas las capturas accidentales de mamíferos marinos corresponde a redes de enmalle. Los datos, por otro lado, son demasiado esporádicos para hacer un análisis de las especies de peces más frecuentemente implicadas en interacciones operacionales. Algunas especies de gran valor comercial, como los túnidos y el salmón, ocupan un lugar destacado en las comunicaciones de interacciones, por ser las especies para las que más a menudo se utilizan redes de enmalle y porque, dado su valor, las quejas de los pescadores cuando sus capturas sufren daños son más vivaces. La forma más frecuente de interacción de que se tiene noticias es, sin duda alguna, la captura accidental de mamíferos marinos, en particular cetáceos menores. La depredación de las capturas y los daños a los artes, por otro lado, no son poco frecuentes, y son importantes en el caso de los pinnípedos. No hay que pasar tampoco por alto la existencia de un tercer tipo de interacción operacional: la ayuda que, según parece, algunos cetáceos menores prestan a los pescadores durante las faenas de pesca, que quizás constituya el único punto de coincidencia entre los intereses de los pescadores y de los mamíferos marinos.

Los datos disponibles sobre interacciones operacionales son en general muy fragmentarios. En buena parte del mundo hay conflictos entre las pesquerías artesanales, y en pequeña escala, y varias especies de mamíferos marinos, y probablemente las ha habido siempre, al menos en medida limitada. En el caso de muchas pesquerías, la información disponible sobre el problema es poca o ninguna, aparte de algunas referencias casi anecdóticas a capturas accidentales. Como excepciones pueden citarse sobre todo las zonas próximas a estaciones de investigación pesquera, especialmente en el Japón, América del Norte y Europa. Lejos de esos lugares, en buena parte de América del Sur, Asia y Africa, la dispersión de las comunidades costeras, que faenan en zonas muy extensas, puede hacer muy difícil la recogida de datos. La dificultad aumenta, además, cuando los pescadores no están bien dispuestos frente a los mamíferos marinos.

En cambio, algunas pesquerías industriales o en gran escala han facilitado gran número de datos sobre la captura de cetáceos menores. Como ejemplos importantes cabe citar la pesquería estadounidense de atún con redes de cerco en el Pacífico oriental tropical y la pesquería japonesa de salmón con redes flota es en el norte del Pacífico. Aunque otras pesquerías, como algunas de las pesquerías industriales de la costa occidental de Africa, facilitan aún poca información, la recogida de datos en ese caso resultaría mucho más fácil, en principio, que en el caso de las pesquerías en pequeña escala.

No es probable que muchas de las interacciones comunicadas entre los mamíferos marinos y las actividades de pesca tengan efectos particularmente importantes en la economía de las pesquerías o en la dinámica de la población de los mamíferos marinos. Los casos en que los conflictos pueden tener efectos significativos para la pesquería o para la población de mamíferos marinos suelen presentar una de las características siguientes: o bien se produce una pérdida importante de peces o de artes, o el número de mamíferos marinos capturados representa una proporción relativamente alta de la población total (por ejemplo, la tasa de captura puede ser superior al ritmo de crecimiento de la población). Como ejemplos de lo primero pueden citarse las pesquerías costeras de Terranova, donde la sustitución o reparación de las trampas bacaladeras dañadas por los cetáceos puede costar millares de dólares. Otro ejemplo son los daños sufridos por las capturas de salmón en Escocia, en el Báltico y en el norte del Pacífico, que representan también una pérdida importante para los pescadores. Como ejemplo de la segunda posibilidad se puede citar la muerte accidental de millares de marsopas de Puerto Dall en el norte del pacífico.

Las repercusiones de las capturas accidentales de mamíferos marinos se acentúan cuando la población es pequeña o está localizada. Los delfines fluviales, por ejemplo, pueden hallarse concentrados en zonas relativamente pequeñas, por lo que las capturas accidentales pueden tener considerables efectos en la población, que quizás ya no sea muy grande. Algunas especies de ballenas mysticetas gravemente depauperadas podrían también resultar muy afectadas por las capturas accidentales. También los dugongos y posiblemente algunas otras especies de distribución relativamente localizada podrían estar expuestos a una grave reducción de la población, en algunos lugares, como consecuencia de las capturas accidentales en redes de pesca.

Análogamente, la acción depredadora de los mamíferos marinos sobre especies de valor comercial y los daños a los artes de pesca se acentúan allí donde los pescadores dependen en mayor medida de los ingresos derivados de sus actividades de pesca. Cuando existen oportunidades de empleo en otros sectores, los efectos pueden no ser tan graves como es el caso de una comunidad en que los ingresos dependen totalmente de la pesca.

En muchas áreas, el aumento de la explotación de las poblaciones de peces conducirá inevitablemente, con toda probabilidad, a nuevos conflictos con los mamíferos marinos. En algunas zonas, las poblaciones de peces de media altura o de alta mar están aún por explotar y su explotación podría hacer entrar a los pescadores en conflicto con distintas especies de mamíferos marinos, incluso algunas que en la actualidad no están implicadas en ningún tipo de interacción. Un aumento aún más importante de los conflictos entre los mamíferos marinos y los pescadores podría producirse como consecuencia del mayor uso de redes de enmalle sintéticas de monofilamento, como han observado varios autores (Mitchell, 1975; Gaskin, 1983; por ejemplo). Esas redes se utilizan para la pesca de gran número de especies de peces, pero su relativa invisibilidad para los mamíferos marinos, unida a su resistencia y duración, hace que aumente el peligro de que estos animales queden enredados y mueran ahogados. El problema se agrava cuando las redes sintéticas se sueltan de su anclaje y, sin producir ya captura útil alguna, flotan a la deriva durante años, apresando mamíferos y peces y causando su muerte. Parece inevitable que, a medida que aumente el empleo de esas redes, se intensifique también el problema de las muertes accidentales de mamíferos marinos.

De mismo modo que un aumento del esfuerzo de pesca puede traducirse en mayores conflictos con los mamíferos marinos, también el aumento de las poblaciones de estos últimos puede crear mayores conflictos con las actividades de pesca. Aunque quizás los ejemplos sean pocos por el momento, varias poblaciones de ballenas mysticetas y pinnípedos están actualmente en expansión y no ha de excluirse que ello pueda representar una fuente potencial de conflictos en el futuro.

Por otro lado, no es probable que las poblaciones de mamíferos marinos crezcan anualmente más que en porcentaje muy pequeño, mientras el porcentaje de aumento de las pesquerías puede ser de algunos centenares al año. Por tanto, a la hora de vigilar posibles conflictos futuros, sería prudente prestar atención sobre todo a los cambios en los modos de pesca más que a las variaciones de las poblaciones de mamíferos marinos.

En la mayor parte de las pesquerías apenas se atiende hoy día, o no se atiende en absoluto, a las interacciones con los mamíferos marinos. Aunque en algunas pesquerías la escala de las capturas accidentales podría ser suficiente para hacer pensar en graves efectos sobre la población de mamíferos marinos, en muchos casos, para poder evaluar esos efectos sería necesario recoger datos no sólo sobre el número de animales capturados sino también sobre la distribución por edades de las capturas.

En varias pesquerías, en particular en las zonas donde la explotación pesquera está más desarrollada, se ha intentado evaluar los daños que los mamíferos marinos causan a las actividades de pesca. Esas evaluaciones pueden hacerse inspeccionando regularmente las capturas o los artes, para determinar los daños causados por mamíferos marinos. Por desgracia es muy difícil obtener datos exactos sobre las pérdidas registradas en una pesquería concreta, ya que en una evaluación de ese tipo intervienen muchos parámetros imposibles de cuantificar. Es de esperar que estudios futuros permitan al menos disponer de algunos datos de base que sirvan para hacer comparaciones con los daños sufridos en otras pesquerías.

Hasta la fecha no parece haberse hecho ningún estudio para medir los posibles beneficios que pueden conseguirse para los pescadores como resultado de la cooperación con los mamíferos marinos. Se trata claramente de una forma de una forma de interacción que es muy difícil de cuantificar.

Cuando los conflictos operacionales tienen solución, lo más probable es que tal solución sea de orden tecnológico. El uso de redes de monofilamento ha permitido ya reducir los daños sufridos en algunas pesquerías (aunque aumentando al mismo tiempo las capturas accidentales de mamíferos marinos) y la modificación del diseño de los artes y de los sistemas de pesca ha permitido reducir notablemente el número de cetáceos menores capturados en la pesquería estadounidense de atún del Pacífico. No es probable que la reducción de las poblaciones de mamíferos marinos resulte beneficiosa para los pescadores desde el punto de vista de las interacciones operacionales, ya que la mayoría de los daños pueden deberse a pocos animales. Valga como ejemplo el caso de la foca gris, que causa daños de entidad similar en las pesquerías de salmón de Escocia y del Báltico, a pesar de la enorme diferencia en la magnitud de ambas poblaciones.

Las soluciones tecnológicas, cuando sean posibles, incluirán probablemente la introducción de dispositivos para ahuyentar a los pinnípedos y el uso de paños de red que resulten más visibles para los mamíferos marinos sin afectar a las posibilidades de pesca. El desarrollo de dispositivos y sistemas de ese tipo ha de considerarse prioritario para la solución de estos problemas.

Interacciones biológicas

Si un aumento del esfuerzo de pesca se traducirá probablemente en un mayor número de interacciones operacionales, el aumento concomitante de la mortalidad por pesca contribuirá probablemente a aumentar las interacciones biológicas. De hecho, es posible que ambas cosas procedan paralelamente. Puede suceder muy bien que, a medida que las poblaciones de peces sean menos abundantes, los mamíferos marinos, en particular los pinnípedos, consideren las redes de pesca como la fuente más económica de alimentos.

Las interacciones biológicas entre los mamíferos marinos y la pesca pueden considerarse como casos de competencia por una misma presa entre dos especies depredadoras, pero determinar hasta qué punto la competencia se produce en los mismos “nichos” alimentarios es siempre extremamente difícil. Puede suceder, por ejemplo, que un mamífero que se alimente en parte de una especie de peces comerciales no deprede la misma población de ese pez que explota la pesquería. La mayoría de los mamíferos marinos, además, tienen dietas muy variadas, que pueden cambiar no sólo de año en año sino incluso de mes en mes y, más aún, según las zonas e incluso según las clases anuales. Esta variabilidad de la dieta hace que sea muy difícil evaluar la importancia de una eventual competencia.

La variabilidad de la dieta de la mayor parte de los mamíferos marinos puede ofrecer además una especie de válvula de seguridad en la competencia con las actividades de pesca. La eficiencia de muchos métodos modernos de explotación pesquera puede hacer que una población íctica depauperada se convierta en una fuente de alimentos poco atractiva desde el punto de vista energético para los mamíferos marinos mucho antes de que deje de ser atractiva económicamente para la pesquería, en cuyo caso los mamíferos marinos buscarán otras especies alternativas para alimentarse.

Una excepción se produce cuando un mamífero marino es más o menos monófago o se alimenta de un grupo de especies afectado por la pesquería. Esos mamíferos marinos son los más vulnerables a la competencia con la pesquería, ya que no pueden afrontar las eventuales variaciones en la abundancia de sus presas con un cambio apropiado de su dieta.

Y a la inversa, los pescadores especializados son también más vulnerables a la acción de los mamíferos marinos. En teoría, una población de mamíferos marinos, especialmente si está en expansión, puede reducir la talla media de la población de que se alimenta o el número de animales de esa población hasta tal punto que la explotación pesquera de esa especie resulte antieconómica. En las pesquerías de varias especies, como las pesquerías con redes de enmalle, cada vez más comunes, las consecuencias de esa competencia no se hacen sentir, dado que se explotan muchas especies al mismo tiempo.

Considerando a los mamíferos marinos y a los pescadores como dos depredadores dentro de un sistema ecológico se pone de relieve el hecho de que no todas las interacciones biológicas han de ser necesariamente competitivas. Incluso en el caso de aquellas que lo son, es muy poco probable que esos dos tipos de depredadores se dirijan exactamente al mismo “nicho”. En muchos casos, las ramificaciones del complejo depredador-presa pueden servir para reducir el grado de competencia entre ambos grupos.

En esas circunstancias, el efecto ecológico de un grupo puede resultar beneficioso para el otro, por ejemplo porque reduce la presencia de una especie de peces depredadores, que puede afectar a la abundancia de otra especie depredada.

Estas consideraciones sugieren que es muy poco probable que haya una equivalencia en peso entre las presas consumidas por los mamíferos marinos y la disminución del rendimiento de una pesquería comercial. Todo ello hace también muy difícil evaluar los efectos que un grupo puede tener en el otro y resulta, por tanto, dificilísimo definir una situación en la que pueda estar justificado reducir las poblaciones de mamíferos marinos para proteger las actividades de pesca o, al contrario, puede estar justificado reducir el esfuerzo de pesca para proteger el abastecimiento de alimentos de los mamíferos marinos. Es evidente, sin embargo, que cuando se trate de poblaciones de mamíferos marinos que no sean numerosas o que ocupen un ámbito espacial o ecológicamente limitado habrá que proceder con prudencia. La misma prudencia habrá que tener al considerar una pesquería que tenga “limitaciones” análogas, por ejemplo porque explota sólo una especie relativamente poco común.

A medida que aumente la presión de pesca en todo el mundo y que los mamíferos marinos entren en conflictos más frecuentes con las pesquerías, las peticiones de que se estudie la competencia entre ambos grupos no podrán por menos de aumentar. La recuperación de algunas poblaciones de mamíferos marinos podría tener el mismo efecto. En esas circunstancias, la necesidad de intensificar las actividades de vigilancia puede ser fundamental, sobre todo en el caso del desarrollo de pesquerías de calamares allí donde existe gran potencial de explotación de esos cefalópodos y pueden producirse interacciones de competencia con los mamíferos marinos. En situaciones de ese tipo, sería claramente conveniente evaluar desde el principio los posibles problemas.

Cuanto aquí se ha dicho sugiere que hasta la fecha no ha sido posible analizar las interacciones biológicas entre los mamíferos marinos y la pesca más que en medida muy limitada, debido en buena parte a la complejidad del problema. Los pescadores se han que jado a menudo de que los mamíferos marinos contribuyen al depauperamiento de las poblaciones de peces, lo que resulta particularmente evidente cuando los mamíferos marinos están implicados en interacciones con los artes y consumen especies comerciales, o cuando su número va en aumento. Hasta la fecha, sin embargo, los análisis hechos no parecen confirmar en ningún caso la existencia de efectos negativos para las poblaciones de peces.

La complejidad de las interacciones no constituye el único impedimento para estos estudios: otro elemento importante de este problema es que los datos disponibles sobre la alimentación de la mayoría de las especies de mamíferos marinos son extremamente limitados. Buena parte de la información es casi anecdótica y es posible incluso que esté fuertemente sesgada, debido al escasísimo número de observaciones. Es claro, pues, que sólo será posible analizar adecuadamente el problema de las interacciones biológicas entre los mamíferos marinos y la pesca cuando se disponga de muchos más datos sobre la dieta de esos animales. Por otro lado, esa información por sí sola no será necesariamente muy útil. Más importante, quizás, para entender este problema es conocer las estrategias alimentarias de los mamíferos marinos y conseguir más información sobre la dinámica interespecífica de las poblaciones implicadas de peces y mamíferos marinos.


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