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Cuestiones



Prejuicios contra los pobres

Tal vez el problema más grave sean los prejuicios generalizados contra las personas hambrientas y los pobres. Gran parte de las sociedades estaban en un tiempo articuladas de suerte que, aun habiendo muchas personas pobres, la mayoría tenían acceso a alimentos suficientes para asegurar su supervivencia. Los cambios sociales, económicos y tecnológicos han erosionado las «redes de seguridad» tradicionales. Los lazos con la tierra se han debilitado o cercenado, resultando difícil o imposible a los pobres cultivar sus propios alimentos. En bastantes zonas rurales, hoy día las estructuras agrarias arcaicas y poco equitativas se han mezclado con sistemas de producción agrícola muy industrializados, dejando a los pobres con un acceso limitado a la tierra, el agua, la leña y otros servicios básicos (Figura 3). Las mujeres pobres, sobre todo en las zonas rurales, se ven constreñida con frecuencia a emplear gran parte de su tiempo yendo a por agua y leña con las que preparar comidas poco sustanciosas para sus familias.

Los cambios sociales, económicos y tecnológicos han limitado el acceso de las poblaciones pobres a las tierras y el agua; las mujeres de las zonas rurales son a menudo las más afectadas.

- FAO/17030/G. BIZZARRI

El hambre, en un tiempo básicamente una secuela de las malas cosechas en zonas aisladas, se debe hoy día cada vez más a la marginalización y el empobrecimiento de las poblaciones rurales debido a la insuficiencia de instituciones y políticas; la marginación y el empobrecimiento tienen causas múltiples, pero muchas veces provienen de una falta de alternativas viables de medios, con la consiguiente dependencia de tierras marginales y de la deforestación. A menudo se observan en estas poblaciones desnutrición y malnutrición crónicas, indicativas de grave vulnerabilidad a las emergencias naturales o de origen humano. Las luchas civiles y las guerras son también alimentadas por esos procesos y debilitan, aún más si cabe, la seguridad alimentaria. Estas condiciones dan lugar a menudo a inmensos movimientos de población, sobre todo de zonas rurales a urbanas, con frecuencia a través de las fronteras nacionales.

En las zonas urbanas, por otra parte, el hacinamiento, los insuficientes servicios sanitarios, las viviendas improvisadas, unas redes de transporte de alimentos más complejas y la falta de agua potable dan lugar muchas veces a la rápida difusión de enfermedades y la malnutrición, socavando la capacidad de los pobres para cuidarse de sí mismos y minando el desarrollo mental de sus hijos.

FIGURA 3
Número de personas que viven en situación de pobreza o que carecen de acceso a servicios básicos en el mundo en desarrollo

Fuente: FAO. El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2000. J.R. Lupien y V. Menza. 1999. Evaluación de las posibilidades de mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición. Alimentación, nutrición y agricultura, N° 25.

Todo ello se ve agravado por la falta de instrucción y de capital, que son elementos esenciales para redimir a la gente de la pobreza.

Custodia deficiente de los bienes comunes mundiales

Una segunda cuestión relacionada con la anterior es la deficiente custodia de los bienes comunes mundiales, es decir, los recursos, las instituciones y los valores que son patrimonio común de las sociedades, pero que suelen ser objeto de explotación excesiva debido al egoísmo individual. Interesan aquí tres aspectos distintos de la custodia: los recursos naturales, la identidad y diversidad cultural y los derechos humanos de los pobres.

Recursos naturales

El poder de la humanidad para modificar el mundo natural, así como nuestra población creciente, plantean enormes amenazas para la base de recursos naturales de los que depende. En cuanto a los recursos marinos, por ejemplo, aunque la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1982) supuso un paso adelante en el justo sentido, nuestra capacidad colectiva para crear medios de pesca más eficaces está agotando los mares de gran parte de su abundancia, y la mayor parte de las especies están ahora plenamente explotadas (Figura 4). Descomunales buques con factorías a bordo compiten con pescadores que emplean simples redes o cañas. Comunidades enteras que dependen de las faenas pesqueras descubren de repente que su subsistencia se está viendo amenazada.

La políticas encaminadas a incrementar la producción industrial no sólo amenazan con crear contaminación local, sino también trastocar el clima, dando lugar a agujeros en la capa de ozono y al calentamiento mundial. Los pronósticos actuales apuntan a que, con el calentamiento mundial, no cabe esperar otra cosa sino que el tiempo se torne más variable y más inclemente, los niveles del mar aumenten e inunden las ciudades del litoral y que se produzcan cambios en la localización de la producción agropecuaria.

FIGURA 4
La pesca de captura mundial ha llegado a su potencial máximo

Fuente: Datos de la FAO, 2000.

El aumento de la demanda de agua para fines agrícolas, industriales y domésticos está reduciendo los niveles del manto freático y, en algunos casos, agota permanentemente los acuíferos. En otros casos, el empleo excesivo de agua está dando lugar a la salinización y al abandono, a la postre, de lo que en un tiempo eran feraces tierras agrícolas.

FIGURA 5
El uso limitado de la biodiversidad vegetal para la producción alimentaria en la actualidad

Fuente: Datos de la FAO, 2000.

FIGURA 6
Proporción de razas de animales de granja del mundo en peligro, por región

Fuente: World Watch List for Domestic Animal Diversity (3ª edición).

La biodiversidad, considerada comúnmente como indispensable para mantener la vida en el planeta, está amenazada como consecuencia de la especialización generalizada de la producción agrícola, la contaminación industrial, la deforestación y la introducción de especies invasivas. En pocas palabras, el ecosistema entero se está desmoronando, está siendo dañado e incluso destruido por la intervención humana.

Identidad y diversidad cultural

La erosión de la biodiversidad se refleja en la erosión de la diversidad cultural. Justamente de la misma forma que la biodiversidad puede servir como garantía contra los cambios desfavorables del ecosistema, así también la diversidad cultural puede servir de mecanismo de protección contra el error humano. Algunas culturas se han demostrado extraordinariamente idóneas para incorporar nuevas ideas y nuevas tecnologías, al propio tiempo que reafirman sus valores centrales. Otras han sucumbido ante el cambio. A medida que los mercados se van adentrando en esas culturas antes aisladas, enteros idiomas, tradiciones y prácticas, religiones, tipos de alimentos y medios de preparación de éstos y otras instituciones sociales corren peligro de extinción. Vale esto especialmente para culturas cuyos valores primarios son de tipo no material. Algunas culturas han quedado erosionadas por políticas nacionales que fomentan la conformidad con la cultura nacional predominante. Hay también otras a las que han perjudicado gravemente nuevas tecnologías que socavan creencias profundamente arraigadas, quitando así gran parte del sentido que tiene nuestra vida diaria. Algunas han quedado barridas por lo que se ha dado en llamar progreso. La influencia omnipresente de la publicidad y la consiguiente aparición de consumidores verdaderamente internacionales de alimentos, prendas de vestir, cine e incluso música a nivel mundial, han ido aumentando la homogeneización y borrando del mapa las identidades culturales.

No quiere decir esto que los integrantes de esas culturas acepten pasivamente un cambio no deseado. Es más, muchas veces tratan de luchar contra el derrumbe de su identidad cultural aumentando la solidaridad y la resistencia a un cambio inducido desde fuera. Esa resistencia a menudo es violenta, dando lugar a pérdidas de vidas y de propiedades, además de minar las instituciones democráticas y suprimir el disenso interno. En los casos más extremos, los movimientos de resistencia, se vuelven contra sí mismos, al intentar los partidistas eliminar a todos los que no se ajustan a determinados ideales que se afirman como tradicionales.

Derechos de los individuos y de los pueblos

La pérdida simultánea de diversidad tanto biológica como cultural amenaza con dar al traste con los derechos de las personas y de pueblos enteros. Por un lado, existen algunos grupos que forzarían a las personas a abandonar sus costumbres tradicionales para incorporarlas a lo que se denomina dudosamente como progreso. Por otro lado, están los que privarían a las poblaciones indígenas de las ventajas de la vida moderna, preservándolas para que mantengan los bienes generales como el germoplasma vegetal. Ambos extremos socavan los derechos de las personas y de los pueblos para decidir su futuro.

En todas las sociedades, hay mecanismos tradicionales que se han ido creando para asegurar el derecho a alimentos suficientes que se están erosionando por la debilitación de los lazos sociales y culturales, debido al quebranto de las unidades familiares tradicionales, la aceleración de la urbanización y la mundialización de los mercados, la información y la cultura. Ante las repetidas y constantes situaciones de hambre, la Declaración de Roma de 1996 sobre la Seguridad Alimentaria y el Plan de Acción de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación han reafirmado el derecho de cada cual a tener acceso a alimentos nutritivos e inocuos y han especificado la necesidad de esclarecer la definición de qué se entiende por derecho a los alimentos. En sus documentos se ha reafirmado también el derecho fundamental de todo el mundo a verse libre del hambre, según se declara en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y otros instrumentos pertinentes de ámbito internacional y regional, instando a que se preste especial atención a la aplicación y realización plena y progresiva de esos derechos como medio para conseguir una seguridad alimentaria para todos.

Economía mundial emergente, pero no sociedad mundial

Al propio tiempo que se construye rápidamente una economía mundial, se ha empezado apenas a pensar en la creación de una sociedad mundial. Los bienes, los servicios y especialmente el capital fluyen libremente a través de las fronteras nacionales a un ritmo cada vez mayor, mientras que la población sigue estando en gran parte retenida por fronteras nacionales. Para los países, las empresas y los consumidores, la actuación en el mercado se ve limitada por el acceso al capital; quienes no poseen medios no tienen voz en el mercado. Aunque todos los países tienen instituciones que complementan las fuerzas del mercado con algún tipo de red de seguridad social en apoyo de las personas que no pueden obtener beneficios suficientes del mercado, la red de solidaridad entre los países está bastante poco desarrollada.

Un mercado mundial sin una sociedad mundial puede realmente llegar a ser autodestructivo. En primer lugar, puede dividir a las personas entre quienes participan en el mercado y quienes carecen de medios para hacerlo, tanto dentro de los países como entre ellos. Los que no pueden participar, bien sea por falta de instrucción y capital o a causa de la explotación que sufren, rechazarán el mercado mundial como otra amenaza más a su subsistencia. En segundo término, el mercado mundial puede muy bien implicar la construcción de instituciones internacionales a las que sólo un pequeño grupo selecto debe lealtad. Los ciudadanos de los países tanto industrializados como en desarrollo pueden por consiguiente rechazar los mercados mundiales, sumergiendo al mundo en conflictos a nivel nacional e internacional.

En cambio, se ha prestado poca atención a los requisitos previos para crear una sociedad mundial. Una sociedad de este tipo debería incorporar los valores enunciados en docenas de tratados y declaraciones internacionales que tratan a las personas como ciudadanos más bien que como consumidores. Ahora bien, ¿cómo podremos crear una sociedad mundial en la que la pobreza, el hambre y la malnutrición queden atenuadas o a ser posible eliminadas?

Para conseguir este objetivo, es preciso reconciliar intereses varios y complejos y han de resolverse diversos conflictos que se van arrastrando. Existen otras opciones imaginables, pero no interesantes. Puede haber sectores que creen que podrían triunfar unos sobre otros, pero a la larga no habrá vencedores. No importa lo difícil que pueda ser, pero todos deben reconocer que su destino está ligado al de los demás, al igual que el del planeta. Se ha de encontrar la forma de reducir los desequilibrios existentes entre pobres y opulentos, los que tienen seguridad alimentaria y los que no la tienen y los ganadores y perdedores de la globalización, así como entre las culturas y entre las generaciones.

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