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I. INTRODUCCIÓN

Centroamérica ha sido catalogada como una región vulnerable ante los desastres naturales, sean estos huracanes, sequías y movimientos telúricos. En la última semana del mes de octubre de 1998, el desplazamiento del Huracán Mitch - posiblemente el mayor desastre natural del siglo XX - azotó a 5 de los 6 países de la región y de manera especial a Honduras y Nicaragua, su potencia devastadora llegó a alcanzar la categoría 5 en la escala de Saffir-Simpson, con vientos sostenidos de 288 km/h y ráfagas de hasta 340 km/h.1

Este huracán vino a afectar la región justo después de haber padecido la presencia de El Niño Oscilación Sur (ENOS) con sus fuertes sequías, incendios forestales e inundaciones; y cuando el crecimiento económico global se había previsto en un 3% y en cinco de los seis países (incluido Belice) el mismo sería superior al 4% anual.

Los efectos destructivos económicos fueron cuantiosos, según datos de la CEPAL,2 los daños alcanzaron la cifra de US$6,018 millones de dólares que equivalen a un 12.3% del Producto Interno Bruto Regional, a un 42% de las exportaciones, a un 67% de la inversión bruta fija, y a un 34.3% de la Deuda Externa de los países, sin incluir Belice.

Este fenómeno natural vino a crear nuevamente zozobra entre la población centroamericana, que recientemente comenzaba a gozar de la paz luego de conflictos armados y presencia militar en las zonas rurales de 4 de los cinco países afectados por el Mitch.

La destrucción ha sido cuantiosa sobre todo en la población rural de pequeños productores de granos básicos (maíz, frijol y arroz), por ser un segmento poblacional que habita y cultiva en tierras aluviales, planicies inundables y laderas con tierras marginales y escasas labores de manejo y conservación del suelo.

La afectación del Huracán Mitch vino a poner en evidencia lo que otros fenómenos meteorológicos en el pasado habían provocado, pero con menor intensidad, y es que Centroamérica a pesar de encontrarse en una zona natural de trayectoria de tormentas y huracanes, adolece de sistemas de prevención, alerta temprana, mitigación y atención reconstructiva después del paso de estos eventos ciclónicos sin incluir la alta vulnerabilidad de la población y en especial de aquellos que habitan las zonas rurales, periurbanas y barrios marginales de las principales ciudades centroamericanas.

La inseguridad alimentaria se profundiza y tiende a agravarse en los meses subsiguientes al desastre y la capacidad de respuesta nacional es muy escasa y pobre en su contenido, sin embargo la asistencia internacional siempre ha dado sus mejores esfuerzos para paliar las necesidades alimentarias de la población en riesgo. Esta condición aumenta la necesidad de mejorar y fortalecer las capacidades nacionales y locales para dar respuesta inmediata a la emergencia, especialmente por parte de las organizaciones gremiales y la sociedad civil, conjuntamente con los esfuerzos de los gobiernos como facilitadores de las condiciones para subsanar las condiciones deficientes en que se sumerge la población después de cada desastre.

Las dificultades de reactivación de la producción inmediatamente a estos eventos son evidentes y ello obedece a la forma de abordar los problemas y de configurar una estrategia de mediano plazo para reinsertar a los productores en sus actividades productivas, más aún cuando los suelos han sufrido daños severos y se han perdido los equipos e implementos de labranza mínima y control de malezas.


1 National Hurricane Center, US NOAA, 1998. (ver clasificación en anexos)

2 Comisión Económica para América Latina.


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