11. Producción de alimentos e impacto ambiental

Documentos ténicos de referencia
Resumen
© FAO, 1996


Indice

Agradecimiento
Resumen

1. INTRODUCCION

2. DIMENSIONES DE LA PRODUCCION ALIMENTARIA

Enseñanzas del pasado
Medio ambiente y pobreza
Evolución del papel de los gobiernos
El comercio y el medio ambiente
Dos ámbitos de potencial subexplotado
Relaciones entre población y tierra

3. RECURSOS NATURALES Y PRODUCCION DE ALIMENTOS

Modificación del paisaje
Tierras de cultivo en diversas zonas agroecológicas
Prácticas agrícolas que trascienden de las zonas agroecológicas
Impactos benéficos de la producción de alimentos sobre el suelo
Riesgos de degradación de los suelos
Producción ganadera
Pesca y acuicultura
Humedales valiosos
Efectos de la producción de alimentos sobre la diversidad biológica
Uso de bosques y ecosistemas naturales

4. OPCIONES PARA REDUCIR LOS IMPACTOS AMBIENTALES

Opciones ecológicas para la conservación del suelo y del agua
Opciones ecológicas para los sistemas de cultivos
Opciones ecológicas para la producción ganadera
Opciones ecológicas para la pesca
Opciones ecológicas para los bosques
Una segunda revolución verde

5. UN SUMINISTRO ALIMENTARIO SEGURO DENTRO DE LIMITES NATURALES

Elementos para la producción ecológica de alimentos
Ajuste estructural ecológico
Formación y fomento de la capacidad institucional
Implicaciones para los planificadores y para los responsables de las decisiones
Conclusión

BIBLIOGRAFIA


Agradecimiento

La preparación de los documentos técnicos de referencia para la Cumbre Mundial sobre la Alimentación ha requerido, además de la colaboración del personal de la FAO, un volumen considerable de conocimientos especializados de instituciones internacionales asociadas y círculos gubernamentales y no gubernamentales pertenecientes a la comunidad científica internacional. El proceso ha sido supervisado en la FAO por un Comité de Lectura Interno, integrado por personal elegido a título individual y establecido para que toda la colección cumpla los criterios apropiados de calidad y coherencia.

El presente documento ha sido preparado por el funcionario de la FAO Jeff Tschirley. Se basa en un borrador preparado por el Prof. Dr. L.O. Fresco, el Dr. E.M. Bridges y el Ir M.H.C.W. Starren y sus colegas de la Universidad Agronómica de Wageningen, en los Países Bajos. Después de un examen inicial realizado en la FAO por todos los departamentos técnicos, por colegas invitados y el Comité de Lectura, así como por expertos externos, se publicó una primera versión que se distribuyó para recabar observaciones de los gobiernos, organizaciones intergubernamentales (OIG) y organizaciones no gubernamentales (ONG), así como de otros expertos. Se han recibido valiosas observaciones de Kym Anderson, Universidad de Adelaide, Australia; Lukas Brader, Instituto Internacional de Agricultura Tropical (IITA), Nigeria; Michel Griffon, Centro de Cooperación Internacional en Investigaciones Agronómicas para el Desarrollo (CIRAD), Francia; Geoffrey Hawtin, Instituto Internacional de Recursos Fitogenéticos, Roma; Philippe Mahler; Per Pinstrup-Andersen, Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias (IIPA), Washingtonn, DC; y David Seckler, Instituto Internacional de Ordenación del Riego (IIMI), Sri Lanka. Además, se agradece también al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que colaboró en la preparación del documento, especialmente a Uttam Dabholkar y Ali Ayoub.

La Secretaría de la FAO, a la vez que agradece las contribuciones de todos los que han examinado el documento, asume la responsabilidad de su contenido.


Resumen

Los productores de alimentos se enfrentan con nuevos retos importantes en vista de que las proyecciones demográficas prevén un aumento de los actuales 5 800 millones de habitantes hasta unos 8 300 en el año 2025 y de que la tierra disponible por habitante para la producción alimentaria sigue disminuyendo. Se dispone de capacidad científica y de medios tecnológicos para obtener de la tierra los alimentos necesarios. Sin embargo, unas políticas oficiales estrechas de miras y la distribución desigual de la riqueza y los recursos han conducido a numerosos casos de impactos ambientales que podrían haberse evitado.

Las tierras más aptas para los cultivos por su relieve, el tipo de suelo y el clima ocupan alrededor del 11 por ciento de la superficie de los continentes y las islas del planeta. Sin embargo, con las posibles excepciones de zonas limitadas de Africa y América del Sur, la mayor parte de los alimentos adicionales tendrán que producirse en tierras ya dedicadas a alguna forma de producción. La expansión de la agricultura por tierras menos idóneas acarrea mayores costos de inversión, más riesgo de malas cosechas y degradación ambiental, factores todos que contribuyen a la inseguridad alimentaria.

El informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (1987) (Comisión Brundtland) y el Programa 21 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) (1992) coincidieron en señalar la agricultura y el desarrollo rural como temas prioritarios para conseguir un desarrollo sostenible. Para usar los recursos naturales de manera sostenible será preciso un progreso tecnológico apoyado en políticas medioambientales y sociales. Las modalidades de aprovechamiento de la tierra tendrán que evolucionar, utilizándose unas tierras menos intensamente y otras más. En todos los casos el uso de los recursos naturales tendrá que basarse en su potencial físico y biológico, que puede ser muy variable y depende mucho de las prácticas y la tecnología aplicadas. En general, los países deberían aprovechar para la producción alimentaria las tierras más fértiles y tratar de distribuir equitativamente los beneficios.

Gran parte de la ciencia y la tecnología de que se dispone para la producción de alimentos se han desarrollado en países (o centros de investigación) cuyas condiciones ambientales, sociales y económicas difieren de aquellas en que hoy se aplican. De ahí que, aunque hay tecnologías para aumentar la producción de manera ambientalmente equilibrada, muchas de ellas requieren cambios fundamentales en los mecanismos utilizados para ponerlas a punto y ofrecerlas a los agricultores.

Pese a las condiciones actuales que propugnan una menor intervención en la economía, los gobiernos han de desempeñar en la agricultura y en el desarrollo rural un papel especial que es distinto que en otros sectores, y que está determinado por tradiciones culturales, intereses y valores arraigados en la conciencia nacional. Tal ocurre con el imperativo de facilitar alimento a las poblaciones y proteger el patrimonio nacional natural y rural.

Un aumento de la productividad con salvaguardias ambientales es necesario y posible mediante el uso de combinaciones adecuadas de instrumentos biológicos, sociales, tecnológicos y económicos para la planificación participativa del uso de la tierra; la conservación de la tierra y del agua; la gestión de desechos; los sistemas integrados de producción; la vinculación de investigación, educación y extensión; y la reforma de la tenencia de la tierra.

Para una agricultura ambientalmente sana, son prioritarios unos sistemas más integrados de producción unidos a mecanismos de apoyo adecuados y al mejor uso de los insumos externos. Aunque estos últimos traigan consigo el riesgo de degradación ambiental, si se usan debidamente permiten mejorar la productividad y la seguridad alimentaria y aligeran la presión sobre otras tierras. El riego, las variedades mejoradas y los productos agroquímicos contribuyen notablemente a la producción de alimentos: el 36 por ciento de todas las cosechas y el 50 por ciento de las cosechas de cereales proceden de tierras de regadío. No obstante, no se ha insistido bastante en los mecanismos que permiten a los usuarios utilizar sin riesgo los insumos externos. Para ello es preciso hacer hincapié en la formación y la educación de los agricultores, el apoyo técnico y la infraestructura correspondiente para reducir al mínimo los efectos ambientales negativos.

Las innovaciones se adoptan rápidamente si los agricultores las creen beneficiosas. Se trata pues de concebir innovaciones e incentivos que sean económicamente rentables para los productores y ambientalmente sanos y benéficos para el conjunto de la sociedad. Las medidas de control integrado de las plagas y los sistemas integrados de nutrición de las plantas van claramente en ese sentido pero requieren la participación activa de agricultores, extensionistas y científicos.

Los gobiernos deben dirigir este proceso complicado recurriendo a todos los medios disponibles, tales como tecnología y políticas adecuadas, para alentar a los agricultores, los mercados, las industrias alimentarias, las instituciones de investigación y los consumidores. a orientar el desarrollo agrícola de manera que no dañe al medio ambiente.

Puede facilitarse la concientización y el consenso en torno a unos métodos de producción ambientalmente idóneos, por ejemplo:

Los gobiernos deben colaborar con los agricultores y otros productores de alimentos, empresas y otros sectores no gubernamentales para elevar la cantidad y la calidad de alimentos disponibles para los pobres rurales. Para ello es posible:

Para que se difundan rápidamente y se adopten las mejores prácticas de trabajo y otras condiciones propicias para la producción sostenible de alimentos se precisan tres elementos clave: eficiencia en el uso de los recursos, planificación y estructuras de ejecución, y buena gestión gubernamental.

Los principios de la declaración Den Bosch y los objetivos proclamados en el Programa 21 sólo se realizarán si a la tecnología y la política se suman la participación, la equidad, el diálogo, los mecanismos de apoyo, la capacitación a nivel local y los incentivos. Estos caminos conducirán a una agricultura respetuosa del medio ambiente y a la seguridad alimentaria. Fuera de ellos, los importantes instrumentos de tecnología y políticas de que se dispone no tendrán efectos positivos duraderos.