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Construcción
de un sistema
alimentario
y agrícola
más ético

La FAO tiene como obligaciones constitucionales mejorar la nutrición y el nivel de vida, mejorar el rendimiento de la producción y la eficacia de la distribución de todos los productos alimenticios y agrícolas, mejorar las condiciones de la población rural y contribuir así a una expansión de la economía mundial y a liberar del hambre a la humanidad. Además, la FAO tiene el mandato de la comunidad internacional de proporcionar los instrumentos y mecanismos para un foro internacional en el que se afronte el equilibrio de los intereses y se adopten medidas al respecto, al propio tiempo que se aspira a proteger y mejorar los bienes públicos globales por lo que respecta a la alimentación y a la agricultura (Constitución de la FAO, 1945; Declaración de Roma sobre la Seguridad Alimentaria Mundial, 1996). Además, la FAO tiene la obligación ética de asegurar que sus actuaciones sean responsables y transparentes, de manera que sirva de foro de debate y diálogo sobre cuestiones éticas y sobre el comportamiento poco ético por lo que respecta a la alimentación y la agricultura.

Estos instrumentos y mecanismos pueden servir para crear un sistema alimentario y agrícola más ético que afronte los problemas y los desafíos antes expuestos. Un sistema ético de este tipo sería eficaz, seguro y solidario, al propio tiempo que aceptaría la diversidad de los sistemas de valores. La creación de un sistema de este tipo no debería significar la creación de un estereotipo: un plan detallado que está abocado a convertirse en un fin en sí mismo. Al contrario, debe ser un proceso participativo y que evolucione con el tiempo para responder a los nuevos datos científicos, a las innovaciones en las metas y objetivos y a las nuevas cuestiones éticas planteadas por la FAO y sus asociados.

Un sistema alimentario y agrícola más ético debe incluir el interés por tres objetivos mundiales generalmente aceptados, cada uno de los cuales incorpora nuevas propuestas normativas: mejora del bienestar, protección del medio ambiente y mejora de la salud pública.

Mejora del bienestar

La pobreza sigue siendo la causa individual más importante de la miseria humana en el mundo actual. Los que participan en un sistema alimentario y agrícola ético trabajarían por la reducción y eliminación, llegado el caso, de la pobreza potenciando la eficiencia y la eficacia económica de la alimentación y la agricultura en todo el mundo. Al hacerlo así, la eficacia de la producción (el medio más rentable de producir un determinado bien) debe estar equilibrada con la eficacia en la distribución (el medio más eficaz de distribuir los bienes). Además, la eficacia no puede juzgarse exclusivamente en función de su respectivo costo dentro de un sistema económico dado. Ha de incluir también un estudio del sistema de derechos, privilegios e instituciones en función de los cuales se define esa eficacia. De modo análogo, la eficacia no puede definirse simplemente como la capacidad de realizar una tarea determinada, sino que ha de sopesar la conveniencia de los medios elegidos a la vista de preocupaciones éticas como la equidad y la justicia.

La eficiencia y la eficacia no pueden fomentarse a costa de la interdependencia económica, la libertad individual, los derechos humanos o la soberanía de los Estados. Por el contrario, la eficacia debe contribuir a esos objetivos. Dicho en otros términos, un sistema alimentario y agrícola ético debe ayudar a los ciudadanos, a las comunidades, a los países y al mundo entero a pasar de una economía mundial a una sociedad auténticamente mundial.

En una sociedad así la interdependencia se reconoce como ineludible, a cada individuo se le reconocen la autonomía y dignidad personal, y los Estados están en condiciones de mantener su soberanía. Un sistema alimentario y agrícola ético debe también pasar del comercio libre, en el que potentes intereses pueden imponer sus reglas al mercado, a un sistema comercial participativo para el establecimiento y la aplicación de las reglas.

Protección del medio ambiente

Los alimentos, contemplados desde una perspectiva mundial, no se producen actualmente en los lugares ni en las formas que mejor conservarían los recursos naturales. Hasta ahora, la producción agrícola mundial solía reflejar los patrones alimentarios y los niveles de vida de las poblaciones locales. Estas pautas están cambiando rápidamente en todo el mundo, con la creciente urbanización, la penetración de los mercados y el comercio internacional. Para mantener un sistema alimentario y agrícola ético, la eficacia biológica (mediante la intensificación de la producción, elaboración y distribución de productos alimenticios y agrícolas) y la diversidad agrobiológica han de conciliarse con la eficacia económica (en virtud de la cual se producen alimentos con un mínimo de uso de recursos, limitando así la presión sobre el medio ambiente y haciendo accesibles los alimentos a los pobres). Hay que prestar la debida atención a los pros y los contras de los objetivos de la seguridad alimentaria y de la protección del medio ambiente. La lucha integrada contra las plagas y la ordenación integrada de los recursos en los sectores agrícola, forestal y pesquero no deben considerarse como lujos; para poder transmitir a las generaciones futuras un sistema alimentario y agrícola ético, hay requisitos previos.

Mayor salud pública

A pesar de algunas mejoras a lo largo de los últimos decenios, una parte demasiado grande de la población mundial sufre de mala salud causada por el hambre, la malnutrición y una alimentación deficiente y por alimentos y aguas nocivos. Son problemas que reducen la capacidad de las personas a la hora de participar de lleno en los asuntos cotidianos de su comunidad, en países y el mundo. Además, la industrialización en gran escala de la agricultura y de la elaboración de alimentos plantean nuevas amenazas a la salud cuando no son objeto del debido seguimiento y control. En un sistema alimentario y agrícola ético, las cuestiones del hambre, la malnutrición, la alimentación y la inocuidad de los alimentos se afrontarían con dinamismo, de suerte que el mundo alcanzaría rápidamente un punto en que todos tendrían acceso a una alimentación abundante, nutricionalmente apropiada e inocua. Para ello se necesitarán i) políticas que ofrezcan incentivos para efectuar cambios de distribución que reduzcan las desigualdades en el acceso a los alimentos; ii) investigación científica para conseguir medios más eficaces y seguros de producción, elaboración y distribución de los alimentos; iii) un desarrollo rural que promueva y aproveche las fuentes de agua potable y fomente el empleo de prácticas inocuas de manipulación de los alimentos; y iv) el empleo y la aplicación de garantías suficientes y normas de inocuidad en la distribución de nuevos productos.

Primeras medidas

Ninguna serie aislada de principios éticos basta para crear un sistema alimentario y agrícola más ético, dado que precisamente los conflictos y las contradicciones entre esos mismos principios es lo que se cuestiona. Ahora bien, los particulares, los Estados, las empresas y las organizaciones de voluntarios de la comunidad internacional pueden contribuir a la solución de esas cuestiones mediante las actuaciones siguientes:

Creación de los mecanismos necesarios para equilibrar los intereses y resolver los conflictos. Para conseguirlo se crearían foros en los que puedan debatirse las controversias y dárseles solución. Por ejemplo, la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura ha tenido un gran éxito como tribuna para debatir cuestiones difíciles, en particular las compatibilidades y complementariedades entre obtentores o mejoradores de plantas y los derechos del agricultor. Otros ejemplos son los acuerdos alcanzados sobre normas alimentarias por la Comisión del Codex Alimentarius o los principios contenidos en el Código de conducta sobre la pesca responsable (1995).

Apoyo y estímulo de la participación general de los interesados en las políticas, programas y proyectos. En todos los órganos internacionales deben estar representados los diversos puntos de vista. No hay por qué inventar nuevos medios de participación de las organizaciones no gubernamentales ni ciudadanos interesados e informados.

Formulación de incentivos que estimulen a las personas, comunidades y naciones a mantener un diálogo y, en definitiva, hacer lo que es ético. Hay que poner en práctica incentivos que fomenten un comportamiento que promueva los valores antes expuestos (por ejemplo, un comercio justo), mientras que han de eliminarse los incentivos que lleven a comportarse de forma poco ética. Este proceso será iterativo, aprendiendo de experiencias anteriores en que se practicaron incentivos y modificando los del futuro para evitar así consecuencias no pretendidas.

Elaboración y divulgación amplia de la información y los análisis necesarios para tomar decisiones que sean sabias y éticas. La información debe ser tempestiva, pertinente, precisa y de fácil acceso por todos los interesados. Por lo tanto tiene que llegar a las diversas audiencias de diversos modos, en particular mediante la imprenta, la televisión, la radio y con publicaciones en páginas Web.

Garantía de que los procedimientos decisorios en la política alimentaria y agrícola internacional, así como el contenido de las deliberaciones, sean bien comprendidos y estén abiertos al análisis público. Independientemente de lo democráticas y justas que puedan ser las decisiones, sin un examen o la sensibilización del público no puede enjuiciarse su equidad y conveniencia. En cambio, el examen y la comprensión públicos de los procesos decisorios, así como el contenido de las decisiones efectivas contribuirá a la elaboración de un sistema alimentario y agrícola mundial más ético, sólido y eficaz.

Fomento del empleo de la ciencia y la tecnología en apoyo de un sistema alimentario y agrícola más justo y equitativo. Para ello será menester conciliar los conocimientos de los expertos con las diversas convicciones culturales profundamente arraigadas sobre las prioridades, los valores y las acciones apropiadas. Mientras la ciencia puede informarnos sobre los niveles de riesgo en una determinada empresa, nunca nos dirá si vale la pena correr ese riesgo. Esta última cuestión sólo puede abordarse mediante el diálogo entre los interesados.

Garantía de que los programas, políticas, normas y decisiones siempre tengan en cuenta los aspectos éticos para mejorar el bienestar, la protección del medio ambiente y la salud. También aquí entra la obligación de señalar a la atención situaciones y tendencias que merman ese bienestar, degradan el medio ambiente o constituyen barreras para la salud. Al mismo tiempo, hay que reconocer que estos tres objetivos no siempre son congruentes. Por consiguiente, aun cuando todos los interesados convengan en unos objetivos éticos, hay que practicar un diálogo para conciliarlos en determinadas situaciones. Ese diálogo habrá necesariamente de involucrar negociaciones y compromisos, así como diferentes medios de solución en distintos sitios.

Elaboración de códigos de conducta ética que actualmente no existen. En un mundo distinto e interdependiente, las normas de conducta ética deben ser claras para todos. Como ocurre ahora en varias profesiones, los particulares, los Estados, las compañías y las asociaciones de voluntarios que intervienen en la creación de un sistema alimentario y agrícola mundial ético, necesitan orientaciones sobre lo que constituye un comportamiento adecuado. Los códigos de conducta pueden proporcionar esa guía.

Examen periódico de los compromisos éticos y determinación de si son adecuados, dados los nuevos conocimientos y los cambios de circunstancias. El mundo actual cambia rápidamente. Lo que se toma como verdad hoy puede resultar falso mañana. Lo que se considera ético hoy puede estimarse poco ético mañana. Por lo tanto, no cabe ningún estereotipo de comportamiento y actuación éticos. Lo que es menester es que las posiciones éticas se revisen periódicamente para ver así cómo pueden mejorarse a la luz de nuevas pruebas, nuevos requisitos y nuevas exigencias.

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