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Hacia una silvicultura sostenible

A nivel mundial, la deforestación se está haciendo más lenta. Al mismo tiempo, se está mejorando la productividad de la elaboración de la madera, lo que ayuda a satisfacer la demanda creciente de este material. Sin embargo, es probable que persistan casos graves de deforestación que socavan la biodiversidad y la obtención de otros beneficios económicos y medioambientales de los bosques. El reto principal consistirá en mejorar la gestión sostenible de las explotaciones forestales y asegurar una distribución equitativa de los beneficios del uso de los bosques.

Los bosques y otras zonas arboladas desempeñan funciones económicas y ecológicas fundamentales. No sólo proporcionan bienes y medios de vida, sino que además protegen los suelos, regulan el flujo de agua y retienen el carbono que de otra manera se sumaría a los gases que provocan el efecto invernadero. Los bosques también alojan una gran parte de la biodiversidad terrestre del mundo.

En el año 2000, el mundo tenía unos 3 870 millones de ha de bosques que cubrían el 30 por ciento de la superficie de tierras. Los bosques tropicales y subtropicales constituían el 56 por ciento de la superficie boscosa, mientras que los bosques templados y boreales constituían el resto. Se estimó que los bosques naturales constituían aproximadamente el 95 por ciento de todos los bosques, mientras que los bosques de plantación constituían aproximadamente el 5 por ciento.

En conjunto, el 51 por ciento de la totalidad de los bosques está disponible para la producción de madera. Alrededor del 12 por ciento de los bosques se encuentra en espacios protegidos legalmente, mientras que el 37 por ciento restante es físicamente inaccesible o resulta antieconómico para el suministro de madera por otras razones.

Más de la mitad de la biomasa de madera consumida a nivel mundial se quema como combustible. La mayor parte de esta forma de consumo se hace en los países en desarrollo donde la madera es, con frecuencia, la principal fuente de energía. Asia y África consumen entre las dos más de las tres cuartas partes de la madera utilizada como combustible en el mundo, principalmente en las cocinas domésticas, aunque industrias familiares dedicadas a la desecación de alimentos y a la albañilería también consumen un gran volumen en algunos países.

Actualmente, la madera en rollo industrial representa aproximadamente el 45 por ciento de la producción mundial de madera. Es curioso que el consumo anual de madera per cápita en los países desarrollados y en los países en desarrollo sea casi el mismo, poco más de 0,5 m3 per cápita . Sin embargo, casi el 80 por ciento del consumo de madera en los países desarrollados tiene la forma de productos forestales industriales mientras que en los países en desarrollo bastante más del 80 por ciento se quema como combustible.

El comercio mundial de madera no permite hacer generalizaciones fáciles. Las pautas de producción y comercio son muy diversas, tanto a nivel regional como entre productos distintos. En 2000, las zonas templadas y boreales representaron el 80 por ciento de la producción de madera en rollo industrial del mundo y el 83 por ciento de las exportaciones de madera en rollo. Sin embargo, estas zonas también representaron el 85 por ciento del consumo de productos forestales. En el año 2000, las zonas tropicales fueron exportadores netos de productos forestales a razón de 59 millones de m3/año aproximadamente, aunque esto representó menos del 4 por ciento del consumo mundial.

De la deforestación a la reforestación

Se dice con frecuencia que el mundo se enfrenta a una crisis de deforestación. Ciertamente, en algunos países el panorama es alarmante y prosigue una rápida disminución de la superficie forestal. Durante los años noventa la superficie forestal total disminuyó 9,4 millones de ha por año, aproximadamente tres veces la superficie de Bélgica. A lo largo de todo el decenio la superficie perdida fue superior a la de Nigeria.

Es cierto que si las tasas de deforestación actuales se proyectan al futuro, en 2030 los bosques tropicales se habrán reducido en otro 24 por ciento. Sin embargo, la deforestación ha sido más lenta en los años noventa que en los ochenta y probablemente proseguirá más lentamente en los primeros decenios del nuevo siglo.

Durante los años noventa, la superficie de bosques tropicales se redujo a una cifra neta de 12,3 millones de ha anuales, pero las zonas no tropicales añadieron 2,9 millones de ha anuales a sus bosques.

El panorama varía considerablemente de una región a otra. La deforestación tuvo lugar con mayor rapidez en los trópicos, donde las pérdidas en los años noventa representaron como media 12,3 millones de ha anuales. África perdió 5,3 millones de ha anuales y América del Sur 3,7 millones de ha. En contraste, las pérdidas anuales en Asia sólo fueron de 0,4 millones de ha mientras que las zonas no tropicales añadieron 2,9 millones de ha anuales a sus bosques.

En muchos países en desarrollo la deforestación neta se está haciendo más lenta actualmente. Durante más de un decenio, países como China, India, Jamahiriya Árabe Libia, Turquía y Uruguay han plantado más bosques que los que han talado. En 2000, otros países como Argelia, Bangladesh, Gambia y Viet Nam han comenzado también a acumular superficie forestal neta. Algunos países, por ejemplo Filipinas y Tailandia, han impuesto prohibiciones absolutas de talar bosques naturales, aunque estas prohibiciones son difíciles de implantar y es posible que no duren. En muchos países en desarrollo, el crecimiento de la población y la dependencia de la agricultura dará lugar a una pérdida continuada de bosques. Sin embargo, las tasas globales de deforestación se harán más lentas en los próximos decenios. Las tendencias sociales, económicas y políticas contribuirán a la disminución de la deforestación en los países en desarrollo. La urbanización reducirá la necesidad de roturar nuevas tierras fronterizas para crear medios de vida. También impulsará el cambio del uso de madera como combustible a combustibles fósiles y electricidad.

Esta desaceleración es una parte integrante del ciclo de desarrollo económico. En las fases iniciales del desarrollo, las poblaciones en rápido crecimiento dependen mucho de la agricultura y de la madera como combustible, y algunos países pueden depender de las exportaciones de madera para generar divisas, con el resultado de que la deforestación puede ser rampante. A medida que los países se hacen más ricos y más urbanizados, la necesidad de talar bosques disminuye y el valor que se da a los entornos naturales aumenta. Son cada vez más los bosques que se protegen o se gestionan de forma sostenible.

En los países desarrollados, las poblaciones sólo crecen lentamente y las zonas forestales aumentan sobre todo a medida que tierra agrícola marginal se deja de cultivar y se regenera como bosque natural secundario.

Superficie forestal como porcentaje de la superficie de las tierras de los países


Fuente: FAO (2001)

Productos forestales: demanda creciente, productividad creciente

La demanda de productos forestales seguirá creciendo a medida que crezcan la población y los ingresos mundiales. Las proyecciones más recientes realizadas por la FAO estiman que para 2030, el consumo global de madera en rollo industrial aumentará un 60 por ciento respecto a los niveles actuales, hasta alcanzar del orden de 2 400 millones de m3. También es probable que se produzcan aumentos importantes en el consumo de productos de papel y cartón.

¿Serán suficientes los recursos forestales para atender esta demanda? Hasta principios de los años noventa, las evaluaciones de los expertos eran pesimistas, pero hoy en día la mayoría de los expertos ya no prevén una crisis en la oferta de madera. Las proyecciones del consumo de madera son ahora más bajas, en parte debido al menor crecimiento de la población mundial. Además, se han producido mejoras en la gestión forestal y en las tecnologías de recolección y elaboración, incrementos en el establecimiento de plantaciones y un aumento de las funciones de los árboles fuera de los bosques.

La producción de materiales derivados de la madera aumenta continuamente su rendimiento, lo que reduce la presión sobre los recursos forestales. No sólo se trata de que haya más reciclaje de papel y madera, en el último decenio también se ha producido un cambio de la madera en rollo y aserrada industrial a tableros derivados de la madera lo que permite hacer un uso mucho mayor de la madera. La producción global de madera aserrada ha permanecido prácticamente estable desde 1970, a pesar de que la producción de tableros derivados de la madera se ha duplicado con creces, mientras que la producción de papel y cartón casi se ha triplicado.

En el futuro, las preguntas fundamentales no serán si habrá o no madera suficiente, sino más bien de dónde debe proceder, quien la producirá y como deberá ser producida.

Se ha producido un cambio en las fuentes de madera, se han abandonado los bosques vírgenes deficientemente regulados y se ha pasado a plantaciones y bosques y zonas boscosas gestionados de forma sostenible. Se espera que la producción de madera en rollo industrial procedente de plantaciones se duplique para el año 2030, pasando de los 400 millones de m3 actuales a 800 millones aproximadamente. Por tanto, el aumento de la oferta procedente de plantaciones satisfará gran parte del crecimiento de la demanda de madera durante este período. Otra fuente de madera que tendrá una gran expansión será la arboricultura fuera de los bosques.

No es probable que los cambios de las condiciones del comercio sean espectaculares, ya que la mayoría de los obstáculos arancelarios importantes ya se han reducido a niveles moderados, o se han eliminado por completo, aunque el uso de etiquetas ecológicas y los reglamentos medioambientales aumentarán sin duda alguna. Sin embargo, se producirán cambios importantes en la evolución del comercio internacional, a medida que los países en desarrollo aumenten su consumo per cápita de madera industrial. En algunos de los países más ricos, el consumo per cápita es del orden de diez veces el de muchos países en desarrollo.

Cambios en la superficie forestal (millones de ha),1990 a 2000


Fuente: FAO (2001)

Refuerzo de los servicios medioambientales en los bosques

Una mayor concienciación acerca de la importancia de los valores y servicios medioambientales refuerza los esfuerzos para conservar recursos forestales y de árboles. A medida que se reconocen los servicios medioambientales más amplios de los árboles, se fomenta la arboricultura o conservación de árboles y bosques a través de proyectos y programas de desarrollo, como un medio para impedir la erosión, regular el flujo de agua, así como evitar inundaciones aguas abajo y controlar la desertización o la salinización. Es probable que continúe la tendencia a la arboricultura y conservación de árboles y bosques.

Un cambio de actitudes ha conducido a un aumento del valor asignado a la conservación del medio ambiente y la naturaleza por organizaciones no gubernamentales y de desarrollo. Hay una presión cada vez mayor para respetar normas aceptables de gestión de los recursos naturales en todos los esfuerzos para estimular el crecimiento económico y promocionar los medios de vida para la población rural pobre. La aparición de instituciones democráticas y el mayor acceso a la información están ayudando a este proceso.

Los cambios en la escala de valores de los consumidores, especialmente en los países desarrollados más ricos, han dado lugar a tener más en cuenta aspectos medioambientales a la hora de comprar. La difusión del etiquetado ecológico permite ahora a los consumidores elegir productos procedentes de bosques gestionados de manera sostenible.

El turismo ecológico es otro resultado del mismo cambio. Actualmente, se estima que constituye alrededor del 7 por ciento del turismo mundial, y se espera que esta proporción aumente. Paradójicamente, un gran número de turistas ecológicos pueden ejercer una gran presión en lugares que ofrecen experiencias memorables. No obstante, el turismo ecológico puede demostrar ser una fuente valiosa de ingresos para comunidades locales y, por tanto, un incentivo económico para conservar los bosques que quedan.

Entre 1995 y 2050, medidas como una deforestación más lenta y el desarrollo de la regeneración y la arboricultura, pueden reducir las emisiones de dióxido de carbono en el equivalente del 12 al 15 por ciento de todas las emisiones debidas a combustibles fósiles.

La preocupación creciente respecto al calentamiento global ha centrado la atención en la función potencial de los bosques como reguladores de los niveles de dióxido de carbono presente en la atmósfera. Los bosques almacenan grandes cantidades de carbono en los árboles, en la vegetación del piso inferior, en la hojarasca y en el suelo. A nivel mundial, contienen aproximadamente 1 200 millones de toneladas de carbono, poco más de la mitad del total existente en toda la vegetación y suelos de la tierra.

Nuevos bosques o bosques degradados que se permite que se regeneren, absorben y almacenan carbono a medida que crecen. Por el contrario, cuando se talan o se degradan, se pueden convertir en una fuente importante de emisiones de dióxido de carbono. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambios Climáticos (IPCC), medidas como la reducción de la deforestación y el desarrollo de la regeneración y plantación de bosques podrían reducir las emisiones de dióxido de carbono en el equivalente del 12 al 15 por ciento de todas las emisiones procedentes de combustibles fósiles entre 1995 y 2050. Sin embargo todavía no está bien definido hasta qué punto se reflejará este potencial en acuerdos internacionales formales sobre el cambio climático.

Ordenación forestal sostenible

Cada vez está más aceptado el conjunto de principios conocidos como ordenación forestal sostenible (OFS) como el ejemplo fundamental para el desarrollo forestal. La OFS implica una ampliación del interés de la gestión que abarque además de la producción forestal, un mayor interés por un desarrollo equitativo, una mayor participación en dicho desarrollo, así como consideraciones de carácter medioambiental.

Si el desarrollo forestal no es equitativo, los pobres que queden excluidos de él continuarán dependiendo de los recursos forestales y de tierras, pero ejercerán una presión mayor sobre las restantes zonas a las que tienen acceso y quizás invadan ilegalmente espacios protegidos o zonas asignadas a empresas a gran escala. De aquí que un importante aspecto de la OFS esté en su interés en proporcionar medios de vida sostenibles a la población de personas más pobres y más marginadas del mundo, estimada en 350 millones, que dependen de ecosistemas forestales.

Los productos forestales no madereros (PFNM), tales como alimentos silvestres, plantas y hierbas medicinales, son cruciales para este vulnerable grupo. La mayoría son bienes de subsistencia con los que sólo se comercia en mercados locales. Sin embargo, se estima que unos 150 PFNM son objeto de comercio internacional. Aunque la dependencia de muchos productos de subsistencia puede disminuir, el aumento de la demanda de alimentos y medicinas étnicos puede tener como resultado un cultivo más sistemático de algunos PFNM. El acceso a los conocimientos y tecnología necesarios será decisivo para que las comunidades locales puedan beneficiarse de esta tendencia.

En el marco de la participación en el desarrollo asociada con la OFS, la responsabilidad fundamental de los departamentos forestales consistirá en pasar de gestionar a desarrollar políticas y realizar funciones de reglamentación. La responsabilidad de la gestión competerá en gran medida al sector privado, incluidos agricultores y comunidades locales.

Los objetivos medioambientales de la OFS incluirán un aumento de la superficie de bosques protegidos y una inversión de la pérdida de biomasa, la fertilidad del suelo y la biodiversidad que se producen cuando se degradan los bosques. Se desalentarán los procedimientos de explotación forestal no sostenible y se alentarán técnicas de talado que reduzcan los efectos negativos sobre el bosque en su conjunto. Una mayor seguridad de la posesión de tierras y árboles alentará la arbori-cultura, tanto dentro como fuera de los bosques.

Se han hecho progresos con relación a una adopción más amplia de la OFS, aunque han sido muy desiguales. En un extremo del espectro, la gestión de los bosques se vigila cuidadosamente en función de criterios sociales y medioambientales acordados. En el otro, partes importantes de bosques (principalmente tropicales) siguen teniendo una gestión deficiente o carecen de ella por completo, lo que hace que sean vulnerables a una degradación por descuido o falta de escrúpulos.

Avances en teledetección y procesamiento e intercambio de datos, facilitarán a los organismos nacionales e internacionales la vigilancia de los procedimientos de gestión forestal. Pero para que la OFS tenga éxito, será crucial reforzar las instituciones forestales del mundo en desarrollo, que siguen teniendo grandes carencias de recursos.

Algunos productos forestales no madereros

Uso final

Productos típicos

Productos alimenticios y , aditivos alimentarios

Carne de animales silvestres, nueces comestibles, frutas, miel tallos de bambú, nidos de pájaros, semillas oleaginosas, setas y champiñones, azúcar y almidón de palma, especias, hierbas culinarias, colorantes para alimentos, gomas, orugas e insectos, hongos

Plantas ornamentales

Orquídeas salvajes, bulbos, cicadas, palmas, helechos arbóreos, plantas suculentas, plantas carnívoras

Animales y productos de origen animal

Plumas, pieles, pájaros cautivos, mariposas, laca, cochinilla, capullos, cera de abejas, veneno de serpientes

Materiales de construcción

Bambú, róten, hierba, palma, hojas, fibras de corteza

Productos químicos orgánicos

Productos fitofarmacéuticos, productos químicos aromáticos y saborizantes, fragancias, productos agroquímicos/insecticidas, biocombustibles, curtientes, colores, tintes

Fuente: FAO

 

El papel de los bosques en la protección de la biodiversidad

Cada vez más, la biodiversidad se considera no sólo como una fuente de material genético, medicinas u otros productos objeto de comercio, sino como algo que tiene valor por sí mismo. Se ha estimado que los bosques, especialmente los bosques lluviosos tropicales, albergan casi la mitad de toda la biodiversidad del mundo.

A nivel mundial, se han creado más de 30 000 zonas protegidas. El objetivo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) es que el 10 por ciento de la superficie de las tierras de cada país se encuentre bajo alguna forma de protección. En la actualidad, unos 80 países han alcanzado ese nivel, pero cerca de 100 países siguen estando por debajo del 5 por ciento.

El Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación estima que sólo el 6,4 por ciento de la biomasa forestal se encuentra bajo alguna forma de protección en la actualidad, cifra que desciende hasta el 3,6 por ciento en el caso de los bosques templados de árboles de hoja ancha. Estas deficiencias reflejan la desigual distribución de los ecosistemas forestales entre los distintos países, además de un fracaso general en el cumplimiento del objetivo de la UICN.

Casi el 9 por ciento de los bosques lluviosos tropicales están protegidos, pero en muchos países en desarrollo esta protección es sólo nominal. Estos bosques siguen sufriendo graves asaltos, incluida la explotación, los incendios deliberados, la caza furtiva y otras formas de talado o degradación.

Las perspectivas para la futura expansión de espacios protegidos son más modestas que en el pasado reciente. En muchos países donde los esfuerzos de conservación están por debajo del objetivo de la UICN, ya hay intensas presiones en estas zonas y fuertes conflictos entre objetivos económicos y medioambientales. Durante los próximos treinta años, la superficie total de tierras bajo protección estricta sólo aumentará moderadamente. Es necesario encontrar otros medios para conservar la biodiversidad, incluida la producción y conservación de árboles en las explotaciones agrícolas y la conservación de plasma de gérmenes en bancos de genes. Superficies más extensas se podrían poner también bajo OFS, que otorga una alta prioridad a la conservación como objetivo de gestión.

Pesca mundial: opciones futuras

Las capturas marinas se estabilizaron en los años noventa. La acuicultura creció rápidamente, lo que permitió que siguiera aumentando la producción total de pescado. Con las reservas marinas plenamente explotadas o sobreexplotadas en la actualidad, es probable que la futura oferta de pescado se vea limitada por la limitación de recursos. Conseguir una regulación eficaz de la pesca mundial es un asunto crucial.

La pesca es uno de los factores más importantes de la economía alimentaria mundial. En todo el mundo, más de 30 millones de pescadores y criadores de peces, junto con sus familias, se ganan la vida con la pesca. La mayoría de ellos son familias de pescadores artesanales de países en desarrollo.

A nivel mundial, el pescado proporciona del orden del 16 por ciento de las proteínas de origen animal consumidas por el hombre y es una valiosa fuente de minerales y ácidos grasos esenciales. Los peces de mar y de agua dulce se están convirtiendo en un recurso deportivo cada vez más importante, tanto para usuarios activos como pescadores de caña, como para usuarios pasivos como turistas, buceadores y amantes de la naturaleza.

A medida que se estabilizan las capturas marinas, crece la acuicultura

A lo largo de los tres últimos decenios la producción mundial de pescado ha ido por delante del crecimiento de la población, con el resultado de que la cantidad de pescado disponible per cápita ha aumentado. El reciente estancamiento de la pesca, propiamente dicha, se ha compensado con un rápido crecimiento de la acuicultura.

La producción anual de pescado total casi se duplicó entre 1970 y 1999, pasando de 65 millones a 125 millones de toneladas. Este aumento fue el resultado de dos tendencias contrapuestas: crecimiento de la pesca seguido de una estabilización en los años noventa, y de un espectacular crecimiento de la acuicultura también en los noventa.

Desde los años cincuenta, ha sido posible aumentar los niveles de capturas marinas gracias a avances en tecnología y rendimiento de la pesca, incluidas las fibras sintéticas para los aparejos de pesca, la congelación a bordo, la localización de peces por medios electrónicos y mejoras en la navegación. Sin embargo, a medida que más zonas de pesca y reservas de peces llegaban a la plena utilización o eran objeto de una pesca excesiva, el crecimiento de las capturas marinas comenzó a desaparecer. Durante los años noventa, las capturas marinas fluctuaron entre 80 y 85 millones de toneladas, a pesar del descubrimiento de nuevas reservas.

Si embargo, las capturas en aguas continentales siguieron creciendo moderada-mente, pasando de 6,4 millones de toneladas anuales en 1990 a 8,2 millones en 1999, aunque el total en aguas continentales puede ser mucho mayor, ya que con frecuencia la producción se intercambia, se vende o se consume localmente sin que se registre de manera oficial.

Lo que hizo posible el aumento continuo de la producción global de pescado fue el rápido crecimiento de la acuicultura que creció el 10 por ciento anual durante los años noventa. La contribución de la acuicultura a la producción mundial de pescado se duplicó a lo largo del decenio alcanzando el 26 por ciento en 1999.

El aumento continuado de la producción mundial de pescado ha sido posible gracias al crecimiento de la acuicultura a razón del 10 por ciento anual durante los años noventa. La contribución de la acuicultura a la producción mundial de pescado se duplicó a lo largo del decenio, alcanzando el 26 por ciento en 1999.

Hasta ahora, la acuicultura ha estado muy concentrada en Asia que representó el 89 por ciento de la producción mundial en 1999. Ahora se cultiva una mayor diversidad de especies. Hasta mediados del siglo XX, la gama estaba limitada a ostras, mejillones, carpas, truchas y camarones. Sin embargo, desde los años cincuenta los científicos han ido solucionando de manera gradual el problema de la reproducción artificial de distintas carpas, salmónidos y otras especies.

El incremento mundial de la producción de pescado ha sido igualado por un crecimiento sostenido del consumo. El pescado representa ahora una media del 30 por ciento de las proteínas de origen animal consumidas en Asia, el 20 por ciento aproximadamente en África y del orden del 10 por ciento en América Latina y el Caribe. En 1999, el consumo medio mundial de pescado, crustáceos y moluscos alcanzó la cifra de 16,3 kg per cápita, un incremento superior al 70 por ciento respecto al nivel de 1961-63.

La pesca es también una fuente importante de medios de vida. En los países desarrollados, el empleo en la pesca ha disminuido debido a mejoras de la productividad y al colapso de algunas pesquerías importantes. En contraste, la pesca en los países en desarrollo ha seguido aumentando. Más del 90 por ciento de las personas que trabajan a jornada completa en el sector pesquero a principios de los años noventa se encontraban en economías en transición o en desarrollo.

Casi el 40 por ciento de toda la producción pesquera es ahora objeto de comercio internacional. Como consecuencia de esto, la pesca se considera cada vez más como un poderoso medio de generar divisas. Los ingresos brutos de los países en desarrollo procedentes de las exportaciones de pescado han crecido rápidamente pasando de 5 200 millones de dólares EE.UU. en 1985 a 15 600 millones en 1999, nivel que supera con mucho los ingresos de productos como el café, cacao, banano o caucho.

El consumo de pescado puede verse limitado por los límites de los recursos

Se espera que continúe aumentando el consumo de pescado per cápita. Si tuviese que determinarse solamente por el aumento de los ingresos y los cambios en las dietas, el consumo medio podría alcanzar un nivel tan alto como 22,5 kg per cápita en 2030. Combinado con el crecimiento de la población, esto supondría una demanda anual total de pescado de 186 millones de toneladas en 2030, casi el doble del nivel actual. Sin embargo, puesto que el suministro estará limitado probablemente por factores medioambientales, es más probable una demanda de entre 150 y 160 millones de toneladas o entre 19 y 20 kg per cápita.

El panorama regional será muy diverso. Las preocupaciones por la salud y la dieta harán que aumente el consumo en América del Norte, Europa y Oceanía, pero el lento crecimiento de la población hará que el aumento de la demanda global sea lento.

En el África subsahariana y en el Cercano Oriente y África del Norte, el consumo per cápita puede estancarse o incluso disminuir, a pesar de los bajos niveles actuales. En África, las reservas silvestres locales están casi plenamente explotadas, excepto en Egipto donde la acuicultura apenas ha comenzado. La demanda per cápita en Asia meridional, América Latina y China puede aumentar sólo gradualmente, mientras que en el resto de Asia oriental casi se duplicará, alcanzando los 40 kg en 2030. La acuicultura asiática debería ser capaz de aumentar la producción y cualquier escasez restante podría ser cubierta por importaciones.

Hay una tendencia creciente a comercializar pescado fresco para consumo humano. Esto es debido a que los costos para transportar el pescado fresco a los mercados están disminuyendo y a que los consumidores están dispuestos a pagar un sobreprecio por este producto. La demanda de harina y aceite de pescado seguirá creciendo rápidamente. Estos productos se utilizan para piensos para el ganado y para la acuicultura y representan en la actualidad del orden de la cuarta parte de la producción mundial de pescado. Hasta ahora, la materia prima para la harina y aceite de pescado ha provenido de la pesca de captura y es muy probable que esto siga siendo así. Sin embargo, la competencia por pequeños peces de superficie se hará más intensa y la industria de harina y aceite de pescado tendrá que explotar otras materias primas como peces mesopelágicos y krill. Los precios en aumento también impulsarán un cambio a piensos sustitutivos. Sin embargo, no se ha encontrado todavía un sustitutivo satisfactorio para el aceite de pescado.

Consumo de pescado por regiones, 1961-63 y 1997-99


Fuente: FAO

La acuicultura y la explotación marina proseguirán su expansión

A lo largo de los tres próximos decenios, la pesca mundial satisfará la demanda mediante el cambio de la captura al cultivo de peces, que ganó fuerza en los años noventa.

La proporción de la pesca, propiamente dicha, respecto a la producción mundial seguirá disminuyendo. Se ha estimado que la máxima producción marina sostenible es del orden de 100 millones de toneladas anuales. Sin embargo, esta cifra es superior a las capturas anuales de 80 a 85 millones de toneladas conseguidas durante los años novena, y para determinarla se ha supuesto que se utilizarán grandes cantidades de recursos acuáticos subexplotados hasta el momento incluidos el krill, los peces mesopelágicos y los calamares oceánicos.

Al igual que en los años noventa, la mayor parte de la escasez será cubierta por la acuicultura, que probablemente seguirá creciendo a una tasa anual del 5 al 7 por ciento, hasta 2015 al menos.

Se estima que la máxima producción marina sostenible es del orden de 100 millones de toneladas anuales, a comparar con las capturas de 80 a 85 millones de toneladas anuales conseguidas en los años noventa. Pero en esa estimación se supone que se utilizarán grandes cantidades de recursos subexplotados hasta la fecha, incluidos el krill y los calamares oceánicos.

Se mejorarán las especies objeto de acuicultura. La piscicultura tradicional, la manipulación de cromosomas y la hibridación ya han hecho importantes aportaciones. En el futuro, se puede esperar el uso de nuevas tecnologías, como la modificación genética. Ya se ha transferido un gen que codifica una proteína que protege contra la congelación en la platija ártica al salmón del Atlántico para aumentar su tolerancia a aguas frías. Sin embargo, en la actualidad, no hay ningún productor comercial acuícola que comercialice tales especies transgénicas para el consumo humano. Para que se produzca un avance en este campo, será necesario responder a las preocupaciones del público acerca de los organismos MG mediante evaluación de riesgos y el desarrollo de directrices políticas para un uso responsable.

Se domesticarán otras especies para acuicultura. En el caso del mero, el bacalao y el atún, capturados en grandes volúmenes en pesca, propiamente dicha, la producción de la acuicultura puede llegar a ser alta. Si se desarrolla pronto una tecnología comercialmente viable, la producción cultivada de bacalao en 2015 podría alcanzar la cifra de uno a dos millones de toneladas anuales.

Preocupaciones medioambientales desplazarán probablemente el interés de la acuicultura de las zonas costeras a sistemas más intensivos en aguas continentales. También se extenderá la explotación marina, aunque su futuro a largo plazo dependerá de las soluciones que se den a los problemas de propiedad relativos a los animales liberados. En la actualidad, sólo el Japón se dedica en gran escala a la explotación marina.

Las presiones sociales y políticas también impulsarán esfuerzos para reducir los efectos de la pesca, por ejemplo mediante capturas no deseadas de especies que no se pretende pescar y el uso de aparejos y procedimientos de pesca más selectivos. El aumento del uso de etiquetas ecológicas permitirá a los consumidores elegir pescado capturado de forma sostenible, tendencia que alentará planteamientos sensibles a la protección del medio ambiente en el sector.

Hacia una pesca sostenible

La influencia individual más importante en la pesca natural en un futuro es su regulación. Aunque en teoría son renovables, los recursos pesqueros naturales son finitos en la práctica a los fines de producción. Si se produce sobreexplotación, la producción disminuirá y puede incluso colapsarse.

Por tanto, los recursos se tienen que explotar a niveles sostenibles. Además, es necesario repartir equitativamente el acceso entre los productores. Al hacerse cada vez más escasos los recursos pesqueros, los conflictos sobre el acceso se hacen más frecuentes.

La principal dificultad de la política es devolver la capacidad de la flota pesquera mundial a un nivel en el cual las reservas de peces se puedan explotar de forma sostenible. Las políticas anteriores han favorecido la acumulación de un exceso de capacidad y han incitado a los pesca-dores a aumentar la captura por encima de niveles sostenibles. Los responsables de establecer políticas tienen que actuar con rapidez para invertir esta situación.

Hay numerosas medidas que pueden alentar un uso sostenible y suprimir los incentivos perversos para pescar en exceso. Es necesario generalizar la pesca basada en derechos de acceso claramente definidos: la experiencia demuestra que cuando esos derechos no sólo existen, sino que además son comprendidos y observados por los usuarios, los conflictos tienden a minimizarse.

Estado de las reservas mundiales de pesca, 1998


Fuente: FAO

Se tienen que establecer o reforzar leyes e instituciones para limitar o controlar el acceso a las reservas de peces marinos, tanto por grandes barcos transoceánicos como por pescadores artesanales locales. Cada vez más, la responsabilidad de la gestión pesquera tendrá que devolverse a los intereses pesqueros y a otros grupos interesados. Disposiciones tradicionales de comunidades pesqueras pueden incorporarse en nuevos regímenes de gestión. Sin embargo, la necesidad de controlar el acceso a la pesca artesanal será cada vez más acuciante. Sin duda, si no se resuelve este problema, un gran número de familias de pescadores puede verse forzado a abandonar la pesca y, a menos que existan medios de vida alternativos, caerán en la pobreza.

Para que la pesca mundial alcance su pleno potencial, tendrán que superarse las principales dificultades de política y gestión y despejarse las preocupaciones culturales y sociales de todos los grupos interesados. Se trata de enormes dificultades, pero que no son insuperables.

La cambiante ecología de los océanos

La biodiversidad consta de cuatro elementos principales: variabilidad de especies, entre especies, entre ecosistemas y entre complejos ecológicos mayores. Constituyen un ingrediente fundamental de la pesca sostenible en un futuro.

En total, más de 1 100 especies de peces, moluscos y crustáceos se capturan en la pesca, propiamente dicha, y más de 300 especies se utilizan en acuicultura. La biodiversidad en las poblaciones naturales permite la adaptación al cambio del entorno, mientras que en los peces cultivados permite una mejora continuada de la crianza.

Las actividades pesqueras humanas han tenido grandes efectos en la biodiversidad acuática. El elevado nivel actual de los efectos puede limitar la pesca en un futuro, a menos que la regulación y gestión de los recursos marinos y de agua dulce se mejoren considerablemente.

Varios procedimientos de pesca insostenible provocan daños. Entre éstos se incluyen: uso de veneno y dinamita cerca de arrecifes de coral; artes de pesca no selectivas que capturan mamíferos marinos, especies no deseadas o peces demasiado pequeños y arrastre de fondo que perturba la ecología del fondo marino.

Quizás los efectos ecológicos más importantes procedan de la enorme extensión de la pesca humana. Muchas zonas y reservas de pesca se utilizan hasta el límite sostenible o más allá de él, mientras que la presión de la pesca parece haber alterado la distribución y tamaño de algunos peces.

Los efectos globales sobre la ecología de los océanos sólo se conocen esquemáticamente, pero parece que son importantes. Las estadísticas sobre pesca desembarcada indican que se ha producido una disminución en el número de grandes peces predadores, lo que desplaza el equilibrio de las capturas hacia peces que se alimentan a un nivel más bajo de la cadena alimentaria. A medida que especies de alto valor como los peces bentónicos o los grandes peces de superficie como el atún son objeto de sobre pesca, van siendo sustituidas gradualmente por peces de vida más corta y peces de la superficie más pequeños y peces jóvenes. El número de peces más pequeños también aumenta en muchas zonas debido a un aumento de la producción de plancton.

En 1998, doce de las dieciséis regiones pesqueras a nivel mundial de la FAO tenían niveles de producción en su máximo histórico, o por debajo de él. Sin duda, el Antártico, el Atlántico sudoriental y noroccidental y el Pacífico sudoriental habían caído a niveles por debajo de la mitad de sus máximos históricos de producción.

En términos de reservas de las especies principales, la FAO estima que a finales de los años noventa, sólo la cuarta parte de las reservas estaban moderadamente explotadas o subexplotadas y un 1 por ciento se estaba recuperando. Casi la mitad de todas las reservas estaban explotadas hasta su máximo rendimiento sostenible y se encontraban por tanto al borde de la sobreexplotación. Más de una cuarta parte de las reservas estaban sobreexplotadas o agotadas.

Semejante situación había despertado preocupaciones entre los ecologistas y otros grupos de interesados. Como respuesta a esta situación, las administraciones del sector pesquero trabajan para minimizar o mitigar los efectos negativos sobre la diversidad genética y biológica. Las medidas adoptadas incluyen el desarrollo y uso de artes de pesca selectivas que reducen la captura de mamíferos marinos, especies deseadas de tamaño inferior al admisible y especies no deseadas, controles directos de la captura total permitida de varias especies y, en algunos casos, prohibiciones y moratorias directas sobre la pesca.

Desgraciadamente, la pesca inadecuada y las actividades de acuicultura no son las únicas amenazas a la biodiversidad acuática. Otras amenazas incluyen la contaminación, la pérdida de hábitat y la degradación del hábitat. Con frecuencia, dichas amenazas se combinan para agravar la presión sobre la biodiversidad. Para proteger la biodiversidad acuática será necesario eliminar toda la gama de amenazas que pesan sobre ella.




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