Página precedente Indice Página siguiente


Capítulo 8. Incendios


RESUMEN

El decenio de 1990 se caracterizó por períodos de grave sequía, lo cual facilitó la insurgencia de incendios forestales devastadores en casi todas partes del mundo. Tanto el público, como los medios de información y los sectores políticos prestaron una amplia atención, enfocándose en estos incendios forestales, mientras que los centros y agencias en donde se toman las decisiones en materia de manejo forestal, se concentraron en las políticas y prácticas destinadas a reducir la inflamabilidad y vulnerabilidad de los ecosistemas silvestres en el futuro. En octubre de 1998, la Reunión sobre políticas de índole pública que afectan los incendios forestales, patrocinada por la FAO, congregó a 71 participantes provenientes de 33 países, así como 13 organizaciones internacionales, a fin de preparar recomendaciones destinadas a fortalecer a los países miembros de la FAO en su capacidad de manejar los incendios. Los participantes indicaron que era necesario contar con un sistema mundial de información sobre incendios a fin de proporcionar un acceso inmediato y en tiempo real, a datos e información sobre los mismos.

Basándose en esta necesidad de contar con un sistema mundial de información sobre incendios, FRA 2000 inició una evaluación mundial sobre incendios para el decenio de 1990. La FAO solicitó a los países miembros que completaran el perfil de manejo de incendios del país, el cual ponía de relieve información y datos fundamentales a ese respecto. Este capítulo resume los resultados obtenidos a partir de la recolección de información sobre manejo de incendios para las seis regiones geográficas de la FAO (FAO 2001).

Según los puntos destacados en el resumen regional de manejo de incendios, se pueden extraer varias conclusiones que caracterizaron la situación mundial en materia de incendios, durante el decenio de 1990. Los elaboradores de políticas están comenzando a darse cuenta de que hacer hincapié constante y únicamente en la respuesta a las situaciones de emergencia no será suficiente para prevenir incendios vastos y dañinos en el futuro. Los programas de respuesta y preparación para las situaciones de emergencia deben ir acompañados de políticas y prácticas de uso de la tierra mejores. Una activa labor en pos de prácticas forestales sostenibles, con la participación de la comunidad, constituye una estrategia importante para conservar mejor los recursos naturales y al mismo tiempo, reducir el impacto que tienen los incendios forestales.

INTRODUCCIÓN

Varios incendios forestales severos se produjeron en distintas partes del mundo, cobrando la atención internacional durante el decenio de 1990. Millones de hectáreas ardieron en 1997 y e 1998 y el humo cubrió vastas regiones de la cuenca del Amazonas, Centro América, México y el sudeste de Asia, interrumpiendo la navegación aérea y marítima y provocando serios problemas de salud pública. Asimismo, se produjeron grandes pérdidas de biomasa y vegetación boscosa. Ecosistemas que en general no son objeto de incendios, tales como la selva húmeda de Amazonas en Brasil y el bosque nuboso de Chiapas en México, sufrieron daños considerables. La situación de los incendios forestales mundiales en 1999-2000 fue seria nuevamente, aunque en menor escala. Los incendios se extendieron en Indonesia en 1999 y en 2000, pero no en una escala comparable a la de 1997-1998. Los principales incendios ocurridos en 2000 ocurrieron en Etiopía, el Mediterráneo oriental, así como en el oeste de los Estados Unidos.

Estos incendios ocuparon los titulares, pero muchos incendios extensos en distintas partes del mundo no llegan hasta la prensa internacional. Cientos de miles de millones de hectáreas arden anualmente en ecosistemas que se han adaptado a los incendios en las zonas secas de África occidental, vastas áreas de África al sur de la línea ecuatorial, Asia central, la parte meridional de América del Sur y Australia. Por ejemplo, durante la estación de los incendios en 2000, una cifra estimada de 200 millones de hectáreas ardieron en África, al sur de la línea ecuatorial. La prevención y el control de estos incendios recurrentes y extensos podría reducir los efectos adversos que se manifiestan en los ecosistemas y en la subsistencia de la población local.

No se cuenta con estadísticas nacionales, regionales o mundiales en materia de incendios forestales, lo cual podría permitir realizar una comparación confiable y precisa de la ocurrencia de incendios durante los decenios de 1980 y 1990. Sin embargo, es posible hacer algunas observaciones generales. Ambos decenios experimentaron una variabilidad anual muy alta en la insurgencia y efecto de los incendios en escala nacional y regional. Los episodios protagonizados por el efecto El Niño, durante 1982-1983 y 1997-1998, fueron los factores climáticos que afectaron más en términos de superficie quemada y de efectos durante ambos decenios. En estos años la mayoría de Asia tropical, África, América y Oceanía experimentaron situaciones extremas de incendios forestales. Durante 1997-1998, la cantidad de fuegos destinados al desboscamiento y otros fuegos incontrolados, aumentó en las regiones de los bosques ecuatoriales de Asia y América del Sur.

Figura 8-1. Disponibilidad global de datos sobre incendios

Las zonas de bosques septentrionales y boreales también experimentaron años de extrema sequía durante ambos decenios. Asia centroriental se vio extremadamente afectada en 1987, particularmente Siberia, en la Federación Rusa y en China nororiental. El extremo oriente de Rusia también se vio gravemente afectado durante la sequía de 1998.

La evidencia estadística en Canadá sugiere que la superficie quemada ha tendido a aumentar a partir de principios de 1980 hasta l990. Las estadísticas sobre incendios forestales en los bosques nacionales en los Estados Unidos muestran un aumento similar a partir de mediados del decenio de 1980 en adelante. Sin embargo, el cambio que se verificó en la respuesta a los incendios en Canadá y la acumulación no natural de materia combustible en los bosques de Estados Unidos, a causa de la exclusión de la ocurrencia de incendios a largo plazo, ayudan a explicar algunos de estos cambios.

En resumen, no se delineó una tendencia mundial en el curso de los dos últimos decenios. En algunas áreas se verificaron más incendios debido a la intensificación del uso de la tierra. Otras regiones se han vuelto más susceptibles a incendios mayores y más dañinos, debido a la limitación, a largo plazo, de la ocurrencia de incendios. Otro aspecto importante lo constituyen las vastas áreas de bosques y otras tierras boscosas degradadas que fueron convertidas a pastizales y matorrales a través de repetidos incendios. Estas tierras son mucho más susceptibles a incendios frecuentes, lo cual también impide la repoblación de la cubierta de árboles.

MÉTODOS DE EVALUACIÓN

Los datos en materia de incendios en los países industrializados son recopilados y publicados cada dos años por CEPE/FAO bajo el rubro de: estadísticas sobre incendios forestales. Sin embargo, en vista de que no existen datos de índole mundial, se solicitó a los países miembros de la FAO que completaran un cuestionario estándar de datos sobre incendios forestales. Desafortunadamente esta iniciativa tuvo poco éxito, de manera que se procedió a desarrollar un perfil estándar sobre incendios que permitió a los países completar la información sobre el tema, aún en ausencia de cifras. Estos perfiles, que fueron completados por 47 países, describen como los incendios afectan a la población y a los recursos naturales y cómo los países se organizan para manejar los incendios. Los perfiles figuran en las páginas web de la FAO y fueron incluidos en la Evaluación mundial de incendios forestales: 1990-2000, que es un documento de trabajo de FRA (FAO 2001).

La situación de los incendios en las seis regiones geográficas, África, Asia, Europa, Oceanía, Norte y Centro América y el Caribe, y América del Sur, se resume en FAO (2001). Los aspectos destacables de las seis regiones figuran en la siguiente sección.

Se preparó un mapa a fin de ilustrar la disponibilidad de datos mundiales sobre incendios. El mapa se basó en los datos recolectados por CEPE y los datos presentados por los países en la Evaluación mundial de incendios (Figura 8-1.).

RESULTADOS

África

África es llamada a menudo el "continente de fuego" debido a la insurgencia recurrente y difusa de incendios forestales. Esta descripción corresponde igualmente a las regiones sur, occidental y oriental de África, en donde el bioma de la sabana constituye una comunidad importante de plantas. África es altamente propensa a las tempestades de relámpagos y tiene un clima favorable a los incendios tanto en la estación seca, como húmeda, cuando los incendios pueden hacer arder la masa combustible producida y acumulada durante la estación húmeda y lluviosa. Aunque en el pasado los relámpagos constituían la principal fuente de ignición de los incendios en las sabanas africanas, actualmente son los seres humanos, más que los relámpagos, la principal causa de ignición. África posee la superficie más extensa de sabana tropical del mundo, la cual se caracteriza por un sotobosque herboso que se vuelve altamente inflamable durante la estación seca.

La mayoría de los incendios forestales en África se desatan en ecosistemas que se han adaptado a los incendios. Según indica el informe de una investigación realizada por la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA) de los Estados Unidos, cerca de 130 millones de hectáreas de sabana y pastizales arden anualmente en África al sur de la línea ecuatorial (para fines comparativos, la nación de Sudáfrica ocupa una superficie de 122 millones de hectáreas). Los incendios más intensos se concentraron en el cinturón húmedo subtropical que incluye a Angola, Congo del sur, Zambia, el norte de Mozambique y el sur de la República Unida de Tanzanía. Durante la estación de los incendios en 2000, la superficie que ardió al sur de la línea ecuatorial probablemente abarcó más de 200 millones de hectáreas.

Un estudio de caso realizado en la República Centroafricana mostraba que durante la segunda mitad del decenio de 1990 ardió más del 43 por ciento de las sabanas sudanesas (equivalentes a 8.6 millones de hectáreas) y el 58 por ciento de las sabanas guineo-congolesas/sudanesas (equivalentes a cerca de 62 millones de hectáreas).

En Etiopía, el inicio tardío de la estación lluviosa y la creciente presión para utilizar la tierra produjo una estación de incendios extrema a principios de 2000. Los incendios debidos a la conversión de la tierra y al fuego incontrolado produjo incendios forestales en gran escala, particularmente en el sur montañoso. El Gobierno hizo un llamado pidiendo la asistencia internacional y una coalición de países (Alemania, África del Sur, Canadá y los Estados Unidos) respondieron a él. Sin embargo, a finales de la estación seca, en abril de 2000 más de 100 000 ha de bosques montanos fueron afectados gravemente o destruidos por los incendios.

Los incendios son un peligro importante para los bosques de África del norte. En Marruecos, la cantidad de incendios anuales aumentaron, pasando de 150 a 200, y la superficie anual quemada aumentó, pasando de 2 000 a 3 100 ha, desde 1970.

Asia

La región de Asia sufrió episodios de graves incendios forestales y episodios de humo durante el decenio de 1990. Asia insular del sureste se vio principalmente afectada por varios acontecimientos relativos al fenómeno de oscilación meridional El Niño (ENSO), durante el decenio de 1990, particularmente durante el grado más intenso de éste en 1997-1998. La sequía extensa favoreció la insurgencia de incendios derivados del uso que se da a la tierra, quemas para la conversión de bosques (uso del fuego destinado al cambio de uso de la tierra) y situaciones de incendios extensivos. Estos fenómenos provocaron el empobrecimiento y la destrucción de ecosistemas de bosque húmedo ecuatorial primario y secundario en grandes áreas. Indonesia fue la fuente principal de humo-niebla que afectó a toda la región por al menos un año y afectó la salud de más de 100 millones de personas que habitaban en la región.

Asia continental del sur y del sudeste siguió sufriendo la insurgencia de incendios extensos en los bosques estacionales (decíduos), los bosques monsónicos y las sabanas forestales. Los incendios provocados por mano humana en los bosques decíduos han sido comunes a lo largo de la historia. Estos incendios constituyen, en parte, los sistemas planificados de quema, que son un elemento tradicional de utilización del bosque, especialmente aquellos destinados a mejorar las condiciones de pastoreo (uso silvopastoral de la tierra) o a mejorar la productividad, o facilitar la explotación de productos no madereros. Sin embargo, muchos de los incendios no figuran y tienden a quedar fuera de la denominación de incendios forestales extensos.

La región más amenazada por los incendios en Asia central, se sitúa entre la estepa y los bosques boreales del sur. Los bosques de la estepa ejercen una presión tremenda sobre los bosques contiguos. Los cambios políticos y socioeconómicos que se produjeron en Mongolia durante el decenio de1990 fueron las principales razones de un dramático aumento de la ocurrencia de incendios. Los acampamientos instalados por pastores con poca experiencia y recolectores de productos no madereros, así como el aumento de otros usos del bosque, en vista de la deterioración de las condiciones de vida, son las principales causas de los incendios incontrolados. Muchos incendios estacionales graves afectaron las tierras forestales y las estepas a lo largo de 10.2 millones de hectáreas en 1996 (incluyendo 2.36 millones de hectáreas de bosques) y 12.4 millones de hectáreas en 1997 (incluyendo 2.71 millones de hectáreas de bosques). Los bosques se ven mayormente afectados por los incendios en las zonas de transición situadas entre la estepa y el bosque denso boreal de montaña.

En China, las principales regiones sujetas a incendios son la Mongolia interior (en donde los incendios son similares a los de la nación de Mongolia), los bosques boreales montañosos situados al noroeste y los bosques tropicales del sur. El país cuenta con sistemas de manejo de incendios avanzados, incluyendo el uso de teledetección para localizar y controlar los incendios. A principios de 1999 una severa sequía que se verificó durante la primavera, afectó toda la región de Asia central y provocó una serie de incendios que se difundieron en los bosques y estepas.

Los bosques secos estacionales de los países de Asia continental del sudeste mostraron patrones de incendios estacionales típicos que afectaron a millones de hectáreas en 1999-2000. Aunque la mayor parte de estos bosques se han adaptado a los incendios, la protección contra incendios contribuye a aumentar la productividad, la conservación del suelo y a reducir la erosión, el escurrimiento y las consecuentes inundaciones. Después del episodio de incendios y humo en Asia del sureste, durante 1997-1998, Tailandia estableció un Centro de manejo de incendios forestales financiado por el país, el cual servirá como centro de excelencia para la capacitación en materia de control de incendios e investigación para los países miembros de la Asociación de Naciones del Asia Suroriental.

En Asia insular del sudeste, la superficie total de la tierra afectada por los incendios de 1997-1998, a raíz de fuegos incontrolados que se verificaron durante la sequía producida por el fenómeno de El Niño, fue de aproximadamente 9.7 millones de hectáreas, 6.5 millones de hectáreas sólo en Kalimantan, Indonesia. Al final de la sequía de 1998, la situación se estabilizó. Se registraron lluvias superiores al promedio, de larga duración en las zonas cruciales del archipiélago de Indonesia, particularmente en Sumatra Kalimantan, el aumento de la conciencia pública, así como el reforzamiento de la ley redujeron el uso del fuego en gran escala en las operaciones de conversión del uso de la tierra. En consecuencia, hubo menos incendios forestales durante 1999-2000. No obstante, cerca de 23 000 ocurrencias de incendio fueron detectadas a través de la teledetección vía satélite. La mayoría de ellos fueron pequeños incendios relacionados con el uso de la tierra, a excepción de un fuego que abarcó 14 000 ha en los humedales del litoral al este de Palembang, en Sumatra del sur, el cual duró cerca de tres meses.

Europa

El fuego constituye la amenaza natural más importante para los bosques y las áreas boscosas de la cuenca del Mediterráneo. Éste destruye muchos más árboles que las demás calamidades naturales: ataques de parásitos, insectos, ocurrencia de vientos muy fuertes, hielo, etc. Los países del Mediterráneo tienen una estación seca relativamente larga, que dura entre uno y tres meses en las costas de Francia e Italia en el Mediterráneo norte, y más de siete meses en las costas de Libia y Egipto, en la parte sur.

Actualmente, la cantidad promedio de incendios forestales en toda la cuenca del Mediterráneo se aproxima a los 50 000, es decir el doble respecto a los ocurridos en el decenio de 1970. No es fácil dar un cuadro preciso del aumento en general, debido a la existencia de diferentes bancos de datos. En los países en donde existen datos que se remontan al decenio de 1950, se puede observar un ingente aumento de los incendios forestales desde principios del decenio de 1970: en España (de 1 900 a 8 000), en Italia (de 3 000 a 10 500), en Grecia (de 700 a 1 100) y en Turquía (de 600 a 1 400). Sólo ex- Yugoslavia se separa de esta tendencia general (de 900 a 800).

El promedio anual acumulado del área quemada debido a incendios forestales en los países del Mediterráneo es de aproximadamente 600 000 ha, casi el doble del promedio anual durante el decenio de 1970. Sin embargo, la tendencia observada es mucho menos uniforme que las cifras de los incendios. En Grecia, la situación observada es peor (de 12 000 a 39 000 ha), en Italia (de 43 000 a 118 000 ha), en España (de 50 000 a 208 000 ha) y en ex-Yugoslavia (de 5 000 a 13 000 ha). La situación en Portugal también empeoró, aunque los datos estadísticos son más recientes. En Chipre, aparentemente, no emerge ninguna tendencia en las estadísticas, pero algunos años presentan una cifra máxima muy alta (por ej. 1974). Finalmente, el área total quemada se mantuvo estable en Croacia, Francia, Israel y Turquía.

A diferencia de otras partes del mundo, en donde un vasto porcentaje de incendios se debe a causas naturales (relámpagos), la cuenca del Mediterráneo se caracteriza por una prevalencia de incendios debidos a la obra humana. Las causas naturales representan sólo un pequeño porcentaje de todos los incendios (de 1 a 5 por ciento, dependiendo del país), probablemente debido a la ausencia de fenómenos climáticos tales como las tormentas secas.

Las estaciones de incendios en la Federación Rusa, en 1999 y 2000 fueron menos graves que en 1998, cuando 4.27 millones de hectáreas de bosques y otras tierras protegidas contra los incendios fueron afectadas por el fuego. En 1999, el área quemada fue de 752 000 ha y cerca de 1.14 millones de hectáreas ardieron hasta septiembre de 2000. El futuro en cuanto al manejo de incendios en la Federación Rusa dependerá de los arreglos institucionales finales que se establezcan en los ámbitos federal y regional. La Unión Europea está patrocinando un proyecto de cooperación técnica para mejorar la información y respuesta a los incendios, además, continúa el intercambio de especialistas en manejo de incendios con los Estados Unidos.

En Septiembre de 1996 el equipo de especialistas en incendios forestales de FAO/CEPE/ILO hizo un llamado para establecer un plan de acción para la región del Báltico, que consistía en la colaboración en materia de protección contra los incendios y propuso una primera conferencia regional. La propuesta fue presentada al Gobierno de Polonia. El Gobierno respondió de manera positiva y sirvió de anfitrión de la Primera Conferencia del Báltico sobre incendios forestales, que se celebró en Radom-Katowice, en mayo de 1998. En la reunión participaron científicos, administradores de recursos forestales y representantes de la administración del gobierno anfitrión, los Estados del Báltico (Estonia, Letonia, Lituania), los países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suecia), Alemania y la Federación Rusa.

En la conferencia se propuso la creación de programas para todo el Báltico y mecanismos de intercambio que abarcaban la investigación sobre incendios, la capacitación para el manejo de los mismos, el uso de los incendios controlados (en las prácticas forestales, la conservación de la naturaleza, y el ordenamiento del paisaje) así como la asistencia de emergencia mutua contra incendios. Los participantes de la conferencia acordaron desarrollar un Plan de acción concertado para la región del Báltico contra los incendios, en el marco del Programa de Acción 21 del Báltico.

Las zonas afectadas por el problema de los incendios en los países que limitan con el mar Báltico del sur (Estonia, Alemania, Letonia, Lituania, Polonia) y Belarús están predominantemente recubiertos de bosques de pinos lo cual ha favorecido el clima continental.

Los países europeos occidentales que limitan con el océano Atlántico, el Canal de la Mancha inglés y el mar del Norte tienen menos problemas de incendios forestales que los países centrorientales de Europa. Estos países experimentan grandes incendios forestales sólo ocasionalmente. Por ejemplo, los datos estadísticos en el Reino Unido muestran que una superficie promedio de 428 ha se quemó anualmente entre 1980 y 1996. El peligro de los incendios forestales en la región de los Alpes y en Europa del sudeste (no Mediterránea) están determinados por las características tanto de los bosques de montaña mixtos decíduos-coníferas, como por los bosques de latifoliadas de las tierras bajas. Tanto en Austria (con un área promedio incendiada anual de 105 ha, entre 1980 y 1996) como en Suiza (con una superficie promedio incendiada anual de 407 ha, durante el mismo período) una alta proporción de incendios forestales es provocada por los relámpagos, principalmente a grandes altitudes. En 1994 en Austria y Suiza, respectivamente, el 27 y 33 por ciento de todos los principios de incendio obedecieron a los relámpagos.

Oceanía

La región de Oceanía está dominada por Australia, un continente con tendencia a los incendios y que cuenta con una amplia variedad de tipos de vegetación y regímenes de manejo de incendios. Éste continente desempeña un papel importante en la ecología de la mayoría de los tipos de vegetación, y los humanos han tenido que aprender a convivir con el fuego o aprender a controlarlo. La mayoría de las formaciones vegetales de Australia se han adaptado al fuego y muchas dependen del fuego para su regeneración. La mayoría de los incendios incontrolados en Australia tienen inicio de manera accidental o a propósito, por mano humana, aunque los relámpagos desempeñan un papel importante, especialmente en áreas remotas. Cerca de 115 000 y 230 000 incendios anuales fueron documentados a través de la teledetección vía satélite durante las estaciones de incendios, correspondientes respectivamente a 1998-1999 y 1999-2000. A finales de 1997-1998 la sequía provocada por El Niño, la acción del fuego en Australia y Nueva Zelandia volvió a su situación normal. Las estadísticas sobre incendios en Nueva Zelandia muestran que entre 1989 y 1999 un promedio de 6 322 ha de bosques ardió anualmente.

Norte América, Centro América y el Caribe

Canadá y los Estados Unidos juntos abarcan casi 18.8 millones de kilómetros cuadrados, cerca del 14 por ciento del área de la tierra. del globo. Ambos países comparten una de las fronteras comunes más largas del mundo, dando lugar a numerosas oportunidades de cooperación transfronteriza para el manejo de incendios. México tiene un área forestada de 141.7 millones de hectáreas (según la definición nacional de bosques), de los cuales 56.8 millones de hectáreas son bosques templados y tropicales y 58.4 millones de hectáreas son zonas con vegetación árida y semiárida. La frontera común entre México y los Estados Unidos es también larga, cerca de 3 200 km., y proporciona muchas oportunidades para la cooperación internacional durante las emergencias de incendio.

La cooperación internacional y regional para el manejo de incendios aumentó de manera significativa durante el decenio pasado. Amparado en la Comisión Forestal para Norte América, un Grupo de Trabajo sobre manejo de incendios agrupa a especialistas de Canadá, los Estados Unidos y México a fin de enfrentar los problemas conjuntamente. La Agrupación para incendios del nordeste entre Canadá y el nordeste de los Estados Unidos ha estado funcionando por muchos años; y la Agrupación del Noroeste ha sido creada recientemente para compartir los recursos de lucha contra los incendios en ambos lados, a través de las fronteras entre Canadá y los Estados Unidos. Asimismo existe la Agrupación de los Grandes Lagos que se encargan específicamente de la cooperación para el manejo de incendios a lo largo de la parte central de la frontera internacional.

Los acuerdos para compartir recursos también existe a lo largo de la frontera situada entre México y los Estados Unidos. Centro América ha tenido un papel muy activo en el desarrollo de los esfuerzos de cooperación entre todos los países de la región. Los países de Centro América se reúnen periódicamente para establecer políticas de manejo forestal comunes, así como estrategias para la ayuda mutua.

Los incendios en gran escala a lo largo de Norteamérica, Centro América y el Caribe entre 1998 y 2000 indicaron claramente que las políticas y prácticas de índole pública, así como la sequía prolongada, contribuyeron a la severidad de los efectos de los incendios. En los Estados Unidos, por ejemplo, el énfasis dado a las políticas de exclusión de incendios durante muchos decenios provocó la acumulación no natural de materia combustible dentro de los ecosistemas que dependen del fuego para su regulación. Los incendios que ocurren actualmente arden con mayor intensidad y son más difíciles de controlar. En Centro América, en los bosques de pino, el fuego forma parte de las prácticas silvícolas.

Las condiciones de intensa sequía en el oeste de los Estados Unidos en 2000 contribuyeron a los incendios incontrolados que quemaron cerca de 2.5 millones de hectáreas de bosques y pastizales. Los estados de Montana, Idaho y Oregon, situados en territorio estadounidense, fueron declarados zonas de desastre nacional y la Guardia Nacional, el ejército, y la Marina fueron llamados para socorrerlos. En una decisión sin precedentes, se solicitó personal antincendios a Canadá y México, y a lugares tan remotos como Australia y Nueva Zelandia. El esfuerzo antincendios costó a los Estados Unidos cerca de mil millones de dólares, pero este fue realizado al principio de las lluvias de otoño que mitigaron los incendios.

México experimentó siete años consecutivos de sequía entre 1994 y 2000. En 1998, las condiciones provocadas por el fenómeno de El Niño produjeron la estación de incendios incontrolados más difícil en la historia del país. México tuvo 14 445 incendios incontrolados que afectaron 849 632 ha, la superficie más vasta que haya ardido jamás durante una sola estación. Setenta y dos personas murieron durante las operaciones de control del incendio en las cuales tomaron parte el ejército, los gobiernos estatales, muchas agencias federales y voluntarios. México recibió el apoyo del Gobierno de los Estados Unidos en forma de equipo, apoyo técnico y recursos financieros.

Una revisión de las condiciones de los incendios en México y Centro América indican que la cantidad de incendios a menudo está relacionada con la quema tradicional para el desboscamiento y la agricultura. Quienes luchan contra los incendios se encuentran abrumados por la cantidad de incendios durante la estación seca.

América del Sur

El uso de los fuegos como instrumento de cambio del uso de la tierra, se encuentra profundamente radicado en la cultura, la sociedad y las tradiciones de la mayoría de los países de la región. El fuego ha sido utilizado para preparar las tierras agrícolas para la siembra o el pastoreo, para abrirse paso en tierras impenetrables para usos nuevos de índole agrícola, para facilitar la caza o mantener un paisaje abierto.

Los funcionarios de la lucha contra incendios en todos los países del hemisferio sur, sin excepción, creen que los incendios incontrolados está surgiendo rápidamente como una de las preocupaciones principales. Este tema ha sido recurrente en las presentaciones hechas durante el primer Seminario sudamericano para el control de los incendios forestales, realizado en Belo Horizonte, Brasil, en 1998. El uso continuo del fuego en las prácticas de manejo de la tierra, la presión de la población y la erosión del bienestar económico de buena parte de la población en la región, constituyen las causas principales del aumento de los incendios incontrolados.

El alcance real del problema es difícil de determinar. Las estadísticas sobre incendios en muchos casos son inexistentes, bastante incompletas o confusas. No existe un entendimiento común o definición de lo que constituye un incendio forestal. Una revisión de las estadísticas actuales sugiere que del 50 al 95 por ciento de los inicios de incendio forestal en la región, obedecen a la quema por motivos de producción agrícola o desboscamiento que escapan al control. Las quemas por motivos de producción agrícola han venido ocurriendo durante tantos siglos que grandes cantidades de humo y muchas hectáreas de fuego evocan escasa preocupación. Las imágenes vía satélite no pueden establecer la diferencia entre los incendios forestales incontrolados y las quemas controladas. Durante los primeros meses de 1998, las imágenes de satélite aumentaron la conciencia de los gobiernos y de los organismos internacionales en cuanto a las "zonas candentes" de la región.

La provincia de la Pampa, situada en el centro de la Argentina, experimentó una estación de incendios extraordinaria en 1993. Los incendios quemaron 1 227 440 ha de pastizales y matorrales, provocando ingentes pérdidas económicas. El promedio anual de incendios se cuadruplicó. En 1994, 25 miembros del personal antincendios murieron en un incendio que ardió en las llanuras de la zona del litoral nordeste de Patagonia. Durante la estación de 1995-1996, vastos incendios incontrolados afectaron a las regiones de la Patagonia y de los Andes, en general, y al parque nacional más antiguo del país, en particular. En respuesta a la preocupación pública, el Gobierno Federal estableció un Plan nacional de manejo de incendios. En 1999, vastos incendios afectaron las zonas central y sur del país. Asimismo se perdió una de las plantaciones de pinos más antiguas de la Patagonia, provocando un fuerte impacto en la comunidad. Dos fatalidades se verificaron debido a dos incendios distintos. La región mesopotámica sufrió circunstancias extraordinariamente graves en 2000. Los incendios afectaron vastas áreas de pastizales y plantaciones de eucaliptos y pinos.

Graves incendios se verificaron en Brasil durante el decenio de 1990. Por ejemplo, en 1998 casi el 20 por ciento del estado de Roraima ardió. Las pérdidas económicas debidas a los incendios anuales en Amazonía son altos y el humo contribuye a provocar serios problemas respiratorios para la salud. Los incendios también han provocado interrupciones en el suministro de energía eléctrica, así como la clausura de aeropuertos, contribuyendo además a la pérdida de la diversidad biológica.

En Chile, los incendios aumentaron en un 13 por ciento durante el decenio de 1990, respecto al decenio anterior de 1980, pasando de un promedio de 4 800 a 5 530 incendios anuales. Sin embargo, el área promedio de los incendios disminuyó, pasando de 11.3 a 9.1 ha como resultado de la aplicación de estrategias mejores, así como métodos organizativos y cooperación entre los socios de lucha contra los incendios.

La sequías en 1992, 1993, 1997 y 1998 en Chile provocaron un daño enorme al medio ambiente, así como pérdidas de instalaciones u otras estructuras. Durante la estación de incendios 1997-1998, el comportamiento de los incendios fue terrible en el extremo sur del país, y en 1998-1999 la parte central del país se vio afectada. Esta última fue la estación de incendios más difícil de la historia de Chile, contando con 6 830 incendios en los cuales ardieron 101 691 ha. Sólo el incendio de "La Rufina", consumió 25 400 ha, 14 casas, ganado y cableado eléctrico, entre otras pérdidas.

CONCLUSIONES

Los elaboradores de políticas están comenzando a darse cuenta de que hacer énfasis únicamente en las respuestas contra los incendios no servirá para prevenir incendios vastos y dañinos en el futuro. Los programas de alerta e intervención ante las emergencias deben ir acompañados de políticas y prácticas de uso de la tierra mejores. El trabajo activo dirigido a poner en práctica el manejo sostenible forestal con la participación de la comunidad es una estrategia importante para lograr una conservación de los recursos naturales mejor, además de una reducción de los impactos provocados por los incendios.

Entre 1998 y 2000, iniciaron y progresaron varias iniciativas internacionales relacionadas con el desarrollo sostenible y la prevención, alerta y respuesta a los incendios forestales. Muchos países están comenzando a desarrollar políticas y prácticas para mejorar su capacidad institucional para prevención, alerta y combate de los incendios forestales. Al mismo tiempo, es necesario recordar que el fuego es una de las fuerzas que ha influenciado a las comunidades de plantas en el curso del tiempo y que como proceso natural cumple una función importante al mantener la salud de ciertos ecosistemas. En consecuencia, la imagen tradicional del fuego en cuanto agente de destrucción que requiere una supresión inmediata, ha dado lugar a la idea de que el fuego puede y debe ser utilizado para cumplir con metas de manejo de la tierra bajo condiciones ecológicas específicas.

Al revisar la situación mundial de los incendios durante el decenio de 1990, es posible llegar a las siguientes conclusiones.

Muchos países están comenzando a desarrollar políticas y prácticas para mejorar su capacidad institucional de prevención, alerta y respuesta a los incendios forestales. Por ejemplo, desde que tuvo lugar la desastrosa estación de incendios de 1998, en México, los Ministros de Medio Ambiente y de Agricultura vienen colaborando para reducir la amenaza que la quema para fines agrícolas representa ante los bosques.

En Brasil, se tomaron medidas para subrayar los programas de prevención de incendios y se capacitó a los agricultores en materia de técnicas de quema para controlar mejor el fuego utilizado para fines de producción agrícola.

En los Estados Unidos, se están desarrollando estrategias para determinar hasta qué punto el desboscamiento, la cosecha de madera y los incendios controlados pueden restablecer la salud de los bosques y reducir los peligros de incendio.

Los incendios naturales durante los años de sequía siguen teniendo un grave impacto sobre los recursos naturales, la salud pública, el transporte, la navegación y la calidad del aire en vastas áreas. Los bosques húmedos tropicales y los bosques nubosos, que por lo general no arden en gran escala, fueron devastados por los incendios durante el decenio de 1990.

Muchos países y regiones cuentan con sistemas bien desarrollados de documentación, elaboración de informes y evaluación de estadísticas sobre incendios forestales. Sin embargo, muchas estadísticas no proporcionan suficiente información sobre los efectos dañinos o benéficos de los incendios forestales.

Los sistemas satelitares han sido utilizados para localizar los incendios activos y las áreas quemadas, de manera eficaz, especialmente en áreas remotas en donde no se cuenta con otro instrumento para evaluar los daños.

Algunos países todavía no cuentan con un sistema para elaborar informes anuales sobre la cantidad de incendios y superficie quemada mediante un banco de datos actualizado. A menudo esto obedece a que otros temas cuales, la seguridad alimentaria o la pobreza, tienen mayor importancia.

Tampoco aquellos países que cuentan con organizaciones de manejo de incendios bien financiadas, logran sustraerse a la devastación de los incendios forestales durante los años de sequía. Cuando el combustible presente en las tierras se acumula en alto grado, no existe una cantidad de recursos contra incendios suficiente hasta que el clima modere sus efectos (según se pudo observar en los Estados Unidos durante la estación de incendios de 2000 y 2001).

El uso incontrolado del fuego en las operaciones de conversión del bosque, con fines agrícolas o pastoriles, sigue siendo la causa de serias pérdidas de recursos forestales, especialmente en las zonas tropicales.

Algunos países están comenzando a darse cuenta de que es necesario llevar a cabo una coordinación intersectorial de las políticas y prácticas de uso de la tierra, en cuanto elemento fundamental para reducir las pérdidas de la vida silvestre. En algunos casos, las prácticas de uso sostenible de la tierra y la participación de las comunidades locales en los sistemas integrados de manejo de incendios forestales están siendo utilizados para reducir la pérdida de los recursos provocados por los incendios incontrolados.

En algunos países, las brigadas de voluntarios para los incendios rurales han tenido éxito en responder rápida y eficientemente a los incendios incontrolados en el área de las inmediaciones de sus hogares, mientras que los residentes están tomando cada vez más responsabilidades a fin de garantizar que sus casas sobrevivan a los incendios.

Aunque los incendios controlados se utilizan en muchos países para reducir los peligros de incendio y lograr beneficios en materia de recursos, otros países tienen prohibido el uso de los incendios controlados

Los principios en materia de incendios para la ecología y los sistemas de clasificación de los regímenes de incendios se están utilizando de manera eficaz como parte integral del manejo de los recursos y la planificación en el manejo de incendios.

Los científicos que se encargan de investigar los incendios, han estado realizando proyectos de investigación conjunta, a escala mundial, a fin de mejorar el entendimiento acerca del comportamiento de los incendios, los efectos, emisiones producidos por éstos, así como los cambios climáticos y las consecuencias en la salud pública.

En numerosos casos, la cooperación intersectorial e internacional está contribuyendo a minimizar el impacto provocado por los incendios en la población, la propiedad y los recursos naturales, los cuales llegaron a alcanzar niveles sin precedentes durante el decenio de 1990.

Instituciones como el Centro mundial de vigilancia de incendios han desempeñado un papel clave al poner de relieve la situación de los incendios en el mundo, ante una audiencia mundial, a través de Internet.

Además de las estadísticas sobre indicadores de manejo de bosques, la información cualitativa sobre la situación y tendencias en la silvicultura y el manejo de los bosques ha sido recolectado a través de una revisión de literatura que figura en los perfiles por país de la página web de Montes de la FAO (www.fao.org/forestry/fo/country/index.jsp). Actualmente existen 20 perfiles nacionales en Asia y se encuentran en vías de preparación otros 25 países y territorios situados en el Caribe; 13 países en Centro América y América del Sur; 10 países de África central y 22 países y territorios de Oceanía.

BIBLIOGRAFÍA

FAO. 2001. Global forest fire assessment 1990-2000. FRA Working Paper No. 55.

www.fao.org/forestry/fo/fra/index.jsp


Página precedente Inicìo de página Página siguiente