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La subnutrición en el mundo

Hambre y mortalidad

Millones de personas, entre ellas 6 millones de niños de menos de cinco años, mueren cada año como consecuencia del hambre. De estos millones, relativamente pocos son víctimas de hambrunas que merecen los titulares de los periódicos, las cámaras de televisión y la ayuda de emergencia. Son muchos más lo que mueren desapercibidos, como consecuencia del hambre crónica y la malnutrición, «hambruna encubierta» que frena su desarrollo, debilita sus fuerzas y merma sus sistemas inmunitarios.

Donde la prevalencia del hambre es elevada, las tasas de mortalidad de los niños lactantes y de menos de cinco años son también elevadas, y la esperanza de vida disminuye (véanse el mapa y los gráficos). En los países más afectados, un niño recién nacido puede contar con un promedio de apenas 38 años de vida sana (frente a los más de 70 años de vida de «plena salud» en 24 de las naciones más ricas). Uno de cada siete niños nacidos en los países donde el hambre es más frecuente morirá antes de cumplir los cinco años.

No todas estas vidas truncadas pueden atribuirse a los efectos del hambre, naturalmente. Muchos otros factores se combinan con el hambre y la malnutrición para condenar a una muerte prematura a decenas de millones de personas. La pandemia del VIH/SIDA, que está devastando muchos de los mismos países donde el hambre está más difundida, ha reducido la esperanza media de vida en todos los países del África subsahariana casi 5 años en el caso de las mujeres y 2,5 en el de los hombres.

No obstante, incluso después de compensar los efectos del VIH/SIDA y otros factores, la correlación entre hambre crónica y mayor mortalidad continúa siendo sorprendente. Numerosos estudios indican que dista mucho de ser una coincidencia. Desde los primeros años noventa, una serie de análisis han confirmado que entre el 50 y el 60 por ciento de todos los fallecimientos infantiles en los países en desarrollo están causados directa o indirectamente por el hambre y la malnutrición.

Relativamente pocas de estas muertes son resultado de la inanición. La mayoría de ellas son provocadas por la falta persistente de una ingestión suficiente de alimentos y nutrientes esenciales, que hace que los niños estén débiles, faltos de peso y vulnerables.

Como es de prever, la inmensa mayoría de los 153 millones de niños de menos de cinco años con insuficiencia ponderal en el mundo en desarrollo se concentran en países donde la subnutrición está muy extendida.

Incluso los casos suaves o moderados de malnutrición aumentan gravemente el riesgo de que los niños fallezcan como consecuencia de enfermedades comunes en la infancia. En términos generales, el análisis revela que el riesgo de fallecimiento es 2,5 veces superior en los niños con una malnutrición ligera que en el de los niños que están bien alimentados. Y el riesgo aumenta enormemente conforme se agrava la malnutrición (medida en función del coeficiente peso-edad). El riesgo de fallecimiento es 4,6 veces superior en los niños que sufren una malnutrición moderada y 8,4 veces superior en los gravemente malnutridos.

Tasas de mortalidad y esperanza de vida en los países, agrupados en función de la prevalencia de la subnutrición, 2000


Las enfermedades comunes resultan con frecuencia mortales para los niños malnutridos

Las enfermedades infecciosas son la causa inmediata de defunción de la mayoría de los 11 millones de niños de menos de cinco años que mueren cada año en el mundo en desarrollo. Pero el riesgo de muerte como consecuencia de estas enfermedades es mucho mayor en los niños hambrientos y malnutridos.

Las cuatro afecciones más letales para los niños son la diarrea, las enfermedades respiratorias agudas, el paludismo y el sarampión. En conjunto, estas cuatro enfermedades explican casi la mitad de todas las muertes de los niños de menos de cinco años. Además, según datos obtenidos de hospitales y aldeas, son mucho más mortíferas para los niños con crecimiento o peso insuficientes.

En el caso de la diarrea, numerosos estudios ponen de manifiesto que el riesgo de muerte es nada menos que nueve veces superior en los niños con insuficiencia ponderal significativa, que es el indicador más común de subnutrición crónica.

De la misma manera, los niños con peso insuficiente tienen dos o tres más posibilidades de morir como consecuencia del paludismo y de infecciones respiratorias agudas, incluida la neumonía, que los niños bien alimentados.

La falta de diversidad alimentaria y de minerales y vitaminas esenciales contribuye también a aumentar la mortalidad de niños y adultos. La anemia por carencia de hierro aumenta enormemente el riesgo de fallecimiento por paludismo, y la carencia de vitamina A debilita el sistema inmunitario, con lo que aumenta el número de fallecimientos provocados por el sarampión y otras enfermedades en un total que se estima entre 1,3 y 2,5 millones de niños.

Las mejoras en la nutrición, instrumento para salvar vidas

Los testimonios disponibles indican claramente que la eliminación del hambre y la malnutrición podría salvar millones de vidas cada año. Esta conclusión ha encontrado confirmación en un estudio que examinó los factores que habían contribuido a reducir la mortalidad infantil durante el decenio de 1990. En el primer lugar de la lista se encontraba la disminución de la proporción de niños malnutridos y sin acceso suficiente a servicios de abastecimiento de agua, saneamiento y vivienda.

Correspondencia entre altas tasas de hambre crónica y mortalidad infantil, 2000



Hambre y mortalidad infantil



Proporción y número de niños con insuficiencia ponderal, 1997-99




Cuantificación de las personas hambrientas:
estimaciones más recientes

Las estimaciones más recientes de la FAO sobre el número de personas subnutridas confirman una tendencia alarmante: el progreso de la reducción del hambre en el mundo en desarrollo se ha desacelerado hasta adoptar un paso cansino y en la mayor parte de las regiones el número de personas subnutridas está de hecho creciendo.

En todo el mundo, las últimas estimaciones indican que 840 millones de personas estaban subnutridas en 1998-2000: 11 millones en los países industrializados, 30 millones en los países en transición y 799 millones en el mundo en desarrollo. Las últimas cifras correspondientes a los países en desarrollo representan una disminución de sólo 20 millones desde 1990-92, período de referencia utilizado en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación. Ello significa que la disminución media anual desde la Cumbre ha sido de sólo 2,5 millones, muy por debajo del nivel necesario para alcanzar el objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de reducir a la mitad el número de las personas hambrientas para el año 2015. Ello significa también que, para alcanzar dicho objetivo, el progreso debería acelerarse ahora hasta llegar a 24 millones al año, casi diez veces más que el ritmo actual.

Simposio para examinar los métodos de cuantificar la subnutrición

Las cifras, gráficos y análisis presentados aquí y en los Cuadros están basados en las estimaciones de la FAO sobre la prevalencia de la subnutrición. Estas estimaciones se basan a su vez en cálculos sobre el volumen de alimentos disponibles en cada país (suministro de energía alimentaria nacional) y un indicador de desigualdad de la distribución tomado de las encuestas sobre ingresos/gastos de los hogares.

Como contribución al debate sobre la manera más indicada de mejorar los métodos utilizados, la FAO patrocinó un simposio científico internacional en junio de 2002. En él se examinó la metodología de la FAO así como otros cuatro métodos para cuantificar la prevalencia o efectos del hambre y la malnutrición. Los otros cuatro métodos se diferencian por la fuente de datos en que se basan: encuestas sobre gastos de los hogares; encuestas sobre ingestión alimentaria individual; encuestas antropométricas sobre niños y adultos, y encuestas de evaluación cualitativa e indicativa (como la medida de inseguridad alimentaria adoptada en los Estados Unidos). Se examinaron y evaluaron atentamente las ventajas y deficiencias de cada método, en el contexto de la búsqueda de evaluaciones mundiales de la subnutrición.

El resultado más importante del simposio fue el reconocimiento de que cada uno de los cinco métodos mide diferentes aspectos de la seguridad alimentaria y podría utilizarse de forma complementaria para mejorar tanto la información sobre la inseguridad alimentaria como las medidas para combatirla. Las actas de la reunión se publicarán a final de 2002.

Un examen más atento de los datos revela que la situación en la mayor parte del mundo en desarrollo es todavía más siniestra de lo que parece a primera vista. Las ganancias marginales a escala mundial son resultado del rápido progreso en un reducido número de países de gran tamaño. Sólo en China el número de personas subnutridas ha disminuido 74 millones desde 1990-92. Indonesia, Viet Nam, Tailandia, Nigeria, Ghana y Perú han conseguido reducciones de más de 3 millones, que han ayudado a compensar un aumento de 96 millones en 47 países donde los progresos se han detenido. Pero si se prescinde de China y los mencionados seis países, el número de personas desnutridas en el resto del mundo en desarrollo ha aumentado más de 80 millones desde el período de referencia de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación.

Cuando se considera el número de personas subnutridas en proporción del total de un país, la imagen es algo más alentadora. En la mayoría de los países en desarrollo, la proporción ha disminuido de hecho desde la Cumbre Mundial sobre la Alimentación. Sin embargo, en 26 de los 61 países en desarrollo que consiguieron un descenso proporcional de la subnutrición, las cifras absolutas de personas subnutridas han continuado aumentando como resultado del rápido crecimiento demográfico. Uno de esos 26 países es la India, donde 18 millones de personas se han sumado a las filas de la población subnutrida, a pesar de que la proporción bajó ligeramente, del 25 al 24 por ciento.

El África subsahariana continúa siendo la región con mayor prevalencia de subnutrición y ha experimentado también el mayor aumento del número de personas subnutridas. Pero la situación en África no es uniformemente negativa. La mayor parte del aumento de la subnutrición tuvo lugar en una única subregión, África central, debido a la situación de guerra de un solo país, la República Democrática del Congo, donde el número de personas subnutridas se ha triplicado.

Por el contrario, África occidental es una de las tres subregiones -junto con Asia sudoriental y América del Sur- que han conseguido mejoras significativas en su intento de reducir la prevalencia y el número de personas subnutridas. Pero las perspectivas son especialmente preo-cupantes para América Central, el Cercano Oriente y Asia oriental (con exclusión de China), donde tanto la prevalencia de la subnutrición como el número de personas afectadas por ella han aumentado.

Número de personas subnutridas,
1998-2000 (millones)


Número y proporción de personas subnutridas, 1998-2000


Progreso hacia el logro del objetivo de la CMA a nivel de los países


Cambio de la subnutrición, 1990-92 a 1998-2000


Proporción de la población subnutrida en países en desarrollo, 1990-92 y 1998-2000




Subnutrición, pobreza y desarrollo

La Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996 fijó la meta de reducir el número de personas hambrientas del mundo a la mitad antes del año 2015. Cuatro años más tarde, esa meta se incluyó en el primero de los Objetivos de desarrollo del Milenio (ODM), en el que se proponía reducir a la mitad la proporción de las personas que sufren hambre y de las que viven con menos de un dólar EE.UU. al día.

Estos objetivos están estrechamente relacionados. No es posible conseguir el uno sin el otro, y el logro de ambos es fundamental para el éxito en la consecución del resto de los ODM.

Pobreza y hambre: causas mutuas, efectos devastadores

Las cifras sobre privación de alimentos, nutrición y pobreza están fuertemente correlacionadas (véanse los gráficos). Los países con alta prevalencia de población subnutrida tienen también alta prevalencia de niños con desarrollo y peso insuficiente. Y en esos mismos países, un gran porcentaje de la población vive en condiciones de extrema pobreza. En los países donde más del 35 por ciento de la población está subnutrida, una proporción comparable trata de sobrevivir con menos de un de dólar al día.

Indudablemente, la pobreza es una de las causas del hambre, pero también el hambre puede ser causa de pobreza. Muchas veces el hambre priva a las personas necesitadas del único recurso valioso que poseen, la fuerza y los conocimientos para trabajar en forma productiva. Numerosos estudios han confirmado que el hambre limita gravemente la capacidad de los pobres de desarrollar sus conocimientos prácticos y reduce la productividad de su trabajo.

El hambre en la infancia perturba el crecimiento mental y físico y limita la capacidad de aprender en la escuela y de conseguir ingresos con el trabajo. Cuando estos niños llegan a la edad adulta, según las encuestas sobre la alimentación en los hogares de los países en desarrollo, las personas con estructura corporal menor y más ligera como consecuencia de la subnutrición perciben salarios más bajos en los empleos que requieren trabajo físico. Otros estudios han comprobado que un aumento del 1 por ciento del índice de masa corporal (indicador del peso en relación con una estatura determinada) está asociado con un aumento de más del 2 por ciento en los salarios de las personas que se encuentran en el límite inferior de dicho índice.

Las carencias de micronutrientes pueden reducir también la capacidad de trabajar Las encuestas señalan que la anemia por carencia de hierro reduce la productividad de los trabajadores manuales nada menos que el 17 por ciento. En consecuencia, los adultos hambrientos y malnutridos reciben salarios inferiores. Además, muchas veces no pueden trabajar tantas horas ni durante tantos años como las personas bien alimentadas, ya que caen enfermos con mayor frecuencia y viven menos años.

El hambre y la pobreza de las naciones

El hambre y la malnutrición generalizadas influyen negativamente en la situación económica de los individuos y familias, pero también de naciones enteras. Se ha comprobado que la anemia reduce el PBI entre un 0,5 y un 1,8 por ciento en varios países (véase el gráfico). Según cálculos por lo bajo de estudios llevados a cabo en la India, Pakistán, Bangladesh y Viet Nam, el efecto conjunto del retraso del crecimiento, la carencia de yodo y la carencia de hierro reducían el PBI nada menos que entre un 2 y un 4 por ciento al año. Cálculos recientes de la FAO parecen indicar que el logro del objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de reducir el número de personas subnutridas a la mitad para el año 2015 produciría un valor de más 120 000 millones de dólares EE.UU. Esa cifra corresponde a los efectos económicos de una vida más prolongada, sana y productiva para varios centenares de millones de personas liberadas del hambre.

Como ha señalado el premio Nobel de Economía Robert Fogel, las personas hambrientas no pueden liberarse de la pobreza. Según sus estimaciones, el 20 por ciento de la población de Inglaterra y Francia quedó de hecho excluida de la mano de obra alrededor de 1790 debido a que eran demasiado débiles y tenían demasiada hambre para trabajar. Las mejoras de la nutrición representarían aproximadamente la mitad del crecimiento económico de Gran Bretaña y Francia entre 1790 y 1880. Como muchos países en desarrollo son tan pobres como Gran Bretaña y Francia en 1790, podría concluirse de su análisis que la reducción del hambre tendría efectos semejantes en los países en desarrollo de la actualidad.

La clave para los Objetivos de desarrollo del Milenio

Los testimonios disponibles demuestran claramente que, si no se elimina el hambre, correrán también peligro los esfuerzos por alcanzar los demás ODM (véase el recuadro).

Por ejemplo, las esperanzas de alcanzar la educación primaria y alfabetización universal se verán frustradas mientras millones de niños hambrientos sufran los efectos de la pérdida de capacidad de aprendizaje o se vean obligados a trabajar en vez de ir a la escuela. El bajo peso al nacer, la malnutrición proteinoenergética en la infancia, la carencia de yodo y la anemia por carencia de hierro en la infancia están vinculadas con deficiencias cognitivas. El hambre limita también la asistencia escolar. En Pakistán, una mejora relativamente pequeña de la relación estatura-edad incrementó la matriculación escolar notablemente: 2 por ciento en los niños, 10 por ciento en las niñas.

La fuerte subida de la escolarización en las niñas indica un procedimiento que, al reducir el hambre, aceleraría el progreso hacia otro de los ODM: promover la igualdad entre el hombre y la mujer.

Los datos y análisis presentados en otros lugares de este informe confirman que la reducción del hambre y la malnutrición podrían tener también efectos decisivos en la reducción de la mortalidad infantil , en la mejora de la salud materna y en la lucha contra el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades.

Subnutrición, pobreza e indicadores de otros Objetivos de desarrollo del Milenio, 1995-2000


Efectos del hambre en otros Objetivos de desarrollo del Milenio

Objetivo

Algunos indicadores seleccionados

Efectos del hambre

Lograr la enseñanza primaria universal

  • Coeficiente neto de matriculación
  • Tasa de alfabetización
  • Reduce la asistencia escolar
  • Merma la capacidad cognitiva

Promover la igualdad entre los sexos

  • Coeficiente niñas-niños en la enseñanza primaria
  • Puede reducir la asistencia escolar más en el caso de las niñas

Reducir la mortalidad infantil

  • Tasa de mortalidad de los niños de menos de cinco años
  • Está asociada con el 60 por ciento de muertes infantiles

Mejorar la salud materna

  • Tasa de mortalidad materna
  • Aumenta normalmente el riesgo de muerte materna

Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades

  • Prevalencia del VIH entre las mujeres embarazadas asociada con el paludismo
  • Proporción de muertes asociadas al paludismo
  • Impulsa la migración de la mano de obra, lo que contribuye a la difusión del VIH
  • Multiplica por 2-3 las tasas de mortalidad infantil

Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente

  • Proporción de la superficie de las tierras cubiertas por bosques
  • Da lugar a una utilización insostenible de las tierras y recursos forestales

Costos estimados de la anemia

Subnutrición y pobreza





Situaciones críticas

Lugares que atraviesan situaciones humanitarias de emergencia, 2001-2002


La mayor parte de las situaciones de hambre generalizada en un mundo caracterizado por la abundancia son resultado de una pobreza cruel y firmemente arraigada. No obstante, todos los años, entre el 5 y el 10 por ciento del total puede atribuirse a acontecimientos específicos: sequías e inundaciones, conflictos armados, agitaciones políticas, sociales y económicas. Frecuentemente, estas conmociones afectan a países que sufren ya situaciones endémicas de pobreza y que luchan por recuperarse de anteriores catástrofes naturales y de origen humano.

En las fechas en que se ultimaba el presente informe, en junio de 2002, 32 países sufrían situaciones excepcionales de emergencia alimentaria. Unos 67 millones de personas necesitaban ayuda alimentaria de urgencia como consecuencia de esas crisis. Tanto el número de países como el de personas afectadas continuaban siendo casi idénticos a los de un año antes. Lo mismo ocurría con las causas y lugares de muchas de esas emergencias. Igual que en años precedentes, la sequía y los conflictos eran la causa más frecuente de situaciones de emergencia, y África era la región más afectada.

En términos mundiales, la sequía y otras condiciones atmosféricas desfavorables provocaron situaciones de escasez de alimentos en 21 de los 32 países en situación de emergencia. La guerra, los disturbios civiles y los efectos prolongados de conflictos anteriores provocaron crisis en 15 países, algunos de ellos castigados ya por el mal tiempo. Los problemas económicos generales representaron una grave amenaza para la seguridad alimentaria en ocho países, frecuentemente en combinación con malas condiciones atmosféricas.

La sequía y el exceso de precipitaciones durante el período vegetativo devastaron los cultivos alimentarios en varios países de África austral por segundo año consecutivo. Además, los efectos de los conflictos civiles presentes y pasados amenazan la seguridad alimentaria de más de 14 millones de personas en 11 países africanos.

Asia fue la que recibió la mayor ayuda alimentaria de emergencia del Programa mundial de alimentos (PMA) en 2001, sobre todo por la persistente crisis de la República Democrática Popular de Corea. Otros ocho países asiáticos sufrieron situaciones de escasez de alimentos como consecuencia de las sequías y del crudo invierno, agravadas por el deterioro económico general de muchos países de la Comunidad de Estados Independientes.

En Afganistán, decenios de disturbios civiles y una grave sequía han colocado a millones de personas en una situación extrema.

En América Central, una grave sequía que devastó los cultivos en 2001, junto con el hundimiento de los precios mundiales del café, condenaron a las familias de las zonas rurales de varios países de la región a depender de la ayuda alimentaria.

13 millones de personas sufren situaciones de emergencia alimentaria en África austral

África austral sufre la mayor crisis alimentaria desde la devastadora sequía de 1992. Casi 13 millones de personas de la subregión necesitan ayuda alimentaria de urgencia, tras una combinación de sequías, inundaciones y perturbaciones económicas que redujeron las cosechas de varios países a la mitad de sus niveles normales, o menos.

El país más afectado ha sido Zimbabwe, donde unos 6 millones de personas necesita ayuda alimentaria de urgencia. Hasta hace poco, Zimbabwe ha sido exportador de maíz, pero en los dos últimos años, las malas condiciones atmosféricas, los conflictos políticos y los problemas económicos han contribuido a mermar la producción y las importaciones. Los actuales conflictos por la redistribución de la tierra han dado lugar a una fuerte reducción de la superficie sembrada en el sector comercial.

La producción de maíz ha caído a menos de una cuarta parte del volumen conseguido sólo dos años antes. El país sufre un déficit sin precedentes de más del 70 por ciento de sus necesidades de cereales, en un momento en que dispone de pocas divisas para importar alimentos.

La producción de maíz también ha caído fuertemente en varios otros países de la región. Después del primer año de malas cosecha, en 2001 los precios medios subieron un 150 por ciento en Zambia, un 300 por ciento en Zimbabwe y casi un 400 por ciento en Malawi, lo que redujo gravemente el acceso a los alimentos de grandes sectores de la población.

El total de las necesidades de importación de maíz en nueve países del Africa austral se ha estimado en unos 3,4 millones de toneladas. De ellos, 1,2 millones de toneladas se necesitan como ayuda alimentaria de urgencia para los grupos más vulnerables. Muchas familias han agotado ya sus mecanismos de supervivencia después de la mala cosecha de 2001. En ciertas zonas, los agricultores perdieron por completo la cosecha en 2002 y tuvieron que comer tallos y alimentos silvestres en la época de la recolección.

Se ha puesto en marcha -si bien con lentitud- un importante esfuerzo internacional para ofrecer alimentos de socorro y otros insumos agrícolas para la próxima siembra. Hasta fines de agosto de 2002, había sido objeto de promesa sólo el 25,5 por ciento de un llamamiento conjunto de emergencia PMA/FAO por un valor de 507,3 millones de dólares EE.UU., y una parte de alimentos (maíz) ya donados había sido rechazada por uno de los países receptores debido a que había sido modificada genéticamente.

Necesidades de maíz en África austral, 2000/01 y 2002/03


Afganistán sufre los efectos de la sequía y de los conflictos

Incluso antes de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, Afganistán atravesaba una grave crisis alimentaria. Después de un tercer año de sequía, la producción de cereales en 2001 bajó a casi la mitad de la producción de 1998. Los hatos de ganado, que son fundamentales para la economía y la seguridad alimentaria del país, habían disminuido aproximadamente un 40 por ciento.

Las necesidades de importaciones de alimentos para 2001-02 alcanzaron la cifra sin precedentes de 2,2 millones de toneladas, pero las importaciones comerciales bajaron fuertemente cuando estalló la guerra. La ayuda alimentaria aumentó, pero no lo suficiente como para atender las necesidades de casi 10 millones de personas, que dependen por completo de la asistencia alimentaria.

El hambre y la malnutrición han aumento fuertemente en un país donde los niños con retraso en el crecimiento eran nada menos que el 52 por ciento en 1998, incluso antes de que se declarara la sequía y se hundiera la producción de alimentos.

La producción de cereales se ha recuperado significativamente en 2002, impulsada por las precipitaciones más abundantes y la mayor facilidad de acceso a insumos agrícolas. Se prevé que la producción superará los bajos niveles de los tres últimos años, aunque sin alcanzar todavía el volumen de 1998.

A pesar de esta recuperación, millones de personas continúan necesitando asistencia alimentaria. Después de años de conflictos y sequías, muchas familias han agotado sus activos, han sufrido fallecimientos y discapacidades o se han visto obligadas a abandonar sus hogares. Muchos de los sistemas de riego del país están en ruinas y aproximadamente la mitad de la superficie de regadío está abandonada.



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