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3. REPERCUSIONES EN EL MEDIO AMBIENTE

3.1 Introducción

La introducción del cultivo en jaulas o corrales en una masa de agua tiene repercusiones en el medio ambiente que pueden ser causa de conflictos, ya que a menudo, y cada vez más, las aguas continentales son utilizadas también por otros usuarios con finalidades diversas. Entre estos últimos pueden desencadenarse reacciones negativas, que den lugar a restricciones del número de unidades de cultivo o lleven a determinar el tipo de especies que pueden cultivarse y a limitar la producción. El establecimiento de jaulas y corrales piscícolas en un lago, embalse o río puede tener también repercusiones fuera de las inmediatas cercanías del lugar, por razón de la demanda de materiales de construcción (Cariaso, 1983) (véase la sección 3.3.3 más adelante).

Los recintos pueden afectar a las masas de agua tanto por su presencia física en un lugar como por los cambios que pueden inducir en las características físicas, químicas y biológicas del agua a causa del método de cultivo (extensivo/semi-intensivo/intensivo) y de las especies criadas.

3.2 Impacto de los Recintos en el Medio Ambiente

Los efectos que la construcción de jaulas y corrales tienen en una masa de agua son principalmente tres: ocupan espacio, dando lugar así a una competencia potencial con otros usuarios; modifican el régimen de flujo del agua, del que depende el transporte de oxígeno, sedimentos, plancton y larvas de peces; y tienen repercusiones en el aspecto estético del lugar.

3.2.1 Espacio

Los recintos pueden representar una competencia espacial con las pesquerías lacustres y fluviales. Las jaulas y corrales fijos, por ejemplo, se colocan sólo en aguas poco profundas, de 7 m o menos, zona que coincide aproximadamente con la región litoral de la mayoría de los lagos y embalses, donde se halla la vegetación fija emergente y sumergida (Goldam y Horne, 1983). Esas áreas suelen ser zonas importantes de desove para algunos peces de importancia comercial, como los ciprínidos fitófilos, el lucio (Braum, 1978) y las tilapias que desovan sobre el substrato (T. zillii, T. rendalli y O. macrochir), (Ruwet, 1962; Philippart y Ruwet, 1982). Las zonas costeras cubiertas de vegetación, donde los peces pueden esconderse para huir de los predadores, son además áreas importantes de cría para los alevines y juveniles de muchas especies.

En Laguna de Bay (Filipinas) se introdujo el cultivo de chanos y tilapia en jaulas a finales de los años sesenta (PCARRD, 1981). Desde entonces esa industria ha florecido, a pesar de los estragos causados periódicamente por los tifones y por las mortandades de peces (Figura 5). El LLDA ha intentado regular la industria y evitar conflictos con los pescadores y los campesinos locales esforzándose por limitar la producción a determinadas áreas del lago, designadas en una serie de leyes como “faja de corrales piscícolas” (Ley de la República No 4850), Decreto Presidencial No 813 y Resolución No 9, 1976; Agbayani, 1983). Al establecer la faja de corrales piscícolas se tuvieron en cuenta los intereses de otros usuarios, dejando libre toda una zona como santuario de peces, en el que no está permitida la pesca ni la instalación de corrales, y utilizando una superficie de 15 000 ha (17 % de la superficie del lago) que se halla al menos a 200 m de la orilla y no interfiere, sin embargo, con las rutas de navegación (Figura 6). De esa manera se pretendía asegurar el acceso a las áreas litorales, al centro de la laguna y a los puntos de descarga de pescado.

En los últimos 3–4 años, sin embargo, se ha producido una rápida proliferación de corrales piscícolas fuera de la faja establecida por la ley (Figuras 7 y 8). El uso de jaulas para el cultivo de tilapia no está previsto por las leyes vigentes (Agbayani, ibid) y aunque su importancia es aún relativamente menor (100 ha; Guerrero, 1983), va en aumento. La superficie actualmente cubierta por jaulas y corrales se estima en 34 000–40 000 ha (38–45 % del lago).

Muchos de esos recintos ilegales estaban situados en caladeros tradicionales de pesca y zonas de recolección de caracoles y bloqueaban las principales rutas de navegación hacia los puntos de descarga de pescado (véase Figura 8). En 1982 y principios de 1983, los numerosos conflictos (hurtos, vandalismo, matanzas de peces) ya existentes entre los pescadores locales y los propietarios de corrales piscícolas, la mayoría de los cuales viven fuera del área de Laguna de Bay, han ido en aumento. Ante las presiones de la opinión pública, la Fuerza Aérea Filipina realizó en abril de 1983 un reconocimiento aéreo del lago que permitió apreciar hasta qué punto había proliferado la construcción de recintos y movió a aplicar rigurosamente las disposiciones existentes.

No todas las repercusiones de los recintos han de ser forzosamente negativas. La capacidad que tienen los objetos flotantes y anclados de atraer a los peces ha sido señalada en todo el mundo, tanto en aguas dulces como marinas. Muchas de las teorías propuestas para explicar ese fenómeno son también válidas por lo que se refiere a los efectos que tienen las jaulas y corrales en los peces que viven en libertad, y en el Cuadro 3 puede verse un resumen. En Laguna de Bay, la población de bagre indígena kanduli (Arius manilensis) estaba en disminución desde hacía años antes del establecimiento de la industria de cultivo en jaulas y corrales, debido a la contaminación y a la sobrepesca (Santos, 1979). Hoy día, los recintos, al parecer, ofrecen refugio a los peces y han favorecido cierta recuperación de la población (Guerrero, 1982a).

Se ha señalado que, gracias a la protección ofrecida por los corrales, la densidad de las poblaciones de caracoles (Lymnea y Amnicola spp.), que se explotan intensamente para disponer de piensos para la industria local de cría de patos (Arriola y Villaluz, 1939), ha aumentado muchísimo (Guerrero, 1982a). Por otro lado, hay también indicios de que las poblaciones de caracoles de los recintos fluctúan enormemente, debido al crecimiento y reclutamiento incontrolados y a los obstáculos que encuentran para emigrar de ese área (S. Vivar, com. pers.). Mientras algunos propietarios de corrales piscícolas permiten recoger caracoles en sus corrales pagando una pequeña tarifa, otros se niegan a ello, arguyendo que los artes de red fina utilizados en el lago son muy destructivos y dañinos.

3.2.2 Flujo de agua y corrientes

El flujo del agua a través de los recintos resulta afectado por la fricción con las estructuras sólidas y las redes (Inone, 1972; Wheaton, 1977; Milne, Wee, 1979). La disminución del flujo depende de distintas variables, en particular: intensidad de la corriente y densidad del agua, dimensiones y forma del recinto, tipo (con nudos/sin nudos, romboidal/cuadrado) y material de la red, grado de acumulación de basuras, y densidad de siembra (Milne, 1970, 1979; Inone, 1972; Wheaton, 1977, Wee, 1979; Kils, 1979). La relación entre el coeficiente de fricción (Cd) de las redes con nudos y sin nudos y la luz nominal de malla (a) y el diámetro del hilo (d) se establece por las siguientes ecuaciones (Milne, 1970):

Cd = 1 + 3,77 (d/a) + 9,37 (d/a)2 red con nudos

Cd = 1 + 2,73 (d/a) + 3,12 (d/a)2 red sin nudos

El factor Cd es mayor en las redes con nudos que en las redes sin nudos y las redes de curleno y politeno tienen un Cd menor que las de nylon o ulstron (Milne, Ibid).

Inone (1972) observó que la velocidad de la corriente dentro de una jaula grande (20 x 20 x 6 m) con malla de 5 cm de luz, sembrada con peces a razón de 1,6 kg m-3, se reducía a sólo un 35 % de la velocidad registrada fuera de la jaula y demostró además que, cuando las jaulas estaban paralelas a la dirección de la corriente, el flujo de ésta en jaulas sucesivas disminuía.

Las jaulas y corrales, pues, tienen considerable repercusiones en las corrientes locales, lo que a su vez tiene varias implicaciones. El transporte de sedimentos en un sistema acuático depende sobre todo de la velocidad de la corriente, aunque también influyen otros factores (Smith, 1975; Gibbs, 1977). Una reducción importante de la corriente, como la que puede producirse en algunos sistemas de recintos (véase más arriba), causará la sedimentación de partículas mayores y más densas en las inmediatas cercanías de las jaulas y estanques. Un aumento repentino del indice de sedimentación en un área trastornará las comunidades bentónicas (Brinkhurst, 1974) y acelerará el relleno (envejecimiento) de la masa de agua, con posibles interferencias en la navegación. Se han señalado casos de acumulación de cieno en las proximidades de jaulas y corrales en Egipto, India, Malasia, Singapur, Sri Lanka y Tailandia (IDRC-SEAFDEC, 1979).

Los problemas de acumulación de sedimentos causados por la presencia de recintos son más probables en los ríos y en las zonas lacustres próximas a la desembocadura de un río grande. En esas zonas, la dispersión de la capa cargada de sedimentos, que depende de la velocidad horizontal de la corriente de agua (Csanady, 1969, 1975), podría resultar gravemente alterada.

Más importante son, sin embargo, los efectos que tiene la disminución de la corriente para las operaciones piscícolas. El flujo de agua a través del sistema regula el abastecimiento de oxígeno y la eliminación de los metabolitos tóxicos, y en los sistemas de cultivo extensivo y semi-intensivo controla además el abastecimiento de alimentos planctónicos.

3.2.3 Aspectos estéticos

La introducción de jaulas y corrales en una masa de agua puede transformar su aspecto (Figura 4). En muchos países, la legislación en materia de conservación del ambiente prevé la preservación de áreas de gran belleza natural y las protege de interferencias que estropeen su aspecto. El propuesto establecimiento de una granja piscícola con jaulas flotantes en el lago Lomond, Escocia, por parte de una empresa privada suscitó objeciones de muchas personas, por considerar que ello restaría valor panorámico a ese área, reduciría el turismo, estimado en dos millones de personas al año, y en último término tendría repercusiones en el empleo y los ingresos locales (Beveridge y Muir, 1982). Objeciones similares se han hecho a la introducción del cultivo en jaulas en Hong Kong.

3.3 Repercusiones de los Métodos de Cultivo en Recintos en el Medio Ambiente

La introducción del cultivo en jaulas y corrales en aguas continentales puede causar varios cambios en los componentes bióticos y abióticos del medio. Aunque las repercusiones de los métodos intensivos, semi-intensivos y extensivos de cultivo son diversas tanto cualitativa como cuantitativamente y, por tanto, se examinarán por separado, existen varios factores comunes a todos los métodos de cultivos, y de ellos se tratará primero.

3.3.1 Repercusiones ambientales comunes a todos los métodos de cultivo en recintos

Un recinto constituye un sistema de cría de peces más abierto que los estanques, canales o tanques construidos en tierra y la interacción entre los peces encerrados en jaulas o corrales y el medio ambiente exterior es mucho mayor que en otros sistemas. En los sistemas en que se utiliza de nuevo la misma agua, sólo se repone del 1 al 20 % de la cantidad de agua necesaria diariamente (Bryant et al, 1980; Muir, 1982; Muir y Beveridge, en prensa). El agua que entra pasa por tanques de decantación y sistemas de filtraje que eliminan eficazmente todas las bacterias, protozoos y plancton y, naturalmente, los organismos mayores, como peces. En algunas operaciones, el agua reciclada se trata con luz ultravioleta, que destruye la mayoría de las partículas virales y bacterias remanentes en el sistema (Spotte, 1979; Muir, 1982). Las posibilidades, pues, de que organismos exteriores penetren el sistema e influyan en él son pocas y los peces se cultivan en un ambiente en que tanto los componentes abióticos como los bióticos están muy controlados.

En los estanques de tierra y de cemento, los peces están plenamente expuestos a los caprichos del tiempo (luz solar, temperatura, etc.) y se produce también cierta interacción entre los peces cultivados y otros organismos. De ordinario sólo se utilizan filtros gruesos y/o estanques de decantación, que contribuyen a impedir la entrada de peces (huevos, alevines, adultos) en el sistema (Hepher y Pruginin, 1981). Pero algunos organismos microscópicos y macroscópicos, como virus, bacterias y hongos, y fitoplancton, zooplancton e insectos pueden entrar en el estanque arrastrados por el agua. También las aves y otros vertebrados tienen acceso relativamente libre a los estanques y canales, a menos que se instalen trampas complicadas u otros sistemas para impedirlo (Meyer, 1981; Martin, 1982).

Establecer un sistema de reciclaje del agua y construir estanques y canales para cultivar peces equivale a crear un nuevo ambiente. De ordinario, el agua pasa por el sistema de estanques y canales sólo una vez y las consecuencias de los cambios que ha sufrido debido a la piscicultura sólo se hacen sentir allí donde se descargan los afluentes. Las descargas de esos sistemas, como es natural, pueden tratarse, haciendo pasar el agua por varios estanques de decantación y sistemas de filtración hasta que se ajuste a normas aceptables (Warrer-Hanson, 1982; Muir, 1982a). En los recintos, en cambio, se utiliza el ambiente existente para criar peces. Las jaulas y corrales han de considerarse, pues, como subcomponentes de los ecosistemas acuáticos en que están instalados, dado que el recinto y el ambiente que lo circunda están íntimamente relacionados (es decir, los cambios que se produzcan en la masa de agua tendrán repercusiones en el ambiente del recinto, y viceversa). Hay poca posibilidad de tratar los desechos procedentes de las jaulas. Aunque se han preparado, con carácter experimental, varios métodos para la recogida y remoción de desechos (Tucholski et al, 1980, 1980a; Tucholski y Wojno, 1980), los costos que ello entraña resultarían prohibitivos para la industria. Estas diferencias entre los sistemas construidos en tierra y los instalados en masas de agua naturales tienen varias implicaciones importantes.

3.3.1.1 Enfermedades

Los organismos que causan enfermedades a los peces pueden dividirse en cinco grupos principales: ectoparásitos y hongos, endoparásitos, bacterias, virus y organismos que producen toxinas que acarrean la muerte de los peces (Sarig, 1979). La presencia de brotes de enfermedades en una explotación piscícola está asociada de ordinario con un mal sistema de explotación, ya que los organismos patógenos suelen ser omnipresentes y causan pocos problemas cuando los peces no se hallan en situación de estrés debido a condiciones alimentarias o ambientales inadecuadas (Wedemeyer, 1970; Snieszko, 1974; Roberts y Shepherd, 1974; Shepherd, 1978). Entre las poblaciones naturales de peces, las mortandades masivas son raras y en general están en relación con factores externos que producen estrés (Shepherd, ibid), dado que los peces y los organismos patógenos viven de ordinario en estado de equilibrio. Por ejemplo, aunque se conocen muchas infecciones parasitarias que afectan a las tilapias que viven en libertad, hay pocos indicios de que ello tenga efectos clínicos, lo que parece indicar que la presencia de parásitos es un hecho normal de poca importancia (Roberts y Sommerville, 1982). Los estudios hechos sobre la presencia del cestodo adulto Eubothrium en truchas arco iris muestran que la presencia de 1–5 parásitos por pez no tiene efectos ni en la absorción de nutrientes ni en el crecimiento de los peces (Ingham y Arne, 1973).

Por otro lado, la introducción en un sistema de gran número de peces encerrados en recintos puede tener efectos dramáticos en los agentes patógenos. Es fácil introducir enfermedades procedentes del exterior, debido al transporte de jaramugos/alevines de otras partes del país o a la importación de peces del extranjero sin tomar precauciones adecuadas (Avault, 1981; Mills, 1982). El peligro que ello representa para la difusión de enfermedades de los peces es por todos reconocido y suscita hoy día cierta preocupación (Rosenthal, 1976; Roberts y Sommerville, 1982). En un reconocimiento reciente de la fauna ectoparasitaria y endoparasitaria de las comunidades ícticas libres y enjauladas hecho en un lago de Escocia, Sommerville y Pollock (1984, en preparación) hallaron que el número y la especie de los parásitos presentes en los peces que viven en libertad diferían notablemente de lo esperado y llegaron a la conclusión de que ello se debía al cultivo intensivo de trucha arco iris en el lago. Aunque es posible que algunos de los parásitos se hayan importado junto con los alevines utilizados para la siembra, muy bien pudiera ser que otros estuvieran ya presentes en esos peces y sólo se hayan multiplicado hasta alcanzar niveles anormales como consecuencia de la mayor densidad de peces y de los cambios en el ambiente debidos a la introducción de las jaulas.

Por desgracia, es poco lo que se sabe sobre la transmisión de parásitos de los peces enjaulados a los peces que viven en libertad, o viceversa. En el Reino Unido, sin embargo, se han registrado varios casos de peces enjaulados infestados gravemente por los cestodos Triaenophorus nodulosus y Diphyllobothrium spp., con graves mortandades que en último término dieron lugar incluso al cierre de una explotación (Wootten, 1979; Jarrams et al, 1980). Esas infecciones se atribuyeron a las poblaciones de peces naturales, que posteriormente resultaron ser portadoras de parásitos.

Algunos datos de Matheson (1979) muestran que esguines de salmón del Atlántico criados en jaulas en un lago de agua dulce de Escocia resultaron gravemente infestados de D. ditremum y D. dendriticum a los dos meses de haber sido introducidos en el lugar. El hecho sorprendente es que no se aislaron esos parásitos en las truchas (S. trutta) presentes en el lago, aunque hay que decir que sólo se examinaron pocos ejemplares.

Un reconocimiento de los peces presentes en un lago de Escocia antes de la introducción de jaulas reveló que no había ningún endoparásito y un mes más tarde se introdujeron jaulas para el cultivo de trucha arco iris. Se examinaron también las truchas sembradas y se halló que estaban libres de parásitos. Dos meses más tarde, sin embargo, se señalaron mortandades masivas de peces y al examinar los peces muertos se halló que estaban gravemente infestados de Diphyllobothrium spp. (Sommerville, datos inéditos). Phillips et al, 1983 creen que la infestación fue causada por un uso inadecuado de piensos, que hizo que los peces enjaulados ingirieran copépodos, que son los hospedantes intermedios de esos cestodos.

No es claro hasta que punto los mayores niveles de nutrientes que a menudo van asociados con el cultivo intensivo en jaulas (véase más adelante) contribuyen a la proliferación de parásitos. Sin embargo, Grimaldi et al (1973) han mostrado que en los lagos eutróficos del centro de Italia y el norte de Suiza es común que las truchas estén infestadas por Phycomycetes saprolegnioles. Es posible que las condiciones eutróficas favorezcan también una mayor producción de hospedantes intermedios (por ejemplo, crustáceos). Trabajos recientes realizados en América del Norte por Soderberg et al (1983) han mostrado que la exposición de la trucha arco iris a elevados niveles de amoniaco libre, como los que pueden darse en condiciones de cultivo intensivo, predisponen a los peces a sucumbir a epizootias parasitarias.

Los casos comunicados de problemas debidos a parásitos o enfermedades en el cultivo de peces en jaulas o corrales en los trópicos son pocos, aunque Vass y Sachlan (1957) han señalado la presencia de parásitos intestinales en carpas comunes criadas en régimen extensivo en un curso de agua contaminado de Indonesia. Se cree que esos parásitos procedían de heces humanas.

3.3.1.2 Predación

Las jaulas y corrales de peces parecen atraer, como un imán, a una vasta gama de vertebrados que se alimentan exclusivamente o facultativamente de peces. Las diversas especies señaladas como causa de problemas en explotaciones piscícolas en jaulas y corrales pueden verse en el Cuadro 4, y entre ellas figuran peces, reptiles, aves y mamíferos. Muchas de estas especies llegan a la zona donde se ha establecido una explotación piscícola atraidas por el gran número de peces fáciles de detectar y también por los sacos de piensos comerciales dejados a veces sin protección alguna en las pasarelas que conducen a las jaulas. En Escocia, incluso especies relativamente raras, como el pandión (Pandion haliaetus), recorren considerables distancias para visitar una explotación piscícola. Se han observado cambios estacionales y diurnos en el número de predadores (Ranson y Beveridge, 1983).

Hasta la fecha son pocas las evaluaciones serias que se han hecho de las repercusiones de esos predadores en el ambiente o en los peces encerrados. Ranson y Beveridge (1983) han llegado a la conclusión de que aunque el airón (Ardea cinerea) y el cormorán (Phalacracorax carbo) atacan frecuentemente a las truchas arco iris encerradas en jaulas, raras veces esos atáques tienen éxito. Un examen del contenido del estómago de algunas aves capturadas en la explotación no mostró indicios de que ninguno de los peces presentes procediera de las jaulas y esa conclusion fue confirmada por muchas horas de observación. Sin embargo, el 0,5 % de los peces enjaulados mostraban señales de daños causados por aves, que podrían favorecer infecciones secundarias de bacterias y hongos.

En varias explotaciones piscícolas en jaulas se han señalado daños a las redes causados por depredadores que no habían conseguido su propósito, como aves, tortugas, varánidos y ratas (Cuadro 4), lo que contribuye a las graves pérdidas de peces en los recintos comunicadas por Secretan (1979). La afluencia de predadores al lugar donde está instalado el recinto puede hacer aumentar también la predación de peces naturales. Ranson y Beveridge (1983) señalaron la presencia de 11 percas (Perca fluviatilis) en el estómago de un cormorán capturado en una explotación piscícola en jaulas. Otro aspecto grave, aunque poco estudiado aún, de la población de predadores inmigrantes es su contribución a la difusión de enfermedades. En el ejemplo descrito en la sección 3.3.1.1 anterior, la rápida difusión de Diphyllobothrium entre las truchas arco iris criadas en jaulas a los dos meses de haberse iniciado la explotación puede haberse debido en parte a la migración observada hacia ese área de gran número de gaviotas (Larus sp.). Sin duda alguna, tanto las aves como los mamíferos desempeñan funciones importantes en los ciclos vitales de muchas enfermedades endoparasitarias de los peces que pueden tener importancia comercial. Por ejemplo, las aves actúan como hospedantes intermedios en el ciclo vital del nematodo Contracaecum y algunos mamíferos piscívoros, como la nutria, pueden ser hospedantes finales del digeneo Haplorchis, parásitos ambos de la tilapia (Roberts y Sommerville, 1982).

3.3.1.3 Poblaciones naturales de peces

Es frecuente que peces criados en jaulas o corrales escapen a través de las redes cuando éstas han sido dañadas por predadores u objetos flotantes o por el mal tiempo (Secretan, 1979), con la consiguiente penetración en el medio natural de especies extranjeras o exóticas. En toda explotación comercial en jaulas o corrales es inevitable que algunos peces escapen. En un lago de Polonia, Penczak, et al (1982) calcularon que en un año escaparon cuatro toneladas de truchas. Son muchos los datos disponibles sobre las repercusiones que los peces huidos o transplantados deliberadamente tienen en las poblaciones de peces indígenas, en particular: exterminación de peces locales por predación o competencia, cruza con peces nativos, con la consiguiente adulteración del acervo genético, destrucción del hábitat y brotes de enfermedades epidémicas (Rosenthal, 1976; Mills, 1982)

En Laguna de Bay, los tifones causan a menudo daños considerables a los corrales de peces (PCARRD, 1981). En 1976, el 50 % de los corrales quedaron totalmente destruidos, con la consiguiente liberación de millares de chanos en el lago (Gabriel, 1979). Ello hizo aumentar considerablemente las capturas pesqueras durante las semanas siguientes al desastre.

En los Estados Unidos, se halló que algunas truchas arco iris escapadas de jaulas se reproducían en varios cursos de agua que alimentaban el lago. El examen del contenido del intestino mostró que los alevines de trucha arco iris y los de la trucha nativa tenían dietas similares y, por lo tanto, podía haber competencia entre ambos. La pesca con caña en el lago reveló que mientras las capturas de trucha común, que se habían reducido a cifras bajas ya hacía muchos años, seguían siendo bajas después de la introducción de las jaulas, las de trucha arco iris aumentaban todos los años debido a las fugas (Phillips, datos inéditos).

3.3.1.4 Productos químicos tóxicos y productos farmacéuticos

El uso de productos químicos y farmacéuticos en estanques, tanques y canales piscícolas para combatir las enfermedades está muy extendido, especialmente en las unidades de explotación intensiva de América del Norte, Europa, Israel y el Sudeste de Asia (Bardach et al, 1972; Brown, 1977; Hepher y Pruginin, 1981; Alabaster, 1982a). En los reconocimientos más vastos hechos hasta la fecha en Europa y el Reino Unido, Alabaster (1982a) y Solbé (1982) hallaron que en la mayoría de los estanques tanques y canales piscícolas se utilizan de tiempo en tiempo pequeñas cantidades de productos químicos (en particular verde de malaquita y formalina) para tratar las infecciones de parásitos externos y hongos. Ocasionalmente se administran también a los peces, junto con los alimentos, toda una serie de antibióticos, como aureomicina, furazolidona, nitrofurazona, penicilina, oxitetraciclina, sulfamerazina y terramicina.

Por otro lado, son muy pocos los datos cuantitativos sobre la frecuencia o modalidad de empleo de productos químicos y farmacéuticos en las explotaciones con jaulas y corrales. El tratamiento resulta costoso y difícil, debido al flujo del agua a través de los recintos, que puede diluir rápidamente los productos utilizados y quitar toda eficacia al tratamiento. La adición de grandes cantidades de productos químicos para compensar esas pérdidas puede hacer el tratamiento demasiado costoso. Para minimizar los gastos, muchos piscicultores rodean las jaulas con láminas de politeno para aminorar el flujo de agua, aunque ello requiere muchísimo trabajo. Otra alternativa consiste en transferir los peces enfermos a un recinto especialmente modificado o a un tanque, con lo que se reducen al mínimo las pérdidas de productos químicos. Por estas razones, es probable que en las explotaciones piscícolas con recintos se utilicen productos químicos con mucha menor frecuencia que en otros sistemas, por lo que la consiguiente adición de sustancias extrañas a lagos, etc., será pequeña.

3.3.2 Problemas asociados con el cultivo intensivo

El cultivo intensivo de peces en recintos, de que se ha tratado en la sección 2 anterior, se limita hoy sobre todo a lagos y embalses de las regiones templadas, donde las principales especies cultivadas son salmónidos, carpa y bagre. Estudios de laboratorio hechos ya hace tiempo por Murphy y Lipper (1970) y Liao (1970) demostraron que el cultivo intensivo de peces tenía como consecuencia la producción de grandes cantidades de desechos por unidad de peso vivo, mayor que en el caso de otros animales, como pollos, cerdos o vacunos. A medida que en los años setenta fue desarrollándose y aumentando la explotación piscícola en jaulas, creció también la preocupación por sus posibles efectos contaminantes.

Los primeros estudios sobre las repercusiones ambientales delcultivo intensivo en jaulas se hicieron en los Estados Unidos, donde la Comisión de Caza y Pesca de Arkansas había comenzado a ceder en arriendo algunas zonas de lagos y embalses de propiedad del Estado a productores comerciales de bagre y trucha a principios de los años setenta (Eley et al, 1972; Newton, 1980). A medida que el programa de arrendamiento se fue extendiendo se encargaron varios estudios (Eley et al, 1972; Kilambi et al, 1976; Hays, 1980). En Europa oriental se ha practicado desde mediados de los años sesenta el cultivo intensivo de carpa común y trucha en lagos utilizados para el enfriamiento de las aguas templadas procedentes de estaciones hidroeléctricas (VNIRO, 1977), y durante varios años se ha vigilado la calidad del agua de varios de esos lagos (Korycka y Zdanowski, 1980). En Polonia se han hecho recientemente algunos estudios sobre los desechos procedentes de truchas arco iris criadas en jaulas colocadas en embalses (Tucholski et al, 1980a, 1980b; Penczak et al, 1982).

En el Reino Unido, el Instituto de Acuicultura de la Universidad de Stirling está realizando dos programas de estudio sobre las repercusiones ambientales del cultivo intensivo de trucha arco iris en jaulas. Uno de ellos consiste en un programa de vigilancia a largo plazo de la calidad del agua en una explotación comercial muy desarrollada situada en un embalse de tierras bajas, mientras el otro se ocupa del estudio de las repercusiones ambientales del cultivo intensivo en un lago de tipo distrófico de las altiplanicies de Escocia en el que actualmente se está introduciendo el cultivo en jaulas (Phillips et al, 1983). Se ha hecho también un estudio teórico sobre el impacto de la introducción propuesta del cultivo en jaulas en el lago Lomond, importante embalse natural y lugar de interés científico especial del centro de Escocia (Beveridge y Muir, 1982; Beveridge et al, 1982).

Otros varios grupos de estudio se ocupan actualmente de estos problemas en la Universidad de Lund, Suecia (Enell, 1982; Anon., 1983) y en el Departamento de Agricultura y Pesca de Escocia, en Pitlochry (R. Harriman, com. pers.).

En general, estos estudios pueden dividirse en dos categorías. En algunas investigaciones se han hecho comparaciones entre el ambiente en el lugar donde se hallan las jaulas y una zona testigo situada a cierta distancia de las jaulas, mientras en otras se ha procedido a estudiar el lugar antes de la introducción de las jaulas y durante el período de cultivo y después de él (Kilambi et al, 1976; M. Phillips, com. pers.). Este último tipo de estudio es preferible, pero supone una planificacion, la asignación de mano de obra y recursos a largo plazo y, naturalmente, mayores desembolsos de capital que un estudio a breve plazo.

De todas maneras, independientemente de las diferencias de la metodología, las especies cultivadas y las dimensiones y tipo del lugar, en la mayoría de los estudios se ha registrado un aumento de los niveles, de sólidos en suspensión y nutrientes (alcalinidad, P-total, PO4-P, NH4-N, N orgánico, C) y una disminución de O2 en los recintos y alrededor de ellos (Cuadro 5). En los sedimentos que se hallan por debajo de las jaulas se han registrado considerables aumentos en el consumo de oxígeno y en el contenido de N-total, P-total y materias orgánicas en el cieno (Tucholski et al, 1980; Enell, 1982; Merican, 1983). (Véase Figura 9).

Los cambios en la flora y la fauna de las aguas continentales que están asociados con el cultivo en recintos fueron observados por primera vez por Vaas y Sachlan (1957), que estudiaron los efectos del cultivo extensivo de carpas en la biota de los cursos de agua. Estudios más recientes de sistemas intensivos de cultivos en países templados han revelado cambios cualitativos y cuantitativos en las bacterias, los protozoos, el plancton, el benton y los peces (Cuadro 5).

Que se produzcan cambios en las comunidades ícticas en aquellas zonas donde hay recintos dedicados al cultivo intensivo es inevitable, no sólo por la elevada probabilidad de que algunos peces escapen de los recintos y por los riesgos de introducción o aumento de enfermedades, sino además a causa de la introducción en el ambiente de nutrientes y piensos, que acompaña siempre a las operaciones de explotación intensiva. Muchos autores han mencionado las pérdidas de piensos (Collins, 1971, Eley et al, 1972; Coche, 1979; Muller y Varadi, 1980; Beveridge y Muir, 1982; Penczak et al, 1982), que dependen de la calidad y tipo de los alimentos (húmedos/secos, flotantes/no flotantes), del método de alimentación (a mano/cebaderos accionables por los peces/cebaderos automáticos), del diseño del recinto (jaula/corral; presencia/ausencia de anillo de alimentación; fondo sólido/de malla), de la especie, de las características del lugar (lótico/léntico; protegido/expuesto), y de la densidad de siembra (alta/baja). La cantidad de piensos que se introducen así en el medio ambiente aumenta a veces a consecuencia de las corrientes generadas dentro de los recintos por los peces mismos mientras se alimentan (Collins, 1971; Coche, 1971).

Se han observado concentraciones relativamente densas de peces libres en las proximidades de las jaulas piscícolas (Collins, 1971; Eley et al, 1972; Loyacano y Smith, 1976; Hays, 1980). Sirviéndose de medios telemétricos, Ross, Phillips y Beveridge (datos inéditos) estudiaron el comportamiento de truchas arco iris libres en un lago de Escocia en el que se practicaba el cultivo intensivo en jaulas y hallaron que, al menos durante determinados períodos del año, los peces transcurrían períodos relativamente largos de tiempo cerca de las jaulas. Phillips (1982, 1983) ha indicado que los peces pueden aprender a acudir a una zona de alimentación en un lago respondiendo a una señal acústica, y puede muy bien suceder que la respuesta de los peces del recinto cuando se les suministran alimentos indique a los peces libres que hay posibilidad de comer.

Se ha señalado que las tasas de crecimiento y la abundancia y sobrevivencia de los peces en algunos lagos y embalses donde se practica el cultivo intensivo han aumentado (Loyacano y Smith, 1976; Kilambi et al, 1976; Hays, 1980) y aunque ello se debe en parte a la ingesta de piensos comerciales, también ha de atribuirse a los efectos del aumento de los niveles de nutrientes. En muchas masas de agua templadas se ha hallado que el crecimiento de los peces aumenta con la fertilización (Weatherly y Nicholls, 1955; Munro, 1961). En otros lagos, en cambio, el cultivo intensivo de peces en jaulas ha tenido por consecuencia una disminución de la población natural de peces (Penczak et al, 1982). Todas las masas de agua tienen comunidades características de peces que dependen del estado trófico de esa masa de agua (Vaughn et al, 1982) y todo cambio en su estado trófico determinará variaciones en la comunidad íctica (Welch, 1980).

Datos procedentes de muchas explotaciones piscícolas intensivas en jaulas indican que los cambios en la calidad del agua tienen consecuencias negativas para el crecimiento y la supervivencia de los peces enjaulados. En el lago Kasumigaura (Japón), el cultivo intensivo de carpas en jaulas ha resultado afectado por el empeoramiento de la calidad del agua debido en parte a las actividades piscícolas mismas (Kitabatake, 1982). Es interesante observar que en las explotaciones que utilizaban cebaderos automáticos las tasas de mortalidad fueron notablemente mayores que en aquellas donde se practicaba la alimentación a mano. En una explotación piscícola de trucha arco iris en jaulas, situada en una zona eutrófica de Escocia, se han señalado sabores extraños en los peces cultivados, debidos a la presencia de elevadas concentraciones de algas verde-azules (A. Stewart y A. Hume, com. pers.).

3.3.3 Problemas asociados con el cultivo extensivo y semi-intensivo en recintos

El cultivo comercial extensivo de peces en recintos se limita a los países tropicales y sub-tropicales, donde es posible criar peces como chanos, tilapia y carpa sin utilizar piensos suplementarios. En Filipinas se ha conseguido de esa manera una producción de tilapia de hasta 2 kg m-3 mes-1 (Cuadro 6). La explotación de aguas continentales para cultivo extensivo se ajusta a un esquema típico: tras la primera recolección de peces, de ordinario muy fructífera, los piscicultores incrementan sus actividades y otros se les suman. Al cabo de pocos años existe ya un número considerable de explotaciones pequeñas y grandes. Para el segundo o tercer año, la tasa de crecimiento de los peces ha disminuido y los piscicultores tienen que contentarse con una menor producción o recurrir al uso de piensos suplementarios. En ambos casos la viabilidad económica resulta afectada y muchos productores pueden verse obligados a cerrar. Las perspectivas de los que pueden continuar sus actividades suelen mejorar en ese caso (véase Figura 10).

Son pocos los estudios dedicados específicamente a investigar la relación entre el cultivo extensivo en jaulas y la productividad. Henderson et al (1973), Melack (1976), Oglesby (1977, 1982) y Marten y Polovina (1982) han mostrado que existe una relación directa entre el rendimiento pesquero y la productividad acuática y una relación similar parece existir entre el cultivo extensivo en jaulas y la productividad (véase en la sección 4.4 un examen más detallado de la cuestión). En el embalse de Seletar, en Singapur, donde desde 1972 se habían sembrado carpas de cabeza grande para resolver los problemas de eutroficación, se ha producido una continua disminución de las floraciones de algas y de la biomasa de plancton en correspondencia con una disminución de la producción íctica por unidad de superficie y de tiempo (Yang, en prensa). Los estudios de Aquino (1982) han mostrado que la tasa de crecimiento de la tilapia enjaulada en el lago Sampaloc (Filipinas) estaba en relación con la producción primaria bruta (Figura 11) y con la visibilidad (es decir, con la biomasa de algas).

Los ejemplos mejor documentados de los efectos de esa correlación en el cultivo de peces proceden de la zona lacustre de San Pablo, en la provincia de Rizal (Filipinas). En esa región, cinco de los siete lagos se utilizan para el cultivo de O. niloticus en corrales y jaulas. En el lago de Sampaloc, por ejemplo, la producción anual con métodos extensivos disminuyó de 11,4 kg m-3 a finales de los años setenta a 1 kg m-3 en 1983 (Coche, 1982; Guerrero, 1983). Se redujo la densidad de siembra de 25 m-3 a 2 m-3 y el período de crecimiento para obtener peces comercializables (200 g) aumentó de 4 meses a 6–9 meses. Muchos piscicultores comenzaron a utilizar piensos suplementarios, como salvado de arroz, torta de copra, estiércol de cerdos y restos de comida (Aquino, 1982). Problemas análogos se han registrado en casi todos los demás lagos de San Pablo, aunque en menor grado. Por ejemplo, en el lago Calibato podían producirse aún en 1983 peces de 150–200 g en 5–6 meses sin recurrir al empleo de piensos suplementarios.

Problemas similares se han encontrado en el cultivo semi-intensivo en recintos. La experiencia de muchos países del Sudeste de Asia muestra que cuando en una zona se introducen jaulas y corrales se produce de ordinario una expansión rápida e incontrolada del uso de esos recintos, que se traduce en una dependencia cada vez mayor de piensos suplementarios. En Laguna de Bay, las explotaciones piscícolas en jaulas y corrales tienen que recurrir cada vez más a piensos suplementarios, mientras la producción ha disminuido de 0,18–0,36 kg m-3 mes-1 a 0,12–0,14 kg m-3 mes-1 (Mane, 1979; Lazaga y Roa, 1983).

En el Sudeste de Asia se utilizan comúnmente corrales y jaulas fijas para actividades de cultivo extensivo y semi-intensivo (por ejemplo, Filipinas, Indonesia, China, Tailandia).

La construcción de esos recintos puede exigir grandes cantidades de madera, como bambú (Bambusa spinosa), palma “anahaw” (Livistonia rotundifolia) y maderas duras. La vida útil de estos materiales es breve, y pronto han de reemplazarse. Las partes expuestas son las que primero se deterioran, bajo la acción combinada del calor, la luz solar y la lluvia y por el continuo uso diario. La duración depende no sólo del clima y de los materiales utilizados sino también de la edad y estado de la madera (por ejemplo, daños causados por insectos) y del método de maduración y conservación utilizado antes de la instalación, si es que se utiliza alguno, (por ejemplo, uso de pez). En el Cuadro 7 pueden verse detalles sobre los materiales y sus características.

A pesar de las muchas ventajas que tiene el uso de otros materiales (mayor resistencia y duración, etc.), el bambú sigue siendo el material de construcción más comúnmente utilizado para corrales y jaulas en el Sudeste de Asia, debido principalmente a su precio relativamente bajo y a la fácil disponibilidad. Normalmente suele sustituirse al cabo de 1–2 años (IDRC/SEAFDEC, 1979). En Laguna de Bay, Filipinas, los campesinos locales retiran algunas de las maderas más viejas para utilizarlas como leña, aunque la mayor parte se deja en el lago para que se pudra. Cariaso (1983) ha estimado que para un corral de 1 ha pueden consumirse hasta 2 000 bambúes y 100 palmas “anahaw”, con un peso estimado de 600 (60 ?) t (Cariaso, com. pers.). Sin embargo, la cantidad de materiales utilizados por unidad de superficie disminuye a medida que aumentan las dimensiones de los corrales. Las estimaciones provisionales hechas de la madera utilizada para corrales y jaulas fijas en Laguna de Bay arrojan cifras enormes, pero se está evaluando aún la naturaleza de esos materiales y el impacto que su extracción tiene en el ambiente.

3.4 Discusión

Como se ha indicado en las secciones 3.2 y 3.3 anteriores, los sistemas de cultivo en masas naturales de aguas (corrales y jaulas) difieren de los sistemas instalados en tierra (silos, estanques, canales, sistemas de reciclaje) sobre todo por dos aspectos importantes. A diferencia de los sistemas de producción en tierra, que de ordinario se construyen sobre terrenos de propiedad privada o alquilados, las jaulas y corrales se instalan en lagos, embalses y ríos que, en su mayoría, son de propiedad estatal. Por definición esas aguas son de propiedad pública y han de administrarse en beneficio de la comunidad. Pueden utilizarse para obtener energía eléctrica o como fuentes de agua potable, para el riego o para fines industriales, para la pesca y para recreo. Muchas comunidades rurales se han desarrollado alrededor de masas continentales de aguas y dependen de ellas para su subsistencia. Por esa razón, el uso en gran escala de esas aguas para la piscicultura por parte de piscicultores privados, a menos que esté bien regulado, es causa de conflictos de intereses. El cultivo en corrales puede causar más fricciones que el cultivo en jaulas, ya que aquellos son mucho mayores y de ordinario son de propiedad de una sola persona o corporación, con lo que se limita el número de beneficiarios de un lugar. Dadas las elevadas inversiones que son necesarias para la construcción, a menudo intervienen personas procedentes de otros lugares, lo que contribuye a agravar las tensiones.

En segundo lugar, los sistemas de cultivo en jaulas y corrales son mucho más abiertos que los sistemas construidos en tierra y han de considerarse como subcomponentes del ecosistema lacustre/ fluvial/hidrográfico en que se hallan. Las interacciones entre el ambiente exterior del recinto y el ambiente interior se producen prácticamente sin restricciones, por lo que cualquier cambio de una parte del ecosistema tendrá inevitablemente consecuencias, en mayor o menor grado, en todas las demás partes.

Las repercusiones del cultivo en jaulas y corrales se resumen en las Figuras 12 y 13. Un elemento común de los métodos de cría extensivos, semi-intensivos e intensivos son los efectos que los recintos tienen en el flujo de agua, en las corrientes y el transporte de sedimentos, en la disponibilidad de espacio y en el aspecto estético. En la mayoría de los casos, las repercusiones más importantes serán las relativas al espacio.

La colocación de las jaulas y corrales dentro de una masa de agua y su distribución relativa tiene gran importancia, ya que los peces que se hallan en esos recintos dependen para sus alimentos y/o O2 y para la eliminación de los metabolitos tóxicos del flujo de agua a través de los recintos (Schmittou, 1970; Awang Kechik et al, 1983). Parece, sin embargo, que, al menos en el cultivo extensivo y semi-intensivo, la distribución óptima de los recintos dentro de la masa de agua contribuirá probablemente a hacer mayores las interferencias con otros usuarios, ya que las jaulas y corrales han de estar muy dispersos (véase la sección 4.6 infra). Desde el punto de vista de los pescadores y otros usuarios, sería mejor restringir los recintos a zonas concretas y, por tanto, en las masas de agua destinadas a usos múltiples es imprescindible llegar a un compromiso entre las partes.

Otro aspecto común de todos los métodos de cultivo en jaulas y corrales son los efectos que la cría de gran número de peces encerrados tiene en la fauna local: aves y mamíferos depredadores, poblaciones naturales de peces y, especialmente, parásitos y otros organismos patógenos. Por otro lado, a juzgar por las relaciones publicadas y por conversaciones con piscicultores y expertos, hay que concluir que esos efectos son mucho menos importantes en aguas dulces tropicales. Por ejemplo, los brotes de enfermedades parecen ser cosa prácticamente desconocida en el cultivo de peces en jaulas y corrales en aguas cálidas, a diferencia de lo que sucede con las explotaciones de salmónidos en aguas templadas, donde de tiempo en tiempo se producen mortandades masivas. Una razón de esa diferencia pudiera ser la escasez de datos, en particular por lo que se refiere a los trópicos. De todas maneras, hay también indicios que sugieren que varios de los peces tropicales cultivados más importantes, como la tilapia, son más “resistentes” que los salmónidos y bagres de aguas templadas: aunque es frecuente que las tilapias hospeden toda una serie de organismos potencialmente patógenos, raras veces se producen mortandades generalizadas. Estas diferencias aparentes en la resistencia a las enfermedades pueden deberse en parte a diferencias en los métodos de cultivo. En Europa y América del Norte se practican métodos intensivos, con elevadas densidades de siembra, a diferencia de lo que sucede en los países tropicales, donde en general el cultivo es extensivo y semi-intensivo y la densidad de siembra menor. Es muy posible, pues, que los métodos utilizados en países templados causen mayor estrés a los peces, debilitando así su sistema inmunitario y aumentando su susceptibilidad a la infección (Wedemeyer, 1970; Snieszko, 1974; Roberts, 1979).

Sin embargo, todos los datos disponibles hasta la fecha sugieren que lo que mayores repercusiones tiene en el ambiente es el método de cultivo, ya que afecta directamente a la concentración de nutrientes, al nivel de O2 y a la concentración de metabolitos tóxicos (Eley et al, 1972; Penczak et al, 1982; Phillips et al, 1983) (Figuras 11 y 12). Las condiciones eutróficas favorecen la proliferación de organismos patógenos (Numann, 1972; Grimaldi et al, 1973; Lundborg y Lyndberg, 1977) y se ha mostrado también que los cambios en la calidad del agua/afectan a su potabilidad (Jones y Lee, 1982; Beveridge y Muir, 1982) y a su valor como medio de recreo (Vaughn et al, 1982) y para la producción natural de peces y la pesca (Henderson et al, 1973; Melack, 1976; Liang et al, 1981), por lo que es posible que las presiones de esos intereses contribuyan a reducir o restringir el cultivo en recintos, como ha sucedido en Laguna de Bay (Filipinas) y en el lago Lomond (Escocia). Se ha demostrado también que las variaciones de la calidad del agua tiene consecuencias negativas para la producción de peces en los recintos (Aquino, 1982; Kitabatake, 1982).

Para maximizar el potencial de la piscicultura o calcular los costos o beneficios relativos de esa actividad en una masa de agua destinada a múltiples usos es preciso cuantificar, en términos de calidad de las aguas, las repercusiones del cultivo extensivo, semi-intensivo e intensivo en jaulas y corrales. La falta de información de ese tipo ha obligado a varios organismos de países templados y tropicales a establecer límites para el desarrollo que, por haberse basado en pocos datos, han sido considerados como parcialmente arbitrarios. La consecuencia es que ello ha suscitado irritación tanto entre los piscicultores como entre otros intereses contrarios y, en algunos casos, ha llevado a desatender flagrantemente esas disposiciones.


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