Página precedenteIndicePágina siguiente



Aunque las mujeres y los hombres rurales desempeñan papeles diferentes y complementarios para lograr la seguridad alimentaria de la familia y la comunidad, las mujeres a menudo ejercen una función más destacada como garantes de la nutrición, la seguridad y la calidad de los alimentos. Responsables por lo general de una parte sustancial de la producción agropecuaria, se encargan también de la elaboración y preparación de los alimentos para su familia. Además, tienden a destinar un porcentaje importante de los ingresos que obtienen del comercio de productos alimenticios a satisfacer las necesidades de la familia en materia alimentaria.

Reconocer los distintos papeles que desempeñan las mujeres y los hombres en la nutrición de las familias es fundamental para mejorar la seguridad alimentaria de los hogares. Para tratar esta cuestión, la FAO recomienda un enfoque que toma en cuenta el contexto económico y cultural. De hecho, la seguridad alimentaria no es sólo una cuestión de disponibilidad, sino también de acceso a los alimentos, así como de adecuación y aceptación de los alimentos por los consumidores. Además, es preciso abordar otras causas subyacentes de la malnutrición, como las características de la ingesta y la diversidad dietética, la salud y los cuidados, todas áreas en las cuales las mujeres desempeñan un papel crucial. Otro punto importante es respetar el conocimiento de las comunidades tradicionales, en particular de las mujeres, sobre el valor nutricional de los productos agrícolas locales y los productos selváticos recolectados.

Huertos caseros

En buena parte de los países en desarrollo, uno o dos productos agrícolas básicos constituyen la base de la alimentación de la población y brindan el 80 por ciento del aporte calórico diario. Los alimentos provenientes de los huertos caseros o familiares tienen una función importante al proporcionar un «dispositivo de seguridad», un complemento de dichos productos básicos. A diferencia de los cultivos comerciales a gran escala, pueden estar disponibles para el consumo de la familia a lo largo del año, siempre y cuando la cantidad de agua necesaria sea suficiente. Durante los períodos de escasez entre una cosecha y otra, los alimentos hortícolas pueden aumentar o suplir las provisiones de los hogares. Además, el dinero obtenido por la venta de los productos de la huerta casera puede servir para comprar otros alimentos que los hogares no pueden producir.

En su calidad de principales responsables de los huertos caseros, las mujeres acostumbran cultivar la mayor parte de los productos secundarios que proporcionan la variedad de alimentos necesaria para una dieta equilibrada. Los huertos suelen aportar raíces y tubérculos, hortalizas de hoja verde, legumbres y frutas, ricos en vitaminas y minerales. Un estudio llevado a cabo en Nigeria mostró que las mujeres cultivaban hasta 57 especies diferentes de plantas en sus huertos caseros.

Sensibilizar a las mujeres y a los hombres acerca del valor nutricional de ciertos productos alimentarios, por ejemplo las hortalizas de hoja verde y la patata dulce, y estimularlos a cultivar y consumirlas puede ser un sistema efectivo para mejorar la nutrición y prevenir las deficiencias nutricionales.

En Bangladesh, por ejemplo, un proyecto piloto estimuló a los «sin tierra» y a la población vulnerable, entre ellos mujeres y niños, a cultivar huertos caseros. Al final del período de prueba, el consumo promedio de hortalizas en los hogares objeto de estudio había aumentado aproximadamente un 30 por ciento, obteniéndose beneficios notables para los infantes y los niños pequeños. La ceguera nocturna en los niños, un síntoma producido por la carencia de vitamina A, se redujo casi a la mitad. El proyecto recalcó la necesidad de sensibilizar tanto a los hombres como a las mujeres sobre la importancia de una dieta diversificada obtenida a través del consumo de los alimentos producidos en los huertos.



Acciones planificadas

El Plan de acción sobre género y desarrollo incluye una variedad de compromisos cuyo objetivo es aumentar el acceso de los hombres y las mujeres rurales a una nutrición adecuada y ofrecerles los conocimientos y los recursos necesarios para mejorar el estado nutricional de sus familias. Las áreas clave de actividad comprenden el fortalecimiento de las capacidades y el desarrollo de los programas de capacitación para una educación nutricional con perspectiva de género; la recopilación, el análisis y la difusión de datos sobre nutrición desglosados por sexo; la transferencia de tecnología para aumentar la eficiencia de la elaboración y el almacenamiento de los alimentos, así como para reducir la carga de trabajo tanto de hombres como de mujeres.

Elaboración e inocuidad de los alimentos

  • Elaborar y difundir materiales científicos que tengan en cuenta el género, relativos a las áreas de calidad e inocuidad de los alimentos.
  • Integrar la perspectiva de género en todas las iniciativas asociadas a la sensibilización del consumidor sobre la calidad y la inocuidad de los alimentos y en el análisis de los riesgos alimentarios.
  • Facilitar medios tecnológicos destinados a la reducción de la carga de trabajo de los pequeños emprendedores y emprendedoras, así como al aumento de la eficiencia de las explotaciones familiares y de pequeña escala.
  • Elaborar manuales para apoyar y asesorar a los Estados miembros en la gestión de programas capaces de aportar la protección necesaria al consumidor y de promover la producción, elaboración y distribución de alimentos integrando la perspectiva de género.

Necesidades nutricionales y discriminación alimentaria

  • Tener en cuenta las necesidades específicas de las mujeres en las consultas de expertos de la FAO sobre requerimientos nutricionales humanos.
  • Incluir análisis de cuestiones nutricionales concretas relacionadas con el género en las actualizaciones regulares de los Perfiles de nutrición por países y anualmente en el Informe sobre el estado de la inseguridad alimentaria en el mundo (SOFI).
  • Producir, recopilar y difundir datos sobre el régimen alimenticio y la situación nutricional desglosados por sexo.

Educación nutricional

  • Abordar explícitamente las cuestiones de género en la promoción de iniciativas para mejorar la nutrición en las escuelas y comunidades teniendo en cuenta las funciones de las mujeres y los hombres.
  • Identificar la función y la responsabilidad de los hombres en el logro del bienestar nutricional de todos los miembros de la familia.
  • Tomar en cuenta las especificidades de los hombres y las mujeres al elaborar el material técnico y las orientaciones de los programas que fomenten las iniciativas de sensibilización sobre nutrición.
  • Asegurar la participación tanto de las mujeres como de los hombres en el uso de los materiales pedagógicos utilizados en las campañas en materia de nutrición.
  • Actualizar periódicamente en Internet el sitio de alimentación y nutrición de la FAO para aumentar la comprensión del público acerca de las cuestiones alimentarias.


Mejora de la nutrición y la seguridad alimentaria de los hogares

En el marco de un proyecto de la FAO llevado a cabo en Viet Nam, unos 12 000 hogares pobres, cada uno con por lo menos un niño menor de cinco años que sufría de desnutrición, recibieron capacitación y ayuda para la creación de huertos caseros. Las evaluaciones confirmaron que el impacto del establecimiento de los huertos caseros había sido mayor cuando los hombres y las mujeres entendían sus beneficios tanto económicos como nutricionales. El proyecto arrojó resultados verificables en los hogares más pobres y que vivían en una situación de inseguridad alimentaria notable: el 82 por ciento de los hogares que participaron en el proyecto pudieron mejorar su acceso a los alimentos. Los niños aumentaron su consumo diario de hortalizas y frutas. Asimismo se atribuyó al proyecto el logro de haber reducido significativamente la tasa de malnutrición en sólo dos años.

«En Viet Nam, un proyecto combinó la educación sobre nutrición con la introducción de huertos caseros. En dos años, se obtuvo una caída significativa de la tasa de malnutrición.»

Elaboración y almacenamiento de alimentos

La elaboración de alimentos contribuye a la seguridad alimentaria al garantizar una diversidad constante del régimen alimenticio, reducir al mínimo los desperdicios y pérdidas y mejorar la comerciabilidad de los alimentos, facultando a las mujeres para participar en el comercio de productos alimenticios. En los países en desarrollo, la mayoría de las actividades de elaboración de alimentos son llevadas a cabo por las mujeres y constituyen a menudo una pesada carga de trabajo. En algunas partes de África del Norte las mujeres pasan hasta cuatro horas por día moliendo trigo para hacer cuscús.

La elaboración de alimentos contribuye también al bienestar nutricional, no sólo al facilitar la digestión de los alimentos, sino porque aumenta su durabilidad y posibilidad de comercialización, proporcionando un acceso mayor a una variedad de alimentos nutritivos gracias a los ingresos obtenidos de la venta de productos. Las diferentes formas de conservar los alimentos nutritivos, tales como secado, ahumado o inmersión en vinagre, ayudan a los hogares a protegerse contra las carencias de proteínas u oligoelementos durante las estaciones en las que es difícil conseguir productos frescos. El uso de secadores solares para preservar las frutas permite que se pueda consumir una cantidad adecuada de vitamina A durante todo el año.

En las comunidades de pescadores, ahumar y secar buena parte del producto de la pesca diaria, alimento rico en proteínas y otros elementos nutritivos, permite a las mujeres mejorar sus ingresos y su situación alimentaria. También se logra reducir a menos de la mitad las pérdidas por desperdicios y putrefacción, que a veces alcanzan el 25 por ciento o más del pescado.

El almacenamiento de alimentos también puede incrementar la seguridad alimentaria. Mientras que los hombres suelen ser los responsables de construir las instalaciones para el almacenamiento, las mujeres preparan los alimentos que deberán ser almacenados y conservados, manejan las reservas y se ocupan de las instalaciones. En algunos países en desarrollo, hasta el 25 por ciento de los alimentos producidos se deteriora o es devorado por insectos u otras plagas antes de que puedan ser consumidos. La reducción de las pérdidas postcosecha puede ser tan efectiva como un aumento de la producción agrícola.

Tal como en muchas otras áreas, las mujeres encuentran a menudo obstáculos cuando quieren adquirir las herramientas y competencias necesarias para procesar y almacenar los alimentos. Estas dificultades se deben al limitado acceso al crédito y a los servicios de capacitación con que cuentan. Por otro lado, los programas de investigación y extensión agrícolas no tienen suficientemente en cuenta los diferentes papeles que desempeñan los hombres y las mujeres en dichas actividades y, por lo tanto, estos programas rara vez obtienen beneficios de los valiosos conocimientos que tienen las mujeres en cuanto a técnicas, adaptación a las condiciones imperantes y equipos tradicionales.

Inocuidad de los alimentos

Un buen estado nutricional depende no sólo de la cantidad, sino también de la calidad de los alimentos disponibles, y de su estado. La contaminación de los alimentos por bacterias o sustancias químicas puede hacerlos no comestibles, peligrosos y hasta mortales. Las mujeres desempeñan un papel esencial en garantizar la calidad e inocuidad de los productos para consumo, ya que, por lo general, son responsables de la elaboración de los alimentos destinados al mercado y al consumo doméstico, y de la preparación de las comidas.

Aun cuando no lleguen a ser mortales, la diarrea y otras enfermedades de origen alimentario aceleran el paso de los alimentos a través del sistema digestivo, reduciendo la capacidad del cuerpo de absorber nutrientes y apresuran la pérdida de agua y sales minerales. Cuando estas enfermedades se propagan, el consumo de cantidades adecuadas de alimentos no es suficiente para prevenir la desnutrición.

En muchos casos, la falta de acceso al agua, las instalaciones sanitarias y el combustible pueden ser la causa principal de las enfermedades de origen alimentario. Si el agua disponible está contaminada, o si la escasez de combustible hace que sea imposible hervirla y cocinar los alimentos, las familias estarán expuestas a numerosas enfermedades y a la malnutrición.

La inocuidad de los alimentos se podrá lograr sólo si se tienen en cuenta los diferentes papeles que desempeñan las mujeres y los hombres en su producción, elaboración y preparación. Dado que las mujeres son las principales responsables de preparar las comidas, la educación sobre la higiene y las normas sanitarias, deben considerar tanto sus preocupaciones como el tiempo con que cuentan. Las políticas deben tomar en consideración el papel clave de las mujeres en la preparación de alimentos y la recolección de agua y de combustible, para fomentar una reducción de su carga de trabajo y contribuir a mejorar, de esta forma, el estado nutricional de sus familias.

Discriminación alimentaria

Los requerimientos nutricionales dependen de una serie de factores tales como la edad, el sexo, el estado de salud y el nivel de actividad. Además, las mujeres en edad reproductiva, especialmente durante el embarazo y la lactancia, tienen necesidades de nutrientes específicas, que determinan tanto su estado nutricional como el de sus hijos. Estas necesidades concretas no siempre se reconocen y tanto las mujeres como los niños sufren las consecuencias. Aproximadamente la mitad de las mujeres de los países en desarrollo sufre de anemia, lo cual afecta su salud, limita su actividad y desarrollo potencial y aumenta notablemente los riesgos durante el embarazo y el parto. Se constata entre sus hijos una mayor tasa de mortalidad infantil y de defectos de nacimiento.

«Los expertos estiman que políticas eficaces destinadas a tratar la anemia podrían aumentar la productividad nacional hasta en un 20 por ciento.»

A menudo las mujeres son víctimas de discriminación alimentaria, lo que pone en peligro la situación nutricional y sanitaria de los miembros femeninos de las familias. En ciertos hogares y comunidades, las mujeres y las muchachas comen las sobras de los hombres de la familia. A menudo, esto produce una desnutrición crónica. En algunas partes de Asia meridional, hombres y muchachos consumen el doble de calorías que las mujeres y las muchachas, a pesar de que ellas realizan una buena parte del trabajo pesado. Un estudio llevado a cabo en la India mostró que las muchachas tienen cuatro veces más probabilidades de sufrir de malnutrición aguda que los muchachos.

El enfoque de la FAO para tratar estas cuestiones tiene en cuenta las dimensiones económicas y sociales -incluido el género-, y se basa en la necesidad de mejorar el consumo total de alimentos, sin concentrarse en un solo micronutriente para no perder de vista otros problemas de la malnutrición. Los requirimientos nutricionales distintos de las mujeres y los hombres, así como sus papeles respectivos en el hogar, deben ser considerados.

Educación nutricional

La educación sobre alimentación y nutrición desempeña una función esencial en la promoción de la seguridad alimentaria. De hecho, reviste particular importancia que los hogares pobres tengan conocimientos correctos sobre sus propios requerimientos nutricionales, que aprovechen al máximo los alimentos locales y adquieran hábitos alimentarios saludables. Una educación basada en los conocimientos tradicionales, por lo general en manos de las mujeres, hace posible explotar los alimentos y las plantas locales que se utilizan para prevenir o curar enfermedades debidas a la malnutrición.

La educación nutricional proporciona información correcta sobre el valor nutricional de los alimentos, su calidad e inocuidad, los métodos de conservación, elaboración y manipulación, y sobre la preparación y el consumo. Este tipo de información ayuda a las personas a adoptar una dieta más equilibrada. La educación nutricional debe traducirse en acciones positivas, como por ejemplo cultivar y consumir ciertos tipos de frutas y hortalizas para protegerse de enfermedades infecciosas, o aprender a almacenar mejor el maíz u otros alimentos para reducir las pérdidas de nutrientes y aumentar las reservas alimentarias del hogar.

Una buena educación nutricional requiere de la participación activa de todos -hombres y mujeres-, la toma de conciencia sobre los propios problemas nutricionales y voluntad de cambio. Un programa de educación dirigido a las mujeres puede tener un enorme impacto, debido al papel fundamental que ellas asumen en el cultivo, la selección y la preparación de los alimentos. Por ejemplo, cuando un proyecto desarrollado en Tamil Nadu, India, capacitó a algunas madres de niños sanos para que trabajaran como agentes nutricionales, se redujo la incidencia de casos de malnutrición severa en un 55 por ciento en más de 20 000 aldeas.


Página precedenteInicio de páginaPágina siguiente