La FAO predice que el desarrollo adicional del agua será necesario para poder ajustar las necesidades de otros 2 000 millones de personas en el año 2030. Si la ganancia generada por la productividad del agua pudiera ser mantenida, la presión sobre los recursos podría decrecer y la transferencia de agua a otros usuarios podría ser aumentada. El incremento de la productividad agrícola del agua ha sido el resultado de las inversiones estratégicas en el desarrollo del agua pero también de las inversiones en investigación y desarrollo y en extensión agrícola. La tendencia actual de las inversiones en estos componentes muestra una seria disminución. El futuro del manejo del agua en la agricultura dependerá del mantenimiento de los niveles de las inversiones en áreas clave de la cadena productiva y no solamente en la infraestructura de control del agua. En este aspecto, el elemento crítico es la calidad de la inversión antes que su cantidad.
Dado que la demanda de alimentos no es negociable, el único objetivo del mejoramiento del manejo del agua dependerá del continuo mejoramiento de la productividad del agua en los sistemas agrícolas existentes, tanto de secano como bajo riego. Por lo tanto, las inversiones deben ser un complejo que combine: inversiones en la investigación para desarrollar materiales biológicos más productivos; mejores prácticas agrícolas; desarrollo de la capacidad técnica de los agricultores y los usuarios; promoción del comercio de los productos agrícolas para mejorar la productividad global y desarrollo de nuevos recursos cuando sea necesario.
Los futuros requerimientos de agua, sobre todo en el caso en que se anticipa una población mundial estabilizada en alrededor de 8 000 millones de habitantes, no son fáciles de predecir. Las cantidades precisas de agua que deben estar disponibles en localidades específicas para una producción agrícola sostenible son difícilmente conocidas y tienen indudablemente variabilidad temporal y espacial. El problema es aún más complejo ya que no existe certeza sobre las cantidades de agua que se precisarán para las necesidades ecológicas aguas abajo y para la recarga de los acuíferos sobreexplotados. Finalmente, el impacto del cambio climático sobre el abastecimiento y la demanda de agua para uso agrícola, continúa siendo una conjetura. Considerando todos estos elementos desconocidos, proporcionar volúmenes suficientes de agua para la producción global de cantidades adecuadas de alimentos, representa un desafío enorme, sobre todo en regiones y países en los cuales el agua es ya escasa. La incerteza acerca del futuro abastecimiento de agua y demanda de agua para apoyar la seguridad alimentaria puede frustrar la toma decisiones sobre inversiones estratégicas. Los problemas que deben ser tener una respuesta previa son:
® ¿Qué capacidad adicional de almacenamiento de agua en represas y embalses es necesaria?
® ¿Cómo los países y las regiones pueden asegurar el uso sostenible de agua subterránea bombeada que es fundamental para la producción agrícola?
® ¿Cómo pueden ser mejor usadas las fuentes adicionales de agua como las aguas residuales municipales e industriales sin afectar negativamente la salud humana y ecológica?
Este trabajo ha discutido la conexión entre la agricultura bajo riego por un lado y el alivio de la pobreza y el desarrollo rural por otro lado. Los efectos indirectos del riego en el desarrollo rural han sido notables, especialmente por medio de la creación de oportunidades de trabajo fuera de la finca para las personas de menores recursos. Sin embargo, otras inversiones como en caminos y mercados, podrían ser a menudo de un mayor valor directo para el desarrollo rural. Por ello y para que los fondos invertidos en el desarrollo tengan el mayor impacto posible en el alivio de la pobreza, los gobiernos y las agencias de financiación se enfrentan a decisiones difíciles entre las inversiones directas en infraestructura del agua o en inversiones «de avanzada» para la creación de mercados y acceso a los mismos.
Los mejoramientos a nivel de sistema en la infraestructura de riego y drenaje y en los acuerdos políticos e institucionales hechos para manejar esos sistemas fortalecerá la productividad del agua y, por ende, la seguridad alimentaria. Sin embargo, los mayores beneficios se pueden esperar del manejo integrado de cultivos y recursos, por ejemplo, cuando los tres componentes -fitomejoramiento, mejoramientos agronómicos y cambios en la operación y manejo del sistema de riego- trabajen en forma conjunta de tal modo que los beneficios potenciales de los nuevos cultivos y variedades sean debidamente explotados. Existen pocos ejemplos exitosos de esta triple integración; su realización equivale a reinventar el manejo del agua en la agricultura. Del mismo modo, las prácticas agronómicas en los predios de los agricultores tales como la labranza cero y las parcelas elevadas también llevarán a una mayor productividad del agua en la agricultura. Sin embargo, la adopción y adaptación de estas técnicas ha sido lenta.
El Manejo Integrado de los Recursos Hídricos ha sido presentado como el marco para la planificación, organización y control de los sistemas hídricos para equilibrar las opiniones y los objetivos de todos los participantes importantes (Grigg, 1999). Esta definición incluye dos dimensiones de interdependencia: social -equilibrio entre opiniones y objetivos de los participantes- y ecológica -manejo de sistemas de agua por múltiples usuarios. En el pasado, el agua tenía dos objetivos principales: domésticos y producción de alimentos para una creciente población. Hoy día, con la competencia existente por el agua, esos objetivos simples no son aceptables. Los defensores del Manejo Integrado de los Recursos Hídricos opinan que un cambio hacia un sector de riego más sostenible depende del buen funcionamiento de las asociaciones de usuarios del agua. Sin embargo, iniciar la fundación de esas asociaciones ha sido difícil; antes de que puedan ser establecidas exitosamente es necesario, por lo menos, evaluar los recursos hídricos, asignar derechos de agua a los legítimos usuarios y definir instituciones para la administración de los derechos del agua. Los conflictos de intereses entre los distintos participantes en el manejo del agua hacen difícil y costoso satisfacer esas tres condiciones para que la asociación de usuarios tenga éxito. Más aún, hay una creciente evidencia de que el manejo del riego transfiere riesgos que agravan la pobreza rural, excepto cuando se diseñan e implementan modalidades favorables a los grupos de menores recursos (Van Koppen et al., 2002).
Uno de los puntos más importantes referidos a la base de recursos es la sobreextracción de los recursos de las aguas subterráneas, algo que en muchas regiones parece ser insostenible. Al discutir el manejo sostenible de los recursos hídricos subterráneos, se ha sugerido que la explotación de esos recursos más allá de su posibilidad de recarga puede ser justificable si inicia el desarrollo sostenible al usar los ingresos generados por el bombeo del agua subterránea con propósitos útiles. De cualquier manera, la aplicación de las ganancias de la tecnología de ahorro de agua, la reforestación y otras actividades a largo plazo se pueden acreditar como una contribución a la sostenibilidad (Kinzelbach y Kunstmann, 1998; Barker et al., 2003). La elección estratégica del grado de degradación ambiental que puede ser justificada para una mayor seguridad alimentaria o para reducir la pobreza es obviamente una elección difícil. El equilibrio no se obtiene en forma simple o directa dado que el alivio de la pobreza puede de hecho prevenir la degradación ambiental.
Estas conclusiones indican que solo cuando los gobiernos nacionales y las agencias financieras hagan varias elecciones estratégicas respecto al manejo del agua, el sector agrícola no estará en condiciones de mantener las concesiones actuales de agua para la importante producción de alimentos producida bajo riego.
En el caso de los gobiernos nacionales esta elección implica:
La elección de inversiones estratégicas en la agricultura por parte de las agencias de inversiones, implica: