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El agua y la seguridad alimentaria

EL AGUA Y LA SEGURIDAD alimentaria están estrechamente relacionadas. La agricultura es, con gran diferencia, la mayor consumidora de agua, y representa alrededor del 69 por ciento de todas las extracciones en el mundo entero y más del 80 por ciento en los países en desarrollo. Un acceso fiable a agua suficiente aumenta los rendimientos agrícolas, proporcionando más alimentos e ingresos más altos en las zonas rurales donde viven las tres cuartas partes de la población hambrienta del mundo. No es de extrañar que los países con mejor acceso al agua suelan ser también los que presentan niveles más bajos de subnutrición (véase el gráfico).

Si el agua es un elemento esencial de la seguridad alimentaria, su carencia puede ser una causa principal de hambrunas y subnutrición, especialmente en las zonas rurales expuestas a la inseguridad alimentaria, donde la población depende de la agricultura local para obtener tanto alimentos como ingresos. La sequía es la causa más común de la escasez grave de alimentos en los países en desarrollo. En los tres años más recientes sobre los que se dispone de datos, la sequía se citó como causa en el 60 por ciento de las emergencias alimentarias (véase el gráfico).

África es a la vez el continente más seco (aparte de Oceanía) y la región donde el hambre es más frecuente. Dentro de África, la subnutrición y las hambrunas periódicas han afectado a zonas semiáridas y vulnerables a la sequía (véase el mapa).

Incluso cuando la disponibilidad general de agua es suficiente, las lluvias y el acceso al agua irregulares pueden causar tanto una escasez de alimentos a corto plazo como la inseguridad alimentaria a largo plazo. Las inundaciones son otra causa principal de las emergencias alimentarias. Las grandes diferencias estacionales en la disponibilidad de agua pueden aumentar también la inseguridad alimentaria. En la India, por ejemplo, más del 70 por ciento de las precipitaciones anuales se producen durante los tres meses del monzón, cuando en su mayoría van a parar al mar. Los agricultores que carecen de medios de riego deben enfrentarse con la escasez de agua durante gran parte del año y con la amenaza de la pérdida de cosechas cuando los monzones no se presentan.

El riego aumenta los rendimientos, al mismo tiempo que reduce el hambre y la pobreza

Si existe un suministro de agua suficiente y fiable, el riego aumenta los rendimientos de la mayoría de los cultivos en un 100 a 400 por ciento (véase el gráfico). Aunque sólo el 17 por ciento de las tierras cultivables del mundo se riegan, ese 17 por ciento produce el 40 por ciento de los alimentos mundiales.

Además de mayores rendimientos, el riego aumenta los ingresos y reduce el hambre y la pobreza. Los datos muestran que cuando se dispone ampliamente de riego, la subnutrición y la pobreza son menos frecuentes (véase el gráfico).

Los estudios en curso en países asiáticos ofrecen pruebas de que el riego mitiga tanto la pobreza permanente como la temporal. En la India, por ejemplo, un estudio del Banco Mundial determinó que el 69 por ciento de la población de los distritos de secano era pobre, mientras que en los distritos de regadío los pobres representaban sólo el 26 por ciento de la población.

Los agricultores se benefician directamente del riego mediante ingresos mayores y más estables y el mayor valor de las tierras regadas. Incluso los trabajadores sin tierras y los pequeños agricultores que carecen de recursos para emplear el riego ellos mismos se benefician a menudo de los mayores salarios, los precios más bajos de los alimentos y una alimentación más variada. Varios estudios realizados en Bangladesh y la India han mostrado que cada puesto de trabajo creado en la agricultura de regadío se traduce en otro puesto de trabajo en los servicios agrícolas y la industria de elaboración. El riego tiene mayores efectos en la reducción del hambre cuando es de gran densidad de mano de obra, utiliza técnicas de costo razonable y en pequeña escala, y se combina con el acceso a servicios de crédito, comercialización y extensión agrícola.

Con vistas al futuro

Se prevé que, en los próximos 30 años, la población crecerá en 2 000 millones de personas. Alimentar a esa población creciente y reducir el hambre sólo será posible si se logra aumentar de forma significativa y sostenible los rendimientos agrícolas. Ello, a su vez, dependerá de un aumento de la utilización del riego y una mejor gestión del agua, aunque un número creciente de países se enfrenten a una escasez de este recurso.

La FAO espera que la superficie en regadío en los países en desarrollo en su totalidad aumente en casi un 20 por ciento para el año 2030. Utilizando el agua de riego más eficientemente y aprovechando las oportunidades de obtener varias cosechas al año en las tierras de regadío, la FAO estima que se podrá aumentar la superficie efectivamente en regadío en un 34 por ciento, utilizando sólo un 14 por ciento más de agua. Se prevé que el mayor aumento (44 por ciento) se producirá en el África subsahariana, donde hoy se riega únicamente el 4 por ciento de la tierra cultivable.

El riego en gran escala no es siempre una opción viable o conveniente. En algunas zonas, incluida una gran parte de África, el régimen de precipitaciones y la geología de las cuencas fluviales excluyen el riego económico. En otras, un riego mal administrado y la extracción excesiva de aguas subterráneas amenazan la sostenibilidad y la seguridad alimentaria. Se estima que del 7 al 10 por ciento de los 270 millones de hectáreas de tierras de regadío se han degradado por la acumulación de sales. En muchas zonas se bombea el agua del suelo para regar mucho más deprisa de lo que el agua de lluvia puede reponerla al filtrarse por el suelo. En China, en donde más de la mitad de las tierras de regadío dependen de pozos entubados, las capas freáticas han descendido hasta 50 metros en los últimos 30 años.

Cuando el agua escasea y el medio ambiente es frágil, lograr la seguridad alimentaria puede depender de lo que se ha llamado «agua virtual»: alimentos importados de países con abundancia de agua. Hace falta un metro cúbico de agua para producir un kilo de trigo. Extrapolando esos números, la FAO calculó que cultivar la cantidad de alimentos importada por los países del Cercano Oriente en 1994 habría requerido tanta agua como el caudal anual del Nilo en Asuán. En esas condiciones, tiene sentido importar alimentos y utilizar los limitados recursos para otros fines, entre ellos los cultivos de alto valor para la exportación.

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