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Comercio y seguridad alimentaria: cuestiones de la Ronda de Doha y posteriores

GRAN PARTE DEL DEBATE sobre la mundialización se ha centrado en torno a la Organización Mundial del Comercio y a los efectos de los acuerdos de comercio internacional negociados bajo sus auspicios. Y gran parte de la preocupación en torno a la seguridad alimentaria se ha centrado en el Acuerdo sobre la Agricultura, negociado como parte de los Acuerdos de la Ronda Uruguay firmados en 1994. En tal Acuerdo apenas se dice nada explícitamente sobre las preocupaciones de los países en desarrollo con respecto a la seguridad alimentaria. Pero su objetivo proclamado de establecer un «sistema de comercio agropecuario equitativo y orientado al mercado» reduciendo los aranceles y las subvenciones podría tener efectos significativos en la producción de alimentos y en la seguridad alimentaria.

Se prevé que la liberalización del comercio agrícola hará subir los precios de la mayoría de los productos básicos agrícolas. Esto podría tener consecuencias negativas en la seguridad alimentaria de algunos países en desarrollo que son importa-dores netos de alimentos. Se piensa que los precios aumentarán de forma más vertiginosa para los productos alimenticios que importan los países en desarrollo que para los productos básicos que exportan.

No obstante, se espera que muchos países en desarrollo se beneficien de las reducciones de aranceles y subvenciones en los países desarrollados. El mayor acceso a los mercados de los países industrializados y la menor distorsión del comercio deberían aumentar los ingresos y el empleo rurales y estimular la producción y la oferta de la agricultura local, especialmente de alimentos para los mercados internos.

Sin embargo, en general, se prevé que, en lo que se refiere a los beneficios de la liberalización del comercio, la mayor parte irá a los propios países desarrollados (véase el gráfico). Eso obedece a que los países desarrollados han aplicado aranceles y subvenciones principalmente para proteger los productos básicos de zonas templadas que producen ellos mismos. Los países en desarrollo que exportan productos básicos «competidores» -tales como el arroz, el azúcar o el algodón- se beneficiarían si se redujera esa protección. Pero casi todos los países en desarrollo seguirían siendo importadores netos, y adquiriendo volúmenes más reducidos a precios más altos. Los países en desarrollo podrían sacar mayores beneficios si los países desarrollados redujeran los aranceles aplicados a los productos elaborados y suprimiesen los impuestos sobre el consumo aplicados a productos específicos.

Aranceles y subvenciones en los países desarrollados

Hasta la fecha, tanto la adhesión al Acuerdo sobre la Agricultura como sus efectos en la seguridad alimentaria han resultado difíciles de evaluar. Los aranceles agrícolas siguen siendo altos y complejos para muchos productos que exportan los países en desarrollo, incluidos los productos hortícolas, el azúcar, los cereales, el algodón, los productos lácteos y la carne. Existe también un grado significativo de progresividad arancelaria (véase el recuadro) en lo que se refiere a los productos elaborados a partir de productos básicos para los que muchos países en desarrollo gozan de una ventaja comparativa, tales como el café, el cacao y las semillas oleaginosas.

Progresividad arancelaria en los productos alimenticios

La «progresividad arancelaria» es la imposición de aranceles más elevados a los productos más elaborados. Esto puede resultar en una protección considerable para los productos elaborados, lo que hace difícil que los países en desarrollo escapen del ciclo de producir y exportar productos primarios.

En el Acuerdo sobre la Agricultura también se incluyen disposiciones para reducir el sostenimiento de los precios y las subvenciones que generan un exceso de producción en los países desarrollados y una reducción de los precios en los mercados mundiales. No obstante, las transferencias a la agricultura en los países desarrollados han disminuido lentamente y a veces no lo han hecho en absoluto (véase el gráfico). En 2002, la ayuda directa a los agricultores ascendió a 235 000 millones de dólares EE.UU., lo que equivale casi a 30 veces el importe de la ayuda facilitada para el desarrollo agrícola en los países en desarrollo. Gran parte de esa suma se utilizó para subvencionar la producción de excedentes de productos básicos de los que dependen muchos países en desarrollo.

Los Estados Unidos, por ejemplo, distribuyeron 3 900 millones de dólares EE.UU. en subvenciones a 25 000 productores de algodón entre 2001 y 2002, importe superior a todo el PIB de Burkina Faso, donde más de 2 millones de personas dependen del algodón para su subsistencia. Los agricultores de Burkina Faso y otros países del África occidental pueden producir algodón a 0,47 dólares EE.UU. el kilo, cifra que está muy por debajo de los 1,61 dólares EE.UU. que cuesta producir un kilo de algodón en los Estados Unidos. No obstante, la garantía de recibir subvenciones ha animado a los productores estadounidenses de algodón a aumentar la producción, aun cuando se ha hundido el precio del algodón, poniendo en peligro la propia existencia de los agricultores africanos que sobreviven cultivando algodón para la exportación. De modo análogo, la Unión Europea (UE) subvencionó la producción de azúcar con 2 300 millones de dólares EE.UU. en 2002. La UE se ha convertido en el segundo exportador mundial de azúcar, pese a que sus costos de producción son más del doble que los de muchos países en desarrollo.

Por otra parte, las subvenciones a la exportación siguen siendo altas para muchos productos, incluidos la carne, los productos lácteos y los cereales. Las subvenciones a la exportación distorsionan la competencia en los mercados mundiales y desestabilizan los precios y los ingresos mundiales. La reducción de los precios mundiales crea serios problemas para los agricultores pobres de los países en desarrollo, que se ven obligados a competir en los mercados mundiales e internos con esos productos básicos a bajo precio y carecen de salvaguardias para protegerse de las subidas de las importaciones. A más largo plazo, la reducción de los precios de los productos básicos desalienta las inversiones en agricultura en los países en desarrollo. Si bien los consumidores pueden beneficiarse de precios bajos, los medios de subsistencia rurales y la sostenibilidad de la producción se ven amenazados.

Las preocupaciones no comerciales -como la seguridad alimentaria y el desarrollo rural-, que recibieron escasa atención en los Acuerdos de la Ronda Uruguay, han cobrado mucha más prominencia en la actual Ronda de Doha. Los miembros de la OMC se comprometieron en Doha a reducir las subvenciones a la exportación y la ayuda interna, así como a «permitir a los países en desarrollo tener efectivamente en cuenta sus necesidades en materia de desarrollo, con inclusión de la seguridad alimentaria y el desarrollo rural».

Muchos países en desarrollo alegan que los problemas a que se enfrenta su sector agrícola se asemejan bien poco a las subvenciones excesivas y a los excedentes de producción crecientes de los países desarrollados. Más bien, la inmensa mayoría de los países en desarrollo tropieza con problemas de producción escasa y de apoyo insuficiente para elevar la productividad agrícola a los niveles necesarios para satisfacer sus necesidades alimentarias y utilizar plenamente su potencial agrícola.

Entre los proyectos de propuestas presentados en la actual Ronda de Doha se incluyen varias medidas destinadas a responder a las preocupaciones de los países en desarrollo. En lo que se refiere al acceso a los mercados, una disposición permitiría a los países en desarrollo identificar «productos especiales» para los que la producción nacional revista una importancia decisiva en lo que se refiere a la seguridad alimentaria y el desarrollo rural. Esos productos serían objeto de reducciones arancelarias más bajas. Mediante otra disposición se establecería un mecanismo de salvaguardia especial que permitiría a los países en desarrollo imponer derechos de importación adicionales, por ejemplo, para frenar las subidas de las importaciones.

A la vez que reafirmaron su compromiso con la liberalización del comercio, algunos miembros de la OMC han hecho hincapié en que no pueden abordarse la seguridad alimentaria, el desarrollo rural y las cuestiones ambientales sin mantener y apoyar la producción agropecuaria interna. Es preciso que las normas multilaterales garanticen que sigan existiendo diversos tipos de agricultura, y no sólo las explotaciones agrícolas más productivas en zonas de alto potencial.

Kenya: las subidas de las importaciones trastornan la producción

La caída de los precios puede generar subidas de las importaciones que desplacen a la producción nacional. Kenya, por ejemplo, llegó más que a duplicar la producción de leche elaborada entre 1980 y 1990. Pero luego las importaciones de leche en polvo se dispararon, pasando de 48 t en 1990 a 2 500 t en 1998. Al mismo tiempo, la producción nacional de leche elaborada cayó casi un 70%. La capacidad de Kenya para diversificarse hacia la elaboración fue socavada y los pequeños productores fueron los más afectados por la reducción de la demanda de leche fresca local.

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