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SE TIENEN YA LOS CONOCIMIENTOS SUFICIENTES SOBRE CÓMO COMBATIR EL HAMBRE


22. Si el hambre se considera como moralmente inaceptable y supone costos enormes para la sociedad, ¿por qué se ha hecho tan poco para combatirla? Se ha argumentado que ello se debe a la falta de voluntad política, que impediría la movilización de los recursos necesarios para ello. Es posible que no haya voluntad política como consecuencia de algunos malentendidos acerca del hambre, por ejemplo, que su reducción supone simplemente una transferencia de bienestar, que la abundancia de alimentos en el mundo es señal de que todos están bien alimentados, o que el hambre es un fenómeno social únicamente cuando se dan situaciones de emergencia y calamidades. También es probable que se ignoren o infravaloren los costos económicos y sociales del hambre mundial.

23. Sea como sea, la falta de conocimientos sobre cómo combatir el hambre no es una razón aceptable para no actuar. Con ello no se quiere negar la utilidad y pertinencia de nuevas investigaciones sobre problemas y países determinados. Pero las líneas generales de una intervención contra el hambre son bastante claras. Lo que se necesita es una estrategia para combatir el hambre dentro de esas líneas generales, que reconozca las complejidades del desafío y las aborde con decisión. Con demasiada frecuencia, se intenta hacer frente al «problema del hambre» pero sin tener en cuenta a las personas hambrientas.

24. El Plan de Acción de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, de 1996, después de pedir «la realización progresiva del derecho a la alimentación», formulaba un marco general para combatir el hambre, en el que se destacaba la importancia del desarrollo agrícola y rural. Las pruebas disponibles hasta ahora revelan que varios países han conseguido reducir eficazmente el hambre dentro de ese marco. Puede verse información más detallada en las sucesivas ediciones de El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo, publicado anualmente por la FAO.

25. Esta insistencia especial por el Plan de Acción en el desarrollo agrícola y rural es perfectamente comprensible: en los países en desarrollo, entre el 70 y el 75 por ciento de los pobres y hambrientos viven en zonas rurales, y la agricultura es la base de las estrategias de supervivencia de la población rural, como se confirma en el Informe sobre la pobreza rural 2001 del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, y se reitera en la Estrategia de desarrollo rural del Banco Mundial. Además, el deterioro de las condiciones de vida en las zonas rurales lleva a las personas desesperadas a las ciudades, con lo que se agrava también la pobreza urbana. No suele ocurrir con frecuencia el fenómeno contrario. Por ello, el desarrollo agrícola y rural debe desempeñar un papel central en las estrategias para reducir el hambre y la pobreza, no sólo porque la agricultura es una fuente de alimentos sino también porque la agricultura y las actividades rurales no agrícolas ofrecen empleo e ingreso para la población rural pobre. Las mejoras en la situación de los pequeños agricultores -tanto hombres como mujeres- revisten especial importancia ya que, paradójicamente, cultivan gran parte de los alimentos al mismo tiempo que representan una elevada proporción de los pobres y hambrientos.

26. El aumento de la productividad agrícola abre el camino a oportunidades para mejorar la calidad del consumo de subsistencia y elevar los ingresos procedentes de la agricultura. Mientras que el crecimiento agrícola resultante beneficia a los pequeños agricultores y jornaleros rurales, el ingreso adicional se gasta sobre todo en alimentos y en productos y servicios no agrícolas básicos de las zonas rurales, que suelen producirse y suministrarse localmente. Las empresas no agrícolas ofrecen a los pobres una posible vía de salida de la pobreza, ya que normalmente requieren poco capital o capacitación. El ingreso adicional derivado del crecimiento agrícola puede aumentar la demanda de estos bienes y servicios, con lo que se crearía un círculo virtuoso, en el que los ingresos agrícolas y no agrícolas rurales aumentan y se ofrecen mutuo apoyo -y, con frecuencia, a toda la economía- para seguir creciendo. Este desarrollo de base amplia abre nuevas oportunidades para la reducción de la pobreza y el hambre.

27. Por ello, el crecimiento de la agricultura y de las actividades rurales no agrícolas ofrece a los pobres oportunidades de aumentar sus ingresos. Pero el grado en que puedan hacer realidad esas oportunidades depende de si están bien alimentados, gozan de buena salud y tienen cierto nivel de alfabetización. Depende también de su acceso a activos y tecnologías y servicios de crédito y ahorro, y de que no sean excluidos por tradiciones sociales o decretos gubernamentales de las actividades generadoras de ingresos. Las mejoras en la nutrición son un requisito previo para que los pobres puedan aprovechar plenamente las oportunidades ofrecidas por el desarrollo. Con ello no se quiere negar la importancia de las medidas adoptadas para aumentar el capital -humano, financiero, físico, natural y social- disponible para los pobres. Lo único que se pretende decir es que la mejora de la nutrición debe ocupar el primer lugar, no sólo en orden de importancia sino también cronológico.

28. En resumen, para reducir el hambre y la pobreza se requiere un planteamiento de doble componente. El primero sería la creación de oportunidades para que las personas hambrientas mejoren sus medios de vida promoviendo el desarrollo, pero en particular el desarrollo agrícola y rural, mediante la reforma de políticas e inversiones en la agricultura.

29. El segundo supondría la intervención directa para combatir el hambre, mediante programas para facilitar el acceso inmediato a los alimentos por parte de las personas hambrientas, con lo que se aumentaría su potencial productivo y se les permitiría aprovechar las oportunidades ofrecidas por el desarrollo. Las medidas directas orientadas específicamente a quienes padecen hambre son también necesarias porque el crecimiento económico requiere tiempo para lograr efectos significativos en el hambre. Pero los hambrientos no pueden esperar. Por ello, se requiere una intervención directa e inmediata.

30. Las mujeres de las zonas rurales desempeñan una función decisiva en la generación de ingresos para el hogar y en la acumulación de bienes. También desempeñan un papel fundamental en relación con ambos componentes de la estrategia general. Realizan funciones múltiples relacionadas con la producción de los alimentos, abastecimiento del hogar, preparación de las comidas y alimentación de la familia. Incluso las mujeres más pobres poseen conocimientos teóricos y prácticos inestimables y pericia en la gestión de los recursos naturales. Por ello, es fundamental que las oportunidades derivadas del desarrollo agrícola y económico las beneficien y refuercen sus capacidades de adquirir y utilizar alimentos nutricionalmente adecuados. Las mujeres deben participar como asociadas plenas y en condiciones de igualdad en la lucha contra el hambre.

31. En la siguiente sección, se señalan cinco prioridades de acción para cumplir el objetivo de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, teniendo en cuenta ese planteamiento, y se intenta estimar los costos que podría suponer cada una de esas prioridades. Las cuatro primeras prioridades se relacionan con el componente de desarrollo agrícola y rural de la estrategia general, mientras que el quinto se refiere a las medidas necesarias para mejorar el acceso a los alimentos.


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