Página precedente Indice Página siguiente


5.7 Experiencias de reforma agraria


5.7.1 El retorno a los orígenes

La reforma agraria partió de ideas económicas liberales, como ventas voluntarias de tierras a los campesinos pobres; solamente en el siglo pasado se transformó en un concepto basado en la coerción del poder del Estado:

Los conceptos modernos de reforma agraria probablemente tienen su antecedente más directo en la transformación agraria que comenzó en Dinamarca a finales del siglo XVIII. Basándose en ideas que emergían especialmente en Reino Unido pero también en Francia y Alemania, reformadores tales como los Condes de Bernstorff y Reventlow iniciaron programas de consolidación de las parcelas de sus campesinos, introduciendo nueva tecnología y vendiéndoles la tierra.... los diseñadores de esta reforma también reconocieron que los campesinos, ahora propietarios, tenían poca posibilidad de éxito sin una protección institucional.... el proceso también dependía del naciente movimiento cooperativo para alcanzar las economías de escala necesarias para que los pequeños propietarios daneses se transformaran de sirvientes aprendices en 1770 a agricultores prósperos en 1870.... la revolución rusa de 1917 y varios regímenes nacionalsocialistas y populistas entre la primera y la segunda guerra mundial cambiaron la ideología de la reforma agraria en el mundo occidental, de un proceso económico liberal a una vía gestionada por el Estado para redistribuir tierras y alcanzar la equidad en zonas rurales. La mayor parte de las reformas agrarias de América Latina, Asia y el Cercano Oriente derivaron de este modelo[303].

Desde el punto de vista del desarrollo económico, la reforma agraria ha sido concebida, por analistas y políticos, como una manera de promover la equidad y la eficiencia rural; la coerción u otros tipos de intervención gubernamental se justifican en tanto que necesarios para que funcione la reforma agraria:

La reforma agraria redistributiva está principalmente motivada por la inquietud pública acerca de las crecientes tensiones que trae consigo la desigual distribución de la tierra. El patrón dominante es la concentración de la tierra en un número relativamente reducido de grandes propietarios, en países en que la mano de obra es abundante y la tierra escasa. Así, las masas de productores sin tierra que viven de la agricultura reciben un ingreso relativamente menor porque su único bien es la mano de obra. La reforma agraria redistributiva también puede incrementar la eficiencia, transfiriendo tierras de grandes unidades poco productivas a unidades pequeñas, de tipo familiar, más productivas.... normalmente, los mercados de tierras no llevan a cabo esas transformaciones en los patrones de propiedad[304].

Banerjee ha resumido los argumentos en términos similares:

Los argumentos en favor de la reforma agraria descansan en dos bases distintas: primero, que una distribución más equitativa de la tierra es deseable y segundo, que el logro de una distribución más equitativa vale la pena aún después de una cuidadosa consideración de los costos asociados a la redistribución de la tierra y de los usos alternativos a los cuales podrían haberse dedicado los recursos [requeridos por la reforma].... el meollo del argumento... es la observación de que en los países en desarrollo las pequeñas fincas tienden a ser más productivas que las fincas mayores[305].

En África el argumento de equidad tiene una resonancia especial:

Los actuales derechos de propiedad... legalizaron más de un siglo de dominio de la tierra por los blancos, un hecho fuertemente resentido por los africanos en toda la región[306].

Los resultados de las reformas agrarias coercitivas generalmente han sido decepcionantes, aunque algunos, como los de Asia oriental en la década de los años cincuenta y la primera fase de la de Zimbabwe en los años ochenta, han sido considerados exitosos tanto sobre bases de equidad como de eficiencia. En la mayor parte de América Latina la reforma agraria está en reflujo en años recientes. Herrera, Riddell y Toselli han dicho que “el tipo de reforma agraria que considera la redistribución de la tierra de los ricos hacia los pobres, ya sea a través de confiscación o de ventas obligatorias pertenece al pasado”[307]. Concluyen señalando que, para que la reforma funcione, debe acompañarse de políticas focalizadas que aseguren “el desarrollo de la capacidad de los beneficiarios de la reforma para acumular capital en términos de capital humano (educación, capacitación), capital social (asociaciones de la sociedad civil), y capital productivo”[308].

Con relación al menguante interés en la reforma agraria en América Latina, de Janvry, Key y Sadoulet han señalado:

La dirección general de las reformas que codifican el acceso a la tierra ha sido la de terminar o restringir fuertemente los viejos sistemas de confiscación y redistribución de tierras administrados por el Estado. Se han aflojado o eliminado los límites que se habían impuesto al tamaño de la propiedad de la tierra[309].

A las luz de estas experiencias, en años recientes la concepción de la reforma agraria ha retornado a las ideas del siglo XVIII, o sea negociar con vendedores anuentes con el fin de proporcionar tierras a los pobres, siempre con una parte de subsidio gubernamental, ya que los beneficiarios normalmente no pueden pagar su valor de mercado[310]. El nuevo enfoque varía considerablemente de país a país, en los pocos casos en que ha sido intentado. Sus variantes asumen nombres diferentes, entre ellos reforma agraria asistida por el mercado, reforma agraria negociada y fondos de tierras subvencionados.

5.7.2 Racionalidad, fracasos y nuevas formulaciones

Independientemente del enfoque elegido, las razones en favor de la reforma agraria aún ejercen una influencia importante en algunas esferas. Se encuentra claramente en la agenda en África oriental y meridional, aunque Alden Wily señala que “la voluntad política” en favor de las reformas a veces titubea, como ha ocurrido hasta la fecha en Uganda, Tanzania, Zimbabwe, Sudáfrica, Malawi, Lesotho y Namibia”[311]. Desde la perspectiva del Banco Mundial, Deininger y Binswanger han manifestado que dos de “los cuatros principios claves” del “amplio consenso que subyace en el pensamiento actual sobre los temas de la tierra” son:

Ellos profundizan la racionalidad de la reforma agraria en los términos siguientes:

No obstante las dificultades prácticas asociadas a la ejecución de la reformas agrarias, el atractivo conceptual de tal política está apoyado en tres pilares: primero, en situaciones en las cuales los mercados del crédito y de productos son incompletos, el acceso a la tierra puede hacer un aporte significativo a la seguridad alimentaria, al bienestar nutricional de las familias, y a su capacidad para superar las crisis... Segundo, la propiedad de la tierra afecta el crecimiento económico y la reducción de la pobreza a través de la inversión financiada mediante créditos.... Finalmente, varios estudios han argumentado que una distribución más igualitaria de los bienes (no necesariamente la tierra) mejora la estabilidad política[313].

En su forma más condensada, estos autores presentan las razones en favor de la reforma agraria con las siguientes palabras:

Muchas de las restricciones al funcionamiento ágil de los mercados de tierras, mano de obra y productos datan de la época colonial; debido a que esas antiguas barreras todavía mantienen una distribución altamente desigual, grandes extensiones de tierras productivas permanecen ociosas mientras los campesinos tienen que ganarse la vida a duras penas en tierras marginales y a menudo ambientalmente frágiles. Además de reducir la productividad, la propiedad desigual de la tierra también está vinculada a la violencia y la inestabilidad social[314].

Sin embargo, Deininger y Binswanger añaden que “la mayor parte de las reformas agrarias [coercitivas] de los últimos 20 a 30 años... tuvieron motivos políticos y no han cumplido con las expectativas”. Atribuyen la falta de éxito de estas reformas a la falta de inversión pública en infraestructura complementaria, la tendencia a agrupar a los beneficiarios de la reforma en fincas colectivas, la ausencia de experiencia empresarial de los beneficiarios, y su falta de capital inicial (acceso al crédito).

Herrera, Riddle y Toselli han hecho el siguiente balance de la reforma agraria:

Los programas de reforma agraria concebidos entre 1960 y 1980 deben ser evaluados como fracasos, aún si su desempeño económico se considera como costos para el bienestar social de las poblaciones rurales. En lugar de reducir la pobreza rural, generalmente la han hecho compartir con otros más. Los servicios e insumos subsidiados que formaban parte de los programas de reforma agraria en raras ocasiones ayudaron a los beneficiarios. Raras veces se obtuvo apoyo político para la redistribución de la tierra. Los costos económicos de la distribución de la tierra y la regularización de la misma fueron demasiado altos; y no se proporcionó seguridad de tenencia debido a la falta o inadecuación de los programas de catastro y registro de propiedades[315].

Luego de las reformas agrarias, se han producido a menudo reconcentraciones de la propiedad de las tierras redistribuidas y extensiones considerables de las mismas han quedado ociosas, especialmente en las cooperativas de producción. Por ejemplo, “un censo reciente de los asentamientos de la reforma agraria brasileña indicó que sólo aproximadamente 60 por ciento de los beneficiarios aún cultivaban sus tierras”[316].

Si bien la falta de políticas y programas complementarios explica en parte estos resultados, el fracaso de la reforma agraria coercitiva tiene explicaciones más profundas. Para evaluar adecuadamente ese resultado, hay que tomar en cuenta las amplias vinculaciones de la reforma agraria con la sociedad y la política. No se trata solamente de un instrumento de política económica entre tantos. En circunstancias normales, no puede concebirse la reforma agraria como un instrumento de política que los gobiernos seleccionan sobre bases netamente técnicas e implementan rápidamente en vasta escala. La reforma agraria es inherentemente un proceso político y a menudo adquiere ímpetu durante crisis sociopolíticas, precisamente cuando es menor la capacidad técnica de los gobiernos para ejecutarla. En las palabras de A.Wily:

Sin excepción, los cambios políticos respaldan y dirigen la reforma agraria. Esto ha sido demostrado por la ola de nuevos países independientes o sistemas políticos de la última década (Eritrea, Etiopía, Rwanda, Mozambique, Namibia, Sudáfrica, Zambia, Malawi y Uganda). O puede surgir de relaciones sociopolíticas cambiantes dentro de la propia sociedad, materializadas a través del “multipartidismo”, fortalecimiento de las estrategias de devolución, y consolidación de las voces y demandas populares. La naturaleza profundamente política de la distribución y seguridad de la tierra significa que “la reforma” rápidamente se convierte en un foco central, en tiempos de incertidumbre política. Como ilustra la crisis actual en Zimbabwe, puede ser utilizada fácilmente como herramienta para inspirar o para controlar la oposición política emergente[317].

Por su parte Binswanger, Deininger y Feder se inclinan más a subrayar el riesgo de que los conflictos sobre la tierra, y en algunos casos la guerra civil, puedan surgir de “los peligros de reformas agrarias incompletas”[318]. Aquí están pisando un terreno especulativo, pero cualquiera que sea la relación de causa a efecto, la experiencia histórica deja entrever muy claramente que llevar a cabo reformas agrarias coercitivas a menudo conlleva seria conflictualidad política y hasta violencia.

La adopción de la reforma agraria enfrenta otros obstáculos formidables de naturaleza práctica. Examinando la experiencia de la reforma en Sudáfrica, Adams y Howell señalan que las barreras técnicas, administrativas y económicas tienden a enlentecer el proceso, independientemente que si la reforma agraria es asistida por el mercado o expropiatoria:

La redistribución a los pobres rurales ha sido limitada en gran medida por los problemas técnicos y económicos de subdividir grandes fincas ganaderas en zonas semiáridas.... Los sistemas ganaderos de África sugieren que ni la subdivisión de explotaciones comerciales para convertirlas en fincas ganaderas familiares, ni la ganadería grupal o cooperativa, son opciones viables. Los costos de asentar familias con pequeños hatos en fincas individuales, con estándares razonables de infraestructura social y económica, son muy altos, y tanto los resultados económicos como los efectos ambientales son casi ciertamente negativos.... ¿Puede redistribuirse la tierra estimulando a los propietarios a ofrecer las fincas en venta voluntariamente, o el gobierno debe adquirir la tierra en forma compulsiva? Zimbabwe, Namibia y Sudáfrica han adoptado la reforma agraria asistida por el mercado, aunque aparentemente Zimbabwe ha decidido abandonarla....

En Sudáfrica post-1994, el objetivo principal era contribuir a aliviar la pobreza y las injusticias causadas por la política previa del apartheid. Las condiciones establecidas por las subvenciones del gobierno, en el contexto de su política de compras voluntarias, limitaron el contenido redistributivo del programa.... En promedio sólo dos tercios de la donación de R15-16 000 fue utilizada para comprar tierra, ya que también había que cubrir las inversiones necesarias para hacerla productiva. Más aún, desde 1994 el Departamento de Asuntos de Tierras ha subutilizado sistemáticamente su presupuesto anual de capital para la reforma agraria, debido mayormente a la insuficiente capacidad administrativa. Aún si la política hubiera estado basada en la expropiación, en lugar de transacciones de mercado, esto hubiera sido una fuerte restricción. La redistribución de la tierra mediante un debido proceso legal es lenta y su restricción es administrativa.... su complejidad en una democracia constitucional tiende a ser grandemente subestimada por aquellos que no la han ensayado. Para informar a las personas sobre sus derechos y facilitar la variada gama de complejas tareas legales, financieras y administrativas involucradas, es esencial contar con un ejército numeroso y ampliamente distribuido de personal de campo entrenado.... Luego del asentamiento, también se debe proporcionar apoyo adecuado para que tengan éxito los nuevos agricultores.... Tanto en Namibia como en Sudáfrica existe una brecha, difícil de cerrar, entre las ambiciosas metas de redistribución anunciadas y los recursos financieros y administrativos disponibles[319].

La experiencia de Zimbabwe en los años ochenta -cuando se redistribuyeron 3,3 millones de hectáreas a 52 000 familias, compensando a los anteriores propietarios(parece contradecir esta evaluación pesimista sobre las posibilidades de la reforma agraria. Tanto la equidad como la eficiencia mejoraron en las zonas afectadas. Sin embargo, en los años noventa Zimbabwe tropezó con dificultades administrativas y financieras, y el progreso de las reformas disminuyó drásticamente. El legado principal de los intentos recientes para acelerar el proceso es que “el más amplio tejido económico y social del país ha sido severamente dañado”[320].

Heinz Klug comenta las experiencias africanas de reforma agraria de manera similar:

Al igual que en Latinoamérica, ha sido difícil llevar a cabo las reformas en una escala que altere fundamentalmente la estructura de la propiedad de la tierra. Esto se ha debido a múltiples factores, entre otros, restricciones constitucionales, escasez de fondos para la compra de tierras, y escasez de fondos, personal entrenado, etc. para los reasentamientos[321].

El importante número de reformas que crearon fincas operadas por sus propietarios no debe opacar las enormes dificultades para llevarlas a cabo. Schuh y Junguito subrayan la existencia de una “concepción romántica generalizada acerca de la revolución méxicana; muchas personas consideran que alivió la pobreza rural. Dicha tendencia no reconoce las dificultades políticas y los costos fiscales de llevar a cabo reformas agrarias exitosas. Tampoco reconoce el grado en que la reforma mexicana ha institucionalizado la pobreza rural... lo mismo que el hecho de que la redistribución de la tierra es un beneficio una tantum que puede no preparar a muchos beneficiarios para participar en la moderna economía de mercado. Una razón principal para la prevalencia de la pobreza en América Latina es que los gobiernos de la región han subinvertido tremendamente en el capital humano de las poblaciones rurales” (G. Edward Schuh y Roberto Junguito, “Comercio y Desarrollo Agrícola en los años ochenta y retos para los años noventa: América Latina”, Agricultural Economics, vol. 8, no. 4, junio de 1993, pág. 398.)

En el contexto asiático, Deininger, Olinto y Maertens señalan que las limitaciones financieras han constituido la restricción individual más importante para una más rápida y amplia ejecución de la reforma agraria en Filipinas[322].

La implementación de la reforma agraria nicaragüense en los años ochenta y noventa redujo la capacidad institucional del gobierno para manejar los programas agrícolas y de desarrollo rural, y debilitó en general el respeto por las leyes. Una herencia de las expropiaciones conducidas fuera del marco legal fue la acumulación de muchos miles de conflictos no resueltos sobre derechos de tierra así como la superposición y ambigüedad institucional. Aún en el 2001, sólo 35 por ciento de las propiedades expropiadas habían sido compensadas, y se estaban emitiendo por lo menos cinco tipos de títulos de tierras a través de diferentes organismos gubernamentales[323]. En el marco legal del país, los nuevos ocupantes no pueden disponer de títulos completos sobre la tierra hasta que se compense a los anteriores propietarios por la confiscación. Problemas similares han disminuido el ritmo de la titulación de tierras en Honduras. Los programas de reforma agraria no contemplan normalmente sus posibles efectos negativos sobre la estructura institucional de los países, que sin embargo son frecuentemente un subproducto de su ejecución. Una vez que se degrada la integridad institucional de la nación, restaurarla es tarea ardua y de largo plazo.

Una conclusión que emerge claramente de estas experiencias es que no puede esperarse que las reformas masivas y coercitivas sean ejecutadas en el contexto de marcos legales y políticos estables. Se trata de procesos originados en circunstancias políticas caóticas y son inherentemente desbaratadores. Las reformas agrarias de Japón, Corea del Sur y Taiwán, consideradas como los ejemplos más exitosos, fueron llevadas a cabo en tiempos de guerra o durante períodos de colapso político y reconstrucción. Como comentan Binswanger, Deininger y Feder (1995, pág. 2683):

La mayor parte de las reformas agrarias de gran escala estuvieron asociadas con alzamientos... o la terminación del régimen colonial.... Los intentos de reforma agraria no acompañados por trastornos políticos masivos raramente han tenido éxito en transferir partes importantes de las tierras de los países.

También las reformas agrarias asistidas por el mercado pueden ser obligadas a moverse gradualmente, debido a restricciones en la capacidad de ejecución. Refiriéndose a ambos tipos de reforma agraria, Adams y Howell concluyeron que:

Una lección de los intentos de transformar la tenencia de la tierra en África durante los últimos 40 años es que raras veces es factible realizar inmediatamente cambios amplios con relación a los sistemas anteriores: los enfoques evolutivos son lentos pero, como se demostró en Zimbabwe en 2000, la opción revolucionaria genera altos costos sociales y económicos[324].

Los efectos económicos positivos de las reformas agrarias no necesariamente alcanzan a las familias rurales más pobres. Deininger, Olinto y Maertens llevaron a cabo cuidadosas comparaciones estadísticas sobre el comportamiento de beneficiarios y no beneficiarios de la reforma de Filipinas, en una pequeña muestra de agricultores de la provincia de Luzón. Sus hallazgos principales incluyen lo siguiente:

... desde el punto de vista de las mejoras de la productividad estática, el argumento en favor de la reforma agraria de Filipinas es mucho más débil de lo que se podría esperar.... no podemos determinar ninguna relación significativa entre el sistema de tenencia y la productividad agrícola.... [pero] encontramos un impacto más fuerte del tipo de propiedad de las inversiones y la tierra sobre los ingresos.... el progreso educativo de los niños de familias beneficiarias de la reforma agraria fue 0,6 años mayor que el de los no beneficiarios.... durante 1985-1998, el ingreso de los beneficiarios creció a una tasa mayor que el de los no beneficiarios. La diferencia en el crecimiento del ingreso entre beneficiarios y no beneficiarios se calcula en 86 dólares EE.UU.., casi la mitad del nivel original del ingreso[325].

Pero Deininger et al. (págs. 15 y 24) también encontraron que:

La reforma agraria no benefició a las familias sin tierra sino más bien se concentró en los arrendatarios y aparceros.... los funcionarios del gobierno generalmente no pudieron dirigir el programa hacia los más pobres del universo global de los productores agrícolas.... Para incrementar la oferta de tierras, el gobierno prohibió la aparcería e impuso límites al tamaño de la propiedad de la tierra. Estas medidas son costosas de poner en vigencia y a menudo burladas mediante subdivisiones ficticias; además, restringen el acceso a la tierra a través del mercado de arrendamientos, y probablemente desalientan las inversiones para mejorar la tierra en los cultivos de exportación y plantación, intensivos en el uso de mano de obra.

Según Yujiro Hayami, la reforma de las Filipinas padece de serios defectos, incluyendo desincentivos para los actuales productores y creciente desigualdad en el medio rural debido a su falta de focalización hacia las familias más pobres, documentada por Deininger et al:

... la reforma agraria ha tenido éxito en transferir gran parte de los ingresos económicos provenientes de la tierra, de los terratenientes ausentes a los anteriores aparceros. Sin embargo, la reforma ha creado serias desigualdades de ingresos dentro de las comunidades de las aldeas.... [Y] al limitar la aplicación del programa principalmente a tierras arrendadas, las reformas crearon fuertes incentivos para que los terratenientes desalojaran a sus arrendatarios y cultivaran las tierras directamente.... Por lo tanto, la excepción de las tierras administradas directamente por los terratenientes tuvo el efecto de disminuir el uso de mano de obra por ha por debajo del nivel óptimo, reduciendo así el ingreso de los trabajadores.... Efectos negativos significativos de la reforma agraria sobre la eficiencia de la producción agrícola también fueron registrados fuera del arroz y el maíz. Los cultivos para la venta no han sido contemplados por los programas de reforma.... Sin embargo, los dueños de las plantaciones temen que sus tierras eventualmente puedan ser expropiadas. Es natural entonces que hayan cesado de efectuar inversiones para mejorar la infraestructura de sus tierras, incluyendo la plantación y replantación de árboles[326].

Aunque es muy pronto para evaluar los nuevos enfoques de reformas agrarias orientadas hacia el mercado, éstas prometen mayor éxito que las coercitivas en ayudar a que los beneficiarios mejoren su bienestar económico y evitar la creación de desincentivos para el resto del sector y otros costos para la sociedad[327]. Esto es especialmente cierto si se complementan con políticas adecuadas sobre el arrendamiento de tierras y otros temas de tenencia. En todo caso, el proceso redistributivo tiende a ser lento, a menos que los gobiernos aumenten mucho la prioridad otorgada al fortalecimiento de las capacidades administrativas locales requeridas por tales programas.

La reforma agraria no es la única forma de promover el acceso de los pobres rurales a la tierra. Las reformas de tenencia pueden ser por sí mismas eficaces al respecto. En el contexto del Sur de Asia, y respecto a la política de arrendamiento de tierras en particular, Banerjee ha señalado:

A diferencia de la reforma agraria, las reformas del arrendamiento no pretenden modificar los patrones de la propiedad de la tierra. Simplemente proporcionan a los arrendatarios derechos adicionales sobre la tierra.... Las reformas de la tenencia funcionan haciendo más caros a los arrendatarios.... No hay suficientes evidencias para concluir que las reformas de la tenencia sean un sustituto eficaz de las reformas agrarias. Sin embargo, si el aumento del costo de la mano de obra de los arrendatarios aporta mayores incentivos, sería pertinente realizar una serie de medidas, que en otros contextos se llaman estrategias de empoderamiento.... Si la implementación no fuese una restricción, la reforma agraria tradicional (coercitiva) tendría algunas ventajas claras sobre los tipos alternativos de reforma agraria.... Sin embargo, la implementación constituye una restricción, y puede ser la mayor restricción en muchos casos. En tales situaciones, las reformas asistidas por el mercado o las reformas de la tenencia pueden producir mejores resultados[328].

Las reformas de la tenencia y las reformas agrarias asistidas por el mercado, son analizadas con mayor detalle en el apartado siguiente.


[303] Adriana Herrera, Jim Riddell y Paolo Toselli, “Recent FAO experiences in land reform and land tenure”, Land Reform, 1997/1, págs 53-54.
[304] H. Binswanger, K. Deininger y G. Feder, 1995, págs 2730-2731.
[305] A. V. Banerjee, 2000, págs 253-254.
[306] M. Adams y J. Howell, 2001, pág.1.
[307]A. Herrera, J. Riddell y P. Toselli, 1997, págs 53-55.
[308] Op. cit., pág. 55.
[309]Alain de Janvry, Nigel Key y Elisabeth Sadoulet, “Agricultural and Rural Development in Latin America: New Directions and New Challenges”, Working Paper No. 815, Department of Agricultural and Resource Economics, University of California at Berkeley, marzo de 1997, pág. 18.
[310] H. P. Binswanger, K. Deininger y G. Feder, 1995, pág. 2731.
[311] L. Alden Wily, 2000, pág. 2.
[312] K. Deininger y H. P. Binswanger, 1999, pág. 248.
[313] Op. cit., pág. 256.
[314] Op. cit., pág. 266.
[315] A. Herrera, J. Riddell y P. Toselli, 1997, pág. 55.
[316] K. Deininger y H. P. Binswanger,1999, pág. 266.
[317] L. Alden Wily, 2000, pág. 1.
[318] H. P. Binswanger, K. Deininger y G. Feder, 1995, pág. 2693.
[319] M. Adams y J. Howell, 2001, págs 2-3 [se ha añadido el énfasis].
[320] Op. cit., pág. 4.
[321] Heinz Klug, “Bedevilling agrarian reform: the impact of past, present and future legal frameworks”, en: J. van Zyl, K. Kirsten y H. Binswanger, Agricultural Land Reform in South Africa, Markets and Mechanisms, Oxford University Press, Cape Town, Sudáfrica, 1996, pág. 197. Derechos de autor de la Universidad de Oxford (transcripción autorizada).
[322] K. Deininger, Pedro Olinto y Miet Maartens, “Redistribution, investment and human capital accumulation: The case of Agrarian Reform in the Philippines”, mimeo, Banco Mundial, Washington, D.C., 2000.
[323] Datos no publicados recopilados por Gustavo Sequeira en Nicaragua (2001).
[324] M. Adams y J. Howell, 2001, pág. 6.
[325] K. Deininger, P. Olinto y M. Maertens, 2000, págs 11, 12, 17 y 18.
[326] Yujiro Hayami, “Ecology, History and Development: A Perspective from Rural Southeast Asia”, The World Bank Research Observer, vol. 16, No. 2, otoño 2001, págs 191-192.
[327] Se puede encontrar una evaluación detallada de la experiencia con reforma agraria asistida por el mercado en tres países en Klaus Deininger, “Making Negotiated Land Reform Work: Initial Experience from Colombia, Brazil and South Africa”, World Development, vol. 27, No. 4, abril de 1999, págs 651-672.
[328] A. V. Banerjee, 2000, págs 269-271.

Página precedente Inicìo de página Página siguiente