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Un análisis de género del comercio agrícola


El análisis de género del funcionamiento del comercio agrícola se basa en el concepto de globalización como proceso de transnacionalización del capital y de expansión de la economía de mercado. En consecuencia, las decisiones que conciernen a la asignación de los recursos y la especialización económica de los países tienden a definirse fuera del territorio nacional. En estas condiciones, los países y las partes interesadas tradicionales de los mismos afrontan la necesidad de redefinir sus funciones convencionales y la llegada de nuevos participantes en la economía, como los comités de negociaciones comerciales, que desempeñan una importante función en la elaboración y comercialización de los alimentos. Es muy complicado evaluar las repercusiones del comercio agrícola en las desigualdades de género y los efectos en éstas de las asimetrías de género en el ámbito del país. El comercio de productos agrícolas se lleva a cabo en un entorno muy complejo, en el que coexisten numerosos tratados comerciales y de otros tipos. La liberalización de mercados de productos específicos puede favorecer a algunos países productores y a ciertas categorías de productores. Pero otras economías y otros tipos de productores pueden perder su participación en el mercado y afrontar otras limitaciones al disminuir sus ingresos de exportación, con repercusiones en su capacidad de importar y en su poder adquisitivo.

La seguridad alimentaria de los hogares es una cuestión importante que debe contemplarse con relación al Acuerdo sobre la Agricultura, especialmente desde una perspectiva de género. Como se ha demostrado en la sección 2, la contribución de las mujeres a la producción de alimentos y la agricultura en casi todos los países en desarrollo es significativa ya que representan una parte sustancial de la mano de obra agrícola, como pequeñas productoras por sí mismas o como jornaleras.

Otra cuestión de gran importancia tiene que ver con las funciones de género femeninas y su intervención en la agricultura y en la sociedad en general. La función de las mujeres se asocia en general al trabajo no económico, no remunerado, cuya mayor parte se lleva a cabo en el ámbito de la denominada economía reproductiva. Sin embargo, como señalan D. Elson[27] y otros estudiosos, la economía reproductiva es aquella que proporciona mano de obra y capital social a la economía y transmite valores sociales y culturales. Aunque esa contribución no se registra en el Sistema Nacional de Contabilidad (ya que no se da valor de mercado al trabajo aportado), puede tener grandes consecuencias en la carga de las mujeres en la esfera de la reproducción, a consecuencia del aumento de la demanda de su participación laboral en las actividades relacionadas con el comercio.

La liberalización del mercado a través de las negociaciones sobre el comercio agrícola en marcha se basa en la introducción de reformas sustanciales en las políticas agrícolas, en la eliminación de los subsidios a las exportaciones, en la reducción del apoyo que distorsiona el comercio y de todos los tipos de apoyo interno,[28] según lo establece el Acuerdo sobre la agricultura. Sin embargo, esas reformas pueden terminar por socavar los compromisos internacionales vigentes y las políticas nacionales aprobadas para proteger los derechos básicos, como el derecho a los alimentos, reconocido como derecho humano básico (artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el artículo 14 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer).

Las repercusiones del régimen actual de comercio multilateral en la agricultura o la economía rural, en la seguridad alimentaria de los países y de los hogares, constituye un interés de primer orden para el desarrollo, especialmente a la luz de la exacerbación patente de las disparidades sociales de género.

Integración al mercado mundial y las repercusiones en la pequeña agricultura y las desigualdades de género

Los pequeños campesinos cada vez están más excluidos de las economías alimentarias globalizadas que están surgiendo en los países en desarrollo. Estos productores, que suelen ser de los más pobres de la población rural, con frecuencia no pueden adoptar nuevas tecnologías ni incrementar sus economías de escala. Las tendencias indican que los pequeños campesinos de los países en desarrollo están abandonando con mayor frecuencia o vendiendo sus parcelas, lo que da lugar a la concentración de tierras y a la expansión de la producción agrícola comercial.[29] Reardon cita dos ejemplos recientes de América Latina que ilustran cómo la concentración de la producción y la elaboración tiende a incrementar la exclusión de los pequeños propietarios:[30] (i) en los últimos cuatro años, 61 000 pequeños productores de leche del Brasil han abandonado el sector ya que no podían reducir sus costos de transacción y seguir compitiendo con la unificación de la venta al menudeo y la industria de elaboración; (2) el cambio de los mercados tradicionales en deterioro y saturados de venta al mayoreo de hortalizas a un nuevo sector unificado de servicios alimentarios en Guatemala se tradujo en una acentuada disminución del número de productores de tomates (de 330 a 6 en el transcurso de un año) de una eficaz cooperativa campesina. Los miembros de la cooperativa que pudieron afrontar la unificación mencionada comenzaron a comprar tierras a los que se vieron obligados a abandonar sus parcelas.

Existe un fuerte desequilibrio de género en este proceso de transformación agrícola y concentración de los recursos y la producción, ya que la mayoría de las campesinas suele tener pequeñas parcelas y producir para consumo de la familia, mientras que los hombres por lo general tienen explotaciones agrícolas medianas o grandes y, por lo tanto, están en mejores condiciones para capitalizar la expansión de los bienes agrícolas comerciales (Young y Hoppe, 2003; Joekes, 1999).

Si bien el comercio puede promover la inversión, el desarrollo de la agricultura comercial a gran escala y la producción de cultivos de exportación, la liberalización del mercado puede representar un gran riesgo para la agricultura de subsistencia y los sistemas de producción en pequeña escala. La acelerada transformación del entorno internacional ejerce más presión sobre los campesinos de los países en desarrollo para adaptarse e introducir mejoras tecnológicas en sus sistemas agrícolas, a fin de poder competir no sólo en el mercado interno contra importaciones agrícolas baratas, sino también contra las grandes unidades de producción industrial de las transnacionales. Estos productores, que no tienen condiciones para competir en este entorno, suelen abandonar la agricultura. Las mujeres, cuya mayoría son pequeñas campesinas o de subsistencia, no pueden aprovechar la apertura de nuevas oportunidades en el mercado de productos agrícolas. Como lo ha señalado la FAO,[31] las actividades agrícolas de las mujeres afrontan limitaciones por falta de capital de financiación y de acceso adecuado a recursos productivos. Por lo tanto, tienden a tener bajos niveles de mecanización y de insumos tecnológicos, lo que se traduce en una escasa productividad.

La intensificación del comercio agrícola promueve la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas. Esta integración creciente en el mercado tiende a introducir grandes cambios en los medios de subsistencia rurales, como la diversificación de los ingresos del hogar, el desempeño de trabajo asalariado en actividades no agrícolas y emigración. Estos cambios en las fuentes de ingresos repercuten en todos los tipos de bienes de capital del hogar (naturales, materiales, económicos y sociales) e interactúan con otros elementos del sistema de los medios de subsistencia.[32] Los recursos del hogar suelen reasignarse a favor de la intensificación de los cultivos comerciales, posiblemente en menoscabo de la producción de alimentos para la familia y de la función tradicional de las mujeres como principales responsables de la seguridad alimentaria del hogar.

Estudio de la FAO sobre las repercusiones de género de la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas

En 2001 la FAO puso en marcha un proyecto de investigación de las consecuencias de la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas en las relaciones de género, entre los hogares y en el seno de los mismos. Otro tema de investigación era la forma en que los proyectos de desarrollo están respondiendo ante estas consecuencias. Se presentó un cuestionario a una muestra de agricultores de 16 proyectos de comercialización de pequeñas explotaciones agrícolas con ayuda de organizaciones internacionales y ONG, en 14 países en desarrollo (Ghana, Kenya, el Níger, Tanzanía, Zambia, Camboya, China, la India, Myanmar, Pakistán, Bolivia, la República Dominicana, Guatemala y Honduras).

Los informantes del estudio revelaron que el desarrollo de la comercialización de pequeñas explotaciones agrícolas forma parte de un cambio más general que se presenta en los medios de subsistencia rurales y que casi siempre incluye actividades no agrícolas y emigración. Este cambio afecta a todos los tipos de bienes de capital del hogar (naturales, materiales, económicos y sociales).

Según los resultados del estudio, la comercialización puede deberse a la formación espontánea de la economía de mercado o a importantes intervenciones normativas, como la liberalización del comercio y la reforma agraria. Una serie de factores puede propiciar o limitar el desarrollo consiguiente de la comercialización. Los resultados indican asimismo que al inicio, la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas tiende a basarse en la intensificación de la producción de cultivos básicos pero que, por lo general, se da cierto grado de diversificación en las etapas posteriores. Con todo, se determinaron distintas combinaciones, específicas de los sitios estudiados, de intensificación de la producción de cultivos básicos y diversificación de la producción. Esto indica que los aspectos de intensificación y diversificación deberían considerarse, en los estudios de fondo, dos dimensiones complementarias y a menudo concomitantes en la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas.

Casi en todos los casos los hogares rurales pagaron considerables costos económicos y sociales por los beneficios de la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas. En particular, el incremento de los ingresos que permitía esta comercialización exigía casi en todos los casos estudiados un incremento paralelo de la carga del trabajo doméstico. Este resultado indica que las repercusiones de la comercialización en los medios de subsistencia rurales a menudo es ambivalente: acarrea una ganancia de capital de financiación (ingresos, poder adquisitivo, capacidad de pago), pero también pérdida de capital humano (menos tiempo para actividades sociales, atención a los niños, educación, esparcimiento, expresión creativa, etc.). Hace falta entender mejor (y cuantificar, de ser posible) los valores económicos y sociales (costos y beneficios) del cambio al "trabajo por dinero" que ocurre en los medios de subsistencia rurales a consecuencia de la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas, si bien no parecía haber diferencia de género sustancial en la asunción de la carga de trabajo de la comercialización. Con todo, también está documentado que las mujeres participantes en la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas tenían una doble desventaja, en comparación con los hombres. En primer lugar, ellas seguían teniendo la plena responsabilidad del trabajo "reproductivo" (embarazos, cuidado de los niños, atención del hogar, etc.), en segundo, los hombres controlaban los ingresos producidos por la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas, aunque las mujeres hubieran invertido la misma cantidad o más de trabajo para realizarla.

Los informantes perciben que los beneficios sociales de la comercialización como tales (en cuanto a autosuficiencia, condición social, habilitación, etc.) están distribuidos equitativamente entre los hombres y las mujeres de la muestra. En casi la mitad de los casos, las repercusiones de la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas en las mujeres en lo que se refiere a la toma de decisiones en el hogar y a la situación de las mujeres en la comunidad fueron consideradas neutrales o negativas.

Todos los informantes reconocieron cierto efecto positivo en las relaciones de género como resultado previsto de las actividades de comercialización que contaban con la asistencia de proyectos, pero sólo un tercio de los proyectos estudiados llevó a cabo un análisis completo con perspectiva de género. Otro tercio de los informantes consideraba necesario intervenir para fortalecer la promoción de la conciencia de género en la comunidad a fin de incrementar la "sensibilidad a las cuestiones de género" en las actividades de apoyo a la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas. Esto indica que los cooperantes consultados consideraban necesaria una mayor integración de los aspectos de "comercialización" y de "género" en el enfoque del proyecto.

Fuente: Distance Survey on Gender Impacts of Small Farming Commercialization, Informe final, FAO, 2002

Como indica la investigación de la FAO, los hogares rurales pagan considerables costos económicos y sociales para beneficiarse de la comercialización de las pequeñas explotaciones agrícolas y del aumento de la producción de bienes comerciales. Pero el incremento de los ingresos producidos por la comercialización impone un aumento paralelo en la carga del trabajo doméstico. Los resultados indican que las repercusiones de la comercialización en los medios de subsistencia rurales a menudo son ambivalentes, ya que si bien acarrean un aumento en los ingresos monetarios y del poder adquisitivo consiguiente, también producen pérdidas en aspectos relacionados con la economía no monetaria y la reproducción humana y social.

Es más, con la comercialización gradual de la agricultura se acelera la monetización de los productores de subsistencia y los hogares rurales pueden depender cada vez más de los ingresos monetarios para satisfacer las necesidades básicas de alimentos de la familia. Como en las zonas rurales las mujeres son tradicionalmente las responsables de proveer los alimentos para la familia, pueden verse obligadas a diversificar sus medios de subsistencia, a buscar empleo no agrícola o emigrar.

De la misma manera, se percibe que en las economías orientadas al mercado de las zonas tradicionalmente dedicadas a la producción de alimentos, las tierras agrícolas se destinan a la producción predominante de cultivos comerciales y exportaciones, modificando la explotación de las tierras y las estrategias de gestión, los medios de subsistencia de los hogares y las comunidades en una actividad lucrativa.

Aunque la expansión de la producción agrícola comercial pueda repercutir negativamente en los mercados locales y en los pequeños productores, la producción orientada a la exportación también puede contribuir a incrementar las oportunidades de encontrar empleos no agrícolas a corto plazo para las mujeres. Si bien los salarios son bajos, en Ghana y Uganda las fuentes de empleo no agrícola para las mujeres parecen desempeñar una función importante ya que producen las tasas más bajas y de disminución más acelerada de pobreza rural entre las mujeres jefes de familia.[33]

Las mujeres que han estado dedicadas a producir los alimentos que consume su familia y abandonan esta actividad en busca de empleo no agrícola, también pueden afrontar escasez del suministro de alimentos producido en las parcelas de la familia, con consecuencias para la situación nutricional de la familia.

¿Nuevas oportunidades económicas en la agricultura para las mujeres?

El incremento de la participación de las mujeres en las actividades de elaboración y manufactura para exportación tiende a asociarse al proceso en marcha de liberalización del comercio y las inversiones, así como a la expansión de las actividades de las empresas transnacionales en las economías en desarrollo. Estas nuevas oportunidades de empleo, con todo, no siempre mejoran las condiciones de vida de las mujeres y sus familias. Por lo general, el incremento en la demanda de mano de obra femenina no suele asociarse a salarios más elevados. Es muy común que a una mayor flexibilidad del mercado de trabajo correspondan el pago de salarios bajos, falta de protección social y malas condiciones de contratación, como la elaboración de contratos de plazo muy corto con escasas prestaciones, largos horarios de trabajo y falta de derechos de sindicalización, todo lo cual exacerba la explotación del trabajo femenino y de menores.

Las exportaciones agrícolas no tradicionales de productos hortícolas o de elevado valor tienden a contener cada vez más trabajo femenino. Por ejemplo, en los sectores de flores cortadas de Colombia, Ecuador o África oriental, las mujeres pueden haber recibido el beneficio de un incremento de los empleos y de la obtención de ingresos directos (aunque pueden ser víctimas de peligros para su salud o el medio ambiente, y de la utilización de métodos insostenibles de producción agrícola). Sin embargo, los cambios más tradicionales en la distribución de los ingresos, en perjuicio de las mujeres debido al incremento de la comercialización de cultivos de exportación, como el café y el cacao en los países africanos, ha reducido la producción de cultivos alimentarios en el ámbito familiar y no siempre se asocia a la percepción de mayores ingresos.[34]

La participación más frecuente de las mujeres en la fuerza de trabajo que produce cultivos para exportación no se relaciona por fuerza con un incremento sustancial de los ingresos que ellas perciben, debido a que sus salarios son bajos. De esta manera, como señala Joekes (1999), la participación de las mujeres en los ingresos de la familia en realidad puede disminuir. Este descenso de la contribución de las mujeres, tanto desde el punto de vista monetario como no monetario, puede reducir más aún su capacidad de negociación en el seno de la familia. Además, como gran parte de la contribución de las mujeres rurales a los medios de subsistencia del hogar no es monetaria, para estimar lo que ganan ellas a través de la remuneración de sus empleos en el sector exportador es necesario tomar en cuenta el costo de oportunidad del trabajo femenino.

Existen algunos casos en los que las mujeres se han beneficiado de la intensificación del comercio como mano de obra asalariada o como productoras agrícolas. Las productoras de exportaciones agrícolas no tradicionales tienden a estar mejor situadas para disfrutar de algunos beneficios de la promoción de las exportaciones, aunque a largo plazo la expansión del sector pueda sufrir de incertidumbre y limitaciones ya que, por lo general, esas exportaciones constan de productos no esenciales o que tienen muy poco valor agregado y están destinados a un mercado limitado (plantas medicinales, hierbas, especias).

Si bien las mujeres rurales pueden beneficiarse del aumento de los empleos en el sector agroexportador, también tienden a asumir una parte desproporcionada del costo asociado a los conflictos y las crisis de la época de liberalización del comercio. Por ejemplo, después de la crisis del Asia oriental de 1997 y 1998, alrededor del 25 por ciento de las personas que salieron de la fuerza de trabajo fueron mujeres, en comparación con el 7,4 por ciento de los hombres. Además, aumentó el número de mujeres con contratos más flexibles y de corto plazo en las actividades relacionadas con la agricultura.[35]

Dos ausentes en las políticas y las negociaciones del comercio agrícola: la participación de la mujer y la reproducción social

A pesar de las diversas iniciativas emprendidas en los últimos 30 años para incrementar la participación de las mujeres en las esferas económica, social y política, su intervención en las estructuras públicas donde se toman las decisiones sigue siendo muy escasa. En la agricultura, la participación de las mujeres en la toma de decisiones es todavía más limitada, por falta de reconocimiento de su función como productoras por mérito propio. Tanto las organizaciones campesinas como las instituciones de planificación agrícola tienen a muy pocas mujeres en los puestos en los que se toman las decisiones, y las políticas agrícolas no suelen incorporar los intereses de las mujeres ni los factores relacionados con ellas asociados a la agricultura y el desarrollo rural. La falta de una perspectiva de género en las políticas agrícolas internas, que también pasa por alto otros factores asociados a la reproducción social y a la contribución de las mujeres a la economía rural, repercute en la formulación de las políticas comerciales y en las disposiciones internas relacionadas, que no toman en cuenta los intereses de género.

De esta manera, las negociaciones comerciales han tendido a subestimar cuestiones fundamentales relacionadas con los objetivos de desarrollo humano y reproducción social, en las que también están arraigados otros factores económicos decisivos, como la formación del capital humano y la fuerza de trabajo, la producción de conocimientos, la estabilidad social y la activa participación personal en la economía como productores y consumidores. El discurso del desarrollo económico, de la misma manera, se ha ido enfocando al crecimiento económico y al incremento de la productividad de los factores en los dos últimos decenios, mientras parecen haber desaparecido, como auténticos objetivos del desarrollo, la promoción humana y el bienestar.

Conforme las economías de los países se incorporan cada vez más en la economía mundial, tanto los países como los hogares también se harán más sensibles a las fluctuaciones del mercado internacional. En este nuevo contexto, la política social adquiere todavía mayor pertinencia como instrumento para asegurar la equidad social y el desarrollo. La eliminación gradual de los obstáculos de las fronteras al comercio y la reducción de las medidas de protección para la agricultura interna en los países en desarrollo imponen un desafío mayor a los gobiernos para compensar la pérdida de los grupos de la población desplazados y expulsados de sus explotaciones agrícolas, a causa de los efectos de posibles crisis externas y reformas del mercado.

La pérdida de las redes tradicionales de protección social en las zonas rurales tiende a exacerbarse por el incremento de la emigración y por la movilidad de la mano de obra causada por la disminución de la producción agrícola para consumo familiar y de la demanda de empleo en el sector exportador. Esto también incrementa la vulnerabilidad de las familias rurales, y de las mujeres en particular, debido a la carga adicional que ellas afrontan a causa de la emigración de sus parientes. Como señala Stewart (1998)[36], las familias rurales tienden a perder el sistema tradicional de apoyo del que disfrutaban anteriormente - definido como "la capacidad de refugiarse en la producción de subsistencia, los estrechos lazos familiares y el apoyo de la comunidad" - debido a su integración en la economía mundial, a la vez que no existen los sistemas de seguridad social adecuados a una economía industrial moderna para subsanar esa falta.


[27] Elson, Diane, Barbara Evers y Jasmine Gideon, Gender-Aware Country Economic Reports - A synthesis, 1995.
[28] Negotiations under the Doha Development agenda (DDA)- uncertainty in the MYNs after Cancún Ministerial falls to produce agreement - sitio web de la FAO y la Oficina de Enlace con las Naciones Unidas en Ginebra, 2003
[29] Brigitte Young y Hella Hoppe, Freidrich-Ebert-Stiftung, The Doha Development Round: Gender and Social Reproduction, Occasional Paper Núm. 7, 2003.
[30] Tom Reardon, Comments on US AID program steps to help small farmers and firms sell to supermarkets in developing regions, 2003.
[31] Ibíd.
[32] Distance Survey on Gender Impacts of Small Farming Commercialization. Servicio de Gestión Agraria y Economía de la Producción y Servicio de Género y Desarrollo, FAO, 2002
[33] Constance Newman y Sudharshan Canagarajah, Gender, Poverty, and Nonfarm Employment in Ghana and Uganda. World Bank Working Paper, 2000.
[34] Ibíd.
[35] Asian Development Bank, Reinventing a new Social Contract, 2000.
[36] Social Policy in an Era of Trade Intensification. Asia Gender and Trade Network, 1998..

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