Página precedente Indice Página siguiente


C. TEMAS ESPECIALES(continuar)

C3. PESQUERÍAS EN AGUAS PROFUNDAS

Ross Shotton *

EL HÁBITAT DE AGUAS PROFUNDAS

Las profundidades del mar constituyen el mayor hábitat del planeta. El área que se encuentra a más de 4000 m de profundidad abarca el 53 por ciento de la superficie marina y el 38 por ciento de la superficie dell planeta. Sólo los taludes continentales ocupan el 8,8 por ciento de la superficie mundial, frente al 7,5 por ciento de las plataformas continentales y los mares de aguas poco profundas (Merrett y Haedrich 1997). El mar profundo puede clasificarse en cuatro zonas: la mesopelágica es la más alta y ocupa desde los 200 hasta los 1000 m; la batipelágica se encuentra entre 1000 y 4000 m de profundidad; la abisopelágica va desde los 4000 a los 6000 m; finalmente, la zona hadal, aquí mencionada por hacer una enumeración completa, es el hábitat de las fosas oceánicas profundas (véase la FiguraC3.1). Desde una pesquería demersal, la región de aguas profundas puede considerarse como los taludes continentales, que comenzarían en el reborde continental y corresponderías a la zona mesopelágica y batipelágica y, más abajo, la elevación continental que llega hasta las llanuras abisales, a unos 6000 m. La situación se complica por la existencia de accidentes en los fondos marinos que pueden alcanzar varios miles de metros por encima de las zonas circundantes (montes marinos) o formar regiones de “colinas” o lomas.

Figura C3.1. Zonas batimétricas de los océanos

Figura C3.1

La termoclina principal pocas veces llega más allá de los 1200 m; por debajo de ella, la temperatura desciende a unos 2°C e incluso menos en las áreas donde las masas de agua se mueven en sentido descendente, como el mar de Weddel y las zonas de alta latitud del Atlántico nororiental. Los efectos de las corrientes activas se observan al menos hasta la profundidad media de los taludes, unos 800m, como consecuencia de los remolinos y turbulencias provocados por el flujo polar de las corrientes limítrofes occidentales. Las corrientes superficiales impulsadas por los vientos pueden provocar también afloramientos de aguas y especies en profundidades intermedias y movimientos descendentes de especies y aguas superficiales. En el lecho marino, la fricción del fondo del mar puede provocar movimientos de agua entre plataformas y su desplazamiento vertical.

La luz no llega más allá de los 1000m e incluso en profundidades de 150 m la intensidad de la luz es sólo el 1 por ciento de la que se encuentra en la superficie, lo que no es suficiente para la fotosíntesis. Por ello, los peces de las capas más profundas dependen del material orgánico que desciende por convección; este fenómeno puede darse de varias maneras. El fitoplancton y el necton muertos se hunden, y aunque se consumen en gran parte durante la sumersión, llegan hasta las aguas profundas en cantidad suficiente para sustentar gran parte de la fauna de esas zonas. Muchas especies experimentan amplias migraciones verticales diarias: se alimentan cerca de la superficie y descienden durante el día, quizá para evitar la depredación en las aguas superficiales. De esta manera, la producción superficial se distribuye progresivamente en capas cada vez más profundas, aunque la concentración de material orgánico disminuye exponencialmente con la profundidad. El material orgánico de los grandes animales muertos que se hunden hasta el fondo marino, por ejemplo, las ballenas, y la producción orgánica a base de azufre asociada con las descargas de agua caliente en el fondo del mar profundo son de importancia relativamente secundaria.

Ahora se sabe que los efectos estacionales en las capas superficiales se transfieren incluso hasta las regiones más profundas de los océanos, por lo que a pesar de la uniformidad física de los océanos profundos, existe una señal de producción anual que da lugar a migraciones estacionales y ciclos reproductivos en la fauna del mar profundo.

¿CUÁLES SON LOS PECES DE AGUAS PROFUNDAS?

Dada la continuidad de los océanos en cuanto ecosistema, toda zonificación profunda será arbitraria. Algunos profesionales consideran los 500 m como comienzo del hábitat de aguas profundas, otros consideran que son peces de aguas profundas los que viven a más de 400 m; en otras palabras, no existe una definición rígida que sea siempre aceptable.

No obstante, los peces de aguas profundas pueden clasificarse en tres categorías: mesopelágicos, batipelágicos y bentopelágicos. Las especies mesopelágicas y batipelágicas son verdaderos peces pelágicos, que en general son de tamaño pequeño incluso en la edad adulta y normalmente no se explotan a escala comercial. Los peces mesopelágicos, como los peces linterna (Myctophidae) y ciclotónidos (Gonostomatidae), viven por debajo de la zona fótica, hasta unos 1000 m de profundidad. Los peces batipelágicos viven por debajo de los 1000 m y normalmente están muy bien adaptados a la vida en un entorno con poca abundancia de alimentos. Las especies bentopelágicas viven en el fondo o en sus proximidades, zona diferenciada por sus características biológicas.

En este contexto, se entiende por especies de aguas profundas las que se encuentran más allá y por debajo de la profundidad de la plataforma continental, es decir, las que habitan los taludes continentales y zonas todavía más profundas. Las características de comportamiento de muchas de estas especies complican la búsqueda de una definición fácil y útil. Muchas especies de aguas profundas migran hacia la superficie por la noche y regresan durante el día, con lo que establecen un nexo trófico entre las aguas superficiales y los peces bentopelágicos cuando éstos depredan a los peces que regresan desde la superficie. Otros peces realizan ellos mismos esta migración diaria, alimentándose en las capas superficiales y luego descendiendo, quizá para evitar ser devorados. Algunas especies sólo habitan en aguas profundas en su edad adulta, y pueden ser explotadas tanto en la fase de aguas superficiales como en la de aguas profundas, lo que dificulta el problema a la hora de interpretar si estas capturas pueden definirse como de aguas profundas o no.

Las primeras especies demersales de aguas profundas se remontan a hace unos 80 millones de años y, en orden de aparición en los registros fósiles, fueron las siguientes: Holosauridae, Bythitidae, Ophidiidae (congribadejos, brótulas), Macrouridae (colas de ratón, granaderos), Scorpaenidae (cabrachos), Trachichthyidae y, más recientemente Notocanthidae y Moridae (moras) (Andriyashev, 1953). Como los peces demersales se distribuyen de acuerdo con la profundidad, los que habitan el talud y la elevación se distribuyen a lo largo de regiones barométricas largas y estrechas, en torno a los perímetros de los océanos. Cuando las especies pelágicas de aguas profundas penetran en estos hábitats se crean oportunidades de alimentación para ambos grupos.

Si bien la mayor parte de estas familias se dan en todo el mundo, la existencia de cuencas de aguas profundas limitadas por los continentes y las cordilleras oceánicas ha generado diferencias regionales que, al parecer, son consecuencia de la deriva continental y la consiguiente formación de los océanos. Otro aspecto importante de los peces de aguas profundas es que todavía queda mucho por conocer. Continúan los nuevos descubrimientos; por ejemplo, recientemente se ha descubierto un tiburón de 4,5 m y 750 kg (tiburón bocudo) y una raya de seis agallas, que representan nuevas familias taxonómicas. De hecho, los elasmobranquios de aguas profundas son uno de los grupos cuya conservación es objeto de especial preocupación, aun cuando no se exploten, dado su bajo número, el tiempo que tardan en alcanzar la madurez, la baja fecundidad y la reproducción intermitente.

Aunque ha habido algunas pesquerías tradicionales de aguas profundas (la pesquería de sable negro (Aphanopus carbo ) con líneas verticales en Madeira y las Azores es una de las más interesantes), las de mayor importancia comercial son las que se basan en el arrastre. Muchas de éstas se dan en asociación con los montes marinos y las cordilleras de los fondos marinos, pero otras se han capturado en aguas menos profundas; no obstante, las actividades pesqueras han penetrado en aguas más profundas a medida que la tecnología necesaria ha mejorado y que se han ido reduciendo las poblaciones que viven en aguas más superficiales.

Entre las especies importantes que forman agregaciones en aguas profundas se encuentran el reloj anaranjado (Hoplostethus atlanticus ) y los oreos (Allocyttus nep ., Neocyttus nep ., Pseudocyttus nep., etc), que muchas veces se pescan juntos, los alfonsinos (Beryx nep. ) en pesquerías de latitud más baja, la austromerluza negra (Dissostichus eleginoides ) en las pesquerías del Océano Austral, Pseudopentaceros wheeleri y varias especies de Scorpaenidae que se encuentran en ambas costas de América del Norte.

Lejos de los montes marinos predominan los peces gadiformes, como las Macrouridae. Estas especies suelen ser de crecimiento lento pero no son tan “extremas” en sus características como las especies asociadas con las pesquerías de los montes marinos. También pueden incluirse en este grupo el bacalao negro (Anoplopoma fimbria ), fletán negro (Reinhardtius hippoglossoides ), moras (Moridae), congribadejos (Brotulidae) y merluzas (Merlucciidae). Muchos consideraban que algunas de estas especies no se podían vender en el mercado, pero con una comercialización eficaz y elaboración cuidadosa (por ejemplo, para evitar el peligro de diarrea es preciso eliminar durante la elaboración todas la ceras superficiales de los filetes de reloj anaranjado), incluso los escépticos se han sorprendido por la penetración en el mercado que han conseguido muchas especies de aguas profundas.

Reloj anaranjado

El reloj anaranjado (Hoplostethus atlanticus ) (Figura C3.2) pertenece a las Trachichthyidae y se encuentra en el Atlántico septentrional y meridional, Océano Índico, Mar de Tasmania, Mar de Nueva Zelandia y Pacífico Sur. Se captura a profundidades de más de 800 m en pesquerías que muchas veces tienen como objetivo las agregaciones de poblaciones en desove asociadas con los montes marinos. No se conoce la parte de este recurso presente en otras áreas.

Figura C3.2 - Capturas nominales anuales ('000t) de Reloj anaranjado

Figura C3.2

Fuente FAO

El lento crecimiento y la excepcional longevidad de esta especie significan que las pesquerías han dependido del agotamiento escalonado de las poblaciones. Parece que el reclutamiento es episódico y la fuerte demanda de mercado estimula la explotación. Las tasas de explotación sostenible pueden ser ≈5 por ciento de la biomasa virgen. Esta especie se encuentra en poblaciones nacionales, transfronterizas, compartidas y de alta mar. La ordenación en aguas de alta mar se agrava por la dificultad de obtener los datos necesarios.

Oreos

Figura C3.3 - Capturas nominales anuales ('000t) de Oreós

Figura C3.3

Fuente FAO

Los oreos (Allocystus nep. Neocystus nep. y Pseudocustus nep.) (Figura C3.3), son Oreostomadidae que se encuentran en las proximidades del fondo marino, en aguas profundas, y forman grandes cardúmenes en terrenos accidentados cerca de los montes marinos y los cañones. Los ejemplares juveniles son pelágicos y habitan en aguas oceánicas. Suelen dispersarse por los fondos llanos. Sus huevos flotan cerca de la superficie marina y las larvas habitan también en aguas superficiales. En aguas australianas, el Neocystus es más abundante en profundidades intermedias (600–800 m) mientras que el Allocystus vive en aguas más profundas (900–1200 m). Ambas especies se alimentan en las profundidades del fondo marino y consumen salpidae , crustáceos, peces y calamar.

La ordenación de estas pesquerías en alta mar se complica por la falta de información necesaria. Los datos de Australia y Nueva Zelandia sobre la edad y crecimiento indican que la edad máxima del Pseudocustus es de 86 años, y la del Allocystus niger es de 153 años. La mortalidad natural del Pseudocyttus es de 0,063 años-1 y 0,044 años-1 en el caso del Allocytus niger . Según estimaciones de Nueva Zelandia, el rendimiento máximo sostenible es del orden del 1,6 por ciento de la biomasa virgen (B0) si la población no debe reducirse a una biomasa de menos de 0,2B0 (probabilidad <0,2). Por razones operacionales, cuando existe alguna forma de ordenación, estas distintas poblaciones suelen administrarse como si fuera una sola, con los peligros que ello implica (Annala, Sullivan y O'Brien 1999).

Alfonsinos

Figura C3.4 - Capturas nominales anuales ('000t) de Alfonsinos

Figura C3.4

Fuente FAO

Los alfonsinos (Beryx splendens ) (Figura C3.4) son Bericidae que tienen una distribución circunglobal, aunque en general no se encuentran en el Pacífico nororiental. Habitan la plataforma exterior (180 m) y el talud hasta al menos 1300 m de profundidad, y probablemente se alejan todavía más del fondo por la noche. El Beryx splendens se captura con arrastres de aguas intermedias en montes marinos menos profundos, cordilleras submarinas y en el borde del talud entre 300 y 500m. Los ejemplares jóvenes son pelágicos. El análisis genético indica que hay o ha habido flujo de genes a escala interoceánica y que estos peces tienen una estructura de población de alcance oceánico. Es posible que en el Océano Austral haya un grupo de juveniles que reclutan hacia el norte, creando poblaciones genéticas únicas de Allocytus niger y Pseudocyttus maculatus , pero poblaciones ecológicas discretas con dispersión restringida después del reclutamiento (Lehodey, Grandperrin y Marchal 1997; Smith 2000).

Estas especies tienen una edad máxima registrada de 17 años y alcanzan la madurez sexual aproximadamente a los 4 años de edad. La mortalidad natural se estima en 0,23. Por ello, son los que ofrecen mayores probabilidades de sustentar pesquerías dirigidas en aguas profundas. Se sabe poco acerca de la estructura local de poblaciones de estas especies y se cree que, por ejemplo, la pesquería de Nueva Zelandia puede estar explotando una población del Pacífico Sur más amplia (Annala, Sullivan y O’Brien 1999).

Austromerluza

Figura C3.5 - Capturas nominales anuales ('000t) de Austromerluzas

Figura C3.5

Fuente FAO

Las austromerluzas (Dissostichus nep.) (Figura C3.5) son Notothenidae que tienen una distribución circumpolar dentro de Antártico y del océano Austral. La austromerluza negra (D. eleginoides ) se encuentra en las aguas meridionales de América del Sur, y la austromerluza antártica (D. mawsoni ) habita en latitudes superiores, normalmente en la región del Pacífico. Las dos especies se superponen entre los 60°S y 65°S y ambas se dan en profundidades de hasta 3000 m. El límite septentrional para la mayor parte de las poblaciones de austromerluza negra es de 45°S, excepto a lo largo de las costas de Chile y Argentina, donde pueden extenderse hacia el norte en aguas más profundas y más frías. Se encuentran poblaciones significativas de austromerluza negra en las aguas y en las proximidades de varias islas subantárticas y en aguas de Chile, Argentina, Uruguay y Perú.

El problema de la pesca ilegal, no documentada y no reglamentada (INDNR), aunque se ha reducido considerablemente durante la campaña de 2003–2004 (6342 toneledas en el Área Estadística 41 y 3701 toneledas en el Área 87), continúa siendo el principal motivo de preocupación. Además, las capturas de austromerluza que se registran como si se hubiera realizado fuera del área de ordenación de la CCAMLR proceden, en opinión de muchos, de poblaciones que se encuentran dentro del área de ordenación. El descenso de las poblaciones de austromerluza explotadas por las flotas que practican la pesca INDNR ha sido rápido y significativo. Por ejemplo, los recursos de austromerluza en las Islas del Príncipe Eduardo (Sudáfrica) se han reducido a sólo un escaso porcentaje del nivel previo a la explotación.

Cranoglanídidos pelágicos

Figura C3.6 - Capturas nominales anuales ('000t) de Cranoglanídidos pelágicos

Figura C3.6

Fuente FAO

El Pseudopentaceros wheeleri (Figura C3.6) pertenece a las Pentacerotidae que habita los montes marinos, sobre todo en el Pacífico Septentrional pero también en otras zonas oceánicas, y es capturado por arrastres de fondo en los montes marinos.

Su pesquería ilustra bien el posible destino de la pesca en los montes marinos. Los buques japoneses y rusos comenzaron sus actividades de arrastre en la cadena de montes marinos en Emperor y en la cordillera septentrional de Hawai en 1969. El total de las capturas de los buques rusos no se conoce pero se estima en más de 133400 toneledas en el período 1967–1977. Entre 1969 y 1977, la flota japonesa envió cinco arrastreros al año a esta zona y consiguió un promedio de capturas de 22800–35100 toneledas al año. El 90 por ciento de las capturas eran de Pseudopentaceros wheeleri . Después, las capturas bajaron a 5800–9900 toneledas entre 1977 y 1982. El Pseudopentaceros wheeleri, antes predominante, ha sido sustituido por el alfonsino (Beryx splendens ), aunque las poblaciones de esta especie nunca han sido tan considerables como las de Pseudopentaceros wheeleri a las que seguían y no hay pruebas de que ninguna de estas dos poblaciones se vaya a recuperar hasta alcanzar niveles que sean comercialmente viables en un futuro próximo.

Cola de rata azul

Figura C3.7 - Capturas nominales anuales ('000t) de Cola de rata azul

Figura C3.7

Fuente FAO

La cola de rata azul (Macruronus novaezelandiae ) (Figura C3.7) pertenece a las Macruronidae bentopelágicas y suele vivir cerca del fondo, pero forma agregaciones en aguas intermedias para el desove. Los ejemplares adultos de gran tamaño generalmente se encuentran a más de 400 m de profundidad, mientras que los jóvenes pueden habitar en aguas menos profundas. Las pesquerías con arrastre en aguas intermedias suelen perseguir las agregaciones próximas a los cañones, que muchas veces están en las proximidades de las costas en las plataformas continentales estrechas.

La estructura de esta población es muchas veces incierta y, por ello, la armonización entre las CTP y las áreas de pesca representa un motivo de preocupación; en algunas áreas las capturas incidentales de focas y otras especies constituyen un problema. La experiencia de ordenación, al menos en algunas jurisdicciones, indica que este recurso puede ordenarse en forma sostenible, aunque en la principal pesquería mundial de esta especie, en Nueva Zelandia, las CTP han cambiado de vez en cuando, según van evolucionando las poblaciones, y han fluctuado durante los últimos 15 años entre 200000 y 250000 toneledas. En 2004, se redujeron a 100000 toneledas, debido al descenso de la población de desove, quizá como consecuencia de acontecimientos oceanográficos relacionados con el fenómeno de El Niño-Oscilación Austral.

Otras especies

Otras especies de aguas profundas, o al menos de talud, han sido el objetivo de las pesquerías en muchas regiones tropicales. Pueden constituir el objetivo directo de pesquerías en aguas profundas en pequeña escala, normalmente a lo largo del reborde y el talud continental, cuando éste es relativamente estrecho y los caladeros son accesibles a los pescadores que utilizan pequeñas embarcaciones. Las principales especies son miembros de las familias Lutjanidae, Serranidae, y Carangidae, e incluyen el pargo de llama y el pargo rubí (Etelis coruscans y E. carbunculus ) y los lutjánidos (por ejemplo, Pristomopoides filamemtosus, P. typus y P. multidens ). Estas pesquerías son particularmente importantes para los pequeños Estados insulares, que muchas veces tienen pocos recursos pesqueros demersales, aunque tienen también una distribución muy amplia a lo largo de los márgenes continentales de muchos continentes en las zonas tropicales y subtropicales.

CARACTERÍSTICAS DEL CICLO VITAL DE LOS PECES DE AGUAS PROFUNDAS

Dadas las características del hábitat de los peces de aguas profundas, no es de extrañar que la coloración, estructura de la mandíbula, musculatura, forma de las aletas y de la vejiga natatoria y los ojos hayan sufrido modificaciones. En ausencia de luz, la mayor parte de estos peces son negros o rojos, ya que esta longitud de onda se atenúa fuertemente en el agua marina y, por lo tanto, en la práctica estos peces tienen color negro. A pesar de la falta de luz, los peces de aguas profundas suelen tener grandes ojos y adaptaciones extrañas de las retinas y el cristalino para detectar la luz ambiente, que normalmente procede de fotóforos existentes en la presa, los depredadores o individuos coespecíficos. Muchas especies de aguas profundas tienen una masa muscular y ósea reducida, lo que les permite tener una flotabilidad casi neutra. Los que buscan la presa desplazándose lentamente tienen vejigas natatorias capaces de excretar gas a pesar de la fuerte presión hidrostática, que puede alcanzar las 400 atmósferas en las grandes profundidades (Marshall, 1954, 1979).

Por otro lado, las especies de aguas profundas deben también conseguir desovar, crecer y regresar a la zona de hábitat para los adultos. Las condiciones extremas del mar profundo se reflejan en la variedad de estrategias reproductivas existentes. A pesar del tamaño reducido de las poblaciónes, se dan casos de hermafroditismo, dimorfismo sexual extremo y coeficientes sexuales desequilibrados. A pesar del menor número de especies que se encuentra en el fondo del mar, se observa una gran variedad de estrategias reproductivas, que van desde especies con marcada “estrategia K”, que pueden ser semelparas (por ejemplo, Coryphaenoides armatus , macrúrido muy frecuente), hasta especies ovovíparas y ovíparas o que tienen una fuerte “estrategia r ”. Al parecer, las clases anuales exitosas pueden ser intermitentes, y muchas especies de aguas profundas desovan sólo periódicamente a lo largo de los años.

Se han adoptado varias tácticas para reducir la dispersión de los huevos. Los huevos flotantes de los macrúridos de amplia distribución y de aguas profundas tienen formas escultóricas que frenan su ascenso, adaptación que no se encuentra en las especies de esta familia que viven en aguas menos profundas. Los huevos de Hoplostethus atlanticus inicialmente flotan y luego se hunden, y probablemente terminan su desarrollo en el fondo del mar, con lo que facilitan su retención en el hábitat adulto.

PRODUCTIVIDAD

Un determinante importante de la productividad pesquera es la tasa de crecimiento de los peces e, invariablemente, la distribución por tallas de las poblaciones, que normalmente presentan una asimetría negativa. No obstante, se han encontrado distribuciones de tallas bimodales en algunas especies de aguas profundas, y una posible explicación es que, debido a su hábitat improductivo, las especies de aguas profundas se ven obligadas a dedicar su producción excedente al crecimiento somático hasta alcanzar un tamaño óptimo para la depredación, y sólo entonces asignan la energía excedente a la reproducción.

Cualquiera que sea la razón, es claro que muchas especies de aguas profundas crecen lentamente, hasta el punto de que es difícil determinar su edad real, y determinarla resulta controvertido. En el caso de algunas especies, sobre todo del reloj anaranjado (Hoplostethus atlanticus ), ha habido fuerte polémica sobre la técnica más adecuada para determinar la edad y, según el supuesto del que se parta, las especies podrían tener una longevidad potencial que iría desde 21 hasta >100 años; actualmente, se acepta la hipótesis de que estos peces crecen hasta una edad relativamente avanzada, con un máximo de > 100 años.

Muchos biólogos pesqueros de aguas profundas han llegado a la conclusión de que no vale la pena hablar sobre pesquerías de aguas profundas como si se tratara de pesquerías sostenibles, dada la lentitud con que crecen muchas de estas especies, característica que se agrava por su reclutamiento aparentemente episódico. En estas pesquerías, si el recurso consistiera en clases de edades ampliamente separadas que se pescan hasta niveles muy bajos de abundancia, la recuperación de poblaciones resultante de un buen reclutamiento sería posible únicamente en terminos generacionales más largos que el del ser humano.

PESQUERÍAS DE MARES PROFUNDOS

Hasta hace muy poco, la gran profundidad de los mares profundos ha dificultado su explotación, y la existencia de recursos relativamente más abundantes en mares menos profundos ha reducido el incentivo a la pesca en regiones tan difíciles de explotar. Son pocas las pesquerías de aguas profundas con larga tradición, a saber, la pesquería portuguesa (Madeira) de sable negro (Aphanopus carbo ) y las pesquerías insulares del Pacífico de escolar de canal (Gempylidae) y peces-sable (Trichiuridae), explotadas inicialmente por pesquerías artesanales cuyos efectos en los recursos eran sostenibles.

Figura C3.8 - Capturas nominales anuales ('000t) de aguas profondas

Figura C3.8

Fuente FAO

Entre las pesquerías de aguas profundas recientemente instauradas es muy conocida la del reloj anaranjado, especie que habita en las proximidades de los taludes, los montes marinos y el fondo del mar, sobre todo en torno a Nueva Zelandia y Australia sudoriental, donde se inició esta pesquería comercial; es interesante observar que el reloj anaranjado se describió por primera vez en las Azores. La pesquería se extendió posteriormente a la cordillera submarina de Walvis en el Atlántico sudoccidental (Namibia), el Océano Índico sudoccidental y el Golfo de Vizcaya, donde existe una pequeña pesquería. Este pez longevo alcanza unos 40 cm y 2 kg, aunque la talla máxima varía según la región. Se han introducido técnicas especializadas de arrastre dirigido ya que las primeras capturas masivas de agregaciones de desove podrían efectuarse en minutos, lo que daba lugar a la ruptura de los copos de red y a la pérdida de capturas. La especie es sensible a los objetos que se aproximan (¿adaptación para evitar la depredación por cachalotes?), por lo que la evaluación acústica utilizando cuerpos remolcados que contengan el transductor acústico ha resultado difícil en algunas áreas. Los niveles sostenibles máximos de explotación de reloj anaranjado pueden ser de sólo el 5–10 por ciento de la biomasa no pescada, es decir, M ~ 0,04. Cada vez hay más pruebas de que pocas de estas pesquerías se están explotando de forma sostenible y no es claro cuáles serán los rendimientos habituales. Las poblaciones más pequeñas normalmente no pueden librarse del agotamiento una vez que constituyen el objetivo primario de una pesquería, pero hay pruebas contradictorias de que otras poblaciones han demostrado más capacidad de resistencia de lo previsto a la sobreexplotación, quizá debido a la misma pesca, que dispersa a los peces antes de que la población se contraiga, y al desove episódico. En este caso, cuando la pesca depende de agregaciones de desove, no toda la población puede ser vulnerable a la captura en un año determinado, ya que no todos los ejemplares desovan todos los años (Butterworth y Brandão,2005).

Una actividad de explotación del triquiúrido Aphanopus carbo es un raro ejemplo de pesquería de aguas profundas que, como ha utilizado tradicionalmente artes de anzuelo y línea, ha resultado sostenible durante un período de aproximadamente 150 años. Los adultos de esta especie son bentopelágicos que viven en profundidades de 400– 1600m. Esta especie está distribuida desde Groenlandia hasta las Islas Canarias y a ambos lados de la cordillera medioatlántica. Es de aguas profundas, crece rápidamente y tiene una longevidad de aproximadamente 8 años. En cambio, por lo que se refiere al reloj anaranjado, se observan las habituales señales negativas. Las capturas subieron de 1100 toneledas en 1980 a 3000 toneledas en 1992 y la eficiencia de los artes ha aumentado gracias a la introducción de líneas de monofilamento y un gran aumento del número de anzuelos por línea calada, que ahora es de unos 4000–5000 por línea.

Las Macroudidae son otro grupo cuyos miembros están muy ampliamente distribuidos y, en algunos lugares concretos, son abundantes. Son “navegantes” pelágicos típicos y habitan la región media y superior del talud continental. En las pesquerías del Atlántico septentrional existen pesquerías para el Macrourus berglax y Coryphaenoides rupestris , que utilizan arrastres de fondo; inicialmente pescaban a 600–800m, pero más recientemente llegan a los 1500m. No obstante, la experiencia de estas pesquerías en aguas situadas frente a Terranova revela la pauta demasiado conocida de unas capturas totales permisibles que siguen con retraso las tendencias descendentes de los desembarques registrados. El Coryphaenoides rupestris puede tener una longevidad de hasta 70 años, aunque en el Atlántico nororiental las edades de los peces suelen ser de 20–30 años. Así pues, como ocurre con otras especies de aguas profundas, estas especies presentan las características de muchas pesquerías de aguas profundas, que las hacen particularmente expuestas a la sobrepesca.

Las Pleuronectidae son un grupo muy evolucionado que normalmente no está asociado con las pesquerías de aguas profundas, pero existen pesquerías importantes para miembros de este grupo tanto en el Atlántico septentrional como en el Pacífico septentrional. En el Atlántico, la más conocida es la del fletán negro (Reinhardtius hippoglosoides) en las profundidades del talud continental. Este pez tenía una talla media de aproximadamente 1 kg hasta mediados de los años ochenta, pero posteriormente ha descendido a unos 200 g en los primeros noventa.

En la Figura C3.8 se representa la evolución de las capturas de especies de aguas profundas que se enumeran en el Cuadro C3.1. No obstante, algunas de estas especies se pueden capturar también en otras pesquerías y no hay ninguna posibilidad de determinar cuál es la parte que procede de la pesca en las profundidades del mar. Estas estadísticas reflejan únicamente el volumen de las capturas de especies de aguas profundas comunicado a la FAO por los países miembros. No se dispone de ninguna información para saber si los cambios ocurridos en 1979 y 1998 se deben a un aumento real de las capturas o a una información más completa.

CUESTIONES RELACIONADAS CON LA ORDENACIÓN DE LOS RECURSOS

Las características biológicas de las especies de aguas profundas que pueden ser capturadas por las mismas pesquerías son heterogéneas y exigen la adopción de estrategias de ordenación adecuadas. Pueden presentarse complejos de especies diferentes en la misma área general pero en diferentes profundidades. Por ejemplo, en las pesquerías del Océano Índico meridional que suelen estar a profundidades de 800 m, el objetivo de las actividades pesqueras suele ser el reloj anaranjado (Hoplostethus atlanticus ), Allocyttus niger , Neocyttus rhomboidalis y Pseudocyttus maculatus . Cuando la pesca tiene lugar a profundidades de ≈400m, estos buques normalmente capturarían alfonsino (Beryx splendens ), ochava Pseudopentaceros richardsoni , peces cardenal (Epigonus telescopus ) y rufo antártico (Hyperoglyphe antartica ).

Estas pesquerías quizá tengan pocas capturas incidentales (y, por lo tanto, descartes), es decir, podrían considerarse como pesquerías “limpias” en el sentido de que son pocas las especies no deseadas que se capturan. No obstante, los operadores con poca experiencia, que remueven el fondo, pueden provocar importantes daños en el bentos. Asimismo, las capturas perdidas como consecuencia de la rotura de los copos dan lugar a una mortalidad por pesca que pocas veces se registra.

En estas pesquerías, los instrumentos tradicionales de ordenación pesquera, por ejemplo, los que suponen el reclutamiento anual y una relación funcional población desovante-reclutamiento pueden ser tan inadecuados que su utilización podría poner en peligro la sostenibilidad de los recursos, en vez de contribuir a su conservación. Aunque los recursos característicos de las aguas profundas son capturados mediante actividades de arrastre, desde la perspectiva de la ordenación las tácticas de pesca tienen más en común con las redes de cerco. La pesca puede realizarse sobre marcas acústicas, sobre todo en el caso de las pesquerías del reloj anaranjado, o con arrastres prolongados, como en la pesca del alfonsino.

Cuadro C3.1 - Especies de peces de aguas profundas en la base de datos de la FAO sobre desembarques registrados

CrustáceosARISTAEIDAEPlesiopenaeus edwardsianusGamba carabinero
GERYONIDAEGeryon quinquedensGeriocangrejo
LITHODIDAELithodes aequispina
Paralomis spinosissima
Centolla dorada
Centolla antártica
PANDALIDAEPandalus nepCamarones Pandalus
SOLENOCERIDAEPleoticus robustusCamarón rojo real
CondrictiosCALLORHINCHIDAECallorhinchus capensis
Callorhinchus milii
Callorhinchus nep
Pejegallo del Cabo

Pejegallos nep
Chimaerae, etc.ChimaeriformesQuimeras, etc.
CHIMAERIDAEChimaera monstrosa
Hydrolagus novaezealandiae
Hydrolagus nep
Quimera

Quimeras nep
HEXANCHIDAEHexanchus griseusCañabota gris
RAJIDAEBathyraja meridionalis
Bathyraja nep
Rayas bathyraja nep
SQUALIDAECentroscymnus coelolepis
Centroscymnus crepidater
Somniosus microcephalus
Somniosus Pacíficous
Pailona
Sapata negra
Tollo de Groenlandia
Tollo negro dormilón
TeleóstoesARGENTINIDAEGlossanodon semifasciatusArgentina del Pacífico
BERYCIDAEBeryx nep
Centroberyx affinis
Alfonsinos
BRANCHIOSTEGIDAEBranchiostegidaeBlanquillos
CAPROIDAECaproidaeOchavos
CENTROLOPHIDAEHyperoglyphe antarctica
Seriolella caerulea
Rufo antártico
CHLOROPHTHALMIDAEChlorophthalmidaeOjiverdes
EMMELICHTHYIDAEEmmelichthyidae
Emmelichthys nitidus
Andorreros, peces rubí
Andorrero del Cabo
EPIGONIDAEEpigonus nepPeces cardenal nep
GADIDAEBrosme brosme
Micromesistius australis
Micromesistius poutassou
Molva dypterygia
Molva molva
Brosmio
Polaca austral
Bacaladilla
Maruca azul
Maruca
GEMPYLIDAELepidocybium flavobrunneum
Rexea solandri
Ruvettus pretiosus
Thyrsitops lepidopoides
Escolar
Escolar plateado
Escolar clavo
Escolar sierra
GERYONIDAEGeryon nepGeriones
MACRORAMPHOSIDAEMacroramphosus scolopaxTrompetero
MACROURIDAECoryphaenoides rupestris
Lepidorhynchus denticulatus
Macrouridae
Macrourus berglax
Macrourus nep
Granadero de roca

Granaderos, colas de ratón
Granadero berglax
Granaderos nep
MERLUCCIIDAEMacruronus magellanicus
Macruronus novaezelandiae
Macruronus nep
Merluza de cola
Cola de rata azul
Cola de rata
MORIDAEAntimora rostrata
Mora moro
Mollera azul
Mollera moranella
MYCTOPHIDAELampanyctodes hectoris
Myctophidae
Linternillas de Hector
Peces linterna
NOTOTHENIIDAEDissostichus eleginoides
Dissostichus mawsoni
Austromerluza negra
Austromerluza antártica
OPHIDIIDAEGenypterus blacodes
Genypterus capensis
Genypterus chilensis
Genypterus maculatus
Genypterus nep
Congribadejo rosado
Congribadejo del Cabo
Congribadejo colorado
Congribadejo negro
Congribadejos
OREOSOMATIDAEOreosomatidaeOreos
PENTACEROTIDAEPseudopentaceros richardsoni
PLEURONECTIDAEReinhardtius hippoglossoidesFletán negro
POLYPRIONIDAEPolyprion americanus
Polyprion oxygeneios
Cherna
Cherna hapuku
SCORPAENIDAEScorpaena scrofaCabracho
STERNOPTYCHIDAEMaurolicus muelleri
SYNODONTIDAEHarpadon nehereusBumalo
TRACHICHTHYIDAEHoplostethus atlanticus
Trachichthyidae
Reloj anaranjado
Relojes nep
TRICHIURIDAEAphanopus carbo
Lepidopus caudatus

Trichiuridae
Trichiurus lepturus
Sable negro
Pez cinto
Peces sable, cintos
Pez sable
TRIGLIDAEPterygotrigla picta 

Cuando se pesca reloj anaranjado, el éxito de las capturas depende en buena medida de la habilidad de la tripulación y del acierto de las tácticas de pesca más que, por ejemplo, de las dimensiones del buque pesquero. Al registrar el esfuerzo de pesca, el principal requisito es saber si la red es un arrastre de fondo o pelágica y, en este último caso, si se pescó “hasta el fondo” y si el arte operó como se pretendía, es decir, si se consiguió un arrastre bien hecho, aun cuando no se hubiera capturado nada. Otro aspecto relacionado son las tácticas de pesca utilizadas en presencia de otras embarcaciones. Cuando las tripulaciones tienen poca experiencia prefieren seguir a otros buques para llegar hasta las concentraciones de peces. En estos casos, los complejos juegos de simulación para despistar a los seguidores pueden complicar todavía más la interpretación de los resultados conseguidos por los buques. Si bien las capturas por unidad de esfuerzo continúan siendo uno de los índices más útiles de la situación de las poblaciones, como ya se ha señalado, en estas pesquerías vulnerables la insistencia excesiva en ese indicador podría dar lugar a engaño, y hasta ser peligrosa.

Una nueva complicación de la investigación en aguas profundas, sobre todo en alta mar, es el suministro de datos que son esenciales para la ordenación de los recursos (FAO, 2001, 2002). Los operadores de muchos buques de pesca que faenan en alta mar no tienen ninguna responsabilidad en virtud del pabellón para comunicar sus capturas, esfuerzo de pesca o área de operaciones. Y, cuando las capturas se desembarcan en países extranjeros, desde la perspectiva del registro de datos, la situación se agrava todavía más. Un ejemplo de esta pesquería es la del Pseudopentacerus wheeleri . En la base de datos sobre capturas y desembarques nominales de la FAO no se encuentra ningún rastro de esta pesquería, a pesar de que se trata del registro mayor y más completo de las capturas en todo el mundo y de que esta pesquería parece haber alcanzado un nivel de 200000 toneledas al año. De la misma manera, la base de datos de la FAO en el período correspondiente hasta 2000 registra desembarques de reloj anaranjado de sólo tres países; no obstante, los contactos informales entablados a través de grupos de trabajo revelan que al menos siete países han capturado esta especie en el Océano Índico. En algunos casos, esta falta de información es consecuencia de las leyes nacionales referentes al carácter confidencial de la información. Normalmente, sólo un reducido número de buques, o quizá uno solo, participa en las pesquerías basadas en los montes marinos dentro de una región de ordenación, que si se establece en función de las poblaciones quizá conste únicamente de un monte marino. Finalmente, las leyes nacionales impiden muchas veces a los gobiernos que comuniquen información en que se identifiquen las operaciones de un buque o compañía concretos. Ello puede representar un obstáculo insuperable para una ordenación eficaz de los recursos.

OBJETIVOS DE ORDENACIÓN: ¿ES EL “RENDIMIENTO SOSTENIBLE” UN OBJETIVO PRÁCTICO?

La ordenación encaminada al logro de rendimientos sostenibles ha suscitado críticas cada vez más fuertes en las pesquerías “convencionales” en los dos últimos decenios, en que los responsables de la pesca se han esforzado por poner en práctica ese paradigma. En consecuencia, ahora se están buscando puntos de referencia más sencillos, más manejables y más útiles. En un terreno complementario y más complejo, cabe señalar la nueva demanda de ordenación basada en los “ecosistemas”. Al considerar las circunstancias de muchos peces de aguas profundas, es claro que se plantean grandes problemas para adaptar dichos modelos, si es que de verdad se pueden adaptar a esas situaciones. En primer lugar, la “sostenibilidad” puede ser irrelevante o al menos inutilizable como concepto de ordenación en unas pesquerías cuyos recursos tienen reclutamiento episódico e imprevisible, independientemente del tamaño de la población desovante. En segundo lugar, en lo que respecta a las especies con bajas tasas de crecimiento y madurez sexual tardía, y el uso convencional de niveles de referencia de biomasa de desovantes, quedarían muy pocas poblaciones que puedan satisfacer estas demandas y, en el caso de que pudieran, las tasas de captura quizá deban ser del orden del 5por ciento de la biomasa virgen. En tercer lugar, el tiempo de recuperación de las poblaciones puede ser del orden de decenios, quizá más allá de los horizontes cronológicos comerciales (y políticos). Cuarto, aun cuando hubiera acuerdos sobre los objetivos de ordenación y las funciones del control de las capturas, en muchos casos no existen ni regímenes de ordenación ni mecanismos reguladores para garantizar el cumplimiento de los posibles planes de ordenación. Éstos son los desafíos que deben abordarse para evitar que los recursos de aguas profundas dejen de contribuir al bienestar humano.

ORDENACIÓN OPERACIONAL: EVALUACIÓN Y ORDENACIÓN DE LA EXPLOTACIÓN DE LAS PESQUERÍAS DE AGUAS PROFUNDAS

Esta sección está basada en el informe del taller de la FAO sobre evaluación y ordenación de las pesquerías de aguas profundas celebrado en la Universidad de Otago, Dunedin (Nueva Zelandia), del 27 al 29 de noviembre de 2003 (FAO, 2005).

Estimación de la abundancia

La estimación de la abundancia de los recursos pesqueros de aguas profundas tiene muchas de las características más tradicionales asociadas con las poblaciones que habitan en la plataforma continental, pero existen también algunas peculiaridades que son exclusivas de esas especies. Algunas de ellas, como el reloj anaranjado, tienen baja productividad, altos niveles de agregación, se encuentran con frecuencia -pero no exclusivamente- en torno a accidentes geográficos subterráneos y reaccionan a los equipos y artes de reconocimiento y de pesca no sólo en el momento de la captura sino también durante períodos de tiempo más largos. Las causas de esta tendencia a la agregación (por ejemplo, ¿condiciones idóneas o comportamiento aprendido?) continúan siendo poco claras, y sería conveniente realizar nuevas investigaciones al respecto. No obstante, la baja productividad en las aguas profundas quizá no sea universal. Algunas especies “de aguas profundas” (en particular las que tienen largas fases pelágicas, fuertes pautas de migración diurna o preferencia por profundidades superiores a los 800 m) tienen niveles de productividad moderados.

Los reconocimientos de huevos, método utilizado con frecuencia para las poblaciones de aguas poco profundas, quizá no sean demasiado útiles para estimar la abundancia por una serie de razones, entre ellas el comportamiento de desove fuertemente localizado (por ejemplo, en el caso del reloj anaranjado) de algunas especies, mientras que otras (por ejemplo, algunos oreos y ochavos) pueden tener un comportamiento de desove panmíctico en una región más amplia. Los reconocimientos acústicos y con arrastre podrían ser los métodos más útiles para estimar la abundancia, y ambos se han utilizado con el fin de obtener índices de abundancia relativa, aunque el uso de procedimientos acústicos es difícil incluso para una estimación de la abundancia relativa cuando la especie en cuestión está también asociada con otras especies durante el período del reconocimiento. Ambos métodos presentan problemas con respecto a la estimación de la abundancia absoluta. En cuanto a la evaluación acústica, entre las dificultades se encuentran la identificación de los valores de áreas transversales de retrodispersión de especies concretas y la identificación de las especies pertinentes. En cuanto a los reconocimientos con arrastre, presenta problemas la estimación de la vulnerabilidad a la captura (es decir, la capturabilidad en los reconocimientos).

El uso de vehículos bien de control remoto o bien submarinos autónomos puede ser útil para la estimación de la abundancia o en los experimentos con el fin de estimar la vulnerabilidad a la captura por arrastres, pero se necesitan mayores progresos. Por otro lado, los métodos basados en los avances de la tecnología requerirán una mejor comprensión del comportamiento de los peces (natural y en respuesta a los buques y artes de pesca y de investigación). En particular, se necesitan nuevos estudios sobre los factores que influyen en el comportamiento de agregación y, por lo tanto, la tecnología submarina puede ofrecer nuevas oportunidades en este sentido.

Otras cuestiones están relacionadas con la identificación de la estructura de las poblaciones, su distribución y movimiento. Quizá sea posible obtener alguna forma de estimación de la abundancia relativa o absoluta, pero su validez dependerá de la existencia de diseños de reconocimiento adecuados que tengan en cuenta las distribuciones y movimientos subyacentes. Por ahora, parece que no hay un método especialmente recomendable para estimar la abundancia y que lo más indicado sería utilizar una variedad de métodos. En algunas áreas, los reconocimientos acústicos y por arrastre son periódicos y las estimaciones e índices obtenidos se utilizan con mayor o menor fortuna en la evaluación de poblaciones, pero ello depende con frecuencia de la disponibilidad y calidad de otras fuentes de datos.

Los costos de los reconocimientos de los recursos pesqueros de aguas profundas son elevados y, normalmente, la relación costo-beneficios de esos reconocimientos es una consideración que se debe tener en cuenta al decidir la forma más indicada de proceder en una circunstancia concreta. Los cruceros dedicados expresamente a la investigación representan el mejor medio de obtener estimaciones sobre la abundancia, y pueden realizar muchas veces una mayor variedad de labores afines al mismo tiempo. No obstante, el uso de reconocimientos basados en las actividades del sector pesquero (sobre todo los reconocimientos acústicos) está ofreciendo aportaciones útiles para la evaluación de poblaciones, y se están consiguiendo notables avances en este sentido.

Biología, edad y crecimiento

La ordenación de las especies de aguas profundas se complica por la gran variabilidad de sus características biológicas. Muchas especies tienen gran longevidad, lento crecimiento, edad elevada al alcanzar la madurez y baja fecundidad, y buena parte de ellas, aunque no todas, tienen un coeficiente relativamente bajo entre producción anual y biomasa, lo que significa que los niveles de rendimiento sostenibles son relativamente bajos, y la recuperación tras una situación de agotamiento puede ser lenta.

La recopilación y análisis habitual de los datos es un elemento esencial para la ordenación eficaz, y no debería limitarse a las necesidades de la evaluación inmediata de poblaciones. Las características biológicas (por ejemplo, edad al alcanzar la madurez) pueden cambiar a medida que aumente el tamaño de la población, por lo que dichas características deben supervisarse como elementos auxiliares para evaluar la situación de las poblaciones. Deben tenerse también en cuenta los efectos que dependen de la densidad, ya que las estimaciones sobre la capturabilidad, madurez, tasas de crecimiento, eficacia del desove y otros factores pueden cambiar. Las estructuras de población de la mayor parte de las especies de aguas profundas se conocen en general insuficientemente y, debido a su profundidad, pocas veces pueden aplicarse métodos directos para supervisar la distribución y los movimientos (por ejemplo, el marcado).

Los parámetros de las poblaciones de peces muchas veces son poco conocidos, y variables. Un aspecto que complica todavía más el uso de los modelos de desovantes es que varias especies de aguas profundas (por ejemplo, el reloj anaranjado y la cola de rata azul) no desovan todos los años. Ello significa que la utilización de los datos sobre la fase gonadal para determinar la edad al alcanzar la madurez, o la ojiva de madurez, puede llevar a engaño. En el caso del reloj anaranjado, existe en el otolito una zona de transición que parece marcar el comienzo del desove. En cualquier caso, la frecuencia del desove es importante, en lo que respecta a la proporción de la población disponible cada año para los reconocimientos de la biomasa o la pesquería, sobre todo si la proporción varía de un año a otro. En el mejor de los casos se conoce muy poco sobre las relaciones y niveles de reclutamiento de las especies de aguas profundas, elemento importante para comprender el tamaño de las poblaciones y para la ordenación de las pesquerías sostenibles.

Los métodos químicos y radiométricos han aumentado la confianza en la interpretación de los anillos del otolito de las especies de aguas profundas y han permitido validar mejor el método de determinación de la edad. En ausencia de datos iniciales, quizá se disponga de estimaciones generales sobre la edad y el crecimiento en otras áreas o pesquerías. No obstante, en la mayoría de éstas, se necesita una estimación de la edad y crecimiento a los efectos de estimar la producción.

Hay una necesidad acuciante de comprender los procesos ecológicos que repercuten en la variabilidad biológica pues, de lo contrario, los modelos predictivos pueden ser engañosos. Como mínimo, deberían considerarse las interacciones tróficas y las relaciones entre los peces demersales de aguas profundas y la fuente de energía mesopelágica.

Evaluación de las pesquerías de aguas profundas

Son varias las lagunas en la información que dificultan una evaluación fiable de las especies de aguas profundas. En orden de prioridad, destacan las tres siguientes:

-   Datos de capturas: como mínimo, es fundamental conocer el volumen y ubicación de las capturas. Esta información debe recopilarse a una escala espacial adecuada, dadas las agregaciones localizadas formadas por numerosas especies de aguas profundas. Sería también útil recoger datos sobre las distribuciones de frecuencia de tallas de las especies que constituyen el objetivo de la pesca, y las capturas incidentales de otras especies.

-   Índices válidos de abundancia relativa: si es posible, deberían ser independientes de la pesquería pero, siendo realistas, es probable que sean datos sobre capturas comerciales dependientes de la pesquería. Es sumamente difícil formular interpretaciones “válidas” de los índices al comienzo de una pesquería; no obstante, deberían formularse programas para recopilar datos sobre factores pertinentes, como la relación entre las CPUE comerciales y la abundancia, la selectividad de las pesquerías, la delimitación geográfica de las poblaciones, las pautas de migración y la dinámica de la agregación.

-   Estimaciones de la abundancia absoluta: en definitiva, éstas son necesarias para estimar los rendimientos sostenibles a largo plazo. Pueden obtenerse bien a partir de un reconocimiento independiente de la pesquería que facilite estimaciones de la abundancia absoluta (por ejemplo, un reconocimiento acústico) o un modelo de evaluación que estime la abundancia absoluta tomando como base las capturas y la abundancia relativa.

Otros datos que pueden ser fundamentales para algunas poblaciones y que, cuando se pueda contar con ellos, mejorarán casi siempre la calidad y precisión de las evaluaciones son los siguientes:

-    estimaciones relativas o absolutas de reclutamiento;

-    relación entre tamaño de la población y reclutamiento, y

-    edad.

Aunque la información sobre la edad es esencial para estimar la productividad de la población, no es tan necesario asignar recursos para determinar la edad de poblaciones cuando existe ya información sobre la edad y crecimiento de otras poblaciones de la misma especie. El conocimiento de las edades de los peces (que permite estimar las tasas de crecimiento, la mortalidad natural y, algunas veces, el reclutamiento) fue fundamental para determinar los rendimientos sostenibles de las pesquerías de reloj anaranjado, cuando se iniciaron. Pero sólo cuando se estableció un sistema comprobado de determinación de la edad resultó claro que el reloj anaranjado tenía tasas de crecimiento excepcionalmente lentas, una mortalidad natural baja, una edad elevada al alcanzar la madurez y gran longevidad. La determinación de las edades de otras poblaciones de reloj anaranjado ha demostrado algunas diferencias en estos parámetros, pero no parece que sean suficientes para justificar la puesta en marcha de grandes iniciativas de investigación al respecto, sobre todo si los recursos son limitados. Quizá sea más adecuado conceder mayor prioridad a otras necesidades de datos, como los índices sobre abundancia, y limitarse a adoptar las claves de edad-talla, los parámetros de crecimiento y las estimaciones sobre la mortalidad natural de otras poblaciones semejantes.

Finalmente, para conseguir los objetivos impuestos con frecuencia por los acuerdos internacionales o las políticas nacionales, quizá sea necesario aumentar los programas existentes, o establecer otros nuevos, con el fin de facilitar datos sobre diversos aspectos del ecosistema, como las especies capturadas incidentalmente, otras especies asociadas y los efectos de la pesca en el hábitat. Las pesquerías con especies diversas que presentan grandes dificultades para obtener datos sobre capturas y abundancia desglosados por especies concretas quizá deban evaluarse y ordenarse como aglomeraciones de especies, aplicándose el enfoque precautorio con respecto al establecimiento de los límites de captura o del esfuerzo.

Preocupaciones en la ordenación de las pesquerías de aguas profundas

Puntos de referencia biológicos

Las opciones sobre los puntos de referencia incluyen marcos basados en normas de control que utilicen límites y niveles ideales para los puntos de referencia y procedimientos de ordenación que consideren los sistemas de evaluación y ordenación utilizando varias medidas de las prestaciones para evaluar los resultados. En general, el uso de sistemas de evaluación para deducir procedimientos sólidos de ordenación es una práctica aconsejable; no obstante, en el caso de muchas pesquerías con problemas de información la viabilidad de ese intento resulta cuestionable. En el caso de muchas poblaciones de baja productividad, los niveles de biomasa ideales utilizados para la ordenación varían desde aproximadamente el 30 por ciento hasta el 55 por ciento o más del nivel en ausencia de explotación, y lo que convendría, más que establecer objetivos ideales, es esforzarse por evitar una biomasa más baja (normalmente, el 20 por ciento del nivel no explotado) con una mayor probabilidad (normalmente, el 90 por ciento). Habida cuenta de la incertidumbre de las respectivas evaluaciones y proyecciones, habría divergencias en la biomasa deseada, pero probablemente dentro de los márgenes de los objetivos normalmente adoptados. No obstante, a este respecto algunos científicos consideran que es más aconsejable utilizar puntos de referencia basados en la mortalidad por pesca.

Aplicación del concepto de ecosistema a la ordenación de las pesquerías

Incluso en las pesquerías de aguas profundas, el primer paso más importante para aplicar el concepto de ecosistema a la ordenación pesquera es tener bajo control la mortalidad por pesca de las distintas especies y reducirla a niveles adecuados. Para ello, la evaluación y ordenación de los recursos marinos deben integrarse mejor con los marcos pertinentes de ordenación que garanticen la ordenación eficaz de poblaciones individuales, al mismo tiempo que se consideran los ecosistemas y otras cuestiones ambientales más amplias.

Situaciones en que no se dispone de datos suficientes

En muchas pesquerías de aguas profundas hay poca o ninguna información disponible para determinar las capturas iniciales, evaluar la situación de las poblaciones o estimar los puntos de referencia. La ordenación adaptable puede ser útil pero muchas veces existe cierta tensión entre los procedimientos de ordenación adaptable que claman por más información (y, por lo tanto, exigen que las capturas sean lo bastante elevadas (o lo bastante bajas) como para establecer contrastes en los conjuntos de datos) y la adopción de un planteamiento precautorio, que recomendaría un bajo nivel de capturas para poblaciones de baja productividad. Los procedimientos de ordenación (adaptable) evaluados pueden ser también problemáticos si la información acumulada revela que los supuestos utilizados en los modelos sobre los recursos y la ordenación son insostenibles y deben revisarse. En estas situaciones, el metaanálisis puede ofrecer un medio para obtener los máximos beneficios posibles de los datos mundiales dispersos sobre poblaciones de aguas profundas y las pesquerías y hábitats asociados. Este análisis brindaría un medio para establecer límites iniciales de las capturas para las nuevas pesquerías como base para una ordenación adaptable y/o precautoria.

Planteamiento precautorio

El planteamiento consistente en proceder con cautela y restringir las capturas en las primeras fases de las pesquerías de aguas profundas cuenta con amplio apoyo. En Nueva Zelandia, las nuevas pesquerías del reloj anaranjado han impuesto un límite voluntario de 500 toneledas mientras se recopila información. La Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos del Antártico (CCAMLR) no permite nuevas pesquerías si no están autorizadas expresamente y exige determinadas condiciones, como los procedimientos obligatorios de recopilación de datos. Aunque cada vez existe mayor apoyo a estos planteamientos, se registran todavía rápidos descensos de la biomasa de las poblaciones de baja productividad ya que los recursos, casi invariablemente, se han sobreestimado.

CONSIDERACIONES SOBRE EL ECOSISTEMA EN EL ENTORNO DE LOS MARES PROFUNDOS

Debido a su gran profundidad, su extensión y, hasta hace sólo pocos años, su gran desconocimiento, no es de extrañar que el entorno del mar profundo no haya suscitado preocupación. No obstante, ahora hay muchas pruebas de que la actividad humana está degradando el fondo de los mares profundos y, al mismo tiempo, el hábitat de los peces que viven en él. Entre las causas principales de este daño cabe citar los efectos físicos provocados por los arrastres en el bentos (Koslow et al. 2000) y el vertido en el océano de fangos resultantes del tratamiento de las aguas de alcantarillado; preocupan cada vez más las actividades de exploración petrolífera y, de cara al futuro, la extracción de mineral.

Los reconocimientos realizados en los mares profundos han demostrado la existencia de corales de aguas profundas en el Atlántico septentrional, Pacífico septentrional, sur de Australia y proximidades de Nueva Zelandia, y es prácticamente seguro que están también presentes en otros lugares. En el Atlántico septentrional, el género dominante Lophelia se encuentra en profundidades situadas entre 200–1000m y crece a un ritmo aproximado de 1 mm al año. Los arrecifes más altos han medido 35 m, lo que significa una edad de 8 500 años, y el mayor arrecife de Lophelia tiene más de 13 km de longitud y alcanza los 400m de anchura. Frente a Nueva Escocia, se encuentran corales lejos de la costa a profundidades de más de 200m. Entre las especies conocidas en esa zona se incluyen Paragorgia arborea (Gorgonacea), que puede alcanzar hasta cinco metros de altura, y Primnoa resedaeformis (Paragorgia), que, según comunican los pescadores, crece en formaciones densas cuando no ha sido eliminada por el arrastre demersal.

Estos arrecifes ofrecen refugio a los peces marinos, que en el Atlántico nororiental comprenden especies comerciales, como la gallineta, carbonero, bacalao, congribadejo rosado y brosmio. Los arrecifes han sido tradicionalmente caladeros de pesca abundante para el palangre y la red de enmalle, y la pesca experimental ha demostrado la presencia de caladeros productivos en relación con la presencia de corales de fondo. Están acumulándose pruebas de que el mantenimiento de la estructura de corales del hábitat de fondo es importante para proteger la producción pesquera y, al menos en las aguas menos profundas, la degradación del hábitat por el arrastre de fondo puede provocar un relevo de especies que favorecería a las de menor valor comercial.

Los corales de aguas profundas están expuestos a los daños causados por los arrastres de fondo; por ejemplo, en aguas de Noruega se estima que el 30–50 por ciento de los arrecifes de Lophelia han sido afectados por los arrastres. Se han registrado también daños en otras partes del Atlántico noroccidental, por ejemplo, en el Noroeste de Escocia y en aguas irlandesas, en la zona conocida como Porcupine Seabight y frente a Nueva Escocia, donde se han señalado casos de activa eliminación de corales de fondo. En Australia y Nueva Zelandia se mantiene que las pesquerías que utilizan arrastres demersales han eliminado los corales de las superficies rocosas en los montes marinos, y han desaparecido algunos peces que antes abundaban entre los corales.

Los montes marinos son otro hábitat pesquero que suscita preocupación. Estas formaciones suelen encontrarse en océanos abiertos y son restos de volcanes extinguidos. Su altura oscila entre 500 y 1000m por encima del fondo del mar; algunos llegan hasta pocas decenas de metros de la superficie, mientras que en otros casos los puntos más altos tienen más de un kilómetro de profundidad. La fauna asociada ha sido poco estudiada y es muy heterogénea, pudiendo incluir corales, Cavernularia obesa , esponjas, Pycnogonida y langostas. Muchas de las especies son endémicas de montes marinos concretos ya que forman hábitats aislados. Una vez que han sufrido daños por los artes de pesca, parece que la recuperación puede tardar decenios y hasta siglos.

REFERENCIAS

Andriyashev, A.P. 1953. Ancient deepwater and secondary deepwater fishes and their importance in a zoogeographical analysis. In Notes on Special Problems in Icthyology. Akademiya Nauk SSSR, Ikhtiologicheskaya Kommossiya, Moscow, pp. 58–64. (English translation by A.R. Gosline, Bureau of Commercial Fisheries, USNM, Washington.

Annala, J. H., Sullivan, K.J., y O’Brien, C.J. 1999. Report from the Fishery Assessment Plenary, April 1000: stock assessments and yield estimates. Ministry of Fisheries. 430pp.

Butterworth, D.S. y Brandão, A. 2005. Experiences in Southern Africa in the Management of Deep-sea Fisheries. In Proceedings of the Conference on Management and Governance of Deepwater Fisheries . 1–4 December 2003, Queenstown, New Zealand. In press.

FAO. 2001. Report of the Ad Hoc Meeting on Management of Deepwater Fisheries Resources of the Southern Indian Ocean, Swakopmund, Namibia, 30May–1 June 2001. FAO Fisheries Report No. 652. Rome. FAO. 61pp.

FAO. 2002. Report of the Second Ad Hoc Meeting on Management of Deepwater Fisheries Resources of the Southern Indian Ocean, Fremantle, Western Australa, 20–22 May 2002. FAO Fisheries Report No. 677. Rome. FAO. 106pp.

FAO, 2005. Report on DEEP-SEA 2003; An International Conference on Governance of Deep-sea Fisheries. Queenstown, New Zealand, 1–5 December 2003. FAO Fisheries Report No. 772. Rome, FAO. 84p.

Garibaldi, L y Limongelli L. 2002. Trends in oceanic captures and clustering of large marine ecosystems: two studies based on the FAO capture database. FAO Fisheries Technical Paper . No. 435. Rome, FAO. 71pp.

Koslow, A.J., Boehlert, G.W., Gordon, J.D.M., Haedrich, R.L., Lorance, P. y Parin, N. 2000. Continental slope and deep-sea fisheries: implications for a fragile ecosystem. ICES J. Mar. Sci. , 57: 548–557.

Lehodey, P., Grandperrin, R. y Marchal, P. 1997. Reproductive biology and ecology of a deep-demersal fish, alfonsino Beryx splendens, over the seamounts off New Caledonia. Mar. Biol., 128(1): 17–27

Marshall, N.B. 1954. Aspects of Deep-sea Biology. Hutchinson Press, London. 380pp.

Marshall, N.B. 1979. Developments in Deep-sea Biology. Blandford Press, Poole. 566pp.

Merrett, N.R. y Haedrich, R.L. 1997. Deep-sea Demersal Fish and Fisheries. Chapman & Hall. London. 282 pp.

Smith, P.J. 2000. Managing biodiversity: Invertebrate by-catch in seamount fisheries in the New Zealand Exclusive Economic Zone. NIWA, Wellington, New Zealand. 30p

* FAO, Servicio de Recursos Marinos, Dirección de Recursos Pesqueros.

C4. PESQUERÍAS Y VARIABILIDAD CLIMÁTICA A LARGO PLAZO

Jorge Csirke y Marcelo Vasconcellos *

INTRODUCCIÓN

Una fuente importante de preocupación para pescadores, científicos y administradores de pesquerías que tienen que ver con la mayor parte de las poblaciones de peces silvestres de los océanos es la gran variabilidad de la abundancia de los peces y sus capturas. Ello hace que la planificación, incluso a corto plazo, sea una tarea difícil, ya que en esos casos no basta con tener buenas estadísticas de las capturas pasadas y presentes para hacerse una idea de la producción en los años venideros. La experiencia ha demostrado que todavía se conoce poco acerca de las fluctuaciones naturales de la abundancia de las poblaciones de peces, sus causas y tendencias, y sobre la forma de proceder al respecto.

Se han realizado esfuerzos persistentes para controlar o mitigar las fluctuaciones anuales de las capturas y de la abundancia de poblaciones. Durante varios decenios, los científicos y administradores de pesquerías han realizado grandes esfuerzos por controlar la presión de pesca y resolver el problema de la sobrepesca partiendo del supuesto de que los factores ambientales y las causas naturales de cambio en la abundancia de las poblaciones podrían considerarse como un parámetro aleatorio o constante. No obstante, la proporción relativamente alta de poblaciones ícticas que a lo largo de los años han sido sobreexplotadas y agotadas permite pensar que los intentos de hacer frente al problema de la sobrepesca y de controlar las fluctuaciones de los recursos reduciendo la presión pesquera, siguiendo las enseñanzas de Russell (1931), Beverton y Holt (1957), Ricker (1958), Gulland (1969) y otros, no siempre se han visto coronados por el éxito.

Las causas que han impedido mantener las poblaciones de peces explotadas en condiciones saludables y prevenir o evitar su sobreexplotación y eventual agotamiento son al menos dos: el carácter variable de la Naturaleza y el pobre accionar de la ordenación pesquera y de la toma de decisiones. En varios casos, los grandes e impredecibles cambios naturales en la abundancia de las poblaciones pueden ser responsables del descenso de las poblaciones de peces y el colapso de pesquerías importantes. No obstante, la codicia y la mala gestión, incluida la escasa aplicación y observancia de las orientaciones y regulaciones aceptadas, son también culpables, y muchas veces las únicas culpables, del grave descenso de valiosos recursos pesqueros y del colapso de sus pesquerías. Estos aspectos de la ordenación pesquera, lo mismo que las causas naturales de las fluctuaciones a corto plazo de las poblaciones son de gran trascendencia, pero en las páginas siguientes se hará más hincapié en algunos aspectos relevantes de los cambios climáticos a largo plazo que pueden repercutir en las pesquerías al provocar, con el paso del tiempo, cambios en las poblaciones silvestres de peces que podrían llegar a ser considerables.

FLUCTUACIONES DE LAS PESQUERÍAS A LARGO PLAZO

La FAO organizó en 1983 una importante reunión en la que se consideró el tema de los cambios que afectaban a las poblaciones de peces y a las pesquerías, en que se examinaron y expusieron las diferentes causas del cambio, los patrones de fluctuación, sus posibles explicaciones y la relación con los factores ambientales y las estrategias propuestas de investigación y ordenación (Sharp y Csirke, 1983; Csirke y Sharp, 1985). Inicialmente, los cambios a largo plazo que influyen en las pesquerías se consideraron sobre todo como un problema científico pero, a medida que se desarrollaron las pesquerías mundiales y que se dispuso de registros más numerosos y prolongados, estos cambios han sido objeto de mayor atención por parte de los pescadores, administradores, responsables de la toma de decisiones y formulación de las políticas y el público en general.

El primer informe científico sobre las fluctuaciones a largo plazo en la abundancia del arenque se publicó en 1879 y estaba basado en observaciones realizadas durante el siglo XVI. Ljungman (1879, citado en Lindquist, 1983) describía los llamados “períodos del arenque” en el archipiélago de Bohuslän (Suecia), que duraban entre 30 y 60 años. Desde entonces, han aparecido muchos más informes sobre las fluctuaciones a largo plazo en la pesca de captura marina, siendo de especial interés los intentos de Kawasaki de explicar por qué algunos peces pelágicos tienen grandes fluctuaciones en su número (Kawasaki, 1983). Su informe, en que se muestran los patrones sincronizados de las capturas de las tres principales especies de sardina del Pacífico del género Sardinops desde los primeros años del siglo XX, convenció a la comunidad científica de que había una causa natural detrás de los períodos de gran abundancia seguidos de períodos de niveles muy bajos (Csirke y Sharp, 1985). Las teorías de Kawasaki encontraron confirmación a medida que se ampliaron las pesquerías mundiales y aparecieron más testimonios sobre las fluctuaciones a largo plazo de la abundancia de peces. Esto se muestra, por ejemplo, con la actualización de los datos de captura de las principales sardinas (género Sardinops ) en la Figura C4.1, donde, no obstante, se señala que desde los primeros años noventa la sardina monterrey no sigue la tendencia observada en otras especies cogenéricas en el Pacífico. Las capturas de sardina monterrey alcanzaron un máximo en 2002, último año sobre el que se dispone de datos anuales, mientras que las de sardina sudamericana y japonesa han disminuido fuertemente después de alcanzar sus niveles máximos en 1985 y 1988, respectivamente.

Figura C4.1 - Variabilidads observada a largo plazo de las capturas de Sardina japonesa (Sardinops melanostictus ) en el Pacífico noroccidental, de Sardina monterrey (S. caeruleus ) en el Pacífico centro-oriental y de Sardina sudamericana (S. sagax ) en el Pacífico sudoriental (actualización de Kawasaki, 1983; Csirke, 1995 y FAO, 1997)

Figura C4.1

Parece que hay al menos dos conjuntos de explicaciones razonables del continuado aumento de las capturas de sardina monterrey. Una es la secuencia de clases anuales abundantes, sobre todo en 1998, y la elevada biomasa de las poblaciones frente a las costas de California, que se ha estabilizado en torno a 1 millón de toneladas desde 1999 (Conser et al., 2002). “El Niño” de 1997–98 podría haber influido en ese sentido. Asimismo, hay una intensa pesquería mexicana dentro del Golfo de California (que en los últimos años representa alrededor del 60 por ciento del total de las capturas), mientras que las capturas que se realizan frente a las costas de Ensenada son mucho menores, igual que frente a la costa del Pacífico de los Estados Unidos, donde la pesquería está fuertemente regulada mediante un plan de gestión por cuotas para proteger la población y evitar la sobrepesca. Ambos conjuntos de factores podrían contribuir a retrasar la fase descendente de este ciclo reciente de gran abundancia de sardina monterrey.

Como se describe más adelante, las fluctuaciones a largo plazo de la abundancia y/o captura tambíen se han observado en otras poblaciones importantes del mundo, como bacalaos, salmones y atunes.

Posibles mecanismos causales

Se han intensificado los esfuerzos por relacionar los ciclos de las pesquerías con las señales de la variabilidad climática a largo plazo como medio de identificar los posibles mecanismos causantes de las fluctuaciones de las poblaciones de peces. En los dos últimos decenios ha habido varias iniciativas importantes de investigación tratando de describir y analizar las fluctuaciones a largo plazo en la abundancia de las especies comerciales, y las posibles relaciones entre el clima oceánico y el tamaño de las poblaciones de peces. Uno de los casos mejor documentados es el del aumento repentino, periódico y simultáneo de la abundancia de las poblaciones de sardina mencionadas líneas arriba, y también el de las poblaciones de anchoveta, tanto en los hemisferios norte y sur, que parecen indicar que las poblaciones están reguladas por acontecimientos climáticos mundiales semejantes. Al seguir con sus estudios, Kawasaki (1994) fue uno de los primeros en elaborar más a fondo el concepto de cambios climáticos cíclicos para explicar los ciclos periódicos de las capturas de sardina japonesa en los últimos 350 años.

El análisis de las series cronológicas reconstruidas de las capturas de bacalao en el Atlántico septentrional también ha revelado oscilaciones simultáneas en las poblaciones occidentales y orientales de bacalao, las que probablemente se deben a los mismos mecanismos climáticos (Garrod y Schumacher, 1994; Jonsson, 1994). Otros han analizado posibles vínculos entre el calentamiento global y las fluctuaciones de las poblaciones de peces (Francis, 1990; Glantz, 1990; Regier y Meisner, 1990). Kawasaki (1992) y Lluch-Belda et al. (1992) señalan la dependencia de las capturas de sardina japonesa y sardina monterrey del cambio en la temperatura superficial del aire y del mar en el hemisferio norte. Beamish y Bouillon (1993) mostraron que las fluctuaciones de las capturas de salmón del Pacífico están en consonancia con la dinámica del índice regional de baja presión de las Aleutianas, reconocido como principal factor climático en el Pacífico septentrional. Bakun (1990; 1996) relacionó las fluctuaciones a largo plazo de las pequeñas especies pelágicas con cambios en la intensidad del afloramiento y, según el autor, los cambios climáticos mundiales van acompañados de significativos cambios en la circulación atmosférica y en la intensidad del afloramiento. Como las poblaciones más abundantes de pequeñas especies pelágicas están asociadas con centros de fuerte actividad de afloramiento, cualquier cambio en la intensidad de éste repercutirá considerablemente en la producción primaria de los océanos, y en las capturas de peces en estas áreas. Asimismo, después de analizar series cronológicas a largo plazo de las capturas de atún común en las pesquerías tradicionales del Mediterráneo y el Atlántico durante más de 300 años, Ravier y Fromentin (2001) demostraron que la población de atún rojo del Atlántico presenta fluctuaciones con un período de 100–120 años y también variaciones típicas de unos 20 años. Las fluctuaciones a largo plazo estaban relacionadas fuerte y negativamente con las tendencias en la temperatura. Parece que la mejor manera de explicar la estrecha relación entre las capturas y la temperatura es por los cambios en las patrones de migración del atún común impuestos por modificaciones en las condiciones oceanográficas de las áreas de desove y, por consiguiente, los cambios en su disponibilidad a los artes de pesca empleados (Ravier y Fromentin, 2004).

De acuerdo con su papel de principal organismo especializado de las Naciones Unidas encargado de las cuestiones pesqueras, la FAO ha apoyado varios estudios para mejorar el conocimiento sobre las posibles relaciones entre los cambios en el clima y en las pesquerías, sus causas y mecanismos, así como los posibles usos y aplicaciones de estos nuevos conocimientos para planificar la conservación y desarrollo de las pesquerías. La Consulta de expertos de la FAO que analizó estos cambios (Sharp y Csirke 1983; Csirke y Sharp 1985) fue un intento importante en este sentido. Después se han realizado otros, y entre los más recientes cabe señalar las revisiones de Klyashtorin (2001) y Sharp (2003).

Los cambios en la abundancia de varias especies que muestran fluctuaciones a largo plazo han resultado tener cierta correlación con índices climáticos. Las observaciones a largo plazo de los episodios de aumento repentino de la sardina japonesa y los índices de la temperatura atmosférica (Figura C4.2) han llevado a algunos a afirmar que los cambios periódicos a largo plazo de las capturas de sardina japonesa podrían explicarse por los cambios climáticos cíclicos (Kawasaki, 1994). Más recientemente, Klyashtorin (2001) analizó los datos de capturas de la pesca mundial disponibles en la FAO y de otras fuentes con el fin de explorar las posibles relaciones entre los varios índices climáticos y las capturas de determinados grupos de poblaciones de peces. Desarrolló también un modelo de series de tiempo basado en ciclos climáticos conocidos con la finalidad de pronosticar las posibles tendencias de las principales capturas comerciales en un plazo de 5 a 15 años. Si bien estos pronósticos deben tomarse con gran cautela, sus resultados son lo bastante provocadores e interesantes como para merecer mayor atención y análisis. Las recientes teorías y resultados de Klyashtorin están basadas en el análisis de la posible relación entre los índices de abundancia de los peces, reflejados en las capturas anuales, y los cambios climáticos. En este contexto, el término “cambio climático” hace referencia a los efectos en gran escala y a largo plazo (o el salto de una situación climática a otra) que parecen responder a ciclos deterministas, más que a acontecimientos climáticos individuales, como El Niño, o tendencias a largo plazo como el calentamiento global.

Figura C4.2. Fluctuaciones cíclicas de la temperatura y períodos de aumento repentino de la sardina japonesa (S. melanosticus ), años 1600–2000 (de Klyashtorin, 2001)

Figura C4.2

Los mecanismos causales de la mayor parte de las fluctuaciones periódicas a largo plazo de la abundancia de peces analizados por Klyashtorin son todavía poco claros, y algunas de sus observaciones son sólo hipótesis de trabajo. No obstante, las señales y tendencias de los índices climáticos y de los desembarques históricos observadas en sus estudios son del máximo interés, y deben ser objeto de atenta consideración. De esa manera, es de esperar que se comprendan mejor los mecanismos que regulan el cambio climático y la variabilidad de la producción pesquera a largo plazo y se puedan utilizar para los fines de la ordenación pesquera.

El argumento planteado en la mayor parte de los casos examinados por Klyashtorin es que la biomasa y las capturas son determinadas, en definitiva, por las fluctuaciones climáticas. Ello va en contra de la opinión convencional de la ordenación pesquera, que considera que la biomasa y las capturas son determinadas sobre todo por la presión pesquera y que los efectos ambientales en las poblaciones de peces son fundamentalmente aleatorios o estocásticos. De hecho, lo que los estudios sobre las interacciones clima-pesca han demostrado es que los efectos ambientales en las poblaciones de peces se caracterizan por una larga secuencia de patrones y procesos que suelen formar parte de determinados ritmos o regímenes (Sharp, 2003). Si se dispone de un número suficiente de observaciones sobre las relaciones de causalidad, es de esperar que puedan preverse las transiciones de un régimen a otro.

Se ha propuesto ya (Bakun, 1996) que la intensidad del afloramiento está vinculada con efectos climáticos en gran escala que, en definitiva, repercuten en la tasa de transporte de nutrientes a la capa oceánica superior eutrófica y, por lo tanto, cambiarían la producción primaria y, en consecuencia, la producción pesquera. No obstante, si bien las hipótesis que relacionan el clima con la disponibilidad de nutrientes pueden estar en lo cierto, no hay ninguna prueba directa del mecanismo que los relaciona, y hasta ahora no ha sido posible establecer un modelo definitivo sobre esa posible relación de causalidad. Los estudios de Klyashtorin revelaron una correlación sistemática de índices climáticos y geofísicos con manifestación de importantes procesos relacionados con las pesquerías. Los índices son la anomalía de la temperatura del aire superficial (dT), que es el índice más importante de cambio climático mundial; la longitud del día (LOD), índice geofísico que caracteriza la variación en la velocidad de rotación de la tierra, y el índice de circulación atmosférica (ACI, del inglés “atmospheric circulation index”), que considera los períodos de relativo predominio de transporte direccional de masas de aire a escala hemisférica. El índice de LOD es la diferencia entre la longitud astronómica y la longitud estándar del día. Pueden obtenerse series temporales para calcular el LOD de los registros mantenidos por la Oficina Internacional de Pesas y Medidas (http://www.bipm.org), y las series cronológicas de datos comprenden más de 350 años.

El ACI se calcula tomando como base un sistema de clasificación elaborado por climatólogos rusos. Según este sistema, toda variación observable en la circulación atmosférica se clasifica en tres tipos básicos atendiendo a la dirección de la transferencia de la masa de aire: meridional, occidental zonal y oriental zonal. Las transferencias de masas de aire en cada dirección se calculan a partir de los gráficos diarios de presión atmosférica en la región del Atlántico septentrional y de Eurasia. El índice ACI se define en función del número de días con tipo dominante de circulación atmosférica, que se expresa como anomalía con respecto al promedio a largo plazo.

El análisis espectral de las series cronológicas de dT, ACI y LOD estimadas a partir de observaciones directas disponibles (110–150 años) revela una periodicidad común de 55–65 años (Figura C4.3). El análisis espectral de las series cronológicas reconstituidas de temperaturas superficiales del aire en los últimos 1500 años sugiere una periodicidad semejante (55–60 años). Además, las observaciones del ACI reflejan dos períodos climáticos que se alternan, cada uno de ellos de aproximadamente 30 años de duración, según el predominio de transporte de masas de aire a escala hemisférica (Figura C4.4). Cada período de 30 años corresponde a una “época de circulación” de transferencia de masas de aire meridionales (C) y zonales (W+E). Las épocas zonales corresponden a períodos de calentamiento global y las épocas meridionales a períodos de enfriamiento (Sharp, 2003). Los cambios a largo plazo en los índices de escala mundial (LOD) se han asociado con los cambios en los procesos regionales ocurridos en el Pacífico, como la intensidad del afloramiento local y de la presión a nivel del mar en toda una cuenca (Sharp, 2003). En otras palabras, hay una fuerza directa impulsada por el viento que se produce en sincronía con la LOD y que controla los regímenes cálidos/fríos en el Océano Pacífico. Se sabe que estos regímenes influyen en la fauna marina del Pacífico septentrional, incluidas las grandes poblaciones de pequeñas especies pelágicas. Estudios realizados en los ecosistemas de bordes orientales revelan, por ejemplo, que las anchoas se multiplican durante los períodos de afloramiento costero más frío. Las sardinas prefieren condiciones más cálidas y parece que sobreviven a los períodos de fuerte afloramiento agrupándose en pequeñas colonias alejadas de la influencia de esos afloramientos (Sharp, 2003). Klyashtorin utiliza el ACI y la LOD como índices climáticos convenientes para profundizar la investigación de los cambios periódicos a largo plazo ocurridos en las capturas de las principales especies de peces comerciales.

Figura C4.3. Periodicidad del índice de circulación atmosférica zonal (ACI), valores de la anomalía de la temperatura global (dT) con la tendencia removida y longitud negativa del día (–LOD) con un desfase temporal no modificado (A, parte superior) y con el ACI y - LOD desplazados 4 y 6 años hacia adelante (B, parte inferior) (modificado de Klyashtorin, 2001)

Figura C4.3

Figura C4.3

Figura C4.4. Dinámica de las formas meridional (C) y zonal (WE) del índice de circulación atmosférica (ACI) (A, parte superior) y alternancia de las correspondientes épocas de circulación meridional zonal (B, parte inferior) (de Klyashtorin, 2001)

Figura C4.4

Figura C4.4

CORRELACIÓN CLIMA-PESQUERÍAS

Las evidencias de la relación entre el clima y los desembarques proceden de dos fuentes principales: algunos índices a largo plazo del clima y del tamaño de las poblaciones de peces de hasta 1 700 años que revelan patrones cíclicos así como correlación entre las series; y, las fluctuaciones en las capturas de 12 especies comerciales principales en el Atlántico y el Pacífico, que se ha sincronizado desde 1900, en correspondencia con los índices climáticos durante el mismo periodo. Las series tanto a largo como a corto plazo parecen tener un ciclo común. La periodicidad más pronunciada de fluctuaciones a largo plazo en las capturas para todas las series cronológicas (con exclusión de las anchoas) varía entre 54 y 58 años. Los ciclos climáticos correspondientes (tanto medidos como reconstruidos) van desde 50 hasta 65 años (con un promedio de 56 años). Otros ciclos menos significativos (fluctuaciones de 13 y 20 años en la temperatura del verano) pueden ser también interesantes, pero hasta ahora no se ha encontrado ninguna correlación confiable entre estos ciclos y las fluctuaciones de las capturas comerciales.

Teniendo en cuenta las peculiaridades de su dinámica a largo plazo, Klyashtorin dividió las 12 especies examinadas en dos grupos. El primero formado por la sardina japonesa, la sardina monterrey, la sardina sudamericana, el salmón del Pacífico, el colín de Alaska, el jurel chileno y la sardina europea. Las series cronológicas de capturas de estas especies acusan un máximo en los últimos años de la década de los treinta y primeros noventa y un mínimo en los sesenta. El segundo grupo está formado por el bacalao del Atlántico, el arenque del Atlántico y del Pacífico, la sardina de Africa austral y la anchoveta peruana. Este revela un ciclo de producción de fase opuesta, con capturas máximas en la década de los años sesenta y mínimas en los años treinta y noventa. Mientras que las capturas del primer grupo (Figura C4.5) están estrechamente relacionadas con el ACI zonal, las del segundo (Figura C4.6) lo están con la curva del ACI meridional.

Figura C4.5. Capturas anuales de sardina japonesa (A, parte superior) y salmón del Pacífico (B, parte inferior) en relación con el índice de circulación atmosférica (ACI) zonal (de Klyashtorin, 2001)

Figura C4.5

Figura C4.5

Figura C4.6. Capturas anuales de bacalao del Atlántico (A, parte superior) y arenque del Pacífico (B, parte inferior) en relación con el índice de circulación atmosférica (ACI) meridional (de Klyashtorin, 2001)

Figura C4.6

Figura C4.6

Entre los ciclos a largo plazo, las crónicas japonesas contienen información histórica sobre la abundancia de las sardinas japonesas en los últimos 400 años (Figura C4.2). Los cambios en la disponibilidad y abundancia de sardinas frente a las costas del Japón llevaron al desarrollo de algunas aldeas pesqueras en el litoral, así como al colapso de otras. La longitud media del ciclo es de unos 60 años, y las fases de gran abundancia suelen coincidir con períodos atmosféricos más cálidos.

En aguas situadas frente a la costa de California, las condiciones anaeróbicas en los sedimentos estratificados estacionalmente han conservado las escamas de los peces de poblaciones de pequeñas especies pelágicas. A partir de esos sedimentos pudieron reconstruirse dos series cronológicas del índice de abundancia para las poblaciones de sardina y anchoa en los últimos 1700 años (Baumgartner, Soutar y Ferreira-Bartrina, 1992). Aunque demuestran grandes fluctuaciones, estas series cronológicas no presentan claras diferencias entre el período inicial, en que la pesca era insignificante, y los años más recientes, en que la explotación es mucho más intensa.

El análisis de las series a largo plazo de las escamas de los sedimentos indicaba dos oscilaciones principales en la abundancia de la sardina: una tendría lugar cada 54–57 años, y la otra cada 223–273 años. La primera es semejante a la observada en la temperatura del aire, medida a partir de muestras o testigos (ice cores) de hielo fósiles, y en la biomasa de la sardina, haciéndolo especialmente importante para los pronósticos pesqueros. Los períodos de fluctuación dominantes en el caso de las sardinas son de unos 100, 70 y 55 años de duración. El aumento de la abundancia de sardina y de anchoa parecen estar asociados, respectivamente, con los dos regímenes atmosféricos (épocas zonales y meridionales) que se han mencionado ya, lo que indica que estas dos especies pueden verse favorecidas por condiciones climáticas diversas. No obstante, a diferencia de otras especies pelágicas comerciales, en el caso de la anchoveta la dinámica habitual dependiente del clima se ve fuertemente perturbada cada 10–15 años por episodios fuertes de El Niño, por lo que no es fácil prever la futura dinámica de las capturas de esta especie considerando una curva “media” suavizada. En los años donde no se registra El Niño aproximadamente el 70–90 por ciento del total de las capturas de anchoas en el Pacífico es de anchoveta peruana.

Es razonable suponer que las capturas tendrían una mayor correlación con los correspondientes índices climáticos regionales que con los de alcance más global. No obstante, los resultados obtenidos por Klyashtorin (2001) indican que la dinámica de las capturas de las principales especies comerciales del Pacífico (salmón del Pacífico, sardina japonesa, sardina monterrey, sardina sudamericana, colín de Alaska y jurel chileno) presenta mejor correlación con los índices climáticos globales dT y ACI que con sus correspondientes índices regionales. Todavía no se ha encontrado una explicación para ello.

Una posible justificación de la débil correlación con los índices regionales es la tendencia, en los análisis del clima y las pesquerías, a integrar datos de regiones muy amplias y de poblaciones separadas geográficamente. Así parece ocurrir con las poblaciones de salmón del Pacífico. Analizando las tasas de reclutamiento de múltiples poblaciones de salmón de diferentes cuencas en la Columbia Británica y Alaska, Peterman et al. (1998) llegaron a la conclusión de que las causas ambientales de la variación en las tasas de supervivencia funcionan sobre todo a escala espacial regional. Demostraron, por ejemplo, que el cambio decenal de la productividad en los años setenta, tal como propone Klyashtorin, ocurrió únicamente en las poblaciones de salmón de determinadas cuencas hidrográficas. Ello indica que algunos procesos ambientales importantes que influyen en la supervivencia del salmón afectan a toda una región, más que a una cuenca oceánica. En el caso de las poblaciones de salmón del Pacífico las causas de los cambios en la productividad son resultado de una combinación de procesos registrados tanto en el agua dulce como en el agua marina, que todavía no se comprenden completamente.

POSIBILIDADES DE HACER PRONÓSTICOS

Una característica particularmente interesante de las correlaciones entre los índices dT, LOD y ACI es que, aunque las curvas son semejantes en su forma, los cambios en dT suelen rezagarse con respecto a LOD unos seis años (Figura C4.3) y unos cuatro años en relación con el ACI. Esta coincidencia hace posible prever la dinámica de dT al menos con seis años de anticipación. El desfase observado entre los índices climáticos, su patrón recurrente en el pasado y su oscilación sincrónica con la producción pesquera han llevado a Klyashtorin a pronosticar los cambios en el clima y en las poblaciones marinas.

Suponiendo que la correlación observada en el pasado entre capturas de peces y regímenes atmosféricos se mantengan en el futuro, Klyashtorin trata de pronosticar las capturas totales de un grupo seleccionado de especies comerciales principales fijando los períodos del ciclo en 55, 60 y 65 años (tomando como base el ciclo climático) en vez de recurrir a estimaciones de la longitud del ciclo a partir de series cronológicas de capturas relativamente breves. Sus análisis sugieren que se estaría produciendo un cambio entre los dos regímenes atmosféricos alternativos. En consecuencia, siempre que se mantenga la sincronía observada entre las épocas relativas a los peces y al clima y que el esfuerzo de pesca no cambie de forma sustancial, cabría esperar que la producción de algunas importantes especies comerciales disminuirá durante el próximo decenio en el Pacífico septentrional y aumentará en el Atlántico septentrional (Figura C4.7). El pronóstico de las capturas de las especies comerciales principales en los próximos 30–40 años es en gran parte independiente de la periodicidad que se escoja entre la escala de 55 a 65 años. Se podría esperar que especies como el arenque del Atlántico y del Pacífico, el bacalao del Atlántico, la sardina sudafricana, la anchoveta y la anchoíta japonesa aumentarán en 2000–2015, para disminuir posteriormente. Durante el mismo periodo, el total de las capturas de especies como la sardina japonesa, sardina sudamericana, sardina monterrey y sardina europea, salmón del Pacífico, colín de Alaska y jurel chileno disminuirán, para luego aumentar. En conjunto, el total de las capturas de las principales especies comerciales mundiales consideradas en los análisis, y que representan aproximadamente un tercio de los desembarques de capturas marinas en todo el mundo, podrían aumentar 5,6 millones de toneladas para el año 2015, y luego disminuirían 2,8 millones de toneladas para 2030, debido únicamente a los efectos climáticos.

CAUTELA Y LIMITACIONES

Klyashtorin llega a la conclusión de que la periodicidad climática sirve como base para predecir la producción y capturas de las especies comerciales principales. No obstante, advierte de que su modelo es aplicable únicamente a las especies abundantes (capturas comerciales >1–1,5 millones de toneladas) y distribuidas en grandes áreas, como el Pacífico septentrional y el Atlántico septentrional en su conjunto. Otra limitación destacada por el autor es que los pronósticos sólo serán válidos en el supuesto de que la intensidad de la pesca comercial no cambie sustancialmente con respecto al promedio de los últimos 20–25 años.

Como indica Sharp (2003), un requisito importante para estudiar sistemas complejos, como la integración entre clima y pesquerías, es la existencia de planes razonables de seguimiento, aplicados durante períodos lo bastante largos para que puedan reproducir toda la dinámica del sistema. En las pesquerías hay muy pocos casos en que las series cronológicas abarquen más de uno o dos ciclos completos de aumento y descenso de las poblaciones implicadas. Son todavía menos los casos que van acompañados de observaciones de los sistemas que los afectan de manera directa o indirecta. La escasez de datos es, según Sharp (2003), uno de los principales problemas que limitan la capacidad de pronóstico del efecto del clima en las pesquerías. Para complicar las cosas todavía más, la mayoría de los datos sobre la pesca utilizados en los análisis climáticos son de los 50 últimos años, período, que, según el autor, se distingue por su falta de dinámica y baja variación en comparación con los registros seculares o registros de series de tiempo más largos.

Figura C4.7. Cambios observados (1920–1998) y previstos (2000–2040) en las capturas de algunas especies comerciales principales en el Atlántico septentrional y el Pacífico septentrional (basado en Klyasthorin, 2001)

Figura C4.7

Es también importante considerar que los 50 años de datos disponibles para la mayor parte de las poblaciones examinadas por Klyashtorin (2001) son de un período caracterizado por los cambios más drásticos en el esfuerzo de pesca y en las tecnologías para la localización y captura de los peces. Estos cambios permitieron la expansión de las pesquerías a áreas donde hasta entonces no se había practicado la pesca, y con una eficiencia mucho mayor. El análisis de las tendencias de las capturas durante este período debe tener en cuenta esos efectos. Finalmente, en cuanto componentes de los ecosistemas, las poblaciones de peces están asociadas con otras especies a través de relaciones depredador-presa y otros tipos de interacciones, por lo que es de prever que la remoción de una biomasa considerable de peces por la pesca produzca respuestas positivas y negativas en la producción de otros recursos, que pueden ser a su vez el objetivo de pesquerías comerciales. En las obras publicadas hay muchos ejemplos de cambios en la dominancia de especies como posible resultado de la competencia y la depredación. Por ejemplo, Fogarty y Murawski (1998) presentaron pruebas de que una reducción de más del 50 por ciento de la biomasa de gádidos y platijas en el Banco Georges debido a que la pesca ha dado lugar a un aumento de la abundancia de galludos y rayas. Se han realizado intentos de asociar las alternancias observadas entre especies de sardina y anchoveta con los mecanismos tróficos y la sobrepesca. Las hipótesis más frecuentemente mencionadas en los estudios son la competencia por el alimento y la depredación por parte de las anchovetas/sardinas adultas de las primeras fases del ciclo vital de las especies competidoras (Vasconcellos, 2000).

En resumen, las posibles tendencias de las capturas pesqueras durante los últimos 50 años deberían considerarse como resultado de la integración de procesos humanos (la pesca), ecológicos y climáticos en las poblaciones de peces, pero se desconoce su importancia relativa. Estos procesos se confunden en las series cronológicas de estadísticas sobre capturas, por lo que toda revisión y correlación basada en estos datos debería considerarse con cautela.

REPERCUSIONES EN LAS POLÍTICAS

Los cambios climáticos pueden tener efectos en las pesquerías tanto a corto como a largo plazo. Si bien la pesca han desarrollado mecanismos para hacer frente a las variaciones ambientales a corto plazo (por ejemplo, calendarios de actividades estacionales), son los componentes a largo plazo de la variabilidad (de años a decenios) los que menos se conocen, y normalmente resultan imprevisibles y más influyentes para la sostenibilidad pesquera.

La posibilidad de prever los cambios a largo plazo de las capturas mundiales, tomando como base índices observables de variabilidad climática a largo plazo, suscita justificadas expectativas y preocupaciones desde los puntos de vista científicos, económicos y normativos. Las organizaciones encargadas de la ordenación suelen suponer que la presión pesquera es la que más influencia la productividad y el tamaño de las poblaciones de peces a largo plazo. Normalmente se acepta que una ordenación adecuada podría mantener la población explotada en un tamaño compatible con un alto volumen sostenible de capturas, y que las consecuencias habituales de la mala ordenación son poblaciones reducidas - e incluso agotadas- y rendimientos más bajos. El reconocimiento de que efectos deterministas a largo plazo provocados por el clima en la abundancia de algunas especies clave son o podrían ser tan importantes como se sugiere, obligaría a revisar las estrategias y los objetivos de investigación y ordenación pesqueras referidos a las especies en cuestión así como a las especies relacionadas. Las respuestas de la ordenación a las fluctuaciones a corto plazo tendrían que tener en cuenta la posibilidad de fluctuaciones deterministas a largo plazo. Los objetivos de ordenación a largo plazo, que normalmente suponen inversiones de capital y desarrollo social y de infraestructura, se beneficiarían también al tener en cuenta los efectos climáticos a largo plazo.

En general, los aumentos y descensos de la producción pesquera causados por factores climáticos deterministas no parecen ser de gran importancia global, ya que el aumento de un grupo de poblaciones en una región tiende a equilibrarse con la disminución de otro grupo en una región diferente. No obstante, el hecho de que los cambios climáticos a largo plazo puedan determinar aumentos importantes y prolongados de la producción pesquera de algunas poblaciones en determinadas áreas, y descensos equivalentes en otras poblaciones y áreas, debe ser objeto de seria consideración ya que inevitablemente los efectos de alcance local y regional serán grandes. Por ejemplo, en la actualidad, los grandes flujos internacionales del mercado van de los países en desarrollo hacía las áreas desarrolladas (es decir, de sur a norte), pero las oscilaciones de la producción entre el Atlántico septentrional y el Océano Pacífico podrían provocar cambios en esos flujos comerciales. Dichos cambios tendrían efectos significativos en los mercados nacionales y regionales, aun cuando el suministro mundial total tendiera a permanecer estable. Es también de prever que los cambios en las inversiones y en los movimientos de las flotas (y en los acuerdos pesqueros) seran mayores de lo que podrían indicar las cifras totales acumuladas de desembarques mundiales.

Este análisis no ha tenido en cuenta el cambio climático antropogénico y sus posibles efectos en la producción pesquera. No obstante, como los datos disponibles parecen indicar que hay una relación entre producción pesquera y clima, es clara la necesidad de incluir los efectos del calentamiento global en las posibles proyecciones. Los resultados registrados revelan que los cambios climáticos podrían tener considerables efectos positivos y negativos en algunas, por no decir en la mayoría, de las poblaciones de peces comerciales más importantes.

Un elemento importante de la interacción entre pesquerías y clima es la incertidumbre. En este contexto, una cuestión de política normativa importante es cómo deberían formularse las estrategias de ordenación para hacer frente a la incertidumbre sobre los futuros cambios climáticos que repercuten en las poblaciones ícticas. Parece que en general se ha llegado al consenso de que un elemento fundamental de sistemas humanos duraderos y que estan basados en la explotación de recursos en un entorno cambiante es la adaptabilidad (IPCC, 2001). La adaptabilidad de las pesquerías al cambio climático puede estar basada en mecanismos formales e informales. Por políticas formales se entienden las iniciativas adoptadas por los gobiernos - como leyes, reglamentos e incentivos- para imponer o facilitar cambios en los sistemas socioeconómicos, con el fin de reducir la vulnerabilidad al cambio climático. En cuanto a la adaptación informal, las comunidades pesqueras han encontrado modos de aumentar sus posibilidades de éxito y supervivencia en un entorno cambiante. Las estrategias de adaptación comunitarias incluyen la flexibilidad en los patrones estacionales de pesca, el establecimiento de redes para compartir alimentos y otros recursos y el comercio intercomunitario (Berkes y Jolly, 2001). El objetivo de las políticas y estrategias adaptativas de ordenación es reducir la vulnerabilidad y sin duda las investigaciones sobre la vulnerabilidad pesquera a los cambios climáticos presentes y futuros pueden contribuir a la formulación de políticas de adaptación más acertadas.

La ordenación pesquera en condiciones de incertidumbre climática también puede beneficiarse del uso de procedimientos de evaluación y gestión de riesgos y de la adopción de un planteamiento precautorio (Cochrane, 2002). En este caso concreto, el tipo de riesgo que debería ser objeto de evaluación y gestión sería la probabilidad de que las poblaciones explotados caigan por debajo de umbrales mínimos aceptados como consecuencia del clima y de la pesca. Entre las alternativas para el caso de recursos y pesquerías muy variables, se sugiere una estrategia que refuerce la protección del recurso en períodos de baja abundancia y/o cuando cae por debajo de un determinado umbral, y permita que la pesca se expanda cuando la abundancia es elevada (MacCall, 1980; Csirke, 1985, 1987). Con ello se debería ofrecer suficiente protección contra el agotamiento provocado por la pesca, mientras se permitiría la expansión de la pesca para aprovechar al máximo las épocas de gran abundancia. Sin embargo, este enfoque requiere información oportuna y confiable sobre lo que va a ocurrir más adelante y la capacidad de los administradores y pescadores para adaptarse oportunamente a esos cambios, y en ausencia de estos requisitos sólo se agravaría la incertidumbre subyacente. Pero la gestión de riesgos consiste en buena parte en encontrar y adoptar decisiones que sean más robustas frente a las incertidumbres sobre los futuros regímenes climáticos y la falta de conocimientos. Una estrategia sólida es aquella que minimiza las posibilidades de que una decisión produzca resultados desastrosos, teniendo en cuenta las lagunas informativas existentes. En este sentido, se ha propuesto que en muchos casos una estrategia sólida para hacer frente a las incertidumbres creadas por los efectos climáticos en las poblaciones de peces marinos es la adopción de una norma que mantenga una tasa de captura constante, en la que se permita extraer anualmente una proporción fija de la población (Walters y Parma, 1996).

Las estrategias de ordenación también deberían permitir una rápida adaptación en el caso de que el sistema no responda en la forma sugerida por las evaluaciones, sin provocar trastornos económicos y sociales innecesarios (Cochrane, 2002). El enfoque precautorio, por otro lado, establece los principios generales que deberán adoptarse cuando se incorporan las incertidumbres existentes en las decisiones de ordenación. De acuerdo con este enfoque, cuando hay incertidumbres sobre la capacidad productiva de las poblaciones debería darse prioridad a la conservación. Un ejemplo de medidas precautorias para las poblaciones caracterizadas por regímenes de productividad cambiantes de larga duración es la adopción de medidas conservadoras y ajustar los planes de inversión considerando la alta productividad pesquera en un régimen precedente como límite. La precaución significa evitar cambios que pueden ser potencialmente no reversibles y la identificación anticipada de resultados indeseables así como de las medidas no para evitarlos o corregirlos sin demora.

Finalmente, el éxito de toda estrategia de ordenación para hacer frente a la variabilidad climática depende de la información. Uno de los grandes obstáculos para comprender las causas de las variaciones regionales en la producción pesquera y pronosticar los regímenes futuros es la falta de datos que cubren períodos de tiempo suficientemente largos. La información sobre los cambios y efectos del pasado contribuye también en gran manera al fortalecimiento de las instituciones de ordenación con la necesaria flexibilidad y capacidad de adaptación, ya que las expectativas sobre los cambios futuros suelen entenderse mejor si hay un claro paralelo con experiencias pasadas (IPCC, 2001). Para contar con información más abundante y de mejor calidad sobre las interacciones pesquerías-clima se requiere: mejorar los esquemas de seguimiento de las pesquerías, desarrollar sistemas integrados de muestreo de las características físicas y biológicas de los océanos, incluyendo la abundancia de las etapas tempranas del ciclo de vida de los peces, avances en el modelaje de circulación oceánica y los ecosistemas, así como la recopilación de datos sobre los efectos sociales y económicos de la variabilidad y los extremos climáticos.

REFERENCIAS

Bakun, A. 1990. Global climate change and intensification of coastal ocean upwelling. Science , 247: 198–200.

Bakun, A. 1996. Ocean processes and marine population dynamics. California Sea Grant and Centro de Investigaciones Biologicas, La Paz, Mexico. 323p.

Baumgartner, T.R., A. Soutar y Ferreira-Bartrina, V. 1992. Reconstruction of the history of Pacific sardine and northern anchovy populations over the past two millennia from sediments of the Santa Barbara Basin, California. CalCOFI Report , 33: 24–40.

Beamish, R.J. y Bouillon, D.R. 1993. Pacific salmon production trends in relation to climate. Can. J. Fish. Aquat. Sci. , 50: 1002–1016.

Berkes, F. y Jolly, D. 2001. Adapting to climate change: Social-ecological resilience in a Canadian western Arctic community. Conservation Ecology, 5(2): 18p.

Beverton, R.J.H. y Holt, S.J. 1957. On the dynamics of exploited fish populations. Fishery Invest. , Lond., Series 2, 19: 533p.

Conser, R.J. Hill, K.T. Crone, P.R. Lo, N.C.H. y Bergen, D. 2002. Stock assessment of Pacific sardine with management recommendations for 2003 . Executive Summary. Pacific Fishery Management Council, October 2002. 11p.

Cochrane, K.L. 2002. A fishery manager's guidebook. Management measures and their application. FAO Fisheries Technical Paper, No. 424: 231p.

Csirke, J. 1985. Informe del grupo de trabajo sobre implicaciones e interacciones de la ordenación de la pesca. In G.D.Sharp y J. Csirke (eds). Actas de la Consulta de Expertos para examinar los cambios en la abundancia y composición por especies de recursos de peces neríticos. San José, Costa Rica, 18–29 abril 1983. pp. 67–90. FAO Informe de pesca, No. 291 Vol.1: 102p.

Csirke, J. 1987. The patagonian fishery resources and the off-shore fisheries in the South-West Atlantic. FAO Fisheries Technical Paper, No. 286: 75p.

Csirke, J. 1995. Fluctuations in abundance of small and midsize pelagics. In C. Bas, J.J.Castro y J.M. Lorenzo eds. International Symposium on Middle-Sized Pelagic Fish. Sci. Mar. , 59: 481–492 (see also erratum: Sci. Mar. 60: 431).

Sharp, G.D. y Csirke, J. (eds). 1985. Actas de la Consulta de Expertos para examinar los cambios en la abundancia y composición por especies de recursos de peces neríticos. San José, Costa Rica, 18–29 abril 1983. FAO Informe de pesca, No. 291 Vol.1: 102 pp.

Fogarty, M.J. y Murawski, S.A. 1998. Large-scale disturbance and the structure of marine systems: fishery impacts on Georges Bank. Ecological Applications , 8(1): 6–22.

Francis, R.C. 1990. Climate change and marine fisheries. Fisheries (Bull. Amer. Fish. Soc.) , 15(6): 7–10.

Garrod, D.J. y Schumacher, A. 1994. North Atlantic cod: the broad canvas. ICES Mar. Sci. Symposium , 198: 59–76.

Glantz, M.H. 1990. Does history have a future? Forecasting climate change effects on fisheries by analogy. Fisheries (Bull. Amer. Fish. Soc.) , 15(6): 39–45.

Gulland, J.A. 1969. Manual of methods for fish stock assessment. Part 1. Fish population analysis. FAO Manual in Fisheries Science. , (4): 154 pp.

IPCC. 2001. Climate Change 2001: Synthesis Report. Summary for Policymakers. 34 pp.

Jonsson, J. 1994. Fisheries off Iceland, 1600–1900. ICES Mar. Sci. Symposium , 198: 3–16.

Kawasaki, T. 1983. Why do some pelagic fishes have wide fluctuations in their numbers? - Biological basis of fluctuation from the viewpoint of evolutionary ecology. In G.D. Sharp y J.Csirke (eds). Actas de la Consulta de Expertos para examinar los cambios en la abundancia y composición por especies de recursos de peces neríticos. San José, Costa Rica, 18–29 abril 1983, pp. 1065–1080. FAO Informe de pesca, No. 291(3): 557–1224. E/S

Kawasaki, T. 1992. Climate-dependent fluctuations in far eastern sardine population and their impact on fisheries and society. In M. Glantz (ed.) Climate variability, climate change and fisheries , pp. 325–355. Cambridge Univ. Press.

Kawasaki, T. 1994. A decade of the regime shift of small pelagics. FAO Expert Consultation (1983) to the PICES III (1994). Bull. Japanese Soc. Fish. Ocean , 58: 321–333.

Klyashtorin, L.B. 2001. Climate change and long-term fluctuations of commercial catches: the possibility of forecasting. Rome, FAO Fisheries Technical Paper, No. 410: 86 pp.

Lindquist, A.V. 1983. Herring and sprat: fishery independent variations in abundance. In G.D. Sharp y J.Csirke (eds). Actas de la Consulta de Expertos para examinar los cambios en la abundancia y composición por especies de recursos de peces neríticos. San José, Costa Rica, 18–29 abril 1983, pp. 813–821. FAO Informe de pesca, No.291(3): 557–1224. E/S

Ljungman, A.V. 1879. Bidrag till lösningen of fragan om de stora sillfiskenas sekulära periodicitet. Nord. Tidskr. f. Fiskeri : pp. 257–268.

Lluch-Belda, D. Hernandez-Vazquez, S., Salinas-Zavala, C. y Shwartzlose, R. 1992. The recovery of the California sardine as related to global change. Calif. Coop. Oceanic Fish. Invest. Rep. , 33: 50–59.

MacCall, A.D. 1980. Population models for the northern anchovy (Engraulis mordax ). Rapp. P.-V. Réun. CIEM , 177: 282–306.

Peterman, R.M., Pyper, B.J., Lapointe, M.F., Adkison, M.D. y Walters, C.J. 1998. Patterns of covariation in survival rates of British Columbian and Alaskan sockeye salmon (Oncorhynchus nerka ) stocks. Can. J. Fish. Aquat. Sci. , 55: 2503–2517.

Ravier, C. y Fromentin, J.M. 2001. Long-term fluctuations in the eastern Atlantic and Mediterranean bluefin tuna populations. ICES Journal of Marine Science, 58: 1299–1317.

Ravier, C. y J-M. Fromentin, J.M. 2004. Are the long-term fluctuations in Atlantic bluefin tuna (Thunnus thynnus ) population related to environmental changes. Fisheries Oceanography , 13(3): 145–160.

Regier, H.A. y Meisner, J.D. 1990. Anticipated effects of climate change on freshwater fishes and their habitats. Fisheries (Bull. Amer. Fish. Soc.) , 15(6): 10–15.

Ricker, W.E. 1958. Handbook of computations for biological statistics of fish populations. Bull. Fish. Res. Bd. Can. , 119: 300 pp.

Russell, E.S. 1931. Some theoretical considerations on the overfishing problem. J.Cons. Perm. Int. Explor. Mer. , 6(1): 3–27

Sharp, G.D. 2003. Future climate change, and regional fisheries: a collaborative analysis. FAO Fisheries Technical Paper, No. 452: 75 pp.

Sharp, G.D. y Csirke, J. (eds). 1983. Actas de la Consulta de Expertos para examinar los cambios en la abundancia y composición por especies de recursos de peces neríticos. San José, Costa Rica, 18–29 abril 1983. FAO Informe de pesca, No. 291 Vols.2–3: 1224. E/S

Vasconcellos, M.C. 2000. Ecosystem impacts of fishing forage fishes. An analysis of harvesting strategies for the Brazilian sardine. PhD Thesis. University of British Columbia. Canada. 190 pp.

Walters, C.J. y Parma, A.M. 1996. Fixed exploitation rate strategies for coping with effects of climate changes. Can. J. Fish. Aquat. Sci. , 53: 148–158.

* FAO, Servicio de Recursos Marinos, Dirección de Recursos Pesqueros.


Página precedente Inicěo de página Página siguiente