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Tendencias actuales de la agrosilvicultura: tenencia de la tierra, agricultura migratoria y agricultura viable

J.B. Raintree

J.B Raintree trabaja en el Consejo Internacional para la Investigación en Agrosilvicultura (CIIAS) de Nairobi. El presente articulo se basa en un trabajo que presentó al Seminario consultivo internacional sobre cuestiones de tenencia de la tierra en la agrosilvicultura, patrocinado por la Fundación Ford y celebrado en Nairobi del 27 al 31 de mayo de 1985.

LA AGRICULTURA DE MONTAÑA EN TAILANDIA los arboles aumentan la productividad agrícola

«La agrosilvicultura es un término colectivo que abarca los sistemas y tecnologías para el aprovechamiento de las tierras, en la cual se combinan deliberadamente especies leñosas perennes (árboles, arbustos, palmas, bambú, etc.) con cultivos herbáceos y/o animales, en la misma unidad de gestión, en alguna forma de distribución espacial o secuencia cronológica. En los sistemas agroforestales existen interacciones ecológicas y económicas entre los distintos componentes» (tomado de Lundgren, 1982).

· Hoy día muchas personas abrigan grandes esperanzas en relación con la agrosilvicultura, que, en parte, parecen estar justificadas por razones tecnológicas. Sin embargo, si se quiere que los actuales esfuerzos para comprender, desarrollar y difundir la tecnología agroforestal permitan colmar siquiera una parte razonable de esas esperanzas, su desenvolvimiento, como rama reciente de las ciencias aplicadas, debe tener lugar con una clara visión del contexto humano de las mejoras en el aprovechamiento de las tierras que se supone podrán lograrse.

La finalidad de este articulo es dar una idea del alcance y la función potencial de la agrosilvicultura, como telón de fondo para el examen de las cuestiones referentes a la tenencia de la tierra. La principal hipótesis que se formula es que las interacciones entre las cuestiones agroforestales y las de tenencia se pueden dividir en dos categorías: en primer lugar los factores relativos a la tenencia pueden imponer limitaciones a la realización de los beneficios ecológicos y socioeconómicos potenciales de la agrosilvicultura en muchos sistemas de utilización de la tierra; en segundo lugar, la agrosilvicultura puede brindar medios para resolver o mitigar algunos de los actuales problemas de la tenencia. No cabe duda de que las cuestiones relacionadas con ésta son mucho más variadas y complejas de lo que da a entender el presente articulo. Lo que se ha tratado de hacer es centrar la atención en algunos de los importantes cambios en la tenencia que surgen en relación con las principales tendencias en el uso de las tierras tropicales para fines de desarrollo. Esos cambios se consideran después en una perspectiva ecológica y evolutiva.

Desde el punto de vista de la ejecución de proyectos hay fundamentalmente dos formas de plantear la agrosilvicultura: integrar a los árboles en los sistemas agrícolas, o integrar a los agricultores en las actividades forestales.

Unos componentes forestales debidamente seleccionados pueden contribuir a la productividad y viabilidad de los sistemas de explotación agrícola en las tierras marginales, y ello de varios modos: aumentando la producción de materia orgánica; manteniendo la fertilidad del suelo; reduciendo la erosión; conservando aguas y creando un microclima más favorable para el conjunto formado por cultivos y ganado. Esas «funciones de servicio» complementan las «funciones de producción» directas que los árboles podrían también desempeñar al servir como fuente de alimentos, forraje, leña, materiales de construcción y otras materias primas para las industrias rurales. La agrosilvicultura también es importante en las prácticas tradicionales de aprovechamiento de las tierras al maximizar y diversificar la productividad, incluso de los suelos sumamente fértiles. Los sistemas agroforestales intensivos se aplican más comúnmente en las zonas con una larga historia de presión demográfica, lo cual indica su eficiencia general como sistema de utilización de la tierra.

Independientemente de que se trate de tierras marginales o de suelos con gran potencial, los sistemas agroforestales diversificados pueden ser la forma más apropiada de utilización del suelo cuando las limitaciones impuestas por el régimen de tenencia, la falta de una infraestructura de comercialización o una economía política desfavorable exigen que los pequeños productores, al tratar de reducir los riegos, se esfuercen por satisfacer la mayoría de sus necesidades básicas directamente con los recursos de tierras a su disposición (Lundgren y Raintree, 1983).

Todos los sistemas de aprovechamiento de tierras tropicales comportan diversos grados de «pérdida» por lo que respecta al funcionamiento del ciclo de nutrientes del conjunto suelo - vegetación (Nair, 1984), aunque sistemas como los arrozales de regadío, los cultivos arbóreos permanentes y los bosques son intrínsecamente más viables que otros. Un axioma fundamental de la agrosilvicultura es que los árboles ofrecen buenas posibilidades para colmar muchas de las lagunas de los sistemas de explotación agrícola tropical. La medida en que se puedan colmar puede ir desde escasa (plantación intersticial limitada) hasta casi completa (como en el modelo de huertos). Esencialmente, la decisión acerca de cuántos árboles y qué tipo de ellos es rentable agregar a la estructura existente en la utilización de la tierra depende de los «huecos» apropiados para árboles que haya. En ese sentido un hueco agroforestal tiene tres componentes: un papel funcional en el sistema de utilización de la tierra; un lugar en el paisaje general, y un momento en el ciclo de vida de un sistema determinado de aprovechamiento de tierras.

PRINCIPALES FASES DE INTENSIFICACIÓN EN LA EVOLUCIÓN DE LA AGRICULTURA TROPICAL DESDE EL CULTIVO MIGRATORIO HASTA EL CULTIVO PERMANENTE (R. DICKERSON)

Aunque muchos de los recientes esfuerzos de investigación forestal se han dirigido hacia la integración de los árboles en los sistemas agrícolas, la agrosilvicultura también tiene una función que desempeñar en la conservación de los bosques y el mejoramiento de los sistemas de ordenación forestal. Al proporcionar a los agricultores los medios para producir leña, madera, postes para fines de construcción y otros productos forestales en las tierras agrícolas, la agrosilvicultura puede reducir considerablemente las exigencias a que se ven sometidos los bosques y las tierras forestales naturales. Al hacer esto de forma que aumente y permita sostener la productividad agrícola, la agrosilvicultura también puede reducir en parte la presión que existe para convertir las tierras forestales en agrícolas. Además, la integración de los agricultores en los planes de ordenación forestal, mediante el uso de sistemas de utilización de tierras basados en la agrosilvicultura que comportan una solución «de transacción», puede ser uno de los pocos métodos realistas para mantener la producción forestal en los bosques objeto de presiones por parte de la agricultura (Raintree y Lundgren, 1985).

Un examen de algunos de los problemas -y también oportunidades- relacionados con las cuestiones planteadas por la utilización de tierras y la tenencia, mostrará que la agrosilvicultura puede contribuir mucho al logro de mejoras.

De la agricultura migratoria al cultivo permanente

Las distintas etapas del proceso de intensificación esbozado en la figura, que resume los que parecen ser los planteamientos más prometedores de la agrosilvicultura comportan diferentes opciones agroforestales y vías de desarrollo.

Taungya integral En la clasificación de los sistemas de corta y quema (swidden) se hace una distinción entre los sistemas «integrales» y los «parciales». Los sistemas parciales reflejan «predominantemente los intereses económicos de sus participantes (como en algunas clases de agricultura de cultivos comerciales, de reasentamiento y de labradores sin titulo)», en tanto que los sistemas integrales «tienen su origen en un modo de vida más tradicional, con actividades agrícolas durante todo el año, de ámbito comunitario, en gran parte autónomo y sancionado ritual mente» (Conklin, 1957).

Por analogía con la agricultura migratoria integral, el concepto propuesto de «taungya integral» da la idea de una práctica de utilización de la tierra que comporta un enfoque más completo y culturalmente integrado del desarrollo rural; no se trata meramente de utilizar en forma temporal una parcela de tierra con unos ingresos equivalentes al nivel de pobreza, sino a la posibilidad de participar en condiciones equitativas en una economía agroforestal diversificada y viable.

Los objetivos sociales del enfoque propuesto tienen altas miras, y en la práctica no se han alcanzado aún plenamente en ningún lugar, pero tal vez sean los planes de «aldeas forestales» de Tailandia los que más se acercan al ideal. En algunas variantes de este enfoque, la participación en la silvicultura resulta más atractiva para los agricultores migratorios tradicionales, no sólo porque se les estimula a producir cultivos comerciales perennes de larga vida aumentando el espaciamiento entre las hileras de especies forestales comerciales, sino también porque se les asignan parcelas agrícolas permanentes para que las utilicen del modo que consideren oportuno. Además, se les paga un salario satisfactorio en diversas actividades laborales y se les proporciona un conjunto de servicios de extensión y desarrollo comunitario, como, por ejemplo, ayuda para la vivienda, clínicas, escuelas y lugares de culto (Boonkird, Fernandes y Nair, 1984). Lejos de ser una práctica explotadora, esta variante tailandesa del sistema taungya tiene buenas posibilidades de convertirse en un ejemplo modelo de lo que debe ser un «taungya integral», aunque no se haya documentado debidamente en la literatura técnica.

Por supuesto, siempre se corre el riesgo de que no se respeten plenamente los principios en que se basa este enfoque y de que el «taungya integral» sirva en algunos lugares de pretexto para una estrategia políticamente motivada de restricciones y confinamiento étnico en el medio rural.

Barbechos con revalorización Este sistema tiene dos variantes: el barbecho con revalorización económica, que aumenta la utilidad económica de la vegetación en barbecho mediante la revalorización de las tierras con los árboles plantados para fines de subsistencia o para obtener ingresos, y el barbecho con revalorización biológica, que aumenta y acelera la regeneración vegetativa de la fertilidad del suelo, y controla las malezas. Este sistema resulta atractivo para los agricultores en las fases 1-2 y 2-3, respectivamente, de la secuencia de intensificación (véase la figura). No es probable que los agricultores migratorios que realizan actividades en los bosques con períodos largos de barbecho estén interesados en las técnicas relativas a la fertilidad del suelo y la lucha contra las malezas, ya que estos aspectos no plantean aún grandes problemas, aunque tal vez esos agricultores respondan a las oportunidades de beneficio económico que brinda un mejor barbecho.

Desde el punto de vista del agricultor migratorio, la fase forestal del ciclo taungya equivale a la etapa de barbecho del ciclo de corta y quema. Para combinar con éxito ambos tipos de producción deben coincidir los períodos de las fases correspondientes. Por ello, el momento inicial de viabilidad primaria en el caso del sistema de taungya integral parece ser la fase 1, cuando el periodo de barbecho es del mismo orden de magnitud que el periodo de crecimiento de los árboles forestales comerciales.

DENSIDAD DE MANO DE OBRA (R. DICKERSON)

Hay dos formas fundamentales de plantear la agrosilvicultura: integrar a los árboles en los sistemas agrícolas, o integrar a los agricultores en las actividades forestales.

Sin embargo, podría introducirse en la fase 2, a condición de que se seleccionen especies forestales de turno breve (menos de 10 años) o de que se intensifiquen las prácticas agrícolas para compensar la reducción de las tierras de barbecho disponibles que resultaría de la plantación de especies forestales de más larga vida.

Si en lugar de las especies forestales tradicionales se plantaran árboles frutales, se requerirían largos períodos de «barbecho» para mantener la agricultura migratoria, ya que los agricultores se mostrarían renuentes a cortar esos árboles en los anos en que producen más (que, en el caso de algunos frutales, van de 10 a 100 años). Es más, la plantación de frutales u otros árboles -económicamente valiosos, de larga vida y constantemente productivos- puede ser el método más sencillo para sacar permanentemente la tierra del ciclo del barbecho. Esto no es necesariamente un mal método si la combinación resultante de usos de la tierra, inclusive el barbecho breve de revalorización biológica u otros medios para atender las necesidades de producción de los cultivos extensivos preferidos, es considerablemente más rentable que la continuación de la práctica tradicional de corta y quema.

La validez del criterio de revalorización económica la han demostrado ampliamente ejemplos locales como la plantación de retén para el barbecho de revalorización por el grupo étnico dayak luangan de Borneo (Weinstock, 1984), de cedro y bambú por el grupo lingnan yao de China (Lebar, Hickey y Musgrave, 1964), de Casuarina por los siane de Nueva Guinea (Salisbury, 1962), de goma arábiga en el Sahel (Von Maydell, 1980) y de parcelas forestales para el barbecho con fines múltiples -cuya diversidad de especies excede de la del bosque natural- por los ifugao, un grupo étnico de Filipinas que construye terrazas (Conklin, 1980).

Benneh (1972); Okigbo y Lal (1979); Getahun, Wilson y Kang (1982); Agboola et al. (1982), y Dijkman (1950) han informado de prácticas de barbecho de revalorización biológica con el empleo de Acioa barteri, Anthonotha macrophylla, Alchornea cordifolia, Gliricidia sepium y Leucaena leucocephala. Para un examen más detallado de las prácticas de barbecho con revalorización, así como ejemplos de ellas, véanse también Olofson (1983); FAO (1984), y Raintree y Warner (1985).

La consecuencia más obvia de esas prácticas para el régimen de tenencia de la tierra es el creciente valor que su adopción daría a los derechos de aprovechamiento y reutilización exclusivos por la unidad de explotación que invierta en mano de obra para mejorar las prácticas de barbecho. Si no se tienen derechos garantizados de este tipo, no es probable que los beneficios justifiquen el esfuerzo necesario. No obstante, los beneficios potenciales de este sistema parecen justificar los esfuerzos encaminados a lograr cambios que favorezcan los derechos de tenencia, siempre con la reserva de que los particulares podrían abusar del sistema utilizándolo como una estrategia para hacerse con tierras.

Cultivo en fajes y otros sistemas de cultivos intercalados Si bien en el examen que antecede se emplea el concepto tradicional de «barbecho» en un sentido más lato que en el uso normal, su extensión para que abarque el proceso de cultivo en fajas en un sistema de «barbecho continuo» rebasa ampliamente ese uso, representando una reinterpretación enteramente funcional en las condiciones tropicales. Los efectos benéficos de los árboles capaces de restablecer la fertilidad del suelo sobre los cultivos agrícolas pueden lograrse combinando los dos elementos, bien en el tiempo, como en la práctica de rotación de barbecho, bien en el espacio, mediante la utilización simultánea de árboles y cultivos extensivos.

El cultivo en fajas puede definirse como un enfoque «zonal» de la agrosilvicultura (Huxley, 1980; Huxley y Raintree, 1983), que comporta la siembra de cultivos extensivos en las fajas entre las hileras de árboles o arbustos del ciclo de nutrientes. Estos se mantienen podados durante toda la temporada de cultivo a fin de controlar la sombra y la competencia subterránea, y para disponer de abono verde y de cubierta vegetal muerta para los cultivos. Se podrían obtener forrajes y leña como subproductos del sistema, pero la finalidad básica es el desempeño de una «función de servicio» en el sistema agrícola de labranza.

La expresión de «cultivo en fajas» fue acuñada por los investigadores del Instituto Internacional de Agricultura Tropical de Ibadán (Wilson y Kang, 1980), pero la técnica misma parece tener su origen en la práctica autóctona utilizada cinco decenios antes en la isla de Timor bajo la dirección del Rajá de Amarasi (Metzner, 1981; Olofson 1983). Raintree y Turay (1980), Verimumbe, Knipsheer y Enabor (1984), y Ngambeki y Wilson (1984) han examinado los beneficios económicos de varios sistemas experimentales de cultivo en fajas. Ese sistema se ha descrito en una reciente publicación de la FAO como «posiblemente la más versátil, eficaz y ampliamente adoptable de las recientes innovaciones en la agricultura de conservación» (FAO 1984).

AGRICULTURA MIGRATORlA EN HONDURAS donde la tenencia de la tierra es un factor crítico (I. VELEZ/FAO)

UN ARBOL DE CAOBA EN MEDIO DE PLANTAS DE ANANAS EN BRASlL una donación gubernamental a los agricultores (C. FORNARI/FAO)

En la práctica tradicional también hay combinaciones de árboles y cultivos menos espaciados, siendo el ejemplo más destacado la de Acacia albida con cultivos cerealeros de secano en el Sahel (Felker, 1978; Weber y Hoskins, 1983; ANC, 1983), en la que el rendimiento de los cultivos producidos cerca de los árboles suele ser dos veces mayor que el de los cultivos en campo abierto. En parte, el aumento del rendimiento se debe a la fijación del nitrógeno, a los beneficios microclimáticos y a la «fenología inversa» peculiar del árbol, cuyas hojas se abren en la estación seca y se caen al comienzo de la lluviosa, con lo cual se ajusta perfectamente a las necesidades de los cultivos. Otro factor, que tiene importantes consecuencias para la tenencia de la tierra, es la concentración de estiércol en las proximidades de los árboles debido al ganado que busca la sombra de estos en la estación seca para comer las vainas nutritivas que producen en esa época. Presumiblemente, los beneficios para los cultivos de labranza disminuirán si se limitan los derechos tradicionales de pastoreo.

Tal vez los planes de «aldeas forestales» de Tailandia sean los que más se acercan al ideal.

Seguridad de la tenencia de la tierra Como el establecimiento deliberado de un nuevo sistema de cultivo en fajas, o de otros sistemas de cultivos intercalados funcionalmente análogos, puede representar una inversión considerable de mano de obra y otros recursos, la seguridad de la tenencia pasa a ser un importante requisito. Ello no significa necesariamente que los beneficios de los árboles para fines múltiples seleccionados (para los criterios de selección, véase FAO, 1984, pág. 32) no pueden ser compartidos por los poseedores de diferentes derechos al uso de la tierra y al aprovechamiento de los árboles. No obstante, es evidente que los incentivos para la introducción de esas mejoras de carácter más o menos permanente serían mayores si se concedieran derechos de uso exclusivo, aunque podría ser ventajoso prever una excepción por lo que respecta al pastoreo controlado durante la estación seca. En la medida en que la plantación de árboles cree un derecho jurídico a la tierra en que estén plantados, la unidad de explotación en cuestión tendrá también que ser en la mayoría de los casos la unidad terrateniente.

Por esas razones, y por otras debidas a las necesidades relativamente mayores de mano de obra de esa práctica en comparación con las tierras plantadas de barbecho, no es probable que los sistemas de cultivo intensivo en fajas sean muy atractivos para los agricultores hasta que se haya llegado a las fases de barbecho breve o cultivo permanente (3 y 4) del proceso de intensificación. En ese momento, las exigencias ecológicas y los ajustes de la tenencia de la tierra hacen necesaria y posible esa práctica. Suponiendo una vez más que el sistema no se utiliza meramente como medio para hacerse con tierras, parecen legítimos los ajustes que favorezcan los derechos de tenencia. Por otra parte, el cultivo en fajas mismo puede proporcionar los medios técnicos para que las reformas de la tenencia sean eficaces (Torres y Raintree, 1983).

Una forma de lograr un perfecto ajuste de los factores agroecológicos y de tenencia relacionados con el cultivo en fajas seria introducir gradualmente el sistema, sobre la base del concepto de «proceso óptimo de intensificación» (Raintree, 1980, 1983b; FAO, 1984; Raintree y Warner, 1985). Partiendo del sistema de barbecho con revalorización en la fase 2, se podrían introducir especies arbóreas que permitieran un barbecho con revalorización económica y biológica. Plantando los árboles seleccionados en hileras con un espaciamiento apropiado (que podría ajustarse para lograr un control eficaz de la erosión en las tierras en declive) se sentarían las bases para una intensificación de la práctica de barbecho a fin de lograr en las fases 3 y 4 un cultivo en fajas semipermanente o permanente. Por último, en la fase 5, y a medida que aumentara la presión demográfica, los hijos o nietos de los agricultores migrantes iniciales podrían instalar «fábricas de abono verde» y mantener una diversidad de árboles altos que tuvieran un valor económico. En esta última fase de intensificación el sistema podría parecerse en complejidad arquitectónica y eficiencia económica al huerto familiar con especies vegetales de distintas alturas que suele haber en las zonas densamente pobladas de los trópicos.

Si hay motivación no existe ninguna razón intrínseca para que el sistema de intensificación previsto aquí no pueda acelerarse a fin de generar mayores ingresos para las familias rurales industriosas mucho antes de que sea indispensable. Por supuesto. ello puede dar lugar a disparidades en los ingresos, pero esto ocurrirá con casi todas las innovaciones que aumenten la productividad. El hecho de que conduzcan a una disparidad de ingresos no debe utilizarse como argumento para rechazar la innovación, aunque en los proyectos se podrían tomar medidas para asegurar iguales oportunidades a fin de adoptar sistemas innovadores. Tal vez esas medidas comporten necesariamente una reforma agraria.

Alternativas con cultivo de árboles Incluso con las mejoras examinadas más arriba hay un limite a lo que cabe esperar razonablemente con la intensificación de los sistemas de cultivos extensivos tropicales, como un mayor uso de fertilizantes y otros insumos agrícolas modernos.

Varios autores han sostenido que los sistemas de cultivo basados en los árboles son superiores a los de cultivo de labranza en situaciones en que la agricultura es difícil (Smith, 1950; Douglas y Hart, 1976; Felker y Bandurski, 1979; Mollison y Holmgren, 1981; Bowers, 1982; Chambers, 1984), pero en ningún caso es más convincente el argumento que en el de las zonas tropicales húmedas donde el modelo de sistema de cultivo de las zonas templadas ha logrado una hegemonía injustificada en la imaginación de los ingenieros agrónomos y los planificadores del uso de la tierra.

· Así pues, si se quieren desarrollar en estas zonas sistemas de explotación de recursos de alta productividad, el problema realmente critico que habrá de resolverse es la utilización económica eficiente de las diversas especies de plantas y tipos de vegetación masivos, perennes y de rápido crecimiento que esos ecosistemas producen eficazmente (Tosi y Voertman, 1964).

La viabilidad de los sistemas de producción en los que los árboles y otras plantas perennes, y no los cultivos extensivos anuales, son el núcleo principal de la economía de utilización de las tierras la indica la práctica extendida de los «huertos familiares». En su estudio de las prácticas agrícolas de los iba en Nigeria, donde la densidad demográfica puede llegar a 1 000 habitantes por km2, Lagemann (1977) comprobó que existía una gran correlación entre la densidad de población y la importancia de los huertos de cultivos mixtos y especies vegetales de distinta altura. Esto se debe en gran parte al hecho de que, según las cifras de Lagemann, la producción de los huertos de cultivos mixtos es, en términos monetarios, de cinco a diez veces mayor que la de las parcelas en los campos. La rentabilidad con respecto a la mano de obra es de cuatro a ocho veces mayor. En Java, donde existen varios tipos de huertos con árboles en un mosaico de arrozales de regadío y cultivos de labranza y secano (Penny y Singarimbun , 1973; Wiersum, 1982; Hunink y Stoffers, 1984), los huertos familiares pueden proporcionar más del 20% de los ingresos domésticos y un 40% de las necesidades de calorías de la familia (Stoler, 1978).

Se ha informado de la existencia en Indonesia de economías altamente integradas basadas en los árboles, que comportan la casi total explotación de la palma Borassus sudaicus Beccari en las islas de Roti y Savu (Fox, 1977) y la domesticación de la Shorea javanica en el sur de Sumatra (Torquebiau, 1984), una especie que los expertos en silvicultura han considerado demasiado difícil para fines de plantación. La función de los árboles en esas economías tal vez sólo la superen los sistemas basados en árboles de los atolones e islas bajas del Pacífico (Barrau, 1971; Schirmer, 1983), donde incluso el agua para beber puede proporcionarla un árbol, como, por ejemplo, el cocotero. A este respecto, es tan notable el potencial insuficientemente explotado de las palmas que merece ser objeto de mención especial (Johnson, 1983).

En muchas partes del mundo la explotación de cultivos arbóreos hortícolas con fines comerciales es practicada ampliamente por los pequeños agricultores como una actividad derivada de la agricultura migratoria; ello se refiere sobre todo a las plantaciones de palmas de aceite, cacao, café y nuez de cola del Africa occidental, cuya superficie equivale casi a un 67% de las tierras en la región meridional de Nigeria (Getahun, Wilson y Kang, 1982), y las de coco, caucho, palma de aceite, cacao y café de los pequeños productores del Asia sudoriental (Pelzer, 1978; Nair, 1979; Liyanage, Tejwani y Nair, 1984; Dove, 1983).

La transición a los sistemas basados en el cultivo de árboles no es igualmente posible en todas las fases de la intensificación del aprovechamiento de las tierras tropicales. En las fases 1 y 2 existen pocas limitaciones ecológicas a la plantación de extensas zonas con cultivos arbóreos, aunque los incentivos económicos tendrán que ser en general bastante grandes, ya que es probable que en esa etapa de desarrollo se valore mucho el tiempo libre en las sociedades de corta y quema integral. No obstante, como lo ha indicado Dove (1983), el cultivo comercial extensivo de árboles es una característica común de muchos sistemas de corta y quema con un periodo relativamente largo de barbecho. Sin embargo, en las fases 3-5, se puede lograr menos fácilmente la transición a los cultivos arbóreos, a causa de la utilización de las tierras para otros fines y del intervalo relativamente largo entre la plantación y la primera cosecha. En este caso, las prácticas taungya pueden disminuir las dificultades de la fase de establecimiento a causa del temprano rendimiento de los cultivos extensivos intercalados.

Como la plantación de árboles con fines comerciales, detraerá con frecuencia tierras destinadas a la producción de cultivos alimentarios, toda plantación extensa después de la fase 1 deberá normalmente ir acompañada por alguna forma de intensificación de los cultivos extensivos.

Huelga señalar que las inversiones necesarias para la plantación de árboles exigen una tenencia segura y bastante exclusiva de la tierra por parte de los que realizan esas actividades, tanto respecto de los árboles como de los suelos en que se planten, aunque también es concebible, como suele suceder en Africa (Fortmann y Riddel, 1985), que se subdividan entre los distintos titulares los diversos derechos de usufructo y cosecha. Por ejemplo, los ganaderos pueden ejercer derechos de pastoreo, con o sin compensación al propietario de la tierra, una vez pasada la fase critica de establecimiento de los árboles.

ESPECIES FORESTALES ENTRE BANANEROS EN AMAZONIA una combinación económica y ambiental positiva (C. FORNARI/FAO)

¿TENDRAN DERECHO A LA TlERRA ? una cuestión fundamental en la agrosilvicultura (FAO)

Plantación intersticial de árboles Se ha indicado repetidamente en este articulo que la plantación de árboles no tiene por qué competir siempre, por lo que respecta a la tierra, con los cultivos extensivos. La plantación que permite aumentar la fertilidad del suelo es uno de los casos en que los cultivos pueden beneficiarse efectivamente cuando se asocian a los árboles. En la práctica abundan los ejemplos de esa relación económica «complementaria», pero siguen sin documentar y no se comprenden bien, y los planificadores siguen hablando de la presunta competencia entre árboles y cultivos alimentarios como si fuera algo inevitable. También pueden citarse ejemplos de relaciones económicas «suplementarias», en cuyo marco la interacción entre árboles y otros cultivos es insignificante o neutral. Incluso cuando existe una relación «competitiva» entre los árboles y otros cultivos, puede estar justificado un cierto grado de combinación controlada de ambos en función del rendimiento económico mutuo de los sistemas de uso de la tierra orientados hacia la diversificación de la producción (Arnold, 1983; Raintree, 1983a, Hoekstra, 1983).

La plantación de árboles en lugares «intersticiales» de las explotaciones agrícolas, a lo largo de las lindes de éstas y los bordes internos, o en los lados de los caminos, las márgenes de los cursos de agua y las tierras desaprovechadas o insuficientemente utilizadas de la comunidad en general, brinda una oportunidad especial para la producción suplementaria. La plantación en estos lugares, casi independientemente de la competitividad biológica de los árboles, puede hacerse a un costo de oportunidad escaso o nulo. Por ejemplo, un análisis aerofotogramétrico reciente de una cuenca fluvial en una comunidad agrícola bastante densamente poblada en las tierras centrales subhúmedas de Kenya indicó que, si se utilizaran plenamente las actuales estructuras lineales del terreno - caminos, cursos de agua, lindes de las explotaciones agrícolas y bordes internos - para plantar árboles y arbustos apropiados, podrían satisfacerse con esos setos un 50% de las necesidades de leña de las familias de la zona y un 40% de las de forraje, sin afectar casi en absoluto los usos actuales de las tierras agrícolas (Rocheleau y van den Hoek, 1984).

¿Puede darse por sentado que las cuestiones de tenencia en relación con la plantación en lugares intersticiales serán tan fáciles de resolver como los problemas tecnológicos? Tal vez no, porque, por ejemplo, las lindes y limites podrían ser de por si causa de con troversias, y los árboles plantados en tierras degradadas o «insuficientemente utilizadas» en el paisaje general podrían causar preocupación a las personas que a la sazón tuvieran derecho a recoger leña o a practicar el pastoreo en ellas. Tal vez sea posible algún enfoque basado en el concepto de propiedad común de las cuestiones de la utilización con fines múltiples de esas tierras. Para conciliar intereses tan opuestos tal vez sea conveniente utilizar árboles para fines múltiples debidamente seleccionados. Un enfoque de carácter social y organizacional que merece la pena estudiar es la distribución de las responsabilidades de plantación y de los derechos de aprovechamiento exclusivo entre los miembros de un grupo en el que participen varias familias de una misma comunidad y que actúe a una escala mayor que la de la explotación individual (Rocheleau, 1984).

Por lo que respecta a las controversias propiamente dichas sobre lindes y limites, es importante recordar que los árboles suelen tener un significado jurídico como mojones. Por ejemplo, en el distrito de Kakamega en Kenya occidental, no importa donde se coloque la cerca de alambre de púas ya que las lindes de la explotación agrícola se determinan siempre según la ubicación del seto obligatorio de Euphorbia tirucali. Incluso cuando las lindes están bien establecidas, la plantación de árboles en sus bordes puede ocasionar problemas con los vecinos. Quizás haya dos métodos para resolver o evitar esos conflictos. Uno de ellos es plantar únicamente árboles frutales o arbustos forrajeros y permitir a los vecinos que recojan la parte de los productos que se extiende o cae en su propiedad. El otro método es escoger árboles del tipo más neutral posible, que ofrezcan poca sombra u otro tipo de competencia con lo que haya en el otro lado de la linde. La desventaja de este segundo método es que puede llevarse al extremo de plantar sólo árboles inútiles, como en el caso de los setos de Euphorbia tirucali. Aunque se puede utilizar para leña en caso de extrema necesidad, hay muchas especies muy superiores a este respecto entre las cuales escoger; no obstante parece que la neutralidad misma y, de hecho, la inutilidad relativa de ese árbol, es lo que le da su significado jurídico especial como mojón.

Cuando las modalidades de utilización de las tierras y las normas aplicables a la tenencia sufren cambios al adaptarse a la presión demográfica o a otros factores, la función de los árboles como mojones puede producir efectos sociales positivos o negativos según quien los plante para establecer algún tipo de derecho a la tierra, y según que esos derechos se consideren o no legítimos. Los árboles pueden emplearse para consolidar ciertos aspectos - relativos a la tenencia - de los cambios ecológicamente necesarios y beneficiosos, pero también pueden utilizarse para hacerse directamente con tierras.

La plantación de árboles en los lugares intersticiales en las explotaciones puede parecer un aspecto totalmente positivo, ya que se trata de un medio relativamente sencillo para aumentar la disponibilidad de productos forestales - para el consumo doméstico, para la venta o para hacer economías - en las tierras bajo el control directo de la familia. Por desgracia es aquí donde se plantean los problemas de tenencia relacionados con las especies. Todo depende del tipo de árboles que se planten y dónde se planten. En las tierras altas de la región central de Kenya hay árboles que corresponden a los hombres (madera, árboles para la explotación comercial) y a las mujeres (para leña, forraje o de subsistencia). En Kakamega todos los árboles son propiedad de los hombres, y hay estrictas prohibiciones culturales que impiden a las mujeres la plantación y la corta de árboles. Se dice que si una mujer planta un árbol se volverá estéril y su marido morirá (Chavangi, 1984). Por supuesto, salvan esas dificultades recurriendo a diversos estratagemas, y se están comenzando a poner abiertamente en tela de juicio esas normas culturales.

Interacciones agropastorales

Los problemas ecológicos que se plantean en las regiones secas de los trópicos hacen especialmente necesaria la integración de los árboles en los sistemas de utilización de la tierra; al mismo tiempo, esta integración es más difícil de lograr allí que en las zonas húmedas.

Dos son los principales factores responsables de las dificultades; el primero es la aridez misma, que aumenta los riesgos y costos relacionados con el establecimiento de una plantación de árboles; el segundo lo constituyen los danos causados por el ganado cuando ramonea. Las necesidades de inversión en el primer caso entrañan la exigencia de una garantía de la propiedad sobre los árboles, y el segundo comporta un conflicto en el uso de la tierra en relación con los derechos consuetudinarios de pastoreo.

A condición de que se encuentren medios para resolver los problemas de tenencia, la integración de los árboles en los sistemas de utilización de la tierra en las zonas secas ofrece varias posibilidades para mejorar los vínculos entre los elementos agrícolas y pastorales de la economía de estas zonas, dentro de las unidades de explotación y entre ellas. Además, los árboles mismos, debidamente seleccionados y con una buena gestión para obtener beneficios múltiples, pueden proporcionar el medio para resolver, o al menos mitigar, algunos de los conflictos más importantes en materia de tenencia.

Sistemas agrícolas mixtos La expansión de la agricultura en los sistemas frágiles de tierras secas plantea problemas especiales en la explotación agropecuaria, que incluyen la conservación y el uso eficiente de la limitada humedad del suelo, el mantenimiento de la estructura y la fertilidad de éste, el control de la erosión eólica e hídrica, y la provisión de piensos para los animales de tiro. Uno de los principales medios para hacer frente con éxito a la limitada humedad del suelo es el mantenimiento de suficiente materia orgánica y nitrógeno en él. A este respecto, un análisis reciente de la función del nitrógeno en la eficiencia del consumo de agua por las plantas, he cho por Felker et al. (1980), indica que el nitrógeno puede ser un factor más limitativo que la lluvia en muchas zonas áridas. No obstante, los métodos tradicionales de fertilización con abono verde y de utilización de cubierta vegetal muerta se han visto en general limitados por la dificultad de lograr bastante biomasa herbácea para devolver nitrógeno al suelo, y por la competencia con los cultivos alimentarios por lo que respecta al agua, la tierra y la mano de obra.

Los árboles que sirven para fines múltiples, sobre todo las especies que permiten la fijación biológica del nitrógeno y que tan bien se adaptan a las condiciones de secano, ofrecen varias ventajas en relación con las fuentes herbáceas de materia orgánica, nitrógeno y forraje. En general son más resistentes a la sequía que las plantas herbáceas. Tienen un mayor valor nutritivo durante la estación seca -sobre todo las especies que producen vainas- y por lo tanto son más capaces de mantener fuertes a los animales de tiro al comienzo de la temporada de lluvias. Pueden plantarse en lugares intersticiales en la explotación agrícola o junto con los cultivos, sin reemplazar a éstos. Si se seleccionan y se plantan debidamente teniendo en cuenta la existencia de cultivos, pueden brindar beneficios microclimáticos, como, por ejemplo, el de actuar como barreras cortavientos y servir para reducir la evaporación. Pueden producir alimentos, leña, materiales de construcción y otros subproductos directamente útiles, al tiempo que cumplen su papel natural en la explotación agrícola. Por último, como forma de capital en pie, pueden servir como economías convertibles para utilizar en caso de urgencia, o como «alimentos en situaciones de hambre».

Por lo que respecta a esa última función, los árboles pueden sustituir en parte al ganado, cuyo principal papel en Africa es el de un «ahorro vivo». Pero también complementan la función del ganado en la granja al mejorar la cadena forraje-estiércol y, si se utilizan como setos vivos, proporcionan un medio accesible para reducir los daños que ocasiona a los cultivos el pastoreo incontrolado. En estos beneficios también puede participar el ganado propiedad de terceros. En el caso de las interacciones entre agricultores y ganaderos, la obtención de más forraje de alta calidad en la explotación durante la estación seca y el uso de setos vivos para impedir el acceso del ganado podrían contribuir mucho a reducir las principales causas de conflictos de tenencia entre los dos sistemas de aprovechamiento de tierras. Por supuesto, la principal limitación que se opone al logro de esos beneficios es la necesidad de restringir el acceso del ganado, con frecuencia recurriendo a los medios que ofrece la sociedad, durante la fase de establecimiento de los árboles.

Asi pues, aunque podemos prever una «solución tecnológica» parcial para ciertos problemas agropastorales de la propiedad de la tierra, su solución definitiva depende del cambio social.

Sistemas pastorales Aun cuando los árboles pueden desempeñar cierto papel en cuanto al logro de un acuerdo entre ganaderos y agricultores, aquellos no deben esperar que los agricultores vengan en su ayuda plantando árboles. Aunque el fomento de la plantación de árboles por los ganaderos requerirá un mayor grado de intervención social (Cernea, 1985), hay varias situaciones pastorales en que la necesidad de arboles resultará tan grande que justificará un cierto grado de prudente optimismo en cuanto al éxito de los proyectos bien planificados de ese sector.

Una de esas situaciones es el pastoreo excesivo en las proximidades de las fuentes de agua en la estación seca. En el proyecto Ferio en el Senegal (Von Maydell, 1980; ANC, 1983) y en el de ordenación de tierras en las proximidades de los pozos de agua en el Niger (Weber y Hoskins, 1983) se han estudiado varios modelos técnicos y sociales para mitigar los efectos ecológicos de la concentración de hatos alrededor de los pozos.

Otra situación común es el pastoreo excesivo en torno a las zonas pastorales de los hogares y los problemas relacionados con la provisión de forraje para los animales jóvenes y enfermos que se mantienen en establos (B. Grandin, comunicación personal). La olopololi de los masai es una reserva de pastoreo para la estación seca que mantienen conjuntamente varias familias para dichos animales cerca de sus bomas residenciales (recintos cercados que brindan protección contra los animales salvajes). Como también ofrecen protección contra el pastoreo durante la estación de las lluvias, las bomas brindan la posibilidad de plantar árboles forrajeros para obtener cierta cantidad adicional de forraje. Algunas familias masai de «ranchos colectivos» están comenzando a ensayar la producción de cultivos en pequeños huertos con cercas de espino ubicados cerca de las bomas. Este también seria el lugar natural para el cultivo de árboles forrajeros que permitieran satisfacer las necesidades de alimentación del ganado en la estación seca (Nambombe, 1984; Mhungu, 1984).

Son estos los tipos de sugerencias agroforestales sencillas que merecería la pena estudiar con los ganaderos. En la medida en que estén orientadas hacia el desarrollo de pequeñas zonas controladas por una familia o un pequeño grupo de ellas, no parecen plantear serias dificultades en materia de tenencia. La cuestión del mejoramiento más general de los pastizales en beneficio de los animales adultos plantea problemas mucho más serios, ya que en este caso se trataría de tierras comunales de pastoreo. Sin embargo, para citar nuevamente el ejemplo de los masai, las especies de leguminosas arbóreas de vaina, como la Acacia tortilis, crecen en forma natural en los pastizales abiertos de las tierras de los masai y en algunos casos su explotación es controlada por el grupo local, hoy día los «ranchos colectivos».

Según los informantes masai, hoy día los derechos «de favor» concedidos por un rancho colectivo a otro de utilizar las vainas nutritivas de la Acacia tortilis experimentaron un cambio interesante durante la sequía reciente. Normalmente se permitía a los vecinos que sacudieran los árboles, con lo cual calan más vainas al suelo para los animales, pero cuando la sequía se agudizó el derecho a las vainas quedó limitado a las que calan naturalmente al suelo. Si los masai ejercen ya de hecho este tipo de control regulador de las vainas de los árboles ¿no se les podría alentar a tomar medidas para adaptar y propagar artificialmente este valioso recurso natural?

Propagación a través de los hatos de las leguminosas arbóreas de vaina Pero ¿quién se encargará de plantar esos árboles en beneficio de todos? Como ha indicado W.R. Bentley (comunicación personal), el problema de la «tragedia de las tierras comunales» de la India más que de excesiva explotación es de inversiones insuficientes. El hecho mismo de plantear el problema en esta forma indica que una manera de promover mayores inversiones en las tierras comunales podría ser identificar sistemas menos costosos para hacerlas. Se sabe que las especies valiosas de árboles de pastizales, como Prosopis spp., Acacia albida y otras especies leguminosas de vaina, pueden propagarse a través del ganado, y con frecuencia se propagan así. El árbol predominante en los pastizales áridos de Rajastán es Prosopis cineraria, una especie exótica introducida que se propaga en forma natural sin necesidad de ejecutar proyectos de plantación. ¿Qué puede impedir a un proyecto de ordenación de pastizales suministrar experimentalmente a los ganaderos cierta cantidad de esas vainas para alimentar a sus hatos? No cabe duda de que el porcentaje de consolidación de árboles seria bajo, pero también lo seria la inversión del ganadero; el resultado, que sólo se conocería mucho después de concluido el proyecto, podría ser importante. No se sabe si este sistema funcionaria porque tampoco hay noticia de ningún proyecto que lo haya ensayado. La cuestión es que puede haber soluciones tecnológicas sencillas para algunos de los problemas de las tierras comunales.

En el otro extremo de la escala hay un tipo muy distinto de intervención en las tierras de pastos. En los últimos años ha aumentado el interés por las plantaciones para producir energía de biomasa en las tierras secas (Foster y Karpiscak, 1983; Felker, 1984). Desde el punto de vista del ganadero, el problema que plantean los planes en este sector es que suelen representar una amenaza más para los derechos tradicionales de tenencia, pero ¿resulta realmente inconcebible que las poblaciones pastorales puedan participar en planes integrados de plantación? Desde el punto de vista de la agrosilvicultura, el problema de encontrar un sistema que sirva los intereses comunes parece limitarse a identificar los árboles para fines múltiples más apropiados. ¿Por qué no escoger para fines energéticos uno de los valiosos árboles productores de biomasa en condiciones áridas que también producen gran cantidad de vainas de alta calidad en la estación seca? También en este caso, el prototipo adecuado parece ser el género Prosopis (Felker y Bandurski, 1979; Felker, 1977). El motivo de escoger una especie forrajera de vaina o que produzca otro fruto es que la utilización de este subproducto no tiene por qué reducir la producción final de biomasa leñosa de la plantación; esa especie podría representar una gran diferencia en la capacidad de carga pecuaria del pastizal en la estación seca, y su selección podría alterar mucho la tasa de supervivencia de árboles en las zonas pastorales. Es interesante observar a este respecto que los expertos en energía están llegando a la conclusión de que, si se quiere aprovechar todo el potencial económico de las fuentes de energía de biomasa, la cuestión debe abordarse partiendo de planes basados en subproductos y en la co - conversión (Williams, 1985; Reddy, 1985).

¿No serían los planes de agrosilvicultura industrial de ese tipo en los países en desarrollo una solución sencilla, equitativa y global para los problemas relacionados con la disponibilidad de energía de biomasa, la descentralización de la industria rural y la participación del sector ganadero en el desarrollo nacional?

Tal vez convenga concluir con una consideración imaginativa y con un interrogante, ya que la finalidad de este articulo ha sido plantear ciertas cuestiones y formular algunas ideas para abordar en forma positiva las cuestiones de la tenencia en la agrosilvicultura.

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