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Efectos de las actividades del hombre sobre la biosfera

F. FRASER DARLING

Documento de trabajo de la Conferencia intergubernamental de expertos sobre las bases científicas do la utilización racional y 1a conservación de los recursos de la biosfera, de la Unesco, celebrada en París, del 4 al 13 de septiembre de 1968, preparado sobre la base de un borrador del Dr. F. Fraser Darling (Reino Unido) con comentarios y adiciones do los Profesores Vladimir Sokolov (U.R.S.S.), Frederick Smith (Estados Unidos) y François Bourlière (Francia) y de las secretarías de la Unesco y de la FAO. R. G. Fontaine es el representante de la FAO en la secretaría de la conferencia.

Los múltiples efectos de la presencia física y de la actividad del hombre sobre la faz del planeta Tierra en el curso relativamente breve de la historia de la humanidad tienden a ser dinámicos y están de tal manera entrelazados que es preciso clasificarlos para poder distinguir bien los factores espaciales de los temporales. El mundo, antes que el hombre se sirviese de utensilios y descubriera el fuego, era inmensamente rico en recursos naturales, orgánicos e inorgánicos. Pero decir esto es querer empezar la casa por el tejado; los recursos naturales no lo eran en absoluto mientras el hombre no existiera y fuese capaz de utilizarlos. La ingeniosidad para descubrir y apoderarse de los recursos naturales y utilizarlos ha constituido en el hombre una evolución constante y hoy se comprenden perfectamente desde el punto de vista arqueológico e histórico las etapas de esta evolución en las distintas partes del mundo, los cambios súbitos de su intensidad y modalidades causadas por la variación de la condición humana y el rápido y extraordinario progreso realizado en el siglo pasado. Se sabe que el hombre es más ingenioso que prudente, pero no hay que caer en el error de pensar que debe exponer sus ideas amenazando con el dedo y negando con la cabeza como Jeremías. La civilización es el resultado de la evolución, pero no habría podido existir si el hombre no hubiese encontrado tiempo para pensar y medios para actuar, aprovechando eficazmente las riquezas que le rodeaban para algo más que su subsistencia.

Desde los comienzos de la civilización, el hombre modificó el proceso natural del medio que le rodeaba penetrando con la azada o el arado en las reservas orgánicas del sistema ecológico de la tierra. Incluso el hecho de encender fuego con leña seca para calentarse desvía el proceso natural de descomposición que produciría humus y sólo deja de esta manera ceniza inorgánica. Durante mucho tiempo, el hombre no pudo ser mucho más que el equivalente de un animal con poco poder de transformación del medio, pero, en la revolución del neolítico, el hombre cazador y agricultor modificó más o menos intencionadamente el mundo que le rodeaba con la invención del fuego. Hay que tenerlo presente cuando se estudia la influencia del hombre en la biosfera: en este punto los resultados fueron mucho más allá del simple contacto inmediato. El fuego se propaga y cambia la vegetación, se ha utilizado para poder reducir a mana das animales de caza, gasto enorme de materia orgánica para una conveniencia momentánea, y se han provocado incendios para encaminar a los animales herbívoros hacia nuevos pastos, con un inevitable empobrecimiento del medio natural. De esta manera el hombre ha controlado hasta cierto punto el comportamiento de los animales salvajes y se ha alterado paulatinamente el medio en que vivían él y los animales.

Los hombres eran tan pocos y el mundo manifiestamente tan extenso que habría sido extraño que se limitase a reflexionar filosóficamente sobre su condición y sobre el destino de las riquezas naturales. Incluso en el siglo actual, los hombres se vanaglorian de los resultados obtenidos en lo que consideraban su obligación de vencer al desierto. Los que estudian la condición humana, aunque defiendan la idea de la conservación, habrán de aceptar, sin embargo, la pérdida de muchas riquezas naturales, como precio de la civilización. ¿En qué momento crucial el hombre se dará cuenta de esta acción demoledora y sustituirá la simple explotación de la naturaleza por la unida a la regeneración? Ese momento ha llegado ya quizá. Es posible lograr una regeneración o bien las causas y las consecuencias de esta acción destructora se propagarán como las ondas en el agua hasta el punto de no poder dominarse.

Conviene intentar una clasificación de los efectos de la actividad humana sobre la biosfera, teniendo en cuenta, si es posible, sus características intrínsecas y su evolución para poder situarlos en un diagrama ecológico de factores correlacionados. Este puede ser muy extenso y dar una nueva visión del problema. No hay que considerar siempre los efectos de la actividad humana como destructores de riqueza, aunque así sea en general. Ciertas transformaciones introducidas por el hombre en el medio que le rodea pueden representar un sistema ecológico de igual o mayor valor de producción y de creación de riquezas que las condiciones naturales. La creación de riqueza en este sentido significa la acumulación de capital orgánico, como ocurre en la selva tropical o en los suelos Chernozem.

Es preciso también identificar los nuevos problemas que plantea el desarrollo acelerado y determinar las diversas disposiciones tomadas hasta ahora por el hombre para mantener la calidad del medio que le rodea.

Efectos de la actividad pasada y presente del hombre sobre la biosfera

LA LUCHA POR LA VIDA

La caza de animales con ayuda del fuego

El fuego se utilizó para la caza de animales, destruyendo al propio tiempo la selva e impidiendo su regeneración. Sin embargo, la formación de sabanas, como en algunas partes de Africa, y la aparición de varias especies de ungulados permitieron constituir un medio rico en materia orgánica. Las sabanas de Brasil y Guyana parecen, en cambio, definitivamente perdidas en cuanto a su potencial cualitativo. ¿Se debe a una presencia más reducida de ungulados en comparación con Africa? En América del Norte, los indios prepararon grandes praderas para los bisontes quemando la selva y se han formado unas praderas húmedas que contienen un gran potencial de producción, acumulando un inmenso depósito de tierras muy ricas.

A veces se ha quemado la vegetación para producir yerta tierna; ha sido un empobrecimiento que ha reducido la diversidad de plantas que existía, trastornando la facultad de adaptación de la vegetación a las variaciones climáticas correspondientes a cada estación. Pueden citarse como ejemplo los céspedes Molinia y Scirpus de los montes de Escocia, y la desaparición paulatina de la yerba con el paso a la acacia y a la aladierna en algunas regiones de Africa y al mezquite en el sudoeste de América del Norte. Se han producido muchas variantes según la frecuencia de los incendios y, en los países tropicales particularmente, según que el incendio se haya producido en la estación seca o en la de lluvias.

Cultivos permanentes

Los cultivos permanentes, en contraposición con los nómadas dejan el suelo exhausto si no se hace una renovación de la tierra o ésta es imposible hacerla, o lo convierten en árido si no se toman las medidas para evitarlo. Se cree que los «brecks» ingleses o tierras rotas empezaron a formarse con el cultivo practicado en el neolítico. Las «concavidades polvorientas» (dust bowl) de los Estados Unidos en el decenio de 1930 mostraron los resultados de un cultivo continuo de extracción sin renovar la tierra, cuando se atraviesa un largo período de sequía. En líneas generales, el cultivo debe mantener el nivel de materia orgánica, porque si no el suelo se reseca o se dispersa. Pueden citarse, sin embargo, muchos ejemplos de cultivos permanentes, en diversas condiciones ecológicas, que han proseguido con éxito durante siglos en el Lejano y Cercano Oriente, en la cuenca del Mediterráneo y en América Central. El antiguo Negev demostró la eficacia de las medidas para la conservación del agua. Si se abandonan, el habitat puede llegar a un empobrecimiento casi total.

Cultivos nómadas

En la mentalidad de los pueblos de tendencia conservadora hay una profunda antipatía hacia los cultivos nómadas por ser totalmente perjudiciales para el habitat. Sin embargo, pueden citarse algunos cultivos de esta naturaleza que producen efectos «marginales» diversos y provechosos (por ejemplo, la creación de ecotonas) mientras la población no sea muy numerosa. Buen ejemplo de ello es el sistema chitemene de Africa Central: hay más o menos media hectárea de tierra cultivada y rodeada de monte bajo que invade de nuevo la tierra cultivada después de haber sido ésta utilizada de tres a cinco años y no se cultiva ya más durante 40 años. Estas tierras abandonadas son invadidas por colonias de ratas Tatera, mientras que el suelo está suelto y es friable. Durante uno o dos años, estas ratas, que capturan los niños, constituyen una aportación secundaria de proteínas. El monte bajo recubre después el suelo y lo renueva. Otro buen ejemplo de cultivo nómada bien estudiado y no demoledor es la agricultura Hanunoo en las Filipinas.

Con el aumento de población se destruye prematuramente el monte bajo y el habitat se deteriora. El cultivo nómada en el declive de una ladera es casi totalmente perjudicial y, en determinadas formaciones geológicas, como las de piedra caliza, puede dar rápidamente resultados desastrosos. El cultivo nómada es la plaga de la América Central y del norte de América del Sur, donde la necesidad de tierras, debida a la rápida expansión demográfica, crea un círculo vicioso difícil de romper. En extensas regiones de los países el efecto a largo plazo es la erosión provocada por el régimen hidrológico.

Regadío

El regadío tiene una larga historia y es todavía un medio de desarrollo muy popular; pero los grandes sistemas de regadío para mejorar o conservar la calidad del suelo durante largo tiempo plantean varios problemas. Como se practica a menudo en zonas áridas en las que una rápida evaporación deja las sales en el suelo, el regadío las disuelve de nuevo y las deposita como una costra cristalizada. Una utilización repetida, como en el caso del agua del río Colorado, para regadío puede salinizar tierras buenas en los niveles inferiores. Lo mismo ocurre en el río Bear (Utah), y en el gran proyecto de Sind. Para un regadío adecuado que pueda dar buenos resultados, hay que utilizar el agua de la lluvia, ya que, si se dispone de ella en cantidad suficiente, puede lavar los suelos más salobres de las zonas áridas. El proyecto de Gezira, en el Sudán, es un buen ejemplo de ello; la economía del país ha mejorado gracias al agua no salina del Nilo Azul (que corre a mayor altura que el Nilo Blanco), se desparrama sobre el triángulo de Gezira y se vierte después, por el lado inferior del triángulo, en el Nilo Blanco, que tiene un caudal suficiente para que la salinización del agua sea insignificante.

Apacentamiento y ramoneo excesivos de los animales domesticados

Una vez domesticados los animales, el sedentarismo limita a menudo el movimiento del ganado y se produce una explotación excesiva de los pastos. En diferentes condiciones climáticas, distintas especies de ganado contribuyen a mantener el habitat, pero esto puedo trastornarse con facilidad por la fluctuación natural de las condiciones. La buena técnica del pastoreo se ha de aprender, pero incluso una vez aprendida, no la sigue todo el mundo. Por su complicación, la labor de una estación experimental moderna puede fracasar; así sucedió por ejemplo en la época del reno en Alaska, porque el deterioro del suelo fue más deprisa que la investigación y se destruyeron a la vez los pastos y el reno. Ejemplos modernos del pastoreo extractivo en partes de Africa, Australia y Nueva Zelandia y las praderas de hierba corta de Norteamérica, han producido rápidamente un deterioro del suelo.

Nomadismo condicionado por el pastoreo

Merece especial mención por lo fácilmente que puede trastornarse o deformarse, en detrimento del habitat. El nomadismo, en el mejor de los casos, sigue las regiones esteparias del mundo y produce el mínimo deterioro. Ha de estar totalmente ligado al movimiento para que pueda conservarse el habitat. Toda permanencia excesiva castiga el complejo de vegetación, reduce el número de especies y, por consiguiente, lo empobrece. Las mejores zonas nómadas del mundo son las llanuras Chernozem análogas a las del Kubán, donde los escitas vagabundeaban en los tiempos de Herodoto. Su capacidad de movimiento y sujeción exasperaban a Darío. Los nómadas dependían de productos animales para su alimentación y para el calor y, como consumidores de proteínas, tenían una óptima ecología en la pirámide de alimentos; las familias, clanes o tribus, al aumentar de número, se liberaban y movían con independencia. Conocemos por la historia espantosas migraciones nómadas. Se utilizaron estepas de peor calidad, se recurrió a los bordes de los bosques en las cordilleras y se produjo inevitablemente un desplazamiento más lento, habitualmente con malas consecuencias.

FIGURA 2. - Agricultura nómada en las escarpadas de la provincia de Valdivia (Chile). Este pequeño claro en el bosque apenas proporciona un medio de subsistencia marginal a la población rural.

Cuando la estepa Chernozem, ya sea de ganado en Ucrania y Kubán, o de bisontes en las praderas americanas, dejó de producir proteína y produjo hidratos de carbono de trigo o de maíz, cayó el ser humano de su posición ecológicamente aristocrática. El hombre transformó entonces un complejo de hierba en un monocultivo de una planta anual, trigo o maíz, cuyas semillas pudo comer. Esto permitió alimentar a un número de bocas mucho mayor desde la rica estepa, sustituyendo por bocas humanas las de herbívoros como caballos, vacas y ovejas. Este cambio significó una pérdida en la alimentación recíproca del sistema que existía antes. Se sacó materia orgánica en forma de grano, pues este alimento no se consume en la estepa, como sucedía con los productos animales y de este modo se produjo una profunda pérdida de materia orgánica. Esto es lo que sucedió en Norteamérica, al reemplazarse la asociación, indio-bisonte. Los suelos Chernozem de América y de Europa han tenido que roturarse a fondo para la agricultura extractiva que se les ha impuesto, y es muy probable que unos buenos métodos de cultivo los conserven en el futuro, pero una revolución de este tipo con el arado va siempre más allá de lo que las tierras pueden soportar. Así se han dedicado al cultivo de secano de trigo estepas situadas cada vez a mayor altura, más pobres y áridas, y los resultados han sido desastrosos.

Dondequiera que las poblaciones sedentarias han chocado con el pastoreo nómada se ha producido una degeneración del habitat que se ha achacado invariablemente a los nómadas. Pero el nomadismo, sistema pastoral rigurosamente equilibrado, es la menos traumática de todas las influencias humanas y, desde el punto de vista agrícola, utiliza regiones que el hombre no puede utilizar de ningún otro modo. Tiene una estructura esencialmente ecológica que se basa en el movimiento y en el uso estacional de una amplia gama de animales de pastoreo adaptados a diferencias bien establecidas de habitat y que producen mucha energía sin pérdida de materia orgánica.

El nomadismo es siempre frágil: los cambios políticos, aparentemente pequeños, le fuerzan a una expoliación del habitat. Los masai de Africa oriental son una tribu nilótica desplazada de su tierra aborigen húmeda hacia una comarca elevada y seca. Sin embargo, poseían un conocimiento acertado y eficaz y no estropearon, en general, su habitat hasta que el hombre blanco introdujo la magia veterinaria, que redujo la gran cifra de mortalidad, que antes mantenía a los rebaños en un nivel adaptado a la capacidad de alimentación de la comarca. Los masai y su comarca constituyen un buen ejemplo de integración del nomadismo con la población indígena animal. Los animales salvajes conviven con los rebaños domésticos, tolerados y bien tratados. Esta armonía puede muy bien provenir de países de origen nilótico, como en Bahr-el-Ghazal, donde los dinka introducen jirafas en sus rebaños de vacas. Los nilóticos practican estacionalmente un nomadismo restringido entre la toich (llanura inundada herbosa) y bosques de arbustos ligeramente elevados, donde mantienen al ganado durante la estación de las lluvias. El sentido práctico, empírico de los dinka y la aceptación del ecosistema próximo y natural en este mundo rico se manifiesta igualmente en la tolerancia de una pequeña serpiente venenosa que vive en sus setos y limita la población de insectos. Incluso en este paraíso de cultivo simbiótico de ganado, la modernidad y las bocas hambrientas de otros lugares exigen cultivos de arroz, la exclusión de los animales salvajes y el dilatado pero insatisfecho vientre de los consumidores de hidratos de carbono.

Cerraremos este apartado con el ejemplo de un nomadismo vinculado con el poder político y tan reforzado por la ley que ha devastado todo un país. Se trata de lo que sucedió en España con la asociación trashumante de la Mesta. Fernando e Isabel se aliaron con ella en provecho de la Corona. Los rebaños de ovejas merinas atravesaban zonas cultivadas y llegó a ser ilegal levantar vallas contra ellos. El pueblo español tardó cerca de 200 años en vencer a la Mesta, pero persisten las colinas desnudas de España.

FIGURA 3. - Vista de un intento, que ha tenido éxito parcial, de establecer una plantación de eucaliptus en las montaña Moulay Yakoub, en Marruecos.

Merma activa de recursos naturales renovables

Deforestación

Es un hecho muy antiguo y probablemente se poseen sobre ello más datos que respecto de otras modificaciones de habitat. El primer efecto de una deforestación restringida es un enriquecimiento del habitat mediante un cambio en una situación que, por lo general, cambia poco o nada. Los claros en el bosque convienen a muchos animales a los que proporcionan pasto. El hombre primitivo y sus sucesores, completamente rodeados de bosques, llegan a encontrarse en un estado psicológico peculiar cuando se ven reducidos a tener que rechazar el bosque para que éste no lo envuelva. El medioeval horror sylvanum era muy real, y el hombre moderno, que vive en un mundo despoblado de bosques, ha de recordarlo para comprender la historia.

Los anglosajones que colonizaron Gran Bretaña, constituida por islas de tierra cultivable y pastos, unidas por caminos, dentro de un mar de bosques, no solamente fueron inteligentes en lo que respecta a las herramientas y al trabajo de la madera, sino también diestros desde el punto de vista ecológico. Para crear de un modo permanente nuevas tierras arables, se utilizó en los bosques de encinas y hayas, como arado o arrancador de yerbas, el hocico de piaras de cerdos, descendientes del jabalí europeo, que entrojaron la bellota y, con una acción repetida, impidieron su regeneración. Cuando se produjo el desmonte propiamente dicho, la yerba sucedió al «cultivo» que realizaban los cerdos, y se crearon claros cubiertos de yerba o de césped, en los cuales podía utilizarse convenientemente el arado. En la Inglaterra templada y húmeda, el cambio se produjo en el sistema biológico, pasando del bosque al prado a veces con árboles, llevando consigo pequeñas pérdidas de materia orgánica, y la producción de energía libre no quedó probablemente muy a la zaga de la del bosque. En todo caso, se podía utilizar mejor para la alimentación humana.

Se ha documentado a menudo que la tendencia a exportar los recursos naturales conduce a la devastación. No todos los bosques de encinas de Inglaterra cayeron bajo el hacha de los primeros anglosajones. La conversión de Inglaterra en una potencia naval llevó consigo un desmonte intensivo, que aumentó aun cuando la utilización del hierro exigió más combustible para alimentar las fundiciones. A principios del siglo XVII, se produjeron las primeras prohibiciones de la tala de bosques en Inglaterra. Los fundidores de hierro se trasladaron entonces hacia los bosques del oeste de Escocia, donde las profundas ensenadas permitían que los buques cargados de mineral de hierro penetraran muy adentro de los bosques de pinos escoceses, mezclados con robles, que poblaban las cañadas. Aquí la devastación fue rápida debido a la elevada precipitación lluviosa, a los suelos ácidos y a las pendientes abruptas. En nuestros días, la Comisión de Silvicultura está tratando de reparar esos daños, pero con unos gastos elevadísimos, porque el humus activo hace mucho tiempo que desapareció de las laderas en un tiempo cubiertas de bosques.

Quizás la expoliación de los bosques en Norteamérica fuera la causa principal de que surgiera la idea de la conservación. Fairfield Osborn dijo en 1948 de los Estados Unidos: «La historia de nuestro país en el último siglo, por lo que respecta a la explotación de los bosques, los pastos, los animales salvajes y los manantiales, es la más violenta y destructiva que se haya escrito durante la larga existencia de la civilización. La velocidad de los acontecimientos no tiene paralelo...» Esta rapidez y volumen de destrucción encontraron un correctivo en los Estados Unidos con la idea y la práctica de la conservación. También en Africa se ha creado una conciencia de la necesidad de conservar, a menudo como resultado de la destrucción.

Una nota alentadora puede hallarse en la posibilidad de que el proyecto especial africano, que ejecutan conjuntamente la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos y la FAO, haya marcado un punto decisivo en la determinación de actitudes favorables a la conservación en el resto de Africa; lo mismo podría decirse de la Conferencia de Arusha, de 1961.

La tala de los bosques tropicales ha sido un caso de simple destrucción. La enorme e impresionante acumulación de materia orgánica que existía en lo que era la más antigua forma de vida del planeta tiende a ocultar a nuestra vista su fragilidad. Como la mayoría de los bosques, el bosque tropical es principalmente una fábrica fotosintética de celulosa, que en grado muy secundario produce un poco de proteína. El suelo del bosque tropical ha estado protegido del sol durante miles de años con los nichos para la desintegración y la transformación tan colmados que es espléndida la nutrición de los árboles y la vida del dosel arbóreo. Cuando el bosque se tala, el suelo blando expuesto al sol se oxida rápidamente y desaparece.

«Como la nieve que cayese sobre la polvorienta faz del desierto Brilla una o dos horas y después desaparece.»

Han desaparecido los bosques de caoba de la Española, y los de Honduras están perdiéndose con los resultados que se conocen.

Muchos países, en particular los tropicales, han explotado los recursos forestales sin tomar medidas para garantizar un rendimiento sostenido. Puede argumentarse que, debido a la economía local y a la estructura política, no era posible otra cosa y que en el futuro volvería a suceder lo mismo. Para sobrevivir, necesitan dinero que les permita seguir una política. La política está ligada particularmente con esa conveniencia. No hay que olvidar que las decisiones políticas son y han sido un factor importante en la evolución del ambiente natural.

Avenamiento de las tierras pantanosas

En general, las tierras húmedas producen muchas proteínas en forma de mamíferos, aves, peces e invertebrados, pero no siempre en modo adecuado para servir de alimento al hombre. El avenamiento se ha practicado a lo largo de la historia en muchas partes del mundo, para construir canales navegables y obtener más tierra cultivable. Los Países Bajos y la comarca de Fen, en Inglaterra, son buenos ejemplos de ello, así como muchas zonas de los Estados Unidos. Donde la tierra es turba alcalina, se vuelve muy fértil cuando se deseca bastante para poderla trabajar, pero se contrae de volumen tanto que es necesario construir diques y evacuar el agua, con bombas, ya que la tierra ganada está bajo el nivel del mar. La situación es vulnerable y la tierra misma es tan friable que tiende a ser dispersada por el viento. La cuestión es siempre la de si se puede disponer del importante capital necesario y si lo retribuirá la fecundidad potencial de la tierra desecada. Una vez más el ecosistema se transforma desde productor de proteínas en productor, principalmente, de granos ricos en hidratos de carbono. Desde luego, se podrán alimentar más bocas con el producto «devaluado». La pérdida estética de especies hermosas, especialmente aves, que resulta del avenamiento es considerable. Los Estados Unidos han modificado en cierto modo su política anterior, permitiendo que se vuelvan a anegar ciertas tierras desecadas para que recuperen su antigua forma, como se ha hecho en las marismas de Klamath en el norte de California. En realidad, permitir que se vuelvan a anegar las tierras pantanosas es sólo posible en un país opulento, que tiene excedentes de grano y donde la fauna salvaje (proteínas) comienza a tener un valor extrínseco como recreo.

En Florida, el parque nacional Everglades ofrece un buen ejemplo de la complejidad de habitat pantanosos y de lo que puede pasar cuando se desecan estas zonas. Se trata de una zona esencialmente desierta, y reservada a la fauna salvaje, con una base plana política situada ligeramente sobre el nivel del mar y un poco inclinada hacia el sur. El Everglades depende del tránsito estacional hacia el sur de grandes cantidades de agua que se mueven muy lentamente. Durante la estación lluviosa, toda la vida salvaje se dispersa por la zona y en la estación seca se concentra en las cavidades donde se refugian los caimanes, y que sirven de reservas durante la estación seca. El avenamiento del norte del parque ha reducido mucho el agua que fluye por el parque de Everglades, por lo que ha descendido el nivel freático. Además, hay una cavidad en el fondo que constituye un canal que va desde el mar al Everglades, para dejar paso a los buques de recreo, lo que determina, no sólo una pérdida más rápida de agua, sino una invasión circunstancial de agua salada. En fin, durante largo tiempo se ha cazado ilegalmente el caimán. Si no se pone más cuidado en la protección de esos animales, será necesario practicar hoyos artificiales para conservar otras muchas especies de la fauna y la flora. Everglades constituye un gran parque nacional, pero es un claro ejemplo de que una extensión de varios miles de kilómetros cuadrados no bastan para constituir una zona independiente desde el punto de vista ecológico.

Hay muchas tierras húmedas en el interior de Africa y una de las más prometedoras orientaciones de desarrollo en estos últimos años ha sido la de mejorar la ordenación y la explotación de los recursos piscícolas de estas regiones. Zambia constituye un excelente ejemplo de la obtención de un nivel mejor de alimentación para una nueva población industrial con las pesquerías de agua dulce de sus numerosos pantanos. Pero el aumento previsible de la población humana ha hecho que se piense seriamente en el avenamiento de ciertas zonas, como las llanuras de Kafue y Chambeshi, para cultivarlas con cereales. Como resultado de ello no sólo se reducirá la pesca, sino que desaparecerán también los rebaños de animales de caza, a pesar de que el lechwe rojo es un antílope que vive en grandes manadas y está adaptado a pastar en tierras inundadas pudiendo ser utilizado como animal productor de carne.

Caza excesiva de especies que merecen preservarse

La desaparición o la disminución de ciertas especies ha alterado el ecosistema y el habitat. Nuestros conocimientos al respecto son limitados; si se comprende mejor el papel de los microhabitat (nichos), queda mucho que aprender sobre los habitat donde se ha echado al ocupante de un nicho. El elefante facilita una buena comparación, porque hay un gran número de habitat de los que ha desaparecido por haber sido cazado en exceso y otros en los que abunda más que nunca gracias a la protección de que es objeto. En este último caso se constituyen praderas, se destruyen los arbustos y desaparece la mosca tsé-tsé. El elefante provoca el cambio, pero es el hombre quien lo instiga al trastornar su modo de vida. No se ha pensado bastante en la influencia de la disminución de las batidas de caza en la sabana africana. El bisonte de las praderas de Norteamérica fue sustituido por el arado, por lo que poco se sabe sobre el cambio que la reducción hubiera causado, excepto que en los límites de la pradera, como en Wisconsin, coincide con un aumento de bosque de igual edad.

Extinción intencionada de ciertas especies

Tal vez el lobo constituya el mejor ejemplo en razón de la amenaza directa contra la extensión del pastoreo. La conducta que se atribuye al lobo ha llegado a constituir en el hombre una ficción psicológica, que influye aún sobre el destino del habitat. En un pasado reciente, se pagaban aún primas por cada lobo que se mataba en el Artico, donde la caza del caribú por el hombre era totalmente insuficiente para que disminuyese este animal de modo que se mantuvieran los pastos en un nivel que, de otro modo, podría tardarse un siglo en recobrar (en este tiempo el caribú habría desaparecido). Son de ello excelentes ejemplos las manadas de renos expulsadas de la costa occidental al cabo de 30 años de pastar excesivamente, pero la obsesión psicológica del lobo ha impedido sacar una lección de un caso tan claro. Estas praderas, excesivamente pastadas, siguen contrastando con el terreno adyacente cuando se miran desde un aeroplano a 6000 metros de altura.

La necesidad de un continuo o frecuente movimiento se describió en relación al pastoreo nómada. Los animales salvajes dirigen sus movimientos, pero no enteramente según su voluntad. Hay la curiosa costumbre, llamada yardinq, de varias especies de ciervos: un gran rebaño da vueltas en círculo en una zona reducida y en lo más inclemente del invierno. Puede haber más alimento en otro lugar, pero no se mueven de ahí, a menos que los lobos u otros animales carnívoros les impulsen a marcharse. No se sabe hasta qué punto la falta de esa acción del animal de presa fue causa de desaparición del ciervo mula en 1916 de la Meseta de Kaibab (Arizona). Los leones de montaña se mataban aún en el Parque Nacional del Gran Cañón en 1950, pues está profundamente arraigada la aversión a ese gran felino. Es motivo de preocupación la influencia sobre el habitat de violentas fluctuaciones debidas a la destrucción por el hombre de animales voraces que, no sólo reducen los rebaños, sino que los mantienen en movimiento. Trabajos recientes sobre la proporción entre el alce y el lobo y el equilibrio de la Isla Royale, en el Lago Superior, muestran que un habitat de bosque que soporta a este gran ciervo puede mantenerlo cuando el hombre deja que el lobo practique la reducción necesaria.

Consecuencias de ea extracción de minerales y elaboración industrial

Gases tóxicos y detritus

De la fundición de minerales se desprenden gases tóxicos que pueden destruir las plantas y a veces los animales. Es bien sabido que en Tennessee regiones enteras se volvieron estériles debido al desprendimiento de gases de las fundiciones de cobre. Las fundiciones de aluminio, al pie del Great Glen, en Escocia, producían gases fluorurados que los vientos dominantes del sudoeste empujaban hacia el nordeste. Esos gases marchitaron los pastos y el ganado se resintió. El asunto fue llevado a los tribunales y sólo después de una larga tramitación se consiguió que se instalaran depuradores de gases para evitar esos efectos nocivos.

En Derbyshire (Inglaterra), a consecuencia de la explotación de las minas de plomo y de los yacimientos de feldespato, las tierras quedaron cubiertas de detritus y desde entonces la hierba creció tan impregnada que no pudo ya servir de pasto para el ganado joven. Los efectos nocivos sobre el terreno se siguen manifestando siglos después de la extracción.

Perturbación del avenamiento natural

La extracción del carbón y de esquistos no sólo crea condiciones que pueden provocar sumersión, sino que produce grandes volúmenes de detritus que, en general, quedan en la superficie, cerca del pozo de la mina. Estos grandes vaciaderos no sólo afean el paisaje, sino que constituyen un grave obstáculo para el avenamiento de superficie. En los casos extremos, son una amenaza para las poblaciones humanas según se vio tan trágicamente en Aberfan (Gales). En los condados ingleses de Durham y Northumberland se ha empezado a trabajar para hacer desaparecer los vaciaderos cubriéndolos de vegetación. La National Coal Board del Reino Unido, que ha hecho muchas explotaciones a cielo abierto en el norte de Inglaterra, se ha preocupado cuidadosamente de restaurar el paisaje, invistiendo en ello el 11 por ciento de sus ingresos. Excelentes resultados del mismo orden pueden observarse en varios lugares de la República Federal de Alemania.

El desmonte y la explotación con barrenas de los montes del Kentucky (EE.UU.) han dejado huellas lamentables en sus laderas y los efectos consiguientes de la erosión de la cuenca colectara se han propagado, con graves consecuencias, lejos de dichos montes, hasta las tierras fértiles de la región del río Ohio. Es lástima que el carbón que se extrae se venda, al precio mínimo posible, a la Tennessee Valley Authority, que por su parte aplica una política de restauración digna de elogio. Un problema general de la conservación es el de evitar que los organismos de un mismo país actúen como antagonistas. También se advierte la falta de una legislación adecuada: la aplicación de la ley se basa en gran parte en los precedentes, y difícilmente se pueden adaptar a situaciones que nadie preveía en el pasado.

Evacuación de desechos en los ríos

Es ésta una forma obvia y bien conocida de provocar alteraciones en la biosfera. La raíz del mal está en el concepto primitivo de que el río es una cloaca natural. La fabricación de papel es una industria moderna (si la antigüedad se cuenta en siglos), a la que cabe achacar la contaminación de las aguas de muchos ríos de las regiones boscosas. El Estado de Maine (EE.UU.) tiene una población relativamente poco numerosa, pero los ríos están contaminados en tal grado que es imposible criar el salmón. En las regiones de población densa, el problema principal es el de los desagües. Se conoce cada día mejor el problema de evacuar los residuos industriales, pero la reglamentación es aún insuficiente. La producción de plaguicidas, tan desarrollada recientemente, ha tenido consecuencias trágicas en ciertos casos, debido a la contaminación de los ríos y estanques. En comparación con esto, el descuido con que desaguan los baños parasiticidas los criadores de ovejas tiene quizás poca importancia, pero muestra que la imprudencia del hombre puede extender los efectos nocivos de esos productos hasta lugares muy alejados de su vecindad inmediata. No se ha comprendido suficientemente que la productividad marina de la plataforma continental depende del aporte de los estuarios.

Consecuencias de la densidad demográfica

Pérdidas y ganancias en la flora y en la fauna

Es evidente que, cuando el hombre deja de ser sólo cazador y recolector de alimentos para él y su familia y se convierte en gregario, se producen pérdidas. Fue un cambio de ecosistemas en el sentido del consumo directo de más productos naturales que ha permitido una concentración demográfica y el desarrollo de la civilización. Algunos animales tímidos se mantienen alejados de las colectividades humanas, otros se adaptan a éstas, sin perder por eso su timidez. El zorro de los alrededores de Londres es un ejemplo de ello. Las plantas, que no pueden moverse, no tienen opción y muchas especies son destruidas. El ancho pie del hombre, con el peso del cuerpo erguido sobre él, ejerce sobre la hierba una presión mucho mayor de lo que se suele creer. Esto se ve claramente, y es en cierto modo decisivo, en los grandes parques nacionales, como los de la América del Norte, donde es preciso trazar cada vez más senderos pavimentados para que queden protegidas asociaciones de plantas frágiles de zonas alpinas, desérticas y forestales. En un suelo selvático esponjoso, las huellas de los pies se conservan durante años; en las tundras de Alaska se pueden observar las huellas de los vehículos de oruga y los jeeps, cruzándose en todos los sentidos, y es dudoso que esas huellas lleguen a desaparecer. Podría creerse que los árboles del bosque están a cubierto de los efectos del paso de los seres humanos, pero no es así. En Francia ha sido necesario proteger con cercas los altos robles del bosque de Fontainebleau porque el apisonamiento de terreno producido por las giras campestres, puede terminar por destruir los árboles.

La rápida expansión demográfica de la India, en un clima de estación húmeda y seca alternadas, permite encontrar ejemplos de la acción destructora del pie del hombre en la vegetación. Cerca de aldeas que hace tres años estaban aún rodeadas de selvas secundarias no se ve ahora más que fango seco. En estos lugares, donde las construcciones materiales son muy livianas (a veces son sólo de postes, lona y chapa ondulada), la alteración de la superficie del terreno no puede imputarse a ningún plan de urbanización determinado, sino simplemente al paso del hombre y de los animales domésticos. Estos últimos contribuyen a destruir la vegetación con su habitual ramoneo, así como también los que los crían cuando cortan ramas de los árboles para dárselas como alimento.

Ciertas tribus humanas, en habitat favorables, advierten las ventajas inmediatas del cultivo en el lindero de la selva. Buen ejemplo de ello es el de los kikuyos de Kenia: este pueblo ha hecho retroceder los límites de la selva, en grado peligroso, especialmente en los últimos años, en que la población se ha decuplicado bajo la Pax Britannica.

Al alterar el ecosistema, voluntaria o involuntariamente, el hombre suele simplificarlo, y hace así posible la invasión de vegetales y de animales que representan etapas más primitivas de la serie evolutiva. Las simientes anuales y bienales pueden servir de ejemplo. En el reino animal hay invasores siempre dispuestos, como la rata parda, y el gorrión común, que han seguido al hombre adonde éste ha cultivado el trigo. No es oportuno tratar aquí del asunto de las especies exóticas, pero vale la pena estudiar su influencia sobre el habitat en relación con los cambios provocados por el hombre en la biosfera. Aunque se trate de un aspecto limitado, es curioso recordar que en los agradables suburbios residenciales la belleza de los jardines atrae a una mayor variedad de pájaros que los que se encuentran en los campos vecinos. Consciente o inconscientemente, se ha creado una diversidad ante la cual la naturaleza ha reaccionado rápidamente contribuyendo a su variedad y deleite.

Contaminación del aire, el agua y el suelo

Se ha dejado para el final el problema más grave de nuestra época: la contaminación. Ya no cabe hablar de la región industrial del norte de Inglaterra, del Ruhr en Alemania, o de las regiones de Yaroslavl y Gorky en la U.R.S.S., como regiones contaminadas en las que es posible enriquecerse, pero donde no conviene vivir: en el último cuarto de siglo se ha contaminado todo el planeta, hasta el punto de que los animales que acumulan grasa en la remota Antártida, como los pingüinos y las focas, tienen en esa grasa cantidades apreciables de compuestos orgánicos clorados que se denominan comúnmente plaguicidas, a pesar de no haberse utilizado éstos más que a varios miles de kilómetros de un punto cualquiera del continente antártico. Virtualmente, ha cesado en realidad la reproducción de ciertas especies de pájaros, a pesar de no haber sido perseguidos deliberadamente, sino por el contrario, tratados con cuidado. Llevamos en la grasa de nuestros cuerpos sustancias contaminadoras y aunque no se conocen aún los efectos, buenos o malos, que pueden producir, muchos hombres de ciencia temen las consecuencias que su acumulación podrá producir a lo largo de los años. Algunos países adelantados han reglamentado el empleo de los plaguicidas y han limitado sus dosis, pero, en cambio, se venden en grandes cantidades y a bajo precio en los países tropicales, donde las plagas abundan y la utilización de los plaguicidas no está sometida a ninguna inspección que conocen la cuestión saben que para evitar la contaminación de la biosfera no basta reglamentar el empleo de los plaguicidas en algunos países, sino que habría que hacerlo en todo el mundo. Actualmente todos somos ciudadanos del mundo.

Habría mucho que decir también sobre la radiactividad. En los últimos años, el nivel de radiactividad ha aumentado en el aire, en el suelo, en el agua y en los organismos vivos en vastas extensiones del mundo. Las explosiones experimentales de bombas atómicas y de hidrógeno y otras operaciones con radionúclidos representan uno de los más graves peligros para todos los organismos vivos de la tierra.

¿Cómo se podría presentar la cuenta planetaria de ganancias y pérdidas en lo que respecta al consumo y la producción de oxígeno? Se supone que la proporción de 20 por ciento de oxígeno en la atmósfera se ha ido formando, en una larga evolución, por la acción fotosintética de los vegetales y la lenta acumulación de materia orgánica en los sedimentos del fondo del océano. Cuando se sabe que un avión a reacción que atraviesa el Atlántico consume 35 toleradas de oxigeno, ¿las operaciones industriales y el empleo de motores de combustión no hacen que disminuya seriamente el margen entre la producción y el consumo, especialmente si se observa la rapidez con que se destruyen las selvas y otras reservas de vegetales? Hasta cierto punto, el consumo de oxígeno y la producción de anhídrido carbónico están relacionados; se sabe que la proporción de anhídrido carbónico contenido en la atmósfera aumenta y que esto podría provocar un aumento de la temperatura de la atmósfera y de los océanos con la consiguiente fusión de considerables masas de hielo lo que, a su vez, elevaría notablemente el nivel de los océanos. La contaminación, la combustión y la destrucción se combinarían pues para provocar en definitiva una alteración de la biosfera.

La evacuación de residuos en los ríos ocurre, desde luego, hace mucho tiempo. Los lagos reciben esa descarga y se ha comprobado la presencia de condiciones eutróficas en puntos tan alejados entre sí como el Lago Erie, en la frontera del Canadá, y el Lago Baikal, en la U.R.S.S. En algunos lagos, la actividad biológica sufre los efectos asfixiantes de la falta de oxígeno y del exceso de materia orgánica depositada. El exceso de población ejerce una influencia en las riberas de los ríos y de los lagos. Para poder vivir dentro de una densidad de población tan grande, deben someterse a tratamientos adecuados todos los desagües y residuos. Es evidente que se trata de modificar los hábitos, pero no con bastante rapidez. En el río Támesis, en Londres, la situación mejora gracias a una acción cívica y hay que agradecer a los aficionados a la pesca de la trucha que hayan podido salvarse de la contaminación muchos afluentes del Támesis y otros ríos de Inglaterra.

El naufragio del Torrey Canyon puso de manifiesto el creciente peligro de la contaminación del mar por los aceites posados y, como efecto secundario, el de los detergentes utilizados para eliminar esos aceites, ya que los detergentes destruyen más organismos marinos que el petróleo. Las empresas petroleras responsables reconocen mucha importancia al estudio de los riesgos que presenta el transporte del petróleo por vía marítima. La mitad de la carga que transportan los buques oceánicos corresponde al petróleo: el año pasado, 3.218 buques-tanque transportaron 700 millones de toneladas. El empleo en los puertos de separadores de diseño perfeccionado, de defensas de material plástico en torno a las dársenas para petroleros, el uso de floculantes para rociar el mar, de gelifitantes para solidificar el petróleo de los buques en peligro y de nuevos métodos de carga y estiba en los petroleros gigantes, muestran que las empresas petroleras están animadas de sanas intenciones y sería de desear que lo mismo hicieran las industrias terrestres, que son posibles contaminadores del medio.

Problemas del desarrollo acelerado

Gran parte de lo dicho es aplicable a las alteraciones prolongadas y lentas de las civilizaciones características del pasado, de las que han salido las naciones adelantadas de la actualidad y los países insuficientemente desarrollados de la generación anterior. Pero los rapidísimos adelantos característicos de los países en vías de desarrollo han producido nuevos tipos de interacciones espectaculares en el medio, que no se observaban antes. Jamás se había evidenciado como ahora el problema del desarrollo acelerado, con sus devastadoras consecuencias, en muchas regiones tropicales y subtropicales en que viven los dos tercios de la población del mundo. En ellas las relaciones entre el hombre y el medio se modifican tan rápidamente que el equilibrio del desarrollo corre grave riesgo y, en casos extremos, poblaciones enteras están amenazadas de extinción total.

Efectos secundarios de la modificación en gran escala de los ecosistemas tropicales

Las diversas biocenosis tropicales (tropical biotic communities) están sometidas actualmente a modificaciones radicales y de gran amplitud, a causa del aprovechamiento por el hombre de superficies cada día más extensas y del empleo generalizado de poderosos medios técnicos. La deforestación, el riego, la introducción de plantas y animales exóticos, la utilización en gran escala de herbicidas, la eliminación de ciertos agentes patógenos, etc., han provocado en diez años una transformación más profunda de los paisajes tropicales que la acción de los agricultores y ganaderos tradicionales en diez siglos. Juntamente con ventajas económicas innegables e inmediatas, esta «recomposición» de los ecosistemas tropicales ha provocado, a veces, una ruptura brusca de equilibrios generalmente milenarios entre el hombre y su medio y ha creado problemas inesperados. La introducción del ganado en las sabanas tropicales americanas ha favorecido la multiplicación de vampiros hematófagos vectores de la rabia. El desarrollo del riego en las sabanas del Sahel africano ha dado lugar a la extensión de la bilharziasis. La deforestación sistemática ha dado lugar con frecuencia a que se transmitan al hombre o a los animales domésticos algunos virus normalmente limitados al ciclo patógeno de vuelo forestal; algunos de estos virus sólo podían afectar levemente a los monos y a los roedores arborícolas, mientras que para la especie humana pueden resultar mucho más peligrosos (fiebre amarilla, dengue, enfermedad de Kyasanur, etc.).

A menudo ha venido a agravar ciertas carencias alimenticias el abandono de algunos alimentos vegetales y animales tradicionales, o su sustitución por especies recién introducidas, de cultivo más fácil. Incluso la eliminación de algunas enfermedades tropicales puede plantear problemas a largo plazo. Algunas zonas de población del Africa occidental parecían hallarse protegidas contra los efectos de la malaria por la posesión de algunas hemoglobinas anormales en estado heterocigótico. Una vez desaparecido el parásito no subsistirán, de esta adaptación genética al medio, nada más que los efectos desfavorables.

Consecuencias biológicas, psicológicas y sociales de la urbanización acelerada y anárquica en las zonas tropicales

Las zonas tropicales de Africa, Asia y América han presenciado en los últimos 20 años la proliferación explosiva de barrios de chabolas - «bidonvilles», «shantytowns» y «favelas» - de todas clases, en los que so amontona una población frecuentemente mal nutrida, analfabeta, y que muchas veces ha roto brutalmente con sus valores tradicionales. De todo ello resulta una patología todavía mal conocida en la que los efectos de la desnutrición y de la pobreza vienen a superponerse a las consecuencias somáticas y psíquicas de las múltiples formas de opresión. De ello resulta la creación de un subproletariado en malas condiciones físicas, que priva de brazos y de cerebros a la agricultura, sin proporcionar, no obstante, una mano de obra calificada a la industria. En el plano de la higiene pública, el estado sanitario de estos suburbios malsanos constituye una amenaza perpetua para las grandes aglomeraciones de que forman parte.

Consecuencias biológicas, psicológicas y sociales de las migraciones

Esta atracción de las nuevas ciudades y de los centros industriales provoca movimientos de población sin precedentes que producen desequilibrios demográficos muy perjudiciales para el desarrollo de muchos países tropicales. Además, estas migraciones son frecuentemente selectivas, suelen tender a dejar en el campo a los grupos o a los individuos menos dinámicos y a condenar a un paro crónico a la mayoría de los mejores individuos. En ocasiones, estas migraciones arrastran a poblaciones que estaban bien adaptadas biológicamente a ambientes especiales (el altiplano andino, por ejemplo) para llevarlas a zonas climáticamente desfavorables.

FIGURA 4. - Este antiguo bajorrelieve egipcio de la quinta dinastía, actualmente en el Museo del Louvre, en París, revela cuán eterno es el problema que plantean las cabras como enemigas de la repoblación forestal, pese al indudable valor que tienen para el hombre por su leche, su carne y sus pieles.

Estos problemas - y existen muchos - requieren urgente atención por parte de grupos de especialistas, incluso ecólogos, expertos médicos, psicosociólogos y economistas, para hallar soluciones rápidas. Los ecosistemas tropicales son a la vez tan numerosos, complicados y frágiles que nada sería tan perjudicial a los intereses de las poblaciones humanas que viven en ellos como el puro y simple «trasplante» a los trópicos de técnicas (a voces, incluso, de conceptos) que han demostrado su utilidad en las zonas templadas. El hecho de que el avión haya hecho desaparecer las distancias - o de que actualmente sea posible prevenir y curar la mayor parte de las enfermedades tropicales - no quiere decir que hayan desaparecido por ello las diferencias ecológicas esenciales entre los grandes biomas. Es una utopía peligrosa querer generalizar a la totalidad del planeta el modo de vida de las naciones industrializadas de las latitudes templadas. Las normas occidentales deben adaptarse a los ambientes y a las civilizaciones, y no ser importadas sin discriminación. Este principio es tan valioso en las esferas de la economía y de la técnica como en lo que concierne a la alimentación, el vestido o la vivienda.

Influencias humanas encaminadas a la conservación de la calidad del medio

Independientemente de los errores pasados y presentes y de los nuevos problemas originados por el desarrollo acelerado debido al crecimiento demográfico, económico y social, el hombre intentó ya en tiempos pasados resolver estos problemas planteados por las alteraciones del habitat, y las nuevas formas de pensar y las tecnologías en constante cambio le provocan el deseo y le ofrecen las posibilidades de construir o reconstruir un medio que proporcione deleite estético, bienes y servicios necesarios.

FIGURA 5. - Operaciones de extracción de teca en la Provincia de Lampang, en el norte de Tailandia. En la fotografía puede apreciarse la forma en que el hombre ha influencio en la naturaleza, enseñando al elefante a ayudarle en el trabajo.

Disfrute ante formas orgánicas y diversidad' ambiental

Hay muchas razones para creer en su importancia. Hay las grandes villas de antaño, sus jardines y las instalaciones de agua destinadas al goce estético. Pensemos en China imperial, la antigua Roma, Persia y en la Italia renacentista, los jardines arquitectónicos de Francia y los parques ingleses de propiedad privada. Los parques de Capability Brown no pudieron ser disfrutados por sus promotores como sucede ahora, con los árboles en pleno desarrollo. La jardinería se ha hecho extraordinariamente popular, y las autoridades municipales propenden cada vez más a hacer inversiones en los jardines públicos. La mayor afluencia crea una demanda de lugares de esparcimiento.

Creación parques nacionales

Esta es una importantísima contribución a la civilización de las personas previsoras que tienen una visión de las futuras aspiraciones humanas. Los mejores resultados do conservación y el estudio de la fauna y la flora en estado natural se han logrado mediante la creación de reservas o parques nacionales dotados de un personal científico permanente.

Creación de zonas de vida salvaje y de zonas naturales

Aquí la acción está impulsada tanto por intereses espirituales y estéticos como por necesidades biológicas. Existe en los hombres un sentimiento muy difundido da simpatía hacia la vida salvaje, aun en aquellos individuos que nunca podrán estar en contacto con ella. Desde el punto de vista biológico, se necesitan zonas naturales como reserva; su estudio proporcionará series de datos para estudiar de una manera más inteligente otros medios.

Agricultura de conservación de los recursos

Algunas tribus que disponen de habitat reducidos o limitados han llegado empíricamente a adoptar prácticas de conservación, pero la ciencia de la conservación en la agricultura y los recursos hídricos, así como en la silvicultura, ha nacido de un cambio de mentalidad después de una desmedida explotación. Podría decirse con reservas que la agricultura de conservación está firmemente establecida en los países desarrollados, si no fuera porque estos mismos países desarrollados han cometido increíbles errores en los países subdesarrollados. Podría ponerse fin a tales errores si se realizaran los necesarios estudios preliminares relativos a las posibilidades y limitaciones de los terrenos y si se hicieran las inversiones necesarias para la conservación.

Interés por el deporte

Muchas formas de deporte al aire libre en los países más adelantados implican una atención al medio circundante. El interés por la pesca exige el cuidado de los ríos, mencionado ya; en los países occidentales se ha adoptado una agricultura diversificada y se mantienen estratégicamente zonas de bosques y prados en interés del deporte. En algunos casos el deporte ha destruido las especias animales de grandes áreas, pero la comprensión del papel ecológico de los animales rapaces está dando paso a una tolerancia mucho mayor. En conjunto, las explotaciones agrícolas dirigidas por personas que aprecian la actividad deportiva tienen una mayor variedad de plantas y animales que las otras. A veces, el agricultor deportista llega a convertirse en un verdadero naturalista que disfruta incluso observando la vida natural carente de interés deportivo.

Cambios en la industria

En los Estados Unidos la agricultura se trasladó desde las costas orientales hasta el Oeste Medio. Los bosques, que nunca habían desaparecido, crecieron de nuevo. Todavía hace sólo 60 años se cortaba mucha madera para combustible en estos bosques del este. Ahora que se ha generalizado la calefacción central alimentada con combustible líquido, los árboles han vuelto a crecer más hermosos. Mejor aún, los bosques del este tienen ahora una nueva y alta misión: convertirse en el parque suburbano, en el vergel de disfrute de las concentraciones urbanas de la costa. Actualmente la opinión pública apoya firmemente el mantenimiento de estos lugares de recreo del este.

Del mismo modo, en Europa, la concentración de la agricultura en los mejores suelos, con el consiguiente abandono de las tierras marginales, ha abierto el camino para el desarrollo de las zonas rurales a base de repoblación forestal para la conservación de los suelos, utilización de los bosques para la producción de madera y recreo; establecimiento de parques nacionales y, en general, conservación, reconstitución y ordenamiento en gran escala de los recursos naturales.

Conclusiones

En conclusión: ¿implica esto una actitud optimista? Los ecólogos difícilmente pueden permitirse ser optimistas. Pero un pesimista absoluto es un derrotista, y esto tampoco es admisible. No hay necesidad de llegar al completo desastre, y si los ojos humanos estuvieran bien abiertos, se podría hacer mucho por la rehabilitación. El mayor peligro de todos radica en la incapacidad del hombre para regular el explosivo crecimiento de la población humana. Si verdaderamente se pudiera dominar la explosión demográfica, se descartaría una política oportunista demasiado frecuente, sostenida por una tecnología divorciada de la filosofía de la ciencia. El científico, en cuanto entidad social, debe sostener la necesidad de estudiar desde el punto de vista del ecosistema los problemas mundiales, como una medida de defensa contra la desequilibrada acción de la tecnología. Sin embargo, hay que comprender que la adopción de una política consciente, normativa y restrictiva, no tiene tanta eficacia sobre la tecnología como sobre otros campos importantes de la actividad humana.


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