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ANEXO VII: Declaraciones de clausura

DIRECTOR GENERAL DE LA FAO (Idioma original francés)

Excelentísimos señoras y señores,
Señoras y señores:

Deseo, antes que nada, agradecer a todos ustedes por haber venido en tan gran número y con tanta motivación en esta ocasión.

A pesar de sus grandes responsabilidades, han encontrado ustedes tiempo para participar en esta reunión con el fin de ayudar a 800 millones de personas de todo el mundo a recuperar la esperanza en un futuro mejor. Han sido muy numerosos los Jefes de Estado y de Gobierno, Viceprimeros Ministros, Ministros y Representantes de los distintos Estados, que han venido para trabajar aquí juntos, en el espíritu de solidaridad universal que caracteriza a la familia de las Naciones Unidas. Esto confirma que los esfuerzos que hemos desplegado para preparar esta Cumbre no han sido vanos, y aprovecho esta oportunidad para agradecer profundamente a todo el personal de la FAO, a todos los niveles, la calidad y eficacia del trabajo que han realizado para garantizar el éxito de esta Cumbre.

Para todos ustedes, estos últimos cuatro días han sido un importante paso hacia la consecución de nuestro objetivo común: erradicar el hambre en un mundo del que debería haber desaparecido hace mucho tiempo. Todavía no se ha hecho lo que habría debido hacerse para alcanzar el objetivo de la Cumbre de 1996 de reducir a la mitad el número de personas que sufren hambre para el año 2015. Las personas hambrientas son casi tan numerosas hoy como lo eran hace cinco años. Esa fue la triste realidad que nos indujo a convocar la Cumbre Mundial sobre la Alimentación: cinco años después.

Hoy, la presencia de ustedes aquí, su dedicación y compromiso, son otras tantas pruebas de que, además de los compromisos internacionales, cada país adoptará medidas concretas para poner en práctica las acciones señaladas en la Declaración que acaban ustedes de aprobar.

Al clausurarse esta Cumbre, me complace anunciar que 53 países y la Unión Europea han aprovechado la presencia en Roma de sus delegaciones para firmar el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura aprobado por la Conferencia de la FAO en noviembre de 2001; otros siete países lo han ratificado ya. Deseo reiterar mi llamamiento para que todos los países firmen el Tratado e inicien los trámites necesarios para su ratificación lo antes posible.

Han llegado ustedes a un amplio consenso sobre las medidas que han de adoptarse para acelerar el proceso de reducción del hambre. Se han comprometido ustedes públicamente, ante el mundo entero, a reforzar la voluntad política y las acciones necesarias para alcanzar nuestro objetivo común.

Sabemos que la eliminación del hambre no sólo es un imperativo moral; sabemos que toda inversión en la reducción de su incidencia no podrá sino beneficiar a un mundo cada vez más interdependiente. Interesa a todos, ricos y pobres, hacer todo lo posible, y rápidamente, para instaurar un mundo más equitativo, eliminar el hambre crónica y sus estigmas, la desesperación y la resignación.

No perdamos tiempo: emprendamos desde ahora esta carrera contra el tiempo para poner en práctica nuestros compromisos, para demostrar que, unidos, ganaremos la guerra contra el hambre y la pobreza, contra el escepticismo y el egoísmo.

Muchas gracias.


PRESIDENTE DE LA CUMBRE (Idioma original italiano)

Hemos llegado al final de esta Cumbre. Permítanme que haga unas breves observaciones basadas en las notas que he tomado. Son sólo cuatro cuestiones.

Hemos afirmado, y muchos oradores lo han repetido, que el bien fundamental es la libertad, la libertad en todas sus formas: la libertad política, la libertad religiosa, la libertad de expresión, la libertad económica, pero sobre todo la libertad frente al hambre. El derecho a una alimentación adecuada tiene primacía sobre todos los demás derechos. La persona que padece hambre no es una persona libre. Creo que se trata de una afirmación importante.

Hemos examinado las causas principales de la falta de alimentos: las guerras, sobre todo las civiles, la falta de democracia en demasiados países, los obstáculos proteccionistas aplicados a los productos alimenticios y a los productos elaborados, la ayuda de los países más industrializados, que no es suficiente. Hemos llegado a la conclusión de que ningún país debe ser excluido de la economía mundial. Sólo en la economía mundial podrá cada país sacar el máximo provecho de su capital humano, del patrimonio que constituyen sus recursos naturales. Hemos dicho que los países industrializados deben llegar a destinar el 0,7 por ciento de su PIB a los países en desarrollo y deben estudiar cómo añadir a esa cantidad la ayuda de los ciudadanos privados. Hasta ahora no se ha hecho lo bastante a ese respecto. Hemos propuesto una forma concreta de proporcionar esa ayuda. En mi país, como ya he dicho, queremos realizar proyectos concretos, como un hospital, una escuela, una clínica, un dispensario, que sean el signo de la presencia italiana y del deseo de los ciudadanos italianos de ayudar a los países en desarrollo. Estoy convencido de que cada mes, gracias a la televisión, dirigiéndonos a nuestros ciudadanos, conseguiríamos poner en marcha una operación concreta, una obra que llevaríamos realmente a la práctica.

Hemos hablado de la necesidad, en un mundo global, de que las cuentas públicas sean transparentes y no opacas, de que sean claras, fáciles de leer por parte de las instituciones financieras internacionales que deciden a qué países han de concederse las ayudas. Y he recordado que presentaré en la reunión del G-8 que se celebrará en el Canadá una propuesta en tres fases: una fase experimental, una fase obligatoria para los países que deseen recibir ayuda y, por último, una tercera fase en la que se establezcan asociaciones concretas entre países o ciudades con unos fines específicos. He recordado también un proyecto para conseguir la participación de los ciudadanos de los países más ricos: que cuando compren productos de lujo, destinen el dos o tres por ciento a obras concretas para ayudar a los países en desarrollo.

Hemos escuchado también críticas dirigidas a la FAO, a su exceso de personal. No es de extrañar. En mi opinión, todas las organizaciones que reúnen medios y personas tienden a aumentar de tamaño. Hay una regla casi científica según la cual toda organización sale ganando si reduce sus dimensiones cada diez años. Por lo tanto, Señor Diouf, es necesario que la FAO se aligere un poco. Y ese aligeramiento es posible, como he comprobado personalmente en las empresas que he fundado y administrado durante años. Es posible reducir cada diez años el personal de una empresa en un 30 por ciento y aumentar el 30 por ciento su productividad, a pesar de esa reducción del personal. Estoy convencido de que las organizaciones internacionales deberían someterse también a esta cura de adelgazamiento cada diez años. Esta no es una crítica negativa, sino que debe acogerse como un estímulo para trabajar más y mejor.

La conclusión es que todos estamos de acuerdo en lo que hay que hacer. La Declaración se ha preparado y aprobado por unanimidad. Ahora se trata de arremangarse y ponerla en práctica. Es así como ha concluido su discurso el Señor Kofi Annan. También así ha concluido el Señor Diouf. Y acaba de hacerme llegar una nota en la que me recuerda que la FAO se ha reducido en un 30 por ciento desde 1996. Dice que ha anticipado incluso la respuesta a las críticas, pero comprobaré si eso es cierto.

Les doy las gracias, en nombre de mi país, por haber venido. Deseo a todos un feliz regreso a su lugar de origen, al país en el que han tenido la suerte de nacer, de vivir, de realizarse. Les deseo que todos los sueños que albergan en su espíritu y en su corazón se hagan realidad. Como hombre de gobierno, formulo mis más sinceros votos. Espero que vean con sus propios ojos cómo mejora la situación en sus países y cómo crecen en ellos la libertad, la democracia y el bienestar.

Esperemos tener un futuro sin guerras, un futuro más sereno, más seguro que el que tuvimos en el último siglo.

Deseo sobre todo que la democracia prevalezca sobre todas las ideologías que causaron grandes quebrantos en el siglo pasado: el nazismo, el fascismo y el comunismo fueron enfermedades de la humanidad. Espero que hayamos comprendido que la humanidad está dispuesta ahora a caminar hacia el futuro garantizando a todos los que la componen ese derecho fundamental de cada uno que es la libertad, y en particular la libertad frente al hambre. Deseo una feliz estancia a quienes permanezcan aún unos días en Roma, y un feliz viaje de regreso a quienes retornen a sus países. Les deseo mucha salud y la felicidad más completa.

Declaro clausurada la Cumbre Mundial sobre la Alimentación: cinco años después.

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