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La campesina en Honduras


La campesina en Honduras

La población rural de Honduras representa casi un 61 por ciento de la población total y tiene acceso escaso a los bienes y servicios básicos de desarrollo (alimentos, vivienda, agua potable, sistemas de saneamiento, comunicaciones, carreteras y mercados). El por ciento de la población rural vive en la pobreza y el 66 por ciento de los agricultores que producen los granos básicos -principal alimento del país- tienen acceso a sólo un 8 por ciento de la tierra cultivable. Este 66 por ciento posee en promedio poco más de I hectárea de tierra para procurarse el suministro anual de granos básicos destinados a alimentar a una familia de seis hijos y producir un superávit para el mercado. Los campesinos cultivan las variedades de semillas autóctonas utilizando aperos rudimentarios de labranza manual y algunos animales de tracción para preparar la tierra, sembrar y recoger la cosecha. Cuando necesitan dinero en efectivo, los agricultores suelen vender parte de su cosecha a fin de poder comprar los bienes que necesita la familia para vivir o para pagar deudas, lo que les permite solamente comprar alimentos a precios altos en períodos de escasez.

En el medio rural, las oportunidades de encontrar trabajo remunerado, tanto para los hombres como para las mujeres son mínimas, pero la situación es aún más difícil para las campesinas. En algunas regiones las mujeres fabrican artículos de artesanía para aumentar su tasa oficial de actividad económica que, según el Censo de 1988 es del 11 por ciento. Esto no significa que la mujer no trabaje, sino que la división tradicional del trabajo por sexos oculta la tasa real de participación económica de la campesina. El trabajo de la mujer es ano más subestimado en el sector agrícola, ya que ni ella misma se considera un trabajadora agrícola. En una comparación realizada en 1990 entre cuatro estudios sobre participación económica de la mujer en los años ochenta, se puso de manifiesto que el 75-79 por ciento de las campesinas participan en la producción agrícola, aún cuando es frecuente que su trabajo sea estacional o a tiempo parcial. Esta cifra «ajustada» incluye la participación de la mujer en la producción de subsistencia en zonas tradicionalmente bajo su control (cría de aves de corral, cerdos y cabras y cultivo de huertos). En general, estas actividades se realizan cerca del hogar lo que permite a la mujer atender al mismo tiempo sus responsabilidades domésticas y productivas.

Según el Censo, de todas las mujeres que declaran ser jefas de familias en las zonas rurales, el 22 por ciento participan en actividades económicas, lo que representa más del doble de la tasa registrada para mujeres esposas de un jefe de familia (9 por ciento). Las estadísticas más recientes sobre hogares rurales encabezados por mujeres solteras -17,8 por ciento según el Censo- subestiman el número real de mujeres con personas a cargo y sin compañero. La emigración a las zonas urbanas de mujeres abandonadas, madres solteras que consideran que su hijo mayor es el jefe de familia y mujeres separadas que se reincorporaron al hogar de sus padres, ocultan el número real de madres solteras.

Las tendencias de la emigración rural indican que la mujer responde a la pobreza rural de manera diferente que el hombre. La mujer tiende a permanecer menos que el hombre en las zonas rurales. Ella representa el 49 por ciento de la población rural y el 53 por ciento de la urbana. Del total de emigrantes rurales, el 54 por ciento son mujeres, de las cuales el 64 por ciento emigran a las zonas urbanas. La gran emigración de mujeres a menudo se debe a la disolución temporal o permanente de los hogares y a la necesidad de obtener un ingreso monetario.

Si bien el nivel de enseñanza de la mujer campesina es equivalente al del hombre del medio rural, en ambos casos es deficiente. El analfabetismo se concentra en las zonas rurales donde, según las estadísticas de 1988, el 51 por ciento de la población es analfabeta. La tendencia histórica a discriminar en la enseñanza a las niñas con respecto a los varones ha sido rectificada en Honduras, según los datos del último Censo. En relación con los hombres hay un número ligeramente superior de mujeres que saben leer y escribir.

La pobreza de la población rural se manifiesta en una malnutrición crónica. Los múltiples partos sin un adecuado espaciamiento de los embarazos y la práctica casi continua de la lactancia natural tienen consecuencias negativas aún más graves para la salud de la mujer. Según la región, las mujeres analfabetas de las zonas rurales de Honduras tienen una media de 6,7 a 8,2 hijos, porcentaje que se encuentra entre los más altos de América Latina. El 70 por ciento de las madres que amamantan a sus hijos tienen carencia de vitamina A y se estima que la ingesta de hierro es un 40 por ciento inferior al nivel recomendado. La población rural sufre deficiencias en calorías y proteínas lo que limita el crecimiento mental y físico así como la capacidad para una actividad física continua.

Antecedentes del proyecto

El «Programa de promoción y capacitación campesina para la incorporación de la mujer al desarrollo rural» forma parte de un proceso decenal de integración de los intereses de la campesina en la planificación del desarrollo y ejecución de proyectos en Honduras, encabezado por las organizaciones de las Naciones Unidas y apoyado fundamentalmente por el gobierno de los Países Bajos.

La promoción de la participación de la mujer en la producción comenzó en el decenio de 1970 con la ayuda financiera ofrecida por el sistema de las Naciones Unidas al Instituto Nacional Agrario del Gobierno de Honduras, con el fin de fortalecer los grupos de campesinos organizados que se hablan beneficiado de la reforma agraria (denominado el «sector reformado»). A los productores agrícolas que no se beneficiaron de la reforma agraria («sector no reformado») se les facilitaron servicios a través del Ministerio de Recursos Naturales que, desde los años cincuenta ha incluido actividades destinadas a la mujer, aunque orientadas sobre todo a la esfera doméstica. No obstante, es claro que la política de desarrollo rural en Honduras se ha orientado hacia el fomento de la producción, tradicionalmente considerado un «trabajo del hombre».

El proyecto de la mujer, apoyado por la FAO, surgió de otro proyecto conjunto del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de la FAO1. Este proyecto, dirigido a las mujeres de las familias del sector reformado contaba con un presupuesto de 1 095 000 $EE.UU. para tres años (1983-86), destinado a dar capacitación técnica y a crear un fondo rotatorio de créditos para pequeños proyectos productivos. No obstante, solamente un 5 por ciento de ese presupuesto se destinó a la capacitación de la mujer.

1Símbolo del Proyecto DP/HON/82/007 (1983-86).

La falta de un componente de capacitación para las campesinas tuvo una repercusión negativa sobre el proyecto. En primer lugar permitió que las mujeres abrigaran falsas expectativas de ingresos monetarios que no pudieron hacerse realidad debido al nivel bajo de conocimientos técnicos y de capacidad organizativa. En segundo lugar, a pesar del éxito modesto de algunos grupos de mujeres en la realización de actividades productivas y comerciales, no se alcanzaron los objetivos generales del proyecto. Se perdió de un 40 a un 60 por ciento de todos los préstamos concedidos, según las regiones. La falta de una buena estrategia de comercialización provocó pérdidas comerciales que hicieron imposible reponer el fondo rotatorio para el proyecto.

Se llegó a la conclusión de que los problemas específicos de la mujer en el sector reformado eran:

Se hizo evidente que en el proyecto PNUD/FAO, las actividades de base en favor de la mujer no abordaban sus necesidades básicas de educación y organizativas. Los administradores nacionales y los funcionarios internacionales de desarrollo propusieron un nuevo proyecto, centrado únicamente en la capacitación de las campesinas y en la sensibilización y formación de los extensionistas que trabajaban con ellas. La convicción fundamental que había inducido a proponer el nuevo proyecto era que las actividades económicas no se podrían realizar sin una organización previa y que para 1a organización de grupos era necesario contar con 1a debida capacitación. Con 1a contribución de 698 500 $EE.UU. por parte del gobierno de los Países Bajos, se inició el nuevo proyecto2 en febrero de 1986 y en septiembre de 1989 se terminó la primera fase del mismo. La FAO coordinó el proyecto con los dos organismos oficiales encargados de la extensión en Honduras (el Instituto Nacional Agrario y más tarde el Ministerio de Recursos Naturales).

2Símbolo del proyecto GCP/HON/013/NET (1986-89), conocido también como «Fase I» del proyecto de la FAO.

Desde un principio, el proyecto de la FAO estuvo encaminado a reforzar la organización de las mujeres del medio rural, sensibilizar a la población desde la base hasta las instancias superiores, perfeccionar técnicas de capacitación Agrícola adecuadas y formar a las campesinas para que actúen de intermediarias entre el sistema de extensión y los grupos de mujeres locales. Se eligieron seis regiones para el proyecto: Comayagua, Copán, Choluteca, Paraíso, Francisco Morazán, Olancho y Santa Bárbara.

Se capacitaron cuatro tipos diferentes de agentes de enlace: alfabetizadores, agentes de enlace de vivienda/medio ambiente, organizadores de grupos de mujeres, y agentes de enlace para la producción de alimentos. La capacitación de las campesinas se complementó con la capacitación simultánea de extensionistas y otro personal profesional de los organismos de extensión oficiales. La participación de las bases y el intercambio de información contribuyeron a que el proyecto perfeccionara sus objetivos y métodos, cubriera las necesidades de las campesinas y de sus organizaciones beneficiarias y garantizara la aceptación del mismo. Esta participación ha constituido un elemento importante del éxito del proyecto.

Los objetivos específicos del proyecto fueron capacitar a:

El contenido de capacitación destinado a las 200 campesinas incluía alfabetización, mejoras en el hogar, organización de grupos y ejecución de proyectos y producción de alimentos para mejorar la nutrición de la familia. La capacitación para los 152 extensionistas tenía como finalidad sensibilizarlos con respecto a la situación de las campesinas y fomentar tecnologías y técnicas organizativas adecuadas para la puesta en marcha de proyectos sociales y productivos en beneficio de las campesinas. Los efectos previstos en la zona del proyecto eran mejorar la capacidad de las campesinas para planificar y ejecutar proyectos productivos y sociales basados en sus necesidades y en las de sus comunidades.

Con el fin de ocuparse de las necesidades de las mujeres pertenecientes al sector no reformado e intensificar su formación en materia de nutrición, el proyecto de la FAO pidió que, además del Instituto Nacional Agrario, se contara con la participación del Ministerio de Recursos Naturales. Sin embargo, complicaciones de carácter administrativo limitaron la participación de este último en los cuatro módulos de capacitación.

La experiencia adquirida en el proceso de ejecución del proyecto y la necesidad de consolidar los grupos beneficiarios, convencieron a la FAO para que prestara apoyo con un proyecto provisional de seis meses3 que podía ofrecer continuidad mientras que un equipo especial FAO/Gobierno de los Países Bajos elaboraba una segunda fase completa para el proyecto. La Fase II4 debía abarcar el período comprendido entre noviembre de 1990 y mayo de 1992, con un presupuesto de 410 380 $EE.UU. Como puede observarse en el gráfico, la Fase I estaba orientada hacia la organización de las campesinas en grupos, la capacitación de algunos miembros de los grupos como agentes de enlace de extensión y la sensibilización de los extensionistas que prestaban servicios a las campesinas. Los objetivos del proyecto provisional de seis meses eran organizar fuentes de crédito, proporcionar capacitación complementaria a algunas de las mujeres que habían recibido capacitación en la Fase I, definir con mayor claridad el tipo de capacitación y la función que iban a desempeñar los agentes de enlace de extensión y los promotores campesinos que hubiesen tenido más éxito y documentar la Fase II del proyecto.

3Símbolo del proyecto TCP/HON/0051 (1990), con un presupuesto de 75 000 $EE.UU.

4Símbolo del proyecto GCP/HON/015/NET (1990-92).

En la Fase II, que ha comenzado ya, se está tratando de consolidar los grupos de campesinas, dar capacitación a otros 60 extensionistas, dar más capacitación práctica a las campesinas, promover la producción de tecnología intermedia para los molinos de grano y el abastecimiento de agua y crear una red de apoyo técnico y financiero que continúe después de terminado el proyecto (Véase el Cuadro para más detalles).

CUADRO: OBJETIVOS DE LAS DIFERENTES FASES DEL PROYECTO

«Fase I»

Código: GCPI/HON/013/NET (1986-89)

Presupuesto: 698479 $EE.UU.

Objetivos específicos:

    · Capacitar un total de 200 personas, en su mayoría mujeres

    a) Organizadores de grupos de mujeres;

    b) Agentes de alfabetización (hombres y mujeres);

    c) Agentes de enlace comunitarios para la producción de alimentos.

    · Capacitar 162 agentes de extensión estatales y promotores sociales.

Componentes agregados:

    · Capacitar mujeres como agentes de enlace de vivienda/medio ambiente.

    · Crear un Fondo para insumos y semillas.

    · Capacitar en forma complementaria en producción familiar de aves de ' corral.

«Proyecto provisional»

Código:TCP/HON/0051 (1990)

Presupuesto: 75 000 $EE.UU.

Objetivos específicos:

    · Establecer un programa de crédito experimental para ensayar la producción familiar de aves de corral.

    · Reactivar el Fondo rotatorio para las mujeres campesinas (congelado en 1987).

    · Redactar la Fase II del proyecto.

«Fase II»

Código: GCP/HON/015/NET (1990-92)

Presupuesto: 410 380 $EE.UU.

Objetivos específicos:

    · Capacitar a 60 nuevos agentes de enlace comunitarios para la producción de alimentos y seguimiento a los ya capacitados.

    · Capacitar a 60 extensionistas y promotores sociales estatales.

    · Establecer créditos para la cría de aves de corral para la producción de alimentos.

    · Continuar el Fondo para insumos y semillas.

    · Facilitar asistencia técnica para los proyectos de servicios y producción destinados a la subsistencia y a la generación de ingresos.

    · Establecer y documentar métodos de capacitación.

    · Prestar ayuda a las actividades de investigación y producir tecnología intermedia para los molinos de grano y el abastecimiento de agua.

    · Crear una red de recursos que puedan explotar las campesinas con apoyo técnico y financiero una vez terminado el proyecto.

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