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Capacitación de extensionistas en cuestiones relacionadas con las diferencias en función del sexo


Capacitación de extensionistas en cuestiones relacionadas con las diferencias en función del sexo

La capacitación fue concebida como un instrumento para cambiar las actitudes del personal de extensión hacia el trabajo con las mujeres. La gran mayoría de los extensionistas mantiene la opinión de que las mujeres son solamente aptas para los trabajos domésticos y las funciones maternas y manifiestan la actitud general de que una mujer «sólo sabe cuidar a los niños, lavar la ropa y cocinar». Así pues, para ellos la participación de la mujer en la producción y en todas las actividades relacionadas con el desarrollo rural era insignificante. Este prejuicio limitó el acceso de la mujer a la extensión agrícola.

La esencia de la capacitación era fomentar entre los extensionistas una aceptación más amplia de la idea de trabajar con la mujer en programas de desarrollo rural y, a nivel macrosociológico, reforzar la capacidad institucional para trabajar con la mujer una vez terminado el proyecto. Se consideraba vital para el éxito del proyecto introducir un cambio de actitudes en el Instituto Nacional Agrario (uno de los dos organismos del país responsable de la extensión). El instituto tenía un concepto de desarrollo rural orientado hacia la producción masculina, contaba con un escaso número de empleadas y sólo recientemente se ha creado en él una sección dedicada a la mujer. La capacitación en cuestiones relacionadas con la diferencia en función del sexo resultaba básica para garantizar que los extensionistas dedicaran a la mujer un mínimo de tiempo.

El elemento más importante de la capacitación de los extensionistas fue el curso sobre «Metodología para la promoción y organización de las campesinas» en el que se insistió principalmente en la necesidad de: motivar mejor al personal de campo para que colaborase con las mujeres; determinar cuáles son las funciones tradicionales y no tradicionales de las mujeres; y proporcionar información al personal de campo sobre su labor en el sector. Con este enfoque, dirigido específicamente a la mujer, se abordaron los problemas estructurales con que se enfrentan las mujeres y los extensionistas para la organización de los grupos -la pesada carga de trabajo de las campesinas y la escasa prioridad que frecuentemente dan los extensionistas a las mujeres- para lo cual se hacían representaciones dramáticas de situaciones de la vida real.

Los cuatro temas del curso fueron: economía campesina; división del trabajo en función del sexo; condiciones en las que trabaja la mujer y compatibilidad de las funciones de la mujer como trabajadora y como madre.

En la capacitación de los extensionistas se insistió principalmente en la necesidad de motivar mejor al personal de campo para que colaborase con las mujeres.

Los cursos de capacitación estuvieron continuamente sujetos a adaptación y mejora, pero cada uno de ellos adoptó un enfoque «no amenazador» y «no feminista» basado en los valores tradicionales de Honduras. A través de discusiones, estudios de caso, representaciones e intercambio de experiencias, los participantes dedicaron cinco días para cambiar las concepciones que tenían previamente. La capacitación, que comenzó en 1986, sigue impartiéndose en la actualidad en cada uno de los organismos de ejecución bajo los auspicios del proyecto de la FAO y otras instituciones de apoyo.

Agentes de enlace de extensión

Con la formación de los «agentes de enlace de extensión» se pretendía mejorar la capacidad del sistema de extensión para llegar a las campesinas, educando a las mujeres de las comunidades rurales para trabajar con grupos de base de mujeres, ampliando así el ámbito y la calidad de los servicios de extensión para las campesinas. Para considerarlas candidatas a la capacitación las mujeres tenían que saber leer y escribir. En principio el proyecto propuso que tuviesen seis años de escolarización, pero a los seis meses hubo que reducir los requisitos ya que no se encontraban mujeres en esa situación.

La capacitación de la mujer estaba dividida en cuatro módulos distintos para cuatro tipos de enlaces de extensión, a saber:

El módulo que tuvo más éxito fue el cuarto, en el que se preparaban agentes de enlace para la producción de alimentos. Los otros tres módulos de capacitación experimentaron dificultades de tipo institucional, financiero y social que limitaron su éxito. Sin embargo, el hecho de que se aplicaran los distintos módulos consecutivamente en lugar de simultáneamente hizo posible aplicar a los últimos la experiencia obtenido en los primeros. De tal manera el llamado «proyecto provisional» y la Fase II del proyecto se dedicaron a repetir y documentar el cuarto módulo de capacitación de enlaces para la producción de alimentos, que era el de mayor éxito. A continuación se describen los cuatro módulos de capacitación y el trabajo que desempeñaron las mujeres y los hombres que los recibieron.

Agentes de alfabetización

Aprender a leer y escribir proporciona un nivel más alto de conocimientos técnicos y una confianza personal mayor, lo que a su vez aumenta el proceso de democratización de los grupos e incrementa la participación a nivel de las bases. Por otra parte, con un 50 por ciento de analfabetas, los grupos de mujeres de la zona del proyecto encontraban dificultades para considerar los problemas técnicos, que podían haberse abordado conjuntamente en un grupo de base. El proyecto de la FAO trató este aspecto capacitando a 141 agentes de alfabetización para que enseñaran a leer y escribir y dieran nociones elementales de aritmética.

El 80 por ciento de los alumnos elegidos por el Instituto Nacional Agrario eran mujeres y el método utilizado era el elaborado por el Ministerio de Educación Pública para su programa nacional de alfabetización.

Entre 1986 y 1990 se crearon en la zona del proyecto unos 97 círculos de alfabetización, si bien en 1991 sólo 30 de ellos estaban todavía funcionando. Más de la mitad de los agentes de alfabetización no llegaron a terminar nunca su primer curso. A pesar de la necesidad crítica de esas clases, los problemas de carácter cultural, personal e institucional limitaron la ejecución del plan. Además, obstáculos de carácter sociocultural limitaron la participación de las mujeres como agentes de alfabetización. A veces los padres o maridos no las dejaban viajar hasta el poblado donde se llevaban a cabo los cursos. Las clases se daban por lo general por las tardes y se consideraba peligroso que las mujeres caminaran por el bosque o cruzaran ríos de noche. No tenían libertad para viajar ni el apoyo o estímulo de un miembro de la familia que las acompañara.

Después de haber capacitado a los agentes de alfabetización y de haber iniciado éstos sus actividades de enseñanza no se alcanzaron los resultados esperados por falta de un seguimiento correcto por parte de los extensionistas en cada región. La mayor parte de ellos no se quedaban en los poblados después de oscurecer por dificultades en el transporte y por no pagárseles horas extraordinarias.

Los agentes de alfabetización esperaban recibir apoyo técnico para la creación de círculos de alfabetización. Asimismo, se les había hecho creer que recibirían por su actividad un apoyo financiero que incluía el mejoramiento del lugar de trabajo y una cantidad simbólica como remuneración. Como ambas expectativas no se cumplieron, los agentes de alfabetización dejaron de enseñar.

Agentes de enlace de vivienda/medio ambiente

El módulo destinado a los agentes de enlace de vivienda/medio ambiente no se encontraba entre los que originalmente se propusieron en el documento de proyecto sino que lo propuso en 1988 el Director del

Instituto Nacional Agrario, que en esos momentos estaba interesado en prestar apoyo a los proyectos tradicionales destinados a las mujeres en su carácter de madres y amas de casa.

Si bien el concepto se opone en parte al objetivo del proyecto de cambiar la actitud con respecto a las funciones múltiples que desempeñan las mujeres, el equipo del proyecto acordó aplicar el módulo reconociendo que la carencia general de infraestructura afecta negativamente la disponibilidad de tiempo de las mujeres y la higiene familiar. En las zonas rurales las familias suelen vivir apiñadas y en condiciones insalubres, lo que impide la participación de las mujeres en las actividades de grupo.

Después de su capacitación, el entusiasmo con que los agentes de enlace de vivienda/medio ambiente realizaron su trabajo provocó peticiones de los grupos de base que el proyecto no pudo atender. Los agentes actuaron activamente dentro de sus grupos, especialmente en la construcción de cocinas de leña mejoradas. Para esa construcción y para otras mejoras en el hogar, hubo que comprar cierta cantidad de materiales (clavos, martillos y baldosas, por ejemplo). Al no contar con crédito, la mayoría de las mujeres no pudieron ni siquiera introducir mejoras mínimas.

Las mejoras más apreciadas por las mujeres construcción de suelos de hormigón, receptáculos para el agua y letrinas y mejora de los tejados requerían materiales de construcción cayo costo era prohibitivo. La transferencia de tecnología apropiada generó una demanda de cambios más amplios y de mayor importancia en la infraestructura, lo que requería crédito y materiales de construcción. Cuando el equipo del proyecto reconoció que los agentes de enlace de vivienda estaban generando una demanda que no podía satisfacerse, detuvieron las actividades de capacitación y seguimiento. Los agentes de enlace de vivienda/medio ambiente y sus grupos dejaron de tener motivaciones para continuar las actividades de mejora de los hogares, si bien algunos consiguieron desde entonces aprovechar el apoyo exterior de las organizaciones de desarrollo no gubernamentales para llevar a cabo importantes mejoras en sus comunidades.

Organizadoras de grupos de mujeres

El módulo organizadoras de grupos de mujeres fue propuesto a fin de formar «activistas campesinas» entre aquellas mujeres que pertenecían predominantemente a organizaciones de campesinos hombres. Estas mujeres solían tener niveles de conciencia organizativa superiores a la media, pero su acceso a la toma de decisiones dentro de las organizaciones era por lo general mínimo. Con el activismo propuesto se intentaba fomentar la introducción de un cambio en las organizaciones campesinas dominadas por hombres y estimular la demanda de servicios de extensión en los grupos a los que pertenecían las mujeres.

La capacitación de las organizadoras de grupos de mujeres consistía en seis cursos de una semana sobre los temas siguientes:

La metodología de capacitación incluía charlas, demostraciones, actividades, dinámica de grupos, desempeño de roles, así como debates y soluciones de problemas en grupos pequeños. Después de terminar los cursos y según sus posibilidades, cada mujer se comprometía la formación de 5 a 20 grupos de campesinas. El trabajo de estas mujeres consistía en fomentar la organización a nivel de bases y enseñar técnicas agrícolas apropiadas a los miembros de los grupos. Las organizadoras de grupos de mujeres contaron durante cuatro meses con la ayuda del proyecto, consistente en una subvención de 300 lempiras (75 $EE.UU.) mensuales, después de lo cual eran las organizaciones de campesinos las que debían hacerse cargo de la ayuda.

Surgieron varios problemas entre las organizadoras de los grupos de mujeres y las organizaciones campesinas a las que pertenecían, lo que obstaculizó la continuidad y sostenibilidad del trabajo. Uno de los problemas era la falta de convicción y, por lo tanto, la carencia de recursos de las organizaciones campesinas para apoyar a las organizadoras de grupos de mujeres. Las responsabilidades de una organizadora de grupos de mujeres eran equivalentes a las de un organizador campesino que trabajaba en régimen de jornada completa recibiendo generalmente unos 150 $EE.UU. al mes por su trabajo, más los gastos. En segundo lugar, la tasa de abandono de las mujeres que comenzaban el curso era muy alta y, por último, las obligaciones de trabajo que pesaban sobre las organizadoras de grupos de mujeres resultaban incompatibles con las actividades organizativas de jornada completa, sobre todo para las mujeres jefas de familia, siendo frecuentes los enfrentamientos personales en los hogares. A pesar de esas dificultades SS de las 92 mujeres que recibieron capacitación en un principio continúan en la actualidad desempeñando algún tipo de actividad organizativa, si bien no en los trabajos originalmente previstos en el proyecto.

El trabajo consistía en fomentar la organización a nivel de bases y enseñar técnicas agrícolas apropiadas.

Elementos del éxito

El «efecto multiplicador» de la capacitación de las organizadoras de grupos de mujeres era muy alto. Las estadísticas procedentes de la Asociación Nacional de Campesinos de Honduras (ANACH), por ejemplo, ponen de manifiesto que, en el curso de los 18 meses posteriores a la capacitación de 17 organizadoras de grupos de mujeres, se formaron 61 nuevos grupos con un total de 800 mujeres miembros. El aumento de motivación de las organizadoras y la remuneración que se les pagaba inicialmente les daba la voluntad, la confianza y la capacidad de transferir los conocimientos recibidos durante la capacitación a numerosos grupos dentro de su esfera de influencia. A estas mujeres les ayudaba también su experiencia anterior de participación con las organizaciones de campesinos.

Al brindar apoyo técnico a pueblos que raramente visitaban los extensionistas, las organizadoras de grupos de mujeres iniciaban y continuaban el trabajo que no hubiera sido posible en otro caso, ayudando a los nuevos grupos a formarse y a consolidar y administrar sus asuntos. Los grupos de mujeres gozaban de estabilidad gracias a la continua supervisión de su organizadora sin que tuvieran que esperar la llegada de un extensionista.

Los efectos políticos de la capacitación de las mujeres se dejaron sentir en los hogares, en la comunidad y en las organizaciones de campesinos. La participación de las mujeres en las organizaciones aumentó sus responsabilidades en la esfera pública.

Las campesinas capacitadas que pertenecían a organizaciones predominantemente masculinas comenzaron a pedir mayor poder decisorio y lucharon por el reconocimiento de sus derechos. Las mujeres que pertenecían a la Unión Nacional de Campesinos (UNC), por ejemplo, formaron un bloque y en 1988 pidieron y obtuvieron el derecho a votar en la organización. Los miembros femeninos de la ANACH han pedido mayor representación a nivel regional, por ejemplo, que en la jerarquía de cada región se incluya como mínimo a una mujer.

El aumento de la actividad solfa provocar problemas personales a las mujeres, ya que estaban asumiendo una función no tradicional. Sin embargo, después de un período de tiempo, los resultados positivos de las actividades de las organizadoras transformaron las habladurías del poblado en actitudes de respeto a la comunidad. Todas las mujeres que trabajaban como organizadoras, sin excepción, admitieron que, si bien en un principio habían sido rechazadas por la familia y la comunidad, su lucha por trabajar con las mujeres había valido la pena. En general las mujeres, las organizaciones campesinas y el personal de los proyectos reconocen que la mayor presencia de las mujeres a todos los niveles dentro de las organizaciones campesinas es el resultado directo del programa de capacitación.

Otras limitaciones

La tasa alta de abandono entre las participantes de los cursillos, sobre todo a comienzos del proyecto, se debía en parte a la falta de conexión de éstas con los grupos de base. A menudo, las mujeres elegidos por las organizaciones de campesinos para participar en la capacitación, trabajaban en sus organizaciones a nivel regional y nacional, no eran capaces ni estaban dispuestas a transferir sus conocimientos a los grupos de base. En estos casos no se materializaba el efecto multiplicador deseado.

La falta de fondos fue el obstáculo más persistente para que continuara el éxito del trabajo de las organizadoras de grupos de mujeres. Se supone que cada organizadora dependía de su propia organización de campesinos en cuanto a la subvención, al menos para cubrir los gastos de viaje después de los primeros cuatro meses de ejecución del proyecto. Sin embargo, lo más frecuente era que las organizaciones de campesinos hombres se negaran a pagar a las mujeres organizadoras o si lo hacían, le pagaban la mitad de lo que recibían los hombres. Las organizaciones de mujeres campesinas contaban con fondos limitados para pagar a las organizadoras, por haber dependido hasta entonces del trabajo voluntario. Incluso el pago de gastos de viaje se retrasaba interminablemente y las organizadoras tenían que pagar los gastos de transporte y alimentos de su propio bolsillo.

Pagar un trabajo que muchos consideran activismo politice puede ser controvertido pero no es el caso de las organizadoras de grupos de mujeres. Casi la tercera parte de ellas son madres solteras que trabajan como costureras, agricultoras o vendedoras en el mercado. La organización por sí misma es una actividad a tiempo completo y no se puede desempeñar un trabajo productivo al mismo tiempo que se organizan y atienden grupos de base con dedicación exclusiva. Las mujeres no podían ampliar sus actividades organizativas fuera de sus pueblos sin recibir ninguna compensación.

La mayoría de las organizadoras de grupos de mujeres tenían también que luchar con sus familias para poder participar activamente. Las mujeres contaban que sus maridos las trataban mal o intentaban controlarlas (uno incluso llegó a abandonar a su mujer), una vez que habían terminado su capacitación y comenzaba el trabajo de organización. No recibían ni apoyo ni aprobación porque, según las palabras de una de ellas: «yo era una persona diferente después de la capacitación, tenía más confianza y mi marido no sabía qué hacer conmigo». Sin embargo, superado el período de lucha personal dentro de las familias, la mayoría de los maridos terminaron por reconocer el valor de la participación de sus mujeres y les permitían salir de la casa y viajar a otros pueblos.

Lecciones aprendidas

Las tres lecciones principales aprendidas del módulo organizadoras de grupos de mujeres son: la necesidad de incentivos para poder participar a jornada completa en las actividades organizativas; la conveniencia de seleccionar a mujeres que tengan relación con la población rural de base a fin de obtener mejores resultados; y la necesidad de que los maridos se integren en las tareas de las mujeres a fin de que comprendan los cambios personales que sus nuevas obligaciones les exigen. En el módulo final de capacitación que se describe en el capitulo siguiente se han incorporado éstas y otras lecciones aprendidas.

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