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PARTE 2
Temas de interés para los pescadores y acuicultores

INTRODUCCIÓN


Muchos pescadores y acuicultores tropiezan con dificultades prácticas y son objeto de controversia. Es preciso superar esos obstáculos para que la pesca continúe siendo una fuente estable de alimentos y de ingresos y los acuicultores contribuyan al volumen creciente de productos acuáticos que los consumidores esperan.

La controversia se centra fundamentalmente en el acceso a los recursos naturales y su aprovechamiento. Hay una doble polémica en torno a dos cuestiones básicas.

El presente examen de los problemas pendientes avanza de las cuestiones generales a las concretas. El primer problema analizado es el de la gestión del sector de la pesca. En este contexto, la gestión comprende el marco jurídico e institucional que debe garantizar que la pesca de captura y la acuicultura desempeñen la función que el conjunto de la sociedad considera adecuada. La gestión debe establecer también las normas que garanticen una competencia eficiente dentro del sector y un acceso equitativo a los recursos.

El análisis de la gestión va seguido de un examen de dos cuestiones más específicas incluidas en esa problemática general: el establecimiento de un entorno propicio para la acuicultura y la integración de las pesquerías en la ordenación de zonas costeras. Luego se analizan dos temas que deben ser resueltos por el sector de la pesca de captura pero que han suscitado enorme atención fuera del sector pesquero: cómo acomodar la capacidad de pesca a los recursos disponibles y cómo ordenar las capturas incidentales y los descartes.

GESTIÓN DE LAS PESQUERÍAS NACIONALES

EL PROBLEMA

El 90 por ciento de las capturas pesqueras mundiales se obtienen dentro de las zonas de jurisdicción nacional, debido ante todo a la mayor productividad y proximidad de las zonas costeras y de la plataforma, y el grueso de los problemas de ordenación de la pesca se registran en las zonas sometidas al control de los gobiernos nacionales. En cualquier caso, estos problemas no son nuevos. La necesidad de que los gobiernos tomen conciencia de la situación de las pesquerías, apliquen políticas eficaces para evitar el agotamiento de los recursos y el despilfarro de los insumos y facilitar progresivamente la rehabilitación de las poblaciones es un hecho admitido desde hace al menos 50 años.

La situación actual de las pesquerías mundiales - el 60 por ciento de las principales poblaciones comerciales supervisadas requieren sistemas mejorados o nuevos de ordenación- refleja la necesidad de un mecanismo acertado de gestión. El desafío que se presenta a los gobiernos es cómo ordenar las pesquerías en una forma que permita el aprovechamiento completo y sostenible de los recursos, junto con la eficiencia económica y una generalización de los beneficios sociales. Por otro lado, cada vez son más los que admiten que la responsabilidad de la ordenación no es competencia únicamente de los gobiernos, ya que se trata de una responsabilidad compartida de quienes participan directamente en el sector pesquero y de otros que se consideran con derecho a intervenir en las decisiones referentes al patrimonio de la humanidad.

En los años ochenta muchos preveían ya que la gestión de las pesquerías mejoraría notablemente, en paralelo con el establecimiento de la jurisdicción nacional ampliada en virtud de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Así ocurrió en los países con capacidad e interés para reforzar su sistema de gestión. En muchos casos participaban ya en las pesquerías de las zonas económicas exclusivas (ZEE) o tenían capacidad fácilmente disponible -por ejemplo, pescadores capacitados, capital de inversión, infraestructura- dentro del sector. La experiencia posterior ha demostrado que incluso en las circunstancias más favorables el logro de un buen sistema de gestión es un proceso prolongado. Los gobiernos que ahora cuentan con pesquerías bien administradas, generalmente deben este éxito a 20 a 40 años de continuado esfuerzo y ajuste (véase el Recuadro 4).


RECUADRO 4
Evolución de la ordenación de las pesquerías en Nueva Zelandia

Los problemas de capacidad en las pesquerías costeras de Nueva Zelandia comenzaron a manifestarse en los años sesenta. La aparición de buques de pesca extranjeros en aguas situadas frente a la costa de Nueva Zelandia creó la impresión de que se estaban desaprovechando las oportunidades comerciales de los pescadores nacionales. En consecuencia, el Gobierno decidió en 1963 eliminar las restricciones sobre el esfuerzo de pesca aplicadas a los pescadores locales y, posteriormente, en 1965 ofreció garantías para los préstamos destinados a la adquisición de buques de pesca. En otras palabras, Nueva Zelandia restableció el libre acceso, y el Gobierno estaba alentando el desarrollo de la capacidad pesquera.

Si bien la intención era conseguir un desarrollo pesquero basado en los recursos de altura, el esfuerzo de pesca en las pesquerías costeras principales creció también con rapidez, hasta el punto de que la sobrepesca de estas especies y la sobrecapitalización dentro de las flotas costeras representaban ya un problema en los primeros años ochenta. Por las mismas fechas se adoptaron medidas para restablecer el control en esas pesquerías. Entre ellas figuraban las siguientes:

- una declaración de pesquerías controladas, nuevo régimen de concesión de licencias que limitaba el número de embarcaciones, y una moratoria general para el ingreso de nuevos participantes en las pesquerías;
- la eliminación de los pescadores a tiempo parcial de la pesca costera, y
- la ampliación de las facultades en el marco de la Ley de pesca de 1983 para regular las pesquerías utilizando planes de ordenación, que serían formulados después de amplia consulta pública, en la que se identificarían los recursos sometidos a ordenación y los controles normativos (de los insumos de pesca) que deberían aplicarse.

Dado el carácter engorroso del proceso de consulta y de planificación, el resultado fue que, cuando todavía estaba en curso, en las pesquerías costeras se estaba intensificando ya la sobrepesca y la sobrecapitalización. En 1984, el sector de las capturas pesqueras seguía estando sobrecapitalizado en una cifra estimada en 28 millones de dólares neocelandeses (valor actualizado). En la zona donde las pesquerías costeras estaban más concentradas, la estimación de sobrecapitalización representaba aproximadamente el 44 por ciento de la capacidad pesquera existente.

Después de un intenso período de formulación de políticas, el Gobierno y el sector pesquero acordaron la introducción de los conceptos de captura total permisible (CTP) -para lograr la conservación de las poblaciones- y de cuotas independientes transferibles (CIT) -para facilitar la reestructuración del sector-. Este mecanismo de control de la capacidad mediante el control de los productos de las pesquerías se consideraba el más prometedor para conseguir esos dos objetivos. Al mismo tiempo, se aceptaba que la fijación de las CTP y las CIT iniciales debería hacerse de tal manera que se consiguiera una reducción de la actividad pesquera. Los elementos principales del plan fueron la asignación de un expediente a cada pescador, a escala nacional (en dicho expediente se registrarían las capturas del pescador en dos de los tres años indicados 1981, 1982 ó 1983; y la recompra del expediente hasta un nivel equivalente a la CTP en cada pesquería.

En definitiva, el Gobierno gastó 45 millones de dólares neocelandeses (valor actualizado) para rescatar 15 800 toneladas de los expedientes de los pescadores. El principal resultado fue que se consiguió un futuro más viable y más sostenible para las pesquerías afectadas y el sector en general. Otras ventajas, según los pescadores, fueron el derecho a comerciar -es decir, comprar, vender o arrendar- su autorización a participar en las pesquerías sin restricciones indebidas ni necesidad de consentimiento del Gobierno, y la capacidad de transferir sus embarcaciones durante todo el año entre diferentes pesquerías en las que disponían de contingentes. El Gobierno consiguió, por su parte, comprar expedientes a precios que no reflejaban la totalidad de su valor, debido a la ausencia de un mercado establecido de CIT en aquellas fechas.

La introducción de las CIT se produjo después de un amplio proceso de consulta con el sector pesquero, para garantizar su compromiso. La participación de representantes del sector en la planificación, desarrollo y aplicación del sistema de regulación de contingentes se consideró un elemento importante en la provechosa introducción de las CIT de 29 especies, 21 de ellas costeras y 8 de aguas profundas. Desde 1986 se han introducido otras especies, y el número total de especies sometidas a CIT es ahora de 33. Éstas representan aproximadamente el 80 por ciento de las capturas comerciales de las ZEE de Nueva Zelandia. La Ley de Pesca prevé la ordenación de especies comerciales adicionales utilizando las CIT.

Hay 117 especies no incluidas actualmente en el dispositivo de regulación de contingentes. Su administración se lleva a cabo mediante un sistema de permisos y reglamentos. Por razones de ordenación pesquera, el Gobierno se propone introducir especies adicionales en el sistema de regulación de contingentes lo antes posible. En la actualidad, hay una moratoria en la concesión de nuevos permisos para especies no incluidas en la CIT, a fin de controlar el esfuerzo de pesca antes de su introducción en el sistema de regulación de contingentes.

Las CIT, junto con la asistencia financiera para la reestructuración, tenía como finalidad reducir la capacidad de pesca. El ajuste inicial retiró 15 800 toneladas de derechos de captura de las pesquerías de Nueva Zelandia. Las reducciones en el tamaño de las flotas, bien como consecuencia de este plan de asistencia o bien de la posterior introducción de las CIT, fueron considerables. El número de buques disminuyó un 22 por ciento entre 1983/84 y 1986/87. El alcance de la reducción entre 1986/87 y 1994/95 fue de otro 53 por ciento. Esta racionalización se produjo fundamentalmente en las pesquerías costeras, lo que contribuyó en parte a reorientar la inversión hacia las pesquerías de aguas profundas.

Fuente: W. Emerson, Ministerio de Pesca, Wellington, Nueva Zelandia.

En muchos países la gestión ha continuado relegada al olvido por varias razones. Entre ellas cabe citar la escasez de recursos humanos, institucionales y financieros, necesarios para formular y aplicar programas de ordenación, la falta de comprensión de los posibles beneficios de la ordenación tanto por parte de los gobiernos como de los participantes en las pesquerías, y la resistencia de los gobiernos a adoptar decisiones impopulares. La comunidad internacional continúa realizando todavía grandes esfuerzos -mediante proyectos de ayuda y de asistencia financiera- para aumentar la capacidad de las instituciones pesqueras en esos países. Las naciones con sistemas de gestión más deficientes son las que deben hacer frente a problemas más graves -por ejemplo, guerras, disturbios civiles, catástrofes naturales, debilidad gubernamental- que requieren la atención de sus poblaciones.

POSIBLES SOLUCIONES

Los elementos imprescindibles para la buena gestión del sector de la pesca son en general bien conocidos: una estrategia encaminada expresamente a la sostenibilidad ecológica, económica y social; organismos pesqueros e instituciones de investigación eficaces (que produzcan, entre otras cosas, información fiable y actualizada sobre el sector); un sector pesquero cooperativo, organizado e instruido; leyes e instituciones jurídicas adecuadas, con inclusión de las actividades de supervisión, control y vigilancia, y vínculos idóneos con los órganos regionales internacionales. Desde los primeros años ochenta, se ha puesto especial empeño en conseguir que el sector pesquero se responsabilice, conjuntamente con el Estado, de la ordenación de la pesca. En muchos casos, así se ha reconocido en la legislación, por ejemplo mediante la creación de comités estatutarios -de formulación de medidas de ordenación, concesión de licencias y apelaciones-, entre cuyos miembros figuran representantes del sector de la pesca. En determinados países, ello se ha ampliado a la creación de autoridades semiautónomas de ordenación pesquera, bajo la tutela de juntas de control integradas conjuntamente por representantes del sector y del gobierno (véase el Recuadro 5).


RECUADRO 5
Participación del sector industrial en la
ordenación de las pesquerías en Australia

La responsabilidad de la ordenación de las pesquerías en Australia es compartida entre el Common-wealth, los estados y los territorios. En la Constitución se dispone que el Commonwealth es responsable de la ordenación de las pesquerías que se encuentran fuera del mar territorial de 3 millas náuticas, mientras que los estados y los territorios internos se encargarían de las pesquerías en todas las demás aguas adyacentes a dicho estado.

La administración de las pesquerías del Commonwealth en Australia se lleva a cabo a través de tres organismos: la Australian Fisheries Management Authority (AFMA) se ocupa de la ordenación de las pesquerías del Commonwealth. El Commonwealth Department of Primary Industries and Energy (DPIE) tiene como función formular políticas (por ejemplo, las relativas a los derechos de acceso de flotas extranjeras, los impuestos aplicables a las pesquerías y el medio ambiente). La Fisheries Research and Development Corporation (FRDC) se encarga de financiar las actividades de investigación y desarrollo en las pesquerías australianas (tanto de los estados como del Commonwealth).

Las responsabilidades, objetivos y funciones de la AFMA en la ordenación de las pesquerías del Commonwealth están establecidos en la Ley de Administración de la Pesca, de 1991. La AFMA puede determinar un plan de ordenación para una pesquería después de haber comunicado públicamente su intención y de haber solicitado y examinado las comunicaciones pertinentes. Todo plan debe establecer sus objetivos y los métodos para el logro de las metas, pudiendo especificar también el volumen de pesca que se puede capturar, las concesiones pesqueras, los procedimientos para la selección de personas a quienes se otorgan las concesiones y el tipo y volumen del equipo que se puede utilizar.

Si bien la responsabilidad de determinar los mecanismos de ordenación incumbe directamente a la AFMA, la Ley de Administración de la Pesca, de 1991, autoriza el establecimiento de comités de asesoramiento sobre la pesca (CAP) para ayudar a la AFMA «... en el desempeño de sus funciones y en el ejercicio de sus facultades en relación con una pesquería». La AFMA puede delegar funciones a los CAP, en cuyo caso éstos pueden disfrutar del mismo nivel de competencia que la AFMA. En tales circunstancias, los CAP deben actuar de conformidad con las políticas determinadas por la AFMA y atenerse a las orientaciones formuladas por ésta. Dentro de los CAP, se examinan las cuestiones planteadas en una pesquería, se identifican los problemas, se buscan posibles soluciones y se formulan recomendaciones a la AFMA. Los CAP constituyen un foro a través del cual la AFMA consulta al sector de la pesca sobre sus medidas de ordenación, el sector manifiesta sus opiniones a la AFMA y se pueden celebrar consultas entre investigadores y profesionales.

Los CAP están integrados por un presidente independiente, el funcionario de la AFMA encargado de la ordenación de la pesquería de que se trate y hasta siete miembros designados por la AFMA, previa consulta con los estados, el sector, los grupos de interés y los investigadores. En la práctica, en esta última categoría, los CAP cuentan con varios representantes del sector; normalmente, al menos uno de los miembros representa a las organizaciones pesqueras del estado y otro a los investigadores sobre cuestiones de la pesca. Hay también una tendencia creciente a la inclusión en los CAP de los interesados en la conservación y en la pesca deportiva.

A pesar de la creciente importancia del sector en las medidas de ordenación, muchos profesionales tienen la impresión de que la AFMA no consulta suficientemente a los CAP, de que los CAP no son lo bastante representativos y de que las consultas son muchas veces superficiales, ya que no recogen plenamente las opiniones del sector. Ha habido también algunas dudas sobre la conveniencia de mantener el objetivo de la AFMA, es decir, lograr la máxima eficiencia económica en la explotación de los recursos pesqueros. Algunos opinan que la ordenación gubernamental de las pesquerías debería limitarse a garantizar la sostenibilidad de los recursos, mediante la fijación de puntos de referencia biológicamente seguros, y que el sector debería ocuparse de explotar los recursos en la forma que considere oportuna, siempre que se atenga a esos criterios de conservación.

Por su misma estructura institucional, la AFMA corre el riesgo de favorecer al sector pesquero a expensas de otros sectores de la comunidad. Para combatir esa opinión, la AFMA ha puesto en práctica su plan institucional de ampliar la composición de los CAP dando cabida a representantes de los grupos ambientales, de la comunidad y de la pesca deportiva. El concepto de mayor participación de las partes interesadas en la ordenación directa de las distintas pesquerías parece un resultado inevitable y positivo. Es más, en las disposiciones relativas a los CAP (secciones 56 a 67 de la Ley de Administración de la Pesca de 1991) se prevé claramente una delegación gradual de las decisiones a los distintos CAP.

El DPIE se dedica a supervisar los resultados de la ordenación pesquera y ha puesto en práctica un programa de evaluación independiente de las actividades de ordenación de la AFMA. Se están preparando con este fin indicadores económicos y de sostenibilidad para valorar la ordenación de las pesquerías (o incluso de cualquier recurso natural).

Fuente: T. Battaglene, Department of Primary Industries and Energy, Canberra, Australia.

Este proceso ha encontrado confirmación en algunas importantes tendencias evolutivas. Los sectores pesqueros de muchos países están ahora mejor organizados y, por lo tanto, demuestran mayor eficacia en el establecimiento de enlaces con el gobierno y en la representación de los puntos de vista colectivos. El impulso más reciente ha procedido de los regímenes de ordenación que establecen «derechos» reales de propiedad o de semipropiedad, como ocurre cuando se es capaz de negociar -es decir, comprar, vender o arrendar- el derecho a participar en una pesquería regulada. En tales circunstancias, quienes tienen derecho a utilizar la pesquería tienen al mismo tiempo interés personal en que su ordenación sea acertada, ya que el valor «monetario» de su derecho dependerá directamente del comportamiento de las pesquerías. En consecuencia, han exigido que se les permita intervenir más en la formulación de las medidas de ordenación.

Otra tendencia importante y relacionada con la anterior es la relativa al financiamiento de la investigación y la ordenación pesqueras. El concepto en que se basa, cada vez más aceptado, es que el financiamiento debe provenir de quienes obtienen los beneficios, incluidos los participantes en la pesquería en el caso de la pesca regulada. Una vez más, esta tendencia ha conseguido renovado impulso gracias a la creación de pesquerías basadas en derechos, en cuyo caso sería claramente anómalo que el Estado -utilizando fondos de la comunidad en general- fuera la única entidad encargada del financiamiento. En consecuencia, el financiamiento conjunto de la gestión de la pesca ha sido más fácilmente aceptado en el caso de las pesquerías basadas en derechos. Como era previsible, los participantes en ellas han pedido que se cuente con su opinión a la hora de decidir cómo se gastan los fondos, lo que ha dado lugar a sistemas de gasto y de rendición de cuentas más orientados a objetivos específicos. La consecuencia ha sido en todos los casos una gestión de mejor calidad. Otra tendencia reciente en la investigación orientada a la ordenación es la exigencia de mayor independencia para la parte científica de la ordenación cuando ofrece asesoramiento, y mayor transparencia en la forma en que se utiliza ese asesoramiento.

Otra tendencia afín, más reciente, ha sido la privatización de parte de las funciones de gestión. El proceso está más avanzado en el caso de las instituciones de investigación pesquera, que dependen cada vez más de fuentes de financiamiento no gubernamentales. Ha habido algunos casos aislados en que los países han delegado las funciones de concesión de licencias e imposición de las normas a entidades del sector privado, aunque invariablemente el Estado ha mantenido una participación mayoritaria en dicha entidad. Los resultados han sido de diverso signo hasta el momento, pero parece que ésta es la dirección probable de la gestión en el futuro. Si bien no se trata de privatización en sentido estricto, sino más bien de una consecuencia de la globalización, la gestión de la pesca se está beneficiando de los sistemas de interconexión basados en sistemas informáticos, por ejemplo, a través del correo electrónico y la World Wide Web, que permiten tanto a los investigadores como a los administradores tener fácil acceso a los conocimientos y experiencias de personas ajenas.

Estas tendencias son más apreciables en los países cuya capacidad de gestión está muy avanzada. No obstante, estos planteamientos pueden aplicarse a escala mundial. Un obstáculo importante a una aplicación práctica más general es la falta de organización y comprensión -de los posibles beneficios de la ordenación- dentro de las comunidades pesqueras. En algunos países se da la paradoja de que los sistemas de ordenación basados en la comunidad, que representaban en el pasado un elemento de cohesión, actualmente han desaparecido. Ahora se están intensificando los esfuerzos -por ejemplo, proyectos de ayuda y de asistencia financiera- para invertir este proceso, muchas veces otorgando derechos exclusivamente a los miembros activos de la comunidad o al conjunto de ésta. Estos planteamientos resultarán especialmente difíciles -por no decir imposibles, a corto plazo- en los lugares con fuerte densidad demográfica y una situación de pobreza aguda, debido a los elevados costos sociales que esas medidas tendrían en los excluidos de las pesquerías. La labor prioritaria en este sentido es aumentar el bienestar de la comunidad en general -por ejemplo, mediante la creación de empleo-, por lo que se requieren intervenciones de organismos ajenos, de las ONG y de la comunidad internacional.

INTERVENCIONES RECIENTES

En las pesquerías artesanales y en pequeña escala, la promoción de las prácticas tradicionales o comunitarias de ordenación ha ganado impulso. Estas comunidades tienen poca movilidad y, por lo tanto, se encuentran en enorme desventaja -social y económicamente- en lo que se refiere a las consecuencias sociales y económicas de la mala gestión. Estas pesquerías cuentan en muchos casos con millares de pescadores, centenares de comunidades pesqueras y una gran abundancia de puntos de desembarque. Este planteamiento trata de aprovechar la práctica tradicional y habitual, inspirada en el concepto de derechos de uso territorial en las pesquerías. Es probable que una ordenación orientada al bienestar de la comunidad sea más sensible a los problemas de alcance local y, por lo tanto, consiga aumentar los beneficios derivados de la pesca sin provocar trastornos sociales indebidos.

La Secretaría de la Comunidad del Pacífico está promoviendo la reactivación de los mecanismos tradicionales de tenencia y asignación de recursos en la región. La Secretaría publica un boletín informativo sobre conocimientos y sistemas tradicionales de gestión de los recursos marinos. No obstante, el ritmo del cambio en la región es tan rápido que algunas secciones de la sociedad se preguntan cuál será la necesidad de recursos pesqueros cuando todos hayan pasado a ser asalariados urbanos.

Los recientes progresos en la ordenación de las pesquerías industriales a escala nacional se han centrado también en el otorgamiento de derechos. En la mayoría de los casos estos derechos han incluido la opción de intercambiar cuotas individuales transferibles (CIT) o con limitación de licencias. Estas estrategias se han introducido con éxito en un número creciente de países, entre ellos Australia, Canadá, Nueva Zelandia, Islandia y los Estados Unidos. La adopción de una ordenación basada en los derechos está siendo también alentada por instituciones internacionales como el Banco Mundial.

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Chile ha introducido CIT con carácter experimental en dos de sus pesquerías: la de camarón de aguas profundas y la de austromerluza. Ello convierte a Chile en el único país de América Latina que tiene CIT en vigor. Aunque la administración desearía ampliar el sistema a otras pesquerías, las partes interesadas ofrecen resistencia.

En la reunión de un Cuadro de expertos de alto nivel en temas pesqueros, celebrada en la Sede de la FAO en 1998, se hizo hincapié en la validez del Código de Conducta para la Pesca Responsable para los temas relacionados con la gestión. Los participantes en esa reunión llegaron a la conclusión de que el Código y sus directrices eran técnicamente creíbles para los expertos en temas de pesca y de lectura comprensible para los no expertos, por lo que constituyen un punto de referencia importante para mejorar la gestión de la pesca.

En la reunión anual del Foro del Pacífico Sur celebrada en las Islas Marshall en 1996, se recomendó la elaboración de mecanismos globales de ordenación sostenible de las pesquerías regionales en todas las zonas geográficas ocupadas por las poblaciones, incluidas las de alta mar. Esta recomendación refleja la creciente preocupación de los países por la gestión de los recursos de alta mar.

Los países del Pacífico están colaborando con los Estados que pescan en agua distantes para establecer un mecanismo de conservación y ordenación de las poblaciones ícticas altamente migratorias en el océano Pacífico central y occidental. Según las previsiones, las negociaciones darán como resultado la creación de una Comisión para la ordenación de las poblaciones correspondientes.

Algunos miembros de la Comisión Permanente del Pacífico Sur están llevando a cabo negociaciones con el fin de llegar a un acuerdo sobre la manera de conservar y ordenar los recursos de alta mar en el Pacífico sudoriental.

Los países del Atlántico sudoriental están examinando entre ellos y juntamente con los Estados que pescan en aguas distantes el establecimiento de una organización pesquera regional para la ordenación de las poblaciones de peces en aguas de alta mar del Atlántico sudoriental.

 

PERSPECTIVA MUNDIAL

La conclusión de que las principales pesquerías comerciales mundiales necesitan más y mejor ordenación no es sorprendente ni implica necesariamente una valoración negativa de la gestión nacional en todo el mundo. En último término, todas las pesquerías necesitan ordenación, ya que la ausencia de ésta representa una pérdida inevitable de recursos pesqueros y un despilfarro de insumos. Los beneficios logrados gracias a la buena gestión son especialmente manifiestos en los países desarrollados. Ello se debe a que su capacidad de gestión estaba más avanzada. Además, estos países pudieron conseguir grandes beneficios con las mejoras introducidas en sus pesquerías. Gran parte de la capacidad pesquera mundial, y la mayoría de las pesquerías maduras del mundo -es decir, las que tienen poblaciones que están total o casi totalmente explotadas-, estaban ubicadas en sus áreas de pesca o eran explotadas desde esos países. Como consecuencia de la creciente presión pesquera y del mejor conocimiento de las poblaciones, la ordenación conjunta de las poblaciones comunes constituirá un objetivo prioritario (véase el Recuadro 6).


RECUADRO 6
Poblaciones compartidas: cómo mejorar la ordenación

En el mundo hay más de 500 fronteras marítimas entre ZEE adyacentes, y una proporción considerable de las poblaciones ícticas mundiales se encuentran a caballo entre varias de estas fronteras, siendo capturadas por dos o más países. Buen ejemplo de ello son las cuatro grandes poblaciones de salmón, bacalao, arenque y espadín en el Báltico, compartidas entre nueve Estados ribereños. Otras poblaciones compartidas importantes son la merluza (Argentina, Uruguay); el arenque del mar del Norte (Islas Feroe, Islandia, Noruega); el salmón del Pacífico (Canadá, Estados Unidos); la sardina (Angola, Namibia) y la sardinela (Côte d'Ivoire, Ghana, Togo).

La inmensa mayoría de las poblaciones compartidas no son objeto de ordenación conjunta por parte de los Estados limítrofes a pesar del llamamiento a la cooperación formulado en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. No obstante, hay ejemplos de ordenación conjunta: algunos de ellos se han coronado con el éxito, otros han producido resultados diversos y, finalmente, otros han provocado conflictos casi permanentes. Al aumentar la presión pesquera, la necesidad de ordenación de las poblaciones compartidas será cada vez mayor. Es preciso establecer sistemas de consulta y ordenación conjunta, y si bien no hay fórmulas infalibles para conseguirlo, podrían servir de ayuda, por un lado, la aceptación por parte de los Estados interesados de los principios que se indican a continuación y, por el otro, una secuencia básica de iniciativas para la formulación y aplicación de medidas de ordenación.

Principios básicos

i) Antes de entablar negociaciones internacionales sobre las poblaciones compartidas, cada Estado deberá establecer los criterios para la asignación de derechos a los recursos compartidos en su propia zona económica exclusiva.
ii) Las poblaciones ícticas deben ordenarse como poblaciones unitarias.
iii) Ninguna de las partes aceptará un acuerdo de cooperación en el que los resultados propuestos sean inferiores a los que podrían conseguirse actuando por separado, sin ninguna forma de cooperación.
iv) A pesar de los compromisos financieros formulados en el sector pesquero de cada país, los acuerdos de intercambio no pueden estar «grabados en piedra» y deben actualizarse periódicamente para evitar pérdidas para todas las partes.
v) Los mecanismos de asignación y la negociación de las cuotas deben plantearse de manera frontal, estableciéndose normas claras mediante negociación, quizá recurriendo a un árbitro independiente que ayude a negociar y a examinar los mecanismos de intercambio y ordenación conjunta.
vi) El reconocimiento de las concesiones mutuas entre las pesquerías y otros sectores debe formar parte integrante de toda negociación eficaz. Una solución negociada se puede alcanzar más fácilmente si es favorable al Estado para quien más valiosa resulta la pesquería, a cambio de alguna forma de compensación para los países vecinos.

Escalonamiento de las medidas de formulación y aplicación

La formulación y la aplicación de medidas de ordenación conjunta de poblaciones compartidas generalmente se llevan a cabo en forma gradual. Las evaluaciones de poblaciones realizadas en forma aislada y en relación con sólo una parte de la población, así como las medidas de ordenación incompatibles son de poco valor, especialmente cuando se trata de recursos migratorios. Por ello, una prioridad básica es la evaluación conjunta de las poblaciones y el intercambio de datos entre todos los Estados con jurisdicción en la zona dentro de la cual se capturan esas poblaciones.

Muchas veces resulta oportuna la siguiente secuencia:

- cooperación en la investigación y recopilación de datos;
- iniciación de la ordenación cooperativa, primero con medidas técnicas y luego con iniciativas de acceso y asignación;
- negociación sobre las estrategias de ordenación y reglamentos armonizados;
- acuerdo sobre vigilancia y control.

Los Estados quizá deseen negociar un acuerdo en el que se especifiquen las siguientes materias: estandarización de la recopilación de datos, cooperación en la investigación y evaluación de poblaciones. Poco después deberán adoptarse medidas de capacitación conjunta del personal en procedimientos estándar de ordenación, marcado común de los buques, utilización de señales de llamada de radio estándar e intercambio de registro de vehículos autorizados a capturar los recursos. Este acuerdo podría dar lugar al establecimiento de procedimientos estándar, que se seguirán en caso de incumplimiento de pescadores de la otra parte.

Incluso en el caso de que un acuerdo inicial no dé lugar a un mecanismo plenamente eficaz de ordenación de poblaciones comunes, la consecución parcial de dicho objetivo presenta sus ventajas. El intercambio de información puede dar lugar a que cada una de las partes adopte decisiones de ordenación teniendo en cuenta toda la información disponible sobre la situación de la pesquería de la población compartida en el otro país.

Fuente: J. Caddy, Departamento de Pesca, FAO.


En la medida en que los países en desarrollo han ido participando cada vez más intensamente en la pesca mundial, es probable que en adelante se haga especial hincapié en que también ellos mejoren su sistema de gestión de las pesquerías. Para ello habrá que desarrollar sus capacidades técnicas y administrativas, lo que permitiría la formulación y ejecución de planes acertados de ordenación pesquera, así como la evaluación de los resultados y necesidades de acciones complementarias. Una consideración fundamental en este sentido es el desarrollo de la capacidad y el fortalecimiento institucional dentro de las instituciones pesqueras. Sin embargo, el aumento de los beneficios no será el resultado inmediato de una mejor gestión. Los ajustes estructurales que se requieren en muchas pesquerías tardarán tiempo en demostrar su eficacia. La ordenación pesquera es un proceso que evoluciona con el tiempo y continúa haciéndolo en respuesta a las nuevas circunstancias. En reconocimiento de las tendencias recientes, la gestión de las pesquerías incluirá progresivamente la intervención directa de los participantes en las mismas, el otorgamiento de derechos de uso, la delegación de funciones de ordenación a instancias independientes del Estado, sin menoscabo de la función de liderazgo de éste, y el financiamiento de la gestión desde el sector mismo.

CREACIÓN DE UN ENTORNO FAVORABLE A LA ACUICULTURA SOSTENIBLE

EL PROBLEMA

Pocos países cuentan con políticas y marcos jurídicos favorables a la acuicultura. En muchos casos, no ha habido interés en adoptar políticas integradas ni en establecer los correspondientes marcos jurídicos debido a una concepción del desarrollo inspirada en criterios fundamentalmente técnicos. En consecuencia, la ayuda se ha centrado ante todo en los aspectos técnicos de la producción. Además, como en muchos otros sectores, las autoridades han tratado con frecuencia la acuicultura en forma aislada de otros sectores, olvidando así algunas relaciones importantes, incluidas las externalidades. Este desinterés por los aspectos políticos, económicos, sociales, ambientales y jurídicos ha tenido generalmente efectos negativos en el sector. La reciente aparición de la acuicultura industrial, la creciente competencia por los recursos y el continuado y rápido crecimiento del sector han centrado la atención en la necesidad de adoptar nuevas políticas y marcos normativos.

Es imprescindible establecer condiciones opera-cionales válidas en todos los niveles (internacional, regional, nacional, local y en las propias explotaciones) para que los acuicultores, pescadores y otros empresarios puedan ver un atractivo en explotar el potencial de la acuicultura de manera sostenible. Los gobiernos deben crear y mantener un clima favorable al crecimiento sostenible del sector; deben establecer un entorno propicio. Este concepto implica una realidad muy compleja. Tiene componentes económicos, jurídicos, sociales y físicos. Entre ellos figuran el acceso equitativo a los recursos, mecanismos para la resolución de diferencias, y disponibilidad de información, crédito y mercados. Ello presupone la existencia de cauces válidos de comunicación con las instituciones y representantes de otros sectores de la economía que compiten por los mismos recursos.

Al crear un entorno propicio es fundamental conseguir un equilibrio entre la necesidad de desarrollo y la de conservación del ecosistema. En este contexto es preciso reconocer la creciente competencia por los recursos y adoptar medidas al respecto. La función cada vez menor del sector público en cuanto promotor del desarrollo y la globalización de los mercados son también aspectos que deben tenerse en consideración.

POSIBLES SOLUCIONES

La compleja tarea pendiente consiste en poner en práctica los principios del Código de Conducta para la Pesca Responsable, es decir, aclarar de qué manera pueden funcionar realmente las decisiones en favor de la sostenibilidad, incorporar sus principios a las políticas y planes de desarrollo y elaborar códigos concretos de prácticas responsables que contengan normas, criterios y orientaciones, aceptados por todas las partes interesadas. Dada la diversidad de las prácticas acuícolas y de las condiciones políticas, sociales y económicas en que tienen lugar, así como los diferentes conceptos de sostenibilidad, se requiere un planteamiento equilibrado y con conocimiento de causa para abordar eficazmente las cuestiones de desarrollo y medio ambiente en cualquier lugar. Además, la aplicabilidad de los diversos planteamientos debe evaluarse con atención, sobre todo en los lugares donde se vean implicados numerosos acuicultores artesanales, teniendo también en cuenta el hecho de que la acuicultura es en muchos casos una actividad fuertemente descentralizada.

Las actuales estructuras administrativas y jurídicas deben ser objeto de revisión y ajuste para poder dar respuesta a las características y necesidades específicas del sector, y para establecer con claridad los privilegios y responsabilidades de los acuicultores. No obstante, como la acuicultura está frecuentemente regulada por numerosos organismos sometidos a diversos instrumentos legislativos, el establecimiento de un marco normativo general para el sector es una tarea de gran complejidad jurídica e institucional. En general, supone la redacción o enmienda de medidas legislativas que aborden una gran variedad de temas y establezcan acuerdos institucionales para garantizar la cooperación y coordinación de muchas instituciones diferentes con jurisdicción sobre los recursos naturales, la salud animal y pública, el medio ambiente, etc. Aunque en muchos países quizá sea conveniente adoptar nuevas leyes nacionales para regular el conjunto de la acuicultura, ahora se están examinando otras opciones, ya que para elaborar y promulgar nuevas legislaciones de carácter general se requieren con frecuencia varios años, mientras que las perspectivas de rápido desarrollo del sector han creado una necesidad urgente de regulación. Entre estas opciones figuran la promulgación de reglamentos en el marco de la legislación vigente y los enfoques voluntarios, como las directrices y códigos de prácticas.

La escasez de información sobre la interacción de los sistemas de producción acuícola con el medio ambiente y sobre la eficacia ecológica y financiera de los distintos planteamientos de la gestión de la producción representa un obstáculo para la formulación de reglamentos apropiados en muchos países. Es más, incluso cuando se dispone de información, es preciso introducir considerables mejoras en lo que respecta a la exactitud, aplicabilidad general y ase-quibilidad de los modelos predictivos de las interacciones entre la acuicultura y el medio ambiente.

Es también necesario intensificar la capacidad institucional de administrar el sector, y de ampliar la base de conocimientos con el fin de poder adoptar políticas y planes de desarrollo sostenible. En general se reconoce la necesidad de planteamientos inter-disciplinares e intersectoriales que puedan aplicarse al desarrollo y ordenación de los recursos de la acuicultura. El desarrollo de la acuicultura sostenible no puede ser regulado exclusivamente por los gobiernos sino que debe también contar con la participación de muchos grupos interesados de alcance nacional, regional e internacional, mediante nuevos mecanismos y asociaciones institucionales (marcos consultivos). Así lo pone de manifiesto el cambio estructural en curso -privatización y contracción del papel del Estado en el desarrollo-. En consecuencia, es urgente crear nuevos conocimientos y sintetizar la información desde un amplio espectro de disciplinas para poder adoptar decisiones basadas en una perspectiva y comprensión mucho más amplias y para que haya un intercambio de información entre sectores y grupos de interés.

El comercio internacional, incluido el de productos acuícolas, está regulado por numerosos instrumentos, entre ellos el Acuerdo sobre la Aplicación de Medidas Sanitarias y Fitosanitarias, según el cual los miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) tienen derecho a adoptar medidas legítimas para proteger la vida y la salud de sus poblaciones frente a los peligros relacionados con la alimentación, pero estas medidas no pueden restringir el comercio en forma injustificada. Deberán estar basadas en la evaluación de riesgos teniendo en cuenta las técnicas elaboradas en este sentido por las organizaciones internacionales pertinentes. En cuanto a la inocuidad de los alimentos, la organización internacional competente es la Comisión del Codex Alimentario de la FAO/OMS; en lo que se refiere a la salud y las enfermedades animales (incluidos los peces), la organización internacional encargada es la Oficina Internacional de Epizootias (OIE). Se está intensificando la elaboración de normas y procedimientos internacionales de seguridad aplicados de forma específica a los productos acuícolas en el contexto de los instrumentos antes citados. Es importante señalar que la aplicación del concepto de análisis de riesgos en puntos críticos de control (HACCP) respecto a las operaciones de elaboración del pescado está adquiriendo carácter obligatorio en un número creciente de países. La aplicación de este mismo concepto a los sistemas de producción acuícola intensivos o en gran escala está siendo actualmente objeto de exploración y aplicación en algunos países. Por el momento, la aplicación del concepto de HACCP a la acuicultura de subsistencia y en pequeña escala dista mucho de ser una realidad. La puesta en práctica de los reglamentos referentes al control de las enfermedades y de la salud de los animales acuáticos está obstaculizada por la falta de capacidad de diagnóstico y, en particular, de personal capacitado, técnicas de diagnóstico estan-darizadas e infraestructura, en muchos países en desarro-llo, y por la ausencia de información fiable sobre los agentes patógenos y las enfermedades de importancia para las especies comercializadas.

En el comercio regional e internacional de productos acuícolas, los roces debidos a las diferencias entre las normas ambientales de los distintos países se pueden mitigar mejorando la coordinación y la armonización. Para perfeccionar las normas ambientales, habrá que incentivar a los países, sobre todo a aquellos cuya demanda de bienes ambientales es menor, para que se garantice un mayor acceso a los mercados de los países con normas más estrictas.

La intensificación prevista de la competencia y de la regulación de los recursos naturales exige sin duda una mayor eficiencia en la producción y la conservación de los insumos fundamentales. Ello debería constituir un tema prioritario en la investigación de los sistemas. La eficiencia en el aprovechamiento de los recursos se puede conseguir también mediante la integración de la acuicultura con los sistemas de riego y la agricultura, así como mediante la utilización de las aguas superficiales continentales y de las llanuras anegadas para determinadas formas de producción acuícola. Es preciso elaborar nuevos sistemas de integración entre acuicultura y agricultura, y otros sistemas innovadores que puedan responder con eficacia a los desafíos en materia de recursos y de medio ambiente. Deberá prestarse atención a la resolución de los desafíos económicos y ambientales asociados a la cría con retorno y al mejoramiento de las poblaciones así como al cultivo en jaulas en aguas de altura.

Los efectos negativos de la interrupción del apoyo público a los piscicultores con pocos recursos, debido a la reducción de la intervención estatal, se pueden contrarrestar con instrumentos normativos especiales destinados a la promoción, capacitación, distribución equitativa de los ingresos y acceso a los insumos necesarios de producción, información y crédito.

INTERVENCIONES RECIENTES

El Código de Conducta para la Pesca Responsable está comenzando a tener influencia mundial en el establecimiento de un entorno propicio para la acuicultura sostenible, pero todavía queda mucho por hacer. Es de esperar que se produzcan nuevos progresos a medida que se vayan elaborando directrices sobre la manera de alcanzar un equilibrio entre las preocupaciones económicas, sociales y ambientales, sobre la aplicación práctica de las distintas opciones para lograr la sostenibilidad y sobre el análisis del costo económico de las acciones resultantes.

Algunos Estados han intentado promover la aplicación del Código mediante medidas nacionales, por ejemplo con cursillos prácticos, y ciertas ONG, con inclusión de grupos de productores, han elaborado o están elaborando códigos de conducta y práctica sobre algunos aspectos de la acuicultura. Como ejemplos cabe citar un plan de aplicación del Código a la acuicultura y pesca en aguas marinas en los Estados Unidos, un código de prácticas para la protección de los manglares elaborado por la Alianza Mundial de Acuicultura (GAA), un código de prácticas para los productores de camarón de Australia, códigos de prácticas para la cultura en jaulas de peces de aleta y el cultivo en estanque del camarón en Malasia, y directrices para la piscicultura industrial sostenible.

Durante los últimos años, ha habido un creciente interés en muchos países por establecer un marco normativo global para la acuicultura, que proteja al sector, al medio ambiente y a otros usuarios y consumidores de los recursos. Hay mayor interés político, debido a la importancia económica y al potencial de la acuicultura; mayor convencimiento de que leyes y mecanismos institucionales adecuados pueden limitar significativamente el desarrollo del sector; pruebas de los daños ambientales y los trastornos sociales debidos a una expansión rápida y en gran parte no reglamentada de ciertas especies de alto valor en algunas zonas costeras, e interés creciente por garantizar la calidad e inocuidad de los productos acuícolas en el comercio internacional. Algunas de estas cuestiones se debatieron en Bangkok a finales de 1997 durante una Consulta Técnica de la FAO sobre políticas para el cultivo sostenible del camarón.

Se están logrando también progresos en el establecimiento de marcos jurídicos y normativos para la acuicultura en determinados países. Entre ellos cabe citar Chipre, Bulgaria, Papua Nueva Guinea, Sri Lanka, Suriname, Malasia, Madagascar y Mozambique. El Gobierno de la India ha establecido un Organismo de Acuicultura que concede licencias para la adopción de tecnologías mejoradas que permitan aumentar la producción y el establecimiento de nuevas explotaciones dentro y fuera de la Zona de Regulación Costera. En ese mismo país, la Ley de Acuicultura de Tamil Nadu, de 1995, establece las condiciones para mejorar la ubicación y gestión de las instalaciones acuícolas y establecer un fondo de ecorrestauración, respaldado con depósitos obtenidos de los acuicultores, y cuya finalidad es corregir los daños ambientales causados por las explotaciones acuícolas.

En lo que respecta a la calidad e inocuidad de los productos de la acuicultura, la FAO está trabajando actualmente en la revisión del Código de prácticas de higiene para los productos de la acuicultura bajo los auspicios del Comité del Codex Alimentarius sobre pescado y productos pesqueros. Han continuado las reuniones internacionales encaminadas a elaborar análisis de riesgos sobre la seguridad alimentaria, sintetizar y difundir información sobre la inocuidad de los alimentos (incluida la producción alimentaria derivada de la acuicultura) y abordar otras cuestiones afines.

Se han celebrado también reuniones centradas exclusivamente en la acuicultura. En ellas se han estudiado temas como la utilización de productos químicos10 , las repercusiones ambientales de la acuicultura costera11  y la inocuidad de los alimentos en el caso de los productos procedentes de la acuicultura12 .

En los Estados Unidos, la industria y el Gobierno han conseguido establecer planes globales de HACCP para algunos peces cultivados, como el bagre, la langosta y los moluscos. Se está adoptando un planteamiento semejante en Australia, Chile, Nueva Zelandia, Noruega y Tailandia. La Unión Europea fija actualmente condiciones detalladas para la manipulación, sacrificio, inspección, elaboración, envasado, identificación y almacenamiento de los productos pesqueros13 , y aplica controles rigurosos sobre la situación de la salud animal, aplicables a la comercialización de los animales y productos acuícolas14 . La FAO, el Acuerdo sobre la Red de centros de acuicultura en Asia y el Pacífico (NACA) y la Oficina Internacional de Epizootias (OIE) están colaborando para establecer directrices sobre los certificados de salud y las cuarentenas de animales acuáticos que deberán aplicarse en Asia en el traslado de animales acuáticos vivos.

La inclusión de las actividades acuícolas en la ordenación de recursos de las zonas costeras y continentales despierta gran interés. La ordenación integrada de los recursos exige una planificación a largo plazo -mediante la designación de zonas donde tengan prioridad los diferentes usuarios- que garantice la previsibilidad necesaria para toda inversión a largo plazo y reduzca los conflictos entre los usuarios reales y potenciales. En el proceso de planificación se están utilizando distintos instrumentos. Entre ellos cabe citar los sistemas de información geográfica, los sistemas predictivos de la capacidad de carga (en particular en el cultivo de peces de aleta en jaulas y el cultivo de moluscos), así como las evaluaciones de los efectos ambientales y sociales.

Un ejemplo de lo que se puede hacer para integrar la acuicultura en los planes de aprovechamiento de los recursos es el ofrecido por el estado australiano de Tasmania. En virtud de una nueva legislación (sobre todo la Ley de planificación de la acuicultura marina y la Ley de recursos marinos vivos, ambas de 1995), es preciso trazar planes de desarrollo de la acuicultura marina que cubran zonas amplias, más que lugares concretos, y se prevé una amplia participación comunitaria en la preparación de los planes. Debe llevarse a cabo también una evaluación de los efectos ambientales y establecerse una zona de acuicultura marina antes de que se autorice el arrendamiento de ningún establecimiento de cultivo marino (véase el Recuadro 7).

Los progresos en materia de planificación partici-pativa se han reflejado en la creciente intervención de ONG, asociaciones de acuicultores, investigadores y funcionarios públicos en los foros nacionales, regionales e internacionales, en particular en lo que se refiere a la formulación de códigos de práctica y de conducta y de reglamentos y medidas legislativas. Se ha progresado también en el desarrollo y comprobación de metodologías de evaluación con la participación de los habitantes y de evaluación rural rápida, y de conceptos y posibles estructuras locales para la ordenación comunitaria de los recursos.


RECUADRO 7
Control de las interacciones entre
acuicultura y medio ambiente en la República de Corea

Desde 1964, la acuicultura marina ha crecido hasta convertirse en una actividad muy extendida en la República de Corea. En 1996, se produjeron 538 990 toneladas de algas marinas, 306 738 toneladas de moluscos, 11 402 toneladas de peces de escama y 382 toneladas de crustáceos. Los distintos tipos de algas se cultivan con sistemas de estacas y redes flotantes o con palangres. Para el cultivo de los moluscos se utilizan dos métodos diferentes: uno con palangres en el caso de las ostras y mejillones; otro de plantación en el fondo, en el de las almejas y arcas. La mayor parte del cultivo de peces de escama -hálibut, rascacio rubio, rabirrubia y dentones- se realiza en jaulas de redes flotantes, mientras que el del camarón -oriental y karuma- se efectúa en estanques con terraplenes.

Todas las explotaciones acuícolas del país necesitan licencia de las autoridades municipales. Además, todo el cultivo en jaulas o las demás formas de acuicultura que requieren más de 1 000 m2 de superficie deben inscribirse en el registro del Ministerio de Medio Ambiente y realizarse de conformidad con la Ley de Protección del Medio Ambiente Acuático.

Las disposiciones que tratan de reducir la contaminación derivada del cultivo en jaulas son las siguientes: utilización de alimentos con bajo contenido de fosfato y una tasa de hundimiento no superior al 10 por ciento en un período de dos horas, y la instalación de verjas de alimentación de 10 cm de altura por encima de la superficie del agua para evitar la dispersión del alimento fuera de las jaulas. Los acuicultores deben además evitar que las diferencias en el nivel de oxígeno dentro y fuera de las jaulas sea superior al 20 por ciento, eliminar los peces muertos inmediatamente y comunicar la incidencia de peces enfermos a los organismos locales de pesca, y dotar las jaulas de medios para retener el material fecal humano. El uso de antibióticos y fármacos para combatir las enfermedades de los peces está también regulado en la Ley de Protección del Medio Ambiente Acuático. Además, las disposiciones relativas a las licencias exigen que el fondo marino situado por debajo o en las proximidades de las explotaciones se limpie de desechos con dragas más de una vez cada tres años.

En el reglamento que ordena el control sanitario de los moluscos y crustáceos y sus zonas de crecimiento, aplicado por el Ministerio de Asuntos Marítimos y Pesca, se prevé también la administración de las normas de calidad del agua y la lucha contra la contaminación derivada de la acuicultura. El Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo supervisa la calidad del agua dentro de las zonas de cultivo de crustáceos y moluscos así como la incidencia de contaminantes en la carne de los productos acuícolas. Ello supone la toma periódica de muestras de bacterias que puedan servir como indicadores sanitarios, sales nutrientes (para evaluar los niveles de eutrofización), plaguicidas y metales pesados. La mediana del número más probable de coliformes del agua deberá ser inferior a 70/100cm3, y no más del 10 por ciento de las muestras tomadas deberán tener un NMP de más de 230/100cm3 en las condiciones más desfavorables desde el punto de vista hidro-gráfico y de los contaminantes. La incidencia de mareas rojas se supervisa también en asociación con el sistema de alerta de los acuicultores cuando se identifican especies tóxicas.

La Ley de Evaluación de los Efectos Ambientales exige que se realicen evaluaciones de los efectos ambientales antes de emprender iniciativas de construcción de complejos urbanos e industriales o de instalaciones portuarias, de bonificación de tierras y de ordenación de los recursos hídricos. El establecimiento de empresas acuícolas no está actualmente sujeto a la realización de evaluaciones de los efectos ambientales, aunque está previsto que sea obligatorio en el futuro. El transporte de animales y plantas acuáticas, incluida la introducción de nuevas especies, la cuarentena de especies importadas y la prevención de la introducción de especies exóticas recesivas o infectadas en aguas coreanas están sujetos a reglamentación por el Ministerio de Asuntos Marítimos y Pesca. Los reglamentos adoptados para la aplicación de la Ley de Lucha contra la Contaminación Marina prevén indemnizaciones estatales a los acuicultores en el caso de pérdidas económicas debidas a cambios ambientales anormales, como las floraciones de algas nocivas. Se puede exigir indemnización a las entidades privadas y servicios públicos como consecuencia de episodios de contaminación (incluidos los derrames de petróleo) o de actividades industriales y de bonificación.

Entre las principales medidas adoptadas o previstas desde 1991 con el fin de combatir o reducir la contaminación figuran las siguientes: la clasificación de las zonas costeras de acuerdo con el uso a que están destinadas (pesca, esparcimiento, agricultura e industria); el endurecimiento de las normas de calidad del agua y el control de los efluentes industriales y municipales en las aguas costeras; un sistema nacional de vigilancia de la calidad del agua marina (para el que se designaron 280 lugares de muestreo en 1996); la inversión en servicios de tratamiento de las aguas residuales, desechos industriales y excretas (por el equivalente de 3 100 millones de dólares EE.UU. durante el período 1992-1996); la obligación de efectuar evaluaciones de los efectos ambientales en todas las actividades de desarrollo costero, y la designación de zonas especiales de conservación en que estarían prohibidas la mayor parte de las actividades de edificación.

Fuente: Hak Gyoon Kim, National Fisheries Research and Development Agency, República de Corea, en FAO/NACA. 1995. Regional Study and Workshop on the Environmental Assessment and Management of Aquaculture Development (TCP/RAS/2253). NACA Environment and Aquaculture Development Series No. 1. Bangkok, NACA. (actualizado en agosto de 1998 por Seong-Kwae Park, Korea Marine Institute, Seúl).


Perspectiva mundial

El desarrollo sostenible es el más importante de los problemas que se plantean a todos los sectores económicos, incluida la acuicultura, y continuará siéndolo en el futuro previsible. Es de suponer que los problemas de la sostenibilidad modifiquen las ideas sobre las formas más indicadas de desarrollo; deberán adoptarse nuevos sistemas de explotación que permitan un mayor equilibrio entre seguridad alimentaria y costos de producción, tanto en lo que se refiere al medio ambiente como a los recursos. En el futuro, y dada la tendencia creciente hacia el ecoetiquetado, es probable que el objetivo a largo plazo de obtener determinadas especies a precios competitivos no baste por sí solo para conseguir hacer realidad todas las posibilidades de mercado; en el futuro, se exigirán, probablemente, credenciales aceptables de sostenibilidad, de la misma manera que hoy se imponen normas de calidad e inocuidad.

En un futuro más próximo, la elaboración de marcos jurídicos y normativos, en particular en los países en desarrollo, responderá probablemente a las presiones sociales y a las normas de salud pública y ambiental asociadas con el comercio de productos acuícolas (por ejemplo, en el caso del camarón y el salmón del Atlántico). Ello ofrecerá la oportunidad de iniciar un proceso que otorgue a este sector una identidad específica en el desarrollo nacional, que con el tiempo podría ampliarse a todo el sector.

Políticamente, la producción de alimentos continuará siendo una prioridad dominante, y la intensificación y diversificación de la producción alimentaria serán importantes componentes del desarrollo. La tendencia hacia la intensificación de la acuicultura se hace patente en muchos países, y es probable que así continúe ocurriendo en el futuro. Ello promoverá la inversión en investigaciones, lo cual dará lugar con el tiempo a una mayor eficiencia productiva, como ha ocurrido en el caso del salmón del Atlántico y el bagre americano. Permitirá también una mayor integración con la agricultura para la explotación compatible de recursos múltiples y la utilización de subproductos e insumos no convencionales en general. En los países industrializados, la competencia por los lugares de producción idónea y el agua dulce de calidad dará lugar a una utilización creciente de los sistemas de reciclado y a investigaciones más intensivas sobre la acuicultura en alta mar. La importancia del desafío que se presenta al desarrollo de la acuicultura dependerá del carácter y magnitud de los recursos disponibles, la competencia por esos recursos y las políticas de desarrollo de la acuicultura adoptadas en los países.

La privatización y el recorte de la intervención estatal en las actividades de desarrollo agravarán probablemente la situación de los piscicultores de subsistencia y artesanales con pocos recursos.

INTEGRACIÓN DE LA PESCA EN LA ORDENACIÓN DE ZONAS COSTERAS

EL PROBLEMA

El Instituto Mundial sobre Recursos (WRI) observaba en 1996 que aproximadamente el 34 por ciento de las costas mundiales presentan un elevado riesgo potencial de degradación, y otro 17 por ciento se encontraba en situación de riesgo moderado15 . Según las estimaciones, el 90 por ciento de la producción de las pesquerías marinas de captura de todo el mundo se obtiene en hábitats costeros, lo que demuestra su enorme importancia en el sector de la pesca. Además, una de las características de las comunidades pesqueras de esas zonas suele ser la fuerte competencia por unos recursos escasos (por ejemplo, el acceso y utilización de los caladeros, el agua o la tierra), muchas veces en ausencia de un mecanismo regulador.

Entre las consecuencias conocidas de los daños provocados en el hábitat cabe señalar la pérdida o disminución de la productividad, la consiguiente amenaza para la seguridad alimentaria local, la contaminación de los productos alimenticios acuáticos, la menor viabilidad económica, la intensificación de los conflictos entre los pescadores, en algunos casos el desplazamiento físico de las comunidades, el desempleo creciente y la pérdida de oportunidades comerciales. El resultado del nerviosismo existente entre las comunidades afectadas es un ambiente de frecuentes conflictos y, en casos extremos, violencia física.

Por un lado, la pesca es el sector que con mayor frecuencia se encuentra en situación de desventaja. Por el otro, contribuye también a los daños ambientales y a la exacerbación de los conflictos. La utilización de dragas y arrastres de fondo, el uso de explosivos y la falta de atención en el anclaje de las embarcaciones son otros tantos ejemplos de prácticas pesqueras que influyen negativamente en los hábitats acuáticos. A veces causan daños en la fauna de los fondos marinos, como los lechos de zosteras y algas marinas y los arrecifes de coral. De la misma manera, algunas prácticas acuícolas han provocado efectos ambientales negativos, como la destrucción material de hábitats ambientalmente frágiles, el excesivo enriquecimiento orgánico y de nutrientes de los fondos marinos debido a la emisión de desechos procedentes de las explotaciones acuícolas de jaulas y estanques, y la introducción de especies exóticas dañinas.

A veces se producen conflictos entre grupos de pescadores que desean aprovechar los mismos recursos costeros. Un ejemplo muy repetido es la utilización de arrastreros para la pesca del camarón en aguas próximas a la costa frecuentadas por pescadores artesanales que utilizan todavía métodos tradicionales. Además de la reducción de las capturas, los pescadores artesanales corren el riesgo de que sus artes sufran serios daños. En tales casos, su respuesta quizá no sea siempre racional, como cuando intensifican su explotación de ejemplares jóvenes en los criaderos o emplean métodos de pesca destructiva para mantener sus medios de vida.

En muchos casos, el sector pesquero y sus instituciones no tienen la necesaria fuerza, económica e institucional necesaria para orientar y coordinar la ordenación. Además, los organismos gubernamentales no disponen de personal experimentado suficiente para llevar a cabo las necesarias actividades integradas de evaluación y planificación. Puede haber incluso falta de conocimientos básicos sobre las pesquerías en cuestión.

No obstante, a medida que los demás sectores económicos se introducen en la zona costera, la importancia económica relativa de las pesquerías disminuye, proceso que puede verse acelerado como consecuencia de los daños provocados en los hábitats y de la competencia por el espacio. Naturalmente, ello contribuye a debilitar la influencia de los organismos de pesca en la determinación de las políticas.

POSIBLES SOLUCIONES

La planificación integrada y la coordinación insti-tucional figuran con frecuencia entre los requisitos fundamentales para una ordenación costera eficaz. En la práctica, ambos objetivos han resultado difíciles de conseguir y suponen costos significativos. Estas dificultades se deben a los engorrosos procedimientos y estructuras burocráticas de los organismos gubernamentales, a la complejidad de las cuestiones científicas, técnicas y económicas implicadas y al elevado número de decisiones difíciles que deben adoptarse. No obstante, hay algunos planes de ordenación costera en que no se tienen en cuenta los intereses del sector pesquero.

Un procedimiento adecuado de ordenación costera es la formulación de planes de ordenación bien fundamentados, el establecimiento y aplicación de una legislación ambiental acertada, un proceso transparente de consulta en que participen los usuarios y los posibles grupos afectados y la supervisión de los efectos posteriores en el desarrollo. El cometido de los organismos de pesca debería ser participar en los siguientes planos:

El proceso de preparación de un plan de ordenación implica costos que casi siempre están justificados. No obstante, por norma general habrá que incrementar el personal especializado en disciplinas como la evaluación de los efectos ambientales, la evaluación económica de la utilización alternativa de los recursos, las técnicas de evaluación rápida y la elaboración de modelos ecológicos y económicos.

La experiencia demuestra que la mejor manera de atender los intereses pesqueros es tenerlos en cuenta desde el comienzo del proceso de ordenación costera. Por ello, la delegación de responsabilidades a los organismos elegidos de niveles inferiores de gobierno puede ser también un medio importante para conseguir una mayor sensibilización en el plano local (véase el Recuadro 8). En teoría, los gobiernos municipales deberían tener considerable influencia en los asuntos relacionados con las pesquerías y la acuicultura, lo mismo que suelen tenerla con respecto a la ubicación y especificaciones de cualquier estructura industrial, comercial o de vivienda. No obstante, las autoridades municipales deberán contar con la necesaria especialización y conocimiento técnico de las cuestiones relacionadas con la pesca. Ello se puede conseguir a través de organismos especializados, instituciones de investigación y ONG.


RECUADRO 8
Enfoque participativo en la gestión de las pesquerías lacustres en Benin

Hace cuatro decenios, los pescadores de las lagunas respetaban las reglas sencillas de protección del medio físico y de los recursos pesqueros establecidas por sus antepasados hacía más de tres siglos. Estas normas consuetudinarias, basadas en tabúes, prohibían todas las técnicas de captura de alevines o de ejemplares jóvenes. Se observaban días de descanso durante los cuales no se podía pescar bajo pena de incurrir en la cólera de los dioses. De hecho, existe todavía en la laguna costera de Ouidah un sector llamado vodounto (laguna sagrada habitada por las divinidades, según la tradición, y que sirve de refugio a los peces) entre las localidades de Hio y de Avlékété, donde la pesca está estrictamente prohibida a fin de permitir la reconstitución de las poblaciones. Esta zona de desove protegida está bajo la custodia del gran sacerdote de la región llamado dagbo hounon, que sanciona severamente toda infracción.

Pero como consecuencia de la importación de religiones exógenas, se produjo una erosión de la autoridad de los jefes tradicionales. No ha sido ya posible mantener un equilibrio entre el crecimiento del número de pescadores y los recursos pesqueros disponibles. En los lagos y lagunas, la profesión de pescador se trasmite de padre a hijo.

En consecuencia, el equilibrio ecológico se ha perturbado en todas las masas de agua debido a un rápido aumento del número de motores y a la utilización de métodos de pesca prohibidos. El resultado ha sido el siguiente:

- ha bajado la talla de primera madurez de las principales especies explotadas;
- las zonas de desove naturales se han destruido;
- ha bajado la captura por unidad de esfuerzo;
- se han acentuado los conflictos entre diversos grupos profesionales.

En 1992, convencido de que la política pesquera aplicada en el marco jurídico de la práctica de la pesca no había podido garantizar una gestión racional de las pesquerías de Benin, el Gobierno, por iniciativa de las autoridades locales, creó con carácter experimental 20 comités de pesca en las aldeas o grupos de aldeas ribereñas de la laguna de Porto-Novo. Cada comité está integrado por representantes de los pescadores elegidos democráticamente por un mandato de tres años, renovables mediante decisión de los pescadores reunidos en asamblea general. Cada comité tiene entre nueve y quince miembros. Está dirigido por una junta ejecutiva de cinco personas elegidas en su seno. Estas personas reciben formación de la Administración de Pesca sobre la legislación de este sector, y se les confía la misión de sensibilizar a los pescadores sobre estas cuestiones.

Para ser miembro del comité de pesca, es preciso ser pescador profesional, mostrar buena conducta moral y una buena práctica social. La función de miembro del comité no es remunerada. Para su funcionamiento, se ha instituido en cada aldea de pescadores una cotización mínima de 150 francos CFA (aproximadamente 0,3 dólares EE.UU.) por mes y pescador.

La función esencial del comité es velar por la explotación regional de la masa de agua con el fin de garantizar la conservación de los recursos y salvaguardar el ecosistema. Para ello, el comité de pesca asumirá las siguientes funciones:

- sensibilizar e informar a la población interesada de las disposiciones legales y reglamentarias vigentes en materia de pesca;
- velar por el cumplimiento de las prácticas tradicionales encaminadas a la protección de los recursos y del medio acuático;
- hacer aplicar, en colaboración con la Administración de Pesca, la reglamentación y las decisiones de la asamblea general de pescadores;
- servir de marco de concertación, análisis y conciliación para la resolución de diferencias entre pescadores;
- apoyar los programas de ordenación y gestión de las masas de agua consideradas necesarias por la administración.

Todas las actividades de los comités de pesca cuentan con el apoyo de la Administración de Pesca, siempre que se atengan a las disposiciones reglamentarias. Los comités no tienen la facultad de ejercer ninguna medida de presión, y están más bien llamados a desempeñar un papel de formación y sensibilización en el seno de su comunidad, para hacerle ver los daños que podría generar el incumplimiento de la reglamentación pesquera vigente.

La Administración de Pesca, interesada en el mantenimiento de la pesca en las aguas continentales de Benin, adoptó en agosto de 1996 un plan de gestión cuya estrategia de aplicación favorece los siguientes fines:

- la puesta en marcha de mecanismos institucionales de gestión basada en la participación;
- la gestión de los recursos pesqueros basada en un marco jurídico adecuado;
- la identificación y promoción de actividades destinadas a favorecer el desarrollo de las fuentes de ingresos alternativos.

En 1997, el Gobierno de Benin aprobó el decreto interministerial No 312 relativo a la institución, organización, atribuciones y funcionamiento de los comités de pesca en la República de Benin para dar una base jurídica a dichos organismos. Hasta ahora, se han creado 90 comités de pesca para participar en la ordenación de las principales masas de agua de los tres departamentos del sur del Benin.

Fuente: Plan de gestion des plans d'eau continentaux du Sud-Bénin, agosto de 1996.


El proceso de ordenación requiere ciertas concesiones mutuas entre distintos usos rivales. Las correspondientes negociaciones deberían tener en cuenta las contribuciones de los diferentes usos posibles al bienestar social y económico de la nación. Para ello se debe considerar el valor económico actual y potencial (es decir, en caso de una ordenación óptima de los recursos). Es también importante que se valoren todos los efectos, no sólo los que se pueden determinar con facilidad. Por ejemplo, quienes descargan en el mar aguas residuales no tratadas deben sufragar los costos -pérdida de capturas- sufridos por las comunidades pesqueras próximas.

Algunos países han legislado un sistema de planificación que concede prioridad al desarrollo basado en la explotación de las zonas costeras. La aplicación de estos planes constituye un primer fundamento para asignar unos recursos costeros escasos, otorgando mayor importancia a los usos (o sectores) que por su misma naturaleza dependen de los atributos constitutivos de la zona pesquera. La pesca de captura y la acuicultura se incluyen claramente dentro de esta categoría, mientras que no ocurre así con muchas actividades de otros sectores.

INTERVENCIONES RECIENTES

Un importante seminario internacional sobre la ordenación integrada de zonas costeras en países tropicales, celebrado en 1996 en Xiamen (China), examinó las experiencias y enseñanzas de las iniciativas de dicha ordenación. En él se consiguió una visión general de los procesos de formulación, diseño, aplicación y ampliación dentro del Asia oriental así como en otras regiones. Además, se elaboró un conjunto de buenas prácticas de ordenación16 . Por otro lado, el Grupo Mixto de Expertos OMI/FAO/UNESCO-COI/OMM/OMS/OIEA/Naciones Unidas/PNUMA sobre los Aspectos Científicos de la Protección del Medio Marino (GESAMP) ha ofrecido orientación sobre la función de la ciencia en la ordenación costera. Se ha obtenido también una valoración de los actuales objetivos y métodos utilizados para evaluar los proyectos y programas de ordenación de zonas costeras financiados por donantes internacionales17 .

Un grupo de expertos comparó las directrices de ordenación de zonas costeras utilizadas por cinco entidades internacionales diferentes (Banco Mundial, Conferencia Mundial sobre Costas, Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente [PNUMA], Unión Mundial para la Naturaleza [UICN] y Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos [OCDE]), y posteriormente redactó el documento «Puntos de consenso en las directrices sobre ordenación integrada de zonas costeras»18 .

El interés internacional por la ordenación de las zonas costeras (y de captación) recibió el espaldarazo oficial en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, de 1992. Ese mismo año, la Conferencia de Cancún de Pesca Responsable pidió el establecimiento de un Código de Conducta para la Pesca Responsable. Este Código contiene principios y disposiciones para alentar a los Estados y a sus organismos a examinar la posibilidad de adoptar medidas jurídicas, institucionales, normativas y económicas, y ponerlas en práctica. Con ello se intenta promover la integración adecuada de los intereses pesqueros en el desarrollo y planificación de la ordenación de las zonas costeras.

En su esfuerzo por desarrollar la capacidad de los gobiernos, las ONG y el sector privado en la ordenación de zonas costeras, la FAO ha colaborado con diversas instituciones, entre ellas el Centro internacional para la ordenación de los recursos acuáticos vivos (ICLARM), la Red de centros de acuicultura de Asia y el Pacífico (NACA), la División de Estadística de las Naciones Unidas, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos (UICN), varios organismos de las Naciones Unidas que patrocinan actividades del GESAMP, y otros.

Estas iniciativas conjuntas han incluido la comprobación de planteamientos alternativos de ordenación mediante proyectos piloto y la publicación de orientaciones sobre el control de los efectos ambientales de la acuicultura, la contabilidad ambiental y económica integrada, los objetivos y estrategias de ordenación de las pesquerías costeras y la aplicación de métodos científicos para la ordenación de las zonas costeras. Se han celebrado también consultas técnicas patrocinadas conjuntamente y con participación de los afectados y otras partes interesadas.

PERSPECTIVA MUNDIAL

La utilización de los recursos naturales -para la pesca o para otros fines- en los casos en los que no existe ninguna limitación al nivel de explotación (por ejemplo, en el régimen de libre acceso) es incompatible con su aprovechamiento sostenible. En el caso de las pesquerías, hay un consenso en que la mejor forma de conseguir la sostenibilidad es mediante el establecimiento de «derechos» específicos de uso o propiedad. Ello es cierto a pesar de las numerosas dificultades existentes para determinar y aplicar una ordenación basada en los derechos. Algunos países han modificado la legislación pesquera para hacer posible la adjudicación oficial a las comunidades pesqueras de derechos de uso. Esta tendencia continuará, lo que permitirá a esas comunidades ejercer mayor control sobre los factores que determinan su bienestar.

En ausencia de medidas apropiadas del Estado y de los usuarios, la sobrexplotación y degradación de los recursos pesqueros se agravarán todavía más como consecuencia de la presión demográfica y de los correspondientes niveles de actividad económica. El mayor progreso en la ordenación de las zonas costeras se conseguirá en los países desarrollados. En los países en desarrollo cuyas zonas costeras sufren una situación especialmente aguda de pobreza y desempleo, será necesario un considerable fortalecimiento de la economía nacional antes de que se pueda prestar gran atención a la ordenación de dichas zonas.

CONTROL Y REDUCCIÓN DE LA CAPACIDAD PESQUERA

EL PROBLEMA

En varias de las pesquerías mundiales más importantes hay un exceso de capacidad de pesca. Ello es motivo de creciente preocupación. No sólo representa una amenaza para la sostenibilidad de las poblaciones ícticas explotadas sino que constituye una posible amenaza para otras poblaciones. El exceso de capacidad significa, en pocas palabras, que en muchas de las pesquerías mundiales las flotas pesqueras son mayores de lo necesario para capturar y desembarcar, con el menor costo posible, los peces actualmente disponibles, y mayores de lo que haría falta para las actividades de pesca una vez que se hubieran recuperado esas poblaciones. Esta situación se ha producido debido a que los inversores consideran -incluso cuando el tamaño de la flota es el más indicado desde el punto de vista socioeconómico- que la inversión en buques adicionales generará beneficios superiores a los que podrían conseguir con las otras alternativas razonables a su disposición. Por lo tanto, el exceso de capacidad de pesca es provocado por una falta de control sobre el acceso de los pescadores a las poblaciones ícticas, a lo que en algunos países se suma el financiamiento público de los gastos corrientes y/o de inversión en nuevos buques o en la rehabilitación de los viejos. No obstante, recientes estudios de la FAO sobre el financiamiento público del sector pesquero revelan una tendencia descendente en los montos destinados a ese fin.

La sobrecapacidad es resultado de la sobre capitalización, que en general adopta la forma de inversión excesiva y uso redundante de insumos pesqueros. El exceso de capacidad tiene dos efectos principales: malos resultados económicos y sobrepesca biológica. La sobre capitalización en la pesca de captura da lugar al despilfarro de capital de inversión desaprovechado y, por consiguiente, a un costo excesivo de la pesca. La sobreexplotación de las poblaciones representa un derroche de recursos pesqueros. Los intentos de acabar con la sobrepesca pueden verse obstaculizados por las dificultades prácticas asociadas a la cuantificación de la capacidad de pesca, tanto expresada en insumos (unidades de pesca) como en productos (captura potencial). Una embarcación dedicada a la captura de la langosta que disponga de 60 nasas, por ejemplo, produce mayores efectos (capacidad de pesca) que si tuviera 20 nasas; la diferencia todavía es mayor si utiliza nasas grandes y si éstas se vacían dos veces durante cada turno. Son estos últimos detalles los que hacen difícil controlar perfectamente la capacidad de pesca, cuando esos controles se aplican a los insumos. Este ha sido uno de los diversos factores que han provocado interés en el control de la capacidad mediante límites de la producción pesquera, es decir, de los desembarques (véase el Recuadro 9).


RECUADRO 9
Control de la capacidad en las pesquerías del camarón en Australia

La pesquería septentrional del camarón de Australia produjo unas 8 500 toneladas de camarón en 1997. Las principales especies son el langostino banana y el langostino tigre. Si bien la zona sometida a ordenación ocupa aproximadamente 1 millón de km2, los arrastreros comerciales sólo faenan en el 10 por ciento de esa superficie. Las capturas comerciales del camarón comenzaron en los primeros años sesenta, y el esfuerzo de pesca aumentó con rapidez. No se introdujeron restricciones de explotación hasta 1977, en que se adoptó un régimen de ingreso limitado, que autorizaba la participación de 292 embarcaciones en la pesquería.

El esfuerzo de pesca continuaba aumentando debido al progreso de la tecnología, al crecimiento del tamaño de las embarcaciones y al mayor tiempo de pesca, a pesar del control del número de buques, lo que dio lugar a preocupaciones económicas y biológicas sobre el futuro de la pesquería. A partir de 1984 se introdujeron medidas de ordenación, en particular, políticas más estrictas de sustitución de embarcaciones, un plan voluntario de recompra, el cierre permanente de los caladeros del camarón, vedas estacionales y limitaciones en el uso de artes. Esas medidas resultaron sólo parcialmente eficaces para mejorar el comportamiento de la pesquería.

En 1984, se asignaron a los operadores unidades comerciables basadas en la capacidad de pesca de las embarcaciones, y se asignaron aproximadamente 130 000 de la Clase A. Los operadores recibieron autorización para actuar en la pesquería con la condición de que obtuvieran el número correspondiente de unidades de la Clase A y una unidad de la Clase B. Las unidades de la Clase A se determinaban de acuerdo con el tamaño de la embarcación y el motor, mientras que las de la Clase B permiten el ingreso en la pesquería. En 1985, eran casi 300 los buques autorizados a faenar en la pesquería.

La reestructuración comenzó en 1985, con la introducción del plan de recompra voluntaria, cuyo objetivo era reducir el número de buques y, por lo tanto, la capacidad de pesca. El plan se financió en parte con una donación estatal de 3 millones de dólares australianos, más otros 5 millones recibidos en empréstito del Plan Nacional de Ajuste de la Pesca. Esta última cantidad debería reembolsarse con los gravámenes impuestos a quienes faenaban en la pesquería. Mediante un plan de licitaciones, se invitaba a los operadores a que vendieran sus unidades. Si bien las licitaciones iniciales recibidas eran algo desproporcionadas, para septiembre de 1986 se habían adquirido 12 000 unidades, con un precio medio de 200 dólares australianos por unidad de la Clase A, y un costo total de 2,5 millones de dólares. Las compras efectuadas posteriormente dieron como resultado la adquisición de 100 000 unidades de la Clase A, y en noviembre de 1989 quedaban 222 embarcaciones.

En 1989, la competencia del camarón cultivado en el Asia sudoriental provocó un deterioro de los precios. Ello, unido a las advertencias de los organismos nacionales de investigación, impulsó al Gobierno a probar otro programa de reestructuración en 1990. Se trataba de una versión ampliada del anterior. El Estado aprobó una donación de 5 millones de dólares australianos por un período de 3 años, y garantizó hasta 40,9 millones de dólares australianos para pagar las unidades retiradas en el marco del plan. Los empréstitos debían ser reembolsados por los operadores todavía en activo a lo largo de 10 años. La reestructuración estaba condicionada al logro del objetivo de 54 000 unidades de la Clase A no más tarde del 13 de diciembre de 1992, después de lo cual se introduciría una reducción obligatoria de las unidades de todos los titulares antes del comienzo de la campaña de 1993, si no se cumplía ese objetivo.

El segundo plan tuvo menos éxito que el primero. Ello puede atribuirse al hecho de que los precios de recompra ofrecidos por el plan eran inferiores a los del mercado en lo que se refiere a las unidades de la Clase A. Al 1o de septiembre de 1992 había 72 216 unidades de la Clase A, y continuaban faenando en esta pesquería 162 embarcaciones. En diciembre de 1992, el plan de ordenación de la pesquería septentrional del camarón se enmendó para hacer posible la cesión obligatoria de unidades de la Clase A. El 1o de abril de 1993 se retiraron de la pesquería, sin indemnización ninguna, 18 000 unidades de la Clase A y 25 embarcaciones, con lo que quedaron 54 000 unidades de la Clase A y 137 embarcaciones.

Esta medida se impugnó ante el Tribunal Federal, pero el resultado de la apelación confirmó la facultad gubernamental de reducir el esfuerzo de pesca sin pago de indemnización. Como consecuencia de ello, el sector prestó mayor atención a la seguridad de los derechos de acceso a los recursos pesqueros y exigió una mayor seguridad en ese sentido. Éste y otros aspectos se incorporaron en un plan oficial de ordenación pesquera que se concluyó en 1995. En él, las anteriores licencias de pesca se subscribieron con derechos estatutarios de pesca, que ofrecen a los titulares la garantía de acceso a la pesquería durante un largo período de tiempo. Ello ha creado un entorno más seguro para la ordenación, dentro del cual los propietarios pueden planear sus operaciones e inversiones futuras.

La enorme reducción de la capacidad de pesca y la subida de los precios del camarón han permitido de nuevo una considerable rentabilidad en esta pesquería. Según las estimaciones, los beneficios antes de los impuestos aumentaron a razón de 19 millones de dólares australianos al año desde el comienzo del programa de reestructuración. Con el fin de mantener los beneficios económicos, será importante que la ordenación consiga contener la futura expansión de la capacidad de pesca. Por tratarse de una pesquería de insumos controlados, es de prever que en el futuro se requieran reducciones adicionales de la capacidad de pesca. La AFMA (véase el Recuadro 5) y el sector están investigando la posibilidad de medir la capacidad de pesca utilizando unidades de equipo en vez de unidades de embarcación. En teoría, el uso de unidades de equipo deberá permitir controlar con mayor precisión la capacidad de pesca. No obstante, todavía se está examinando cuáles pueden ser sus ventajas prácticas. En diciembre de 1997, la Junta de la AFMA acordó que la pesquería adoptara un sistema de ordenación basado en las unidades de equipo a partir de 1999, y la distribución de las unidades de equipo sería proporcional a la titularidad de la unidades de la Clase A.

Fuente: M. Harwood, ex Subsecretaria de Pesca y Acuicultura, y T. Battaglene, Director de Política de Pesca del Commonwealth, Departamento Australiano de Industrias Primarias y Energía: comunicación personal.1

Un problema fundamental para muchos países es la falta de datos fiables sobre el número y características de las embarcaciones y artes y de la posibilidad de transferir embarcaciones de una pesquería a otra. Se trata de una consideración importante, ya que las medidas encaminadas a reducir la capacidad en una pesquería pueden tener como resultado el exceso de capacidad en otra, debido a una rápida transferencia de la capacidad excedente. Así ha ocurrido en muchos países que han tratado de reducir la capacidad en forma fragmentaria, es decir, actuando cada vez en una sola pesquería. El problema ha sido reconocido ya en algunos países -por ejemplo, Nueva Zelandia- y agrupaciones de países como la Unión Europea que han decidido reducir la capacidad en cada una de las pesquerías y, al mismo tiempo, en forma global en lo que se refiere a los volúmenes agregados de la flota. Una condición necesaria en estos casos ha sido la evaluación de los niveles de capacidad en todas las pesquerías pertinentes.

En escala algo mayor, la reducción de la capacidad de pesca emprendida por algunos países desarrollados ha dado lugar a la reubicación de las embarcaciones, que se han desplazado a las pesquerías de otros países (en general, países en desarrollo y menos adelantados). A escala mundial, ello no constituyó una reducción de la capacidad. Además, estas reubicaciones podrían resultar en definitiva perjudiciales para muchos de los países importadores. Se trata de embarcaciones que en su mayor parte se adquirieron a bajo precio y, por lo tanto, pueden explotarse rentablemente (al menos de forma temporal) incluso con unas poblaciones ícticas mermadas, lo que podría dar lugar al continuado agotamiento de las mismas. Ha habido también muchos casos de intensificación de los conflictos locales, por ejemplo, cuando las embarcaciones exportadas -en general, buques industriales- han entrado en competencia directa con las flotas artesanales.

La capacidad de pesca resulta excesiva en la mayor parte de las regiones del mundo. Por ejemplo, como consecuencia de la intensificación de la presión pesquera en el Asia meridional, muchas poblaciones costeras de peces pelágicos y demersales de la bahía de Bengala, el golfo de Tailandia y el mar de China meridional están totalmente explotadas o sobreex-plotadas. Ello se hace patente en la creciente proporción de las especies de bajo valor y ejemplares jóvenes con respecto a las especies de alto valor capturadas. La pesca en alta mar, por sus condiciones de libre acceso, crea una situación especialmente difícil con respecto al control de la capacidad de pesca. En la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, de 1982, no se plantea prácticamente el problema de la capacidad de pesca. El Acuerdo de las Naciones Unidas de 199519  refuerza la obligación de los Estados del pabellón de atenerse a los regímenes de ordenación de las organizaciones regionales de pesca, pero no concede a éstas la facultad de impedir el acceso de los buques de los Estados no miembros que no son partes en la Convención de 1995 sobre el Derecho del Mar en lo relativo a las poblaciones de peces transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios. Por ello, no pueden controlar este componente de la capacidad de pesca. Además, hay importantes poblaciones de alta mar que no se incluyen en el mandato de las actuales organizaciones regionales. En el caso de futuras iniciativas para controlar la capacidad de las flotas de alta mar, debería resultar útil la consulta de la información sobre buques a escala mundial, prevista en el Acuerdo de la FAO para promover el cumplimiento de las medidas internacionales de conservación y ordenación por los buques pesqueros que pescan en alta mar.

POSIBLES SOLUCIONES

El control eficaz de la capacidad de pesca supone la comprensión de sus relaciones con otras cuestiones afines. Entre ellas, las más importantes son los efectos de las subvenciones, las consecuencias de la movilidad de las flotas y la repercusión de los métodos que se pueden utilizar para regular el acceso a las poblaciones de peces. Si bien se ha adquirido considerable experiencia en la ordenación de las pesquerías, la mayor parte de los métodos o instrumentos utilizados controlan las capturas o el esfuerzo pero no la capacidad en cuanto tal. La eficacia relativa de estos métodos para controlar la capacidad de pesca se comprende ahora cada vez mejor, y es claro que un control eficaz requiere la evaluación periódica de la biomasa de las poblaciones y la comprensión de la dinámica de las flotas, basada en la supervisión de su tamaño y utilización.

En los países desarrollados se dispone ya de considerable experiencia en la utilización de métodos alternativos de ordenación de pesquerías para controlar la capacidad de pesca. Se está llegando a un consenso en favor de la utilización de cuotas independientes transferibles (CIT), cuando es posible. Ello supone la limitación del número de unidades de pesca (por ejemplo, embarcaciones), la asignación de cuotas (o parte del total de capturas permisibles) en relación con cada una de ellas, y la autorización de venta o arrendamiento del derecho a la cuota. Una ventaja de este sistema es que crea un incentivo para la reducción voluntaria del exceso de capital por parte de los propietarios, que intentarán incrementar los ingresos no aumentando las capturas sino reduciendo los costos. Ello ocurriría, por ejemplo, si un propietario comprara y fusionara los derechos de cuotas de dos embarcaciones, retirando luego una de ellas. No obstante, la ordenación basada en las CIT puede resultar difícil, sobre todo cuando se aplica a las pesquerías de especies múltiples, en las que normalmente hay que utilizar complejos mecanismos para contrarrestar el peligro de incentivar el descarte de las capturas incidentales.

La ordenación mediante cuotas no es aplicable en todas las pesquerías. Las dificultades de aplicación de las mismas pueden ser considerables. La alternativa más frecuente ha sido la limitación de las licencias, en particular en lo que se refiere al control del número y potencia de las unidades de pesca. En la mayor parte de los casos esto se ha hecho en paralelo con la autorización de la venta o arrendamiento de los derechos a una licencia. Ello está relacionado con la adquisición y retirada de derechos de licencia -mediante planes de recompra-, como medio de reducir la capacidad de pesca. Además, facilita (lo mismo que la ordenación basada en las CIT) la reducción voluntaria de la capacidad por los propietarios de las embarcaciones. Así ocurriría, por ejemplo, si varios derechos a la utilización de equipo se funden en una sola embarcación. No obstante, la reducción voluntaria de la capacidad suele ser un fenómeno lento, por lo que en general se requerirá cierta intervención gubernamental.

Cuando el control de la capacidad de pesca se ejerce a través de los insumos, la experiencia enseña que es probable que continúe aumentando la capacidad, a pesar de todos los esfuerzos de los organismos de ordenación. Ello se debe a que, si bien no es difícil limitar el número y tamaño de las unidades de capacidad de pesca, es sumamente difícil controlar el potencial de pesca de las unidades. Los pescadores consiguen aumentarla de forma ininterrumpida y eficaz. Hay muchos ejemplos en que los organismos han adoptado -a veces en forma paradójica- medidas de ordenación orientadas a reducir la potencia de las unidades de pesca con el fin de contrarrestar el mayor potencial de los pescadores. Para resolver este problema, el organismo competente debe supervisar el desarrollo de la tecnología y su repercusión en la capacidad de pesca y hacerlo de acuerdo con el sector. De hecho, el método más eficaz y de mayor aceptación ha sido la ordenación basada en el control de los insumos, en el que el sector pesquero desempeña un importante papel de ordenación conjunta con el Estado.

La mayor parte de los países de la región de Asia y el Pacífico tienen sistemas de ordenación de la pesca. Su eficacia varía notablemente de unos casos a otros. En general, se necesita un ambicioso proceso de reforma (véase el Recuadro 10).


RECUADRO 10
Mejoras en el marco de ordenación de la pesca

Un estudio reciente de la FAO sobre los marcos de ordenación de la pesca en los países ribereños del mar de China meridional llegó a la conclusión de que los gobiernos deben demostrar una firme voluntad política de conservar los recursos pesqueros mediante sistemas mejorados y más eficaces de ordenación. Deben revisar las políticas de ordenación de la pesca de manera que el objetivo de ésta no sea ya aumentar al máximo la producción sino multiplicar los beneficios netos socioeconómicos a largo plazo. Además, los gobiernos deben hacer hincapié en las medidas de prevención y de lucha contra la degradación ambiental.

Por otra parte, sería deseable que los gobiernos adoptaran las siguientes medidas:

- explicar al sector privado, a la industria pesquera y a los pescadores en términos claros y sencillos las leyes y reglamentos vigentes y las medidas de ordenación adoptadas por los gobiernos;
- utilizar un enfoque precautorio en las pesquerías tanto costeras como de altura, cuando no se disponga de información y datos oportunos;
- hacer hincapié en la investigación sobre la elaboración de modelos de evaluación de los recursos válidos para las condiciones locales, el análisis bioeconómico de las poblaciones ícticas explotadas y la ordenación de las poblaciones transfronterizas;
- facilitar la transferencia de tecnología mejorando los métodos y la capacidad del personal en las actividades de extensión, y mediante una cooperación más estrecha entre administradores, instituciones científicas y académicas, la industria pesquera y los pescadores.

Algunas de las medidas fundamentales para mejorar los sistemas de ordenación pueden abordarse a escala nacional. Entre ellas figuran las siguientes: fortalecimiento de la capacidad de los científicos y administradores; elaboración de datos estadísticos e informaciones fiables y oportunas sobre la pesca, incluido el establecimiento de una red regional de información y datos sobre la pesca; actividades de investigación y ordenación relacionadas con las poblaciones compartidas o transfronterizas; elaboración de metodologías para la evaluación de poblaciones, prevención y control de la degradación, y supervisión de los grandes ecosistemas, como el mar de China meridional o el golfo de Tailandia.

Fuente: FAO. 1997. Fisheries management frameworks of the countries bordering the South China Sea. Bangkok, Comisión de Pesca de Asia y el Pacífico, FAO, Oficina Regional para Asia y el Pacífico.

El control de la capacidad continúa resultando especialmente difícil en los países muy poblados con altos índices de pobreza y desempleo. En el caso de la pesquería artesanal, incluso cuando los organismos de pesca puedan comprobar que la merma de la capacidad produciría beneficios económicos, no se han decidido nunca a intervenir por temor a las consecuencia sociales negativas. La escasez de formas alternativas de empleo favorece el atractivo de las pesquerías como empleador de último recurso. Estas circunstancias son las que han despertado el interés de los organismos de pesca por una forma de ordenación que faculte a las propias comunidades locales -en particular mediante la asignación de derechos de uso- a adoptar decisiones difíciles referentes a la capacidad de pesca y a la manera de distribuir los beneficios de la misma (véase el Recuadro 11). Es lo que actualmente se conoce por el nombre de «ordenación basada en las comunidades».


RECUADRO 11
Ordenación basada en las comunidades de pescadores
en la laguna de Negombo (Sri Lanka)

Negombo es una ciudad situada 30 km al norte de Colombo. La laguna, cuya salida al mar está próxima a la ciudad, tiene una superficie de 31,64 km2. Según las estimaciones, las capturas de la laguna en 1997 sumaron casi 1 700 toneladas, entre las que se incluían 538 toneladas de camarón. El valor de dichas capturas se estimaba en 100 millones de rupias (1,7 millones de dólares EE.UU.). Según reconocimientos básicos, hay un total de 1 305 embarcaciones (no motorizadas), tripuladas por unos 2 000 pescadores. La remuneración mensual neta por pescador se sitúa en niveles próximos a las 4 000 rupias (67 dólares EE.UU.).

La ordenación basada en la comunidad es una práctica de gran arraigo en Negombo. Quizá el ejemplo más interesante es el de la utilización de las redes de parada, en la entrada al lago. Se trata de redes semejantes a arrastres que se sujetan al fondo por la noche cuando las mareas devuelven el agua hacia el mar. Hay unas 60 estaciones -el número varía ligeramente como consecuencia de los cambios topográficos que se producen en la entrada de la laguna-, y en cada una de ellas hay varios lugares donde se puede pescar. Las estaciones son muy conocidas y están registradas en los reglamentos de pesca. Las actividades pesqueras tienen lugar durante todos los meses del año. En 1997 intervinieron en ellas unas 200 embarcaciones, con dos pescadores por unidad (uno de ellos debe ser miembro de la sociedad), cuyas capturas sumaron un total de 308 toneladas, de las que 211 fueron de camarón.

De acuerdo con una práctica tradicional instaurada hace muchos decenios, la ordenación de esta pesquería se lleva a cabo fundamentalmente a través de cuatro sociedades locales independientes. La mayor parte de las 60 estaciones están distribuidas entre esas sociedades. Anualmente se celebran grandes reuniones organizadas por cada una de ellas, en las que se reparten entre los miembros los derechos a la utilización de las redes en cada estación (para el año siguiente). Los derechos a pescar en una estación se asignan por sorteo. Después, tiene lugar un proceso de licitación -una especie de subasta organizada por cada sociedad- para determinar la distribución de los lugares en cada estación. Si un miembro es favorecido por el sorteo pero no ha conseguido que se le adjudicara un puesto productivo, puede renunciar a éste.

Como el número de miembros de las sociedades es mayor que el de puestos de pesca, cada uno de éstos se asigna a más de un miembro. En los últimos años, el promedio ha sido de tres miembros por lugar, que acceden a él mediante rotación. De esta manera, cada miembro puede ocupar un lugar cada tres días. Con este mecanismo, cada miembro participa en la pesca con redes de parada durante 10 días de cada mes, y podrá participar en diferentes tipos de pesca durante otros días. La base para la transferencia de la condición de miembro -por ejemplo, cuando fallece uno de ellos- es hereditaria. Sólo puede transmitirse a un varón de la familia directa. Si no hay un varón, el derecho se anula. Sólo puede ser miembro un componente de cada familia.

Es posible ampliar el número de miembros, aunque sólo si se trata de varones casados que sean descendientes de los pescadores que participan en ese pesquería, que tengan edades comprendidas entre 18 y 50 años y sean cristianos. Deben demostrar también que disponen de las embarcaciones y artes necesarios, y de experiencia como pescadores. Las sociedades imponen sanciones cuando se infringen las normas. La iglesia obtiene un pequeño ingreso de la pesquería que destina a actividades locales de beneficencia. Ello pone de manifiesto su importante papel en la evolución del actual régimen.

La mayor parte de los otros ejemplos de ordenación comunitaria existentes en el pasado en todo Sri Lanka han desaparecido prácticamente. Los factores principales son, entre otros, la mayor movilidad de los pescadores -como consecuencia de la motorización de las embarcaciones-, la llegada de personas desplazadas desde zonas conflictivas en el norte del país y la menor cohesión dentro de las comunidades pesqueras.

Fuente: PNUD/Gobierno de Sri Lanka/FAO. Projecto Marine Fisheries Management SRL/91/022, e informaciones de diversos documentos publicados e inéditos.

INTERVENCIONES RECIENTES

Cada vez son más los países que adoptan medidas para reducir considerablemente su capacidad de pesca. En la Unión Europea, desde 1980 se vienen aplicando los programas de orientación plurianuales. Inicialmente, su objetivo era controlar y limitar la expansión de las flotas; más recientemente, lo que pretenden es reducir la capacidad. Los objetivos de los MAGP en lo relativo a la capacidad de pesca se expresan en tonelaje y potencia de las embarcaciones. Entre 1991 y 1996 éstos se redujeron, respectivamente, un 15 y un 9,5 por ciento.

En Nueva Zelandia, la reducción de la capacidad de pesca desde mediados de los años ochenta se llevó a cabo conjuntamente con una ordenación basada en CIT. En el decenio posterior, el número de embarcaciones participantes en la pesquería costera se redujo a la mitad (véase el Recuadro 4). La reducción de la capacidad de pesca conseguida en Australia es mayor en el plano de las pesquerías individuales. Algunos países, en particular el Japón, han endurecido los reglamentos referentes a la eliminación de flotas y el acceso a las pesquerías de alta mar.

En América Latina, existen programas de reducción de capacidad pesquera en Argentina, Chile y Perú. No obstante, hasta la fecha estos países han encontrado notable resistencia de las asociaciones del sector, que generalmente argumentan que las dificultades impuestas por El Niño representan una limitación suficiente.

En el período comprendido entre 1995 y 1997, la FAO llevó a cabo una evaluación de la viabilidad económica de algunas flotas (véase el Recuadro 12). Los resultados revelan que la pesca continúa siendo rentable en la mayor parte de las grandes pesquerías. Ello parecería indicar que la caída del rendimiento se ha compensado con la subida de los precios y la reducción de los costos, esta última conseguida gracias a las mejoras tecnológicas, pero en algunos casos ese resultado se debe también a la transferencia de fondos públicos al sector.

El objetivo a más largo plazo de la FAO es establecer en el marco del COFI un Plan de acción internacional para la regulación de la capacidad pesquera mundial. Como paso previo, un Grupo de Trabajo Técnico de expertos internacionales se reunió en La Jolla, Estados Unidos, en abril de 1998 y examinó los problemas relacionados con la capacidad de pesca20 . Los resultados de ese encuentro fueron examinados por los países en una reunión celebrada en la Sede de la FAO en Roma, del 22 al 24 de julio de 1998.

 


RECUADRO 12
Viabilidad económica de las pesquerías de captura en aguas marinas

En cooperación con organismos e instituciones de investigación pesquera de Asia, África, América
Latina y Europa, la FAO llevó a cabo entre 1995 y 1997 varios estudios sobre la viabilidad económica y financiera de las combinaciones más frecuentes de embarcaciones y artes de pesca. Al mismo tiempo, se recopiló información sobre el nivel de explotación de los recursos asociados, así como sobre las políticas gubernamentales relativas a la ordenación pesquera, las subvenciones, las políticas fiscales, etc.

Los países incluidos en los estudios son Perú, Argentina, Senegal, Ghana, Camerún, China, la
República de Corea, Taiwán, Provincia de China, Indonesia, Malasia, Tailandia, India, Francia, España y Alemania. En conjunto, estos países representaban aproximadamente el 50 por ciento del total de la producción de la pesca de captura en aguas marinas de América del Sur, África, Asia y Europa, que en 1995 sumaban el 84 por ciento de la producción mundial de ese tipo de pesquerías. La FAO considera estos estudios una interesante contribución al debate sobre la viabilidad económica de las pesquerías de captura en agua marinas. Deberán continuarse y ampliarse a más países, de acuerdo con las recomendaciones del seminario sobre ese tema, a fin de confirmar las conclusiones de los estudios y supervisar los cambios que se produzcan con el tiempo.

Las conclusiones de los estudios fueron examinadas en un seminario interregional celebrado en Kuala Lumpur (Malasia) entre el 15 y el 18 de diciembre de 1997. La conclusión general fue que -a pesar de que los recursos pesqueros están totalmente explotados y sobreexplotados- la mayor parte de las pesquerías de captura marina son económica y financieramente viables. Ello significa que generan ingresos suficientes para cubrir los gastos -teniendo en cuenta la depreciación y el costo de oportunidad del capital- con niveles suficientes de remuneración para los propietarios y las tripulaciones, creando además un superávit para reinversión.

En los países africanos estudiados, sólo la pesca con red de enmalle de cerco en pequeña escala y la pesca con arrastre de peces y camarón en aguas profundas en el Senegal generaba un flujo neto de caja negativo, mientras que todas las demás combinaciones de embarcaciones y artes de pesca arrojaban un excedente neto positivo. En América Latina, la pesca de arrastre en gran escala en el Perú tenía un flujo neto de caja negativo, mientras que los cerqueros con jareta generaban un superávit neto positivo.

En Asia, todos los segmentos de las flotas pesqueras incluidos en la República de Corea, Taiwán, Provincia de China, y Malasia generaban un superávit neto positivo, lo mismo que ocurría con cinco de las siete unidades de pesca de mediana y gran escala características de China y siete de las ocho unidades de pesca representativas de Indonesia. En Europa, de los 23 tipos de buques de pesca de pequeño, mediano y gran tamaño estudiados en Francia y España, sólo dos tipos de arrastreros de aguas profundas que faenaban en Francia tenían resultados netos negativos, mientras que los otros 21 tipos de embarcación presentaban excedentes netos positivos.

Se observó también que el número de subvenciones había disminuido fuertemente en los países en desarrollo durante los últimos años. Las subvenciones todavía existentes se destinaban en algunos casos a la pesca de altura, a las pesquerías artesanales y cooperativas de pesca y a las operaciones de pesca en zonas remotas y poco desarrolladas. Normalmente se ofrecían en forma de subvenciones para capital y de disminución de los derechos del combustible, e incluso en esos casos se observaba un proceso de reducción.

Fuente: FAO. Economic viability and sustainability of marine capture fisheries - Findings of a global study and recommendations of an interregional workshop. FAO: Documento técnico de pesca, No 377 (en preparación).


PERSPECTIVA MUNDIAL

Muchas naciones desarrolladas, y un pequeño número de países en desarrollo, han adoptado con éxito las importantes y difíciles medidas necesarias para controlar eficazmente y, en caso necesario, reducir la capacidad de pesca. Es de esperar que otros países sigan su ejemplo. No obstante, la reducción de la capacidad en algunos de ellos no ha dado lugar necesariamente a la disminución de la capacidad mundial de pesca. Ello se debe a un proceso de reubicación de la capacidad y al continuado aumento de ésta en otros países. A corto plazo, el control de la capacidad se producirá fundamentalmente en aguas de las ZEE, exceptuadas las de los países de alta densidad demográfica y menos adelantados. En ellos, el control de la capacidad de pesca continuará revistiendo menor importancia que el empleo. En algunos países, las pesquerías comerciales dejarán lugar a actividades deportivas y turísticas.

La resolución de los problemas de exceso de capacidad en las pesquerías de alta mar será un proceso prolongado. Ello se debe al régimen de libre acceso de estas pesquerías, a la dificultad de adoptar y aplicar a escala internacional (o regional) medidas comunes de control de la capacidad de pesca y a la necesidad de establecer nuevas organizaciones de ordenación regional para las poblaciones de peces no incluidas en el mandato de las organizaciones regionales ya existente. Un nuevo problema se debe al hecho de que en las pesquerías de alta mar participa un número creciente de Estados ribereños (por ejemplo, países del océano Índico), que con frecuencia utilizan redes y buques y artes de tecnología inferior a las de las actuales flotas que faenan en aguas distantes. No es probable que estos países colaboren con los intentos de las organizaciones regionales de controlar eficazmente la capacidad de pesca, mientras se encuentran todavía en un proceso de establecimiento de sus flotas de altura. En último término, podrían tratar de desplazar con ellas a las flotas de aguas distantes.

REDUCCIÓN DE LAS CAPTURAS INCIDENTALES Y DE LOS DESCARTES

EL PROBLEMA

Las capturas incidentales se producen porque la mayor parte de las prácticas y artes de pesca no son perfectamente selectivas en cuanto a las especies y tallas, y porque las especies que se desea pescar conviven con otras distintas en el mismo hábitat. Las especies que constituyen el objetivo de la pesca pueden considerarse también como capturas incidentales, si los ejemplares capturados no son de la talla o sexo deseado, o se trata de una parte del animal sin interés, por ejemplo, en algunos casos, el cuerpo de un tiburón al que se han extraído las aletas. En todas esas ocasiones, lo que determina el acierto o el error es el mercado o los reglamentos vigentes en la pesquería. De la misma manera, las capturas incidentales de especies no deseadas pueden resultar o no comercializables. En la mayoría de los casos, las capturas no comercializables se descartan, con la excepción importante de las pesquerías en que está prohibido.

Desde hace tiempo se admite que el descarte de las capturas incidentales constituye una práctica antieco-nómica, aunque inevitable en virtud de la naturaleza misma de la pesca. Se trata de una pérdida de alimentos valiosos, con consecuencias negativas para el medio ambiente, la diversidad y la estética. La captura incidental de delfines en las redes utilizadas para la pesca del atún, o de tortugas en los arrastres de camarón, de mamíferos marinos, aves, tortugas y peces en las redes de deriva del calamar de altura ha situado este tema en primer plano. El resultado para todos los interesados en las pesquerías ha sido espectacular, aunque no siempre se haya considerado racional desde el punto de vista de los intereses pesqueros.

La evaluación21  publicada por la FAO en 1994 estableció, por primera vez, un orden de magnitud del volumen de los descartes. Según esas estimaciones, los descartes anuales del total de las pesquerías mundiales eran del orden de 17,9 a 39,5 millones de toneladas. Según una revisión posterior de esas estimaciones y, una vez introducidos los ajustes necesarios como consecuencia de la reducción reciente de los descartes, los niveles actuales se situarían en el extremo inferior de dicha escala. La estimación más reciente de la FAO es de 20 millones de toneladas; si la cifra es correcta, equivaldría al 25 por ciento de la producción anual registrada de la pesca de captura marina, que es la que más descartes ocasiona.

En el Pacífico, los pescadores artesanales y de subsistencia por lo general descartan una parte muy pequeña de sus capturas. En esta región, la mayor parte de los descartes son generados por las pesquerías del atún, sobre todo las pesquerías con palangre de atún blanco y, en menor medida, por las pesquerías de listado y rabil con redes de cerco.

En la mayor parte de los casos, la decisión de los pescadores de descartar parte de sus capturas está impulsada por factores económicos. En una pesquería no reglamentada, los descartes están en cierta forma incentivados si el precio neto previsto -precio real menos costos de desembarque- es negativo, y si el costo resultante del desembarque es mayor que los costos que suponga el descarte. Otra forma de incentivo se produce cuando la embarcación tiene una capacidad limitada de carga. En tales casos, los pescadores se deshacen de los componentes de bajo valor, en beneficio de los que pueden obtener precios más altos («entresaca»).

La ordenación basada en la utilización de contingentes de captura representa con frecuencia un incentivo a los descartes. Así ocurre especialmente en las pesquerías de especies mixtas, en que varias de ellas están sujetas a contingentes. Hay tres formas de descarte asociadas a la ordenación basada en contingentes: el descarte de las capturas que superan el límite previsto en el contingente, la entresaca y el descarte basado en la evolución de los precios. Este último se produce cuando se descarta la totalidad -o parte- de las capturas de una especie en previsión de una subida de los precios, por ejemplo, cuando, en el viaje de regreso al puerto, un pescador decide deshacerse de las capturas del día y mantener el contingente para otra ocasión en que el precio sea más elevado.

El descarte es un hecho presente en todos los sistemas de ordenación, salvo en aquellos casos en que está expresamente prohibido y se dispone de medios eficaces para imponer la prohibición. En tal caso, cabría preguntarse cuáles son los costos añadidos de las medidas de observancia, si están justificados o no y quién debe pagarlos. De hecho, la mayor parte de las medidas orientadas a reducir el volumen de los descartes llevan consigo importantes costos de aplicación. El principio básico de sentido común, cada vez más aceptado, es que los costos de aplicación deben cargarse a la pesquería y, por lo tanto, ser sufragados -directa o indirectamente- por quienes se benefician directamente de ella.

POSIBLES SOLUCIONES

Los incentivos de los descartes no cambian cuando se introducen medidas de limitación de las licencias. No obstante, si disminuye el número de embarcaciones como consecuencia de las licencias, es probable que, al menos a corto plazo, aumente la población de las especies capturadas incidentalmente. El establecimiento de tallas mínimas debería dar lugar normalmente a un aumento de los descartes. Así ocurrirá especialmente si las medidas de observancia se aplican en el punto de desembarque. El beneficio de la aplicación de las medidas en el punto de captura -opción que no siempre resulta viable- es que se alienta a los pescadores a faenar en caladeros donde haya pocos peces de talla insuficiente y a utilizar prácticas y artes más selectivos.

Las restricciones relativas al número de días en el mar pueden dar lugar a una reducción de los descartes. Ello puede producirse sencillamente como consecuencia de la disminución del esfuerzo de pesca, en cuyo caso los efectos son los mismos que si se tratara de una reducción del número de embarcaciones. Además, como ocurriría si el espacio de almacenamiento fuera limitado, cabría la posibilidad de que el tiempo de pesca no fuera el suficiente para llenar ese espacio únicamente con capturas de alto valor. En tales casos, podría aumentar la retención de componentes de menor valor y, por lo tanto, disminuirían los descartes.

En el plano de las pesquerías, las medidas de ordenación que tratan de reducir los descartes se dividen en dos amplias categorías. La primera está constituida por las que tratan de reducir el volumen de las capturas incidentales, en particular, la utilización de prácticas y artes más selectivos, las vedas geográficas y temporales y la creciente utilización de las capturas incidentales. En la otra categoría se incluyen las medidas cuyo objetivo es reducir los descartes de las capturas incidentales una vez efectuadas. Pueden ser directas -por ejemplo, cuando se prohíben los descartes- o adoptar la forma de incentivos económicos para modificar el comportamiento de los pescadores.

Las medidas orientadas a reducir los descartes en las pesquerías sometidas a un régimen de ordenación basado en contingentes han adquirido cada vez mayor relieve, a medida que se multiplica el número de pesquerías con sistemas de ordenación basados en las CIT. Una de esas medidas es el comercio de las capturas por encima del contingente -es decir, su venta a quienes no han cubierto el contingente-, como alternativa al descarte. Los niveles admisibles de sobreutilización de los contingentes tienen como objetivo permitir que los pescadores superen éstos durante un año a cambio de reducirlos al año siguiente. En Nueva Zelandia, la sobreutilización de contingentes sólo puede alcanzar un 10 por ciento del contingente original en todas las especies. También en Nueva Zelandia los pescadores pueden desembarcar especies para las que no disponen de contingentes y registrarlas con cargo al de otros pescadores. Otra opción es la entrega voluntaria de las capturas por encima del contingente. En este caso, el pescador puede vender las capturas normalmente, pero debe pagar el valor «estimado» -valor realizado por encima del costo de desembarque- a la autoridad reguladora.

Noruega ha impuesto un sistema en virtud del cual se prohíbe el descarte de las especies sometidas a contingente -incluidas las tallas que en caso contrario podrían haberse descartado-, y la totalidad de las capturas se deduce del contingente (véase el Recuadro 13). Cada uno de los pescadores debe responsabilizarse de tener un contingente no cubierto suficiente para poder efectuar capturas incidentales de las especies sometidas a contingentes cuando tratan de capturar otras especies también sometidas a contingentes. Deben también alejarse de un caladero si existe la impresión de que se va a superar el contingente, y también si hay un número elevado de ejemplares jóvenes. Este aspecto del enfoque noruego ha representado un fuerte incentivo para el desarrollo y aplicación de artes de pesca más selectivos. En los Estados Unidos, el North Pacific Fishery Management Council ha decidido prohibir el descarte del colín de Alaska, el bacalao del Pacífico, la limanda japonesa y el lenguado del Pacífico. En principio, se ha comenzado con las dos primeras especies, y luego la medida se aplicará gradualmente a las otras dos durante un período de cinco años.


RECUADRO 13
Control de las capturas incidentales y los descartes en Noruega

Hace algunos decenios, la mayor parte de las pesquerías de Noruega registraban capturas incidentales. Así ocurría especialmente en las capturas de peces redondos y de camarón rosado (Pandalus borealis) con arrastres de fondo. Por entonces, no había casi ningún reglamento en que se contemplara expresamente el problema de las capturas incidentales. No obstante, tanto el volumen como la composición de las capturas dependían de los reglamentos orientados a conservar las especies que constituían el objetivo de la pesca. Entre esas medidas figuraban normas sobre la luz de malla (mínima) y la prohibición de retener a bordo y desembarcar peces que no llegaran a una talla mínima. El sistema de ordenación vigente hacía inevitable el descarte de especies de todo tipo, independientemente de que constituyeran o no el objetivo de la pesca.

En 1983 el Parlamento promulgó una Ley de Pesquerías Marinas, que posteriormente se instrumentó y aplicó. La intención de la nueva medida legislativa era iniciar y promover un proceso que condujera a la reducción del volumen de peces muertos y descartados. Ello se aplicaba a todas las especies, fueran o no elegidas como objetivo. En la ley se afirma que toda captura ilegal deberá ser devuelta inmediatamente al mar para dar a los peces la oportunidad de sobrevivir. No obstante, dado el tiempo necesario para subir a bordo y clasificar las capturas, normalmente la mayor parte de los peces habían pasado demasiado tiempo fuera del agua para poder sobrevivir, aun cuando no hubieran muerto ya en el momento de ser arrojados por la borda.

Pronto se comprendió que la Ley y los reglamentos complementarios tenían sus inconvenientes. Esto se ha solucionado con varias medidas administrativas durante los últimos 15 años. El objetivo ha sido regular no los desembarques sino la pesca y concentrar la medidas de observancia en la actividad pesquera propiamente dicha.

Una de las primeras medidas administrativas fue la introducción del programa de vigilancia en 1983/84. Se contrataron buques comerciales de pesca para supervisar los más importantes caladeros y las capturas incidentales de peces de talla ilegal o de especies cuya captura estaba prohibida. El programa de vigilancia fue seguido en breve plazo por reglamentos en los que se establecían criterios concretos sobre las capturas incidentales máximas admisibles.

A medida que el servicio noruego de guardacostas aplicó esos criterios, se hizo patente que las autoridades tendrían que declarar la veda temporal de varios caladeros productivos. Ahora es ya práctica común el cierre de algunos caladeros a la pesca de camarón con arrastre si las capturas contienen más de un ejemplar juvenil de bacalao y/o eglefino por kilo de camarón, o un 10 por ciento del peso de camarones de talla insuficiente. De la misma manera, los caladeros de arrastre de fondo se cierran cuando las capturas contienen más del 15 por ciento (en número) de ejemplares jóvenes de las especies elegidas como objetivo. La pesca de carbonero con redes de cerco no puede practicarse cuando el 10 por ciento o más de los ejemplares de carboneros capturados no tiene la talla mínima de desembarque.

Después de 1983 se han adoptado otras medidas importantes. Entre ellas figuran las siguientes: i) la obligación de abandonar los caladeros cuando la proporción de ejemplares de talla insuficiente supere determinados niveles; ii) la veda temporal de algunas zonas de importancia crítica; iii) la prohibición de maquinaria de clasificación a bordo de los buques (por ejemplo, en la pesquería de la caballa) y iv) la obligación de utilizar artes más selectivos.

No obstante, quizá la medida más revolucionaria haya sido la prohibición de los descartes. Los pescadores noruegos están obligados a desembarcar todos los ejemplares capturados de todas las especies comerciales importantes. No importa que el pescador no deseara capturar ese ejemplar. Deben desembarcarse además tanto los ejemplares maduros como los de talla insuficiente. Estas capturas «ilegales» deben llevarse a tierra y deducirse de la CTP de la especie correspondiente. En general, los pescadores están a favor de la prohibición de los descartes. Han aprendido de la experiencia que las capturas incidentales -en particular las de ejemplares jóvenes- tienen como consecuencia la reducción de la pesca en los años futuros.

Los pescadores pronto se dieron cuenta de que podrían pescar y al mismo tiempo atenerse a las normas si podían utilizar artes y métodos que fueran más selectivos, es decir que capturaran únicamente ejemplares de las especies deseadas con una talla superior a la mínima establecida. Las autoridades pesqueras de Noruega han compartido este punto de vista y lo han apoyado en el sentido de que han financiado el desarrollo de artes de pesca selectivos.

En menos de dos años se desarrolló un sistema para evitar las capturas incidentales de ejemplares jóvenes en las pesquerías de arrastre, así como de ejemplares de mayor tamaño que no se deseaban capturar. Ahora se utiliza de forma muy generalizada en el Atlántico norte. La red se monta en el arrastre con una inclinación de 45 grados, detrás de un embudo conductor. Se ha comprobado que la selectividad de este instrumento es excelente en las pesquerías del camarón. Más del 90 por ciento (en peso) de las capturas incidentales en las pesquerías del camarón quedan en libertad; la pérdida de camarón es de menos del 2 por ciento. Este dispositivo se impuso con carácter obligatorio en la pesca de arrastre del camarón en los primeros años noventa. Los buenos resultados de estas medidas selectivas alentaron la aplicación de redes en la pesca de arrastre de fondo y de red de cerco. Tras varios años de utilización voluntaria, en 1997 se declaró obligatoria la utilización de un sistema de red en los buques que utilizaban esos artes en las ZEE de Noruega y la Federación de Rusia. Una vez declarada su obligatoriedad, el grado de aceptación fue satisfactorio, ya que la mayor parte de los pescadores estaban ya acostumbrados a su utilización.

Fuente: B. Isaksen, Instituto Noruego de Investigación Pesquera, Bergen (Noruega).

INTERVENCIONES RECIENTES

El Acuerdo de las Naciones Unidas sobre la conservación y ordenación de las poblaciones de peces transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios, de 1995, impone a sus Estados Miembros una serie de obligaciones a través de las cuales se intenta reducir la contaminación, los desechos, los descartes, las capturas por artes perdidos o abandonados y las de especies -de peces y otros animales- que no constituyen el objetivo de la pesca. Ello deberá lograrse, entre otros medios, con medidas que prevean el desarrollo y utilización de técnicas y artes de pesca selectivos, ambientalmente aceptables y eficaces en función de los costos. Estas obligaciones se reiteraron con referencia a todas las pesquerías en el Plan de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Contribución Sostenible de la Pesca a la Seguridad Alimentaria, celebrada en Kioto (Japón) en 1995.

El Código de conducta para la pesca responsable incluye la siguiente orientación: «Los Estados, junto con los grupos pertinentes de la industria, deberán alentar el perfeccionamiento y la aplicación de tecnologías y métodos operativos que reduzcan los descartes. Debería desalentarse la utilización de artes y prácticas de pesca que comporten descartes de las capturas y debería promoverse la utilización de aquellos que incrementen las tasas de supervivencia de los peces que escapan.» Donde existan adecuados artes y prácticas de pescas selectiva y ambientalmente seguras, las mismas deberían ser reconocidas y debería asignárseles una prioridad al establecerse medidas de conservación y ordenación aplicables a las pesquerías.

La Consulta Técnica sobre la reducción de los desechos en las pesquerías22 , celebrada en Japón en octubre de 1996, fue un foro importante en que especialistas internacionales pudieron examinar a fondo estos problemas. Los participantes llegaron a la conclusión de que en el decenio pasado se habían conseguido importantes reducciones de los descartes en todo el mundo. Ello se explicaba por la disminución del esfuerzo de pesca, las vedas temporales y espaciales, la utilización de artes más selectivos, el aprovechamiento de capturas incidentales que anteriormente se descartaban, la prohibición eficaz de los descartes y las iniciativas adoptadas por los consumidores. Se formularon recomendaciones con respecto a la recogida de información, la estimación futura de los descartes, las posibilidades de ordenación de pesquerías, las repercusiones en la pesca artesanal y deportiva, la selectivad de los artes y el aprovechamiento de las capturas incidentales.

En el período de sesiones de marzo de 1997 del Comité de Pesca de la FAO (COFI), varias delegaciones señalaron los logros conseguidos en los programas de reducción de las capturas incidentales. Los documentos23  presentados en el seminario internacional patrocinado por los Estados Unidos sobre el problema de las capturas incidentales, celebrado en Seattle en 1995, presentaban numerosos ejemplos de reducción de capturas incidentales con una gran variedad de artes y prácticas de pesca. El problema de las capturas incidentales y los descartes está siendo examinado por las organizaciones regionales de pesca, que han emprendido sobre todo actividades de recopilación de datos sobre las capturas incidentales, por ejemplo colocando a observadores en las flotas dedicadas a la pesca del atún en alta mar.

La Comisión Interamericana del Atún Tropical (CIAT) sigue participando activamente en las investigaciones sobre capturas incidentales de delfines. La Comisión Internacional para la Conservación del Atún del Atlántico (CICAA) actúa cada vez con mayor dinamismo en lo que se refiere a las capturas incidentales de tiburones (véase el Recuadro 14).



RECUADRO 14
Iniciativas internacionales para reducir las capturas incidentales de tiburón en las
pesquerías de túnidos y especies semejantes en el Atlántico

En la novena reunión de la Conferencia de las Partes en la Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres (CITES), celebrada en Fort Lauderdale (Estados Unidos) en noviembre de 1994, se propuso la inclusión de varias especies de tiburón en el Apéndice de la CITES de especies en peligro. La Comisión Internacional para la Conservación del Atún del Atlántico (CICAA) tomó nota de ello, ya que el tiburón es un componente importante de las capturas incidentales de muchas pesquerías del atún. El tiburón es también objeto directo de la pesca de algunos buques que se dedican a la captura de túnidos, para lo que utilizan artes ligeramente modificados. No obstante, la propuesta no fue adoptada por la CITES, que sin embargo adoptó una relativa a la situación del comercio internacional de especies de tiburón.

En la reunión de 1994 del Comité Permanente de Investigación y Estadística de la CICAA se decidió llevar a cabo un estudio para determinar las especies de tiburón capturadas incidentalmente en las pesquerías del atún. Los resultados se comunicaron en la reunión de 1995 del Comité. Ese mismo año, la CICAA confirmó, gracias a un examen de su convenio internacional para la conservación del atún del Atlántico, que era responsable de recopilar información sobre las capturas de tiburones y otras especies capturadas incidentalmente como consecuencia del esfuerzo de pesca orientado a la captura del atún y especies semejantes. También se tomó la decisión de ayudar en todas las evaluaciones de poblaciones de tiburones pelágicos, ya que la metodología es semejante a la del atún, y los científicos disponibles cuentan con conocimientos especializados al respecto.

De conformidad con la resolución de la CITES, la Comisión de la CICAA adoptó en la reunión de 1995 la Resolución de la CICAA sobre la cooperación con la FAO en relación con el estudio de la situación de las poblaciones y capturas incidentales de especies de tiburón. En ella se reconocía que la FAO debería ser el organismo coordinador internacional encargado de difundir datos sobre las capturas de tiburones y que todos los organismos regionales deberían colaborar con la FAO.

Las otras decisiones adoptadas en la reunión de la CICAA en 1995 fueron las siguientes:

- establecer un Subcomité sobre capturas incidentales para orientar las investigaciones y análisis de datos y un Grupo de Trabajo sobre los tiburones, que se encargaría de los temas relacionados con las capturas incidentales y deliberadas de tiburones;
- enmendar la base de datos estadísticos de la CICAA para incluir información sobre las capturas incidentales y alentar una recopilación de datos más completa;
- efectuar evaluaciones de poblaciones, dando prioridad a los tiburones pelágicos (por ejemplo, el tiburón azul, el tiburón azulejo, el zorro y el jaquetón).

La primera reunión del Grupo de Trabajo de la CICAA sobre los tiburones tuvo lugar en Miami (Estados Unidos) en febrero de 1996. En ella se concluyó una lista de las especies capturadas incidentalmente en asociación con las pesquerías del atún, y después de examinar un resumen de las capturas de tiburón y los datos sobre el comercio contenidos en la base de datos de la FAO se trazó un plan para mejorar los sistemas de recopilación de información. Además, se formuló un plan para la recopilación e incorporación de los datos sobre capturas incidentales de tiburón en la base de datos estadísticos de la CICAA, así como un nuevo formato para la presentación de informes. Un resultado importante fue la rectificación de una forma de recopilación de datos sobre las capturas incidentales de tiburón, y su distribución a través de la Secretaría de la CICAA a más de 80 países que capturaban túnidos en el Atlántico, con la petición de que se complementaran los formularios y se entregaran anualmente a la CICAA.

La segunda reunión del Grupo de Trabajo sobre el tiburón tuvo lugar en Shimizu (Japón) en marzo de 1997, en preparación de la Décima Conferencia de la Partes en la CITES. El Grupo de Trabajo se dedicó sobre todo a actualizar su lista de especies de tiburón capturadas por las pesquerías del atún, y facilitó nuevos datos facilitados a la CICAA sobre las capturas en general y las capturas por unidad de esfuerzo de tiburón en el Atlántico. Se examinaron también las respuestas de otros organismos internacionales a la petición de la CITES de colaborar en la recopilación de informaciones y datos comerciales sobre el tiburón. El resultado fue que la CICAA pidió a la CITES que tratara de mejorar la colaboración entre los organismos regionales y de obtener datos adicionales de los países que practican la pesca del atún.

En su reunión de 1997, el Comité Permanente de Investigación y Estadística de la CICAA elaboró ecuaciones matemáticas o factores de conversión, que permitían estimar el peso a partir de la longitud de las grandes especies de tiburón en el Atlántico. Se trata de un instrumento necesario para efectuar conversiones entre los diferentes tipos de estadísticas facilitados para su inclusión en la base de datos de la CICAA. También durante 1997 se impuso con carácter obligatorio a las partes contratantes de la CICAA la aplicación de los programas de observadores nacionales en los palangreros, cerqueros con jaretas y embarcaciones de cebo. Como se señaló en octubre de 1997, once partes contratantes y no contratantes (Francia, España, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Venezuela, México, Japón, y el Taipei Chino) estaban colocando observadores en algunos buques destinados a la captura del atún.

A pesar de los progresos, existen todavía dificultades que impiden el establecimiento de una base de datos integrada sobre los tiburones. Entre esos problemas están los relacionados con la recopilación de datos cronológicos sobre las capturas incidentales de tiburón y los asociados con la identificación de las especies por parte de los pescadores, lo que da lugar a que las capturas se registren en muchos casos sin desglosar por especies. El interés por los productos derivados de las aletas de tiburón, objeto de un activo comercio mundial, crea dificultades especiales. Algunas veces se conservan únicamente las aletas y se desecha el resto del animal, y en otras se desembarcan ambos pero se venden en diferentes mercados. Esto último puede dar lugar a una «doble contabilidad», por ejemplo, cuando el peso tanto de las aletas como del animal se convierten en la estimación de los pesos totales. Otra complicación del comercio de las aletas de tiburón es la práctica común en algunos países de reexportarlas después de haberlas importado.

Fuente: P. Miyake, Secretaría de la CICAA, Madrid (España).

PERSPECTIVA MUNDIAL

La resolución de los problemas de las capturas incidentales y los descartes depende de fuerzas que actúan en varios niveles. La comunidad en general continuará mostrando su indignación, en particular cuando el problema adquiera amplia difusión y afecte a especies con elevado valor estético. Por ejemplo, es de prever que el uso en gran escala de redes de enmalle y deriva, en alta mar o en otras aguas, continúe suscitando polémicas. El desafío fundamental para la regulación de las pesquerías es lograr resultados equilibrados, que tengan en cuenta los valores de la comunidad y al mismo tiempo eviten pérdidas innecesarias de beneficios para los propios pescadores. Para ello habrá que informar debidamente a la opinión pública, y los responsables de las pesquerías -incluidos los que participan en ellas- deben demostrar su credibilidad y empeño por reducir las capturas incidentales y los descartes.

En los países muy poblados, sobre todo en Asia, donde las pesquerías se caracterizan por la utilización de numerosos artes y la presencia de especies muy diversas en las capturas, es relativamente poco lo que se captura y no se consume o se utiliza para la alimentación de los peces en la acuicultura. Cuando se producen despilfarros, ello se debe no a que se produzcan descartes sino más bien a que algunas especies podrían dar mayor beneficio económico si se capturaran cuando alcanzan tallas mayores. Cuando así ocurre, los mejores métodos de ordenación son probablemente las vedas temporales y espaciales y unos artes más selectivos. No obstante, hay países donde la ordenación es por naturaleza difícil, debido a que las pesquerías se han convertido en muchos casos en empleador de última instancia. Cuando mejora el bienestar de los pescadores de una sola comunidad, los resultados serán de breve duración si, en consecuencia, los pescadores de las comunidades circundantes se sienten atraídos hacia la comunidad beneficiada. u

1 Aprobado por la Conferencia de la FAO en su 28° período de sesiones en octubre de 1995. El Código de Conducta para la Pesca Responsable se llamará en adelante «el Código».
2 La Unión Europea, Japón, Noruega, la Federación de Rusia y los Estados Unidos.
3 Chile, Perú, Ecuador y Colombia.
4 Gobierno de los Estados Unidos. Implementation Plan for the Code of Conduct for Responsible Fisheries. United States Department of Commerce, National Oceanic and Atmospheric Administration and National Marine Fisheries Service. 20 págs.
5 Anónimo. 1997. Global Aquaculture Alliance formed to guide industry toward environmental sustainability. World Aquaculture, septiembre de 1997, pág. 48.
6 D.J. Donovan. 1997. Environmental Code of Practice for Australian Prawn Farmers. Julio de 1997, 32 págs.
7 O. Pawaputanon. 1997. Manual for harmonization of good shrimp farm practice. ASEAN Fisheries Network Project.
8 Anónimo. The Holmenkollen Guidelines for Sustainable Aquaculture. Actas del segundo Simposio internacional sobre acuicultura sostenible, Oslo, 2-5 de noviembre de 1997. Trondheim, Noruega, Norwegian Academy of Technological Sciencies. 9 págs.
9 Véase FAO. 1997. Risk management and food safety. Informe de una Consunta Conjunta de Expertos FAO/OMS, Roma, 27-31 de enero de 1997. Gestión de los riesgos e inocuidad de los alimentos. Estudios FAO: Alimentación y nutrición, No 65. Roma; y FAO. 1998. Animal feeding and food safety. Informe de una Consulta de Expertos de la FAO, Roma, 10-14 de marzo de 1997. Estudios FAO: Alimentación y Nutrición, N° 69. Roma.
10 SEAFDEC/FAO/CIDA. Report and proceedings of SEAFDEC/FAO/CIDA Expert Meeting on the Use of Chemicals in Aquaculture in Asia, 20-22 de mayo de 1996, Southeast Asian Fisheries Development Center, Iloilo, Filipinas (en prensa).
11 FAO. 1997. Towards safe and effective use of chemicals in coastal aquaculture. GESAMP Reports and Studies No. 65. Roma. 40 págs.
12 FAO/NACA/OMS. Food safety issues associated with products from aquacutlure. Report of a Joint FAO/NACA/WHO Study Group on Food Safety Issues Associated with Products from aquaculture, Bangkok, Tailandia, 22-26 de julio de 1997. WHO Technical Report Series No. 883. Ginebra, OMS (en prensa).
13 Directiva 91/493/EEC, enmendada por la directiva 95/71/EC.
14 Directiva 91/67/EEC enmendada por las directivas 93/54/EEC y 95/22/EEC.
15 WRI. 1996. World Resources 1996-1997. WRI/PNUMA/PNUD/Banco Mundial. Oxford, Reino Unido, Oxford University Press. 365 págs.
16 International Workshop on Integrated Coastal Management in Tropical Developing Countries: Lessons Learned form Successes and Failures. 1996. Enhancing the success of integrated coastal management: Good practices in the formulation, design, and implementation of integrated coastal management initiatives. MPP-EAS Technical Report No. 2, Quezón, Filipinas, FMAM/PNUD/OMI Regional Programme for the Prevention and Management of Marine Pollution in the East Asian Seas, and the Coastal Management Center.
17 J. Sorensen. 1997. National and international efforts at integrated coastal management: definitions, achievements and lessons. Coastal Management, 25: 3-41.
18 B. Cisin-Sain, R.W. Knecht y G.W. Fisk. 1995. Growth in capacity for integrated coastal management since UNCED: an international perspective. Ocean and Coastal Management, 29(1-3): 93-123.
19 Acuerdo sobre la aplicación de las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la conservación y ordenación de las poblaciones de peces transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios.
20 Véase FAO Fisheries Department Report of the Technical Working Group on the Management of Fishing Capacity, La Jolla, Estados Unidos, 15-18 de abril de 1998.
21 FAO. 1994. A global assessment of fisheries bycatch and discards. FAO: Documento técnico de pesca, N° 339. Roma.
22 I.J. Clucas y D.G. James, eds. 1997. Papers presented at the Technical Consultation on Reduction of Wastage in Fisheries. Tokio, 28 de octubre-1o de noviembre de 1996. FAO: Informe de pesca, No 547, Supl. Roma, FAO. 338 págs.
23 Solving Bycatch: Considerations for Today and Tomorrow. Alaska Sea Grant College Program Report No 96-03, University of Alaska, Fairbanks.

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