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La economía política de la pasta y el papel

K.F.S. King

K.F.S. KING es Subdirector General, Departamento de Montes de la FAO. Pronunció su discurso en mayo de 1917 en el Bundesforschungsanstalt für Forst-und Holzwirtschaft, Hamburg/Reinbek, que es el principal instituto de investigaciones forestales y de industrias forestales de la República Federal de Alemania.

El motivo por el cual he elegido como tema de este discurso la industria de la pasta y el papel es que, para mi, resulta evidente que esta industria ejerce una considerable atracción psicológica para los gobiernos de los países en desarrollo. Casi todos los países en desarrollo, con un mínimo de recursos forestales, o con lo que consideran un mercado considerable para ellos, se han dirigido a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación para que examinara la posibilidad de establecer en su país una fábrica de pasta y papel, de cualquier tipo.

Esto no es sorprendente, ya que se ha dicho a los países en desarrollo, lo que en cierta manera es verdad, que este tipo de industrias puede contribuir a ahorrar o ganar divisas; que puede introducir al personal local en el conocimiento de una tecnología relativamente complicada; y que tiene fuertes índices de vinculación en todos los sentidos y, por consiguiente, puede ramificarse e influir en muchos otros sectores de la economía global; y que es capaz de dar empleo a un número relativamente grande de trabajadores, técnicos y hombres de ciencia, el primer grupo especialmente en el bosque. Estos países creen que la industria reporta grandes beneficios. Resumiendo, consideran que el establecimiento de una industria de la pasta y el papel en su territorio podría ofrecerles una base para un desarrollo económico sostenido de la nación, y no se equivocan en teoría.

El problema consiste en distinguir entre la teoría y la realidad. La cuestión es saber decidir en qué circunstancias pueden lograrse estos beneficios inherentes a la industria de la pasta y el papel, que incluso algunos afirman son parte integrante de todo el sector industrial forestal. El problema consiste en elegir la estrategia apropiada para el desarrollo de esta industria en los países menos industrializados.

Pero, antes que nada, deseo hacer unas cuantas observaciones referentes a una de las frases del titulo de este discurso. He elegido deliberadamente el término «economía política» aun cuando algunos puedan considerarlo pasado de moda y descartado. Lo he interpretado como «criterio económico considerado como una rama del arte de gobernar».

Confieso que, al elegir esta frase, me he dejado influenciar por el hecho de que sabia que iba a pronunciar este discurso en Alemania. Como saben, en el siglo XIX, los economistas alemanes se mostraron algo descontentos con los métodos «deductivos» de la escuela «clasificista» inglesa y crearon la escuela «histórica». A mi juicio, ni el método deductivo ni el histórico, aplicados solos, son enteramente satisfactorios. Fue un alemán, Wilhelm Roscher, quien estableció el enlace vital y necesario entre las escuelas filosóficas «clasificista» e «histórica».

En su Bosquejo de una economía política conforme al método histórico, propugnó fuertemente, y a mi juicio convincentemente, que era necesario inculcar en el análisis económico el estudio de los hechos y opiniones históricas. Este es el procedimiento que deseo seguir. A mi juicio, resulta imposible comprender debidamente las operaciones de la mayoría de los sectores de cualquier economía nacional sin apreciar cabalmente los factores históricos que han dado forma a dicho sector.

Sin embargo, el principal motivo de elegir el viejo término «economía política» es que deseo poner de relieve que, en la formulación de las políticas de desarrollo para la industria de la pasta y el papel, y en el examen de la economía de dicha industria, no deben ignorarse las personas, grupos de personas o corporaciones que, evidentemente, influyen en los gobiernos.

UNA GRAN FÁBRICA EUROPEA DE PAPEL - para el Tercer Mundo, una industria justa, una escala inadecuada

Deseo resaltar, también, las relaciones mutuas que existen, y seguirán existiendo, entre, por ejemplo, las políticas fiscales y monetarias de los gobiernos y la estructura actual y futura, así como el desarrollo de este subsector de las industrias forestales del mundo. Y me propongo señalar la atención sobre el hecho de que, hoy día, son muy pocas las decisiones económicas que quedan por resolver en el mundo mercantil. Incluso en los países industrializados, las políticas intervencionistas de los gobiernos tienen que dejarse sentir en casi todos los sectores de la economía nacional y, por consiguiente, en el sector de las industrias forestales, aunque se rinda tributo al principio de la libre empresa.

Mi punto de vista es que, en los países en desarrollo no industrializados, este tipo de políticas intervencionistas son incluso más necesarias, y que, al estudiar la creación de una simple empresa de producción de pasta y papel, hay que considerar al mismo tiempo la influencia que pueda tener la economía nacional considerada globalmente. Tan importante como los factores históricos, que han dado forma al sector, son los factores políticos en que opera y seguirá operando.

En otra parte1 he descrito la herencia que ha quedado en los países en desarrollo cuando desaparecieron las clases pro-consulares, durante el periodo que empezó a fines de la última Guerra Mundial y que presenció la decadencia del imperialismo político. He incluido entre estos legados la falta de una infraestructura apropiada; la escasez de instituciones de capacitación, y la dependencia de las economías de las antiguas colonias en la producción, para la exportación, de materias primas en bruto. He señalado que se había creado en las mentes de los pueblos de las colonias una síndrome de dependencia; he subrayado que, en conjunto, se habían establecido muy pocas industrias y que, ni en las colonias ni en los propios países en desarrollo, existían las condiciones previas fundamentales para el desarrollo industrial.

1 KING, K.F.S. (1975). The forestry sector and economic international relationships. Weyerhaeuser Lecture Series, Universidad de Toronto.

Muchos analistas están convencidos de que la situación difícil de los países menos industrializados se ha agravado aún más a lo largo del último decenio, más o menos. Las elevadas tasas de subempleo; la lentitud del crecimiento económico; la situación desfavorable de la balanza de pagos, y las debilitadoras cargas de la deuda exterior no son sino unos cuantos de los problemas casi comunes, y crónicos, en los países en desarrollo. Además, cabe añadir los que se deben directamente a las fuerzas exteriores, de las cuales la más importante es la inflación importada.

No quiero decir que todos estos males se deban a la acción de los países desarrollados. Efectivamente, estoy seguro de que muchos de los problemas de los países en desarrollo, tales como la injusta distribución de la renta, pueden y deben resolverlos los propios países en desarrollo. También afirmo que varias de sus dificultades han sido creadas por los propios países menos industrializados, ya que han tratado de adoptar, se quiera o no, estilos de vida propios del hemisferio septentrional; tecnologías nórdicas; conceptos septentrionales del bienestar y la felicidad, que no sólo no siempre son aplicables a sus situaciones particulares y fases de evolución en que se encuentren, sino que ni siquiera son convenientes de por si, y, lo que tal vez sea más importante, les han obligado a competir directamente con los países industrializados. Las desventajas que posan sobre los países en desarrollo son tales, sin embargo, que únicamente un optimista puede creer que pueden esperar competir con éxito, en las actuales circunstancias, con los países industrializados.

Pero a los países desarrollados cabe atribuirles parte de la responsabilidad del estado precario de las economías de los países en desarrollo. Los productos que estos últimos exportan a los países desarrollados tropiezan con una inestabilidad de precios muy superior a la que afrontan los que exportan los países industrializados. Además, en muchos países desarrollados se aplican medidas comerciales restrictivas, que impiden, de hecho, la competencia de los artículos manufacturados y elaborados originarios de los países en desarrollo.

Una consecuencia de esto es, por supuesto, que el acrecentamiento del valor añadido, mediante la elaboración, se produce en los países desarrollados, que ya son ricos, en vez de en los países pobres en desarrollo. Además, los países desarrollados han adoptado políticas de sustentación que refuerzan y mantienen a los productores ineficientes (en el sentido occidental y capitalista de la libre empresa), lo que les permite vender más barato que los productores de los países en desarrollo.

Esta lista de prácticas que perjudican al desarrollo económico de los países menos industrializados no es exhaustiva. Creo, sin embargo, que es lo suficientemente larga como para poder llegar a la conclusión de que todos somos responsables.

Los líderes de los países en desarrollo se dan cuenta perfecta de que no hay muchas esperanzas de poder mejorar las condiciones de miseria y necesidad que sufren la mayoría de sus poblaciones, si se deja que prosiga el actual orden económico. Por lo tanto, han propugnado que se implante, o establezca, como ustedes quieran, un Nuevo Orden Económico Internacional.

Esta industria ejerce una considerable atracción psicológica para los gobiernos de los países en desarrollo

El tema principal de este Nuevo Orden Económico Internacional es la reestructuración de las relaciones económicas internacionales en forma tal que resulte factible para los países del Tercer Mundo iniciar o acelerar procesos de crecimiento, diversificación e integración, situados internamente y relativamente autónomos. Estos procesos tienen que concebirse en forma que permitan a los países del Tercer Mundo desencadenar una ofensiva contra las crisis interiores emergentes y, principalmente, contra la pobreza y el desempleo de las masas y los crecientes déficit de alimentos. Se hace especial hincapié en conseguir, gracias al comercio y a la ayuda, un mayor aflujo neto de recursos reales a los países en desarrollo.

A mi juicio, es evidente que el objetivo final del Nuevo Orden Económico Internacional, que es el desarrollo de las poblaciones del Tercer Mundo, y en particular de las que llevan el peso de las ineficacias e insuficiencias de los líderes del mundo, no se logrará si siguen aplicándose teorías, políticas e instrumentos de desarrollo económico convencionales, que ya han fracasado antes en los países en desarrollo, y que siguen fracasando. Por consiguiente, habrá que aplicar nuevos conceptos y enfoques.

Es en contraste, por un lado, con este fondo de desbarajuste, depresión, pobreza, miseria, necesidad e injusticia y, por el otro, con el de un nuevo concepto que al parecer despierta las esperanzas de los «débiles» de este mundo, que deseo examinar la economía política de la industria de la pasta y el papel2.

2 Este análisis se basa principalmente en la publicación de la FAO (1976) - The North American paper industry. Working Paper N° 17. PPIDP; FAO (1977) - An analysis of the growth potential for the pulp and paper industries sectors in developing countries. PPIDP; y FAO (1977) - Pulp and paper in the perspective of developing countries. Working Paper N° 19. PPIDP.

En 1975, el consumo de papel por parte de los países en desarrollo, que cuentan con el 50% aproximadamente de la población mundial, fue de unos 11,5 millones de t, o sea, el 8% de la producción mundial de papel de dicho año. El consumo per cápita al año en casi todos estos países fue inferior a 10 kg. En América Latina donde existe una demanda concreta de papel de embalar y de cartón, el consumo medio anual fue de 25 kg per cápita. En cambio, en las economías muy industrializadas, el consumo anual fue, como promedio, de 200 kg per cápita.

El 84% del consumo de papel en los Estados Unidos se utiliza por industrias intermediarias como parte de los artículos y servicios que ofrecen; el 9% pasa al consumo personal; y el 7% al consumo de las empresas y del gobierno.

Las investigaciones efectuadas sobre las pautas del consumo de papel en los Estados Unidos han indicado que el papel no constituye un elemento importante de los costos en las industrias intermediarias. Por ejemplo, en la industria del embalaje, que consume por si sola el 55% del papel utilizado en los Estados Unidos, el costo del papel rara vez excede del 1% del producto de que se trate. En el caso de los periódicos y revistas, especialmente de los de gran circulación, el costo relativo del papel, aunque marcadamente mayor que el de embalaje, no es tampoco uno de los elementos principales en la estructura de costo total del producto final. Lo mismo puede decirse de Europa, que consume el 30% de la producción mundial de papel.

Por consiguiente, lo mismo que ocurría antes con el petróleo, el papel se considera en las economías de mercado industrializadas como un producto cuyo empleo se da por sentado en el estilo de vida moderno. Efectivamente, su contribución al costo general de la vida, en comparación con todos los otros insumos, es tan pequeño que su relativa insignificancia favorece un consumo derrochador. Para citar un ejemplo: en América del Norte, donde la. recuperación de papel para su reutilización es hasta del 20%, se descartaron como desperdicio 46 millones de t. Esto equivale a cuatro veces el consumo total de papel al año en todos los países en desarrollo, considerados en conjunto.

Desde 1969, el consumo de papel y de cartón ha aumentado a razón del S al 6% al año. Una evaluación reciente de la FAO indica que, debido a la actual situación económica mundial, en un futuro previsible el ritmo de crecimiento oscilará entre 2-3% al año en general, con índices de crecimiento menores para productos específicos, tales como, por ejemplo, el papel de periódico.

Sin embargo, como el consumo de papel en los países en desarrollo es actualmente tan bajo, el porcentaje de crecimiento futuro será quizá mayor que actualmente. Como he dicho, en 1975, los países en desarrollo consumieron 11,5 millones de t, y se pronostica que para 1990 utilizarán entre 28,75 y 37,5 millones de t de papel al año. Hay que observar, sin embargo, que estos pronósticos sugieren que los mercados latinoamericanos consumirán alrededor del 55% de todo el papel utilizado en los países en desarrollo.

En el mismo año, 1975, el consumo mundial de papel alcanzó en total 142 millones de t, el 92% de los cuales se consumió en el mundo más industrializado.

La capacidad mundial de producción de pasta en 1975 se calculó en 136 millones de t; la capacidad de producción de papel y cartón, también en 1975, se calculó en unos 175 millones de t.

Sin embargo, en 1975 la producción real fue algo inferior a la capacidad, 109 millones de t de pasta y 136 millones de t de papel, de las cuales el 95%, aproximadamente, se manufacturó en los países desarrollados. Si bien en 1975 existía un marcado excedente de capacidad en comparación con el consumo tanto para la pasta como para el papel, éste se redujo en 1976 mediante una mayor utilización como respuesta a la creciente demanda.

Todo esto en cuanto a las estadísticas dé consumo y producción. Pasemos ahora a considerar más atentamente la estructura de la industria. Nos circunscribiremos a América del Norte y a Europa, ya que ambas dominan tanto la producción como el consumo.

Muchos países que poseen bosques, o que parecen ser buenos mercados, han pedido ayuda a la FAO para establecer fábricas

En América del Norte las características principales de la industria papelera son: en primer lugar, es mayor que en cualquier otra región del mundo, ya que posee el 40% de la capacidad de producción mundial; en segundo lugar, es enteramente autosuficiente en cuanto a sus necesidades de materia prima; y, en tercer lugar, vende más del 90% de su producción dentro de la región.

Además, la industria papelera en América del Norte es más compleja y técnicamente refinada, en lo que se refiere a la variedad de procedimientos y productos finales, que la de cualquier otra parte del mundo.

Si se comparan los productores norteamericanos, Canadá y los Estados Unidos, se aprecian diferencias estructurales importantes. La industria papelera canadiense es más pequeña, ya que sólo posee el 20% de la capacidad de producción del continente. Además, exporta alrededor del 75% de su producción de pasta y papel, de la cual el 70% va a los Estados Unidos, y el resto se destina a otras zonas, principalmente Europa y el Japón. En cambio, los Estados Unidos tienen poco comercio exterior de estos productos, ya que sus importaciones de pasta y de papel canadiense se compensan, hasta cierto punto, por sus exportaciones, principalmente a Europa y, en menor medida, al Japón y otras regiones.

Las principales exportaciones canadienses son la pasta y el papel de periódico, y las principales exportaciones de los Estados Unidos son el cartón para forros y otros cartones para envases.

Los Estados Unidos importan del Canadá aproximadamente el 60% de su papel para periódico, y alrededor del 7% de sus necesidades de pasta. Existe poco comercio en productos transformados.

Una importante característica de la industria norteamericana de la pasta y el papel, durante los últimos dos decenios, ha sido la tendencia hacia una mayor integración. Por ejemplo, la Weyerhaeuser Company en retroasociación hacia el recurso, mientras que otras compañías han establecido asociaciones hacia adelante con diversos tipos de industrias de transformación de papel y del cartón. Pero ha habido otras compañías que se han fusionado entre si, o se han fusionado con tipos muy diferentes de corporaciones, presumiblemente para repartir los riesgos y absorber las pérdidas que se producen en las fluctuaciones cíclicas que constituyen un aspecto tan importante de la industria.

En los Estados Unidos existen 450 compañías, y 70 en el Canadá, que trabajan en las empresas de pasta y papel. Varian entre las grandes gigantes multinacionales y las pequeñas empresas familiares, a base de una sola fábrica. Las 20 compañías principales de la industria de la pasta y el papel, considerada en conjunto, en América del Norte, aportan el 65% aproximadamente de la producción total de la región. A este respecto, son menos dominantes que las 20 compañías principales de otras industrias básicas. Por ejemplo, en las industrias del petróleo, carbón, metales primarios, químicas y de caucho, las 20 compañías principales representan más del 90% de la producción. No obstante, existe una tendencia creciente a concentrar aún más el control en la industria de la pasta y el papel.

Sin embargo, en la producción de pasta, las 20 compañías principales aportan casi toda la producción. Por consiguiente, las fábricas de papel no integradas dependen para su abastecimiento de materias primas procedentes de los principales magnates de la industria.

Las principales compañías papeleras de América del Norte funcionan todas en el campo internacional, aunque no sea más que en el mercadeo de exportación, cuando no operan efectivamente en el extranjero. La zona más importante de ultramar es Europa. Esta región viene seguida muy de cerca por la América Latina y luego por el Japón. La mayoría de las compañías operan en más de un país extranjero, y algunas hasta en ocho.

Sin embargo, excepto en el caso de la Container Corporation, en ningún otro las operaciones de ultramar representan más del 25% de los negocios de la compañía, si bien, en algunos casos, las ventas de exportación pueden exceder de esta proporción. La MacMillan Bloedel y la Weyerhacuser son las principales firmas exportadoras: sus exportaciones representan el 40 y el 30%, respectivamente, de sus ventas recientes. Siguen después la Union Camp y la International Paper, con un 20 y un 25%.

Todas las compañías papeleras importantes cuentan con sus propios técnicos e ingenieros. Tienen medios para la investigación intensiva, que varia desde la investigación en genética forestal, mediante planificadores e ingenieros proyectistas, a la investigación de mercado.

Las grandes compañías están todas dirigidas por gerentes bien calificados profesionalmente y con experiencia y, en general, son propiedad de decenas de millares de accionistas.

En el extremo inferior de la escala de tamaños, las principales compañías típicamente disponen de 40 a 60 fábricas, emplean de 15 000 a 20 000 trabajadores y tienen una capacidad de producción de papel de casi 1 millón de t al año, con ventas de casi 1 000 millones de $. Las compañías mayores cuentan con 150 a 200 fábricas, emplean de 30 000 a 50 000 trabajadores, tienen una capacidad de producción de papel de, aproximadamente, 3 millones de t al año (la capacidad de la International Paper es de 7 millones de t al año), y ventas de 2 000 a 3 000 millones de $ al año.

Esto es cuanto puede decirse, por el momento, acerca de la estructura de la industria de la pasta y el papel en América del Norte. Pasemos ahora a la otra región productora importante: Europa. Europa, con el 12% de la población mundial, consume al rededor del 30% de la producción mundial de papel. La actual producción de papel del continente es de, aproximadamente, 45 millones de t lo que no sólo hace que Europa sea autónoma en cuanto a papel, sino que permite que sea un exportador neto de unas 500 000 t.

Sin embargo, Europa es importadora neta de algunos tipos de papel: papel para periódico (450 000 t), y cartón (740 000 t). Es exportadora neta de papel de imprenta y de escribir (1,7 millones de t).

La FAO trata de buscar las condiciones para establecer fábricas de tamaño pequeño y medio en los países en desarrollo

La producción europea de pasta, en 1974, fue de 29 millones de t. Sin embargo, hubo necesidad de importar 3,25 millones de t de pasta de madera para satisfacer el exceso de la demanda de pasta que ha sido, durante los últimos 10 años, más o menos, una característica constante del subsector. En 1975 se calculó que la capacidad de producción de las fábricas de pasta europeas era de 33,4 millones de t. Se ha pronosticado que esta capacidad aumentará a 39,1 millones de t para 1980. La capacidad de producción de papel de la región en 1975 era de 52,2 millones de t. Esta se croe que aumentará en 10,4 millones de t para 1980.

En Europa existen aproximadamente 600 fábricas de pasta y más de 2 000 fábricas de papel. La producción media de una fábrica de pasta europea es de 53 400 t. Las unidades de mayor producción se encuentran en los países nórdicos, donde la producción media es de unas 100 000 t al año. La mayor unidad individual es la fábrica Husum, de Suecia, propiedad de Mo y Domsjö. Produce un promedio de 492 000 t de pasta al sulfato cada año.

En la Comunidad Europea existen 164 fábricas de pasta, de las cuales 143 están integradas con fábricas de papel, 57 de las 89 fábricas de papel que existen en Suecia están materialmente integradas. Muchas de las restantes, sin embargo, pueden considerarse también integradas, ya que pertenecen a importantes empresas productoras de pasta y papel y abastecen de pasta a sus fábricas de papel filiales. De las 58 fábricas de Finlandia 50 están también integradas.

En casi todos los países europeos, las fábricas de pasta están aumentando de tamaño. Si se toma Suecia como ejemplo típico, la capacidad media de una fábrica ha aumentado de 44000 t en 1960 a 123000 en 1975. Las fábricas de pasta al sulfato son las mayores, con una capacidad media de 197 000 t al año.

Aunque las principales fábricas europeas de pasta y papel se hallan situadas en los países nórdicos, las compañías papeleras con el mayor movimiento total se encuentran en Inglaterra. Estas son la Bowater Corporation y la Reed International. El tercero y el cuarto lugar, respectivamente, lo ocupan las compañías suecas, Svenska Cellulosa y Stora Koppaberg.

La Bowater y la Reed han extendido sus operaciones a otros campos en tal medida que no pueden ya considerarse exclusivamente como compañías industriales forestales. Unicamente el 42% de la cifra de negocios de la Bowater y el 55% de la Reed, en 1975, proceden de las ventas de pasta, papel y productos papeleros transformados. Efectivamente, lo mismo puede decirse de la Stora Koppaberg, que, en 1975, sólo obtuvo el 41% de sus ventas de su división de industria forestal.

La Svenska Cellulosa (que obtiene el 80% del producto de sus ventas de los productos forestales) y la Wiggins Teape, del Reino Unido, cuyo total volumen de comercio corresponde al papel y a los productos papeleros, son una excepción a la regla de que las principales compañías papeleras forman parte de conglomerados. En este caso se repite la pauta norteamericana. Varias de las compañías han aumentado su importancia, no sólo intensificando su producción de productos forestales, sino extendiendo sus actividades a importantes operaciones de transformación y comercio, y también emprendiendo actividades en campos completamente nuevos.

Al parecer existe una creciente tendencia a que las compañías europeas establezcan asociaciones con las compañías norteamericanas que operan en América del Norte, bien asociándose con las fábricas existentes, o creando nuevas fábricas. De igual forma, varias firmas industriales forestales norteamericanas figuran como socios de las principales empresas europeas de pasta y papel. Además, algunas de ellas tienen importantes intereses en las industrias de transformación terciaria.

Existe también una mayor cooperación, si se me permite emplear un eufemismo, entre las compañías europeas y los países. Esto es lo que ha ocurrido durante mucho tiempo en los países nórdicos, pero más recientemente el ritmo se ha acelerado y la expansión se ha acentuado. Por citar un ejemplo: la construcción de la Undland Papier Mill, en la Alemania Federal, por dos compañías finlandesas, la Kymin Kymenne y la Kaukas.

Las otras características del sector norteamericano de la industria también se aplican, en diversos grados, a Europa, salvo en lo que respecta a la cuestión vital del suministro de madera. Todas las estimaciones disponibles en la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación indican que, incluso con métodos mejorados y más eficaces de producción, corta y transformación, Europa seguirá sintiendo escasez de madera, en lo que respecta a casi toda la gama de productos madereros, hasta bien entrado el próximo siglo.

Consecuencias del análisis

¿Qué es lo que se desprende de nuestro análisis? Ha revelado que el subsector de la pasta y el papel, tal como está establecido en las regiones en que ha actuado con más éxito tiene determinadas características:

· En general, trabaja en gran escala, y existe una tendencia cada vez mayor a aumentar el tamaño de las fábricas.

· Para sobrevivir en los períodos de recesión o depresión, suele establecer vínculos con compañías totalmente ajenas al sector de las industrias forestales, en otras palabras se diversifica y entra a formar parte de conglomerados.

· Exige capitales sumamente grandes, cosa que responde principalmente al gran tamaño de las fábricas.

· Exige una elevada capacidad técnica y empresarial.

· Emplea investigadores calificados en su búsqueda continua de mejoras tecnológicas eficiencia general y de mercadeo.

· El mercado americano es, en todos los aspectos, autónomo, y ofrece, en un futuro próximo o previsible, pocas esperanzas de salida para los nuevos productores.

· Las 20 principales compañías norteamericanas producen una considerable proporción del total de pasta y papel producido en dichos países.

· Las 20 principales compañías norteamericanas producen casi toda la pasta que se consume en la región.

· Unicamente en Europa existen posibilidades para vender pasta «nueva», pero esto puede ser más aparente que real, debido a que se inicia la tendencia a que los propietarios europeos se fundan con los norteamericanos, y a la favorable situación de la oferta y la demanda en el continente norteamericano.

· Las compañías más importantes están eliminando del negocio a las más pequeñas.

· Se aprecia una tendencia a la fusión de los intereses de los productores, aunque las rigurosas leyes «antitrust», que se aplican tanto en los Estados Unidos como en Europa, evitan eficazmente la colusión.

¿Qué lecciones se desprenden para los países en desarrollo? Parece evidente que los países en desarrollo no pueden esperar seguir las pautas de crecimiento y desarrollo que se desprenden de nuestro análisis del sector de la pasta y el papel en los Estados Unidos y en América del Norte. Ni sea tal vez tampoco conveniente que lo hagan.

Sin embargo, es casi seguro que estos países en vías de desarrollo se enfrentarán con una escasez de papel si no toman ahora las medidas necesarias para instalar la capacidad de producción que necesitarán en los años venideros.

Permitan que, como ejemplo, me refiera a los países del sudeste de Asia incluidos en la Asociación de Naciones del Asia Sudoriental (ASEAN): Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur y Tailandia. He elegido este grupo para ilustrar el problema porque, a mi juicio, los efectos de la escasez de papel pueden resultar más abrumadores en esta región. Los pronósticos del consumo de papel en dicha zona indican que las necesidades totales de papel probablemente se duplicarán para 1985, y que en el año 2000 serán cinco veces mayores que el consumo registrado en 1974.

Si no se hace nada, esto, como es lógico, entrañará una sangría de los escasos recursos de divisas de la región. Hay que tener también en cuenta los positivos efectos concomitantes que el establecimiento de una industria de la pasta y del papel tendría para la economía general y para la absorción de una proporción de la mano de obra que hoy día está parada.

Consciente de los probables peligros que para la economía de los países en desarrollo puede tener el que no dispongan de suficientes suministros de papel, consciente también de los beneficios que puede reportar a dichos países el establecimiento de estas industrias, pero todavía más consciente de que, si los hábitos y tácticas del mundo industrial se transfirieran íntegramente a los países en desarrollo, sus economías naufragarían, la FAO ha tratado, en los últimos dos años, de formular nuevos métodos para poder enfocar este problema.

Nuestro actual criterio ha surgido del conocimiento de que, en cualquier caso, y por los motivos que sean, no se han establecido grandes fábricas en los países en desarrollo; que, si tuvieran que establecerse, el hacerlo, con las grandes capacidades recomendadas, obraría en muchos casos en contra de las necesidades del desarrollo de muchos países en desarrollo, y seria perjudicial para sus mejores intereses; y que muchos gobiernos considerarían demasiado elevado el precio normal que tendrían que pagar los países no industrializados en cuanto a su continua dependencia de los países industrializados.

Muchos países en desarrollo ni siquiera pueden permitirse, incluso pidiendo préstamos, los ingentes capitales que hacen falta para establecer fábricas de pasta y papel de una capacidad de producción de 750 a 1000 t diarias. Estos son los tamaños que en los círculos internacionales de consultores se recomiendan continuamente. Por lo menos en el 33% de los casos que hemos estudiado en la FAO, el establecimiento de fábricas tan grandes tendría por resultado una fábrica de pasta y papel, de los tamaños a que me he referido, que contribuiría por lo menos al 40% del producto nacional bruto de los países. Esta gran dependencia en un solo producto es en la mayoría de los casos, indeseable. Y especialmente es así en el caso de la industria de la pasta y el papel, ya que su rendimiento tiene un carácter evidentemente cíclico. Es incluso más desaconsejable aún, cuando la pasta es el producto final, ya que para ésta no hay mercados vinculados o seguros. Desgraciadamente, éste es el tipo de fábrica que con frecuencia se ha recomendado.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, la FAO se ha concentrado en el potencial para establecer fábricas integradas de pasta y papel de escala media, concebidas para satisfacer las necesidades del mercado nacional o regional de los países en desarrollo. Se ha prestado atención especial al tamaño mínimo de una fábrica económicamente viable, capaz de producir la variedad requerida de artículos papeleros a partir de fibra local.

No hemos ignorado deliberadamente el principio bien arraigado de las economías de escala. A nuestro juicio, sin embargo, este principio no lo comprenden bien muchos de los ingenieros y contables interesados en el desarrollo de las industrias de la pasta y el papel en los países en desarrollo, e incluso en los desarrollados. No consideramos que éste es el lugar apropiado para estudiar el problema detalladamente.

Solamente deseo afirmar aquí que el tamaño óptimo de una fábrica no es necesariamente el mismo en diferentes países ni en condiciones diversas; que, para decidir el tamaño de una fábrica, tienen gran importancia los objetivos específicos del desarrollo económico de un país; y que algunos países tal vez consideren algunas industrias como una infraestructura vital y estratégica. En resumen, las decisiones en cuanto a la escala de operaciones no pueden, y no deben, basarse tomando en cuenta exclusivamente un solo factor.

Como quiera que sea, las fábricas integradas, basadas en una linea de producción de pasta química entre 100 a 200 t de papel de categoría cultural y/o industrial al día, han demostrado que eran aceptables, en determinadas condiciones, con costos de inversión aproximados, a los precios de 1976, hasta de 120 millones de $. Sin embargo, la continua adaptación de la tecnología ha progresado hasta el punto de que hoy día es posible tomar en cuenta la construcción de fábricas integradas de pequeña escala basadas en procedimientos termomecánicos y quimiotermomecánicos para producir una variedad limitada de categorías de papel cultural en máquinas papeleras de poca velocidad. Estas fábricas pueden tener una producción de papel tan baja como 50 t diarias y establecerse con un costo de capital de 33 millones de $, a los precios de 1976. Contrariamente a la creencia corriente, la industria de la pasta y el papel es flexible en cuanto a la elección de su escala de operaciones.

El concepto de fábricas de pasta y papel integradas de tamaño pequeño o intermedio abre varias oportunidades potenciales de inversión que, hasta ahora, no se habían tomado en cuenta, debido a la obstinación en concentrarse en las fábricas de pasta que hay en el mercado, que exigen una inversión masiva de capital, importantes asignaciones de recursos, y una manutención muy complicada. Las fábricas más pequeñas emplean a más gente por unidad de inversión, no están sujetas a los caprichos de la demanda exterior, y permiten también reducir la dependencia en la tecnología extranjera.

Esto es digno de señalarse por dos motivos principales: los costos de funcionamiento son inferiores, ya que los expertos extranjeros resultan caros; y, lo que es más importante, fomenta el espíritu de confianza en si mismo, tan vital para la dignidad y desarrollo espiritual de los países en desarrollo. Exigen menos capital y, por consiguiente, hacen que la inversión resulte posiblemente asequible para los mismos países en desarrollo, y con seguridad dentro del alcance de los bancos regionales.

Estrategia recomendada

La estrategia que recomendamos a los países en desarrollo es, por consiguiente, la que sigue:

· No deben tratar de imitar a los países industrializados en su intento de producir lo mayor y más abundante. En vista del actual orden económico, ningún país en desarrollo puede competir con el mundo desarrollado en un juego que éste ha venido practicando desde hace mucho tiempo y del que ha formulado las reglas. En todo caso, es dudoso que las prácticas del mundo desarrollado, en lo que toca a la pasta y al papel, sean dignas de emulación.

· Cuando existan mercados vinculados, acordados y sólidos para la pasta que un país en desarrollo es capaz de producir, aunque todo lo demás sea igual, sería una buena política producir pasta exclusivamente. No debe producirse pasta para el mercado, o sea pasta que se espera vender, salvo en circunstancias sumamente excepcionales. En general, las economías de los países en desarrollo no pueden permitirse el riesgo de no vender.

· Deben establecer fábricas integradas de pasta y papel y concentrarse en los mercados interiores y regionales.

· Es preferible elegir fábricas de tamaño pequeño o intermedio y no dejarse llevar por los criterios convencionales del hemisferio septentrional a este respecto. Hay que considerar el desarrollo económico de las economías nacionales, y no solamente la utilidad financiera de la empresa particular de que se trate.

· No debe intentarse reproducir para el mercado local la calidad de papel que está de moda en el hemisferio septentrional. La calidad, muchas veces, es innecesariamente elevada y excesivamente costosa, por lo cual es un lujo que no pueden permitirse los países en desarrollo.

Teniendo estos principios en cuenta, nosotros, en la FAO, hemos preparado una estimación provisional de la inversión capital total que hace falta para establecer fábricas de pasta y papel en varios de los países en desarrollo, y hemos identificado 27 oportunidades para inversión en 17 países. Los costos por unidad varian desde una inversión de capital de 4() millones de $ a una de 525 millones de $ para una fábrica regional de pasta y papel en el sudeste de Asia, donde todas las condiciones parecen favorables para una empresa de gran escala. El costo total de inversión, a los precios de 1976, es de 6 803 millones de $, de los cuales, se proyecta gastar 2 780 millones en el periodo 1985 a 1995, y los restantes 4023 millones se invertirán antes de 1985. Si se excluyen dos fábricas regionales grandes, el costo medio de las fábricas cuya creación proponemos recomendar es de 175 millones de $; sin embargo, la inversión necesaria para cuatro de las fábricas es inferior a 50 millones de $; para nueve de las fábricas, varia entre 51 y 100 millones de $ y para otras seis fábricas, entre 101 y 130 millones de $.

Creo que este examen de la economía política de la industria de la pasta y el papel ha permitido demostrar la complejidad del desarrollo y crecimiento industrial en los países industrializados del mundo. A mi juicio, de nuestro análisis, se llega inevitablemente a la conclusión de que el mundo en desarrollo no debe seguir ciegamente el tipo de crecimiento y la estructura de la industria que ha nacido y prevalecerá en los países industrializados.

Si los países en desarrollo siguen los consejos de los «expertos internacionales» de adoptar las prácticas y costumbres del norte industrializado en el campo de la pasta y el papel, y si siguen sus consejos, se verán obligados a trabajar, como Sísifo, sin una recompensa apropiada para sus esfuerzos onerosos. Sin embargo, si consideran de nuevo el tema, y comprenden las consecuencias de un análisis como el que se ha hecho hoy, si se dan cuenta de que la veneración del tamaño es una trampa y una desilusión, tal vez entonces pueda conseguirse cierto progreso en el subsector de la pasta y el papel y, por tanto, en todo el sector de los montes y las industrias forestales.


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