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Las coníferas de Guatemala

Thomas T. Veblen

THOMAS T. VEBLEN, Facultad de Ingeniería Forestal, Universidad Austral de Chile, hizo extensas investigaciones en Guatemala.

Guatemala es una de las pocas regiones de tierras altas tropicales en que las coníferas están bien representadas

SE MIDE UNA DE LAS 17 ESPECIES DE CONÍFERAS - un tesoro en semillas

Vastas áreas tropicales a gran altitud en todo el mundo fueron despojadas de su vegetación autóctona y hoy en día sufren de erosión acelerada y se deterioran sus cuencas hidrográficas, especialmente en el trópico latinoamericano, donde las tierras altas densamente pobladas, desde el centro de México hasta el centro de los Andes, por mucho tiempo han sido objeto de una corta excesiva de bosques que ha hecho disminuir la productividad del terreno (Budowski, 1966, 1968; Crawford et al., 1970; Daugherty, 1973; Ellenberg, 1964; Falla, 1967; Hutchinson, 1967; Smit, 1971). Hoy en día, estas áreas tienen necesidad critica de forestación para proveer a la estabilización de sus hoyas hidrográficas y satisfacer la demanda de productos forestales, que está aumentando rápidamente.

En ninguna parte la necesidad de conservar los bosques naturales sobrevivientes, como fuentes de semillas para la forestación, es más apremiante que en las tierras altas de Guatemala. Guatemala es una de las pocas regiones que tiene tierras altas tropicales en las cuales están bien representadas las coníferas.

La conservación y el potencial de las poblaciones guatemaltecas de estos taxa de coníferas para la forestación de otras tierras altas tropicales son el objeto del presente articulo.

Siete géneros de coníferas - Abies, Cupresssus, Juniperus, Pinus, Podocarpus, Taxodium y Taxus -, que abarcan 17 especies, se encuentran en las tierras altas de Guatemala (véase el Cuadro). Ninguna otra región a latitud tan baja (14 a 16° N aproximadamente) se caracteriza por una variedad tan grande de taxa coníferas.

Salvo Podocarpus, que está vastamente distribuido en el trópico, el origen evolutivo de las coníferas guatemaltecas se sitúa en las latitudes medias del hemisferio norte. Los bosques de las tierras altas occidentales de Guatemala son una prolongación de los bosques de coníferas de las tierras altas mexicanas. Aunque hay bosques de Pinus oocarpa muy extensos en el centro de Honduras y en las tierras altas del noroeste de Nicaragua (Denevan, 1961) y otras pocas coníferas llegan hasta El Salvador y Honduras (Mirov, 1967; Molina, 1964), el número de taxa de coníferas disminuye rápidamente desde Guatemala hacia el ecuador.

CONIFERAS DE LAS TIERRAS ALTAS DE GUATEMALA

Familia género especie

Distribución altitudinal en Guatemala

Cupressaceae


Cupressus lusitanica Mill

2 200-3 300 m

Juniperus comitana Mart

1 200-2 150 m

J. standleyi Steyerm

3 000-4 100 m

Pinaceae


Abies guatemalensis Rehder

2 600-3 500 m

Pinus ayacahuite Ehren.

2 000-3 400 m

P. montezumae Lamb

1 100-2 600 m

P. oocarpa Schiede

500-2 750 m

P. pseudostrobus Lindl

1 600-3 200 m

P. quichensis Aguilar

sin datos

P. rudis Endl

2 300-4 000 m

P. strobus ver. chiapensis Mart

800-2 000 m

P. tenuifolia Benth

1 100-2 400 m

P. teocote var. guatemalensis Aguilar

1 300-2 000 m

Podocarpaceae


Podocarpus matudai var. macrocarpus Buch. & Gray

1 200 2 600 m

P. oleifolius D. Don

2 000-3 200 m

Taxaceae


Taxus globosa Schlecht

2 200-3 000 m

Taxodiaceae


Taxodium mucronatum Tenore

800-2 000 m

Fuente: Aguilar (1961) Standley & Steyermark (1958) y Veblen (1975).

El término Coníferas se emplea para referirse a los miembros del orden Coniferales. Algunos autores colocan las Taxaceae y las Taxodiaceae en un orden aparte, el de las Taxales. Pinus caribaea Morelet y Podocarpus guatemalensis Standl. son las únicas otras coníferas autóctonas de Guatemala pero no se encuentran en las tierras altas (o sea a mis de 1500 m de altura).

México y Guatemala tienen más especies del género Pinus que cualquier otra región de extensión comparable (Mirov y Larsen, 1958). Hay nueve especies sólo en las tierras altas del oeste de Guatemala (Aguilar, 1961). Mirov (1967) sostiene que las tierras altas de México y de Centroamérica son un centro secundario de evolución del género Pinus. Cita especialmente la pronunciada variación interespecífica e intraespecífica característica de los pinos de esta región. A diferencia de los pinos de otras áreas, los del trópico americano se cruzan con frecuencia, dando origen a nuevas variedades y especies, descritas a menudo en México y en Centroamérica (Aguilar, 1961; Loock, 1950; Schwerdtfeger, 1953; Mirov, 1958; Martínez, 1948). Se reconocen por lo menos 29 especies en las tierras altas de México y Guatemala (Mirov, 1967). La topografía accidentada y la variación altitudinal de las tierras altas de Guatemala han dado origen a un mosaico sumamente variado de ambientes físicos que favorecen una especiación rápida (Stebbins, 1959). De manera semejante, el largo periodo de actividad vegetativa en el trópico favorece la supervivencia y el crecimiento de las plantitas de pino nacidas de semillas, lo que puede favorecer asimismo la especiación.

Además, la larga y continua historia volcánica de las tierras altas de Guatemala ha dejado repetidas veces terrenos pelados a los que los pinos se adaptan especialmente.

En Guatemala, la sección Haploxylon del género Pinus (o sea, el grupo del pino blando) está representada por dos especies: P. strobus var. chiapensis y P. ayacahuite (Aguilar, 1961). El primero se halla vastamente distribuido en el sur de México, a altitudes de 500 a 2 000 m, pero en Guatemala se limita a unos pocos rodales aislados en los montes Cuchumatanes y es demasiado escaso para tener alguna importancia económica.

El pino de mayor valor

Por otra parte, P. ayacahuite es el pino de mayor valor en Guatemala, por la relativa facilidad con que se puede trabajar su madera blanda con las herramientas de carpintería rudimentarias que emplean los indios mayas, habitantes de las tierras altas del oeste. P. ayacahuite es un árbol grande, que normalmente alcanza por lo menos 35 m de altura, y a veces más de 45 m. El diámetro a la altura del pecho de los ejemplares más grandes es de más de 2 m. No obstante la gran demanda de esta especie que se usa en construcción y en la fabricación de muebles localmente, P. ayacahuite sigue siendo abundante a altitudes de 2 500 a 3 200 m en los Cuchumatanes y en los Departamentos de Totonicapán y San Marcos.

Las demás especies de pino de las tierras altas de Guatemala pertenecen a la sección Diploxylon (o sea, al grupo de los pinos duros), en la que el cruce de muchas especies morfológicamente semejantes es por lo regular poco frecuente debido, se piensa, a barreras genéticas; pero los pinos Diploxylon guatemaltecos (P. montezumae, P. rudis, P. pseudostrobus, P. tenuifolia, P. oocarpa, P. teocote var. guatemalensis y P. quichensis) se cruzan fácilmente y producen semillas fértiles, constituyendo así una excepción importante a la regla (Mirov, 1967). Las formas intermedias de P. rudis y P. montezumae, así como las de P. pseudostrobus y P. tenuifolia, son corrientes. Aunque P. oocarpa no parece cruzarse con ninguna de las demás especies, produce una variedad fácil de reconocer - P. oocarpa var. tecumumani Schw. (Aguilar, 1961). En su conjunto, los pinos son el elemento más conspicuo de vegetación autóctona del oeste de Guatemala, entre los 1 600 y los 4000 m de altura, aproximadamente.

Pinos más comunes

Los pinos más comunes a altitudes de 1 600 hasta 2 400 m son P. tenuifolia, P. montezumae y P. oocarpa, todos los cuales se adaptan a condiciones climáticas muy diversas. Las dos últimas especies tienen una capacidad notable de crecer en terrenos muy delgados de zonas semiáridas, tales como los valles que corren de este a oeste en el sur del Departamento de Huehuetenango. En Guatemala, estos pinos son una fuente importante de madera de construcción y de leña y son objeto de una corta intensiva para la elaboración de las astillas resinosas denominadas ocotes, que se emplean como antorchas o para avivar el fuego. P. oocarpa se encuentra desde la Sierra Madre, en el noroeste de México hasta las tierras altas del noroeste de Nicaragua, y es con mucho la especie comercial más importante de Honduras (FAO, 1968). En Guatemala, a una altura poco mayor, 2 400 a 2 800 m, predomina P. pesudostrobus, que tiene mucha demanda como fuente de madera y leña. P. rudis se encuentra desde los 2 300 a los 4 000 m y, formando extensos bosques puros, por encima de 3 200 m; incluso a tan grandes alturas, se corta con frecuencia para obtener madera y leña.

Segundo en importancia, después de los pinos como fuentes de leña y de madera en Guatemala, es Cupressus lusitanica, el ciprés americano, que se encuentra más al sur. El ciprés guatemalteco es probablemente autóctono a altitudes entre 2 200 y 3 000 m, pero se da bien en plantaciones hechas a poca altura sobre el nivel del mar. Crece en tipos de suelos muy diversos y suele alcanzar una altura de más de 30 m y un diámetro de más de 1 m.

La conífera que se encuentra en mayor peligro de extinción en los bosques de Guatemala es Abies guatemalensis, el abeto de Guatemala. Este magnífico árbol, que suele alcanzar una altura de 45 m, era uno de los más comunes en las tierras altas del oeste en el siglo XIX (Brigham, 1887; Dollfus y Mont-Serrat, 1868), y todavía era localmente abundante en los años 40 en sitios húmedos, desde 2 700 a 3 500 m de altura (Standley, 1945). Hoy en día es sumamente escaso. La corta excesiva de ejemplares jóvenes de A. guatemalensis, que son muy apreciados como árboles de Navidad por los habitantes de la ciudad de Guatemala, y la destrucción de las plantitas nacidas de las semillas por las ovejas y otros animales, casi han eliminado todos los renovales de esta especie. La producción infrecuente de conos en esta prolongación hacia el sur del abeto verdadero parece indicar que A. guatemalensis pronto será eliminado de los bosques de Guatemala.

CUIDADOS A PLANTITAS DE VIVERO - reforestación para el futuro

Los tres géneros de coníferas de afinidades norteñas que se utilizan menos en Guatemala son: Taxodium, Taxus y Juniperus. El ciprés calvo de Montezuma (Taxodium mucronatum) tiene vasta distribución en México, pero en Guatemala sólo se encuentran algunos ejemplares a lo largo de los arroyos, desde los 800 hasta los 2 000 m, en el Departamento de Huehuetenango (Standley y Steyermark, 1958). Aunque la madera de este árbol grande es muy apreciada en México por su resistencia a la pudrición y al ataque de insectos, en Guatemala es demasiado escasa para ser de importancia económica. Taxus globosa es la única especie de tejo que se encuentra al sur de Estados Unidos. En Guatemala se limita a los sitios húmedos, desde los 2 200 hasta los 3 000 m, en los Cuchumatanes y también en el centro de Guatemala.

T. globosa es igualmente demasiado escaso para tener importancia económica, pero los indios usan la corteza para obtener tanino. Las dos especies americanas de Juniperus que se encuentran más al sur - J. comitana y J. standleyi - se dan en Guatemala. Aunque el primero es muy escaso, el segundo es uno de los árboles más comunes en los Cuchumatanes a más de 3 000 m (Standley y Steyermark, 1958). Localmente, J. standleyi es una fuente importante de leña y de madera, especialmente para cercas y tejuelas y, gracias a su capacidad de crecer a alturas tan grandes como 4 100 m, tiene mucho potencial como fuente de leña y para el control de las cuencas hidrográficas en otras regiones tropicales de gran altura.

Significado práctico

El significado práctico de la presencia de este conjunto de especies de coníferas en las tierras altas de Guatemala reside en el hecho de que el desarrollo de la industria forestal moderna se ha basado principalmente en coníferas que no suelen encontrarse en latitudes tropicales. Aunque el desarrollo de las industrias forestales de los países tropicales no tiene que ajustarse necesariamente al modelo de las latitudes templadas, la falta relativa de coníferas adaptadas al trópico ha sido una gran limitación para los forestales que trabajan en latitudes bajas (Dyson, 1965; Hutchinson, 1967; Din, 1958). A pesar de conocerse desde un principio las posibilidades de uso de las coníferas mexicanas y guatemaltecas en la forestación de tierras altas subtropicales y tropicales, no se ha aprovechado su potencial suficientemente (Mirov y Larsen, 1958; Popenoe, 1941). En proyectos de forestación a gran altura en el trópico, tales como en el centro de los Andes, siguen predominando abrumadoramente los taxa de Eucalyptus y de Pinus radiata (Budowski, 1968; Cochin, 1962; Dickinson, 1969; Miller, 1974). Esto contrasta notablemente con la importancia que tienen pinos guatemaltecos tales como P. caribaea y P. oocarpa en las plantaciones de las tierras bajas tropicales.

Una de las pocas coníferas de las tierras altas de Guatemala que se planta profusamente fuera de su área de distribución natural es Cupressus lusitanica. En las tierras altas ecuatoriales de Kenya, extensos bosques naturales de Juniperus procera Hochst y de Podocarpus milanjianus Rendle han sido reemplazados por plantaciones de C. lusitanica. A los 35 años, las plantaciones de este ciprés guatemalteco están produciendo 11 veces más madera por hectárea que las especies autóctonas (Dyson, 1965). De manera semejante, esta especie se ha plantado en São Paulo, Brasil, donde forma excelentes bosques que son una fuente importante de pasta (Sonntag, 1973). También se usa como fuente de pulpa en los Andes venezolanos (Schulz y Rodríguez, 1967) y es una de las especies que se plantan más comúnmente en las tierras altas de Costa Rica y en los Andes colombianos (Holdridge, 1955; Tschinkel, 1972).

Especies mexicanas

Las poblaciones de pino de las tierras altas de Guatemala no han sido utilizadas significativamente como fuente de material de plantación en ambientes exóticos, pero las poblaciones mexicanas de varios pinos méxico-centroamericanos si han sido utilizadas, especialmente en Africa. Pinus pseudostrobus, que es uno de los mejores pinos madereros de crecimiento rápido en el mundo, se ha dado bien en el nordeste de Sudáfrica, desde los 850 hasta los 1 250 m de altura (Loock, 1950); también se ha introducido con buenos resultados en Malawi (antes Nyasalandia), donde su potencial para la reforestación es muy prometedor (Din, 1958). P. pseudostrobus no aparece en la lista de las principales especies para plantaciones, en ningún país de Centro o Sudamérica (FAO, 1968), a pesar de que se ha plantado en Venezuela, desde los 2 200 hasta los 2 400 m de altura, a partir de 1961 (Schulz y Rodríguez, 1967). Las plantaciones experimentales de P. pseudostrobus en Venezuela han sido desalentadoras, a causa de la frecuencia de los troncos bifurcados. Las semillas usadas en Venezuela se recolectaron en México y no en Guatemala, donde la frecuencia de los troncos bifurcados en las poblaciones de P. pseudostrobus es muy baja; así, es probable que la proveniencia de las semillas sea un factor crítico en el empleo de los pinos méxico-centroamericanos en proyectos de forestación. Hace poco se recolectaron semillas de poblaciones de P. pseudostrobus a mediana altura (1 300 a 2 200 m) y se están haciendo ensayos de proveniencias (Kemp, 1973b).

Proveniencia de las semillas

La importancia de la proveniencia de las semillas la confirma también P. oocarpa. En Sudáfrica, las semillas de México produjeron árboles de mala forma, mientras que las de Honduras, donde P. oocarpa está probablemente representado por diferentes ecotipos, produjeron árboles vigorosos de buena forma. P. oocarpa también se ha plantado con buenos resultados en Kenya (Din, 1958) y en Venezuela (Lamprecht y Finol, 1959) y forma buenos bosques en São Paulo (Sonntag, 1973). Gracias a su capacidad de resistir a la sequía y al fuego, así como de crecer en suelos muy pobres, P. oocarpa presenta particular interés como especie de plantación en áreas tropicales que tienen una temporada seca. Hace poco se recolectó semilla desde 650 hasta 1 700 m de altura en Guatemala y ya se están iniciando los ensayos de proveniencias (Kemp, 1973a).

P. montezumae es otra especie muy difundida, con la que se obtienen resultados variables como exótica cultivada, atribuibles posiblemente a variación genética dentro de su área de distribución natural. Ha dado buenos resultados en plantaciones de Sudáfrica, Malawi, Kenya, Rodesia, Zambia y el nordeste de Australia. Es conocida por su resistencia a la sequía y a las heladas (Loock, 1950, Din, 1958). A pesar de su gran adaptabilidad, P. montezumae es casi desconocida en América, al sur de Guatemala (FAO, 1968). Ensayos hechos con P. ayacahuite en Kenya y Sudáfrica han dado buenos resultados, pero esta especie todavía no se planta en muchas partes (Din, 1958). A pesar de que la madera de P. ayacahuite es muy estimada en el sur de México y en Guatemala, esta especie es conocida fuera de la región principalmente como ornamental (Dallimore y Jackson, 1966). Los demás pinos guatemaltecos - P. strobus var. chiapensis, P. teocote, P. tenuifolia, P. rudis y P. quichensis - son casi desconocidos fuera de sus áreas de distribución natural.

Los excelentes resultados obtenidos en ambientes exóticos plantando pinos de Centroamérica, tales como P. oocarpa y P. caribaea, se han basado en una fracción muy pequeña de la variación genética disponible. Con respecto a los pinos adaptados a las grandes alturas, se han empleado principalmente proveniencias de México, prescindiendo generalmente de las de Guatemala, hecho lamentable, porque éstas se adaptan a alturas menores que las de México y, por lo tanto, pueden ser idóneas especialmente para hacer plantaciones en los países andinos centrales de Ecuador, Perú y Bolivia, donde las especies que se plantan con más frecuencia son Eucalyptus spp. y Pinus radiata (FAO, 1968). En Ecuador, desde 2 500 hasta 3 500 m, P. radiata se ha dado notablemente bien (Miller, 1974), y es probable que los pinos guatemaltecos sean igualmente idóneos para hacer plantaciones, tanto a gran altura como a baja altura. Incluso dentro de los límites de altura en los que P. radiata crece mejor, conviene considerar la plantación de las especies guatemaltecas, para evitar que los bosques artificiales de todo el país se compongan de sólo una o dos especies.

Competencia con la tierra

El peligro más grave para los recursos genéticos forestales de las tierras altas de Guatemala es el rápido aumento de la población humana del país - de 2,8 millones en 1950 a 5,2 millones en 1973 (Guatemala, 1973a). Con más de 50 habitantes por km², Guatemala ocupa el segundo lugar, después de El Salvador, en densidad de población humana en Centroamérica. La mayor demanda de tierras para producir los alimentos necesarios para el sustento de la población creciente de Guatemala exige la incorporación a la agricultura de vastas superficies boscosas. Como los esfuerzos por colonizar las tierras bajas tropicales del norte de Guatemala (el Petén) todavía no han dado buenos resultados en gran escala, y como los suelos fértiles de la costa y del pie de monte del Pacifico se destinan principalmente a la producción para la exportación, son los bosques de las tierras altas los que se están cortando con mas rapidez para incorporar más terrenos a la producción de alimentos para el mercado interno.

Destrucción de los bosques

No obstante el hecho de que Guatemala sea importadora neta de productos forestales, la demanda interna de madera y de leña contribuye significativamente a la destrucción de los bosques restantes. El pino, especialmente P. ayacahuite, se utiliza intensivamente en la fabricación de muebles rústicos baratos, que usan los grupos de bajos ingresos en todo el país. Los pinos, junto con el ciprés guatemalteco, tienen también mucha demanda como material de construcción y leña. En fecha tan reciente como 1964, en el 84% por ciento de las viviendas de Guatemala (Guatemala, 1966) la leña seguía siendo el único combustible empleado para cocinar. Dada el alza actual de los precios de los productos del petróleo, no es probable que disminuya la demanda de leña.

Actualmente, los bosques más extensos que quedan en las tierras altas son los nubosos, bosques de pinoroble y de coníferas, por encima de los 2 700 m, en los Departamentos de Totonicapán y de San Marcos, en los lugares más apartados de los accidentados Cuchumatanes y en las cumbres más altas de la Sierra de las Minas (Departamento de El Progreso). Con frecuencia, en estos refugios a gran altura, la regeneración de P. ayacahuite y Abies guatemalensis, así como de las demás especies forestales, está gravemente inhibida por la destrucción de las plantitas de semilla por parte de las ovejas y de otros herbívoros domésticos. Las infestaciones de insectos de la corteza (Dendroctonus spp.), que se agravaron por primera vez en los años treinta (Johnston, 1942), han devastado además grandes extensiones de P. rudis a mayor altura. Después del ataque de los insectos, la regeneración suele ser vigorosa, por lo que las poblaciones no corren grave peligro, salvo cuando el ganado o el fuego destruyen las plantitas nacidas de las semillas.

Por último, algunos de los métodos de corta disgénicos que emplea la población local tienden a reducir la frecuencia de algunos de los mejores genotipos. Por ejemplo, una larga historia de corta preferencial de los árboles mejor conformados ha dado lugar a la perpetuación de los fenotipos menos deseables. Esto lo ilustra bien la alta frecuencia de los troncos bifurcados en los bosques de Pinus ayacahuite del Departamento de Totonicapán. No obstante la disminución probable de los genotipos superiores debido a los métodos de corta empleados por los aborígenes, es verdaderamente notable la persistencia del bosque en una región caracterizada por la necesidad desesperada de incorporar nuevas tierras a la agricultura.

Entre los acontecimientos alentadores para la conservación de los bosques en Guatemala figuran el que se reconozca cada vez más que los parques nacionales son necesarios (Pyle, 1972) y que la creación de reservas para la protección del quetzal (Pharomachus mocinno) y de otras aves (La Bastille, 1973a, 1973b). Análogamente, hay interés sustancial por una política a escala nacional de planificación del uso de la tierra y de ordenación de los recursos (Guatemala, 1973b). Dada la importancia del turismo en Guatemala, la conservación de los bosques por razones estéticas puede ser un argumento económico que resulte convincente.

Conservación in situ

Sin duda, la conservación in situ mediante el establecimiento de reservas naturales controladas estrictamente es la manera ideal de conservar los recursos genéticos forestales de las tierras altas de Guatemala, porque permitiría una evolución genética natural continua y, además, reduciría al mínimo la erosión genética causada por el hombre. Mas aún, la conservación in situ permite proteger todas las especies de que se compone un ecosistema y no sólo aquellas que se considera tienen valor económico inmediato; pero las características sociales y económicas de muchos países en desarrollo, tales como Guatemala, pueden hacer de la conservación genética in situ una estrategia muy arriesgada (Kemp, 1975; FAO, 1974b). Por ejemplo, en Guatemala la demanda de leña y la necesidad de incorporar más terrenos a la agricultura siguen aumentando a un ritmo alarmante. Mientras la tasa de crecimiento de la población no se reduzca mucho, las perspectivas de conservación de los bosques que aún quedan en las tierras altas de Guatemala seguirán siendo escasas.

Entre las estrategias más seguras para la conservación de los valiosos recursos genéticos de la flora conífera de las tierras altas de Guatemala figuran: un programa de recolección de semillas en masa y la realización de plantaciones de conservación ex sita. Bajo los auspicios de la FAO y del Instituto Forestal de la Commonwealth, Oxford, se inició en 1969 la recolección de semillas en toda el área de distribución de los pinos centroamericanos para hacer investigaciones sobre las proveniencias y realizar plantaciones de conservación ex situ (Kemp, 1975). Se asignó prioridad a los pinos que crecen a baja y mediana altura - en primer lugar, P. caribaea y P. oocarpa, y, en segundo lugar, P. pseudostrobus.

Recursos únicos

Con referencia a la concentración de estos primeros esfuerzos en las especies de pino que crecen en tierras bajas y tienen un valor económico comprobado se justifica ésta, pero hay que recordar que la recolección de semillas, hoy en día, sólo representa una pequeña fracción de la variación genética de las coníferas centroamericanas. Los recursos genéticos forestales de las tierras altas de Guatemala, que son únicos en su género debido a la diversidad de los taxa de coníferas que crecen naturalmente a baja latitud, están todavía en gran parte sin protección y en inminente peligro de grave disminución. Conviene que la conservación de estos recursos genéticos forestales se convierta en un asunto de competencia internacional; en efecto, la propuesta de continuar y ampliar la recolección de semillas y la realización de plantaciones de conservación ex situ de pinos centroamericanos merece apoyo financiero internacional (FAO, 1974a). Tiene importancia crítica el que las poblaciones de coníferas de las tierras altas de Guatemala se incluyan en tales planes de conservación. Es éste uno de los medios más certeros de conservación de las poblaciones guatemaltecas de varias coníferas tropicales, que pueden ser especialmente idóneas para plantaciones en los Andes centrales, donde el único combustible suele ser el excremento de los animales (Cochin, 1962). Si se tarda mucho más en iniciar un programa que tenga por objeto la conservación de este acervo genético, las opciones que tendrán las generaciones futuras de forestar gran parte de las tierras altas tropicales del mundo se reducirán lamentablemente.

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