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Simbiosis de la agricultura y la silvicultura

Louis Huguet

LOUIS HUGUET es Director de Recursos Forestales en la FAO, y Presidente del Grupo de Trabajo Interdepartamental sobre los Recursos Naturales y el Medio Humano. Este articulo se preparó en su versión original para el cuarto período de sesiones del Comité de Montes de la FAO, celebrado en mayo de 1978.

En general, se está de acuerdo en que los bosques cubrían la mayor parte del planeta cuando el hombre apareció en la tierra. El hombre vivía entonces de los alimentos que recogía, de la caza y de la pesca. Después, desarrolló la agricultura. Aprendió a usar el fuego, herramientas para cortar árboles y aperos agrícolas sencillos, que le permitieron talar los bosques y cultivar la tierra. Esta evolución, por supuesto, continuó con ritmo diverso en las distintas zonas climáticas del mundo. En efecto, todavía hoy, en los bosques tropicales de América Latina, Africa y Asia, existen muchos seres humanos que viven al nivel de los aborígenes o muy cerca del mismo.

Probablemente, tanto en el trópico como en la zona templada, la agricultura se basaba en aquellos tiempos en el uso de los bosques como barbecho, entre dos cultivos agrícolas.

En un periodo posterior, que varió según el nivel de desarrollo técnico, los países templados establecieron la agricultura en los mejores terrenos ganados a los bosques, que el hombre aprendió a enriquecer con el estiércol de sus animales domésticos. Sin embargo, el sistema del barbecho forestal sobrevivió en las zonas templadas, que hoy constituyen el mundo industrializado, desapareciendo completa mente sólo a principios del presente siglo.

Ciertamente, en los países tropicales hoy día se encuentran formas permanentes de agricultura y ganadería (arrozales regados, plantaciones de árboles y terrenos aluviales muy buenos); pero sobre todo, se halla la agricultura migratoria en terrenos forestales limpiados mediante la quema, los cuales, según algunos, interesan quizá a 200 millones de habitantes y afectan a 20-40 millones de ha anualmente. En zonas tropicales más áridas, se encuentran, además, formas de ganadería extensiva que utilizan los terrenos limpiados mediante la quema.

En los países templados, la deforestación debida al crecimiento de la población se desarrolló en Europa en la Edad Media y a comienzos de la colonización del Nuevo Mundo, y solamente se detuvo cuando el hombre fue capaz de aumentar los rendimientos agrícolas.

Estos aumentos se produjeron en dos etapas: primero, como resultado de la primera revolución agrícola en el siglo XIX (caracterizada por la eliminación del bosque y otros barbechos) y, después, especialmente en el siglo XX, debido al costo tan bajo del petróleo, que hizo posible usar insumos con alto consumo de energía, tales como fertilizantes, plaguicidas y maquinaria pesada. Estos insumos produjeron aumentos espectaculares en los rendimientos. Ahora los países ricos se están preparando para reajustar sus sistemas de producción agrícola a fin de economizar energía: éste es el comienzo de una nueva era.

Un rápido vuelo sobre paisajes tropicales revela huellas de innumerables campos de agricultura migratoria o muestra una especie de frente agrícola que penetra aún más en el bosque denso cada año, y podría inducirnos a creer que el mundo tropical hoy día se encuentra en la misma situación que el mundo templado en la época de la limpia de terrenos en gran escala. Pero semejante conclusión constituiría un grave error por muchas razones:

· En primer lugar, no hubo ninguna explosión demográfica cuando se limpiaron los terrenos en gran escala en lo que pasó a ser el mundo industrializado. Por este motivo, se pudo lograr cierto equilibrio entre la actividad agrícola y la forestal, incluso antes de la introducción de los fertilizantes y de las máquinas.

· Los suelos tropicales son mucho más frágiles que los suelos de los países templados.

· Los países tropicales nunca podrán usar tantos insumos que requieren energía, es decir, petróleo, como los países templados ricos, los que, por lo demás, están por modificar esos sistemas agrícolas que desperdician la energía.

· Por último, los países pobres, en general, todavía no tienen suficientes instituciones, recursos financieros, ni personal para instaurar un «nuevo orden» en su paisaje rural.

A estas alturas, cabe preguntarse cuál es el lugar que ocupan los bosques (y los árboles) en el paisaje rural. Esta es una pregunta que, como ya se ha visto, debe colocarse en una perspectiva totalmente diferente, según se trate del mundo rico templado, industrializado, o del mundo pobre tropical y escasamente industrializado.

Se podría contestar apresuradamente que. si el mundo templado ha alcanzado un equilibrio relativamente estable entre el bosque y la agricultura naturalmente, es decir, sin la intervención de planificadores, economistas, agrónomos, expertos forestales y otros tecnócratas ¿por qué no dejar que el mundo tropical se desarrolle también naturalmente? Además, ¿qué puede hacer un puñado de tecnócratas, internacionales o nacionales, para oponerse a la acción de los millones de personas que «muerden " los bosques?

Dejando a un lado el mundo rico, donde la superficie ocupada por el bosque es relativamente estable y que, en todo caso, tiene suficientes recursos humanos, tecnológicos y financieros para resolver tales problemas, nos ocuparemos sólo del mundo pobre que, en general, tiene clima tropical y poca industria.

En este mundo, la actitud del «laissez-faire» es más inaceptable que en ninguna otra parte. La evolución es demasiado rápida y la perturbación de los llamados equilibrios naturales conduce directa y muy rápidamente al desastre. El bosque corre peligro de desaparecer irremediablemente en poco tiempo, si no se hace nada por detener su degradación o destrucción. Sin embargo, el bosque es indispensable, no sólo para elevar el ya muy bajo nivel de vida de la población rural de los países pobres, sino también simplemente para su supervivencia.

No es necesario detenerse aquí sobre la naturaleza esencial e indispensable del bosque. Además, la destrucción o degradación del bosque originario, si no se reemplaza por otro más productivo con el mismo valor ambiental, puede ser causa de un daño irreversible para el ambiente en general y contribuir a lo que se llama la muerte de nuestro planeta. Ahora bien; los millones de pequeños campesinos, pobres e ignorantes, se preocupan poco del largo plazo; ellos y sus familias se ven obligados a vivir al día para sobrevivir, y, si no reciben ayuda técnica, se les informa, convence y capacita y, si no se les permite participar, continuarán su labor de destrucción. Cierto es que una crisis semejante tuvo lugar en los países hoy ricos, pero, por las cuatro causas expuestas, no produjo las con secuencias desastrosas que ésta puede tener y ya ha tenido en los países pobres (la desertificación, por ejemplo).

En estos países, por encima de todo, hay que conservar el bosque donde exista, reponerlo donde haya desaparecido, o reemplazarlo por otro mejor. Por tanto, hay que integrar el bosque y los árboles en general al paisaje rural, de la manera más adaptada a las condiciones ecológicas, sociales y económicas de la región o área local interesada. Es necesario - y aquí es donde surge la mayor dificultad - invertir una tendencia que se acelera y hacer que las mismas personas que son sus autores, los causantes del desorden actual (los campesinos pobres de los países tropicales) acepten el «nuevo orden rural».

El problema consiste, pues, en integrar y armonizar, dentro de una misma unidad de ordenación (un área local, una hoya hidrográfica o una sub-hoya hidrográfica), los usos posibles de la tierra, tales como ganadería, agricultura, actividad forestal, plantas industriales, caminos, ciudades y pueblos. Naturalmente, esta misma integración local tiene que armonizarse con el desarrollo general a escala nacional. En consecuencia, la integración de los diferentes usos de la tierra puede definirse como sigue: Usar un territorio o parte de él simultánea o sucesivamente para alcanzar objetivos diferentes, procurando, al mismo tiempo, que las interacciones entre los diferentes usos (por ejemplo, agricultura, ganadería, actividad forestal) se traduzcan en una producción permanente y creciente de bienes y servicios. Resumiendo, la integración de los diversos usos posibles de las áreas rurales, y por ende la determinación del lugar del bosque en esas áreas, es una labor de optimización económica y social.

Tal integración implica una dimensión social y humana fundamental, en el sentido de que es posible sólo en la medida en que se acepte y sea provocada y solicitada en lo posible por las comunidades rurales mismas.

Repetimos que aquí nos estamos refiriendo principalmente a los países tropicales, o sea, a los que se encuentran entre el trópico de Cáncer y el de Capricornio. Pero nuestras consideraciones pueden aplicarse también a los países secos o áridos del Mediterráneo, que tienen en común aspectos importantes con los países tropicales, con sus lluvias escasas o irregulares, por ejemplo, sus extremos climáticos y la fragilidad de sus suelos. Además, en estos países hay que prestar especial atención a las áreas montañosas, porque los últimos bosques que quedan hay que mantenerlos en su sitio, ya que las llanuras (como en los países ricos) habría que reservarlas para la agricultura intensiva, relativamente mecanizada y más o menos moderna; porque éstas son las regiones donde la destrucción o degradación de los bosques pueden tener las consecuencias más desastrosas para el ambiente y porque en esas áreas es donde se refugian las poblaciones más pobres, que son las que menos se preocupan de los efectos a largo plazo. En este contexto, se pueden integrar los bosques y los árboles al paisaje rural de tres maneras principales: como bosque permanente, o bosque estatal; como bosque de barbecho; y como bosque en simbiosis con la agricultura.

Bosque permanente. Este es el tipo de bosque conocido principal, pero no exclusivamente, en las zonas templadas ricas y al que los servicios forestales tradicionales están acostumbrados. En los países tropicales, hasta la fecha, ha sido muy difícil lograr que los agricultores, que tienen hambre de nuevas tierras ricas en humus, respeten estos bosques permanentes. Apenas han sobrevivido sólo donde los campesinos pobres (que suelen seguir a los madereros) no han podido penetrar todavía, por ejemplo en Amazonia, en el corazón del Africa central y en algunas áreas apartadas de Indonesia, Filipinas y Malasia. Sin embargo, incluso en esas áreas, su destrucción o degradación ya ha comenzado, a causa de la inmigración desde regiones pobres o demasiado pobladas aceleradas por la construcción de caminos de acceso.

En teoría, es posible determinar en qué parte del territorio conviene que el bosque permanezca de una manera estable, ya se trate del bosque originario más o menos ordenado, o de un bosque nuevo más productivo, pero que presta los mismos servicios. Es cuestión de análisis económico, pero en la actividad forestal esto se complica por las características de esta forma de uso de la tierra, a saber, consideraciones a largo plazo y beneficios indirectos difíciles de calcular, entre los que figuran los beneficios intangibles relacionados con el recreo. Pero incluso el mejor plan de uso de la tierra sólo es factible en la medida en que lo acepten libremente los interesados, es decir, los campesinos pobres, asunto que volveremos a tratar más adelante.

LA «COLTURA PROMISCUA» DE UNA GRANJA TOSCANA EN ITALIA CENTRAL - belleza armoniosa, agricultura productiva y equilibrio ecológico

Bosque de barbecho. Los bosques servían para terrenos en barbecho incluso en el mundo templado que hoy es rico, como ya se ha dicho. Siguen jugando este papel en vastas regiones del mundo tropical (200 millones de habitantes, que utilizan de 20 a 40 millones de ha al año). Ante esta destrucción acelerada, cuya velocidad aumenta con el número de habitantes de los alrededores del bosque, hay dos métodos posibles: asentar, en el futuro, a la población que actualmente se dedica al cultivo migratorio en parcelas agrícolas permanentes (lo que significa determinar además las áreas que se mantendrán como bosque), o bien conservar el bosque de barbecho, pero utilizando un bosque mejor, un bosque artificial, entre dos siembras. Este último es el sistema de la agrisilvicultura.

En cada caso particular hay que elegir de acuerdo con las condiciones especificas técnicas, económicas y sociales del área interesada, aplicando particularmente los criterios que siguen a continuación:

· Puede ser peligroso sustituir el cultivo migratorio, que ha demostrado su valor a pesar de todos sus defectos, por un sistema nuevo, que no ha sido ensayado todavía. También podemos preguntarnos si en esta etapa podemos recomendar con seguridad métodos de cultivo permanente del tipo empleado en los países templados ricos, salvo, posiblemente, el cultivo del arroz y la arboricultura (véase simbiosis más adelante). En efecto, no es cierto que nuestro conocimiento técnico sea adecuado para todos los lugares.

· Aun conociendo los métodos de establecimiento de la agricultura permanente, habría que aplicarlos. Esto supone la creación de instituciones y la formación de personal calificado a todos los niveles, incluyendo especialmente extensionistas que vivan en contacto con los agricultores y estén dispuestos a aceptar las dificultades de la vida en remotas áreas rurales tropicales.

· Por falta de recursos técnicos y financieros adecuados, los agricultores de las áreas tropicales pobres no pueden permitirse usar, y mucho menos comprar, los insumos (fertilizantes, plaguicidas, etc.) que han permitido a los países templados ricos aumentar los rendimientos agrícolas considerablemente y, en esta forma, reservar áreas no agrícolas al bosque. En los países pobres, el bosque de barbecho, junto con la utilización de la hojarasca forestal como humus y nutrientes en la agricultura, es todavía el principal método conocido y practicable de restituir al suelo su fertilidad, conservando al mismo tiempo el ambiente, por lo menos mientras la densidad de población se mantenga por debajo de cierto limite. El aprovechamiento del mantillo, es decir la aplicación de una capa de tierra de hojas - hojarasca y humus - a los cultivos puede ser útil, sobre todo si se emplea primero como cama para el ganado, a fin de que se enriquezca con los excrementos.

La agrisilvicultura, considerada como una mejora del cultivo migratorio, es el método más fácil e inmediato conocido hasta la fecha, considerando las posibilidades que ofrecen las características del contexto social interesado. Sin embargo, se reconoce que sólo es una etapa hacia un tipo más estable de agricultura, que probablemente no se copiará de los países ricos y templados. como veremos más adelante, por lo que conviene fomentar todos los esfuerzos para mejorar este sistema de agricultura migratoria.

Bosque en simbiosis. En los dos sistemas dados a conocer anteriormente, el sector forestal es relativamente distinto del sector agrícola, tanto en el espacio (bosque permanente) como en el tiempo (bosque de barbecho y agrisilvicultura). El sistema que hemos denominado «bosque en simbiosis»implica la coexistencia del bosque con la agricultura, tanto en el espacio como en el tiempo. En este sistema, hay que distinguir lo que es tradicional de lo que no lo es (lo que interesa a los países tropicales).

Simbiosis amplia: modelo tradicional. Esto se refiere, en primer lugar, a los setos y cortavientos que regulan también áreas microclimáticas, constituyen refugios para los animales salvajes y producen madera para usos comunes (leña, estacas, postes), pero también a plantaciones a orillas de los caminos, canales de regadío rurales y terrazas contra la erosión. Se aplica, además, a pequeñas arboledas de pocos cientos de metros cuadrados de superficie, situadas alrededor de las viviendas o dispersas en los campos, donde los animales domésticos y salvajes buscan reparo en períodos de calor o frío excesivos en días de mucho viento.

Simbiosis estricta: un modelo menos tradicional. Las personas que han visitado Toscana se han impresionado con lo que los italianos llaman «cultura promiscua» (cultivo mixto). El mismo campo tiene árboles (generalmente arces y olmos}, viñedos que se enrollan por el tronco y las ramas de los árboles y, entre las hileras de árboles, 1-2 siembras al año.

Este sistema no sólo es productivo, sino que crea un paisaje o ambiente considerado como uno de los más armoniosos del mundo y, en todo caso, más armonioso que los grandes trigales de las llanuras de la región de París, o los vastos viñedos planos del sur de Francia. En cuanto a los países tropicales pobres, todo esfuerzo por copiar la agricultura que se ha dado en llamar moderna, cuyos símbolos son las grandes llanuras del Medio Oeste en Estados Unidos, está fuera de lugar. Ese tipo de agricultura se basa no sólo en una densidad de población relativamente baja, sino también en un nivel técnico muy elevado y, sobre todo, en insumos de alta energía (fertilizantes, plaguicidas, maquinaria pesada) que los agricultores de países tropicales nunca han podido adquirir y, generalmente, podrán hacerlo aún menos en el futuro en el mismo grado que la llamada agricultura «moderna».

Agricultura autosuficiente

Evidentemente, la única solución parece ser un tipo de agricultura lo más autosuficiente posible, basada en la capacidad de producción natural (pero intensificada) de los recursos naturales que, en sí mismos, no cuestan nada, o sea, los insumos costosos no producidos localmente deben utilizarse lo menos posible. Estos recursos son el suelo, el agua y el sol, es decir, la asimilación clorofílica. Este tipo de agricultura debe tratar de no perder nada y de reciclar todos los desechos, sean éstos vegetales, animales o humanos. Por tanto, es indispensable asociar la ganadería, la acuicultura y, como veremos, la actividad forestal con la agricultura, para aprovechar al máximo los factores de producción (sol, agua, suelo, etc.).

Los mismos países ricos, sabiendo que no podrán disponer de tanta energía en el futuro, están pensando en reajustar su agricultura en este sentido. Esta es una razón de más para que los países pobres lo hagan lo más rápidamente posible.

En efecto, este tipo de agricultura ya existe en algunas partes del mundo tropical. Por ejemplo, en Tanzania, entre los shambalas de las montañas Usambura y los wakaras de la isla Ukuru del lago Victoria, o - ejemplo clásico - en las comunas de China.

En esta simbiosis, el árbol desempeña un importante papel a través de su copa y sus raíces. En primer lugar, a través de su copa; ésta protege el suelo y las siembras que cubre, tanto contra el exceso de sol como contra la repercusión de las violentas lluvias tropicales, que son los dos factores principales de la degradación del suelo tropical. Además, como constituye un nivel adicional de fotosíntesis, permite la utilización máxima de la luz solar para fines productivos, siempre que la mezcla de árboles y cultivos se haga como es debido. En segundo lugar, a través de sus raíces, éstas extraen de las capas profundas del suelo los nutrientes que devuelven a las capas superiores, y éstas a las plantas, las que, con la caída de las hojas secas, reponen las reservas de materia orgánica de la capa superior del suelo.

Esta «cultura promiscua» ya existe en algunas áreas tropicales. Es el típico «huerto tropical» que produce la impresión de una maraña al visitante inexperto, pero que tiene una buena razón de ser. Este método de integración de los árboles con la agricultura merece ser mejorado, difundido y recomendado.

Debido a los bienes que producen ya los servicios que prestan, se reconoce en general que los bosques o los árboles tienen una función esencial e irreemplazable que desempeñar en el contexto rural. Primero hemos examinado una vasta gama de tipos de integración de la vegetación arbórea con el paisaje rural. Creemos que uno u otro de los métodos dados a conocer aquí, o varios de éstos combinados, pueden ser idóneos prácticamente para todas las condiciones técnicas, económicas, sociales y financieras de los países tropicales, incluso aquellos cuya densidad de población es demasiado alta (por ejemplo, el cultivo del arroz en la isla de Java).

Por consiguiente, tal integración es nuestro objetivo y, al mismo tiempo, el medio para alcanzarlo. En otras palabras, el campesino pobre destruye el bosque y los árboles porque éstos compiten con su agricultura y con su ganadería. Por ello, el campesino pobre aceptará el bosque o los árboles solamente si éstos se integran o armonizan con su agricultura y le reportan beneficios. Por último, sólo puede lograrse un mayor respeto del bosque y de los árboles mediante un mejor uso de los recursos naturales, orientado hacia una mayor producción de alimentos, que es lo que constituye la preocupación aguda, diaria, de los campesinos pobres.

Creemos haber demostrado que hay soluciones técnicas, pero reconocemos la necesidad de mejorarlas y refinarlas. Conviene proseguir e intensificar la investigación y la experimentación, pero nos parece que ya sabemos bastante como para iniciar la acción. Sin embargo, un grave obstáculo entorpece la difusión de sanos métodos de integración del bosque con la agricultura, o simplemente la intensificación de la agricultura, que es un requisito previo. Salvo excepciones, este obstáculo es la subadministración o subdotación de personal del mundo rural pobre.

El establecimiento de instituciones idóneas para formar personal competente, que trabaje lo más cerca posible de los campesinos pobres, es una cuestión fundamental. Además, es imposible imponer a las comunidades rurales soluciones hechas de antemano, prefabricadas afuera. Esto explica la importancia que la FAO atribuye al desarrollo de la comunidad, realizado para y por las comunidades.

Al respecto, permítasenos citar a Pierre Gourou, el gran geógrafo, quien escribía en 1968, después de 40 años de una carrera dedicada al estudio prolijo y minucioso de los problemas del mundo tropical:

«El atraso económico del trópico se debe al retraso técnico. En las condiciones actuales, el retraso técnico más deprimente es el de las técnicas de organización. Su mejora es condición necesaria para el progreso en el mundo tropical. La administración de un país atrasado requiere no menos atención, personal y competencia que la administración de un país desarrollado. La agricultura de un país atrasado requiere tantos edafólogos, entomólogos, geneticistas y agrónomos como la agricultura de un país desarrollado. La primera condición de progreso económico no es económica, sino administrativa; un país atrasado tendrá progreso económico si cuenta con un número suficiente de administradores, médicos, entomólogos, agrónomos, etc. (o sea, personal del mismo nivel que en los países desarrollados)1

1 Pierre Gourou, Leçons de géographie tropicale, Mouton, París, pág. 242. (Traducción de la FAO.)

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