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APENDICE D
DECLARACION DEL DIRECTOR GENERAL

Señor Presidente:

A lo largo de los años he aparecido ante este distinguido Consejo a títulos diferentes: como Representante Regional para Europa; como Director de Economía; como Director General Auxiliar encargado del Servicio del Programa y el Presupuesto; y ultimamente, como Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos. Hoy, aparezco ante ustedes por primera vez como Director General de la FAO y más que nunca consciente de la magnitud de la labor que tenemos ante nosotros: la de guiar los acontecimientos en un mundo en constante evolución.

En vista del profundo cambio que se ha producido el año pasado, quizás debiera comenzar mi declaración con un breve análisis de la actual situación alimentaria del mundo. Y me satisface hacerlo con una nota de cauto optimismo. Como todos ustedes saben, las cosechas de 1967 fueron buenas en general. La producción alimentaria del mundo en conjunto fue cerca de un 3 por ciento más alta que la del año anterior. Y lo que es aún más importante se registró principalmente en los países en desarrollo donde la mejora no fue inferior al 6 por ciento. Ello compensó mucha parte de las pérdidas ocasionadas en la producción de alimentos por persona por las dos desastrosas cosechas de 1965 y 1966. Nunca, desde 1956, hace más de 10 años, se ha registrado un progreso comparable de un año a otro. Según la limitada información de que hasta ahora se dispone, la producción de alimentos continúa progresando en 1968 a pesar de algunos reveses debidos al mal tiempo.

Pero no debemos dar demasiada importancia al hecho. La producción agrícola es voluble, tan voluble como el tiempo mismo. Parte del notable aumento de 1967 representó, sin duda, una recuperación con respecto a los dos malos años anteriores. No podemos esperar un incremento comparable todos los años.

Hay también motivos para pensar que el tiempo sólo tuvo una parte en lo sucedido; que el considerable rezago que caracterizó a la producción alimentaria durante el último decenio puede estar llegando a su término.

Una razón para la esperanza es que muchos gobiernos están concediendo ahora mayor atención a la agricultura, a sus trabajos de planificación y planes de inversión. Esto vale también para el Banco Mundial y debo expresar mi complacencia ante los planes del Sr. McNamara anunciados la semada pasada, de cuadriplicar los préstamos del Banco para fines agrícolas en el próximo quinquenio, con la continua asistencia de la FAO. Igualmente cada vez se reconoce más que las escaseces de alimentos pueden ser causa de una inflación que anule el progreso en todos los sectores. Algunos gobiernos han sido sin duda impresionados por el hecho de que las reservas de cereales de Norteamérica, aunque registren de nuevo una tendencia alcista, no pueden considerarse ya como un seguro casi automático contra los desastres.

Un segundo factor es el efecto acumulativo de largos años de esfuerzos en pro del desarrollo que, al fin parecen dar frutos. Es el caso del lento establecimiento de los servicios de investigación y extensión. Es el caso también de la inversión a largo plazo en obras de riego, colonización y otras formas de infraestructura agrícola. De igual importancia son las mejoras institucionales, en materia de tenencia de la tierra, cooperativas, crédito agrícola, mercadeo, que dan ahora a los agricultores de los países en desarrollo mayores esperanzas de beneficiarse del aumento de la producción. Los agricultores están, por lo tanto, aceptando más fácilmente el empleo de fertilizantes y otros métodos perfeccionados. Los gobiernos reconocen la importancia de proporcionar un suministro adecuado de los elementos de insumo esenciales. Finalmente, aunque no sea lo menos importante, debo quizá mencionar el elemento más interesante de todos, las variedades de alto rendimiento de trigo y arroz producidas en México y Filipinas, respectivamente. Donde se dispone del agua, los fertilizantes y los plaguicidas suficientes dichas variedades dan varias veces el rendimiento normal. Es un hecho que, por una vez, justifica la tan gastada expresión de “revolución técnica”.

Podría continuar, pero me contento con decir que hoy existe la base para un mejoramiento continuo de la situación alimentaria mundial. Además, el mundo está encontrando hoy la voluntad y la energía necesarias para utilizar más cabalmente los nuevos instrumentos que la ciencia agrícola le proporciona. No ha sido una sola cosa, sino el efecto combinado de una multitud de esfuerzos los que han conducido a esta reavivada esperanza de mejoramiento. Me atrevería a decir también que la FAO y los organismos hermanos han contribuido significativamente a esta nueva fase.

Pero quisiera igualmente subrayar que estas recientes conquistas son aún precarias. No continuarán automáticamente. Si cejamos en nuestros esfuerzos, si los gobiernos se adormecen en la complacencia, el mundo volverá pronto a encontrarse en la antigua situación y el descarnado espectro del hambre y la pobreza penderá de nuevo sobre los países en desarrollo, pues la población de las regiones en desarrollo continúa creciendo a un ritmo sin precedentes, que sólo puede detenerse mediante la adopción de políticas encaminadas a la promoción de la planificación de la familia.

He comenzado, señor Presidente, con lo que quizás debería haber sido la conclusión de mi discurso. Pero me ha parecido importante presentar enseguida al Consejo el panorama mundial que debe servir de fondo a sus deliberaciones. Tal como yo veo las cosas, hemos llegado a una etapa grandemente prometedora, pero que puede muy bien resultar una falsa aurora si no aprovechamos las oportunidades que ahora se nos ofrecen.

Creo que en el análisis de las actividades que a largo plazo se requieren, el Plan Indicativo Mundial para el Desarrollo Agrícola desempeñará una función clave. Debo decir claramente que considero dicho Plan como una de las iniciativas más importantes de mi distinguido predecesor el Dr. Sen. En la formulación de metas realistas para la producción, el consumo y el comercio de productos agrícolas en 1975 y 1985, deberá proporcionarnos la información esencial sobre las necesidades futuras y las posibilidades para alcanzarlas -información que tendremos que revisar regularmente para tener en cuenta el cambio de las circunstancias. Al sugerir las políticas que deberían seguir los gobiernos para el logro de dichos objetivos, proporcionará la pauta para la acción en las distintas esferas mundial, regional y nacional.

Los estudios provisionales sobre el Africa al sur del Sahara, el Cercano Oriente, el Lejano Oriente y América del Sur se han terminado o están a punto de terminar. Se han publicado en forma provisional para que los países seleccionados formulen las observaciones procedentes. Se están preparando documentos más cortos, que resumen sus principales conclusiones, para cada una de las conferencias regionales, ya que los informes regionales completos son demasiado largos y demasiado técnicos para dicho fin y, en cualquier caso, no podrían haberse publicado dentro de los plazos necesarios. El estudio mundial estará terminado a tiempo de presentarlo a la consideración del período de sesiones de 1969 de la Conferencia. Creo que deberíamos continuar nuestra labor en este dominio después de que se hayan terminado las primeras proyecciones mundiales, con objeto de mantener el valor del PIM como una guía actualizada para la formulación de políticas.

La Conferencia, en su último período de sesiones, pidió que se revisasen los progresos y la metodología del PIM. Dispuse que lo hiciera el Profesor Tinbergen, una de las principales autoridades en materia de planificación del desarrollo. Es también Presidente de la Comisión de las Naciones Unidas para la Planificación del Desarrollo, que se encarga de formular las proyecciones y metas de las Naciones Unidas del segundo Decenio para el Desarrollo. Hemos encontrado el estudio del Profesor Tinbergen muy útil y me complazco en decir que respalda plenamente los métodos que utilizamos. Al mismo tiempo, su visita ha resultado ya provechosa al asegurar la compatibilidad de enfoque entre nuestras proyecciones y las que están iniciando ahora las Naciones Unidas. Sólo así podemos estar seguros de que lo que para el sector agrícola estamos haciendo encaja en las proyecciones económicas generales de las Naciones Unidas. Será, por ejemplo, necesario interpolar nuestra escala cronológica de 1975 y 1985 para que se ajuste al período de 1970–1980 del segundo Decenio para el Desarrollo. En mi documento sobre “La estrategia de las labores futuras de la FAO” he explicado con mayor detalle cómo creo que la familia de las Naciones Unidas debería trabajar conjuntamente para establecer la política a largo plazo.

En sus debates, el Consejo examinará también varios problemas más inmediatos relativos a las relaciones entre los organismos especializados. Mencionaría en particular el de la enseñanza y la capacitación agrícolas, que como ustedes saben ha sido desde hace mucho un territorio que se han disputado la Unesco, la OIT y la FAO. A principi s de este año llegué a un acuerdo con los Directores Generales de las otras dos organizaciones sobre nuestras respectivas responsabilidades y la forma en que cooperaríamos en el futuro. El memorando que firmamos ya ha sido aprobado por los organismos rectores de la OIT y la Unesco y lo he vivamente recomendado al Consejo para su sanción. En espera de ésta, ya estamos observando sus cláusulas no sólo en lo que a la letra se refiere sino también a su espíritu. Creo que ello puede abrir el camino para una cooperación constructiva en es inmenso campo de actividades. Tengo la esperanza de llegar a un acuerdo semejante con la ONUDI antes de finales de año.

En el plano interno, nuestra atención se ha concentrado principalmente durante los últimos meses, como es natural, en la reorganización. El Consejo tiene ante sí el informe conjunto del Director General y el Comité Especial de Organización, que contiene el “plan detallado de reorganización” solicitado por la Conferencia. Por mi parte quisiera rendir homenaje a la forma eficaz e inteligente con que el Comité Especial ha llevado a cabo su dificil misión. Creo firmemente que nuestras porpuestas conjuntas, si el Consejo las considera aceptables, permitirán una organización mucho más racional de nuestras tareas.

No quiero entrar en detalles sobre nuestro informe conjunto, que espero presente a su debido tiempo el Presidente del Comité Especial, Sr. Maiden, de Australia. Sin embargo, quizá pueda permitirme una o dos observaciones de carácter general.

Según creo, el elemento más importante de todo el plan es el objetivo de formular una política amplia de asistencia a los distintos Estados Miembros, que empeña a toda la Organización. Todos sabemos que en tiempos pasados, las actividades de las distintas Direcciones, si bien valiosas por sí mismas, no siempre se integraban en un programa equilibrado, adaptado a las necesidades reales de los países beneficiarios. Este problema se abordará dando a la formulación de programas y proyectos una base principalmente geográfica. La función decisiva en esta nueva fase de nuestras actividades la desempeñará el Departamento de Desarrollo, sucesor del Servicio del Programa y el Presupuesto. Será incumbencia suya coordinar todas las actividades de la Organización concernientes a la formulación y evaluación de proyectos, programas de inversión y enlace con los organismos internacionales. Además, el Departamento se encargará de la dirección y asistencia de lo que, según espero, llegará a ser una red mucho más extensa de representantes en los países. En una palabra, veo al Departamento de Desarrollo como la clave de toda la reorganización. De su personal y buen funcionamiento dependerá, en gran parte, la satisfactoria ejecución de las propuestas que tiene ante sí al Consejo. Confío en que pueda llevar el peso de tan grave responsabilidad.

En el capítulo final del informe conjunto encontrarán ustedes una lista de las medidas que, dentro del marco de la resolución de la Conferencia del año pasado, podrían ejecutarse durante el bienio de 1968/69 en “el momento en que el Director General lo estime oportuno”, en la inteligencia de que no rebasarán los límites del presupuesto aprobado para 1968/69. Por razones obvias, hubiéramos preferido esperar los debates del Consejo antes de llevar a la práctica dichas recomendaciones, pero una consideración de mucho peso ha hecho que el Comité Especial y yo conviniéramos en aplicar una serie de propuestas que teníamos la confianza que respaldaría el Consejo. Esa consideración es el importantísimo aspecto de la moral del personal. La reorganización entraña grandes cambios, tanto para las personas como para las dependencias administrativas. En términos humanos, habría sido imposible que el personal trabajara normalmente durante meses y meses con la amenaza de importantes cambios estructurales. El Comité Especial convino conmigo y con mis colegas los altos funcionarios en que si había que hacer cambios, deberían hacerse rápidamente a fin de que el nuevo mecanismo comenzase a funcionar con la mayor suavidad posible sin el lastre de incertidumbres y frustraciones. La mayoría de las medidas provisionales de ejecución se han puesto ya en práctica. Estoy seguro de que el Consejo se dará cuenta de que esto era necesario papa el bien de la Organización.

Hay otra sección del informe conjunto que me gustaría señalar particularmente a la atención del Consejo, y es la relativa a la estructura regional. Se proponen dos alternativas a este respecto. La primera, que yo sugerí al Comité Especial, está encaminada a ahondar la huella de la familia de las Naciones Unidas en la esfera regional. Se propone que el Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica Regional de las Naciones Unidas actúe al mismo tiempo como Representante Regional de la FAO, recibiendo instrucciones del Director General sobre todo lo que se refiere a cuestiones agrícolas. La propuesta ha sido bien recibida por el Secretario General de las Naciones Unidas, despertando también considerable interés y mereciendo una favorable acogida en el período de sesiones que celebró el Consejo Económico y Social en el verano. Personalmente, tengo grandes esperanzas de que podamos ensayar el sistema, por lo menos en una región. La segunda alternativa consiste en mantener la presente estructura regional, pero con algunos aligeramientos y modificaciones encaminados específicamente a dar a las oficinas regionales un papel más efectivo en las actividades de orientación y programación de la Organización.

Las dos opciones siguen en pie con respecto a las regiones de Africa y Asia, y serán los gobiernos interesados quienes decidan -en este Consejo y en las Conferencias Regionales- la fórmula que prefieren. El representante latinoamericano en el Comité Especial, mi distinguido amigo el Embajador Hernán Santa Cruz, declaró que su región prefiere un Representante Regional de la FAO aparte. Yo mismo me he dado cuenta de que la falta de una representación de alto nivel en América Latina ha sido este año un grave obstáculo para nuestras actividades y por ello he dispuesto recientemente el nombramiento de un nuevo Director General Auxiliar encargado de los asuntos latinoamericanos y Representante Regional de la Organización.

Señor Presidente, como previó la pasada Conferencia, las propuestas relativas a la estructura tienen que servir, a reserva de los cambios que pueda decidir el Consejo, de base para preparar mi Programa de Labores y Presupuesto para 1970/71. Pero no pueden considerarse definitivas. Será necesario mantener en estudio constante nuestra estructura orgánica, y modificarla siempre que sea necesario sobre la base de un patrón de trabajo que cambia constantemente. Sólo así podremos mantener toda nuestra eficacia.

Además, creo que las propuestas relativas a la estructura deben considerarse sólo como una primera fase de la reorganización de la FAO. La estructura es, naturalmente, importante en sí misma. Pero igualmente importante es, a mi parecer, la forma en que llevamos realmente a cabo nuestro trabajo dentro del marco que se nos ha fijado. Es indispensable un nivel satisfactorio de eficiencia administrativa en el uso de los recursos de personal para lograr nuestro pleno potencial como Organización.

Como una de las medidas provisionales de ejecución mencionadas en el informe conjunto, he creado una Dirección de Servicios de Gestión cuyo objetivo será el de mejorar sistemáticamente la eficiencia de la Organización. Estudiará progresivamente en detalle todos sus sectores y los métodos de trabajo empleados. Sin embargo, es mucho lo que hay que hacer en muy poco tiempo y los actuales recursos de la Dirección son demasiado pequeños para que pueda lograr resultados significativos con la rapidez que yo quisiera. Por lo tanto, estoy tratanto, después de haber consultado y obtenido el dictamen favorable del Comité de Finanzas, de conseguir los servicios de una empresa consultora, de fama internacional, que trabaje en estrecho contacto con la Dirección de Servicios de Gestión. Esto nos permitirá introducir las últimas técnicas en el menor tiempo posible y provocará una valiosa renovación de ideas.

Lo considero, pues, como la segunda fase de nuestra reorganización. Además, preveo una tercera fase, consistente en el examen metódico de las actividades tradicionales encuadradas en nuestro Programa Ordinario. Todos sabemos que, frecuentemente, puede resultar difícil detener una actividad, por ejemplo, una serie regular de reuniones, una vez que se ha iniciado. Es necesario un examen atento de todas estas actividades corrientes a la luz de las circunstancias de la agricultura de hoy, que cambian rápidamente. Espero sinceramente que, cuando llegue el momento, pueda contar con la cooperación y el asentimiento de los Estados Miembros para suspender las actividades que hayan perdido valor.

Antes de abandonar el tema de la organización quisiera también decir algo de mis recomendaciones sobre el futuro de la Campaña Mundial contra el Hambre. En la nota que tiene ante sí el Consejo he tratado de hacer un análisis objetivo de los éxitos y las debilidades de la Campaña tal como hasta ahora ha funcionado y he llegado a la conclusión de que la Campaña constituye un apoyo esencial para la labor de la FAO y he recomendado, por lo tanto, que continúe durante el período del Segundo Decenio para el Desarrollo, a reserva de un examen en 1975. Al mismo tiempo he indicado las principales direcciones en que se debe mover. Quisiera especialmente llamar la atención del Consejo sobre el valor de la Campaña para interesar a la juventud en las actividades relacionadas con los objetivos de la FAO. Estoy convencido de que la joven generación, inquieta y rebelde, puede encontrar en la causa del desarrollo una salida constructiva para algunas de las frustraciones creadas por la sociedad en que vive. Esto es algo de gran importancia para todos nosotros y creo que, en colaboración con otros organismos, la FAO debe continuar y fortalecer el trabajo exploratorio que ya ha realizado.

El Consejo considerará también los preparativos para el Segundo Congreso Mundial de la Alimentación. En mi nota sobre el asunto he propuesto que el Congreso se aplace hasta junio de 1970, en parte porque creo que necesitaremos más tiempo, incluyendo el que la Conferencia de la FAO necesita para discutir las propuestas del PIM, y, en parte, porque creo que sería realmente muy importante celebrar dicho Congreso en el año en que se conmemore el 25o aniversario de la fundación de la FAO. Si esa fecha es aceptable para el Consejo, el Gobierno de los Países Bajos estaría generosamente pronto para actuar como invitante.

Y paso ahora a nuestro verdadero programa de trabajo para los próximos años, cosa que considero la más importante que tiene ante sí el Consejo. La FAO se creó en Hot Springs y Quebec para combatir el hambre y la miseria. En última instancia será juzgada por el éxito que tenga en la mejora de la situación agrícola y alimentaria del mundo. Los reajustes orgánicos, aunque importantes, no son más que un medio para ese fin.

En nuestro programa de actividades creo que nos deberíamos guiar por los dos principios gemelos del trabajo en equipo y la concentración. Estoy convencido de que lograremos los mayores resultados posibles si enfocamos los esfuerzos de toda la Organización en unos pocos sectores fundamentales. En mi nota sobre “La estrategia para las futuras labores de la FAO” he sugerido cinco esferas donde converjan especialmente nuestros esfuerzos. Dichas esferas rebasan las fronteras de las direcciones de la FAO, y es mi intención que en cada una de ellas todas las divisiones interesadas trabajen juntas como un equipo integrado.

He tratado de las cinco esferas clave con bastante amplitud en mi nota y no necesito ahora más que enumerarlas de modo sucinto. Son las siguientes:

  1. La producción y cultivo más amplio de variedades de alto rendimiento de los alimentos básicos que ya están surtiendo efectos importantes en la productividad de muchos países en desarrollo. Esto incluye, necesariamente, muchos problemas subsidiarios relativos al aumento del riego, de la producción de fertilizantes, de la capacidad de almacenamiento, al mejoramiento del mercadeo, etc., sin lo cual sería imposible ampliar su empleo.

  2. La lucha contra el despilfarro. Es bien sabido que, en la actualidad, gran parte de los alimentos que se cosechan en el mundo se pierden por las depredaciones que causan los roedores y los insectos, la humedad y una serie de factores semejantes. Ciertamente, las pérdidas suman muchos miles de millones de dólares cada año. Hay también muchas formas indirectas de despilfarro entre las cuales cabe citar, como ejemplos notables, las pérdidas de tierra fértil por causa de la erosión o la salinidad.

  3. El ataque general contra la falta de proteínas. El desequilibrio proteínico es, sin duda, la carencia nutricional más grave de los países en desarrollo y de la gente más pobre en todos los países, especialmente de los niños y las madres. Ha llegado el momento de estimular en escala mundial la producción de proteínas animales y vegetales de bajo costo, y de formas no convencionales de proteínas cuando sea económico. Su consumo deberá promoverse con medidas tales como la reducción del costo, la educación de las masas y la mejora de su sabor.

  4. Movilización de recursos humanos para el desarrollo rural. Se trata de los principales recursos de muchos de los países en desarrollo y hay oportunidades para su utilización más eficaz en las zonas rurales, tanto dentro de la agricultura como en otras ocupaciones. Sólo así podremos hacer frente al alarmante éxodo de las poblaciones rurales a las ciudades, donde van sencillamente a engrosar el número de desocupados. Para la FAO, esto implica la intensificación de esfuerzos en materia de capacitación agrícola en todos los niveles, de reforma agraria, de cooperativas y crédito y de cualesquiera otro tipo de mejoras institucionales. En esta esfera habría que trabajar mucho junto con otros organismos.

  5. Fomentar la adquisición y ahorro de divisas en los países en desarrollo. Por lo que a esta esfera concierne, las necesidades de las regiones en desarrollo han sido ampliamente divulgadas, pero sus oportunidades son menos conocidas. Y sin embargo existen oportunidades para aumentar el volumen de las exportaciones de una serie de productos, y hay también muchas oportunidades de ahorro cuando los productos importados pueden cultivarse económicamente en los propios países en desarrollo. Nuestros esfuerzos en esta esfera se armonizarían estrechamente con los de la UNCTAD y el GATT.

Advertirán ustedes que las cinco esferas prioritarias que he descrito están muy entrelazadas. Por ejemplo, una mejor utilización de la mano de obra rural tiene relación con el aumento de la producción de cereales de alto rendimiento y de alimentos proteínicos. Un suministro más abundante de dichos alimentos y la reducción del despilfarro pueden contribuir grandemente al ahorro de divisas y, muchas veces también, al aumento de las exportaciones. Estas cinco esferas, juntas, cubren gran parte del sector agrícola. Sin embargo, como ya he explicado en mi nota, no deben considerarse como una receta universal para el progreso agrícola. Tenemos que recordar que las prioridades, en el ámbito nacional, son los mismos gobiernos quienes las fijan. Si se necesita nuestra asistencia fuera de las cinco esferas de concentración haremos, claro está, todo lo posible para prestarla. Espero conocer las opiniones del Consejo y confío en que las ideas aquí expuestas puedan contar con un respaldo general.

Un tema importante del programa del Consejo es la organización de los futuros períodos de sesiones de la Conferencia, materia que se trata en el informe conjunto de los Comités del Programa y de Finanzas y en el informe del 15o período de sesiones del Comité del Programa. Entre las distintas recomendaciones, quisiera llamar de modo particular la atención sobre la relativa a la organización de los comités técnicos, cuestión objeto de estudio desde hace mucho tiempo. Se propone que se reduzca a dos el número de los comités técnicos, los cuales se reunirían inmediatamente antes de la Conferencia, uno para analizar nuestros programas de campo y el otro, las cinco esferas especiales de concentración que acabo de describir. Estoy completamente de acuerdo con esa propuesta.

Una de las cuestiones más importantes de cualquier conferencia es, naturalmente, la cuantía del presupuesto para el bienio sucesivo. De acuerdo con una decisión tomada por la Conferencia en su último período de sesiones, yo debería proporcionar al Consejo en su actual reunión una “indicación preliminar y aproximada” de la cuantía que propondré para 1970/71. Desgraciadamente, existen todavía demasiados factores desconocidos para poder hacer una estimación definitiva, o tomar una decisión, en el momento actual. Por ejemplo, la revisión o prolongación de los acuerdos con el PNUD sobre el financiamiento del costo de los representantes en los países puede tener repercusiones importantes en el presupuesto del programa ordinario. Sin embargo, como indicación general o aproximada, pienso en un presupuesto que permita una expansión del 12% durante el bienio -o sea 6% al año- en el programa sustantivo, excluidos los aumentos obligatorios. Un incremento de este orden es, a mi entender, el mínimo que puede pedirse si se tiene en cuenta, por una parte, la necesidad de intensificar la acción multilateral en un momento que puede ser decisivo en la historia agrícola de las regiones en desarrollo y, por otra parte, la innegable prosperidad creciente de las naciones donates, por muy grandes que sean sus problemas internos. Hemos adquirido impulso en nuestra lucha contra el subdesarrollo agrícola: debemos mantenerlo.

Con respecto a los aumentos obligatorios o no sustantivos, incluso los costos del espacio adicional para oficinas y de los servicios adicionales lingüisticos que la Conferencia pueda requerir, es también difícil hacer ahora un cálculo definitivo. Creo, sin embargo, que dichos aumentos pueden ser del 10% o del 11% del actual presupuesto para 1968/69.

Para concluir, señor Presidente, trataré algunas cuestiones personales. Desde que fuí nombrado Director General he recibido muchas invitaciones para visitar los Estados Miembros. Me hubiera gustado poder aceptarlas todas, porque considero que es importante el familiarizarse con los problemas y el pensamiento de nuestros Estados Miembros. De igual modo, me hubiera gustado asistir personalmente a todas nuestras conferencias regionales. Sin embargo, he juzgado necesario, durante mi primer año en el cargo, dedicarme principalmente a los problemas que me encomendó la última Conferencia, especialmente la reorganización de la FAO y, asimismo, la preparación del próximo Programa de Labores y Presupuesto. Por ello, sólo he podido visitar hasta ahora unos cuantos Estados Miembros, y he tenido que limitar mi asistencia sólo a tres de las cinco conferencias regionales.

Siempre que es posible, trato de combinar las visitas a los países con la asistencia a reuniones importantes de otras organizaciones, por ejemplo, de la UNCTAD, el Consejo Económico y Social o el Comité Administrativo de Coordinación. Por lo que se refiere a las actividades no gubernamentales, he hablado, en Túnez, ante la Conferencia de la Federación Internacional de Productores Agrícolas, influyente organización de agricultores. Estos contactos con otras organizaciones me parecen parte esencial de nuestra labor. Por lo tanto, tengo el propósito de continuar siempre que se ofrezca la ocasión esas visitas de doble finalidad.

Señor Presidente, la FAO tiene ahora más de dos decenios de experiencia en los problemas del hambre y la malnutrición. Respondiendo al creciente reconocimiento de la gravedad e importancia de su misión, ha ido creciendo, desde sus modestos principios, hasta convertirse en el organismo mundial de desarrollo que es hoy. Incluso ahora, la naturaleza del problema cambia constantemente. Tenemos que adaptar nuestras actitudes, nuestros métodos, nuestras prioridades, para hacer frente a nuevas circunstancias, a nuevas incitaciones a la acción. He tratado también de indicar cómo, según veo las cosas, debería desarrollarse la Organización en el inmediato futuro. Me toca ahora escuchar las observaciones y conclusiones del Consejo.


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