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APENDICE D
DISCURSO DE APERTURA DEL DIRECTOR GENERAL

Señor Presidente, distinguidos Delegados, Señoras y Señores,

Es para mí un honor presentarles hoy los primeros resultados del examen que la Conferencia me pidió que realizara cuando aprobó la Resolución 16/75.

En esta exposición no repetiré los argumentos y las propuestas que figuran en el documento. Me limitaré, más bien, a examinar los conceptos que les sirven de base.

Para comenzar deseo decir dos cosas.

En la Resolución, y más especialmente en las deliberaciones de la Conferencia, que la Resolución me pedía que tuviera en cuenta, se me dio plena autorización para proponer cambios fundamentales.

En segundo lugar, los conceptos en que se basan mis propuestas no son estáticos sino dinámicos. Esta Organización necesita ahora una radical transformación, pero no debe recaer en una actitud conservadora y en una aridez académica, y no se permitirá que así suceda.

La FAO debe no solamente hacer frente al desafío del tiempo sino que debe cambiar también con el tiempo. Debe ser dueña de su propia evolución y no estar pasivamente al servicio de las fuerzas que la circundan.

Pero ¿en qué consiste el desafío del tiempo? Quisiera poder decir que el Consejo Mundial de la Alimentación ha dilucidado y aclarado este concepto hasta tal punto que un mes después de terminar sus trabajos nadie pudiera añadir nada más a este respecto, pero no es así, y me temo que nunca lo será.

El Consejo de la FAO debe tener presentes y aceptar las obligaciones que sus fundadores previeron para esta Organización en lo que respecta a la situación mundial de la alimentación y la agricultura.

Por ser éste un período extraordinario de sesiones del Consejo, convocado con un propósito limitado pero fundamental, no trataré ahora de hacer una exposición, desgraciadamente demasiado familiar, de datos desalentadores sobre tonelajes, calorías, nutrientes y precios. Bastará con decir que el drama, en realidad la tragedia, de la lucha por contener la plaga del hambre entre millones de pobres sigue siendo nuestra lucha, y desgraciadamente seguirá siéndolo por muchos años.

El problema del hambre y la malnutrición no se resolverá por completo en 10 años. La retórica puede llenar una conferencia, pero no llena el estómago de la gente.

Por otra parte, es conveniente tener presente el contexto socioeconómico global en que nos reunimos. Algunos gobiernos no considerarán oportuno enmarcar sus actitudes y su acción dentro de un Nuevo Orden Económico Internacional, pero es un hecho que aun estos gobiernos deben reconocer y reconocen que el viejo orden está condenado, está cambiando y su lugar será ocupado por otro orden nuevo.

Una fuerza irresistible nos lleva a crear una nueva estructura de las relaciones económicas, basada en la equidad y la comprensión y ya no en el caos de la selva económica.

Cualesquiera que sean las vueltas y revueltas que se produzcan en el desarrollo de la lucha ideológica y económica, que hoy es patente en muchos lugares del mundo, estoy convencido de que esta lucha debe dar, y dará, resultados positivos. Ni el Consejo ni yo nos sentiremos satisfechos con que este organismo se limite a ser un simple espectador.

Existimos desde hace tiempo, y tenemos que cumplir una misión basada en nuestra constitución, que reflejó el anhelo de una humanidad que salía del holocausto de la Segunda Guerra Mundial. Contamos con instrumentos orgánicos que ofrecen grandes posibilidades, y con una fuerza real, basada en toda una generación de sólidos conocimientos técnicos y de experiencia práctica.

En esta coyuntura crítica, debemos usar, de manera plena y adecuada, los instrumentos de que dispone la FAO. Conforme sea necesario, y para estar a la altura de nuestra misión, deberemos tomar nuevos rumbos, abrir nuevos caminos, dar nuevas dimensiones al carácter y a la labor de la FAO y a sus relaciones con otras organizaciones y organismos.

Esta es mi ambición y esta es mi meta, y si ustedes las comparten y me apoyan, no escatimaré esfuerzo alguno por alcanzarlas.

Sin embargo, es sorprendente que en otras partes se haya hablado tanto -e incluso apasionadamente- de fuerzas “centrífugas” y de una “fragmentación” del sistema de las Naciones Unidas.

Por supuesto, nada puedo decir con respecto a otras organizaciones o iniciativas que el uso de tal terminología pueda abarcar, pero sí puedo decir que cuando se les aplica a la FAO, tales expresiones pueden representar ciertos intereses y preocupaciones que, a mi juicio, prácticamente no se justifican, o que por lo menos se les exagera enormemente.

¿Cómo es posible considerar centrífugas mis modestas propuestas para llevar adelante un Programa de Cooperación Técnica, que tiene su origen en la carta original de la FAO y que refleja la necesidad, hoy desesperada, de atender las demandas de los Gobiernos Miembros para que la acción corresponda mejor a sus necesidades y tenga una repercusión sobre ellas?.

Examinemos algunos hechos. Hasta ahora la FAO ha sido, junto con la OACI y la OCMI, una organización de un grupo aislado de tres organismos especializados que no proporcionan asistencia técnica de conformidad con el Programa Ordinario. Es verdad que organismos tales como la UIT, la OMM y la UPU proporcionan sólo una asistencia muy limitada. Ahora bien, ¿hasta qué punto se comprende que estas organizaciones y todas las demás proporcionaron en 1975 más de 70 millones de dólares para asistencia técnica en virtud de sus programas ordinarios, en cuya cantidad correspondió a las Naciones Unidas la cifra de 7,7 millones de dólares y a la OMS 53 millones de dólares? Se trata de cifras anuales.

En estas circunstancias, ¿cómo puede sugerirse que el Programa de Cooperación Técnica de la FAO creará una nueva y terrible fuerza centrífuga, que amenace al sistema de las Naciones Unidas, o por lo menos a una parte del mismo?

¿Pero es que tiene realmente que ser así, que la FAO sólo puede desarrollar actividades de asistencia técnica cuando los donantes de fondos voluntarios desean que lo haga? ¿Es que acaso la FAO no puede desarrollar actividades de asistencia técnica en cooperación con sus Países Miembros cuando desee hacerlo, simplemente porque hay una cierta magia en lo que respecta a la fuente de sus fondos? ¿Es posible que la FAO esté capacitada para ejecutar proyectos de asistencia técnica para el PNUD y para los donantes de fondos en fideicomiso por una suma que en 1975 llegó a representar el 250 por ciento de su Programa Ordinario para dicho año, y que en cambio no lo esté para gastar el 11 por ciento de su Programa Ordinario en cooperación directa con sus Gobiernos Miembros? Sin duda alguna, todo esto es paradójico.

No puedo creer que el Consejo desee pasar por alto los derechos que tiene la FAO en virtud de una carta fundamental establecida hace ya 31 años, que quiere mantenerla en una posición solamente accesoria o quizás secundaria, ni negarle la nueva dimensión que necesita desesperadamente. Tampoco puedo creer que en vez de un Programa de Cooperación Técnica de los gobiernos optarían por los aumentos propuestos en el número de puestos, reuniones y publicaciones en Roma.

También en lo que respecta a la “fragmentación” me siento sumamente sorprendido por la exuberancia de la terminología. Al parecer, algunos piensan que el sistema de las Naciones Unidas será fragmentado -¡nada menos!- si después de muchos años de presión ejercida por muchos de sus Gobiernos Miembros, la FAO convierte sus actuales puestos de Asesor Agrícola Principal/Representante en el País, por los que paga una tercera parte de los costos, en puestos de Representantes en el País cuyo costo tendrá que asumir por entero.

¿Es tan frágil el sistema, tan indefensos los países, que este cambio -que, de paso, proporcionará compañía a los 84 representantes, plenamente independientes, que la OMS mantiene en los países, y a algunas docenas más de representantes de otros organismos- puede tener efectos tan profundos?

Por supuesto, sería muy grave si lo que propusiéramos es liberarnos del control normal y reconocido del Representante Residente del PNUD, y de su Sede en Nueva York, en el caso de los proyectos financiados por el PNUD. Pero no se trata de eso. El control general, en el cual, sin embargo, deberá tenerse en cuenta la competencia profesional de los organismos especializados, seguirá como hasta ahora.

Seguiría siendo grave, aunque en menor grado, si la FAO tratara de poner en tela de juicio la posición del Representante Residente del PNUD como un “primus inter pares” entre los representantes de las organizaciones de las Naciones Unidas en un determinado país. Pero no ponemos en tela de juicio esta situación ni tampoco la función de coordinación general que la acompaña.

El Representante en el País de la FAO se ajustará perfectamente a la estructura de coordinación que existe en lo que respecta a las actividades de la OMS, Unesco, ONUDI, UNICEF, OIT y otros organismos que mantienen representantes en los países. No haremos menos que ellos. En realidad, sigue siendo tan grande la parte de nuestro programa financiada por el PNUD, tan íntimas nuestras relaciones, que espero que haremos más que la mayoría en lo que se refiere a informar, a coordinar nuestras actividades y, no debemos olvidarlo, a asesorar y orientar al Representante Residente.

A este respecto, debe recordarse que en 1975 la FAO tuvo a su cargo actividades con fondos en fideicomiso por una cantidad casi igual a los proyectos que ejecutó en representación del PNUD, es decir, aproximadamente 100 millones de dólares en cada caso. Sin embargo, nadie ha sugerido jamás que por esta razón estábamos procediendo a “centrifugar” o a “fragmentar”, o que existían problemas de coordinación. En realidad no se planteaba ningún problema de este tipo.

El hecho es que la coordinación empieza y termina en el Gobierno de cada país. Es éste el punto decisivo que al parecer hemos olvidado.

Aparte de ello, en la FAO, a diferencia de muchas otras organizaciones, contamos con todo un Departamento -el Departamento de Desarrollo- y dentro de él con una Dirección de Programas de Campo, cuya tarea es asegurar una coherencia y coordinación de los programas que abarca todos los fondos tanto en relación con cada país como sobre base regional. Este Departamento trabaja en forma muy estrecha con los gobiernos donantes y beneficiarios y con los representantes de campo, así como con el PNUD, la Sede, los bancos y la industria privada.

Por consiguiente, la coordinación no es tarea que incumbe únicamente al Representante Residente al nivel del país. Por supuesto, es muy importante, pero ¿qué eficacia podría tener sin el asesoramiento del Representante de la FAO en el País, que tiene detrás detrás de sí toda la Organización? El Representante Residente podrá seguir contando con este asesoramiento.

Pero, Sr. Presidente, permítame hablar con franqueza y sin ambages. No aceptaremos la interpretación de que la coordinación significa la sumisión al control del Representante Residente, o de la Sede del PNUD en Nueva York, en lo que fundamentalmente, y en última instancia, son mis obligaciones frente a los Países Miembros de la FAO. Sobre todo, en lo que se refiere a la administración y control del Programa de Cooperación Técnica, seré responsable ante los Gobiernos Miembros de la FAO. Según sea necesario y conveniente, se informará y consultará al Representante Residente, pero éste no estará en condiciones de controlar el programa, de transformarlo en una empresa del PNUD, con todos los larguísimos procedimientos que esto implica.

Esta posición, Sr. Presidente, no constituye una ruptura del llamado Consenso. En el Consenso se establece claramente que las actividades no financiadas por el PNUD podrán ser coordinadas por el Representante Residente sólo en la medida en que los organismos consideren que debe hacerlo. Probablemente lo mismo se aplicará en el caso del FIDA. ¿O es que acaso los países donantes, tal como lo ha solicitado el PNUD, insistirán en que las actividades del FIDA en los países sean monopolio del Representante Residente?

Sin entrar a discutir los acontecimientos que en la práctica han destruido el sistema algo rígido de programas por países tal como se previó en el Consenso, puedo señalar que estos programas no pueden ser destruidos y ni siquiera levemente perjudicados por una ayuda ocasional no programada, de menos de un año de duración y con un monto inferior a 250 000 dólares, que es la que solicitan los gobiernos que son responsables de sus programas por países.

En realidad, y tal como lo he indicado en mis propuestas, en la medida de lo posible, el Programa de Cooperación Técnica se utilizará como una adición pequeña pero importante a los programas por países.

Las solicitudes provendrán de los gobiernos y no de la FAO. Necesariamente tendrán que ser no programados, es decir, llenarán un vacío en los programas por países.

Se dará preferencia a las propuestas destinadas a aumentar la utilidad de otros recursos proporcionados ya tanto interna como externamente, y siempre que sea posible tendrá un efecto multiplicador al atraer a los programas por países nuevos recursos procedentes de instituciones financieras, fondos multilaterales y fuentes bilaterales.

Cuando lo soliciten los gobiernos, la asignación para estudios de inversión podrá, en efecto, incluir disposiciones relativas a instrumentos para una mejor programación por países, en forma de análisis sectoriales o de estudios orientados a la acción.

Por consiguiente, no hay razón alguna para temer que mis propuestas obstaculizarán la programación por países. Por el contrario, podrán reforzarla.

Si un País Miembro no desea tener un Representante de la FAO en el País o desea que trabaje en determinada forma y por conductos especiales, sus deseos deben ser respetados. No puedo y no trataré jamás de obligar a un país a aceptar a un Representante, una misión de inversiones, un estudio de análisis sectoriales o un proyecto organizado con arreglo al Programa de Cooperación Técnica.

Sin embargo, si un país solicita estos servicios de la FAO, ¿es posible acaso que toda decisión sobre estas solicitudes dependa solamente del Representante Residente, Representante que puede ignorar todos los problemas técnicos que una solicitud entrañe?

Quisiera también mencionar otro aspecto del llamado Consenso que parecer haber sido olvidado en los últimos meses. En el Consenso se preveía claramente una asociación entre el PNUD y los organismos especializados, para utilizar al máximo la competencia técnica y la capacidad operativa de estos últimos.

¿Cómo es posible, entonces, que sin consultar a los organismos, sin recurrir a ellos, e incluso a pesar de sus protestas, el PNUD haya decidido -e indudablemente piensa seguir haciéndolo- ejecutar directamente proyectos sectoriales?

Todo esto no es nuevo. El problema comenzó en 1969. El Consenso fue establecido en 1971, fecha en que la ejecución directa por el PNUD llegaba a menos de un millón de dólares. ¡Hoy sobrepasa la cifra de 28 millones de dólares! Y esta actividad incluye un importante número de proyectos agrícolas.

No menciono este hecho por simple voluntad de lograr una cosa por otra. Pero si se quiere imponer a la FAO una controversia innecesaria, recuérdese que el Consenso y la asociación son conceptos obligatorios para ambas partes.

Sr. Presidente, he dedicado algún tiempo a estas cuestiones porque antes de este período extraordinario de sesiones del Consejo, en reuniones realizadas en otras partes se ha tratado de anticipar los debates de este Consejo -e incluso influir en ellos- con argumentos cuya lógica y, por cierto, su exactitud son sumamente discutibles. Es importante que el Consejo pueda ejercer la responsabilidad soberana que le delegó la Conferencia, y que lo haga con pleno conocimiento y comprensión de la verdadera situación.

Pero, además, quiero recalcar que no he buscado ni busco una confrontación con quienes sinceramente se preocupan por conservar una asociación verdadera e igual en interés de los Países Miembros, en especial porque creo que el decidir es un derecho soberano de los países.

Puedo asegurarles que si aprueban mis propuestas, tengo la firme intención de establecer una relación constructiva y armoniosa con los Gobiernos Miembros al nivel de cada país. Nos será muy grato lograr una verdadera asociación con todos.

No encubriremos ni nuestras intenciones ni nuestras acciones, ni trataremos de rivalizar y superar a otros. Tendremos siempre presentes los intereses fundamentales del país y no los de una u otra Organización.

Siempre que cuente con el apoyo del Consejo, mi intención es consultar en todo momento con el Administrador del PNUD y, según si es necesario, con los jefes de los organismos especializados que tienen ya sus propias oficinas de países y de zonas en lo que se refiera a todos los problemas y cuestiones pertinentes, incluidos los arreglos transitorios que sean necesarios.

Deseo ocuparme ahora de otras cuestiones más esenciales; el problema de las relaciones de la FAO con otros órganos lo reservaré para deliberaciones concretas sobre la materia. Asimismo, no repetiré todos los puntos incluidos en las observaciones, sumamente constructivas y útiles que figuran en los informes de los Comités del Programa y de Finanzas.

En lo que se refiere al traspaso propuesto para el Programa de Cooperación Técnica, acepto la recomendación del Comité de Finanzas de que sea por un período de un bienio solamente. Sin embargo, ello debe aplicarse tanto a los fondos comprometidos como a los no comprometidos. De lo contrario me veré sometido a una considerable presión para gastar los fondos lo más rápidamente posible dentro del actual bienio, con lo que no podría considerar la última propuesta con el mismo cuidado y objetividad que la primera.

La modificación requerida del Reglamento Financiero consistiría en prorrogar la vigencia de una disposición. Ello no entraña ningún problema constitucional de importancia, ni tampoco un problema presupuestario, ya que cada cifra del presupuesto deberá considerarse según sus ventajas e inconvenientes, teniendo presente el estado del Programa de Cooperación Técnica en el momento.

No voy a referirme ahora a la ejecución del Programa de Cooperación Técnica. Esperaré a recibir sus comentarios y observaciones, y pasaré a responderlos. En general, quisiera insistir en lo importante que es para mí el que la FAO esté en condiciones de actuar directa y eficazmente en los cuatro sectores principales descritos en el documento. Esto es fundamental para su adecuación a los problemas reales e inmediatos de los países, y su impacto en tales problemas.

Espero también que me mantendrán la confianza que demostraron al elegirme para este cargo, y me permitirán actuar con la flexibilidad necesaria para poner en ejecución el Programa de Cooperación Técnica y, a la luz de la experiencia adquirida, ampliarlo. Me doy cuenta de que algunos podrían estar muy interesados en los pormenores secundarios como son las definiciones, los criterios y los procedimientos. Sin embargo, debo pedirles firmemente que eviten esa tentación en esta fase crucial de la adopción de decisiones sobre un nuevo planteamiento.

No creo que haga falta recordar la prioridad que quiero atribuir a la inversión. Estimo que su importancia es plenamente reconocida, y hace tiempo que se ha reflejado en los acuerdos de cooperación de la FAO con el Banco Mundial, los Bancos Regionales, los bancos particulares y otras fuentes de inversión.

Se está perfilando la creación y entrada en funcionamiento del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola. Esto introducirá un nuevo factor de gran importancia en los esfuerzos por aumentar las inversiones en la producción agrícola y alimentaria.

Es esencial que la FAO esté en condiciones, no sólo de responder a los mayores requerimientos de la FIDA y de otras instituciones financieras, sino también de ayudar a los gobiernos a obtener recursos de esas instituciones.

Nosotros quermos que nuestras funciones rebasen el ámbito en que se han movido en los últimos años, pero no repetiremos actividades ya realizadas, ni trataremos de hacer más de lo que se nos pide.

Por el momento, me propongo llevar adelante con la mayor rapidez posible las actividades relativas a este sector prioritario, aprovechando la experiencia y los conocimientos que hemos acumulado y también los recursos de los Departamentos Técnicos hasta ahora inéditos o mal aprovechados. En el momento oportuno tal vez tenga que proponer nuevas medidas y cambios, según la experiencia adquirida.

En cuanto a la descentralización, espero que la confusión creada en algunos sectores en los referente al Consenso no obscurezca el problema.

Quiero insistir en que hay que considerar con mucho más detenimiento las funciones y el papel de las Oficinas Regionales en el futuro, teniendo en cuenta la campaña que se está llevando a cabo en los medios relacionados con las Naciones Unidas para descentralizar las funciones y la autoridad de Nueva York, transfiriéndolas a las Comisiones Económicas Regionales y subordinando al propio tiempo los organismos especiales a algún nuevo instrumento o burocracia central.

Por otra parte, yo preveo que un aumento de las facultades y funciones de las Comisiones Económicas Regionales exigirá una respuesta adecuada por parte de la FAO. Esto se aplica en particular a los aspectos auténticamente regionales de las actividades de las Oficinas Regionales y sobre todo a las divisiones mixtas que nosotros, a diferencia de otros, ya tenemos. Es aquí tal vez, en el contexto verdaderamente regional de las políticas y las actividades regionales integradas, donde las Oficinas Regionales de la FAO podrán desempeñar una función satisfactoria y eficaz.

Sin embargo, por el momento no voy a adoptar ninguna decisión definitiva, como la que supondría el considerable aumento, propuesto para este bienio, del número de nuevos puestos técnicos en las Oficinas Regionales. Esta pausa será saludable, y permitirá fundamentar las decisiones en un criterio más razonado.

Esta reducción del número de puestos nuevos se efectuará como es natural, de modo aún más manifiesto en la Sede. He indicado claramente, y lo repito, que lejos de establecer una burocracia centralizada en Roma, lo que procuraré por todos los medios es detener e invertir la tendencia al crecimiento de la Sede, para acomodar cada vez más personal en Roma. La aplicación de esas propuestas, cuyo inicio se vio limitado por los compromisos derivados de decisiones y actividades que ya eran efectivas en 1975, seguirá adelante.

Lo propio cabe decir de la lucha contra la pesadilla que supone el constante aumento del número de publicaciones y reuniones. Sin embargo, para el éxito de estos esfuerzos es indispensable su plena y constante colaboración. Ya ha habido presiones para volver a celebrar determinadas reuniones y editar algunas publicaciones. Muchos grupos técnicos, u otros grupos de intereses, consideran que su caso justifica la excepción y protestarán en consecuencia.

Como es natural yo no soy infalible, pero sin su plena confianza y apoyo para adoptar estas decisiones, nunca habrá reducciones.

Deseo referirme ahora al Examen de los Programas de los diversos Departamentos y Direcciones. Podría hacer comentarios sobre muchos aspectos del Examen. No obstante, me limitaré por el momento a uno o dos problemas que han suscitado algunos equívocos.

En un caso, se ha llegado a afirmar falsamente que yo ataco todos las actividades de carácter teórico y a largo plazo, revocando así una de las funciones fundamentales de la FAO. Esta falsedad puede servir a los fines de todos aquellos que estén decididos a impedir que la FAO demuestre su capacidad de influir de manera práctica e inmediata en los problemas agrícolas y alimentarios de los Países Miembros. Pero es una falsedad.

Es muy cierto que no voy a permitir que la Organización se vaya convirtiendo en una torre de marfil donde los econometristas y los teóricos elaboren estudios cada vez más crípticos, o los llamados anteproyectos.

Dada la falta de datos fidedignos y las incertidumbres metodológicas y de otro tipo, esos estudios no serán más pertinentes o precisos con la aportación de nuevos recursos.

En realidad, para cuando se ha concluido su preparación y examen, esos estudios -que según sus autores no se terminan nunca- suelen estar ya anticuados. La preparación de la receta lleva tanto tiempo, que para cuando está lista el paciente sufre ya de otra enfermedad.

Sin embargo, ello no es decir que todas las actividades globales, prospectivas y a largo plazo sean siempre inútiles. Por el contrario, las actividades en sectores tales como la tripanosomiasis o los recursos genéticos, y la investigación en muchos terrenos, requieren obviamente un esfuerzo a largo plazo. Y los estudios, si se preparan con la suficiente brevedad, claridad y pertinencia, y en el momento oportuno, pueden constituir la base y la motivación de las acciones prácticas, a veces extraordinarias, que deben seguirles.

Así pues, el documento reconoce explícitamente la función de los análisis y estudios normativos, pero recalca la necesidad de un mayor equilibrio, sobre todo en lo que respecta a la asignación de recursos para la preparación de estudios excesivamente elaborados, teóricos y difusos. Me reafirma en esta conclusión el hecho de que el Comité del Programa, el Consejo y la Conferencia han indicado ya, incluso antes de que el Programa de Labores y Presupuesto de 1976–77 propusiera nuevos aumentos, la existencia de un desequilibrio en detrimento de las Direcciones Agrícolas.

No teman ustedes que vaya a anular, o a ceder a otros organismos, el papel rector que corresponde a la FAO en lo relativo a los análisis de las políticas internacionales y la armonización en materia de agricultura y alimentación. Mi propósito es hacerlo más concreto que difuso, y sujetarlo al control de los Organos Rectores de la FAO, en vez de a los dictados de fuerzas exteriores.

Los recursos necesarios para este fin se proporcionarán cuando y como sea menester. Según las propuestas revisadas, el presupuesto para la Dirección de Análisis de Políticas es de 4,5 millones de dólares. Esta es una cifra más alta que las correspondientes a la mayoría de las direcciones del Departamento de Agricultura. Las actividades relativas al EPDAM, el EPP y el Reajuste Agrícola seguirán adelante, con un costo de más de 1,2 millones de dólares, pero esperamos que de manera más económica y eficaz que la propuesta anteriormente. Sobre todo, la importancia del comercio se reconoce plenamente con la asignación de siete millones y medio de dólares para la Dirección de Productos Básicos y Comercio.

A este respecto, quisiera decir que las propuestas del documento están en consonancia con las conclusiones del Cuarto período de sesiones de la UNCTAD, pero estoy dispuesto a hacer todos los ajustes necesarios, una vez finalizadas las consultas en curso con el Secretario General de la UNCTAD, para asegurar que la FAO llevará a cabo las actividades complementarias aprobadas de la UNCTAD IV que le correspondan.

Por lo demás, estoy seguro de que, varios de los cambios en las asignaciones de recursos suscitarán dudas, decepciones y discrepancias. Lo que se propone, empero, es un conjunto equilibrado y al propio tiempo integral.

Este conjunto ha sido examinado con sumo cuidado, en principio y en detalle, por los Comités del Programa y de Finanzas. Yo asistí a las reuniones de los Comités durante la mayor parte del tiempo dedicado al examen de esas propuestas. Las preguntas y los comentarios fueron penetrantes y perspicaces y me han sido de gran ayuda. Observo con satisfacción y agradecimiento en el informe que mis propuestas han merecido el favor y el apoyo de esos Comités, como espero que merecerán los de ustedes.

Es normal, desde luego, que el Director General de la FAO espere que se acepten sus propuestas sobre cualquier cuestión. No obstante, éste es un caso muy especial, por tratarse de un período extraordinario de sesiones del Consejo.

No es simplemente el hecho de que se me haya elegido recientemente y, por lo tanto, quiera empezar con buen pie. No se trata sólo de mi deseo de desempeñar con éxito el mandato que me ha confiado la Resolución de la Conferencia.

Se trata más bien del profundo y extendido sentimiento de la mayoría de los Gobiernos Miembros de la FAO de que, en una época en que muchos pueden decir abiertamente que el Sistema de las Naciones Unidas hace frente a una crisis de confianza, y parece que la Organización está llegando a un punto crítico de su historia, es esencial impartir un nuevo rumbo a la FAO.

Es que ahora es el momento de emprender este nuevo rumbo: de lo contrario, se desaprovechará el viento favorable y la suerte se volverá de espaldas a la Organización.

Por consiguiente, ahora es el momento de efectuar cambios audaces y decisivos en las actitudes y los métodos, el momento de mostrar valor y confianza.

Como se predijo en sus primeros tiempos, es hora de que, además de los considerables recursos exteriores -esperamos que muy incrementados por la creación del FIDA- se dé a la Organización la posibilidad de acreditarse por sus rápidas y eficaces intervenciones en favor de los países dentro de su Programa Ordinario.

Esto constituirá una parte esencial de su rehabilitación como organización rectora en materia de desarrollo agrícola y alimentario. Es preciso que los gobiernos y los pueblos se dirijan instintivamente a la FAO para obtener información, orientación y ayuda eficaz en el plano internacional. La FAO debería ser el primer órgano al que recurrir en todo lo referente al análisis, la armonización y la cooperación de la lucha mundial contra los problemas de la producción, la distribución y el consumo de alimentos, y el desarrollo rural.

Ante todo, la FAO debe dar una imagen que no defraude la esperanza de todos los seres humanos en un mundo libre de intolerables desigualdades. Hay muchos males en el mundo. Hay necesidad, opresión, discriminación e indiferencia ante los sufrimientos de los demás.

¿Puede haber daño peor que el que hombres, mujeres y niños mueran de hambre, cuando está al alcance de la humanidad el evitarlo?

Yo me atrevo a prever un tiempo en que la comunidad mundial, de la cual la FAO es y seguirá siendo un elemento y un instrumento esencial, no tolerará ya la existencia del hambre en medio de la abundancia.

Es una visión que ustedes comparten y que un día verán realizada. Con toda modestia y determinación, consagraré mis esfuerzos a apresurar la llegada de este día. Sé que cuento con su apoyo.

CONSEJO

(Hasta el 31 de diciembre de 1976)

Presidente Independiente: Gonzalo Bula Hoyos

Alemania, Rep. Fed. de 1
Argentina 1
Brasil 2
Bulgaria 1
Burundi 2
Canadá 2
Colombia 2
Congo 1
China 1
Ecuador 3
Egipto 3
España 2
Estados Unidos de América 2
Filipinas 1
Finlandia 3
Francia 3
Gabón 2
Gambia 2
Guinea 1
India 3
Indonesia 1
Italia 3
Japón 1
Jordania 2
Líbano 2
Libia 3
Malawi 3
Mauricio 3
México 2
Níger 3
Nueva Zelandia 3
Países Bajos 2
Panamá 1
Paquistán 3
Perú 1
Reino Unido 3
Sri Lanka 1
Sudán 3
Tailandia 1
Trinidad-Tabago 2
Túnez 2
Yugoslavia 1

1 Su mandato expira el 31 de diciembre de 1976.
2 Su mandato expira al clausurarse el 19o período de sesiones de la Conferencia, en noviembre de 1977.
3 Su mandato expira el 31 de diciembre de 1978.

CONSEJO

(A partir del 1 de enero de 1977)

Presidente Independiente: Gonzalo Bula Hoyos

Alemania, Rep. Fed. de 3
Argentina 3
Bangladesh 3
Brasil 1
Burundi 1
Canadá 1
Colombia 1
Checoslovaquia 3
China 3
Ecuador 2
Egipto 2
España 1
Estados Unidos de América 1
Filipinas 3
Finlandia 2
Francia 2
Gabón 1
Gambia 1
Grecia 3
Guinea-Bissau 3
India 2
Indonesia 3
Italia 2
Japón 3
Jordania 1
Líbano 1
Libia 2
Malawi 2
Mauricio 2
México 1
Níger 2
Nueva Zelandia 2
Países Bajos 1
Panamá 3
Paquistán 2
Reino Unido 2
Rwanda 3
Sudán 2
Tailandia 3
Trinidad-Tabago 1
Túnez 1
Venezuela 3

1 Su mandato expira al clausurarse el 19o período de sesiones de la Conferencia, en noviembre de 1977.
2 Su mandato expira el 31 de diciembre de 1978.
3 Su mandato expira al clausurarse el 20o período de sesiones de la Conferencia, en noviembre de 1979.

COMITE DEL PROGRAMA

(Noviembre 1975 – Noviembre 1977)

Presidente:
R.W. Phillips (Estados Unidos de América)

Vocales:
J.S. Camara (Guinea)
S. Jumaka (Jordania)
B. Shaib (Nigeria)
M. Trkulja (Yugoslavia)
A.S. Tuinman (Países Bajos)
J.C. Vignaud (Argentina)

Primer suplente:
W.A.F. Grabisch (República Federal de Alemania)

Segundo suplente:
P. Celan (Rumania)

Tercer suplente:
C. Nagata (Japón)

COMITE DE FINANZAS

(Noviembre 1975 – Noviembre 1977)

Presidente:
S. Ahmed (Bangladesh)

Vocales:
S.B. Ahmad (Paquistán)
M. Bel Hadj Amor (Túnez)
C.H. Lagerfelt (Suecia)
C.J. Valdes (Filipinas)

Primer suplente:
P.J. Byrnes (Estados Unidos de América)

Segundo suplente:
M. Paniza de Bellavita (Panamá)

Tercer suplente:
A.K. Appiah (Ghana)

COMITE DE ASUNTOS CONSTITUCIONALES Y JURIDICOS

(Noviembre 1975–Noviembre 1977)

Argelia
Costa Rica
Checoslovaquia
Filipinas
Francia
Italia
Suiza

COMITE INTERGUBERNAMENTAL NACIONES UNIDAS/FAO DE POLITICAS Y PROGRAMAS DE AYUDA ALIMENTARIA, 1976

* Alemania, República Federal de 1
* Arabia Saudita 2
   Argentina 1
* Australia 2
   Bélgica 3
* Brasil 3
* Canadá 2
* Congo 3
   Chile 1
   Dinamarca 3
* Estados Unidos de América 2
   Etiopía 3
   Filipinas 2
* Francia 1
   Hungría 2
* India 2
* Indonesia 3
   Irlanda 1
   Japón 3
   Malawi 1
   Mauritania 2
* Nicaragua 1
* Países Bajos 3
   Paquistán 3
   Reino Unido 1
* Senegal 1
   Suecia2
* Suiza 1
   Turquía 2
* Uganda 3

* Elegidos por el Consejo de'la FAO.
1 Su mandato expira el 31 de diciembre de 1976.
2 Su mandato expira el 31 de diciembre de 1977.
3 Su mandato expira el 31 de diciembre de 1978.

ESTADOS MIEMBROS DE LA FAO

(en 16 de julio de 1976)

Afganistán
Albania
Alemania, República Federal de
Alto Volta
Arabia Saudita
Argelia
Argentina
Australia
Austria
Bahamas
Bahrein
Bangladesh
Barbados
Bélgica
Benin
Birmania
Bolivia
Botswana
Brasil
Bulgaria
Burundi
Cabo Verde
Camboya
Camerún
Canadá
Colombia
Congo
Corea, República de
Costa de Marfil
Costa Rica
Cuba
Chad
Checoslovaquia
Chile
China
Chipre
Dinamarca
Ecuador
Egipto
El Salvador
Emiratos Arabes Unidos
España
Estados Unidos de América
Etiopía
Filipinas
Finlandia
Francia
Gabón
Gambia
Ghana
Granada
Grecia
Guatemala
Guinea
Guinea - Bissau
Guyana
Haití
Honduras
Hungría
India
Indonesia
Irak
Irán
Irlanda
Islandia
Israel
Italia
Jamaica
Japón
Jordania
Kenia
Kuwait
Lao
Lesotho
Líbano
Liberia
Libia
Luxemburgo
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