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APENDICE D
DISCURSO DEL DIRECTOR GENERAL

Sr. Presidente:

Ayer celebraba la Conferencia el vigésimoquinto aniversario de la FAO. Ocasión importantísima ésta, dedicada a la consideración de los objetivos fundamentales de la Organización, a su historial a lo largo de un cuarto de siglo y a sus perspectivas futuras, hasta donde podemos otearlas. Creo que todos los que estuvimos presentes ayer en la reunión conmemorativa de la Conferencia, la recordaremos por muchos años. Sé que así me sucederá a mí, sin lugar a dudas.

Hoy, al inaugurar el 55o período de sesiones del Consejo, nos ocuparemos de los asuntos inmediatos del presente. Es esta una ocasión no para disquisiciones, sino para hechos. Me propongo, pues, dedicar la mayor parte de mi discurso a una relación de algunas de las características principales de las actividades recientes de la FAO, en especial las llevadas a cabo a partir del último período de sesiones de la Conferencia, del que se cumple casi un año ahora, así como a algunos factores externos que en ellas repercuten.

El mejor punto para comenzar es la Estrategia Internacional del Desarrollo para el Segundo Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que aprobó la Asamblea General el 24 de octubre. Importa no subvalorar la significación de tal estrategia, con la que se fijan las metas y objetivos esenciales que el desarrollo económico y social ha de alcanzar en los próximos años y se trazan asimismo las medidas principales para conseguirlos. Los esfuerzos que todo ello lleva consigo, han de recaer en su mayor parte en los gobiernos. Ahora bien, toca asimismo a las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas desempeñar a la vez un papel de vital importancia. La FAO se halla, en cierto sentido, en situación excepcional para ayudar a ese proceso, principalmente por la labor que ha realizado en relación con el Plan Indicativo Mundial.

En el último año hemos trabajado con ahinco para cumplir la resolución aprobada por la Conferencia en su último período de sesiones, en la que se me pedía transformar el PIM en un Estudio Prospectivo del Desarrollo Agropecuario Mundial que incluyera a todos los países miembros sobre bases más actualizadas. El período base del PIM, 1961–63, se ha actualizado hasta 1964–66, y el alcance del Plan ha pasado de 64 países a bastante más de 100. Además para el Segundo Decenio, estamos fijando las referencias correspondientes al año 1970. Dentro de este mismo marco de 1970–1980, se ha llegado a un acuerdo con el Centro de Planificación, Proyecciones y Políticas del Desarrollo y con las Comisiones Económicas Regionales por lo que respecta a los postulados del crecimiento económico, los cuales han sido incorporados a las nuevas proyecciones de la demanda para ese período que está ahora elaborando la Dirección de Productos Básicos. La FAO y la Comisión Económica para Europa se han trazado un estudio conjunto acerca de la evolución de la situación agrícola en los países de ingresos elevados y sus probables repercusiones en los países del mundo en desarrollo; estudio cuya terminación se prevé para mediados de 1971. Están colmándose también las lagunas en el número actual de los países cubiertos por el PIM, en especial por lo que concierne a Indonesia y a los países de Centroamérica. En colaboración con la División Mixta de Agricultura en Santiago y, por su conducto, con la propia CEPAL, se está ya trabajando en un análisis de las políticas y posibilidades agrícolas en América Latina. Mucho más tendríamos que hacer para cumplir plenamente la resolución de la Conferencia; dentro de los límites de nuestras posibilidades, no ahorraremos esfuerzo alguno para conseguirlo.

Aunque cada día nos vamos dedicando más y más a la planificación macroeconómica - que en general va asumiendo mayor importancia cada vez dentro del Segundo Decenio para el Desarrollo - la mayor parte de nuestra labor se refiere naturalmente, de un modo u otro a cuestiones técnicas. Quizás conviniera que les dé algunos ejemplos de esto, especialmente por lo que respecta a lo que ha venido sucediendo en el último año.

Comencemos por las variedades de alto rendimiento. Tenemos entre manos varios proyectos destinados a definir las posibilidades de su introducción en varios países o regiones ecológicas y su adaptabilidad a los regímenes y prácticas agrícolas allí vigentes. Con estos proyectos se han abarcado no sólo los cultivos cerealistas como el trigo y el arroz, a los cuales suele ir asociado el concepto de las variedades de alto rendimiento, sino también otros productos, como la soja y el tomate, e incluso las gramíneas, que con el establecimiento de mejores sistemas de producción de pastos, pueden conducir a notables aumentos en la producción de leche.

Hablando del tema de las variedades de alto rendimiento, debo mencionar que el Comité Administrativo de Coordinación de las Naciones Unidas ha dado una nueva pauta para la acción concertada por parte de las organizaciones interesadas, frente a las principales cuestiones del desarrollo. Como primer paso para el establecimiento de tal plan de acción, el CAC me pidió que convocase un grupo de trabajo para que fijara las líneas de cooperación entre organismos con respecto a la Revolución Verde, que posee facetas de importante interés económico o social para otras organizaciones. En la última reunión, celebrada el mes pasado, se examinó un documento preliminar sobre el tema preparado por nosotros. El documento despertó gran interés y cabe esperar que, con las aportaciones de otros organismos, se arbitre una estrategia común de acción para presentarla al Consejo Económico y Social y a la Asamblea General el próximo año. Toda esta iniciativa reviste importancia, no sólo porque se refiere a la Revolución Verde, sino también porque brinda al CAC la oportunidad de dedicarse a una nueva forma de colaboración activa sobre aspectos tan importantes del proceso del desarrollo como el medio ambiente y la población.

Un ejemplo más especial de la asistencia de la FAO a los países miembros para que aumenten su producción cerealista, lo constituye nuestra participación en la creación de la Asociación del Africa Occidental para el Fomento del Arroz. Se nos pidió, en efecto, que redactásemos la Constitución de al misma, la cual fue aprobada en Dakar, el pasado septiembre. A los once países del Africa Occidental que participan en esa empresa, el servicio que pudimos prestarles constituye también un valioso ejemplo de la función que la FAO puede desempeñar en el fomento de la cooperación regional.

En un nivel más general, está la orientación técnica prestada por la Comisión del Codex Alimentarius - órgano en el que cooperamos con la OMS. En el año último, la Comisión ultimó un gran número de normas para azúcares, grasas y aceites, frutas y hortalizas elaboradas, productos pesqueros, etiquetado y tolerancias de residuos de plaguicidas, junto con métodos de análisis de arbitraje internacional. El Dr. Candau y yo hemos pedido a los gobiernos que las acepten, de suerte que, con la armonización de las leyes alimentarias nacionales vigentes en distintos países, puedan eliminarse algunas de las barreras no arancelarias con que tropieza el comercio y pueda protegerse adecuadamente, al propio tiempo, la salud de los consumidores.

La mención del comercio me lleva a hablar de nuestra labor en productos básicos. En el último año hemos tenido la conclusión y aplicación de un acuerdo extraoficial sobre cupos de exportación de té, logrado bajo los auspicios del Comité Consultivo sobre el Té, aunque es mucho lo que queda todavía por hacer para poder llegar a un convenio oficial. Además, la reciente creación del Grupo de Estudio sobre la Carne, como uno de los órganos especializados del CPPB, marca un importante paso adelante por parte de los gobiernos hacia una política concertada para el comercio internacional de la carne.

Entre los demás aspectos de nuestra labor en el año último que merecen ser mencionados está el relativo a la pesca, sector en el que la FAO ha sido reconocida desde hace ya algunos años como el primer órgano intergubernamental. Probablemente la nueva empresa más importante ha sido el inicio de un estudio pesquero internacional y un programa de desarrollo bajo los auspicios de la Comisión de Pesca para el Océano Indico, con el apoyo financiero del PNUD. Cuando entre en ejecución este programa, el año próximo, será la primera vez en la historia del desarrollo pesquero internacional que se hace un intento por reunir todos los diversos proyectos nacionales y regionales relativos a las pesquerías de una masa entera de los océanos del mundo y movilizar capital de inversiones para su desarrollo.

La labor técnica de la FAO aspira, desde luego, en definitiva, a la mejora de la condición humana. Ejemplo de ello, entre otros, es nuestra preocupación por el problema del medio ambiente. El pasado diciembre establecí un Grupo Interdepartamental de Trabajo sobre Recursos Naturales y Medio Ambiente Humano, con objeto de intensificar nuestras actividades frente a la creciente amenaza que se cierne sobre las condiciones de vida en nuestro planeta. Entre las funciones que se han asignado a este Grupo está la de coordinar la contribución de la FAO a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, que se celebrará en Estocolmo en 1972. De las consultas preliminares ya entabladas se desprende claramente que la aportación de la FAO va a ser de gran importancia.

Mirando al reverso de la medalla, diré que también tratamos de hacer participar lo más posible en nuestros afanes a los seres humanos, individualmente considerados. Tal es, desde luego, todo el propósito de la Campaña Mundial contra el Hambre, cuyas actividades han ido ensanchándose constantemente, especialmente su labor entre la juventud. Uno de los éxitos más sorprendentes que ha logrado la Campaña en los últimos tiempos ha sido la organización de sus marchas pro desarrollo. El año último se ha podido organizar por primera vez marchas de ese tipo en países tan distantes como Guatemala, India, Italia, Kenia y Zambia, y estas marchas, junto a otras hechas en países anteriormente, han recogido durante ese período unos seis millones de dólares para fines de desarrollo.

Paso ahora a referirme a algunas de las conferencias y reuniones más importantes celebradas el año último. Figura desde luego, en primer lugar el Segundo Congreso Mundial de la Alimentación celebrado en La Haya en junio pasado. Sobre el Congreso haré una declaración aparte cuando toque tratar de él como tema del programa, por lo que no es necesario que diga ahora mucho al respecto. Hablando en términos muy generales, ha habido dos tipos de reacción ante el Congreso: primero, que fue una ocasión muy fecunda que infundió un nuevo espíritu en la Organización; y segunda reacción, que hubo algunas características perturbadoras, tendientes a desviar a la FAO de sus intereses y funciones reales. Aunque admito que algo de verdad puede haber en esta segunda reacción, estoy más de acuerdo con la primera.

Poco después del Congreso Mundial de la Alimentación, se celebró la Conferencia Mundial sobre Enseñanza y Capacitación Agrícolas, en Copenhague, organizada conjuntamente por la Unesco y la OIT. A juzgar por las opiniones que han llegado a mis oídos, se la ha considerado como una conferencia técnica muy eficaz y un ejemplo sobresaliente de cooperación internacional. También a este respecto estimo que no tengo que decir nada más, ya que a este Consejo se le ha presentado un documento acerca de esa Conferencia.

Le sigue la serie de las cinco conferencias regionales. Lo primero que quiero puntualizar aquí es que, en esta ocasión, hemos procurado celebrarlas todas con bastante antelación al actual período de sesiones del Consejo. Espero que esto les dará ahora una idea más clara que en el pasado sobre lo que las distintas regiones consideran como sus problemas más importantes y sobre lo que ellas estiman que la FAO debe hacer para resolverlos.

Uno de los documentos que han de examinar ustedes es un Resumen de las Recomendaciones formuladas por las conferencias regionales. Entre ellas figuran muchas que, si tuviera tiempo, podría comentar. Sólo hablaré de tres, que me han impresionado por su interés especial: todas ellas se refieren a la movilización de los recursos humanos para el desarrollo rural.

Una procede de la Conferencia del Cercano Oriente, en Islamabad. Entre los diversos puntos enumerados en la Recomendación sobre la integración de los servicios de desarrollo en determinados centros locales, esa Conferencia recomendó a los Estados Miembros de la Región que planificasen las políticas e incentivos apropiados para el desarrollo completo de centros urbanos comerciales seleccionados al efecto. Opino que esta recomendación posee una enorme importancia potencial con respecto al funesto problema de la desocupación en los países en desarrollo: por una parte, frente a los vastos grupos de mano de obra ociosa o subempleada en el campo; de otra parte, frente a las masas de desocupados en las ciudades, cuyo número va constantemente engrosando los fugitivos del campo, prontas en todo momento para estallidos de violencia. Tanto en las ciudades como en el campo, la situación se ve peligrosamente empeorada por la creciente marea del crecimiento demográfico.

Se han propuesto muchas soluciones a esta crisis urgente y desesperada que amenaza a sociedades enteras del mundo en desarrollo con el caos. Entre esas soluciones, la más completa y más eficaz, en potencia, es a mi juicio, precisamente, la de construir redes de ciudades intermedias y centros mercantiles en las zonas rurales. Además de proporcionar otros beneficios, pueden absorber la masa rural desempleada y, recogiendo la actual afluencia de esas gentes a las ciudades superpobladas, contribuirían a atenuar la presión que sobre ellas grava. Esa es la razón por la que me impresionó especialmente esa recomendación concreta de la Conferencia Regional para el Cercano Oriente.

Las otras dos recomendaciones a que quiero aludir emanaron del Comité Técnico sobre Reforma Agraria, en la Conferencia Regional para América Latina, y fueron luego aprobadas por ésta en forma de resoluciones. No me ocuparé del fondo de estas resoluciones, porque por lo menos una de ellas se adentra en muchos detalles; pero esta cuestión de la reforma agraria es tan importante y tal la energía con que la Conferencia para América Latina se ocupó de ella en estas resoluciones, que yo las recomiendo encarecidamente a la atención del Consejo, al igual que el informe del Comité Técnico.

Este tema concreto me lleva a mencionar lo que constituye probablemente el órgano nuevo más importante que hemos creado durante el año último: se trata del Comité Especial sobre Reforma Agraria, que celebró su primera reunión la semana pasada bajo la distinguida presidencia del Sr. Lleras Restrepo, ex Presidente de Colombia, país que ha asumido un papel predominante en materia de reforma agraria. Los miembros del Comité visitarán varios países durante los próximos meses, antes de presentar su informe final en 1971. Tales visitas les permitirán obtener información de primera mano sobre los avances hechos y los problemas suscitados en una vasta gama de circunstancias. Y, lo que es todavía más importante, tengo la certeza de que, con el prestigio y la experiencia de los miembros del Comité, esas visitas serán una oportunidad magnífica para ayudar a los gobiernos a individuar los obstáculos reales que han impedido hasta aquí una acción vigorosa, y hallar los medios para superarlos.

Quisiera pasar ahora, Sr. Presidente, a nuestros proyectos de campo. Los gastos con cargo al sector del Fondo Especial serán en 1970 del orden de 60 millones de dólares, cifra que es un 50 por ciento superior a la de hace dos años. Tenemos también el hecho de que el PNUD va a presentar a su Consejo de Administración, en enero próximo, el mayor programa de proyectos que habrá de ejecutar la FAO presentado hasta ahora en un solo período de sesiones. La FAO ha participado activamente en la preparación de todos esos proyectos. Todo esto demuestra a las claras posibilidades de la FAO de incrementar su capacidad para planificar y tramitar un número cada vez mayor de proyectos. Punto éste importante en un momento en que la capacidad del sistema de organizaciones de las Naciones Unidas ha sido puesta en tela de juicio por el Informe Jackson.

Ha habido también una expansión de nuestra cooperación con los programas bilaterales, entre los que hay ahora unos cien proyectos nacionales, regionales o interregionales formulados por la FAO y financiados por los gobiernos. Yo soy partidario de fortalecer aún más nuestra cooperación con los programas bilaterales, por redundar un beneficio tanto de los países beneficiarios como de los donantes, el que los limitados recursos disponibles sean administrados de forma que se logre el máximo efecto y se evite la duplicación de esfuerzos.

Otro síntoma alentador es el constituido por el aumento de volumen en las inversiones en el desarrollo agrícola, producto de nuestra cooperación con el Banco Mundial, los bancos regionales y la industria. Además, durante el año hemos iniciado un programa de cooperación con la banca privada. Como ejemplo de lo que todo esto implica, permítaseme mencionar que, de los 400 millones a que ascienden en total los préstamos facilitados por el Grupo de Banco Mundial para proyectos agrícolas en 1970, el Programa de Cooperación FAO/BIRF ha participado en la individuación, la preparación o la estimación de 21 de esos proyectos, que representan en préstamos y créditos un total de 275 millones de dólares.

Hace unos momentos, Sr. Presidente, aludí al Informe Jackson. Aunque este Informe ha aparecido después del último período de sesiones de la Conferencia, estoy seguro de que los miembros del Consejo lo conocen y conocen los debates subsiguientes que se han producido en la Junta Consultiva Mixta, el Consejo de Administración del PNUD y el ECOSOC. No hay duda de que, en algunos aspectos, el Informe es polemístico. Se habrán dado ustedes cuenta, sin embargo de que, desde el principio, la FAO ha adoptado frente a él una actitud constructiva. El único punto en que estamos en desacuerdo es el de la centralización casi monolítica de las operaciones por que aboga Sir Robert. Aceptamos plenamente la idea de una dirección del PNUD, pero la concebimos en términos de colaboración e igualdad.

Los debates que he mencionado se han traducido en conclusiones del Consejo de Administración y el ECOSOC que se han incorporado en un Acuerdo unánime que se somete a la aprobación de la Asamblea General. Opinamos que este Acuerdo es viable y haremos cuanto esté en nuestras manos para que funcione realmente. Nos alegra especialmente ver que insiste en nuestra idea de colaboración.

Quiero referirme a un párrafo determinado del Acuerdo, que pide a todos los organismos de ejecución que examinen sus estructuras orgánicas con vistas a adaptarlas al aumento de sus actividades ejecutivas financiadas por el PNUD. A este respecto, permítaseme decir que la creación de nuestras oficinas de operaciones ha sido un factor importante para incrementar la eficacia en el manejo de los proyectos, y en este momento estamos examinando el funcionamiento de estas oficinas para ver hasta qué punto se pueden aún mejorar las condiciones de trabajo de nuestras estructuras operativas.

Volviendo al Informe Jackson quiero hacer notar un aspecto específico que repercutirá enormemente en nuestros programas locales. Se trata de la idea de programación por países, que aprobamos plenamente. El efecto de la programación por países será una transición gradual del sistema actual de presentación y aprobación específica de proyectos a un proceso de identificación, por parte de los gobiernos y del PNUD, junto con los organismos especializados, de aquellos sectores o subsectores en los que la ayuda del PNUD será más valiosa para lograr los objetivos establecidos en los planes nacionales de desarrollo. La preparación y ejecución de proyectos dentro de los sectores o subsectores elegidos, se hará de acuerdo con este proceso de identificación.

En vista de esta transición hacia una programación por países, creo que se puede afirmar sin temor, mirando las cosas retrospectivamente, que la decisión de designar Asesores Principales Agrícolas/Representantes de la FAO en los países fue extremamente afortunada por su oportunidad. Porque es claro que los Representantes en los países tendrán una importante función que desempeñar junto con los ministerios nacionales pertinentes, en la preparación y formulación de programas del PNUD en el campo de la alimentación y la agricultura.

Por lo que se refiere a la situación general de los Representantes en los países, permítanme decirles que este nuevo sistema - que como ustedes recordarán fue objeto de un Acuerdo entre el Sr. Hoffman y yo - funciona bien, a pesar de algunas complicaciones inherentes. Recordarán ustedes también que el Acuerdo estipulaba la necesidad de examinar nuevamente toda la situación. De acuerdo con esto, el Administrador del PNUD y yo nos hemos puesto de acuerdo en designar un Consultor que está ya empeñado en este examen. Como muchos de ustedes sin duda alguna saben, se trata de una persona que conoce perfectamente los problemas de la FAO ya que no es otro que nuestro ex-Subdirector General, el Sr. Frank Weisl.

Mencionaré ahora algunas cuestiones relativas al funcionamiento de la Organización. Aunque la reorganización original que introduje de acuerdo con los deseos manifestados por la Conferencia en su período de sesiones de 1967 está ya prácticamente terminada, toda reorganización, como ya he tenido ocasión de decir en otra ocasión, es un proceso continuo. En consecuencia, hemos ido introduciendo una serie de medidas para mejorar la administración, de acuerdo con las recomendaciones hechas por empresas consultoras externas. Entre ellas figuran análisis reticulares, métodos funcionales de investigación para la selección y clasificación de proyectos locales y un incremento del empleo de calculadoras para éstas y otras actividades. Quisiera mencionar también que hemos reorganizado nuestra Secretaría de forma que nos ha sido posible suprimir unos 120 puestos. Debo añadir que esto se ha hecho exclusivamente aprovechando las bajas normales del personal que deja la Organización, sin necesidad de rescindir ningún contrato.

Diré ahora algunas palabras sobre las relaciones entre la Administración y el personal, que constituyen sin duda alguna uno de los puntos más complejos en nuestro mundo actual. Sin duda alguna sabrán ustedes que hemos tenido, y aún tenemos, dificultades en la FAO. En todo respecto, creo que es ésta una cuestión a la que se ha prestado insuficiente atención a lo largo de los años. Nuestros ojos han estado principalmente atentos a las tareas esenciales que tenía ante sí la Organización y hemos dejado que se acumularan una serie de problemas de relación entre la Administración y el personal. Hace unos meses, de acuerdo con el Consejo del Personal, se creó un Comité Especial sobre Relaciones Administración/Personal, que ha trabajado desde entonces bajo la presidencia del Embajador de Suecia, Sr. Eng. El Comité ha preparado informes constructivos sobre diversos problemas concretos a los que estoy prestando gran atención igual que hace, me consta, el Consejo de Personal. Un comité de este tipo debe estudiar los problemas inmediatos y a largo plazo y, en la medida de lo posible, hay que dejarle trabajar en una atmósfera de serenidad. Creo que puede contribuir mucho a establecer mejores relaciones dentro de la Administración y el personal, pero quiero insistir en que se trata de un problema a largo plazo y no existe ninguna fórmula mágica que permita obtener resultados rápidamente.

Al mismo tiempo, ha estado funcionando un Grupo Mixto de Trabajo sobre la Escala de Sueldos del Personal de Servicios Generales de Roma, presidido por el Dr. Spinelli, ex-Director General de la Oficina Europea de las Naciones Unidas. Aunque las recomendaciones provisionales del Grupo Mixto de Trabajo no han encontrado acogida unánime entre el personal y no han sido aceptadas por el Comité de Finanzas, creo que no han de subestimarse sus logros. Se ha realizado un intento serio de trabajar junto con representantes del personal, en la recopilación de los elementos necesarios para la preparación de una escala de sueldos de Servicios Generales. Las dificultades que hemos encontrado para establecer una nueva escala de sueldos son, a mi entender, totalmente desproporcionadas a la entidad real de los problemas y tal vez no hayamos encontrado aún la fórmula justa para abordar esta cuestión. El Consejo examinará el problema durante el actual período de sesiones y creo que concederá la debida importancia a la necesidad de asegurar una participación satisfactoria del personal, y de la Administración, en un proceso que afecta vitalmente los intereses de los miembros de nuestro personal.

Para terminar mi exposición de las actividades de la FAO en el último año, quisiera sólo mencionar dos nombramientos de Subdirector General hechos por mí en este período. Tras la dimensión del Sr. Albert Adomakoh, para aceptar un importante nombramiento en la Corporación Financiera Internacional, he nombrado Subdirector General encargado del Departamento Económico y Social al Sr. Eric Ojala, anteriormente Director de Productos Básicos. Durante el curso de este año, El Dr. A.R. Sidky, Subdirector General encargado de nuestra Oficina Regional para el Cercano Oriente, ha llegado a la edad de su jubilación. Para sustituirle me ha sido posible conseguir los servicios del Dr. M.A. Nour, antiguo Ministro de Agricultura del Sudán.

Ha llegado el momento de pasar al Programa de Labores y Presupuesto para 1972–73. Naturalmente, el primer punto que hay que examinar es el efecto de la situación financiera actual en el bienio próximo.

No estoy en condiciones de ofrecerles a ustedes una estimación definitiva debido a algunas cuestiones relativas a los sueldos del personal profesional, que actualmente está examinando la Asamblea General, y a los sueldos del personal de Servicios Generales, que quizá sea necesario examinar más adelante. También la revisión que actualmente se está realizando de los acuerdos relativos a los Representantes en los países puede tener algunas repercusiones financieras. Además, no podemos hacer más que un juicio basado en la información disponible sobre la cuantía del aumento de los índices de salarios y del costo de vida en 1972–73, y de los aumentos continuos de otros costos. En este momento, la estimación más aproximada que me es posible hacer del costo total de los aumentos ajenos al programa en 1972–73 es, aproximadamente, de 14,6 millones de dólares.

En principio, este aumento para 1972–73, por grande que pueda ser, es exactamente del mismo tipo que los aumentos obligatorios precedentes. Es decir, se trata de un efecto directo o indirecto del aumento de los precios, del cual no soy responsable.

En una situación como ésta, mi posición no es la misma que la del gobierno de un país, que es responsable de sus políticas nacionales económicas y fiscales y puede elegir entre continuar una línea inflacionaria o deflacionaria, recurrir a gravámenes fiscales directos o indirectos, o trabajar con un presupuesto en superávit o déficit. Yo no gozo de esa libertad de maniobra, ni tampoco del alivio que representa para los tesoros nacionales saber que la inflación se traduce automáticamente en un aumento de los ingresos fiscales. Ni gozo de la libertad que gozan los gobiernos de reducir los programas de capital.

Incluso en el reducido ámbito en que tengo cierta responsabilidad por lo que se refiere a la determinación de las condiciones de servicio, he de actuar de acuerdo con principios internacionales establecidos. Tengo, evidentemente, un deber para con mi personal, que resulta afectado negativamente por la inflación y con toda probabilidad sufrirá dificultades de resultas de ella. No son raros los reajustes de sueldos en varios de los países miembros de nuestra Organización, para afrontar grandes aumentos del mismo orden que los que aquí tenemos planteados. Es preciso afrontar el hecho de que la mayor parte de los costos de esta Organización derivan de los sueldos de personas cuyas funciones y condiciones de servicio están protegidas por un sistema internacional válido para todos los organismos de las Naciones Unidas. Reconozco también, sin embargo, que es igualmente deber mío evitar imponer un fardo de contribuciones demasiado pesado a los Estados Miembros, especialmente a aquellos pequeños países para quienes un ligero aumento puede representar, en términos de divisas, una carga más pesada que la que supondría para países mayores aumentos más sustanciales.

De acuerdo con esto, he administrado en los últimos meses mi programa tratando de reducir los gastos. Al hacerlo, me he esforzado por asegurar que el programa no sufra, pero inevitablemente algunas actividades que sería necesario realizar - y que han sido aprobadas por la Conferencia - tendrán que ser aplazadas. Esto implicará una decepción no sólo para los Estados Miembros sino también para el personal que con fidelidad y asiduidad vela por los intereses de aquéllos.

Por otra parte, son muchos los trabajos que es preciso proseguir e incluso intensificar. Hay también nuevas actividades a las que los Estados Miembros y yo mismo concedemos importancia primordial y para las que es preciso encontrar nuevos recursos. Así se desprende claramente de las solicitudes presentadas en las Conferencias Regionales. Muchas de ellas trataban de actividades a plazo medio, pero algunas exigían una intervención más inmediata, al menos con carácter preliminar. Estimo que en el Programa de Labores y Presupuesto para 1972–73 debo responder a las necesidades más esenciales y urgentes. Para ello, calculo que necesito un mínimo de 3,5 millones de dólares.

No es posible reunir esta cifra enjugando sencillamente todos los aumentos de los costos, sin ninguna adición de nuevos recursos. Por otra parte, me doy perfectamente cuenta de que, en la situación actual, no es posible agregar simplemente toda esta cifra, más los aumentos obligatorios, al total del último presupuesto. Propongo, pues, tratar de transferir recursos del programa actual a estas nuevas prioridades, por un total de 1,5 millones de dólares. Según eso, la suma que hace falta asciende a dos millones de dólares.

He dicho otras veces que la Organización debe crecer. En las circunstancias entonces prevalentes, hablé de un crecimiento anual del 5 por ciento. La cifra que ahora propongo para la expansión de la Organización es muy inferior a la mitad de esa suma. Me doy cuenta de que las repercusiones del presupuesto total para el próximo bienio en las cuotas de los Estados Miembros es cuestión que preocupa a todos. Sin embargo, subsiste la necesidad de un crecimiento real y sustantivo. No se trata de crecer por crecer. Ni concibo el crecimiento meramente como un aumento del personal del Programa Ordinario en las oficinas centrales. De hecho, en el próximo bienio, se reducirá al mínimo el aumento de nuevos puestos en la plantilla del Programa Ordinario y, en la medida de lo posible, se encontrarán otras soluciones, dentro de la flexibilidad que puedo permitirme, pera realizar nuestras labores con la mayor eficacia posible.

Algunos programas tendrán que sufrir una reducción en materia de personal o de otros gastos. Los recursos de otros se mantendrán inmutables. Sólo relativamente pocos podrán disponer de más recursos. En todos los casos, mi intención es asegurar que los recursos disponibles pasen de actividades de menor prioridad a actividades de mayor prioridad. Esto requerirá comprensión y disciplina por lo que a las expectativas y presiones se refiere, no sólo dentro de la Organización, sino también entre aquellos que, fuera de ella, tienen un interés especial en los sectores específicos afectados.

Todos nosotros - ustedes, mis colegas y yo mismo - hemos de afrontar el hecho de que no podemos responder a todo lo que se espera de nosotros. Al mismo tiempo, no puedo tomar plenamente sobre mis espaldas las consecuencias de factores económicos que no dependen de mí. Debo juzgar, lo mejor posible, qué es esencial y razonable. Teniendo en cuenta todos los factores, en la medida en que es posible hacerlo en este momento, la cifra provisional más aproximada que puedo indicarles para el Programa de Labores y Presupuesto para 1972–73 es de 87 millones de dólares.

Llego así al final, señor Presidente, de mi exposición de las actividades de la FAO y de las perspectivas actuales. Hay aspectos positivos y negativos. Espero que estarán ustedes de acuerdo en que el bosquejo que hoy he hecho ante ustedes de las actividades más importantes muestra que la Organización sigue creciendo e intensificando sus actividades al servicio de los Estados Miembros. Por otra parte, es innegable que estamos a travesando en este momento un período difícil debido a fuerzas que escapan totalmente a nuestro control. En este vigésimoquinto aniversario de la Organización confío, sin embargo, en que superaremos todas las dificultades y la Organización seguirá avanzando hacia la realización de los ideales y esperanzas de quienes la fundaron en 1945. Este ha sido, a mi entender, el sentido pleno de la ceremonia conmemorativa de ayer.

Muchas gracias.


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