ARC/04/INF/7

23ª CONFERENCIA REGIONAL PARA ÁFRICA

Johannesburgo (Sudáfrica), 1-5 de marzo de 2004

LA CRISIS DE LA CARNE DE CAZA EN ÁFRICA: CONCILIACIÓN DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA CON LA CONSERVACIÓN DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA EN EL CONTINENTE

Índice


REFERENCIAS

RESUMEN


I. CRISIS DE LA CARNE DE CAZA

1. La utilización no sostenible de la carne de caza en el África central y occidental constituye actualmente uno de los retos más importantes para la seguridad alimentaria y la conservación de la diversidad biológica a los que se enfrenta la región (Cuadro 1).

2. Las comunidades de esta región, al igual que en numerosas partes de África, dependen desde tiempos inmemorables de los recursos biológicos disponibles a nivel local para abastecerse de alimentos, medicinas y materiales de construcción. La caza y la utilización de la carne obtenida mediante ella forman parte integrante, desde antiguo, de los medios de vida tradicionales en la región. Además de permitir satisfacer las necesidades de las familias en proteínas (animales), el comercio de la carne de caza constituye el principal medio de vida de numerosas comunidades.

3. Sin embargo, recientemente, la demanda de carne de caza en un mercado caracterizado por consumidores insaciables ha alcanzado un nivel que supera la capacidad del hábitat natural para generar una oferta suficiente y sostenible. Debido al crecimiento constante de la población humana en el África central y occidental y a la demanda originada por el incremento de la pobreza, numerosos ecosistemas, hábitat y especies silvestres de dichas regiones han sufrido los efectos devastadores de prácticas no sostenibles (agricultura de corta y quema) y de la sobreexplotación (explotación forestal y comercio de carne de caza).

4. Como consecuencia, la población de numerosas especies ha disminuido enormemente en los últimos decenios. Las poblaciones de numerosas especies fundamentales están a punto de extinguirse, e incluso cabe que una de ellas ya se haya extinguido en el África occidental: parece que ha desaparecido una subespecie de primate, el Procolobus badius Waldroni (colobo rojo de Miss Waldron) en todas las localidades de Ghana y Côte d’Ivoire en las que antes vivía (Oates y otros autores, 1997, 2000).

5. Actualmente el problema ha alcanzado proporciones críticas debido al creciente acceso a zonas anteriormente remotas merced a prácticas de explotación forestal industrial a gran escala y el desarrollo de la infraestructura vial que las acompaña. El uso extendido de armas sofisticadas y la utilización de plaguicidas para cazar (CI-Ghana 2002) así como el aliciente de los beneficios económicos derivados de la comercialización de la carne de caza han agravado la crisis en la región.

II. UTILIZACIÓN Y CRISIS DE LA CARNE DE CAZA

6. La crisis de la carne de caza puede atribuirse a varios factores. Caspary (1999) señala que las poblaciones rurales cada vez basan más sus medios de vida en la agricultura de subsistencia y en la caza de animales silvestres. La mayor parte de los habitantes del África occidental y una pequeña parte de los del África central vive de la agricultura de subsistencia, que actualmente genera unos ingresos mínimos. Las poblaciones rurales han complementado sus ingresos mediante la explotación de recursos silvestres y otros tipos de recursos naturales con fines comerciales. Conforme crecen las comunidades rurales, aumenta la demanda de carne de caza. Sin embargo, paralelamente, la creciente destrucción de zonas naturales, en el África occidental en particular, ha acarreado una pérdida progresiva de los hábitat que sustentan las poblaciones silvestres.

7. En el África occidental, las zonas de sabana se han degradado seriamente debido al pastoreo excesivo de animales domésticos en los pastos comunales. Debido a ello, así como a la explotación de la madera y a la transformación de los bosques en áreas agrícolas, los hábitat naturales se han convertido en islas rodeadas por fincas agrarias (Caspary 1999). Caspary señala que estos paisajes compartimentados obstaculizan gravemente o incluso impiden las migraciones estacionales de animales y aceleran la alteración de la diversidad de la flora y fauna silvestres a favor de las especies capaces de sobrevivir en hábitat y entornos agrícolas degradados.

8. La flora y fauna silvestres del África occidental y de numerosas partes del África central atraviesa dificultades debido, no sólo al aumento de la demanda de carne de caza por parte de las poblaciones rurales, sino también a la reducción y degradación del espacio en el que la mayor parte de dichas especies pueden sobrevivir fácilmente. Según datos de Parren y de Graff (1995), la superficie forestal disminuyó en un 60 por ciento en el África occidental en los años 80, lo que a su vez precipitó la enorme disminución de las poblaciones silvestres (Martin 1991). Los problemas de la flora y fauna silvestres varían según los países y las zonas ecológicas.

9. La amplitud de la comercialización de la carne de caza también es heterogénea. En Côte d’Ivoire, donde el 55 por ciento de la población masculina de 15 años o de edades superiores (aproximadamente 1,4 millones) se declara cazadora, la actitud ante la flora y fauna silvestres demuestra el nivel de dependencia respecto de dichos recursos para ganarse el sustento (Caspary 1999). Según Caspary, más de la mitad de estos cazadores (el 52 por ciento) tienen edades comprendidas entre 20 y 40 años. Los jóvenes cazadores, tanto en Côte d’Ivoire como en Ghana en particular, consideran la caza como una fuente adicional de ingresos. Se ha estimado asimismo que alrededor del 90 por ciento de los cazadores de Côte d’Ivoire trabajan en el sector agrícola (Caspary 1999).

10. En Côte d’Ivoire, por ejemplo, el volumen anual de la producción de carne de caza en 1996 se estimaba en alrededor de 77 000 millones de FCFA, cifra equivalente al 1,4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) total (Caspary). Caspary pone de relieve que, durante dicho período, los ingresos procedentes de la producción de carne de caza fueron superiores a los de varios productos del sector primario, como el banano o la piña, y su valor se aproximó al de la producción de madera.

11. No obstante, se carece de una evaluación a escala regional de la utilización de la carne de caza, y se han estudiado muy pocos países detalladamente a nivel nacional. En uno de los primeros estudios realizados sobre la utilización de la carne de caza en el África occidental, Cremoux (1963, citado en Ntiamoa-Baidu en 1997) daba cuenta de que, en el Valle del Río Senegal, el consumo anual de carne de caza se estimaba en 373 600 toneladas métricas. El consumo anual total de carne de caza en Ghana se ha estimado en 385 000 toneladas métricas (William Oduro, pers.comm.), y Anstey (1991) estimó que, sólo en Liberia, el producto anual de la caza de subsistencia ascendía a 105 000 toneladas métricas. Adeola y Decker (1987), al estudiar la producción de carne de caza en tres zonas ecológicas (bosque tropical, bosque latifoliado y sabana) sobre un período de seis meses, estimaron que ascendía a 1 320 000 toneladas métricas en dicho período de seis meses. En Côte d'Ivoire, la cifra correspondiente a los cazadores comunales en las zonas de bosque y sabana se estimó en 120 000 toneladas métricas aproximadamente (Caspary 1999). Tanto en los estudios sobre Nigeria como Côte d'Ivoire, las estimaciones de la producción de la carne de caza fueron considerablemente mayores en la sabana que en la región cubierta por bosques, lo cual refleja diferencias importantes en la densidad y biomasa de fauna y flora silvestres entre ambas zonas.

III. COMERCIALIZACIÓN Y CONSUMO DE CARNE DE CAZA

12. Aunque la carne de caza en el África occidental se utiliza fundamentalmente con fines de subsistencia, el comercio también contribuye considerablemente a los medios de vida de las poblaciones, y genera ingresos para un gran número de personas (cazadores, minoristas y transportistas) tanto en las zonas rurales como urbanas (Ntiamoah-Baidu 1997; Caspary 1999). En una región en la que predominan los sectores no estructurados, el comercio de carne de caza desempeña una función importante en la economía nacional. El valor real del consumo o el comercio de carne de caza no se ha determinado a nivel regional en el África occidental, pero es muy probable que dichos importes superen los mil millones de dólares anuales, sobre la base de las estimaciones realizadas a nivel nacional. En Ghana, por ejemplo, el comercio anual de carne de caza en los mercados locales se ha estimado en más de 80 000 dólares EE.UU., mientras que se considera que el consumo total es de casi 350 millones de dólares EE.UU. al año (William Oduro, pers.comm.). Caspary (1999) señaló que, en Côte d’Ivoire, el valor de la carne de caza en 1996 ascendía a 77 000 millones de francos CFA (aproximadamente el 1,4 por ciento del producto interno bruto (PIB) del país en dicho año). Anstey (1991) apuntó una cifra de 42 millones anuales de dólares EE.UU. para Liberia. La comercialización está impulsada tanto por la demanda (principalmente cuando existen mercados urbanos) y la oferta (cuando los cazadores profesionales están suficientemente equipados para realizar cacerías productivas), y el comercio tiene un carácter tanto nacional como transfronterizo (Caspary 1999; Oates 1999).

13. Las pautas del consumo de carne de caza varían considerablemente en la región, pero las evaluaciones a nivel nacional son escasas. Asibey (1977) indicó que el 70 por ciento de los habitantes de Ghana comían carne de caza, pero sobre la base de estudios más recientes (citados en Ntiamoah-Baidu 1997), se considera que dicha cifra probablemente sea más próxima al 90 por ciento. Teleki et al. (1981) señalaron que el 55 por ciento de todos los hogares de Sierra Leona consumían carne de caza regularmente. En Côte d’Ivoire, se estimó que el 86 por ciento y el 77 por ciento de las poblaciones urbanas y rurales, respectivamente, consumían carne de caza (Caspary 1999). Según Chardonnet et al. (1995, citado en Caspary 1999), el promedio del consumo per capita de carne de caza en la totalidad de la subregión del África occidental se sitúo entre 34,4 y 51,6 g/persona/día. A nivel nacional, Caspary (1999) estimó que el consumo de carne de caza en Côte d’Ivoire era de 30,4 g/persona/día (en las zonas rurales) y de 8,7 g/persona/día en las zonas urbanas. No se ha evaluado plenamente el aporte proteico real de la carne de caza a la dieta del África occidental, aunque Ntiamoa-Baidu (1997) indica que actualmente es muy bajo.

14. En el África central, los estudios de mercado realizados por Wilkie et al. revelan que:

  1. los habitantes de los países de la cuenca del Congo comen tanta carne como una gran parte de los habitantes de los países septentrionales industrializados (promedio de 47 kg/persona/año frente a 30 kg/persona/año); las familias urbanas comen menos carne de caza que las familias rurales, aunque la demanda urbana de carne de caza puede, habida cuenta de la distribución de la población, superar a la demanda rural;
  2. la carne de caza constituye la principal fuente de carne para la mayor parte de los habitantes de la cuenca del Congo;
  3. la gran cantidad de carne de caza que se consume en las zonas forestales y urbanas en la cuenca del Congo puede superar la tonelada métrica al año, cifra equivalente a casi 4 millones de reses de ganado.

IV. ÍNDICES DE CAPTURAS

15. El número de estudios publicado sobre índices de capturas en relación con las principales especies de caza silvestres del África occidental es sumamente reducido. Sin embargo, las tendencias históricas probablemente sean similares a las que se registran actualmente en la región del África central. Bowen-Jones y Pendry (1999) exponen en detalle el desarrollo y crecimiento del comercio de carne de caza en el África occidental y central y muestran la combinación de vínculos que conduce a un incremento paralelo de la oferta y la demanda de carne de caza. Señalan que es el incremento de la población total, tanto de las comunidades rurales como urbanas, el que contribuye al enorme aumento de la demanda de carne de caza.

16. Los índices exactos de capturas por países o de la región son sumamente difíciles de determinar, dado que dependen en gran medida de la estación, el lugar y la disponibilidad.

17. Los estudios del África central muestran tanto el potencial como las limitaciones de los estudios de campo sobre las presas de caza. Por ejemplo, en el sur de la República Centroafricana, Noss (1998b) determinó un índice anual de capturas mediante trampa de 3,3 para el duíquero azul (Cephalophus monticola), 3,1 para el duíquero de Peter (C. Callipygus), 0,6 para el duíquero bayo y 0,9 para los puercoespines. Sin embargo, Hart (2000) dio cuenta de un índice de capturas de 10,2 duíqueros azules/km2/año en la caza con redes frente a la cifra de 1,6 duíqueros azules/km2/año para la caza con trampas. Asimismo, Hart estimó los índices de capturas de duíqueros rojos en 4,1/km2/año para la caza con red y en 0,49/km2/año para la caza con trampas. Mediante un método diferente, Eves y Ruggiero (1999) determinaron un índice de capturas basado en el volumen de carne producido por unidad de tiempo de caza (índice de capturas estimado – ICE-kg/hora) y descubrieron que la caza diurna con escopeta producía una media de 2,67 (±3,46) kg/hora, la caza nocturna con escopeta producía una media de 3,57 (±3,96) kg/hora, y la caza con trampas producía una media de 6,59 (±4,26) kg/hora. Aunque los resultados de cada uno de estos estudios tengan un carácter informativo, son difíciles de comparar a nivel local o más general.

18. En la República Democrática del Congo, Hart determinó asimismo que la proporción de antílopes capturados mediante caza con redes representaba entre el 62 y el 92 por ciento de las capturas totales y que un elevado porcentaje de la carne resultante se destinaba a la venta en mercados exteriores o locales. En dicho estudio se señalaba asimismo que la densidad de duíqueros en zonas no cinegéticas oscilaba entre 21,4 y 44,8/km2, y que el promedio de capturas en zonas de caza era de 15,9 presas/km2/año. Hart (2000) determinó que, en comparación con las poblaciones en libertad, los duíqueros rojos apresados tendían a ser más jóvenes, lo cual reflejaba una menor resistencia a la caza que el duíquero azul, más pequeño.

19. A falta de datos disponibles sobre el índice de capturas en la mayor parte de las zonas, las distintas carnes de caza disponibles en los mercados permiten determinar las preferencias de los consumidores y los recursos de los que proceden. Anstey (1991) determinó que casi la mitad (48%) de la carne de caza disponible en los mercados de los núcleos urbanos de Liberia procedía de duíqueros y que también existía una gran oferta de carne de roedores (20%) y de primates (20%). En las áreas rurales, Anstey señaló que la mayor parte de las especies capturadas (75%) eran antílopes. Anadu et al. (1998) hallaron preferencias y especies disponibles similares en los mercados sudoccidentales de Nigeria. Mediante entrevistas con cazadores y vendedores de mercado, Anadu et al. (1988) determinaron que los consumidores tenían una preferencia por las ratas de cañaveral, (Thryonomys swinderianus), los duíqueros de Maxwell, los puercoespines y los potamoqueros (Potamochlrus porcus). Se señaló que casi todas las especies frecuentemente capturadas habían sido más comunes 15 - 20 años antes del período estudiado (1982) y la mayor parte de las entrevistas se realizaron con vendedores que llevaban más de 10 años vendiendo carne de caza. En el norte del Camerún, Njoforti (1996) halló preferencias similares. La carne de caza más preciada, en concreto, era la del puercoespino, cuya población estaba disminuyendo según los encuestados.

20. Otros estudios sobre el consumo arrojan resultados homogéneos respecto de la demanda de carne de caza en el África occidental. En un estudio de 1974, Asibey observó un consumo de carne de caza de 0,03 kg/persona/día en la provincia septentrional de Côte d’Ivoire. Feer et al. (1995) señalaron que, en las zonas rurales de Côte d’Ivoire, el consumo anual estimado de carne de caza se mantenía alrededor de 0,03 kg/persona/día (11,08 kg/persona/día (Caspary 1999)). Steel (1994 en Caspary 1999) estimó en 0,029 kg/persona/día el consumo de carne de caza en Liberia en 1989/90. Las cifras de Ghana (Asibey 1988 en Caspary 1999) revelan que casi el 80 por ciento de las proteínas animales consumidas proceden de animales silvestres, aunque no se facilitaron datos sobre el consumo diario por persona.

21. Estas cifras sobre el consumo diario de carne de caza son inferiores a las estimaciones de los estudios sobre el África central, según los cuales los habitantes de las zonas rurales del norte del Congo consumen una media de 0,07 kg/persona/día (Eves y Ruggiero 1999), los miembros de las comunidades de leñadores de la República Centroafricana consumían una media de 0,06 kg/persona/día (Noss 1995) y los miembros de los campamentos de leñadores del Congo consumían entre 0,16 y 0,29 kg/persona/día (Auzel 1996 en Wilkie et al., 1998). Del estudio de Njiforti (1966) sobre el norte del Camerún se desprende que los habitantes de la región consumen alrededor de 0,02 kg/persona/día, resultado similar al de los países del África occidental objeto de examen.

22. Debido a la enorme pérdida de hábitat, el aumento de la población y el avanzado desarrollo del comercio de carne de caza en numerosas zonas de la región, y habida cuenta de las tendencias actuales en el África central, la disminución de los recursos silvestres disponibles podría explicar la reducción disminución observada en algunos índices de capturas y consumo (como se señala en los estudios realizados en Côte d’Ivoire).

V. VALOR ECONÓMICO Y SOCIAL DE LA CARNE DE CAZA

23. Normalmente, la caza aporta entre el 30 y el 80 por ciento de las proteínas consumidas por las familias residentes en áreas forestales de la cuenca del Congo. Las personas comen carne de caza por distintos motivos. Algunos autores argumentan que la carne de caza constituye una preferencia cultural y citan la disposición de los consumidores a pagar un mayor precio respecto de la carne de animales domésticos por el privilegio de comer carne de caza. Steel (1994) señaló que, en Libreville (Gabón), el precio medio de la especie de caza más popular era de 3,7 dólares por kg, cifra superior en más de 1,6 veces al precio del trozo más apreciado de carne de vacuno. Según datos más recientes, la carne de caza suele ser sencillamente la única fuente disponible de proteínas animales y tiende a ser más barata que la de sus sustitutos criados por el hombre. Gally y Jeanmart (1996) determinaron que el precio por kg de la carne de caza era superior en 0,10-0,25 veces al precio de los sustitutos disponibles en tres mercados del Camerún, el Congo y la República Centroafricana. En Bayanga (República Centroafricana) el precio de la carne de vacuno duplica o triplica el precio de la carne de caza (Noss, 1998). De forma análoga, el precio de un kg de carne de caza en varias ciudades próximas al bosque de Ngotto (República Centroafricana) oscilaba entre 0,32 y 0,75 dólares, mientras que el de la carne de caprino era de 1,75 dólares por kg, la de pollo ascendía a 3,52 dólares por kg y las orugas eran relativamente caras (3,65 dólares por kg) (Delvingt, 1997).

24. Aunque se han realizado numerosos estudios acerca de la venta de carne de caza en los mercados, en pocos de ellos se documenta el valor económico de la carne de caza para el cazador y el comerciante (Ambrose-Oji, Doolan, 1997). Según datos de Noss (1998), los cazadores que utilizan trampas en la reserva forestal especial de Dzanga-Sangha, en el suroeste de la República Centroafricana, ganan entre 400 y 700 dólares al año. Los cazadores ganan más del salario mínimo oficial de la República Centroafricana y sus ingresos son comparables a los de los guardias contratados en el parque (450-625 dólares al año). En la concesión de CIB para la explotación maderera en el norte del Congo, los habitantes del campamento de leñadores y de un pueblo del río Sangha que tenían acceso a mercados de carne de caza vendían como promedio entre el 36 y el 52 por ciento de la totalidad de las capturas de caza y obtenían ingresos por valor de 300 dólares aproximadamente por hogar/año (Wilkie et al., Fimbel, Grajal y Robinson, 2000). Dado que en la concesión para la explotación maderera los empleados ganan alrededor de 4-12 dólares al día, las ventas de carne de caza contribuyen entre el 6 y el 40 por ciento a los ingresos diarios de la totalidad de los hogares (Wilkie et al., Fimbel, Grajal y Robinson, 2000).

25. Gally y Jeanmart (1996) estudiaron los beneficios obtenidos por los cazadores, comerciantes y propietarios de restaurantes que venden carne de caza, efectuando un seguimiento de la venta de tres monos matados con una escopeta. En este caso, el cazador obtuvo un neto de 6,3 dólares (beneficio del 30 por ciento) de la venta de los monos, cifra que fue de 10,2 dólares (beneficio del 19 por ciento) para el comerciante y de 20,6 dólares (beneficio del 21 por ciento) para el restaurador. Estos autores señalaron asimismo que los beneficios económicos de la caza para los seis cazadores del Camerún generaban unos ingresos anuales que oscilaban entre 330 y 1058 dólares, importe muy superior a la media nacional. En el Congo, Dethier (1995) indicó que los cazadores obtenían entre 250 y 1050 dólares al año de la venta de carne de caza. Ngnegueu y Fotso (1996) apuntaron, que cerca de la reserva Dja en el Camerún, un cazador podía obtener hasta 650 dólares al año de la venta de carne de caza. En el período de seis meses que abarcó su estudio, 30 cazadores obtuvieron ingresos superiores a 9 500 dólares de la venta de carne de caza.

VI. ESPECIES DE CAZA AMENAZADAS

26. En el África occidental, los duíqueros dependientes de los bosques son cada vez más vulnerables ante la caza debido a la pérdida de hábitat adecuados, como es el caso de las poblaciones de duíqueros de Jentink (Cephalophus jentinki) y del duíquero zebrado (C. zebra), ambos incluidos en la lista roja de especies amenazadas de la UICN (Hilton-Taylor 2000), confinadas actualmente a un espacio forestal limitado dentro de su pequeña zona de distribución natural del bosque de Alta Guinea. El huidizo bongo (Boocerus euryceros) y el búfalo africano del bosque (Syncerus caffer) también están confinados a unos hábitat intactos relativamente escasos dentro de la región, pero son perseguidos por los cazadores ahí donde viven. Las poblaciones de otros mamíferos grandes, como el elefante (Loxodonta africana) y el hipopótamo enano (Hexaprotodon liberiensis) siguen estando escasamente representadas en áreas protegidas de la región forestal, aunque siguen existiendo poblaciones razonablemente numerosas de elefantes en países del Sahel, como Burkina Faso y Malí (Roth y Douglas-Hamilton 1991; AESG 1999). La caza de elefantes por su carne aún no se ha estudiada bien en el África occidental, y dichos animales se siguen cazando a pesar de las restricciones impuestas por la prohibición mundial sobre el marfil.

27. En el África occidental la caza de primates también es intensa, en particular por lo que respecta a las especies más dependientes del bosque. Como mínimo dos subespecies de cercopitecos, el mono de Diana (Cercopithecus diana Roloway) y el mangabey de coronilla blanca (Cercocebus atys lunulatus) y de colobos, el colobo rojo de Miss Waldron (Procolobus badius waldroni) y el colobo blanco y negro (Colobus vellorosus), muy escasamente extendidas, se hallan actualmente en peligro de extinción (McGraw 1998; Oates et al. 1997, 2000). Oates et al. (1997, 2000) declararon extinguido el colobo rojo de Miss Waldron a raíz de los estudios realizados, en los que no se logró probar su supervivencia en ninguno de los bosques existentes que constituyen su zona de distribución natural. La población de chimpancés (Pan troglodytes verus), la mayor de las especies de monos grandes del África occidental, también ha disminuido fuertemente en toda la región (UICN 1996). Aunque el futuro de los chimpancés está intimamente vinculado a la pérdida de hábitat, podrían desaparecer a nivel local debido a la caza de la que son objeto en algunos países, como Côte d’Ivoire (Hoppe-Dominik 1991; Caspary 1999; Struhsaker y Bakarr 2000), Guinea (Sugiyama y Soumah 1988), y Sierra Leona (Teleki 1980). Los efectos de la caza en el África occidental del único otro mono grande, el gorila de Cross River (Gorilla gorilla diehli), cuya zona de distribución se extiende desde Cross River en Nigeria hasta el oeste del Camerún, no se han estudiado plenamente.

28. Además de estos casos bien documentados de especies que corren peligro debido a la reducción de su hábitat y a la caza, el África occidental cuenta con una gama de especies que tiende a ser más resistente. Por ejemplo, el duíquero de Maxwell (Cephalophus maxwelli) y el bosbok (Tragelaphus scriptus), el más frecuentemente cazado de todos los antílopes en los bosques del África occidental, están bastante extendidos y viven en distintos hábitat, incluidos los bosques secundarios jóvenes. Paralelamente, el cercopiteco menor (cercopithecus petaurista), el cercopiteco grivet (C. aethiops) y el cercopiteco de Campbell (C.campbelli) figuran entre los primates más extendidos en su zona natural de distribución y viven en distintos hábitat alterados, incluidos los bosques secundarios jóvenes. Estos hábitat alterados constituyen asimismo un refugio para muchos pequeños roedores que representan una parte importante de la carne de caza en toda la región. En particular, la rata de cañaveral (Thryonomys swinderianus) y la rata gigante gambiense (Cricetomys gambianus) son dos de las especies más abundantes que se cazan específicamente con fines alimentarios. Otros pequeños mamíferos, como el puercoespín crestado africano (Histrix cristata) y el gran pangolín africano (Manis gigantean) requieren, no obstante, áreas forestales dentro de su zona de distribución para desarrollarse plenamente.

29. Todos los mamíferos, grandes y pequeños, son objeto de caza en la región, pero su vulnerabilidad es diferente en función de sus características ecológicas y comportamentales y los hábitos de utilización (producción y consumo) varían considerablemente. Las poblaciones de las especies muy dependientes de los bosques están agotadas, mientras que las especies resistentes siguen sobreviviendo en hábitat alterados.

VII. SALUD PÚBLICA, INOCUIDAD DE LOS ALIMENTOS Y CONSUMO DE CARNE DE CAZA

30. El consumo de carne de caza que puede contener plaguicidas y otras sustancias químicas peligrosas utilizadas en la caza, así como el contacto humano con patógenos animales, constituyen las principales fuentes de preocupación en el ámbito de la salud pública y la inocuidad de los alimentos.

31. De los estudios sobre el comercio de carne de caza realizados en Ghana en 2001-02 por la Junta de Normas de ese país, y por Conservation International en colaboración con la FAO, se desprende que el 30 por ciento o más de las muestras de carne de caza recogidas para su análisis contenían venenos químicos, tales como organoclorados, carbamatos y organofósforo, elementos que se hallan a menudo en plaguicidas. La utilización de sustancias químicas como cebo es ilegal en Ghana y aún no se han evaluado sus efectos sobre la salud humana.

32. La evolución de la actividad humana en relación con los animales silvestres ha contribuido a la aparición de nuevos riesgos de virus que pueden afectar a un gran número de poblaciones humanas. Así lo demuestran los recientes brotes de Ebola en el África central, de fiebre del valle del Rift en el África occidental y de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo en el este de África.

33. Los filovirus siguen siendo unos de los virus más misteriosos entre todos los que el hombre conoce. En numerosos estudios realizados en África central se ha analizado la seroprevalencia de los virus Ebola y Marburg, así como los aspectos clínicos y los mecanismos de transmisión de los brotes. El mayor índice de seropositividad del Ebola entre los habitantes de las zonas forestales puede deberse a su frecuente contacto con la fauna silvestre, que cazan para su subsistencia o para intercambiarla con los habitantes de los pueblos cercanos, ya que la infección se trasmite por la carne de algunas especies de primates.

34. En estudios recientes realizados en la República Centroafricana y en otros países se indica la función que puede desempeñar la exploración forestal en la epidemiología del Ebola y otros virus. Debido tanto a los efectos directos como a la utilización de la ganadería y el pastoralismo para alimentar a unas comunidades de trabajadores en expansión, la industria forestal contribuye considerablemente a la transmisión, seroprevalencia y posible aparición del Ebola entre personas y animales.

35. Se considera que otras enfermedades, como el VIH/SIDA, han estado presentes durante mucho tiempo en forma de patógenos entre las poblaciones humanas, pero se está reexaminando la cuestión de forma correcta sobre la base de estudios recientes que confirman la correlación existente entre formas estrechamente relacionadas de estas enfermedades en seres humanos y en primates no pertenecientes a la raza humana. Tanto el VIH-1 como el VIH-2 tienen un origen zoonótico y se ha detectado la presencia de los virus símicos más parecidos al VIH-1 y al VIH-2 en el chimpancé común (Pan troglodytes) y el mangabey hollinoso (Cercocebus atys). Hasta la fecha se han documentado pruebas serológicas de infección por virus de la inmunodeficiencia del simio (VIS) en 26 especies de primates, y estudios en el África central han revelado que una gran parte de la carne de primate vendida para su consumo procede de monos infectados y que una proporción comparable de monos domésticos también son portadores del VIS. Ello no quiere decir que la carne sea peligrosa de comer, sino que las personas que corren el mayor riesgo de infección por VIS deberían ser aquellas que cazan primates y preparan su carne para su consumo así como las que poseen primates como animales domésticos.

VIII. MARCOS NORMATIVOS DEL COMERCIO DE LA CARNE DE CAZA

36. Los países del África central y occidental tienen distintos tipos de legislación y políticas sobre la caza y comercialización de la carne de animales silvestres. Es importante señalar que, aunque algunas políticas nacionales reconocen que las poblaciones de la fauna silvestre están disminuyendo seriamente (por ejemplo, las políticas de Ghana y Guinea), ninguna legislación del África occidental aborda el problema en sí de la carne de caza (Kormos y Baker 1999).

37. La política de Ghana en materia de bosques y fauna silvestre es la que más se aproxima a un tratamiento directo de la crisis de la carne de caza mediante el reconocimiento del problema de la caza excesiva, la pérdida de hábitat, y una serie de estrategias que se podrían utilizar para afrontar la crisis de la carne de caza. Estas estrategias potenciales incluyen la expansión de las reservas, campañas de educación y sensibilización, la participación pública, la investigación, el refuerzo a las instituciones y el establecimiento de incentivos ambientales.

38. La Ley de fauna y flora silvestres y parques nacionales de Liberia también es muy general, aunque incluye una serie de mecanismos que podrían constituir la base de una estrategia eficaz de conservación de las especies de caza, en particular mediante el control de las zonas de caza y los nombramientos comunales en materia de bosques, estudios periódicos sobre la fauna silvestre y amplios poderes coercitivos para los funcionarios de la Autoridad de desarrollo forestal.

39. En Ghana y Sierra Leona, ninguna norma tiene por objeto establecer un equilibrio adecuado entre el uso y la conservación, y la normativa se centra más bien en las licencias de caza y la protección de las distintas especies (Kormos y Bakarr).

40. El segundo problema planteado por la legislación de la región es el hecho de que muchas de las normas vinculan demasiado estrechamente protección de la fauna silvestre y zonas protegidas, lo que tiene varias consecuencias negativas. Por ejemplo, en Sierra Leona, la caza sólo está totalmente restringida en las zonas protegidas, lo cual reduce enormemente el ámbito de protección de la fauna silvestre. Kormos y Bakarr han observado una segunda consecuencia de la vinculación de la protección de la fauna silvestre con las zonas protegidas: los guardas de caza o forestales/el personal del Departamento de fauna silvestre se convierten en las únicas autoridades que conocen bien y tienen autoridad para hacer cumplir la normativa sobre caza. Como consecuencia, a pesar de que en numerosos países existen normas que imponen límites nacionales a la caza (v.gr. a la utilización de armas de fuego o trampas, períodos de caza o prohibiciones de cazar hembras con crías), la probabilidad de que dichas disposiciones se apliquen fuera de los parques es muy baja.

41. En Ghana, como parte de las restricciones a la caza, se ha impuesto una veda anual del 1º de agosto al 1º de diciembre de cada año al amparo del Reglamento de reservas de fauna y flora silvestres de 1971. Dicha norma prohíbe la caza, captura o destrucción de cualquier animal silvestre, con excepción de determinadas especies concretas. Durante la veda anual de 2001, se mató la elevada cifra de 3 000 animales para su comercialización (CI/FAO 2001). En el estudio se enumeraban 47 especies diferentes de animales silvestres que se vendieron en el mercado de Ghana, y a pesar de que 14 de ellas estaban plenamente protegidas en dicho país, fueron matadas impunemente. En el estudio se reveló asimismo que se cazaban y vendían algunos tótems, como el puercoespín cretado (Hystrix sp., tótem del Rey de Asante) y el búfalo africano (Syncerus caffer, tótem del clan Ekona de Ashanti). Tradicionalmente esta práctica estaba prohibida, dado que numerosas tribus y clanes veneraban a los tótems como animales sagrados, en particular sus jefes, que los utilizan como símbolos de autoridad.

42. En otros países, la legislación sobre la fauna silvestre está vinculada a los sistemas de zonas protegidas. En opinión de Kormos y Bakarr (1999), ello perpetúa la opinión de que las estrategias de conservación de la fauna silvestre permiten alcanzar resultados satisfactorios únicamente sobre la base de la protección de la fauna silvestre en zonas protegidas. Se ha observado que no es viable depender únicamente de las zonas protegidas como estrategia de conservación de la fauna silvestre, no sólo porque en muchos países la superficie protegida es insuficiente para garantizar el hábitat necesario para el sustento de poblaciones de especies viables, sino también porque el problema de la carne de caza se ha agravado enormemente debido a la industria de la explotación forestal cuya actividad se lleva a cabo teóricamente fuera de las zonas protegidas, como los parques.

43. Se ha observado asimismo que las legislaciones no son combatibles con las costumbres ni normas locales y que no las tienen en cuenta. Por consiguiente, la política adoptada en la región, según la cual la fauna silvestre pertenece al Estado y su ordenación corre a cargo del mismo en nombre del pueblo, no es compatible con la norma tradicional de dominio local de los recursos naturales y silvestres que impera en la mayor parte de los países del África occidental y central.

44. No obstante, se está prestando atención a la cuestión de la integración de las costumbres locales y la legislación nacional. Se han realizado esfuerzos por reconocer la necesidad de la participación local en la ordenación de los recursos naturales, la necesidad de reservar bosques para los municipios, la dependencia local respecto de la carne de caza para obtener proteínas y otras cuestiones relacionadas con la vida y los medios de vida de las poblaciones locales. Así se ha hecho en Sierra Leona mediante el establecimiento de varios procesos que requieren la aprobación de un jefe supremo para poder cazar animales silvestres. De forma análoga, Guinea ha tenido en cuenta la situación real de las poblaciones locales al revisar la legislación para suprimir las restricciones a la capacidad de los cazadores de vender carne de caza a nivel local durante el período de caza y permitir a los cazadores la venta de los excedentes de caza fuera del período de la misma (compartiendo los correspondientes ingresos con la comunidad local).

45. En Ghana, la División de Fauna Silvestre, en colaboración con las partes interesadas, está promoviendo las zonas de ordenación comunitaria de recursos en numerosas comunidades. En gran medida, el objetivo de estas zonas es hacer participar a las comunidades en la gestión de la fauna silvestre ayudándoles a destinar tierras forestales a la cría de animales silvestres, con el fin de generar ingresos, proteínas y empleo para los miembros de las comunidades y establecer o expandir los corredores/hábitat de fauna silvestre. Aunque la estrategia tiene un carácter experimental y es bastante reciente, numerosas comunidades han recabado asistencia de la División de Fauna Silvestre para participar en el proceso.

46. Un sector cada vez mayor en el África occidental ha empezado a reconocer la importancia de los problemas que acarrea el comercio de carne de caza, en particular dentro de las zonas protegidas o en las concesiones para la explotación forestal (Ammann 1998).

47. Este reconocimiento ha incidido en la imagen de la mayor parte de los países del África occidental y central, en particular el Camerún, el Congo y Liberia, ante la comunidad internacional por lo que respecta a la conservación.

48. Las campañas de los medios de comunicación sobre la biodiversidad y cuestiones conexas han tenido un gran impacto en otros sectores de cooperación, por ejemplo con la Unión Europea (UE). Entre los ejemplos de dicha colaboración, cabe destacar los esfuerzos por mejorar las carreteras en las principales zonas forestales (Rain Forest Foundation 98) impulsados por la opinión de que dichas operaciones intensifican el comercio ilegal y lucrativo de animales silvestres debido a la necesidad de alimentar a los trabajadores de la industria forestal y a los que trabajan en zonas no cubiertas por las carreteras para la explotación forestal (Auzel y Hardin, 1999). Aunque algunas de estas campañas han sido simplistas y reaccionarias, ignorando la complejidad de la temática del desarrollo en las zonas forestales del África central y occidental, han logrado atraer la atención sobre el impacto de políticas tales como la explotación forestal y la exterminación de la fauna silvestre.

49. La labor del CBD (Convenio sobre la Diversidad Biológica) y la CITES también han contribuido a ayudar a los gobiernos a establecer políticas. No obstante, TRAFFIC y el Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo (IIMAD) (Roe et al. 2002) concluyen que existen ejemplos en los que la aplicación de la CITES ha reducido los ingresos disponibles de las comunidades locales sin aportarles ningún beneficio claro en términos de conservación.

50. Del mismo modo, se han puesto en tela de juicio los beneficios que el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) ha aportado a las comunidades locales, partiendo de la base que la fauna silvestre es un bien público internacional, cuyos beneficios netos se orientan fuertemente hacia el Norte. El desafío consiste en hallar mecanismos justos y adecuados para garantizar que se sigan suministrando dichos bienes, que se fomenten la adopción de medidas colectivas por los pobres y que éstos reciban una compensación por la función que desempeñan en la protección de la fauna silvestre (estudio de LWAG sobre pobreza y fauna y flora silvestres, 2002).

IX. MARCO PARA LA CAPTURA DE ESPECIES DE CAZA

51. La organización de la explotación de la carne de caza corre a cargo del sector no estructurado y genera la mayor parte de los ingresos monetarios que pueden obtenerse de los recursos fáunicos del África occidental y central. En Côte d´Ivoire, el valor anual de la producción de la carne de caza en 1996 se estimó en 77 000 millones de F.CFA, lo que equivale al 1,4 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) (Caspary 1999).

52. Caspary (1999) señala que, en Côte d´Ivoire, la producción de carne de caza supera la de varios productos del sector primario, tales como el banano o la piña, y que su valor es similar al de la producción maderera. Subraya, además, que la producción anual de carne de caza generará ingresos adicionales para el Estado cuando la comercialización salga del ámbito no oficial.

53. Aunque hace más de 30 años que se lleva estudiando la caza de especies silvestres y la utilización de su carne en el África occidental y central, una gran parte de la información existente está basada en datos de lugares concretos, recopilados a menudo durante un breve período de tiempo (Caspary 1999). En el contexto de las rápidas variaciones en el hábitat de las especies silvestres, la extinción de especies, el crecimiento de la población humana y la explotación forestal, resulta sumamente difícil formular las generalizaciones públicas necesarias para elaborar estadísticas sobre la alimentación a nivel nacional o subregional.

54. Es posible que el África occidental y central esté entrando en una fase en la que la crisis de la carne de caza se esté convirtiendo en un factor limitativo a la hora de garantizar la seguridad alimentaria, el desarrollo socioeconómico y la conservación de la diversidad biológica. La necesidad de reorientar el comercio no sostenible de la carne de caza constituye actualmente un deber imperativo. Tal como se subrayó reiteradamente en el Programa 21 de la Cumbre para la Tierra de Río (Brasil), la información actualizada es una condición necesaria para la ordenación sostenible de los recursos naturales. Se requiere información para:

55. Para ello, es necesario racionalizar los datos, mediante estadísticas que constituyan una fuente de información. Se requieren datos en los siguientes ámbitos para afrontar la crisis de la carne de caza.

  1. índices de captura de las principales especies de caza
  2. demanda de carne de caza en las zonas rurales y urbanas
  3. métodos de caza
  4. totales de captura
  5. preferencias de los consumidores
  6. precios de mercado y sustitutos
  7. tipos de carne de caza en el mercado
  8. consumo diario de carne de caza
  9. rutas comerciales hacia los centros de comercio
  10. rutas de transporte
  11. índices de renovación de especies
  12. pérdida y disponibilidad de hábitat
  13. centros de comercialización de la carne de caza
  14. operadores de la comercialización de la carne de caza
  15. sistemas fiscales y sus efectos
  16. sistema de reparto de ingresos

56. Se necesitaría un marco flexible y rentable en el que participen las autoridades locales tradicionales, las autoridades de distrito, las ONG, los organismos del Estado y la Oficina Nacional de Estadística. Debería establecerse de forma detallada cómo debería elaborarse y utilizarse el conjunto de datos para las actividades de seguimiento y planificación a nivel local, nacional y regional. La estructura podría ajustarse en lo esencial al marco de presión-estado-respuesta (PSR) de la OCDE. Dicho marco para la recopilación de datos establece principalmente que las actividades humanas aumentan la presión (cambios en la utilización del suelo) sobre el medio ambiente, lo cual puede acarrear modificaciones en el estado del medio ambiente (p. ej., cambios en la diversidad de hábitat/la sociedad responde entonces de dichas modificaciones en la presión o el estado con programas y políticas ambientales y económicos destinados a impedir, reducir o mitigar la presión y/o los cambios ambientales.

57. El marco es muy sencillo y se puede aplicar a cualquier escala. La recopilación y elaboración de estadísticas sobre carne de caza resulta mucho más fácil si el marco se divide en las tres principales tablas siguientes:

Problema – Presión - Estado – Respuesta - Efectos (PPSRE)
Problema – Presión — Respuesta – Efecto (PPRE)
Problema – Estado – Respuesta – Efectos (PSRE)

58. Esta división permitirá al África occidental y central recopilar y elaborar estadísticas útiles sobre la carne de caza y el medio ambiente orientadas al usuario que se podrán aplicar más ampliamente en términos de adopción de decisiones con vistas a afrontar la crisis de la carne de caza (Okyeame A. A. 1998).

59. La crisis de la carne de caza a la que se enfrenta el África occidental y central es real y podría poner final a la seguridad alimentaria y la diversidad biológica de la región en un plazo de 20 años si no se aborda como un problema urgente.

REFERENCIAS

Abernethy, V. 1993. A cultural perspective on HIV/ Population and Environment: A Journal of Interdisciplinary Studies 14: 203-205.

Ambrose-Oji, B. 1997. Valuing forest products from Mount Cameroon. In African rainforests and the conservation of biodiversity: Proceedings of the Limbe Conference. Ed. S. Doolan, p. 140-150. Oxford: Earthwatch Europe.

Ammann, K. 1998. Gorilla wars: Slaughter in Cameroon. Africa-Environment and Wildlife 6: 31-35.

Anadu, P. A., P.O. Elamah, & J. F. Oates. 1988. The bushmeat trade in southwestern Nigeria: A case study. Human Ecology 16: 199-208.

Anstey, S. 1991. Wildlife utilization in Liberia. Gland, Switzerland: World Wildlife Fund.

Asibey, E. O. A. 1974. Wildlife as a source of protein in Africa south of the Sahara. Biological Conservation 6: 32-39.

Asibey E. O. A. 1977. Expected effects of land-use patterns on future supplies of bushmeat in Africa south of the Sahara. Environmental Conservation 4(1): 43-49.

Auzel, P. & D. Wilkie. 2000. Wildlife use in northern Congo: Hunting in a commercial logging concession. In Hunting for sustainability in tropical forests. Eds. J. G. Robinson & E. L. Bennett. P.413-426. NY: Columbia UP.

Auzel, et al. Colonial history, concessionary politics, and collaborative management of equatorial African rainforests. CABS publications No. 2 1999, Washington, D.C.

Baron, R. C., J. B. McCormick, & A. Z. Osman. 1983. Ebola virus disease in southern Sudan: Hospital dissemination and intrafamilial spread. Bulletin of the World Health Organization 61(6):997-1003.

Bowen-Jones E. 1999. A review of the commercial bushmeat trade with emphasis on Central/West Africa and the great apes. African Primates 3(1-2): 1-42.

Caspary, H. U. 1999. En preparación. Utilisation de la faune sauvage en Cote d’Ivoire et en Afrique de l’Quest – Chaudes, Tropenokologiches Begleitprogramm (TOB).

CI-Ghana/FAO 2000. Assessment of bushmeat trade during the annual closed season on hunting in Ghana, CI-Ghana/FAO, Accra, Ghana.

Delvingt, W. 1997. La chasse villageoise: Synthèse régionale des études realisées durant la première phase du Programme ECOFAC au Cameroun, au Congo, et en République Centrafricaine. ECOFAC AGRECO-CTFT, Faculte.

Dethier, M. 1995. Etude chasse. Yaoundé, Cameroon. Ministère de l’Environement, Projet ECOFAC-Composante Cameroon, Groupement AGRECO-CTFT.

Formenty, P., C. Hatz, B. Le Guenno, A. Stoll, P. Rogenmoser, & A. Widmer. 1999a. Human infection due to Ebola virus, subtype Cote D’Ivoire. Clinical and biologic presentation. Journal of Infectious Disease 179 (Supplement 1): 48-53.

Gally, M. & P. Jeanmart. 1996. Etude de la chasse villageoise en forêt dense humide d’Afrique centrale. Travail de fin d’études. Faculté Universitaire des Sciences Agronomiques de Gembloux.

González, J. P., E. NaKOUNE, W. Slenczka, J. Morvan, & P. Vidal. 1997. Epidemiology of filovirus infection in the Republic Centrafricaine: A risk study associated with subsistence activities. Unión Europea.

Hans-ULRICH CASPARY (1990), Regional dynamics of hunting and bushmeat utilization in West Africa – An overview center for Applied Biodiversity Science publications 2. 199 W. D.C.

Hardin, R., P. Auzel, & P. Etoungou. 1999. Concessionary politics reinvented: The split state and the private company/community divide in uses of Cameroon’s forest. Documento sin publicar presentado en la conferencia: Les processus de privatization en Afrique, October 12/13, Center for African Studies, University of Bordeaux, France.

Heather E. E. et al. (1994) Impacts of bushmeat hunting on wildlife populations in West Africa’s Upper Guinea Forest Ecosystem, CABS, Washington D.C.

Heymann, D. L., J. S. Weisfeld, P. A. Webb, T. Cairns, & H. Berquist. 1980. Ebola hemorrhagic fever: Tandala, Zaire, 1977-1978. Journal of Infectious Disease 142:372-375.

Hoppe-Doiminik, B. 1991. Distribution and status of chimpanzees (Pan troglodytes verus) on the Ivory Coast. Primate Report 31: 45-75.

UICN, 1996, Lista roja de especies amenazadas de la UICN, 1996. Gland, Suiza, UICN.

Ivanoff, B., P. Duquesnoy, G. Lanquillat, J. F. Saluzzo, A. J. Georges, J. P. Gonzalez, & J. B. McCormick. 1982. Haemorrhagic fever in Gabon: Incidence of Lassa, Ebola, and Marburg viruses in Haut-Ogoue. Transaction of the Royal Society of Tropical Medicine and Hygiene. 76(6): 719-720.

Jahrling, P.B., T. W. Geisbert, D. W. Dalgard, E. D. Johnson, T. G. Ksiazek, W. C. Hall, & C. J. Peters. 1990. Preliminary report: Isolation of Ebola virus from monkeys imported to the USA. Lancet 335: 334-335.

Johnson, K. M. 1978. Ebola haemorrhagic fever in Zaire, 1976. Bulletin of the World Health Organization 56: 271-293.

Johnson, K. M. 1999. Gleanings from the harvest: Suggestions for priority actions against Ebola virus epidemics. Journal of Infectious Disease 179 (Supplement 1): 287-288.

Martin, C. 1991. The rainforests of West Africa: Ecology, threats and conservation. Basilea, Suiza: Birkhauser Verlag.

Morell, V. 1994. Serengeti’s big cats going to the dogs. Science 264: 1664.

Morse, S. S. & A. Scluederberg. 1990. Emerging viruses: The evolution of viruses and viral diseases. Journal of Infectious Diseases 162: 1-7.

Morvan, J. 1997b. Resultats preliminaries des serologies Ebola et Rift de juin 1997. Internal report circulated among personnel of the Institut Pasteur, Bangui, C.A.R.

Muchaal, P. K. & G. Ngandjui. 1999. Impact of village hunting on wildlife populations in the western Dja Reserve, Cameroon. Conservation Biology 13(2): 385-396.

Noss, A. J. 1998. Cable snares and bushmeat markets in a Central African forest. Environmental Conservation 25: 228-233.

Noss, A. J. 1998. The impacts of cable snare hunting on wildlife populations in the forests of the Central African Republic. Conservation Biology 12(2): 390-398.

Oates, J. F. 1999. Myth and reality in the rain forest: How conservation strategies are failing in West Africa. Berkeley: California UP.

Oates, J. F. M. Abedi-Lartey, W. Scott McGraw, T.T. Struhsaker, & G. Whitesides. 2000. Extinction of a West African red colobus monkey. Conservation Biology 14(5): 1526-1532.

Oates, J. F., T. T. Struhsaker, & G. H. Whitesides. 1997. Extinction faces Ghana’s red colobus monkey and other locally endemic subspecies. Primate Conservation 17: 138-144.

Okyeame Ampadu-Agyei (1998) A framework for the collection of environmental statistics in Africa, UNECA. Addis Ababa

Parren, M. P. E. & N. R. de Graaf. 1995. The quest of natural forest management in Ghana. Cote d’Ivoire and Liberia. Tropenbos Series. No. 13. Wageningen Agricultural University.

Roth, H. H. & I. Douglas-Hamilton. 1991. Distribution and status of elephants in West Africa (1). Mammalia 55(4): 489-527.

Steel, E. A. 1994. Study of the value and volume of bushmeat commerce in Gabon. Libreville, Gabon: World Wildlife Fund.

Taylor, P. 1986. Respect for nature: A theory of environmental ethics. Princeton, NJ: Princeton UP.

Teleki, G. and Baldwin, L. 1981. Sierra Leone’s wildlife legacy: Options for survival. Zoonooz 28-31.

Teleki, G. 1980. Hunting and trapping wildlife in Sierra Leone: Aspects of exploitation and exportation. Informe no publicado para el Fondo Mundial para la Naturaleza y el Ministerio de Agricultura y Bosques, Freetown. Washington, D.C.: WWF.

Wilkie, D. S., J. G. Sidle, G. C. Boundzanga, S. Blake, & P. Auzel. 2000. Defaunation or deforestation: Commercial logging and market hunting in northern Congo. In The impacts of commercial logging on wildlife in tropical forests. Eds. R. Fimbel, A Grajal, & J. G. Robinson. JY: Columbia UP.

Wilkie David. S. (1999). Bushmeat hunting in the Congo Basin – A brief Review. Centre for Applied Biodiversity Science publication 2. 1991 W.D.C.

RESUMEN

La crisis de la carne de caza en África: conciliación de la seguridad alimentaria con la conservación de la diversidad biológica en el continente (Tema informativo para la 23ª Conferencia Regional para África).

En África, varios estudios han subrayado la importancia de la carne de las especies silvestres para satisfacer las necesidades básicas en proteínas animales de los hogares de las zonas rurales urbanas. Por ejemplo, se ha señalado que el 75 por ciento del suministro de carne de Liberia procede de animales silvestres. En Côte d´Ivoire, más de un millón de cazadores capturaron en torno a 120 000 toneladas de carne de animales silvestres en 1996, es decir, más del doble de la producción anual de carne procedente de la ganadería doméstica. Según un estudio reciente realizado en el África occidental, se estima que el valor comercial de la carne de caza asciende a 150-160 millones de dólares EE.UU. al año. En el África central, el exceso de caza de especies silvestres ha puesto en grave peligro de extinción a determinadas especies silvestres, como los gorilas, los chimpancés y los pequeños antílopes.

Además de la caza de subsistencia de los habitantes pobres de las zonas rurales para satisfacer sus necesidades en proteínas, la caza comercial se ha convertido también en una actividad en expansión de los cazadores que persiguen fines comerciales, los cuales obtienen cuantiosos beneficios mediante la explotación excesiva de un recurso fácilmente disponible. Aunque generalmente se considera ilegal en numerosos países africanos y carece actualmente de una regulación oficial, la caza de especies silvestres con fines comerciales aún constituye una grave amenaza, dado que los métodos de caza no sólo destruyen las poblaciones silvestres y a veces su hábitat, sino que en algunos casos también pueden ser muy dañinos para los consumidores de carne de caza.

Obviamente, existen dudas legítimas en cuanto a la sostenibilidad de la utilización de la carne de caza en una gran parte de África, y por consiguiente, urge abordar la cuestión de la caza con fines comerciales que destruye el medio ambiente.

En el África húmeda central y occidental, la FAO ha establecido sólidas asociaciones con las Divisiones de Fauna Silvestre y las ONG internacionales para evaluar y analizar la situación de la carne de caza, realizar una labor de sensibilización y de colaboración con todas las partes interesadas, con vistas a hallar opciones viables y velar por la utilización sostenible de los recursos silvestres en la lucha contra el hambre y la malnutrición en África, garantizando paralelamente la conservación de la rica diversidad biológica del continente.