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Agricultura en el bosque: la transformación del uso de la tierra y de la sociedad en Madagascar oriental

Agricultura en el bosque: la transformación del uso de la tierra y de la sociedad en Madagascar oriental

Clare Oxby

Clare Oxby, especialista en antropología social del Instituto de Desarrollo de Ultramar, Reino Unido, visitó recientemente un proyecto de la FAO en Madagascar en relación con un estudio sobre las alternativas a la agricultura migratoria en Africa, para el Departamento de Montes de la FAO (véase Referencias: FAO, 1984, y Oxby, 1983 a y b).

La práctica del cultivo del arroz de montaña con la técnica de la ««corta y quema>' es uno de los muchos factores que ocasionan una disminución continua de las reservas forestales de Madagascar oriental. La alternativa del arroz de regadío no sólo contribuiría a conservar los bosques, sino que parecería representar también una mejor solución económica para los agricultores mismos. En efecto, ha habido un aumento gradual del cultivo de arroz de regadío en toda la región, que ha llevado consigo un cambio hacia una sociedad más sedentaria, basada en la aldea. Sin embargo, la transformación no ha sido tan rápida como los planificadores podrían haber esperado y, lo que es significativo, no ha habido ninguna disminución perceptible en la incidencia de la corta y quema. Un examen más atento indica que hay varias razones válidas para que los agricultores continúen cultivando el arroz de montaña.

· Entre los agricultores de los bosques de la región costera oriental de Madagascar, es tradicional sacrificar un buey el día antes de desbrozar el bosque como preparación para el cultivo. Esta ceremonia se efectúa como reparación por antepasados»;desnudar las tumbas de los antepasados»; demuestra la renuencia de los agricultores a destruir el bosque, a no ser que no haya otra solución. Como las tumbas de los antepasados están en medio del bosque, hay una prohibición rigurosa de cortar cualquier vegetación en las inmediaciones. Incluso en zonas muy deforestadas, pequeños islotes de bosque primario ocultan las tumbas de los antepasados. Los habitantes de los bosques de Madagascar oriental tienen un profundo respeto por sus antepasados y por el bosque, que es la principal fuente de materiales de construcción, combustibles, frutos, caza y medicinas para el hogar.

El proceso real de deforestación en esta región es el mismo conocido en otras partes del mundo. También lo es el modo en que la culpa por la deforestación se dirige a los pequeños agricultores y a sus prácticas «miopes». Esta opinión no sólo desvía la atención de otros agentes de la destrucción y degradación de los bosques, como los productores de carbón, los comerciantes de leña, las compañías madereras y las explotaciones agrícolas en gran escala en zonas forestales, sino también subestima la situación de los pequeños agricultores al no tener en cuenta las limitaciones a que están sometidos y las escasas alternativas que tienen. En efecto, los pequeños agricultores pueden ser agentes de la destrucción de los bosques, pero para comprender las causas de la deforestación es preciso mirar un poco más lejos (Westoby, 1978). Los agricultores pueden ser agentes contra su voluntad, como sugiere la frase inicial de este articulo; además es fácil echarles la culpa pues, en general, no responden a las acusaciones formuladas contra ellos.

El presente articulo intenta explicar por qué los pequeños agricultores siguen practicando una forma extensiva de agricultura de barbecho denominada tavy, término que se traduce mejor como « corta y quema'' que como «agricultura migratoria», ya que se refiere a una técnica de eliminar la vegetación como preparación para el cultivo que puede aplicarse incluso cuando el periodo de barbecho se reduce sólo a dos años y cuando los asentamientos son permanentes. Los pequeños agricultores se muestran a menudo reacios a abandonar el tavy en favor de formas más intensivas de cultivo de la tierra, como el arroz de regadío. Se considera que ese cambio aliviaría la presión sobre lo que queda del bosque, detendría la erosión y la degradación de los suelos y permitiría a los agricultores producir un excedente que les ayudaría a aumentar sus ingresos y serviría para suministrar alimentos a las zonas urbanas, que actualmente dependen de los importados.

Las razones por las que ese cambio, ventajoso en apariencia, no se produce con la rapidez que los planificadores esperaban, son instructivas. Son sobre todo instructivas para el personal forestal, ya que la técnica de la corta y quema es una de las causas inmediatas de la deforestación en los trópicos. El promedio anual de destrucción de los bosques primarios en Madagascar se ha estimado en 165000 hectáreas (FAO, 1981), y la producción anual de arroz de montaña, con el método de corta y quema, en 60 000 a 80 000 toneladas (Ratovoson, 1979). Esas cifras cubren todo el país, pero la mayor concentración de bosques, así como la principal zona de producción de arroz de montaña, está en la región costera oriental. La transformación del uso de la tierra del bosque a la explotación agrícola es gradual; los antepasados de los cultivadores de arroz de regadío de la meseta central de Madagascar cultivaban arroz de montaña hace varios siglos, cuando la zona estaba cubierta por bosques. Gradualmente, a medida que se destruyeron los bosques, pasaron a la agricultura de regadío. En algunos casos, la población tuvo que refugiarse de nuevo en los bosques con ocasión de guerras y volvió al cultivo de arroz de montaña (Bloch, 1975).

Es también instructiva la transformación social, desde un número escaso de habitantes de los bosques que viven en asentamientos semipermanentes con una organización social relativamente igualitaria, a una sociedad de base aldeana, caracterizada por una mayor densidad de población y una estructura social más jerarquizada. Esos cambios paralelos en el uso de la tierra y en la sociedad son importantes para comprender la elección de la estrategia por parte de los agricultores.

La región costera oriental

La faja de tierra montañosa cubierta de bosques conocida como la región costera oriental de Madagascar tiene una anchura de menos de 100 km y una longitud de unos 1000 km. Se eleva desde el mar mediante una serie de estribaciones hasta el borde de la meseta central, a una altura de más de 1 000 m. Los vientos del este producen lluvias todo el año. La precipitación media anual es de 3 000 mm en Toamasina, en la costa, y de 2 200 mm en Vavatenina, en el interior. El bosque tropical prospera en este clima cálido y húmedo. Hubo un tiempo en que toda la región estaba cubierta de bosque higrofítico, incluso las actuales zonas pantanosas costeras, como lo demuestran los restos fósiles. Hoy la mayoría de las estrechas llanuras costeras y las laderas más bajas están deforestadas, pero dos tercios aproximadamente de la región, y en particular las laderas más altas, están todavía cubiertas de bosque primario. Este bosque es único, ya que el 90% aproximadamente de las especies arbóreas que se dan en él se encuentran sólo en Madagascar

ARROZ DE REGADIO (abajo) ARROZ DE MONTAÑA (arriba) una opción complejo

En un viaje aéreo entre la capital, Antananarivo, que se encuentra en la meseta, y la costa oriental durante la estación del cultivo, puede observarse toda la gama del bosque a la llanura agrícola. Al abandonar la meseta central deforestada se pasa el borde de un declive y se desciende por sus estribaciones altas muy boscosas. La cubierta forestal, de un verde oscuro, se extiende hacia el frente y a ambos lados por todo el horizonte, interrumpida sólo por escarpamientos rocosos, ríos brillantes y las dos líneas de comunicación: el ferrocarril y la carretera, que normalmente es impracticable en esta época del año. A lo largo de ellos se concentran pequeñas parcelas desbrozadas de vegetación verde más pálida, que representan los arrozales de montaña, o los bosques que rebrotan (denominados savoka en malgache).

A medida que se desciende, el bosque está interrumpido por valles fluviales de un verde brillante: son los cultivos del arroz de regadío. Al aproximarse el avión a la costa hay un rápido aumento de zonas rozadas, en cultivo o en barbecho. Las manchas de verde oscuro del monte alto empiezan a escasear. A lo largo de la estrecha faja costera pueden verse, entre las aldeas y ciudades, plantaciones ordenadas, arrozales de regadío y algunas zonas verde-grises « agotadas» de vegetación degradada. Ese viaje aéreo ilustra el proceso gradual de la deforestación y concentra en media hora lo que ha ocurrido durante siglos.

En los niveles más bajos, primero hay una tala selectiva de los bosques por las compañías madereras, que aprovechan los árboles más valiosos para su venta en los mercados internacionales. Los demás árboles se explotan para traviesas de ferrocarril y leña por conducto de las redes locales de comercialización. Luego se queman y limpian secciones de la vegetación forestal restante, bien por trabajadores agrícolas asalariados que también plantan árboles en las zonas limpias, o por agricultores independientes que preparan la superficie para el cultivo del arroz de montaña mediante la técnica de la corta y quema, tavy, que destina la ceniza de la vegetación leñosa a fertilizar el suelo como preparación para el cultivo.

En las zonas forestales densas de las laderas altas, lejos de las principales líneas de comunicación, el arroz de montaña se intercala con maíz y a menudo con frijoles durante la primera campaña de cultivo, a la que a veces sigue el año siguiente una cosecha de yuca. La tierra se deja después de seis a diez años en barbecho y luego se repite el proceso. Cuando se desmonta el bosque alto, habitualmente se cultiva arroz por dos años consecutivos. El rendimiento puede ser mayor el segundo año, ya que algunas de las ramas más gruesas no se queman y tardan algún tiempo en descomponerse (Dandoy, 1973). La yuca es el último cultivo, pues se da en suelos peores.

La densidad de población en esas zonas es baja pero, al acercarse a las zonas deforestadas de la costa, aumenta en general: de cinco habitantes por km2 en el distrito de Andasibe a 10 en el de Ranomafana y a 41 en el de Andevoranto, en la costa. Cuando hay presión demográfica y escasez de tierra fértil-como ocurre en las zonas deforestadas en las laderas bajas, en torno a los valles de regadío, y hasta cierto punto a lo largo de la carretera y del ferrocarril-ya no son posibles períodos de barbecho suficientemente largos. Por lo tanto, la vegetación se desbroza antes de que el bosque haya tenido tiempo de crecer de nuevo y de establecerse y regenerar la fertilidad del suelo. En consecuencia, el periodo de barbecho de seis a diez años se reduce a cinco, a tres y en algunos casos sólo a dos años. Si la tierra se cultiva repetidamente después de esos períodos breves de barbecho, el resultado es una vegetación degradada, caracterizada por la falta de especies valiosas y a menudo dominada por una sola como el bambú o el ravenala (en francés, l'arbre du voyageur).

Se establece así una tendencia a la degradación del suelo y a la disminución del rendimiento, difícil de invertir sin un cambio radical en la técnica agrícola, que a menudo requiere grandes inversiones de capital y de mano de obra. A lo largo de la costa pueden verse zonas de vegetación degradadas, que los agricultores han abandonado para instalarse más cerca del bosque. Ello no puede atribuirse a las técnicas de cultivo del arroz de montaña por si solas; la degradación se produce cuando esas técnicas se aplican con demasiada frecuencia en la misma parcela de tierra.

La agricultura en la costa oriental

La agricultura en la costa oriental

En los bosques de la costa oriental, los agricultores generalmente practican un sistema complejo de cultivo. Hay tres tipos de cultivo de la tierra: tsabo, o cultivo agrícola permanente; horaka, o cultivo del arroz de regadío; y tavy, o cultivo del arroz de montaña. La mayoría de los hogares practica los tres tipos al mismo tiempo. El café se difundió en el decenio de 1910, y el clavo en el de 1930 (Dandoy, 1973). Ambos siguen siendo una fuente importante de ingresos para los hogares, que se destinan a contratar mano de obra agrícola asalariada, a comprar vestidos y herramientas y, en momentos de escasez, alimentos.

El cultivo del arroz de regadío no es de introducción reciente; ya lo señalaron viajeros del siglo XVIII. Sin embargo, la tecnología del riego, asociada al uso del arado, se introdujo sólo en el siglo pasado. La superficie dedicada al cultivo del arroz de regadío se ha, ampliado gradualmente, sobre todo en zonas donde aumenta la densidad demográfica. Sin embargo, ello no ha llevado consigo una disminución del cultivo del arroz de montaña.

A fin de elevar al máximo la producción de arroz y hacer frente a tasas cada vez mayores de crecimiento demográfico (33,5% anual) y teniendo en cuenta algunas limitaciones al desarrollo del cultivo del arroz de regadío que se examinarán luego, la agricultura de corta y quema sigue siendo la principal técnica para producir alimentos en la región, donde se produce el doble de arroz de montaña que de arroz de regadío (Le Bourdiec, 1974). La mayor parte de la población local está de acuerdo en que las especies cultivadas en las laderas tienen mejor gusto que las cultivadas en las zonas pantanosas, y el arroz de montaña se considera todavía como la dieta corriente de la población local. Debido a las dificultades de acceso a la tierra, la tendencia general ha sido una reducción gradual del periodo de barbecho, con graves consecuencias para la regeneración de la fertilidad del suelo. Sin embargo, serían necesarias cifras regionales actualizadas para documentar con más precisión esa tendencia.

La agricultura de corta y quema sigue siendo la principal técnica para producir alimentos en la región.

Es preciso ir más allá del cálculo económico del rendimiento para comprender por qué continúa el cultivo del arroz de montaña.

Mientras tanto, la región costera oriental no produce suficiente arroz para su consumo y en muchas zonas hay situaciones crónicas de escasez. Las necesidades de arroz se satisfacen, por término medio, durante nueve meses al año. Durante los tres meses restantes, otros cultivos alimentarios como la yuca y la banana contribuyen a cubrir las necesidades hasta la siguiente cosecha de arroz. Además, problemas graves de comercialización y distribución hacen que no siempre haya arroz disponible durante ese tiempo.

En lo que se refiere al rendimiento por hectárea, es evidente que el arroz de regadío es más productivo que el de montaña, como indica el Cuadro 1. En cuanto a la productividad del trabajo (la mayoría de los días de trabajo son de mujeres, no de hombres) los resultados no son tan claros. Según Le Bourdiec, el arroz de montaña requiere menos mano de obra que el de regadío; según Secmo y Dandoy, sucede lo contrario. Quizás la diferencia puede explicarse por el hecho de que Le Bourdiec incluye el tiempo de mantenimiento de los canales, y no está claro si las otras fuentes lo incluyen también. En este caso, las cifras de Le Bourdiec serían las más fiables. Sin embargo, cuando se compara el rendimiento del arroz de montaña con el de regadío, es dudosa la utilidad de las cifras por hectárea. Mientras que en general hay nuevas tierras disponibles para la producción del arroz de montaña, la dificultad de acceso a una tierra apropiada es el mayor obstáculo a la producción del arroz de regadío, y por lo tanto puede limitar la producción. Asimismo, el arroz de montaña requiere mucha más tierra de la que en la práctica se cultiva en una campaña determinada; si se tuviera en cuenta la superficie en barbecho, además de la cultivada, el rendimiento correspondiente seria sumamente bajo. Esos puntos sólo refuerzan el argumento de que el arroz de regadío es una opción más racional para el agricultor que el arroz de montaña.

Sin embargo, si se examina más atentamente qué es lo que se mide y cómo, la conclusión no es tan clara. Como el cultivo del arroz de montaña se combina a menudo con el del maíz y también de los frijoles y la yuca, el medir el rendimiento teniendo en cuenta sólo el arroz es subestimar considerablemente la productividad. Asimismo, el desbrozar la vegetación del bosque supone cortar madera, parte de la cual se usa para la construcción de viviendas o para leña, y parte puede venderse para traviesas de ferrocarril, leña o carbón vegetal. En las cifras mencionadas no se tiene en cuenta ninguna de esas partidas. En ellas se puede también pasar por alto el tiempo necesario, no sólo para mantener la infraestructura de regadío, como hemos visto, sino también para construirla inicialmente. En las zonas montañosas de la costa oriental, donde sólo hay tierra pantanosa y llana en zonas pequeñas y aisladas, el tiempo necesario puede ser considerable. Además, mientras que los campos de regadío requieren una cierta supervisión y mantenimiento, incluso fuera de la temporada de cultivo, en el caso del arroz de montaña todos los trabajadores quedan completamente libres fuera de la temporada, por lo que pueden buscar trabajo asalariado estacional.

Quizás lo más importante es el hecho de que las cifras se refieren a zonas donde la producción del arroz de montaña está en crisis por un aumento de la densidad demográfica, un acceso cada vez más difícil a la tierra y la consiguiente reducción de los períodos de barbecho. Dandoy, que es quien señala el mayor rendimiento, decidió realizar específicamente sus estudios en la región de Vavatenina, porque era una zona de crisis: de las 13 aldeas que estudió, sólo una lograba satisfacer sus necesidades de arroz. Se trata también de una de las zonas más pobladas de la costa oriental, que experimentó un rápido aumento del 50% en la densidad demográfica entre 1955 y 1966 (de 14 a 21 habitantes por km2). En 1966, una cuarta parte de los agricultores de Vohibary tuvieron que abandonar las tierras de la aldea y buscar zonas para desbrozar y cultivar, debido a la escasez de tierras.

Por desgracia, no fue posible encontrar cifras comparables para la producción del arroz de montaña en las zonas de bosques más densos. El rendimiento del trabajo será probablemente mayor por la razón siguiente: la escarda que, según nuestras observaciones, es una de las principales tareas en Vavatenina, representa un problema mucho menor donde el cultivo sigue a la corta del bosque primario o del nuevo bosque regenerado de una cierta edad.

Es, pues, difícil llegar a alguna conclusión firme sobre el rendimiento relativo del arroz de montaña y de regadío en la región costera oriental. El rendimiento del trabajo en el cultivo del arroz de montaña es probablemente inferior en la mayoría de los casos, especialmente en las zonas criticas de escasez de tierras y períodos de barbecho más breves, pero no tan baja en relación con el arroz de regadío como las cifras indican. Ahora bien, cabe preguntarse por qué continúan los agricultores practicando el tavy, si el rendimiento del trabajo es tan bajo.

Rendimiento y días de trabajo por hectárea para el arroz de montaña y el arroz de regadío en la región costera oriental de Madagascar.


Ubicación

Arroz de montaña

Arroz de regadío


Referencia

Días de trabajo por hectárea

Rendimiento (kg par ha)

Días de trabajo por hectárea

Rendimiento (kg por ha)

Vavatenina (Tsaramainandro)

82

700

54

1 200-1 500

Comunicación del personal de proyecto de la FAO SECMO 1980

Región de Betsimisaraka

100
(50 dedicados al desbroce de la vegetación)

800

150

<2 000

Le Bourdiec 1974

Vavatenina (Vohibary)

244
(158 dedicados al desbroce de la vegetación)

970
(400-1 730)

157

2 200

Dandoy, 1973

Provincia de Tamatave

-

620

-

1 330

Chabrolin, 1965

Limitaciones

Una razón que debe excluirse desde el comienzo para explicar por qué los agricultores no se adaptan al cultivo de arroz de regadío más rápidamente es la ignorancia. En efecto, muchos agricultores practican ambas técnicas todos los años, además de atender a los cultivos agrícolas comerciales y a las parcelas de hortalizas. Esos agricultores están evidentemente en la mejor situación para comparar las diferentes técnicas de cultivo, conociendo de cerca los efectos de los diferentes cultivos en los distintos tipos de suelo, que juzgan según las especies silvestres que crecen (Dandoy, 1973). Hay varias razones topográficas, tecnológicas, sociológicas, económicas y políticas por las que los pequeños agricultores de la región costera oriental continúan practicando el cultivo del arroz de montaña, a pesar de unos rendimientos bajos y variables.

Razones topográficas En las regiones montañosas, como la costa oriental de Madagascar, no es siempre fácil, encontrar tierra apropiada para el cultivo del arroz de anegamiento o de regadío, usando técnicas accesibles a los pequeños agricultores. A menudo la tierra más apropiada ya está ocupada (aunque no necesariamente explotada). Si bien hay todavía mucha tierra regable en el país de Tanala, al sur de la región costera oriental, muchas de las zonas apropiadas del país de Betsimisaraka al norte plantean problemas particulares porque son valles estrechos y aislados y tienen dificultades de drenaje (Le Bourdiec, 1974).

En Vohibary, por ejemplo, se regaban cuatro hectáreas, pero sólo había un total de 10 ha de tierra de regadío disponible. En algunas aldeas vecinas, toda la tierra regable ya se utilizaba o bien no había tierra apropiada disponible, pues las grandes inversiones de mano de obra y capital necesarias para construir terrazas y canales estaban más allá de la capacidad de los agricultores locales. En consecuencia, un estudio de 13 aldeas vecinas, incluida Vohibary, demostró un contraste local en las técnicas agrícolas: dos cultivaban sólo el arroz de regadío y en ellas no había tavy; cuatro practicaban sólo el tavy y en ellas no había arroz de regadío; y en las otras siete, incluida Vohibary, había varias combinaciones de tavy y arroz de regadío. Esas variaciones deben entenderse sobre todo en función de la topografía y corresponden a tres diferentes tipos de terreno: una faja pantanosa alargada pero estrecha, la llanura de lazafo; las colinas boscosas y, por último, los márgenes de los bosques (Dandoy, 1973).

Tenencia de tierras Paralelamente a las diferencias en el medio natural entre las zonas ilimitadas de bosque alto en las laderas superiores del declive y las zonas de intenso cultivo y barbecho forestal degradado en las laderas inferiores, hay importantes diferencias en las relaciones sociales dentro de las comunidades que viven en la región. Entre los zafimaniry, por ejemplo, que viven en pequeños grupos en el bosque, las diferencias de riqueza entre los hogares son relativamente escasas. El acceso a la tierra es fácil y la principal limitación a la producción es la mano de obra necesaria para rozar el bosque y cultivar la tierra (Bloch, 1975).

ARROZ DE MONTAÑA EN MADAGASCAR presión sobre el bosque

En zonas más bajas como Vavatenina, donde la densidad de población es mayor y hay grandes superficies dedicadas a cultivos perennes para la exportación, donde las zonas de bosque primario que quedan son escasas y remotas y donde los períodos de barbecho se reducen y el cultivo se repite mucho en el mismo lugar, el acceso a la tierra es un factor limitativo importante. Contrariamente a lo que ocurre en las aldeas del bosque, un tema permanente de conversación es el acceso a la tierra y la herencia de la misma. Hay una gran presión para adquirir derechos a la tierra; bien desbrozándola, lo que da derechos temporales de uso; bien plantando cultivos perennes, como el café o el clavo, que da derechos más permanentes de propiedad; o bien inscribiendo formalmente el derecho de propiedad privada en los registros de la administración local. Este es un proceso largo y complicado (dura a menudo 15 años) y los pequeños agricultores están en una situación desventajosa para llevarlo a término. De ese modo' se han privatizado grandes extensiones de tierra, normalmente para cultivos en gran escala. En algunos casos, la tierra de propiedad privada puede dejarse en barbecho de modo permanente y negarse el derecho de uso a los pequeños agricultores (SECMO, 1980). Un intento de aumentar el cultivo de arroz de regadío y desalentar el tavy en Marolafa, cerca de Beforona, se ha visto gravemente obstaculizado por problemas de tenencia de la tierra (Benoit de Coignac et al., 1973; Oxby, 1983a).

Hay considerables diferencias en los atractivos de los diferentes tipos de tierra, y la de regadío es la preferida. Quienes están establecidos en ese tipo de tierra y logran registrarla a su propio nombre, se encuentran en una posición muy ventajosa. Las ventajas son mayores a medida que aumenta la presión demográfica y la escasez de tierras. Los agricultores con insuficientes tierras fértiles pueden verse obligados a trabajar como asalariados parte del año para propietarios mayores a fin de suplementar su escasa cosecha de arroz. Ese tipo de trabajo asalariado está socialmente mal considerado y los agricultores lo aceptan en las aldeas vecinas, pero no en la propia. Los grandes terratenientes arriendan algunas tierras y así se crea una clase de agricultores arrendatarios sin tierras. En esa situación, el abandonar la aldea y trasladarse a una zona más boscosa para practicar el cultivo del arroz de montaña puede representar una opción atractiva al trabajo como arrendatario 0 asalariado. Al comparar el arroz de montaña con el de regadío, la cifra que interesa a muchos agricultores no es el rendimiento de las explotaciones del arroz de montaña, sino la cantidad de arroz de regadío recibido al dividirse la cosecha entre el arrendatario y el dueño de la tierra, o bien la cantidad de arroz que hay realmente disponible para la compra.

Razones administrativas Un examen detallado de los obstáculos a la intensificación de la agricultura no puede omitir una referencia a las relaciones políticas entre los agricultores de montaña y las personas que éstos engloban en un grupo denominado vezaha (extraños). Los vezaha incluyen los agentes locales de las autoridades centrales, de las empresas privadas, de los inversionistas extranjeros y de la ayuda internacional.

A pesar de la falta de comunicaciones en las zonas forestales-se sigue viajando sobre todo a pie-todas las aldeas tienen al menos algunos cultivos comerciales, pagan impuestos y participan de algún modo en la economía nacional. Ello es el resultado de una transformación social gradual en un largo periodo histórico. Los franceses colonizaron la isla de Madagascar en 1895, y su administración se impuso en la costa oriental y en otras zonas a principios del siglo XX. A principios del siglo XIX las zonas forestales de la costa oriental habían sido conquistadas por el reino Merina, de la meseta central de la isla. Antes, en el siglo XVII y XVIII el establecimiento de puestos comerciales árabes, holandeses, franceses y británicos en la costa oriental habla ejercido su influjo en la población local. Productos forestales como madera, rafia, caucho y cera, oro y otros minerales eran codiciados, y las pistas a través de los bosques representaban una fuente de mano de obra para la extracción de los productos forestales y para su transporte entre los asentamientos de las tierras altas y los puestos comerciales de la costa.

En los siglos XIX y XX se ha producido un aumento del control de la zona costera por los vezaha. Ello ha adoptado la forma de recaudación de impuestos, de intentos de prohibir la tala de los bosques para la siembra del arroz de montaña y de intentos por controlar la agricultura, en particular por impedir enérgicamente el cultivo del arroz de montaña y fomentar los cultivos perennes para la exportación.

El siguiente ejemplo de prohibición de la tala de los bosques para la producción de arroz está tomado del código de la reina Ranavalona II, publicado en 1881

No se puede desmontar el bosque mediante el fuego para establecer arrozales, maizales o cualquier otro cultivo; sólo pueden cultivarse las partes anteriormente desmontadas y quemadas; si alguien desmonta nuevos terrenos por el fuego 0 amplia los ya existentes, será condenado a una pena de prisión de cinco años. (Citado en Uhart, 1962.)

CULTIVADORES DE ARROZ DE MONTAÑA CERCA DE ANDASIBE un bosque intacto como telón de fondo

Luego, durante la administración colonial, sólo se autorizaba en general a desmontar bosques para el tavy cuando se habían pagado los impuestos (Althabe, 1969); además, por talar, «ilegalmente" los bosques (Ratovoson, 1979), se imponían sanciones consistentes en una multa o en la obligación de plantar árboles. Recordando esa práctica, la reacción actual de algunos agricultores cuando se les pide que planten árboles es: « ¿qué falta he cometido? ». Sin embargo, en 1975 la superficie en la que se había autorizado desmontar los bosques, que había disminuido constantemente durante el periodo de 1960-69, casi se duplicó hasta llegar a 193 500 ha (Ramamonjisoa, 1983).

Los bosques, como las montañas, son lugares donde las administraciones centralizadas tienen particulares dificultades para gobernar. Debido a la baja densidad demográfica y a la falta de comunicaciones que caracterizan esas zonas, las comunidades pueden permanecer en gran parte autónomas. En algunos casos la falta de conocimiento detallado de las condiciones locales por parte de las autoridades facilita esa autonomía. La región costera oriental de Madagascar es montañosa y boscosa. No debe, pues, sorprender que tenga una larga historia de resistencia.

En 1935-40 se impusieron controles estrictos en la región costera oriental y cada hogar estaba obligado por el gobierno colonial a plantar un cierto número de cultivos comerciales perennes, café o clavo, bajo la supervisión de administradores locales. Al mismo tiempo, el Gobierno otorgó muchas concesiones a los colonos que establecieron plantaciones en la región. En la agitada atmósfera política a partir de 1945, con repetidas campañas electorales, las ciudades y los cuarteles del ejército de la parte central de la región costera oriental fueron atacadas en 1947 por grupos armados de varios centenares de hombres. Ello dio lugar a una escalada de la rebelión, que se difundió a otras de Madagascar. En 1948, esa rebelión había sido sofocada con la violencia, y habían muerto miles de personas. Siguió un período de feroces represalias y muchos años de un control redoblado, que revistió la forma de trabajo forzoso para la construcción de carreteras y edificios. La legislación contra la tala del bosque primario se aplicó con nuevo vigor y los infractores fueron castigados.

Experiencias como ésa no se olvidan rápidamente. Althabe (1969) describe una sociedad dividida en la región costera oriental. Por una parte, hay una fachada que se presenta a los extraños, los cuales pueden ver sólo una parte de la vida de la aldea. Ven la « aldea junto a la carretera", las viviendas permanentes, los huertos y frutales permanentes, los arrozales permanentes y los cultivos agrícolas perennes. Por otra parte, está lo que no se enseña a los extraños y lo que se les disuade de ver, la otra cara de la vida aldeana, los arrozales a una cierta distancia en las colinas boscosas, las casas temporales construidas allí todos los años, las fiestas y ceremonias (estrechamente vinculadas a la producción de arroz) que se practican allí, y los hatos de ganado vacuno que viven en la montaña y de los que proceden los bueyes sacrificados durante las ceremonias. Althabe observó una distinción estricta y simbólica entre el tipo europeo de vestidos usados en la «aldea junto a la carretera", los arrozales de regadío, los campos de cultivos comerciales y el mercado; y los vestidos tradicionales de corteza de árbol usados en el tavy. También observó un culto inspirado en la posesión por los espíritus-fenómeno reciente, distinto de los cultos ancestrales-que reforzaba esa distinción.

Todo esto pone de relieve la importancia que tiene para los aldeanos la consecuencia de una subordinación a diversas autoridades centrales en distintos momentos, y explica la necesidad de no limitarse a los cálculos económicos del rendimiento del arroz para comprender por qué continúan practicando el cultivo del arroz de montaña. Parte de la atracción del tavy-y de la concepción del mundo y de la vida que lleva consigo-es la relativa libertad de decisión que da a los diversos productores. Ello representa un gran contraste con la regulación y supervisión que acompañan al arroz de regadío y a los cultivos perennes.

Conclusión

La pregunta sencilla que se hizo al principio, es decir, por qué no se dedican los agricultores a una forma de cultivo del arroz más productiva, tiene, pues, una respuesta polifacética: los agricultores cambian gradualmente sus técnicas de cultivo, del arroz de montaña al arroz de regadío, pero tropiezan con limitaciones importantes. En muchos lugares hay escasez de tierra apropiada para el cultivo del arroz de regadío con la tecnología de riegos accesible a los pequeños agricultores. A ello se añaden grandes desigualdades dentro de las comunidades en el acceso a esa tierra. Los que no tienen acceso a una tierra apropiada se encuentran en un dilema: o trabajar para un propietario, o compartir la cosecha con él, o elegir la autonomía trasladándose a una zona forestal. También pueden practicar una combinación de cultivo del arroz de regadío y del de montaña. Los que cultivan arroz de montaña en los bosques pueden encontrarse aislados y padecer la falta de servicios, la distancia de los mercados y la necesidad de trabajar más, pero al menos tienen más libertad e independencia en su trabajo. Esas son las razones por las que las nuevas tecnologías y la sociedad jerárquica que llevan consigo pueden no ser aceptadas, especialmente si los agricultores deben entrar en esa sociedad como arrendatarios o asalariados.

Cabe preguntarse qué sucederá a la larga cuando los bosques se agoten. Las tasas elevadas de deforestación pueden ser impresionantes, pero también lo son los grandes bosques que aún quedan en la región costera oriental de Madagascar, como reconocerá todo el que haya viajado por la región. La política de las autoridades centrales puede haber parecido en cierto modo contradictoria para los agricultores que practicaban sus cultivos en los bosques, especialmente durante la época colonial: por una parte se tomaban medidas a fin de impedir que los agricultores talaran el bosque para sus parcelas, y por otra se les incitaba a que lo talaran para cultivos de exportación y el establecimiento de plantaciones forestales. Si se tala el bosque para que un colono recién llegado de ultramar establezca una gran plantación de café, ¿por qué no talarlo para cultivar el arroz destinado al consumo propio?

¿Cuáles son las consecuencias de este análisis para los planes de desarrollo de la región? Pueden sugerirse varias mejoras. Se necesitan, por ejemplo, levantamientos topográficos detallados para indicar las zonas donde una inversión de capital superior a la capacidad de los agricultores locales puede permitir un cultivo más intensivo de la tierra. Cualquier cambio tecnológico que se introduzca debe vigilarse con mucho cuidado a fin de que quienes se beneficien sean los agricultores más pobres, que de otro modo dependerían del tavy, más que los agricultores ricos que de todos modos no lo practican. En zonas donde no hay tierra apropiada para el cultivo del arroz de regadío donde no está desarrollado todavía, es inconcebible la idea de impedir a los agricultores que desbrocen el bosque a fin de establecer cultivos alimentarios para su propia subsistencia. En este caso, convendría concentrar los esfuerzos en mejorar el rendimiento del arroz de montaña, por ejemplo, introduciendo técnicas agroforestales. Convendría que el contacto entre las autoridades locales y los agricultores fuera lo más igualitario posible, a fin de valorar y aprovechar debidamente el conocimiento técnico que los agricultores tienen de sus propias regiones.

Donde ya se cultiva el arroz de regadío, podría incitarse a los agricultores a que usaran más los animales de tiro y cultivaran una segunda cosecha. Además, para compensar el hecho de que varios cultivos pueden coexistir con el arroz de montaña, dándole una cierta ventaja sobre el arroz de regadío, podría convenir fomentar varios cultivos alimentarios, como la yuca y la papa dulce, en caballones (Trinh Ton That, comunicación personal). Sin embargo, debe procurarse que las necesidades de mano de obra de esas mejoras sean compatibles con las de otras actividades agrícolas. En el pasado ello ha representado un problema importante, que a veces los planificadores han pasado por alto (Le Bourdiec, 1974).

En cualquier análisis de la deforestación no conviene limitarse a determinar cuántos árboles se cortan y quién los corta. Es preciso preguntarse por qué se cortan y cuáles son las alternativas. Es preciso reconocer que los agentes inmediatos de la deforestación-las personas que talan los árboles-pueden no hacerlo de buena gana, pero se encuentran en una situación en que ésa es la mejor estrategia para una supervivencia decorosa.

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