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Libros


Política forestal: un paso adelante
Derecho: el punto de encuentro entre la ecología y la economía
Protección de los espacios naturales del Mediterráneo
Depredadores de las coníferas
Las maderas de la Amazonia
Reconstitución de los bosques

Política forestal: un paso adelante

Forest policy. F.C. Hummel, ed. La Haya: Nijkoff/Junk. 1984. Precio: 40 libras esterlinas o 60 dólares EE.UU.

Reseña de J. Westoby

Este no es el libro que todos esperábamos, pero es muy bueno y está lleno de sentido común y de experiencia bien digerida. Entre el personal forestal profesional, pocos son los que no podrán obtener al menos algunas ideas nuevas de él. La mayoría de los estudiantes aprenderán que la política forestal llega mucho más allá de lo que se les ha enseñado en los cursos. Los lectores legos empezarán a comprender algunas de las dificultades con que se enfrentan los encargados de formular y aplicar la política forestal.

Su principal defecto es uno que los autores admiten francamente en la introducción. Aunque todos los colaboradores tienen experiencia internacional, sólo dos tienen un conocimiento directo importante de los problemas forestales en los países del Tercer Mundo. Por lo tanto, el libro se basa sobre todo en la experiencia europea y aborda fundamentalmente problemas europeos. Ello no quiere decir que el personal forestal del Tercer Mundo no tenga bastante que aprender de él; por el contrario, puede aprender mucho. Pero sí quiere decir que algunos problemas forestales que tienen hoy una importancia fundamental para muchos países del Tercer Mundo se tratan de manera insuficiente.

Puede aun hacerse otras críticas. El inglés no es la lengua materna de algunos de los colaboradores, pero el editor, quizás para no herir la susceptibilidad de sus colegas, ha sido demasiado generoso y no ha revisado bastante. La con secuencia es que muchos pasajes son oscuros.

Adrian van Maaren, autor del primer capítulo «Bosques y silvicultura en la vida nacional », es quizás el más perjudicado por ese excesivo respeto en la edición. Es una lástima, porque, a pesar de algunos pasajes oscuros, el sentido común, la observación penetrante y el humor agudo del Dr. van Maaren se manifiestan en todas las páginas. Toca muchos aspectos de la política forestal que a menudo se pasan por alto. Y si al terminar su capítulo sostiene que la política forestal es la política dedicada al sector forestal-definición que el autor de esta reseña considera demasiado restrictiva, pues la política forestal debe tratar todas las zonas en que la silvicultura pueda afectar al bienestar humano-no es ciertamente el único que adopta esa visión estrecha.

El capítulo de Tim Peck, « La perspectiva mundial », expone de modo sucinto el contexto mundial y es un modelo de lucidez. El Sr. Peck tiene la feliz y rara cualidad de conocer verdaderamente las estadísticas que maneja, con sus puntos fuertes y débiles. Ello quiere decir que sabe usar las estadísticas exactamente hasta el punto en que pueden ser útiles, y no más allá. Al examinar la historia de los estudios sobre recursos madereros y necesidades, el Sr. Peck dice muchas cosas inteligentes sobre la utilidad de las técnicas de previsión. Sin embargo, a veces da sin querer la impresión de que los estudios anteriores al respecto eran más ingenuos de lo que quizás eran en realidad.

¿ES EL EXCESO DE POBLACION LA CAUSA DE LA DEFORESTACION? el autor de la reseña dice que no; otros dicen que si

En un capítulo titulado «Las funciones de la producción », Otto Eckmullner y Andras Madas tocan una gran variedad de temas, desde la función de los productos forestales en la economía mundial a las técnicas de proyección en las economías de planificación centralizada. Uno de los cuadros, basado en el Anuario de Estadísticas Industriales de las Naciones Unidas, muestra los cambios en la actividad industrial mundial por sectores, pero los autores no señalan ni comentan la nota más característica de ese cuadro: que en el decenio citado el aumento de la productividad en el sector de la madera y el papel ha sido más lento que en ningún otro. Ese capítulo incluye un examen breve, a todas luces insuficiente, de las razones del fracaso de muchas industrias forestales en países en desarrollo. Por otra parte, la breve historia del modo en que la preparación de los planes ha evolucionado en los últimos tiempos en las economías de planificación centralizada es sumamente útil.

Andras Madas es también el autor del siguiente capítulo, « Las funciones de servicio ». Aquí no pasa por alto ni el problema de los valores no cuantificados ni el de la falta de identificación de quienes soportan los costos y quienes obtienen los beneficios. En lo que se refiere al ciclo del carbón, el Dr. Madas ha aceptado quizás con demasiado poco sentido crítico las opiniones de algunos conservacionistas dados a la polémica. La cuestión es desde luego importante, pero hasta que los diversos grupos que actualmente están realizando investigaciones al respecto no se aproximen a un consenso, no sabremos con seguridad si en definitiva los bosques absorben o emiten carbón. Este capítulo incluye también un examen de la silvicultura urbana..

El capítulo de Fred Hummel, « Instituciones y administración », es excelente. Antiguo comisionado de bosques del Reino Unido y luego director del departamento de bosques de la CEE, el Dr. Hummel escribe con la objetividad imparcial de uno que lo ha visto todo (en Europa, por lo menos): bueno y malo, éxitos y fracasos, auténticas innovaciones y falsas reorganizaciones. Sabe que no hay respuestas fáciles. Los estudiantes deben reflexionar sobre sus acertadas observaciones acerca de la fiscalidad, los incentivos, la investigación y la estructura. Sorprendentemente, sus observaciones sobre la educación y la capacitación son mucho menos penetrantes.

Un capítulo útil de Eero Kalkkinen enumera las distintas organizaciones internacionales, gubernamentales, interesadas directa o indirectamente en la silvicultura, las industrias forestales y el comercio correspondiente. A este respecto, una indicación histórica, por muy breve que fuera, de la evolución de estas organizaciones habría sido más informativa que un mero catálogo y un resumen de su actual campo de acción. Podría haberse dedicado algún espacio a reseñar la historia prenatal de un nuevo miembro que pronto se añadirá a la familia internacional, la Organización Internacional de la Madera Tropical. La larga gestación y los dolores del nacimiento de esta Organización ofrecen una historia sumamente instructiva. La sección final de este capítulo se refiere a los problemas y a las realizaciones. Sin embargo, el examen de los problemas (incluidos los fracasos de la asistencia para el desarrollo) es muy superficial; la cuestión merece un tratamiento mucho más profundo que el realizado aquí.

El principal aspecto negativo del libro, su concentración en las condiciones y los problemas de Europa, se ha agravado con la decisión de tratar varias cuestiones en un solo capítulo encomendado a los doctores Eckmullner y van Maaren. Esas cuestiones son: protección forestal; concepto de la biomasa; madera y energía; bosques tropicales húmedos; silvicultura en las explotaciones agrícolas; agrosilvicultura, y desarrollo de las comunidades rurales. Algunos de estos temas, aunque no todos, están muy bien tratados. Muchos abordan directamente la esencia de los problemas población/bosque con que se enfrentan casi cien países del Tercer Mundo. Su relegación a un capítulo que es una especie de cajón de sastre no sólo disminuye su importancia; priva a los demás capítulos de un telón de fondo esencial, por lo que su examen en éste está divorciado de cuestiones que deberían haber condicionado su tratamiento. De aquí que algunas ideas implícitas en otros capítulos (por ejemplo, que un servicio forestal debe tener un cierto tipo y estructura, que la enseñanza y capacitación forestal debe seguir ciertas líneas) no se ponen nunca seriamente en duda. Lo cierto es (y sospecho que varios de los colaboradores lo reconocerían) que hoy hay varios países en los que el potencial de la silvicultura y de las actividades basadas en los bosques para elevar el bienestar rural probablemente no se realizará si el servicio forestal en su forma actual no se suprime o se reorganiza a fondo. Es muy de lamentar que, aun estando el libro lleno de pasajes que demuestran una conciencia de los actuales problemas críticos de la silvicultura en el Tercer Mundo, esa conciencia, en parte como resultado de la estructura del libro, nunca ilumine plenamente el examen de la política relativa y de su aplicación. Cuando se publique una segunda edición de este libro, si se publica-y el autor de esta reseña espera sinceramente que así sea-su valor aumentaría mucho si el contenido se reorganizara para tener en cuenta esta crítica.

Cuando sea necesaria una segunda edición, los autores habrán tenido también tiempo de liberarse de una idea errónea que se repite una y otra vez (y que por desgracia todavía comparten muchos técnicos forestales): que la deforestación y la desertificación tropicales se deben a un exceso de población y que los contraceptivos pueden invertir sus efectos adversos. Es extraño que ninguno de los colaboradores haya tomado en serio la observación de J.P. Lanly: « Los problemas de la deforestación, tal como ahora se produce en los países tropicales, deben considerarse en una perspectiva histórica, romontándose el tiempo suficiente en la historia de cada país. » Es el hecho de que los autores no hayan ahondado en la historia lo que les ha llevado a acudir constantemente a esta explicación fácil, pero falsa, que se repite a lo largo del libro.

Los autores parecen haber olvidado que grandes zonas de los bosques tropicales se destruyeron en siglos pasados, en lugares y en momentos en que la población, si la había, era escasa. Es más, la población-esclavos y luego trabajadores forzosos-debió importarse para realizar la deforestación. El asalto a los bosques húmedos tropicales no se inició, como sostiene el Dr. van Maaren, con este siglo. El nordeste brasileño y gran parte del Caribe se deforestaron en los siglos XVI y XVII. En las tres regiones tropicales la deforestación se aceleró en el siglo XIX, con la difusión del imperialismo y la expansión del mercado mundial. En todas las zonas tropicales fue la agricultura orientada hacia la exportación la que hizo retroceder el bosque. La agricultura requería y produjo un aumento de la población para asegurar una oferta abundante de mano de obra dócil. Ocupó las mejores tierras: las vegas fluviales y las laderas suaves.

Además, el Dr. van Maaren supone erróneamente que los progresos médicos han causado una explosión demográfica entre los agricultores migratorios, dando lugar a un periodo de barbecho más breve y a la destrucción de los bosques. Los agricultores migratorios tradicionales, en su mayor parte grupos tribales y minorías étnicas, que practican una agricultura tecnológicamente primitiva en apariencia, pero ecológicamente viable, han estado casi siempre aislados hasta que alguien ha deseado su tierra, o lo que crece en ella o lo que hay debajo, o su trabajo. La revolución sanitaria raramente ha llegado hasta ellos. El aumento de la presión sobre sus tierras se ha producido cuando ya no tenían acceso a grandes zonas forestales. La destrucción de los bosques se produce cuando la agricultura migratoria se ve sometida a presiones.

Pero mucho más importante que el agricultor migratorio tradicional como agente (repitamos, no causa) de la destrucción de los bosques, son los agricultores obligados a la migración: población rural privada de sus tierras y/o empleos por la agricultura en gran escala orientada hacia la exportación, incluida la ganadería. Esas poblaciones rurales sin tierras, cuyo número aumenta en todas partes, no tienen más opción que invadir los bosques tropicales que aún quedan, en un intento de sobrevivir en suelos que les son poco familiares, además de ser frágiles. La causa de la deforestación tropical queda atrás, en las tierras de las que han sido desalojadas: millones de hectáreas de tierras relativamente buenas, de propiedad de algunos ricos, que producen cultivos inapropiados para una población inapropiada a un nivel bajo de productividad. Mientras persista la gran distorsión en la distribución de las tierras, las riquezas y el poder, característica de la mayoría de los países tropicales con zonas forestales, la batalla para salvar los bosques tropicales estará inevitablemente destinada al fracaso. Alegar que el exceso de población es la causa de la deforestación tropical es como decir que las manchas causan el sarampión.

En algunos foros esto comienza a ser comprendido. Hay, por ejemplo, un reconocimiento-si bien reacio y parcial-en la reciente explosiva publicación de la Oficina de Evaluación Tecnológica del Congreso de los Estados Unidos (Technologies for sustaining tropical agricultura), reconocimiento que no va acompañado de ninguna voluntad de examinar las implicaciones políticas. Por otro lado, John Spears (Banco Mundial) y Edward S. Ayensu (Smithsonian Institute) hace poco afirmaron categóricamente: « Los firmes compromisos políticos de los gobiernos nacionales en lo que se refiere a seguir políticas de reforma agraria harán más, a corto plazo, en favor de la reducción de la presión sobre las tierras forestales, que cualquier otra intervención política individual, o cualquier nivel imaginable de inversión en el desarrollo de los recursos forestales. »

Aunque Forest policy, al menos en su primera edición, no sea quizá el libro que todos hemos estado esperando, se aproxima más a ello que muchos de los libros y publicaciones sobre política forestal de los últimos años. Leer ese libro, incluso con todas sus faltas actuales. es como participar en un seminario con un grupo de observadores inteligentes y muy experimentados en el mundo forestal. Es posible discrepar profundamente con unos u otros, pero inevitablemente se sacan frutos. Es, por lo tanto, muy de lamentar que no se haya dedicado más atención a la producción material del libro. Varios capítulos están plagados de erratas y la puntuación linda a veces con lo fantástico. Un precio de venta de 60 dólares EE.UU. debería realmente dar derecho a un texto más cuidado.

Jack Westoby es el antiguo Director de Coordinación de Programas y Operaciones del Departamento de Montes de la FAO

DEFINICION DE LAS TIERRAS FORESTALES variaciones de un país a otro

Derecho: el punto de encuentro entre la ecología y la economía

Forêt et environnement en droit comparé et international. M Prieur ed., Limoges, Presses Universitaires de France. 1983. 310 págs.

Esta colección reúne las actas de un seminario internacional organizado en Limoges por el Centro Internacional de Derecho Comparado sobre el Medio Ambiente, con el apoyo de la FAO. Han contribuido 20 autores de diferentes países, y sus esfuerzos conjuntos ofrecen una panorámica de los sistemas jurídicos actuales para la protección de los bosques y del medio ambiente en algunos países de Europa, Africa y América del Sur.

Si el libro merece alguna crítica es que excluye a Asia con sus enormes bosques húmedos y densos, y a Norteamérica, donde están algunos de los parques nacionales más famosos. La primera parte del libro podría criticarse también porque, bajo el título « La ecología de los grandes sistemas forestales » incluye tres estudios poco convincentes sobre los bosques templados, intertropicales y boreales. Sin embargo, sirve de introducción presentando el marco en el que los diferentes países estudiados han preparado sus sistemas jurídicos en relación con los bosques.

En primer lugar, los autores intentan llegar a un acuerdo sobre la terminología. En España, por ejemplo, la palabra usada, monte, describe cualquier zona arbolada, pero también incluye zonas de posible repoblación en el futuro pero que actualmente son matorrales. También comprende tierras de pastos del dominio público e incluso tierras agrícolas montañosas. En Italia, donde non hay ninguna definición de « monte » ni de « bosque » como tales que cuenta es el uso a que se pretende destinar la tierra, en la que deben «cultivarse» árboles para que sea un « bosque ».

Los sistemas jurídicos africanos reflejan su origen colonial; los textos ingleses no definen formalmente el monte y la impresión es que éste no tiene por qué ser necesariamente un conjunto de árboles. Los textos derivados de la tradición jurídica latina, que pretenden ser más precisos, adoptan a menudo definiciones extremas como sucede en el Gabón, donde se considera que los montes son « superficies que tienen o no una capa vegetal ». Argentina y Brasil, que siguen el modelo de los Estados Unidos, tienden a confundir la idea de tierra forestal con el parque nacional.

Cualquiera que sea la definición ideal del término, los diferentes países han considerado necesario formular códigos forestales para proteger su patrimonio, salvaguardar sus derechos, definir los de los propietarios privados de bosques, regular la explotación y, por último, permitir que los ciudadanos aprovechen los beneficios materiales y psicológicos de las tierras forestales.

Cada país estudiado ha delegado la ordenación de sus tierras forestales a una determinada autoridad, según su estructura política, ya sea el Ministerio de Agricultura o, como en el caso de administraciones muy descentralizadas, la región (Italia) o el cantón (Suiza), que determinan la política forestal y se encargan del control de los recursos.

En la mayoría de los países de Europa los bosques se dividen en bosques o parques nacionales, bosques públicos, bosques de propiedad de entes colectivos y bosques privados, aunque esas categorías no están todas bien definidas. Por ejemplo, es muy difícil identificar la propiedad de las tierras forestales en Suiza, porque el derecho civil permite a todos el libre acceso a los bosques y pastos de propiedad de otros. En Italia, algunos bosques privados están sometidos a regulaciones especiales que no permiten la transferencia de la propiedad. Tal es el caso de las Regole d'Ampezzo, en los Alpes, donde la situación jurídica se basa en costumbres establecidas en los siglos XVIII y XIX. Se trata de derechos de propiedad de los que son titulares varias personas en común, que no pueden enajenarse y sólo se transfieren por herencia a los hijos de los titulares.

En Africa no hay tradicionalmente propiedad privada. Según la costumbre, los hombres podían cazar, recoger frutos para su sustento y cultivar la tierra, donde querían; pero la tierra pertenecía a los antepasados o a propietarios míticos. De ahí que hasta la era colonial no hubiera sistemas jurídicos. La colonización europea impuso sus leyes sobre las costumbres tribales e hizo que las tierras nacionales fueran del dominio público. Después de la independencia, esos espacios naturales pasaron a ser propiedad de los nuevos Estados, y los campesinos a tener derechos comunes de uso.

En América del Sur se establecieron reservas obligatorias en todo el territorio nacional del Brasil, a fin de que todos los propietarios participaran en las iniciativas para la conservación de los bosques. Sin embargo, la falta de límites precisos que indicaran las zonas de conservación y de propiedad privada dio lugar, mediante manipulaciones en las ventas, a una reducción de la superficie de los terrenos. Paradójicamente, las leyes forestales brasileñas que tanto se preocupan de la conservación de los recursos forestales, permiten a los dueños de masas forestales mixtas convertirlas en masas homogéneas, eliminando las especies sustituibles y haciendo caso omiso del equilibrio ecológico entre la flora y la fauna de la región.

Con mucho, las partes más interesantes del libro son las que tratan de los derechos de uso, y en particular los artículos de C. Se examinaron 73 claros, Saussay y de Mohamed Ali Mekouar (véase el artículo de du Saussay «La evolución de la legislación forestal en favor de las comunidades rurales » en Unasylva, vol. 35, N° 142).

Esos derechos de uso, que han desaparecido prácticamente en los países occidentales, siguen firmemente arraigados en la tradición africana y perduran hasta el presente. Reflejan la «profunda convicción... de que lo que ofrece la naturaleza puede tomarse libremente » y son el modo más directo e inmediato de poner « los productos forestales a disposición inmediata de las comunidades rurales». En casi todas las legislaciones, los derechos de uso de los bosques se limitan a la subsistencia de los usuarios. Esos derechos se conceden gratuitamente, pero entrañan alguna responsabilidad. En Senegal, los derechos de uso imponen a los usuarios la obligación de participar en el mantenimiento de los bosques. Muy a menudo, originan conflictos debidos a la competencia de diferentes actividades en la misma tierra, como la agricultura, la ganadería y la recogida de productos forestales.

En Marruecos, la agricultura y la ganadería coexisten con frecuencia en las tierras forestales. La agricultura en terrenos deforestados para ese fin es una práctica común, aunque prohibida legalmente. Los pastos en las tierras forestales están muy extendidos y cubren aproximadamente un tercio de las tierras forestales disponibles.

La legislación, al mismo tiempo que reconoce la importancia de los derechos consuetudinarios, establece también disposiciones encaminadas a la protección de los bosques. La infracción de esas disposiciones se sanciona con penas que van de multas a condenas de prisión. La ley del Senegal dedica casi toda su parte dispositiva a combatir los abusos en las tierras forestales, a menudo pasando por alto la tradición y las necesidades de las poblaciones para las que la madera es una necesidad prioritaria. En Marruecos, la legislación forestal está también llena de medidas punitivas. Por otra parte, en Uruguay la ley no contiene disposiciones sobre la ocupación de los bosques.

Las medidas protectivas no tienen todas carácter represivo. La plantación de árboles y la repoblación se fomentan mediante incentivos, como las exenciones fiscales. En España, los «montes protectores»; en Brasil, los « bosques de conservación permanente », y en Senegal, estímulo de la «silvicultura compartida», son ejemplos de esfuerzos para salvaguardar el patrimonio forestal y el medio ambiente.

La colección termina con tres interesantes artículos sobre la protección internacional de los bosques. Uno estudia los aspectos jurídicos de la « evaluación del efecto sobre el medio ambiente», considerados desde el punto de vista de la FAO, y pone de relieve la importancia de las plantaciones y del establecimiento de estrategias forestales integradas. Otro analiza la función de los bosques en la estrategia mundial de conservación y en el mantenimiento de los procesos ecológicos esenciales, y como reserva de especies vegetales y animales. Pone de relieve que la « acción internacional... debe seguir siendo la base y un complemento indispensable de las medidas nacionales ».

El último artículo de la serie considera el bosque como un elemento del patrimonio mundial; en él se admite la posibilidad de concebir que « el concepto de patrimonio común de la humanidad y el principio de los derechos soberanos no son incompatibles ».

Fay Banoun, Roma

Protección de los espacios naturales del Mediterráneo

Que faire des espaces naturels méditerranéens?

Informe de J.P. Richard Guichard, C. Seguret e Y. Prats Niza, Editions Serre. 148 págs.

Este informe fue encargado por la misión interministerial para la protección y ordenación de los espacios naturales mediterráneos. Incluye también, además de las personas citadas como autores, contribuciones de varios participantes en un debate de mesa redonda organizado por la misión. Entre las cuestiones planteadas en las deliberaciones, las más urgentes se centraron en los espacios naturales mediterráneos destruidos por una urbanización incontrolada, por los incendios forestales y por la desertificación.

Los autores ponen de relieve las dificultades que plantea el formular políticas para mantener la integridad de los espacios naturales, respetando al mismo tiempo los intereses de las comunidades establecidas en sus cercanías. ya que el carácter de esos espacios es a menudo resultado de presiones sociales muy complejas. Los autores exploran también el futuro de los espacios y los medios para protegerlos contra las amenazas que plantean los problemas del impuesto sobre el patrimonio.

El libro está dividido en tres partes. La primera describe un estudio sobre la transformación real ocurrida, e incluye un análisis critico en el que se condena severamente a las autoridades. La segunda es un informe sobre un debate de mesa redonda celebrado el 2 y el 3 de septiembre de 1982 en Aix-en-Provence, organizado por la asociación para el desarrollo de la investigación y la enseñanza sobre la ordenación regional. El libro concluye con algunas reflexiones sobre soluciones propuestas, pero deja la puerta abierta para un debate futuro.

BOSQUES Y COSTAS necesidad de preservar las zonas naturales

Depredadores de las coníferas

Les insectos ravageurs des cónes et graines de conifères en France. Alain Roques. París. Institut national de la recherche agronomique (INRA). 1983. Numerosas fotografías en color. 134 págs.

Las consecuencias económicas de los daños causados por los insectos a las semillas y piñas de las coníferas preocupan cada vez más al personal forestal. De hecho, en un intento de mejorar la calidad genética de las semillas utilizadas para reconstituir los bosques' la recogida se ha limitado a cierto número de cepas seleccionadas en los viveros y huertos destinados a la producción de semillas.

Por una parte, ello hace que la infestación se concentre en zonas más pequeñas. Por otra, sin embargo, ocasiona una proliferación de los insectos porque la estrategia de concentración y el sistema de utilizar plantas producidas en viveros se eligen precisamente para producir frutos abundantes. Ello ofrece un medio más favorable para la infestación por los insectos.

Durante diez años las investigaciones del INRA se han dirigido a un análisis más a fondo de los depredadores que atacan a las coníferas. El INRA ha estado siempre dispuesto a compartir los resultados de sus investigaciones con otros países afectados. En consecuencia, este libro ofrece una descripción detallada de los insectos depredadores de cada planta o especie arbórea.

Cada capítulo comienza con un diagrama que aclara la relación del insecto con la planta hospedante; además, contiene un segundo diagrama que permite una identificación más fácil de depredador, a partir de los daños observados. Por último, se estudian los insectos mismos en el orden cronológico en que infestan la vegetación. De cada depredador se dan los datos apropiados para una ficha de referencia.

Acompañan al texto más de 100 láminas en color que refuerzan las descripciones de los insectos y de los daños causados por ellos. El resultado de esa presentación es que la información queda claramente grabada en la memoria del lector. Un glosario al final del texto contiene definiciones de algunos términos entomológicos. Hay un índice de las especies de insectos consideradas y uno de las varias plantas o especies arbóreas que infestan.

El libro está dirigido sobre todo al personal forestal profesional, pero cualquier interesado en la entomología lo encontrará también útil e instructivo.

Las maderas de la Amazonia

Atlas d'identification de bois de l'Amazonie et des régions voisines. P. Detienne y P Jacquet. Nogent-sur-Marne (Francia), Centre technique forestier tropical (CTFT). 1983. Numerosas ilustraciones. 640 págs.

Este es el segundo trabajo de una serie publicada por el CTFT que comenzó con un atlas de las maderas de Guyana en 1982. El nuevo volumen amplía sus investigaciones a toda la región tropical amazónica. Uno de los motivos para continuar esta investigación fue el deseo de identificar definitivamente esa gran flora arbórea.

Los autores se fijaron tres objetivos:

· mejorar el estado de los conocimientos anatómicos;
· enumerar las especies actualmente en explotación;
· indicar qué especies se venderán en los mercados mundiales en el futuro próximo.

El sistema usado por los autores para identificar las maderas es uno ya empleado: descripciones macroscópicas y microscópicas, género por género. El libro indica también las peculiaridades de las diferentes especies y ofrece para cada una de ellas una clave que facilitará el empleo de tarjetas perforadas. El volumen tiene numerosas ilustraciones.

Un tercio de la obra está dedicado a un atlas impresionante que contiene más de 1600 fotografías de secciones transversales de maderas, dispuestas alfabéticamente según la familia botánica y el género. Para terminar, se añade que el libro está encuadernado en cuero rojizo y tiene un aspecto muy elegante.

Reconstitución de los bosques

La reconstruction de la forêl tropicale humide-sud-onest de la Côte-d'Ivoire. F. Kahn, París, Office of Overseas Scientific and Technical Research (ORSTOM). 1982. Ilustraciones, dibujos, mapas, 150 págs.

Un arrozal, abandonado después de cultivado un año por agricultores migratorios, es un laboratorio vivo ideal para estudiar la reconstitución natural de un bosque. Ese es el marco elegido por F. Kahn para su investigación. El lugar de sus estudios fue la Costa de Marfil, país en que la deforestación ha alcanzado proporciones alarmantes, sobre todo en el sudoeste, donde en los últimos años ha habido una gran colonización.

Comenzando con una búsqueda de lugares abandonados, Kahn encuentra 17 parcelas, 14 de ellas en barbecho desde hace 10 años o más. Sus observaciones, recogidas en este libro, son el resultado del estudio de esos lugares. Analiza tres fases por las que pasa la vegetación en los diez primeros años después de abandonado el cultivo: la fase herbácea, sobre todo de gramíneas; la fase subleñosa; y la fase de los arbustos colonizadores. Hay también una cuarta fase en la que se establece el bosque secundario anterior al clímax. Por último, Kahn describe los principales agentes de la reconstitución y algunos de los factores que pueden perjudicarla.

En la segunda parte de este libro, basada en el análisis anterior, se formulan propuestas para administrar las fases de reconstitución de los bosques. Kahn recomienda el establecimiento de un sistema de zonas forestales protegidas, zonas cultivadas y grandes superficies reservadas a la reconstitución de ecosistemas forestales. El autor sostiene que para ello seria necesario elaborar un proceso de silvicultura reconstitutiva. Sin embargo, asegurar la regeneración forestal no supone abandonar los aspectos económicos. Por el contrario, uno de los objetivos prioritarios de la ordenación sería la rentabilidad de las zonas destinadas a la reconstitución.

La leña en Centroamérica: dos nuevos libros

Situación leñera en los países centroamericanos. Paul Dukin. Turrialba (Costa Rica), Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE). 1984.

Un 80% aproximadamente de la población de Centroamérica depende de la leña como combustible doméstico. Esa leña procede de bosques de latifoliadas y coníferas, de manglares y de arbustos. Los bosques proporcionan también madera para la construcción y ahora se están talando para ampliar las actividades agrícolas. Ese gran uso, debido al aumento de la población y a la expansión agrícola, está produciendo una grave deforestación en los países centroamericanos.

El CATIE, reconociendo este problema, decidió realizar un estudio detallado de la situación leñera en Centroamérica en virtud de un acuerdo firmado en 1979 con la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID).

La primera parte de este libro describe el marco conceptual, es decir, el uso actual de la tierra y la densidad demográfica, así como la metodología empleada, que se basa en una información geográfica computadorizada. También se indican las fuentes de datos y el ámbito y las limitaciones del estudio.

En la segunda parte se describe con detalle la situación leñera en cada país centroamericano. Esa situación, basada en la densidad demográfica y en el uso de la tierra, se determina, clasifica e interpreta mediante cuadros.

Áreas climáticas análogas para especies productoras de leña en los países centroamericanos. Paul Dukin. Turrialba (Costa Rica), CATIE. 1984.

Uno de los objetivos del proyecto sobre leña y fuentes alternativas de energía, basado en el acuerdo firmado en 1979 entre el CATIE y la AID, es el desarrollo de técnicas para la repoblación forestal con especies productoras de leña adaptadas a las características del medio ambiente de cada país. Este libro intenta definir las zonas de esos países que tienen características climáticas similares a fin de facilitar la transferencia de información y tecnología para introducir las especies productoras de leña adaptadas a una determinada región en otras regiones climáticamente similares.

Los conceptos y la metodología usados se establecen claramente en la primera parte del informe. Así, el sistema de analogías ecológicas se basa en la clasificación de « zonas de vida» de Holdridge (Ecología basada en zonas de vida, San José, Costa Rica, Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, 1979). Esas zonas se determinan mediante los parámetros climáticos de la biotemperatura y la precipitación media. También debe tenerse en cuenta el comportamiento de las especies en los diversos tipos de estación seca.

La segunda parte aplica esos conceptos y la metodología a cada país. Trata las zonas de vida, la duración de la estación seca y las zonas climáticas similares, y está abundantemente ilustrada.

Una indicación de la bibliografía y una serie de mapas de los países centroamericanos, que ilustran los resultados descritos en el informe, completan el estudio. Esta será arria guía muy útil en la selección de zonas para la repoblación forestal, no sólo con especies productoras de leña sino también madereras y frutales.


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